Diosas de la Noche I

Todo un mundo Underworld de Femdom, pura Dominación Femenina.

El BMW negro se detuvo. Estaba en el parqueo de la mansión, que semejaba un castillo medieval, dentro de la gran propiedad amurallada en las afueras de la ciudad. Un par de jóvenes mujeres descendió del vehículo, ambas iban enfundadas en ajustados trajes de látex negro. Era de noche, pero los potentes reflectores del parqueo iluminaban a la perfección, una de ellas abrió la compuerta del baúl trasero del coche y entre ambas sacaron a un hombre, amarrado y amordazado, al cual lanzaron sobre el duro piso de concreto.

El hombre era grande y rudo, como una montaña de músculos, que parecían luchar por escapar del mal ajustado tuxedo negro que llevaba puesto. Las manos se las habían esposado tras la espalda, y habían amarrado sus tobillos con una soga, lo cual limitaba sus movimientos, con esfuerzo se puso de rodillas encarando a sus captoras. No recordaba bien lo sucedido, ni como habían podido atraparlo esas tipas de tan delgadas de cuerpos largos y espigados, sólo recordaba haber ido caminando a su auto, luego de la salir de la oficina del jefe, cuando el BMW negro apareció a toda velocidad, le arrolló golpeándole la cadera y tirándolo contra el asfalto.

-¿Donde estoy? -Bramó furioso.

Una de las chicas le lanzó una patada al rostro, la suela de plataforma de la bota de altos tacones le hizo sonar la mandíbula, el impacto lo sacudió, escupió sintiendo un sabor a sangre en su boca.

-¡Silencio! -Le increpó con fuerte voz una de la mujeres.- ¡No hablaras, a menos que se te ordene hacerlo!

A empujones y golpes le arrastraron al interior de la mansión.

Se detuvieron en el vestíbulo, donde una de las chicas le dio un puñetazo al plexo, haciéndolo caer de rodillas, no recordaba nunca haber recibido un gancho semejante, y eso a pesar de haber sido boxeador semiprofesional en su juventud. De donde sacaba tanta fuerza una chica tan flaca, bajo la iluminación de una araña de luces pudo estudiarlas mejor, le daban la impresión de artistas de Death Metal, enfundadas en ajustados trajes de látex negro, con botas de caña alta de suela de plataforma y afilados tacones de acero, sus rostros eran de una blancura total, lo cual contrastaba con el negro intenso de sus largas cabelleras que llevaban recogidas en severas colas altas. Ambas tenían fríos ojos azules y llevaban grueso maquillaje negro.

-¿No les fue difícil capturar a este idiota? -Preguntó la voz de una mujer.

El hombre se volvió hacia la voz de la que había hablado, era una mujer pelirroja, de unos treinta y tantos años, vestida en traje sastre negro, su minifalda dejada al descubierto unas largas piernas desnudas de piel bronceada, perfectas y bien torneadas, sus zapatillas cerradas llevaban vertiginosos tacones altos de acero. De pronto las chicas cogieron al sujeto a patadas, las gruesas suelas golpeándole de lleno por todo el cuerpo lo tiraron al piso.

-¡De rodillas ante Ama Lilith! -Gritó una de las chicas de cabellera negra.

-¡Selene, Sekhmet! -Ordenó la pelirroja a las jóvenes.- Preparenle para la sala, pero no quiero que le hagan daño.

¿Preparar? ,pensó el sujeto ¿Para qué? Pero no le dieron tiempo a nada pues las chicas se le fueron encima, de las puntas de los dedos enguantados en látex sacaron unas largas y afiladas garras metálicas, que parecían ser retractiles y con ellas le empezaron a deshilachar la ropa en jirones, escuchó los tacones de acero de las zapatillas de la pelirroja que salía del gran salón.

Lilith entró a la sala de nado, los tacones de acero de sus zapatos de cuero rojo resonaban sobre las baldosas de negro mármol del piso. Gruesas columnas decoradas sostenían el techo abovedado, un largo cañón, como hangar aéreo que se proyectaba a lo largo, cubriendo la alberca, era una piscina techada de dimensiones olímpicas.

Freya estaba realizando sus practicas de natación, estaba cruzando la piscina como torpedo.

-¿Nuevo record, pequeña sirena? -Preguntó Lilith, arreglando su corto vestido rojo.

Freya había llegado a la orilla.

-¡Hola, ma! -Dijo escurriendo agua mientras salía de la piscina, se veía primorosa en su diminuto bikini rojo, que decoraba su joven y núbil cuerpo.

Ma, no más mami, pensó Lilith, como pasa el tiempo volando.

Freya secó su cuerpo con una toalla, soltó el largo cabello rojo que llevaba recogido para no mojarlo, y sobre el bikini se puso unos pantalones de mezclilla azul, super cortos, y calzó sus hermosos y pequeños pies con unas sandalias negras flip flop. Estaba lista al instante.

Era preciosa, como una copia en pequeño de lilith, con igual cabellera rojo encendida, los mismos ojos verde esmeralda y la nívea piel con primorosas pecas.

-¡Frey, tengo listo tu regalo de cumpleaños!

-¡Wow! ¿Qué es?

-¡Adivina! ¡Es fuerte y enorme!

-¡Un caballo nuevo para la cuadra!

Freya, además de la natación, era una amante de los deportes: equitación, tiro con arco, artes marciales, ir de caza.

-¡Ven sígueme!

Le habían aprisionado hacía una semana, quizás, llevaba la cuenta a puro cálculo, pues parecía ser que el único alimento y agua que le era servido al día, lo hacían a horas regulares, no era fácil llevar la cuenta en la mazmorra subterránea donde se encontraba, ahora estaba de pie, con los brazos y piernas extendidos, encadenado a la pared. Estaba débil, agotado, y el desgaste psicológico de la oscuridad, silencio e inactividad le estaba haciendo mella, ya le era difícil soportarlo. Las chicas de látex negro le habían desnudado por completo, y luego le afeitaron de pies a cabeza sin dejarle ni un sólo pelo en el cuerpo, después masajearon todo el cuerpo con una crema que dijeron era un depilador químico permanente, lo que sea que eso significara no lo sabía. Ahora estaba encadenado y desnudo, le habían untado el cuerpo con aceite.

La puerta de metal de su celda chirrió sobre sus goznes abriéndose.

Las potentes luces eléctricas del techo estallaron de golpe, dejándolo alucinado, sin poder ver durante unos treinta segundos, la visión borrosa fue aclarándose y de entre las neblinas fue formándose ante él unas imágenes que era lo último que hubiera imaginado vería en ese calabozo, primero estaba la mujer pelirroja, en un corto vestido rojo de verano, con sus esculturales piernas desnudas y sus zapatillas de tacón alto, y junto a ella una pequeña con un bikini que aún era plano, y unos pantalones cortos diminutos, que dejaban ver unas prometedoras piernas largas, sus pies calzados en flip flops eran lo más hermoso que hubiera podido ver.

De inmediato su pene cobró vida, en castidad por casi una semana, les apuntó a ambas con una erección descomunal, y es que el hombre tenía unos genitales bárbaros, de toro.

Freya observó asombrada los grandes testículos del hombre que le colgaban entre las piernas, y la verga enorme que parecía una sólida barra de acero, con un glande inflado como seta gigante y el tronco del falo surcado de venas que parecían a punto de estallar.

-¡Frey, querida, este es tu regalo!


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