Disculpa, me he follado a tu madre

Este chico al fin y al cabo tiene suerte. Envidia a su amigo por cuestiones de sexo, pero al final...

DISCULPA, ME HE FOLLADO A TU MADRE

Si el joven Néstor tenía algo de adulto era desde luego su tremenda polla. Una polla necesitada, porque Néstor estaba loco por las mujeres, pero sin suerte para las relaciones. Llevaba ya un tiempo que únicamente pensaba en follar, aunque eso parecía un sueño inalcanzable y casi se tenía que resignar a esperar a hacerse mayor y encontrar novia para adentrarse en el tan ansiado mundo de la sexualidad. Envidiaba a su amigo Foy, que era en esa cuestión todo lo contrario a él. Foy se había follado a todas las chicas de la clase, incluso a las profesoras de matemáticas e historia, y era verdad, porque Foy podía ser cualquier cosa menos un fanfarrón. Néstor reía a carcajadas cuando su amigo le explicaba cómo gemía la puta de historia cuando se la metía por el culo. Después Néstor corría excitado a casa y se masturbaba soñando que era el protagonista de las relaciones que su amigo le relataba. Además Foy era un cuentista que se aprovechaba de cierta circunstancia de su vida para que las chicas se enternecieran y se compadecieran de él. Resulta que el padre de Foy había muerto un tiempo atrás, así que cuando Foy hablaba de lo deprimido que estaba por la muerte de su padre, ninguna tía se resistía a abrirse de piernas para que el chico se consolase clavándole la polla. Foy, un chico guapo y con suerte.

Un sábado por la mañana Néstor fue a casa de su amigo Foy con intención de salir a dar una vuelta. Le recibió Quetti, la madre de Foy, esa pobre mujer viuda que tan bien le había caído siempre a Néstor. Su amigo estaba aún en la cama, según parecía enfermo, pero Néstor sospechó que probablemente estuviese agotado quizá de haber estado follando por ahí toda la noche. Néstor entró a la habitación de su amigo y efectivamente se encontraba con un gran resfriado y dolor de cabeza, pero también le confesó haber estado hasta altas hora de la madrugada follando con una amiga de su madre a quien fue a llevar una tarta que ésta había preparado especialmente para ella. ¡Vaya! –pensó- Néstor, hasta con las amigas de su madre. Foy le relató lo sucedido. Aquella mujer, llamada Bernarda, era viuda al igual que su madre.

Néstor se despidió de su amigo pensativamente. Foy le contó que Bernarda estaba loca por una polla, ya que no tenía un hombre al lado. Iba a salir de allí cuando Quetti le retuvo invitándole a desayunar. Néstor aceptó mientras pensaba que al igual que Bernarda, la madre de Foy era viuda. ¿Qué quería decir su amigo de una viuda con ganas de sexo? Su madre lo era, ¿también querría sexo?. Jamás pensó Néstor en la madre de Foy, pero ahora la miró y se dijo que desde luego la mujer podría ser apetecible. "Por follar, follaría con cualquiera, hasta con Quetti si fuera posible" –pensó Néstor. "Es una guarra, se nota" se decía a sí mismo Néstor para darse fuerza y confianza. ¿Cómo se las llevaría al huerto Foy? ¿Le digo algo? ¿Me insinúo? Si es verdad que las mujeres se mueren por una buena polla, ante la mía Quetti caería rendida.

El teléfono sonó cuando ambos desayunaban en la cocina. Quetti habló con Bernarda que telefoneaba para contar algo a su amiga. Néstor ni lo podía imaginar, pero Bernarda estaba contando a su amiga como su hijo se la había follado. Quetti se sentía caliente con aquello y lo agradeció a su amiga. Volvió a la mesa para seguir desayunando junto al amigo de su hijo. Quetti miró de arriba abajo a Néstor y comenzó a charlar con él de cualquier tontería. Lo mejor será- pensó Quetti- hablar de Foy y de sus cosas, porque su amigo estará más que probablemente al corriente de las relaciones de mi hijo. Así lo hicieron. Hablaron de Foy, de sus cosas, de todas sus cosas. Néstor le envidiaba y ella le preguntó porqué. Él tiene suerte –dijo Néstor- y atropelladamente hubop de explicar en qué tenía suerte Foy. Fue embarazoso para Néstor explicarle a una madre cómo su hijo era un artista de la sexualidad. Quetti lo sabía y comprendió inmediatamente que Néstor tenía "hambre", al igual que ella, ¡pero era casi un niño!, sólo "casi", ¿por qué no si Bernarda lo había hecho con Foy. A Quetti siempre le habían encantado estos hombrecitos sin pelo en pecho; incluso alguna vez había observado a su hijo semidesnudo por la casa, sintiendo una excitación lasciva y prohibida que luego la hacía sentir mal y culpable, pero que al fin y al cabo era una sensación agradable. Si ella no daba el primer paso, Néstor no lo haría. Decidió seducirle. ¿Y si él no quería? Claro que querría , se notaba que era un salidillo.

-¿Te gustaría hacerlo con una mujer madura, al igual que lo hizo Foy con Bernarda? – le preguntó Quetti.

Néstor tembló al oír aquella pregunta, pero contestó inmediatamente que por supuesto lo haría. Fugazmente pensó que Quetti se refería a ella misma, pero se dijo a sí mismo que eso sería tener demasiada suerte.

  • ¿Te gustaría hacerlo conmigo? – preguntó Quetti.

A Néstor se le nubló la vista y casi el consciente. No sabía si salir corriendo o qué hacer

  • ¿Aquí y ahora? – se atrevió a preguntar.

  • ¿Por qué no?

  • Es que…, Foy está en su habitación y podría oírnos.

  • Foy duerme profundamente hasta bien entrado el día, después de una noche como la que ha tenido, además esté enfermo.

Quetti decidió desnudarse antes de que aquel pajarillo asustado se arrepintiese y se diera a la fuga. La mujer tenía un buen cuerpo para su edad. Si Néstor pudiese haber elegido una chica para desvirgarse seguramente hubiera escogido a Claudia, la delegada de clase; pero ¡qué cojones!, tenía a Quetti delante que probablemente en materia de sexo daría mil patadas a Claudia y diez niñatas más como ella.

  • Es la primera vez…- empezó Néstor a decir.

  • No te preocupes mi vida, relájate, no pienses en nada y verás todo lo que se puede disfrutar.

Las mujer desprendió al chico de su camisa y se sentó frente a él. Bajo sus pantalones y calzones y extrajo su pene totalmente duro y enorme, impropio para su edad. La excitación la hizo temblar. Se restregó el glande por sus pezones y tras pensarlo un momento se metió aquella polla enorme en la boca. Néstor hizo ademán de retirarse, pero ella lo retuvo del culo y él finalmente se tranquilizó. Aquello parecía muy bueno. Pronto sintió la necesidad él de mover sus caderas de atrás hacia delante. O sea, de follarse la boca de la mujer. El vaivén fue delicioso. La experta hembra supo parar a tiempo, no fuera que el chico se corriera antes de la cuenta. Él quedó desencantado, como queriendo más. Pero ella le acarició comprensiva dándole a entender que la cosa no se quedaba ahí.

Quetti lo hizo tumbar en el suelo de la cocina y compadecida, viendo que la mamada fue del agrado de Néstor, decidio hacerselo un rato más, eso sí, advirtiéndole que si se corría en su boca se quedaría sin un premio mejor que sería metérsela en su coño. Néstor acepto comprendiendo que habría de portarse como un hombre y contenerse lo suficiente. No se perdonaría a sí mismo el no poder echar un polvo en condiciones con Quetti.

  • ¡Oh, cómo la chupas!

  • Llámame puta, te lo ruego mi vida.

  • ¡Oh como la chupas pedazo de puta!

Cuánto puede aguantar una mujer sin tanto tiempo sin follar. Mi vida, me la tienes que meter ya, no aguanto más.

Quizá esto hubiese cogido de improviso al chico, pero durante aquellos minutos que llevaba haciendo el amor con la mujer, aprendió cómo ha de comportarse uno cuando folla. Y lo hizo bien, disfrutando al igual que ella y gimiendo ambos sin cortedad ninguna.

Se vistieron. Foy apareció extrañado en la cocina. Disculpa, me he follado a tu madre .