Disfrutando de Supergirl

Una incursión en las aventuras sexuales de la prima de Supermán, que vuela con microminifalda y sin bragas para la admiración de todo Metrópolis

Estamos en un día soleado en Metrópolis, con un cielo azul espléndido, sin nubes.

Pero ¿qué es eso?

Algo surca velozmente los cielos, ¿es un pájaro, es un avión?

¡ Nooooo!, ¡es la prima buenorra de Supermán!

Ahí va Supergirl deslizándose sin un mínimo esfuerzo a velocidades casi supersónicas hacia la plaza principal de Metrópolis.

Helicópteros la sobrevuelan, policía, emisoras de televisión, …

Una muchedumbre enardecida la espera abajo, vitoreándola, con pancartas.

Multitudes ocupan incontables ventanas de los edificios cercanos.

En un lateral de la plaza, frente al ayuntamiento hay una plataforma, la de las autoridades.

La esperan el alcalde, el jefe de policía, el obispo, las fuerzas vivas.

Hacia allí se dirige nuestra heroína, aminorando la velocidad  conforme se va acercando.

Múltiples flashes parten de los helicópteros y de la muchedumbre que la espera en la plaza, inmortalizando el instante.

Todos quieren ver a la superheroína más deseada de Metrópolis.

Aplausos y gritos por doquier. La aman, la desean.

Según va descendiendo a la plaza disminuye su velocidad para que puedan disfrutar viéndola, colocando sus hermosas y torneadas piernas por delante para poder posarse de pies sobre la plataforma.

La banda municipal de músicos de Metróplis comienza a tocar, dando pro comenzada la ceremonia.

Entre las voces que escucha su superoido capta frases como:

  • ¡Quítate las bragas y enseña tu supercoño!, y
  • ¿Qué te apuestas a que hoy tampoco lleva bragas?.

¿Por qué será que siempre se fija en esas frases que escucha? ¿Será que en el fondo la excitan sexualmente?

O como aquella pancarta situada en una esquina perdida del parque en la que pone con grandes letras rojas y azules:

  • Si quieres salvar el mundo deja que tengamos un hijo contigo.

O aquella otra en la en la que aparece un dibujo de ella volando desnuda, llevando solamente su capa roja, y enseñando unas tetas enormes y una entrepierna con abundante pelo, sobre un texto que pone:

  • Dad al pueblo lo que desea: Follarse a Supergirl.

Allí está el alcalde y todos los demás, esperándola, agradecidos.

Levantan todos con alegría y deseo sus ojos hacia ella, para fijarse en sus muslos y sobre todo en lo que esconde debajo de su minifalda.

Todos se preguntan:

  • ¿Llevará hoy bragas?
  • ¿Es realmente rubia por todas partes?
  • ¿Lo lleva depilado?

¿A qué superheroína  que vuela a pelo se le ocurre llevar una minifalda tan diminuta? ¿Qué quiere, que todo el mundo la vea el potorro?

Hoy al menos se ha puesto el tanga, a pesar de lo que la gusta ir sin nada, pero no parecía muy digno que todos los periódicos y televisiones del mundo recogieran imágenes de su encantadora vulva cubierta por una fina franja de vello púbico rubio.

Hay varios clubs y peñas en la ciudad que tienen nombres tan curiosos como:

  • Club de amigos que han visto el coño a Supergirl.
  • ¡Yo también me tiré a Supergirl!

“¡Falso, todo falso!” piensa Supergirl, aunque pensándolo mejor quizá sea mejor decir “Exagerado”, que seguro que no hay tantos como para formar un club, ¿o sí?.

Su extraordinario visión de rayos X la permite ver que debajo de los pantalones, tanto del alcalde como del obispo o del jefe de policía, sus vergas  tiesas apuntan hacia el cielo, de donde ella baja.

Se posa lentamente entre las autoridades, ante los aplausos y vítores de todos los asistentes.

Un beso en las mejillas es lo que marca el protocolo, pero algún que otro azote recibió en sus potentes nalgas.

Juraría que era el obispo, pero podía ser cualquiera. ¿Qué más da quien haya sido si todos desean hacerlo?

Se vuelve sonriente hacia la multitud que no para de aplaudirla y ¿qué encuentra? Cipotes erguidos y duros como piedras.

Su visión de rayos X la ha hecho una mala pasada, pero ella, acostumbrada, disimula, ni se inmuta, hace como si no se hubiera dado cuenta y sonríe adorablemente con sus superdientes perfectos de un blanco super reluciente.

Todos la quieren, y la desean, pero ¿no es lo mismo?

La tienen preparada una silla bastante más alta que el resto en medio de la tarima, donde se sienta, cruzándose de piernas para ocultar su conejito y su tanga al mundo.

¿Se la habrán preparado para que todo el mundo disfrute con su visión?

Empieza el discurso, uno de tantos, tan aburrido como siempre, palabras vacías de hombres huecos o ¿es al revés?, y comienza la supercalentorra a hacer volar su super imaginación.

Recuerda que cada vez que se encontraba con su super primo, el hombre de acero, éste dirigía su super visión para ver debajo de sus ropas. Y cuando no llevaba su super traje, totalmente impermeable a cualquier radiación, Kal-el bien que la decía, sin quitarla los ojos de sus tetas y de su sexo, y sin dejar de sonreír de oreja a oreja con una sonrisa bobalicona que no la engañaba:

  • ¿Cuánto has crecido, mi querida primita? ¡Ya estás hecha toda una mujer!

Y la entraban unas tremendas ganas de responderle, sonriendo como él y sin dejar de mirarle a la entrepierna:

  • ¿Cuánto ha crecido tu super pene, mi lujurioso primito? ¿Cómo estás siempre tan alegre cada vez que me ves? ¿Es que quieres echarme un super polvazo?

Pero no le decía nunca nada, al menos hasta ahora, no vaya a ser que acabara con un super revolcón y, entre kriptonianos, eso estaba mal visto.

También recuerda muy bien aquella vez que jugando con Kripto, la super mascota canina de su primo, se agachó a coger del suelo una pelota para lanzársela cuando el perro, muy excitado por el juego, de improviso la montó por detrás. Ella vestía su supertraje habitual de falda muy cortita, pero ese día se dejó las bragas en casa, por lo que el cipote del canido entró en su vagina sin encontrar ningún tipo de resistencia.

Nada más entrar empezó a bombear con super potencia, sujetándola con sus patas para impedir que escapara.

Cuando ella se quiso dar cuenta, el super pene de Kripto había crecido lo suficiente como para no poder salir de la vagina sin causar daño a los dos, por lo que tuvieron que permanecer en la misma postura durante casi media hora hasta que el cipote del perro recuperó su tamaño normal.

Aunque al principio  la superheroína  fue sospechosamente  sorprendida, luego disfrutó del super-ñaca-ñaca hasta chillar de placer.

Una vez el perro la desmontó y, mientras se colocaba el traje, escuchó unas risas a sus espaldas.

Era el hombre de acero que había gozado observando cada uno de los instantes del superpolvete que la acababan de echar, sin intervenir lo más mínimo.

Mirándola divertido la dijo sonriendo beatíficamente:

  • ¡Ya veo que eres toda una mujer!

Para añadir a continuación:

  • ¡Y que no eres virgen!

Y se dio la vuelta y se marchó volando, sin dejar que le replicara.

Va tan caliente que seguro que se tira a su amada Lois Lane, quien iba a negar algo a Superman, quien puede hacerlo.

Lois Lane, la periodista que no tiene ningún escrúpulo en conseguir noticias a cualquier precio. Otra que casi nunca lleva las bragas puestas, y cuando las lleva es para que se las quiten muy gustosamente a cambio de una exclusiva.

Pero volviendo al presente, estamos en la plaza de Metrópolis y el alcalde le tiende muy sonriente una placa de agradecimiento a Supergirl, mientras tiene clavada su mirada en las tetas de nuestra superheroína.

La recoge y el alcalde la planta un par de besos en las mejillas, susurrándola al oído:

  • Me gustas más cuando vienes sin bragas.

Supone Supergirl que ha oído mal, y con una sonrisa luminosa se dirige, micrófono en mano, a la muchedumbre para decirla un aburrido discurso estándar que se ha aprendido de memoria, cuando oye a alguien del público que la grita:

  • ¡Quítate la ropa! ¡Queremos verte el potorro!

Y parte de la gente comienza a gritar:

  • ¡Que se la quite, que se la quite!

El alcalde interviene muy sonriente, acallando a la gente, y la superchica comienza con su discurso, pero la han desconcentrado y suelta varias frases inconexas durante un par de minutos.

Se para un momento para poner en orden sus ideas, pero la gente empieza a aplaudir dando por terminado el discurso.

El alcalde recoge el micrófono de las manos e Supergirl, y aprovecha para disimuladamente sobarla el culo, pero su gesto no pasa desapercibido y alguien entre el público le grita:

  • ¡Tú sí que sabes alcalde!

La banda de música volvió a tocar, dando por terminada la ceremonia, y Supergirl, muy sonriente, comienza a elevarse lentamente, saludando con la mano, ante la ansiosa mirada de todos los asistentes que observan detenidamente sus muslos y lo que se esconde debajo de su minifaldita.

A unos treinta metros del suelo, cuando todos ya se han deleitado ante la maravillosa visión de sus glúteos, aumenta la velocidad y se aleja a velocidades casi supersónicas del lugar.

Está saliendo de la ciudad cuando en un parque alejado escucha con su superoído a alguien que grita asustada, solicitando ayuda, socorro. Es  la voz de una mujer.

Con su supervista logra casi inmediatamente localizarla.

Está dentro de un parque cercano.

Entre la frondosidad de los árboles y de la lujuriosa vegetación, la ve.

Es una mujer, está corriendo desnuda por el césped mientras un hombre detrás la persigue.

Debe tener unos veintipocos años, de piel blanca, y negro tanto en la larga cabellera como en el vello púbico recortado.

Buena figura, con piernas fuertes y esbeltas, sin una pizca de grasa.

Pero en lo que más se fija nuestra superheroína es en sus tetazas, enormes, blancas, con unas aureolas oscuras de las que salen unos pezones como cerezas maduras.

Sus tetazas botan y botan como balones de baloncesto, a cada saltito que da intentando huir del hombre que la persigue, mientras chilla como una perra en celo.

¿La quiere violar o están jugando?

Ante la duda, desciende rápidamente y, posándose en el suelo, se interpone entre ambos, de espaldas a la mujer y frente al hombre que la persigue.

Éste frena bruscamente al verla y nuestra heroína le agarra por la pechera de la camisa, levantándole sin esfuerzo del suelo.

Se gira hacia la mujer desnuda, y ve que se ha agachado entre unos arbustos, supone que es por vergüenza para cubrir su desnudez, por lo que la da la espalda para que no avergonzarla y, mirando al hombre, levanta la voz para que la escuche la mujer y la pregunta si quiere presentar una denuncia contra este hombre.

Mientras espera la respuesta, su supervisión de rayos X rastrea debajo del hombre por si lleva algún arma escondida, pero lo único que ve es un cipote enorme, inhiesto, tieso y duro como una piedra, y piensa:

  • ¡Sí que estaba listo para follársela!

De pronto, una brutal sensación de debilidad la invade, dejando caer al hombre al suelo, y cayendo ella misma bocarriba al suelo sin fuerzas.

Tirada en el suelo ve como el hombre, sonriendo de oreja a oreja, se levanta y se acerca a ella, con el pantalón a punto de reventar por la gigantesca erección que tiene.

Se agacha y la levanta la minifalda, viendo su entrepierna apenas cubierta por el tanga, y comenta:

  • Lleva el tanga puesto, pero enseguida dejará de llevarlo. ¡Me encanta quitarle las bragas a las tías, y más a una supertía como ésta!

Aparece a la vista de Supergirl la mujer que huía, sonriendo y todavía desnuda, con una piedra que emite potentes destellos de luz verde.

¡Es kriptonita!

Le dice al hombre:

  • Ha caído en nuestra trampa como una inocente virgencita, pero enseguida dejará de serlo.
  • Coge la cámara y empecemos a grabar. Antes de que alguien pueda impedirlo.

La mujer pone la piedra en el suelo a algo más de un metro de la chica de acero, y desaparece de la visión de ésta, para volver a aparecer a los pocos segundos con una cámara de vídeo en la mano.

¡La van a grabar!

Supergirl está tan débil que no puede hacer nada por impedirlo, ni siquiera moverse.

La mujer le dice al hombre de llevarla debajo de unos árboles, a una zona más protegida de la vista y más difícil de que les interrumpan.

El hombre la levanta fácilmente en brazos, y la lleva rápidamente hacia los árboles, depositándola otra vez en el suelo.

Se acerca la mujer y empieza a contar hacia atrás, 3, 2, 1, 0, comenzando a grabar, moviendo la cámara durante unos treinta segundos.

Pasado este tiempo, el hombre se acerca a nuestra superheroína y la levanta la minifalda para que la cámara pueda grabarla, moviendo con sus dedos el tanga para que se pueda ver su vulva cubierta por una fina franja de vello rubio.

Aguanta unos  momentos así para que la cámara no se pierda un detalle y, metiendo sus manos bajo la falda, agarra por el elástico las bragas y tira de ellas, bajándoselas lentamente hasta quitárselas completamente.

Con el tanga en la mano se yergue, acerca la prenda a su nariz y la huele durante un rato, comentando:

  • Huele a hembra en celo lista para copular.

Deja caer el tanga al césped, cerca de la cara de la chica de acero,  y, poniéndose en cuclillas, la descalza, tirando cerca sus rojas botas.

Coge el vestido con ambas manos y tira de él, intentando quitárselo por la cabeza.

Poco a poco lo va consiguiendo hasta quitárselo completamente.

Se levanta y lo despliega totalmente, mirándolo detenidamente, poniéndolo luego estirado sobre el césped cerca del cuerpo de Supergirl, al otro lado de donde se encuentra su tanga.

No tiene unos pechos muy grandes, pero son muy hermosos, como las dos mitades de un coco. Sus aureolas no son muy grandes, pero son sonrosadas del que brotan dos pezones algo más oscuros.

Su vulva está cubierta por una fina franja de vello rubio que permite ver los, apenas cubiertos, labios entreabiertos de su jugoso sexo.

El hombre, ahora mirándola detenidamente desde arriba, recorre todo su cuerpo con su mirada, deteniéndose en sus tetas y en su sexo, sonriendo y relamiéndose.

  • Está rica, muy rica, la putita de América.

Y comienza rápidamente a quitarse la ropa, dejándola arrugada a sus pies.

Su verga es enorme, tiesa y erguida, cruzada por innumerables gruesas venas azules, que emergen de un montón de vello púbico negro.

La abre totalmente de piernas, y se tumba bocabajo entre ellas, colocando su boca sobre la vulva de la chica de acero, comenzando a lamerlo, al principio lentamente con lengüetazos largos y pesados con toda su lengua, recorriendo toda su sexo de arriba abajo y de abajo a arriba.

¡Sabe dulce, como a miel! ¡Le encanta su sabor!

Poco a poco nuestra superheroína empieza a moverse, a agitarse, no intentando huir, que no puede, sino por el placer que la están dando.

Comienza también a gemir, débilmente al principio para ir poco a poco aumentando la intensidad y el ritmo.

La cámara no deja de grabar.

Los lengüetazos ahora son más rápidos, más intensos, incidiendo sobre todo en su clítoris.

La mete un dedo en su vagina, entrando y salido, entrando y saliendo. Luego otro y otro, sin dejar de lamerla el clítoris, hasta que por fin mete los cinco dedos, toda la mano.

En ese momento, un gritito de placer y un profundo suspiro escapa de los labios de nuestra superchica.

¡Ha tenido un super orgasmo!

El hombre deja de masturbarla y, entre sus piernas, contempla como Supergirl sonríe satisfecha.

Se pone ahora de rodillas, con su enorme cipote cerca del sexo de nuestra superheroína, y sujetándola por las caderas la levanta, colocando su ropa bajo sus nalgas.

Poco a poco va tanteando con su verga, recorriendo otra vez la raja de la superchica, hasta que se la va metiendo lentamente. Un poquito ahora, la saca. Un poquito más la vuelve a sacar. Hasta que se la mete hasta el fondo, volviéndola sacar y volviendo a metérsela, una y otra vez.

¡Se la está follando! ¡Se está follando a Supergirl!

Su cipote aparece y desaparece dentro de la vagina de ella.

Las tetas de nuestra heroína se bambolean descontroladamente ante las impetuosas embestidas del hombre, que se está tomando su trabajo con ganas, con auténtica dedicación y placer.

La mujer le avisa, recordándole:

  • ¡Las tetas, las tetas, faltan las tetas!

Para el hombre y la desmonta, levantándose.

Tiene el cipote gigantesco, tieso y de color rojo sangre, a punto de eyacular.

De una zancada se pone sobre el tórax de nuestra chica de acero, y se coloca de rodillas, a horcajadas, sujetando las tetas de ella para que aprisionen su enorme verga, y empieza otra vez a moverse adelante y atrás, adelante y atrás, de forma frenética.

Hasta que de pronto, aminora el ritmo hasta pararse, y gritan de placer.

¡También él ha tenido un orgasmo de campeonato! ¡Descargando todo su esperma sobre las tetas, el escote y la cara de ella!

Se queda un rato quieto, mirándola, satisfecho.

Su verga está llena de un esperma blanquecino, casi blanco, que gotea sobre nuestra superheroína.

El hombre voltea a la superchica de forma que se quede bocabajo sobre el césped con el culo en pompa sobre el bulto de ropa, y se pone de pie, cogiendo la cámara a la mujer, sin dejar de grabar el cuerpo desnudo de la superchica, que ahora, al tenerla de espaldas, se concentra en las nalgas redondas y respingonas de Supergirl.

La mujer, totalmente desnuda,  se pone a la altura de su sexo un arnés, del que sale un enorme pene erguido.

Se coloca entre las piernas de la chica de acero, y separa sus glúteos para ver su ano, pequeño y sonrosado.

Lo acaricia lentamente, metiendo poco a poco sus dedos dentro de él, cada vez más dedos, hasta meter los cinco hasta el fondo.

Ahora se prepara a meterla el pene artificial por el agujero del ano. Tantea con el aparato hasta que se lo mete, y una vez dentro empieza a moverse adelante y atrás, adelante y atrás.

La chica de acero de la misma forma que antes sintió placer ahora siente dolor, un dolor muy intenso que se refleja en su cara posada sobre el césped, mordiéndose los labios, pero pronto el dolor se convierte en placer, y vuelve a tener un orgasmo.

Se oyen unos niños jugando y gritando a pocos metros de allí.

El hombre la dice a la mujer que vaya terminando, que les pueden pillar, por lo que la desmonta, y se pone de pies, quitándose rápidamente el arnés.

Cogen sus ropas y la kriptonita, huyendo desnudos del lugar, no sin antes haber dado un buen par de azotes al culo de nuestra superheroína, y coger también todo su uniforme.

Ahí la dejan, desnuda, follada y sodomizada, humillada y sin fuerzas, a merced de los elementos y de quien pasará por allí y quisiera gozar también de su cuerpo.

Los niños, que son tres y de unos once años, han visto como salían corriendo dos personas desnudas, se acercan al lugar donde yace la chica de acero, viéndola tumbada bocabajo sobre el césped.

En lo que se fijan es en sus nalgas sonrosadas, que las miran embelesados, y comentan entre ellos:

  • ¡Joder, tío, que está desnuda!

Uno de ellos, el más atrevido, estira el brazo y la toca el culo, deleitándose en la suavidad de su piel. Los otros le imitan, sobándola también las nalgas.

Al no estar bajo el influjo de la kriptonita, poco a poco se va recuperando, e intenta levantarse, pero al estar todavía muy débil, se tiene que apoyar en el tronco del árbol más próximo.

Los niños que, al ver como se levantaba, dejaron de magrearla los glúteos, ahora al verla los pechos y que no puede defenderse, se los soban con descaro.

Uno de ellos, metiendo su mano por detrás entre las piernas de ella, la soba el culo  y la vulva, con insistencia, una y otra vez.

Ella jadea, otra vez excitada, y los niños ya la soban sin ningún impedimento.

Chilla histérica y los niños, asustados, retiran sus manos, lo que aprovecha ella para salir corriendo.

Viendo cómo se escapa, la persiguen sin perder de vista sus glúteos, como se mueven, como se contraen.

En eso que Supergirl, de repente, logra echar a volar ante el asombro de los niños, que viendo cómo se aleja, cometan:

  • ¡Es Supergirl! ¡Hemos sobado el culo y las tetas a Supergirl!

Y salen corriendo gritándolo una y otra vez, cada vez más alto para que todo el mundo se entere.

Mientras tanto Supergirl va volando no muy deprisa y de forma titubeante por la ciudad, al no estar todavía recuperada.

Un hombre que está tomándose tranquilamente un vaso de whisky sentado en el sofá del salón de su casa, ve de pronto, como una chica completamente desnuda cruza su ventana situada en la novena planta de un rascacielos.

La sorpresa hace que vierta toda su bebida sobre su pantalón, pero no se da ni cuenta, saliendo corriendo hacia la ventana.

Ve un hermoso culo sonrosado que desaparece por la esquina del edificio, y se pregunta atónito si realmente lo ha visto o todo ha sido producto de la bebida.

Mientras tanto Supergirl prácticamente recuperada, vuela cada vez más alto y más rápido, cruzando completamente desnuda la ciudad.

Piensa excitada en la experiencia que ha vivido, y que otra vez saldrán las imágenes en todas las televisiones y en internet. Tendrá que volverlo a desmentir, y habrá alguien que se lo crea.

Pero lo que más la duele no es que la hayan follado y sodomizado, sino que la hayan robado el supervestido, y lo que la cuesta conseguir otro.

Algo surca nuevamente los cielos, ¿es un pájaro, es un avión?

¡ Nooooo!, ¡son las tetas y el coño de Supergirl!