Diosa Canela

La casualidad (o no) me hace encontrar el pecado de color cacao

Diosa canela

Era una cálida tarde de verano en Madrid, la gente se había resguardado en los centros comerciales y bares climatizados hasta que la calima pasase para poder pasear y perderse por sus calles.

Y en esas me hallaba yo, un chico moreno, relativamente alto, delgado, no feo, tampoco guapo, uno del montón vamos. Recorría las tiendas de aquel centro comercial con desgana, buscando sin esperanza un regalo bueno, bonito y barato para un familiar.

Ví entonces a una pareja, la chica iba andando delante, llorando de rabia, mientras que su novio la insultaba.

-Puta! Que eres una puta y una desagradecida! Con lo que yo he hecho por ti! No puedes hacerme ésto!

Soy un chico pacífico, pero hay situaciones que me hacen hervir la sangre obligándome a actuar siguiendo mis impulsos y no a mi parte racional, y ésta era una de esas.

  • Qué derecho tienes a tratar a alguien así! Cómo puedes decirle eso a alguien que es obvio que no quiere escucharte?

  • Y tú qué coño haces metiéndote donde no te llaman imbécil! - acto seguido me cogió de la pechera, esgrimiendo un puño ante mi rostro mientras yo trataba de zafarme de él.

Quiso la Providencia o quien quiera que fuese que pasase por ahí un guardia de seguridad del centro comercial que expulsó al chico del recinto con amenazas de denunciarle si le volvía a ver por ahí.

Recuperándome de la situación aún noté como una cálida mano se posaba en mi hombro.

  • Estás bien? No te habrá hecho daño ese gilipollas?

  • La verdad es que no, ha estado cerca, pero se ve que los tontos tenemos suerte.

Me fijé con más atención en la chica, piel oscura, pelo negro como la noche, a juego con unos ojos adujeron a los míos, unos ojos casi felinos que, sin previo aviso, se me antojaron a los de una pantera negra, escondida tras una bella tez color cacao.

Su acento, una delicia, suave, casi sudamericano, supuse que era canaria. Aquella melodiosidad me ponía hasta límites insospechados en base a un romance de la adolescencia que aún a día de hoy me levanta algo más que suspiros.

  • Qué idiota- rió

Pude entonces fijarme en su bien perfilada boca, labios carnosos y dientes blancos como el marfil. Era hermosa, con cierto aura de bondad, pero dejaba entrever trazos de algo más salvaje.

  • Me llamo Alma y tú?

  • Podéis llamarme Idiota si gustáis - dije acompañando el gesto con una teatral reverencia.

  • Así os llamaréis caballero, hasta que averigüe vuestro nombre. Puedo hacer algo por vos para devolveros el favor?

Mil ideas, cada una más peligrosa que la anterior pasaron por mi mente, pero había que ser cautos, poco a poco...

  • Bueno, estoy comprándole un regalo a mi prima, y me vendría bien opinión femenina.

  • Ay! Qué buena idea, dime ropa y yo me la pruebo a ver cómo me queda y así te haces idea.

Quizás fue mi imaginación o quizás realmente ocurrió, pero me pareció vislumbrar una traviesa sonrisa dibujándose en sus labios que encarnó la lujuria en persona.

Entramos en una conocida tienda de ropa, en media hora habíamos revuelto medio establecimiento, yo cogía las prendas que me parecían oportunas y se las iba dando aunque ella añadía algunas por su cuenta.

Tras un buen rato llegó el momento del desfile de modelos, camisa a camisa, blusa a blusa pude escanear mejor el cuerpo de la chica.

Era jóven, rondaría los 19 o los 20, complexión normal, metro sesenta aproximadamente, cuerpo esculpido en marmol color café, piernas torneadas, pechos no grandes pero tampoco escasos. Pero la joya de la corona era su culo, bien puesto, redondito y provocador, de éstos culos que son pecado...y sus dueñas lo saben.

Yo hasta entonces me había mantenido educadamente fuera del probador aunque mis más primarios impulsos me gritaban que echase un vistazo. Mientras debatía con mis demonios sobre qué hacer su voz me sacó de mi estado absorto.

  • Idiota, puedes venir a ayudarme con esta cremallera, se ha enganchado y no baja

Mi corazón se puso a mil , entré en el probador y cerré la puerta detrás de mí. Ella de espaldas ofreció su dorso para que bajase la dichosa cremallera que para mi asombro bajó con extrema facilidad.

Me dirigía ya a salir por la puerta cuando su voz me retuvo

  • Quédate

Asombrado, me obligó a sentarme en un taburete del probador.

Tras ello, empezó a quitarse el vestido, sacándolo por encima de sus brazos y otorgándome una plena visión de su cuerpo desnudo, tan solo guarecido por un tanga negro y un sujetadora a juego con él.

Sin más dilación se sentó en mi regazo y nos besamos. Los primeros fueron una toma de contacto, en los siguientes nuestras manos empezaron a explorar nuestros cuerpos y nuestras lenguas cada rincón de nuestras bocas consumiéndonos en cada beso con la pasión de dis adolescentes.

Mis manos se deslizaron bajo su sujetador, desabrochándolo y liberando dos tersos senos de pezones oscuros como trufas que me lancé a comer tan pronto como pude. Por su parte, sus manos ya habían desabrochado mi camisa y acariciaban mi torso desnudo, recorriendo cada relieve.

Me incorporé, un fuego me abrasaba, aquella diosa canela me volvía loco, nos apoyamos contra la pared con violencia, fuera se oían las voces de los otros consumidores que hacían sus compras ajenos a lo que pasaba.

Me despegué un instante de sus labio y me llevé un dedo a los míos en señal de silencio. Ella sonrió pícara. Lentamente fui bajando por su cuello con mis besos hasta llegar a sus pechos haciendo escala antes de bajar al comienzo de su tanga.

Aspiré su aroma, ella suspiró suplicante, yo respondí bajando la prenda con la ayuda de mis dientes hasta hacerla caer a sus pies para después quitársela.

A mi vista quedó su sexo perfectamente depilado, húmedo de exitación y con el clítoris palpitando como un segundo corazón.

Subió su pierna con la elegancia de una bailarina de ballet para apoyarla en un saliente del probador antes de que cual depredador me lanzase sobre mi deseado manjar.

Lamía sus labios, mayores y menores, al inicio con calma, pero poco a poco subí el ritmo, pasaba a su clítoris, estimulándolo con rápidos movimientos de mi hábil lengua provocando ahogados gemidos que indicaban mi savoir faire.

Poco a poco aumenté el ritmo... Intercalaba penetraciones de mi lengua en su vagina con lametones en sus labios. Al final, sintiendo el orgasmo cerca introducí dos dedos es su cueva penetrando con velocidad mientras que estimulaba su clítoris con fruición.

Se hizo agua entre mis manos entre espasmos de placer.

Yo continué lamiendo, catando la ambrosía que aquella diosa me regalaba.

Segundos más tarde me incorporó y me besó con pasión.

  • Me toca

Al igual que yo antes sus besos bajaron por mi cuello, bajando por mi pecho hasta llegar a mi pantalón donde desabrochó mi cinturón con maestría para dejarme tan solo en boxers.

Mordió mi miembro con suavidad a través de la tela produciéndome un escalofrío de placer ante lo qur se avecinaba. Sonrió mientras bajaba mis calzoncillos y mi pene, erecto como el asta de la bandera de la lujuria saltó a recibirla.

Empezó besando la cabeza con dulzura, poco a poco encadenó lametones desde la base, pasando por el tronco hasta el frenillo.

Tras estos preeliminares se lo introdujo en la boca y empezó un lento vaivén de succión unido al recorrido de sus labios alrededor de mi falo.

El ritmo fue aumentando, cada cierto tiempo se lo sacaba de la boca para lamerlo de abajo arriba y jugar con mi escroto.

Sus manos, solo habían participado en los primeros compases de la felación, acompañando el movimiento de su boca, pero a estas alturas, se clavaban en mis nalgas como punto de anclaje para seguir mamando.

Finalmente inició un último asalto, inigualable a los otros ni en fuerza ni en velocidad, su cabeza se movía como una locomotora y cada vez que la sacaba volvía a introducirla más profundamente en su boca llagando a la garganta . Le avisé de que me iba pero su respuesta fue aumentar más el ritmo...más....másss...MÁAS.

Un orgasmo recorrió mi columna y tuve que apoyarme en la pared del probador para no caerme.

Una vez recuperados ambos nos besamos, vestimos y acordamos vernos otro día para el segundo asalto.


Espero que les haya gustado mi relato, agradezco todo aquel comeentario que quieran hacerme para mejorar.