Disfrutando del sexo persa
Continuación de la vuelta al mundo. En esta ocasión viajamos de la India a Dubái, pasando por Irán.
PARA ENTENDERLO MEJOR, DEBERIAIS LEEROS ANTES:
Dando la vuelta al mundo con Sofía
Con Sofía y Paz en un barco en Los Angeles
Averiados en una isla abandonada
Llegando a Japón en nuestra vuelta al mundo
AUNQUE SE PUEDE VIVIR SIN ELLO.
La verdad es que después de nuestras paradas nos viene bien coger el barco y enfilar nuevos destinos. Sinceramente, cuando izamos las velas estamos los dos completamente destrozados de tanto sexo y nos pasamos un par de días simplemente navegando, leyendo y descansando. Es pasado ese par de días cuando no aguantó más y acabó con la polla de José en mi boca y eso ya nos devuelve a donde más nos gusta, a los polvos sin fin.
Estaba José con su polla perforándome el culo cuando en la radio sonó una comunicación del servicio de costas de Irán. Nos reímos un montón pensando en la grúa que usarían esos cabrones para colgarnos si supiesen las cositas que íbamos realizando en esos momentos, encima sin estar casados. José les dio la información que requerían y no nos molestaron más hasta que dejamos el país.
Nuestra idea era la de navegar hasta Bandar Bushehr, un puerto donde seguramente haría años que no habían visto un velero occidental, y de allí ir hasta Shiraz y visitar Persepolis. A mi la verdad es que no me atraía nada lo de ir a Irán, pero José insistió. Por lo visto había visitado la zona de estudiante y le encantó.
José tenía por temas de negocios a un amigo en la ciudad iraní, este amablemente vino a recogernos hasta el puerto. No es que fuese hacernos de chofer, pero si tenía relaciones con el gobierno y así evitábamos por un lado que nos tuviesen mucho en la frontera con la dichosa visa y segundo que nos registrasen el barco y se deshiciesen de nuestro cargamento de alcohol.
Tardamos más de 3 horas por carretera en llegar a la segunda ciudad del país. Me llamó mucho la atención la cantidad de gente joven y sobre todo las mujeres tapadas hasta las cejas. Yo iba tal y como me había indicado Reza, el amigo de José, con la cabeza tapada y ropas holgadas y que me cubrían las caderas.
Comimos con el iraní y nos dirigimos al hotel Shiraz Persian Palace, por lo visto el mejor de la zona, aunque la verdad no era gran cosa.
Pasamos por una agencia de viaje para cerrar la visita del día siguiente a Persepolis y nos dirigimos al zoco a ver el ambiente. Al revés de los zocos típicos que los occidentales visitamos en Marracheq, Túnez o Estambul donde se venden cosas para turistas. Los zocos iraníes son grandes ferreterías donde se venden cosas para el día a día de la gente. La verdad es que era grande e interesante y a pesar de querer, no encontramos nada que comprar.
Esa noche nos fuimos a cenar a un restaurante de alto postín.
El sitio estaba bien, un poco hortera, con mucho dorado, pero bueno, ese es el gusto de la gente de allí. El servicio increíble, la comida increíble, pero eso si, ni una gota de alcohol. Si en los distintos países visitados solemos ser un atracción turística, en el caso de Irán aquello era sangrante. Absolutamente todo el mundo nos miraba.
Una pareja de nuestra edad aproximadamente se unió a hablar con nosotros. No solo querían practicar su ingles sino que además les interesaba ver de donde éramos y demás.
Hablamos durante media hora hasta que nos propusieron ir a su casa a tomar una copa. La hospitalidad persa nos dirigieron. La realidad es que en el país la gente rica si que dispone de alcohol en su casa y cuando en un sitio normal la gente se va a tomar una, aquí la gente va a casa de alguien.
La casa era chalet precioso. Ante nuestra sorpresa. Tasmina, la mujer, según cerró la puerta del jardín se empezó a despojar de su Chador. La verdad es que debajo de esa horrible prenda la chica iba monísimamente vestida con ropas de marca occidentales.
Shamir, el chico sin preguntarnos nos puso unos wiskeys con coca cola.
- joder paso de bebérmelo – le dije a José – esta cargadísimo.
- Bébetelo pero ya, no sabes lo que cuesta el alcohol aquí, seguramente esa botella que tiene en las manos le ha costado al hombre más de 200 dólares.
Y claro como para no beberla.
La pareja era majísima, él era empresario y ella ama de casa, sin hijos. Les explicamos que nosotros éramos amigos y que estábamos dando al vuelta al mundo. Le explicamos que queríamos ir a ver Persepolis y después nos iríamos a Dubái, donde curiosamente coincidiríamos de nuevo con Shamir que tenia un viaje de trabajo.
Tasmina nos contó que antes de conocer a su marido vivió en París 5 años y que una vez acabados los estudios había vuelto.
Nos tomamos la verdad bastante copas. Yo me dedicaba a hablar con Tasmina mientras José se dedicaba a hablar con nuestro anfitrión que poco a poco se iba emborrachando.
- tenéis que disculparle. Aquí la gente no solo aguanta poco el alcohol sino que además como beben poco, cuando beben, se lo beben todo.
Shamir cayó literalmente redondo, borracho como un piojo. Tasmina no sabía donde meterse de vergüenza. Entre los tres lo recogimos y le llevamos a su habitación.
Hicimos ademán de irnos, pero la chica insistió que tomásemos la última. Por primera vez en la noche alguien me preguntó que quería y logré volver a mi ron.
La verdad es que Tasmina era una chica muy agradable y fue muy interesante el punto de vista que nos dio como mujer iraní, viviendo allí pero que había vivido antes en el país.
Eran las dos de la mañana y decidimos levantar el kiosco, al día siguiente a las 10 de la mañana nos iban a recoger y la verdad es que aún pensaba montarme a José antes de dormir, por lo que nos iba a ir bien salir lo ante posible.
Tasmina llamó un taxi, habló algo en farsi y cuando colgó nos comentó que en una hora nos recogerían. Debimos de poner tal cara que nos propuso que nos quedásemos a dormir en casa y que por la mañana Shamir nos llevaría al hotel. Al principio no aceptamos, pero fue tanta su insistencia que finalmente accedimos.
Tasmina nos acompañó a una espaciosa habitación donde nos dejó solos.
- joder que fuerte – dije yo.
- No me jodas que dormir en casa de unos desconocidos después de lo vivido te parece fuerte.
- No hombre, no. Fuerte lo que me ha contado.
- ¿Y que es?
- Esta debió de ser de cuidado en Paris.
- Típico, estas chicas cuando salen al extranjero las dejan hechas un colador.
- Y por lo visto el moro.
- No son moros, son persas.
- Bueno, pues su marido no le funciona.
- Pues que se busque a otro – dijo José sin darle importancia
- Imposible. Aquí las canas al aire se pagan con la horca.
- ¿y tan poco le funciona como para contártelo?
- Bueno, no se si es su tema de conversación habitual o no, pero por lo visto se la debe de follar bastante poco.
José ya estaba en la cama desnudo, por lo que me quité mi vestido, me solté el sujetador y quitándome las bragas me metí en la cama. José también había bebido y a pesar de mis toqueteos se quedó dormido sin hacerme nada. Yo estaba desvelada por la coca cola. Estuve 30 minutos intentado dormirme pero nada. En silencio me levanté, al principio pensaba ir al baño, pero viendo un paquete de tabaco, decidí ir a fumar a la terraza.
Sin hacer ruido avancé por la casa y justo cuando iba a cruzar el salón vi que aunque la habitación estaba a oscuras, la misma era iluminaba por la pantalla de el televisión que estaba encendido. Miré desde la puerta y pude ver en el monitor que dos tíos con unas pollas de escandalo le realizaban una doble penetración a una pobre actriz que era obvio gemía a gritos aunque el volumen estuviese a cero en el aparato. “vaya con el borracho impotente” pensé “no se la folla pero luego por las noches se dedica a ver porno”. Dude entre darme la vuelta, pasar de largo o quedarme a observar. Me quedé boquiabierta cuando un suspiro de mujer me hizo darme cuenta que no era el hombre quien veía aquello, sino la buena de Tasmina. Sonreí y pase al salón mientras encendía un cigarrillo.
Esperaba sentarme con ella como si aquello fuese lo más natural del mundo, pero lo que no esperaba es que cuando sobrepasé el sofá y pude verla entera, Tasmina se encontraba desnuda, abierta de piernas y con un pepino en el coño que metía y sacaba con fuerza. Me quedé supercortada y creo que a ella casi le da un mal.
La escena en el fondo era cómica. En la tele dos superclase se follaban con fuerza a la actriz, en el sofá Tasmina estaba paralizada, con un vegetal en el chocho y su mano inmóvil pellizcándose un pezón.
- perdona Tasmina, no puedo dormir y solo quería fumar. Siento en el alma haber llegado en un momento tan inadecuado – dije mientras me daba la vuelta.
- No, perdóname tu a mi. Debí de darme cuenta que teníamos invitados, lamento muchísimo que hayas tenido que verme así.
- No te preocupes chica, masturbar nos masturbamos todas
- ¿tu también?
- Todas las chicas del mundo.
- Aquí nadie lo confesaría.
- Pues hazme caso. Todas las chicas del mundo.
- ¿Y tu cuantas veces lo haces?
- Yo últimamente pocas. José no me da tiempo a ponerme cachonda. En cuanto me ve un poco alterada me la mete.
- ¿de verdad?
- Si, lo hacemos bastante.
- Mataría por tener un hombre así en mi vida.
- Ya te comenté antes. Lo raro es lo que tienes tu. Los hombres son unos salidos
- Si, eso lo se. Hace como seis meses que no me folla.
- Pues una pena que no te hubiésemos conocido en otro lugar. A mi no me suele importar prestarlo.
- ¿De verdad?
- Si, me imagino que si fuésemos pareja más formal la cosa no sería para tanto, pero estando como estamos entiendo el juego.
- ¿Y de verdad me lo hubieses prestado?
- Se presta el solito.
- Pues no sabes lo bien que me vendría un buen polvo – y se rió.
- Bueno, pues te dejo sola. Voy a salir a fumar un cigarro y luego hablamos. Acaba con lo tuyo si te apetece.
No le dejé decir nada. Simplemente me levanté y me dirigí al ventanal que daba a fuera.
No lo esperaba pero cuando miré por el rabillo de ojo, Tasmina se había vuelto a poner manos a la obra y se masturbaba con ganas en el sofá. La verdad es que ver a ese pedazo de mujer me había puesto a cien, en otras circunstancias hubiera llamado a José para follárnosla entre las dos, pero no quería ni pensar que pasaría si nos pillasen.
Cuando volví a entrar por el frio que hacía fuera, me encontré a nuestra anfitriona a punto de llegar al ansiado orgasmo. LA chica me miraba como no sabiendo si parar o no, yo la animé a continuar.
- sigue cielo, sigue. Da gusto verte.
Y Tasmina siguió metiéndose y sacándose el vibrador. No se que me pasó pero en un acto reflejo aparté su mano y empecé a ser yo quien manejaba el pepino cambiándole la carencia y el ángulo de entrada. Tasmina se derretía y gemía en silencio pero con la cara desencajada. Se corrió como una bestia tensando su cuerpo.
Sonreí a verla. Recogí mi melena que caía por mi cara y me agaché entre sus piernas. Su coño estaba empapado, realmente apetitoso. Pasé mi lengua bebiéndome todos sus jugos. Tasmina dio un respingo. Viendo su reacción metí mi cabeza con fuerza y empecé a lamer aquel poco usado coño hasta que la chica volvió a estallar en un tremendo orgasmo. Yo había metido mi mano en mis bragas y acariciaba mi coño fuera de mí. Tasmina observó el final de mi dedo hasta que me corrí cayendo en el suelo reventada.
Nos abrazamos y hablamos desnudas durante algo más de 15 minutos. Nos despedimos en el pasillo entrando cada una en nuestra habitación.
Por la mañana Shamir se disculpó avergonzado. Le quitamos hierro al asunto y desayunamos todos juntos. La verdad después de lo contado, Shamir me caía gordo. Lo cierto es que fue muy amable llevándonos al nuestro hotel con el tiempo justo para ir para ducharnos y coger la van que nos llevó a 30 kilómetros de la ciudad.
La visita a Persepolis fue maravillosa, un lugar increíble. José disfruto como un loco.
A la vuelta a la ciudad decidimos comer y volver al barco. Un taxi nos llevó hasta el puerto donde nos esperaba el Gadeicide, nombre de nuestro barco. Nuestro siguiente destino Dubái.
Ya en el barco decidimos cenar, descansar un poco y recuperar sueño. Salimos por la mañana.
Saltándonos las reglas como dos adolescentes, abrimos una botella de vino que íbamos bebiendo entrando en la cabina para que no nos viesen desde otros barcos o el puerto. Nos dimos un beso en los labios y nos fuimos a la cama.
Cuando desperté y salí a la cubierta, ya casi no se veía la tierra, muy típico de José lo de empezar las cosas sin mi.
Llegar a Dubái nos llevó cuatro días debido al poco viento.
La verdad es que la llegada a la ciudad es impresionante por sus rascacielos y sus islas artificiales. José había estado en un par de ocasiones, pero yo no y me apetecía un montón conocerla.
Dejamos el barco en la marina Walk. Un esplendoroso club de yates en el que por enésima vez nuestro barco era de quinta regional.
Pasamos la aduana, cogimos un taxi y nos fuimos al hotel Four Seasons. Un whatsapp entró en mi móvil en el momento en que el wifi del hotel se activó.
- sorpresa, soy Tasmina. He acompañado a Shamir en su viaje y estamos en el Hotel Hilton. - Miré hacia la calle y resulta que estaba enfrente del nuestro.
- Que bien, nosotros estamos en el Four Seasons, a ver si nos vemos.
15 minutos después Tasmina contestó.
- ¿cenamos hoy?
- Perfecto. ¿Reservamos?
- Shamir no va a poder venir, pero yo si no os importa que vaya sola os acompaño.
- Ningún problema.
Era media tarde por lo que hice la reserva en un restaurante de moda recomendado por un botones de apariencia inglesa y procedimos a ducharnos.
Nos quedamos de piedra cuando pasamos a buscar a la iraní, ya que salió del hotel con el mismo “disfraz” que usaba en Irán. No aprovechaba la posibilidad que le daba el emirato de que tenía de vestirse en plan occidental.
- ¿cómo vienes con eso puesto? – le pregunté casi sin pensarlo.
- A mi marido no le importa que en casa vista como quiera con conocidos, pero fuera de ella me exige vestir así. No penséis mal, no es por vosotros, es por el resto de la gente.
La verdad es que Tasmina era una mujer inteligente, bella y muy interesante. Realmente resultaba hasta cómico ver a una vestida de Batman bebiendo primero vino y después gintonics como si no hubiera un mañana.
Eran la una de la mañana cuando un sms entró en el teléfono de nuestra amiga. Era del socio local de su marido
- Su marido le ha sentado mal algo que comió y se quedará a dormir en mi casa – ósea que el marido se la había cogido redonda.
Discutimos si acabar la noche o ir a una discoteca.
- pues no creo que tal y como voy vestida este para ir a muchas discotecas.
- No pasa nada boba, vamos al hotel, te dejo ropa y mañana cuando veas a tu marido no tiene porque saber nada de este pecadillo.
- Es una idea buenísima.
Cogimos un taxi y cruzamos la ciudad para volver al hotel. José se quedo en el bar tomando una copa mientras nosotras subimos a la habitación.
Rápidamente Tasmina se quitó el hijab y mostrándome un vestido elegantísimo.
- ¿pero no decías que no ibas vestida para la ocasión?
- Si, bueno, es que quería probar tu ropa y tu maquillaje.
Tasmina se quitó su ropa quedándose en un increíble conjunto de braga, sujetador y liguero, mientras yo sacaba ropa del armario. Le di mis pinturas y la deje en el baño pintándose.
Una vez había seleccionado lo que se iba a poner me quedé observándola. La verdad es que la tía estaba buenísima. Me acerqué para ayudarle con le maquillaje y no sé como, acabamos besándonos. Rápidamente metí mi mano dentro de su braga alcanzando su maravilloso coño que en un visto y no visto quedó encharcado. Tasmina empezó a gemir mientras nso besábamos y la masturbaba.
Me empecé a despojar de mi ropa mientras la conducía a la cama. Yo llegué desnuda cuando ella seguía con su conjunto de la perla.
- hoy vas a ser tu quien me comas el coño.
- No se sí sabré.
- Claro que sabrás - y abriendo mis piernas empujé su cabeza entre ellas.
Lo que es la naturaleza, nunca había comido un coño, desde que era estudiante no se lo habían comido a ella, pero después de un par de lametadas dubitativas empezó a comérmelo como una campeona. Me lo lamió para gran placer mío durante unos 10 minutos hasta que me di cuenta que ella dejando a un lado el morbo no estaba disfrutando demasiado. Le aparté la cabeza, la miré a los ojos
- hoy vas a vivir la noche de tu vida – y le desabroché el sujetador dejando a la vista dos magnificas tetas.
Le di la vuelta y colocándola en posición empezamos a hacer un magnifico 69. No quería quitarle el liguero todavía por lo que me le aparté la braga hacía un lado accediendo maravillosamente a su pubis.
Cogí mi móvil y mande un sms a José.
- ven, sube, no tardes.
Como me esperaba no pasaron ni cinco minutos cuando la puerta se abrió. Aunque ya estábamos las dos agitadísimas Tasmina dio un respingo.
- te dije que ibas a vivir la noche de tu vida. Déjate hacer - y la iraní volvió a mi almeja.
José que nos vio a las dos en esa posición, con la iraní arriba ni se lo pensó. Se sacó la polla y se dirigió directamente al coño de la invitada metiéndole el rabo hasta los huevos de un solo golpe. Yo le chupaba los huevos mientras decepcionada veía como la chica no era capaz de recibir polla y lamer a la vez, por lo que me dejaba desatendida, la falta de practica, pensé..
Desde debajo podía ver como José se la clavaba con maestría. Me salí de debajo de ella y la hice poner a cuatro patas, debía de hacer años que la chica no pasaba por aquello. La besó de una manera lo más guarro que pude y pasándome detrás de ella empecé a lamer su ojete.
José con una mano sobaba el perfecto culo de al persa y con otra acariciaba mi cabeza. La chica se moría de gusto.
Tasmina se corrió como una posesa sin querer ser desacoplada. Yo le pedí que se hiciese a un lado para que José pudiese meterme la polla a mi, cosa que hizo en cuanto vio el hueco. La verdad es que me encanta sentir ese pedazo de carne en mi interior.
Tasmina no sabía que hacer y le perdí que se sentase en mi cara. Al principio lo hizo mirando hacia el cabecero, pero cuando iba a hacerlo le pedí que se diese la vuelta para que José la viese gozar.
La chica se tocaba los pechos fruto del gusto que le provocaban mi lengua, mientras José con su polla sacaba de mi lo más cerdo que tengo dentro.
Mi cuerpo dio un bote cuando un orgasmo lo inundó, la invitada se sincronizó conmigo y se corrió llenando la habitación de gritos y gemidos. Estaba claro que Tasmina se había soltado la coleta y gritaba sus orgasmos como no lo había hecho en su vida.
Nos separamos los tres y caímos rendidos sobre la cama. José aun no se había corrido y nos miraba lleno de deseo.
- quiero más – gimió la persa aun no estaba saciada.
- ¿y que quieres que te hagamos? -preguntó José muy vacilón.
- Quiero que me des tu por detrás
- ¿La quieres por el culo? – pregunté yo alarmada – te va a doler.
- En Paris tenía un amante que me dio bastante, mi marido de novios me dio un par de veces. Hace mucho tiempo, pero me imagino que no me va a doler o por lo menos estoy segura que lo aguantaré.
Dicho y hecho, José la puso en posición, le dio una larga lamida en su ojete y apuntó su enhiesto nabo al culo de mi nueva amiga. Tasmina intentaba aguantar como podía y en su cara se notaba la tensión y el dolor. No dijo un muu.
Jose fue metiéndola poco a poco hasta que sus huevos chocaron con su pelvis.
- creo que ahora puedes darle caña – le dije yo a mi compañero de fatigas.
José empezó a moverse con tranquilidad pero cuando la iraní empezó a mover sus caderas para ir al encuentro de su nabo, José se dio cuenta que el dolor se había convertido en placer. Tasmina empezó a gemir como una loca víctima del placer que le recorría de arriba abajo su espalda. Yo no podía más y no me contentaba con tocarme la pepitilla. Me abrí de piernas delante de la asiática y agarrando su cabeza la hice bajar al pilón.
En esta ocasión la chica chupó de lo lindo y me hizo ver las estrellas, siguió chupando incluso después de que José le inundase sus intestinos con su caliente esperma. Tasmina no paró hasta que me corrí como una loca.
Tasmina se subió hasta donde se encontraba mi boca y me dio un largo morreo antes de hacer acercarse a José y fundirnos los tres en un largo abrazo.
Dormimos un par de horas antes de que Tasmina se tuviera que ir.
A ambos nos dolió ver como se ponía de nuevo su cara ropa y por encima su negra indumentaria.
Nos levantamos tarde para visitar la ciudad y principales puntos. Tasmina nos llamó para cenar ya con su marido presente, el cual se mostró con nosotros tan cordial y amable como impotente era. Tasmina vestía de nuevo la prenda negra que le cubría le cuerpo entero.
Tomamos los cuatro juntos una copa en el hall del hotel Sheraton, a cada rato la chica y yo nos íbamos al baño y tardábamos más de lo que la en condiciones normales se tardaría pero José estaba con su marido y no iba a sospechar que mientras ambos hablaban yo le estaría comiendo el coño a su mujer.
Nos dio pena irnos solos a la cama, pero he de reconocer que José me montó tremendamente bien recordando ambos la noche anterior y se corrió preguntándome si me la volvería a follar. Yo me corrí diciendo que si.
Quedamos con el matrimonio al día siguiente a comer. Nosotros teníamos programado partir al día siguiente por lo que dormiríamos en el barco, ellos tenían aun dos noches mas en Emiratos.
Por la tarde les enseñamos el barco y fotos de nuestros viajes, quedamos a cenar con ellos en Le Hotel Paradise a eso de las nueve por lo que nos dio tiempo a ducharnos y prepararnos con nuestras mejores galas.
La cena fue como la del día anterior, el sitio superior, el trato exquisito pero la verdad es que nos sobraba el bueno del marido. Por la mente de ambos pasaba la imagen de ver desnudarse a Tasmina despojándose de esa medieval prenda justo antes de empezar a darnos placer los unos a los otros, aquello con el marido era imposible.
Yo visité el baño con mi amiga en una ocasión antes de acabar de cenar y en otra mientras tomábamos una copa. Era increíble como había aprendido a comer coños en solo dos días. Cuando veía a José y a Shamir con la copa en la mano a nuestro regreso, veía a un pánfilo que no sabia que habíamos hecho y a uno desesperado que sabía muy bien que habíamos hecho.
- ¿no hay ninguna manera de deshacernos del marido? – me preguntó José.
- No sé, dale de beber.
- No, se conoce y solo esta dando sorbitos al Johnny Walker.
- Pues como no lo logres te vas a quedar a dos velas – y le sonreía.
- Siempre me quedará Paris.
- ¿Perdona?
- Que siempre te puedo montar a ti.
Para la desgracia de los tres Shamir decidió que era hora de irse, que encantados y que hasta otra.
Los tres nos quedamos con esa cara que se te queda cuando no hechas un polvo porque la carabina no se ha ido, y lo sabes.
Yo me abracé a Tasmina, sabía que era una mujer infeliz. No es que Shamir la tratase mal desde el estándar iraní, pero ella sabía que estaba pasando su vida y se la estaba perdiendo. José saludó a nuestra amiga con un gesto, sin tocarla como manda la tradición musulmana, lo mismo hizo el iraní conmigo y ellos dos se dieron un fuerte apretón de manos.
La verdad es que estaba bastante salida y por como me metía José mano en el asiento de atrás del taxi, él también.
Me enculó cuando entramos en la cabina del barco. Fue algo salvaje, esporádico. Algo muy de él. Me tiró contra la mesa del comedor, me subió la falda, me arrancó las enésimas bragas y sin previas me la metió hasta el fondo de mi intestinos. No fue algo doloroso. José sabía bien como y cuando meterme la polla en mi recto.
Me jodió sin parar hasta que llenando la marina de gritos ambos descargamos todas nuestras tensiones.
Como pudimos llegamos al camarote y caímos rendidos abrazados por el sueño.
En esta ocasión José me despertó sin querer cuando le levantó a pagar el puerto y preparar el barco para salir.
A las 10 de la mañana salíamos de la bocana del puerto sin dejar de admirar la impresionante ciudad que se alejaba a nuestra espalda.
No sería hasta las 12 de la mañana cuando José se quitó el bañador quedando con su polla al aire. Esa era la señal que habíamos salido de las aguas territoriales del país que visitábamos. Yo le imité, le di un beso y cogí una revista del revistero para leerla mientras observaba a José gobernar el barco por las tranquilas aguas del golfo.
Nos lo habíamos pasado muy bien en la esta etapa del viaje. No cabía duda.
Llevábamos una hora en porretas sin dirigimos la palabra, algo muy habitual en este tipo de viajes, que desde luego no indica mal rollo sino monotonía, cuando oímos un carraspeo. Ambos miramos a la puerta de la cabina y allí estaba Tasmina desnuda observándonos. Nos quedamos boquiabiertos.
¿qué haces ahí? – acertó a decir José.
me tenéis que perdonar. He huido de mi marido.
¿pero? –dijo José – así sin más. Te has subido al barco y has dejado a tu marido que debe de estar como loco buscándote.
le he dejado una nota
¿cómo que una nota?
Si le he dicho que le abandonaba, no sabe donde estoy, ya le escribiré más adelante, pero me niego a vivir en Irán, me niego a estar sometida como mujer, me niego a que mi marido no me mire, me niego a ser un florero – y se puso a llorar.
Yo la abracé y me la llevé para dentro. José espero una hora hasta decidirse a entrar y preguntarnos si deberíamos volver.
Casi le sacamos los ojos.
Aquella noche José nos montó a las dos como si el mundo se fuese a acabar bajo las estrellas del caliente golfo pérsico. Cuando José se corrió en nuestras caras agitando su venosa polla una nueva vida empezó para nuestra polizón.
CONTINUARA