Disfrutando de mi rol de sumiso

Un lectora quiere proporcionarme la oportunidad de continuar en mi rol de sumiso que tuve que aceptar por una apuesta.

Un mañana, al consultar el correo me encontré con el mensaje que estaba esperando. ¿O quizas no? Había dejado una puerta entreabierta al contar mi historia en el relato http://www.todorelatos.com/relato/73421/ y ahora se abría totalmente. Marta era la lectora que quería participar en la continuación de mi aventura. Al leer su mensaje me puse nervioso, no podía decir si era inseguridad, excitación… Era un cóctel que hacia latir mi corazón aceleradamente.

Sabía que no tenia marcha atrás y le contesté el mail. Nos intercambiamos algunos para romper el hielo y conocernos mejor, pero ambos sabíamos lo que iba a ocurrir y no queríamos perder más tiempo. Quedamos en una cafetería céntrica de Barcelona.

Nos habíamos mandado una descripción pero no fotografías, y esa ignorancia añadía morbo a la cita. Cuando entré me pareció verla en una mesa, o al menos se parecía a la descripción que había memorizado tantas veces. Me acerqué i pregunté: “Marta…?” I me dijiste: “No, te equivocas.” Mi cara debió de cambiar porque inmediatamente sonreíste, te levantaste y con un: “Claro que soy Marta!” te acercaste a mi mucho más de lo normal en los saludos entre dos personas. Todo sucedió en instantes, noté como tu cuerpo se apretaba al mío, como tus manos cogían mi cintura y nuestras caras se unían al darnos los dos besos de saludo muy cerca de nuestros labios.

Me senté frente a ti, pedí un café como el que tú tomabas y empezamos a romper el hielo. Tú, desde el primer tomabas las riendas de la situación. Me preguntaste por el relato, por mis experiencias en citas como esta, por mis expectativas… y finalmente también te abriste a mi para calmar mi curiosidad sobre ti. Yo intente hacerte saber que no tenía claro mi rol de sumiso, ya que fue por una apuesta perdida… pero tu colocaste sensualmente tu dedo en mis labios para hacerme callar mientras me decías con una cara sensual y a la vez dura, reafirmándote en tu papel: “Hoy es la continuación de tu aventura, tienes que cumplir una orden pendiente y lo harás, verdad?”. No me podía negar, ni lo quería, quizás ese “hoy”, que me habría futuras expectativas ayudó a decidirme. “De acuerdo, tu mandas pero me preocupa la privacidad.” Y tú para tranquilizarme y aclarar mis dudas dijiste. “No te preocupes, vamos a un sitio privado y no te voy a dejar marcas permanentes… aunque quizás alguna temporal!” añadiste con una pícara sonrisa. Rápidamente pagué los cafés, nos levantamos y salimos del local.

Fuimos al parquing a buscar mi coche ya que tu habías venido en transporte público. Andábamos muy juntos, rozándonos, tocándonos más de lo normal, y en esos momentos deseaba abalanzarme sobre ti para abrazarte y besarte apasionadamente. Me controlaba intentado aceptar el papel de sumiso que me habías adjudicado, pero me mantenía la esperanza que estuvieras tan excitada como yo lo estaba. Nos acercamos al coche, lo abrí a distancia y me adelanté para abrirte sumisamente la puerta del acompañante. En ese momento, apoyaste la espalda en el coche, me sonreíste y me dijiste, “Fantástico”, a la vez que ponías tu mano izquierda en mi nuca, tu derecha sobre mi bragueta y, por fin, no besábamos con fuerza. Nuestras cabezas se movían de derecha a izquierda intentando mejorar ese beso, nuestros labios buscaban la máxima superficie de contacto y las lenguas se enredaban, presionaban y recorrían el interior de nuestras bocas. No se cuanto tiempo estuvimos morreándonos, pero me pareció poco.

Al separarnos, nos miramos y sonreímos francamente. Ambos veíamos en los ojos del otro la felicidad y seguridad de haber acertado, la sensualidad que nos invadía y sobre todo aquella química que presagiaba una tarde de sexo inolvidable.

Ella se sentó, cerré la puerta y fui hacia mi asiento. Cuando cerré las puertas, nos miramos y me ordenó: “Bésame”. Y, puesto en mi papel con todas las expectativas que se habían creado respondí: “Si, Ama”. El beso, protegido por la oscuridad del parquing, fue acompañado de nuevo de caricias y algún apretón un poca más fuerte sobre mi pene, y luego se deslizó sobre mi pecho, buscando mis pezones que también fueron pellizcados suavemente. Yo no pude resistir colocar mi mano izquierda sobre sus pechos, y ella respondió aumentando la intensidad del beso. Nos separamos para recuperar el aliento y con un sonrisa maliciosa dijo: “Ha estado bien pero te has ganado un castigo, no me puedes tocar sin mi permiso.” Cualquier excusa habría sido suficiente para que Marta entrara más en su papel de dómina y, en consecuencia, yo, en el mio de sumiso.

“Vamos a mi casa, me puedo fiar de ti, verdad?”  Respondí: “Claro Ama” i arranqué. Íbamos hacia lo desconocido pero seguramente también muy excitante.

(continuará!)