Disciplina Doméstica - La Hipoteca

Siempre me he arrepentido del comportamiento que tuve en esta ocasión perdiendo los estribos hasta límites insospechados, sin embargo, esto nos llevó a Alicia y a mi a aclarar nuestra situación.

La Hipoteca

Lo que voy a relatar a continuación sucedió hace ya un par de años.

A mi mujer Alicia, la conocí mientras impartía un curso de seguridad de redes para personas desempleadas con la finalidad de reciclarlas para su incorporación al mercado laboral.

Entre los alumnos se encontraba ella, rondando los 30 años, no muy alta pero vestida siempre para agradar. Me llamó la atención que en los tres meses que duró el curso ni una vez vino con pantalones, llevaba vestidos tipo años 70 de cintura estrecha y falda de vuelo a juego con los sempiternos zapatos de salón con tacón para estilizar su figura.

La primera vez que me hizo una pregunta en clase clavando sus inocentes ojos azules en mí y jugando con su rubia melena pensé esa mujer tiene que ser mía. Y al cabo de seis meses de cortejo, o más bien acoso y derribo, nos casamos y empezamos a convivir.

Desde el principio y dado que ella aún no había encontrado trabajo, Alicia se encargó de dirigir la casa, de hacerse cargo de las facturas, llevar las cuentas… y hasta el momento lo había hecho maravillosamente tomando unas decisiones muy acertadas en las inversiones que poco a poco hacían crecer nuestro patrimonio.

El cuanto al sexo era maravilloso, incluso habíamos tonteado un poco con la Disciplina Doméstica y de vez en cuando la corregía cariñosamente con una ligera azotaina.

Pero de repente todo saltó por los aires, Sara la directora de la sucursal en la que tenemos la hipoteca me llamó:

  • Hola Juan, soy Sara del banco.
  • Hola Sara ¿Qué tal va?
  • Te llamaba para ver si te podías pasar mañana por la oficina.
  • Sara, no puede acercarse Alicia, ya sabes que ella se encarga de las cuentas y tiene delegada mi firma.
  • Mira Juan, te he llamado porque estás en un grave aprieto, lleváis seis meses sin pagar la hipoteca, este tema ya lo he tratado con Alicia y siempre me da largas, hasta ahora he podido ir trampeando la situación por el cariño que os tengo, pero no tengo más remedio que iniciar los trámites de ejecución de la hipoteca.
  • Mierda, mierda, mierda. En la cuenta tiene que haber dinero, todos los meses se ingresa la nómina y tenemos un pequeño colchón.
  • Juan, siento tener que decirte esto pero en la cuenta apenas hay 500€, yo no sé qué haréis todos los meses pero cada 5 de mes Alicia retira 3.000€.
  • Será puta –grito encolerizado mientras cuelgo abruptamente el teléfono.

Hecho un basilisco me dirijo a casa con ganas de aclarar la situación.

  • Hola, cariño –me recibe Alicia con una gran sonrisa.
  • Ni cariño ni ostias –le respondo intentando mantenerme bajo control- Me ha llamado Sara y me ha dicho que tenemos seis meses de impago de la hipoteca.
  • No te preocupes, mañana me encargo yo –me dice mientras se acerca intentando darme un beso.
  • Pero de qué coño te va a encargar, debemos más de 12.000€ de hipoteca y Sara me ha dicho que todos los meses retiras 3.000€.
  • Si cariño, no veas lo caro que está todo. Además entre peluquería, esteticien para estar guapa para mi maridito y los vestidos que no son precisamente baratos ¿te gusta este? – me responde mientras gira sobre sí misma luciendo un vestido a todas luces recién sacado de la tienda – Se va el dinero que ni lo veo.
  • Pero ¿tú estás loca? En que lio me has metido, claro como el titular de la hipoteca soy yo.
  • Bah, no te preocupes y vamos a cenar que se enfrían los bogavantes y se calienta el vino – ésta ya fue la gota que colmó el vaso, yo arruinado y Alicia tirando el dinero en bogavantes.
  • Serás puta –le grito mientras le arreo un tremendo bofetón que la lanza al suelo – yo estaré arruinado pero tú te vas a acordar de esta toda tu vida.

Acercándome al cajón cogí un cordel que recordaba que guardé ahí de un paquete que nos enviaron y sentándola a horcajadas sobre la silla le até las manos al respaldo.

  • No vas a olvidar la paliza que te voy a dar –le comentaba mientras hacía jirones su precioso vestido nuevo.
  • Vas a estar meando rojo durante una semana al menos –le gritaba mientras arrancaba su preciosa ropa interior.
  • Cada vez que veas un cinto te vas a echar a temblar –le vociferaba mientras desabrochaba mi cinto y lo sacaba para darle la mayor paliza de su vida
  • Me has arruinado, pero te juro que tú de ésta no sales.

Y procedí a descargar con todas mis fuerzas el cinto contra sus nalgas, un alarido inundó el comedor e inmediatamente una marca violácea cruzó el suave culo de Alicia.

A este azote le siguieron una infinidad más distribuidos por culo, muslos, brazos, espalda, allí donde el cuerpo podía ser azotado allí percutía implacable mi cinturón.

Mientras Alicia era severamente castigada tan solo podía decir:

  • Basta, basta, te lo ruego, me vas a matar.

Pero mi cólera no se disipaba, con ganas de humillarla más cuando ya estaba totalmente derrotada por el cinto decidí clavarle la polla hasta la garganta y desnudándome puse mi polla delante de su boca.

Alicia testaruda apretó fuertemente los dientes.

  • Alicia abre la boca o te arrepentirás.

Alzando su mirada llena de lágrimas negó con la cabeza

  • No me cabrees que no respondo de mi mismo –le dije mientras le soltaba un par de buenos guantazos que hicieron volar su cabeza de derecha a izquierda.

Alicia empecinada siguió negando con la cabeza y yo seguí con el tratamiento a base de bofetadas izquierda, derecha, izquierda…

Viendo que así no conseguía nada cambié de estrategia y asiendo fuertemente sus pezones los apreté inmisericorde mientras se los retorcía con saña. Un aullido agónico resonó en el comedor y aprovechando que tenía la boca abierta clavé mi polla hasta su garganta.

  • pfffMapfffogo – me ahogo intentaba decir.

Pero no cesé de bombear hasta que me corrí profusamente en su garganta. Al vaciarme la cordura volvió a mí y me di cuenta de la barbaridad que había hecho.

Alicia estaba hecha unos zorros, con cardenales por todo el cuerpo, el maquillaje embardunando su preciosa cara debido a los ríos de lágrimas que había soltado durante la tremenda paliza a la que la había sometido.

  • Amor mío, lo siento – le decía mientras la desataba y la llevaba a la cama cubriéndola de besos. - Lo siento, he perdido el control, no sabía lo que hacía – decía llorando a su lado– en cuanto te recuperes firmamos el divorcio y te cedo todos mis bienes, soy un cabrón que no merece ni la vida.
  • Querido, tengo algo que contarte – me dijo entre susurros. Por favor siéntate a mi lado.

Destrozado y desconsolado por lo que había hecho me senté a su lado preparado para afrontar las consecuencias de mis actos, arruinado y ahora había perdido a la mujer de mi vida por un arrebato de furia.

  • Juan, todo ha sido un montaje, yo hablé con Sara para montar todo este teatrillo. Es verdad que la hipoteca no está pagada pero todo el dinero que saqué está en casa, he gastado apenas lo necesario, y los costes de los intereses de demora los cubriremos con un pequeño premio que me tocó en el cupón.
  • Pero ¿por qué lo has hecho? -le interrogué sin entender nada.
  • Juan, yo necesito un hombre fuerte a mi lado, que me controle cuando me descontrolo y la verdad es que hasta ahora las pequeñas zurras que me dabas apenas se podrían considerar algo más que caricias.
  • Pero cariño.
  • Te quiero muchísimo, pero también necesito estas palizas como el vivir, sabía que en condiciones normales nunca lo harías, por lo que lo hablé con Sara y decidimos enfurecerte de tal modo que no habría quien se controlara, ahora tú sabes lo que quiero y yo sé que tú me lo puedes dar –me dijo refugiándose cariñosamente en mi pecho.
  • Seréis zorras –le dije con una sonrisa de alivio- tu ya te has llevado tu merecido pero te juro que Sara no se saldrá de rositas, aun no sé cómo pero esa pelirroja cincuentona me las va a pagar.
  • ¿Por qué crees que me ha ayudado? Ella me confesó que también necesita de vez en cuando una buena zurra y se comprometió a hacer todo este teatrillo a cambio de que un fin de semana le diéramos su merecido entre los dos.

Ya podéis imaginar la cara de gilipollas que se me quedó.

  • Cierra la boca que se te va a desencajar la mandíbula y fóllame que estoy salida como una perra. El que no va a salir vivo de aquí ahora eres tú, te voy a exprimir hasta que eyacules tu última gota vital.

Acepté mi derrota admitiendo que Alicia me habia manejado a su antojo y me dispuse a disfrutar de un nuevo estado en nuestra relación. Y a pensar en mi venganza contra Sara.