Diomedeidae - 8

Nadia cree que va siendo hora de presentar a Luismi oficialmente como su novio ante sus compañeros de trabajo y el círculo en que se mueve, aunque siempre hay algún idiota que lo estropea todo, o al menos que lo intenta.

Diomedeidae -8

La siguiente semana, por fin le llegó a Luismi el regalo que había encargado hacerle a Nadia en Nueva Delhi, un precioso colgante en oro blanco con su nombre, Nadia, escrito en tibetano junto con una pequeña pulsera para el tobillo formándola con los caracteres de su nombre repitiéndose una y otra vez.

Esa misma semana pasaron a Nadia los datos sobre un pequeño pase privado en una galería de arte. Nadia era consciente de que a estas alturas de la relación, aún no había presentado a Luismi a ninguna persona de su mundillo, no conocía a nadie en él fuera de Lorena y de Ana. Incluso sus amigas ya le habían avisado de que estaba tardando mucho en hacerlo. Nadia era consciente de que Luismi se había dado cuenta de que evitaba hacer eso, también de que él simplemente le estaba dando tiempo para que se aclimatase y pudiese moverse con tranquilidad, pensar lo que iba a hacer con suficiente margen de maniobra. Claro que también era consecuente, y sabía que eso antes o después se terminaría, y a partir de ese instante su interés por no presentarle pasaría a ser sospechoso.

Cuando llegó a casa no dudó, directamente le contó lo de la exposición y le preguntó si aceptaría ir cómo su pareja. Luismi aceptó en el acto, pero luego le preguntó si de verdad se sentía preparada para presentarle en su círculo cómo su novio, le hizo ver que de verdad entendía su problemática, que incluso se imaginaba el principal motivo de estar pensándoselo. Todo esto sólo hizo que Nadia sintiese una considerable tranquilidad ante sus palabras.

Luismi, por su parte, sabía que Nadia había tenido varias relaciones fracasadas, también que había tenido bastantes hombres de una sola noche. Muchos de éstos evidentemente procedían de su ambiente. Cómo en todos lados, siempre existía algún idiota que no era capaz de admitir que otros lograsen lo que él no había podido. Ya había tenido alguna experiencia al respecto con algunas personas de ese estilo. Era consciente que en esos años ella habría tenido sus rollos, incluso no le hubiese extrañado tampoco de habérsela encontrado casada. Ahora mismo veía lo afortunado que había sido por el hecho de que, voluntaria o involuntariamente, aún estuviese allí, disponible para ser su pareja.

Una semana antes del pase privado, Nadia quiso que Luismi fuese a buscarla al trabajo para poder ir presentándole a sus compañeros. Pensó que de ese modo, cuando llegase el momento del pase, Luismi al menos conocería a alguien aparte de Lorena, de Ana y de ella. También éstas le presentaron a sus novios, a los que Luismi consideró cómo unos chicos muy simpáticos y agradables. De entre los hombres que le presentaron ese día, Luismi detectó dos auténticos imbéciles, además no lo ocultó, se lo dijo a Nadia en cuanto pudo, señalándolos para que supiese a quienes se estaba refiriendo.

Cuando Luismi le comentó a Nadia lo que pensaba de esos dos, y ésta vio quienes eran se puso en guardia, ya que estaba segura de que alguna estupidez harían en plan gracia. Cuando en un corrillo con sus compañeros dijo que su novio era fotógrafo, al ver cómo esos dos sonrieron, se dio cuenta de que algo estaban preparando para burlarse de él. Esos dos esperaron el momento propicio para meterse en la conversación, justo cuando algunos de los jefes de Nadia estaban saludándola y felicitando a Luismi por llevarse a alguien cómo ella, entonces fue cuando los dos intervinieron. Le preguntaron con muy mala idea sobre qué tipo de fotografía hacía, su compañero añadió si no sería de ésas de niños y adolescentes para los álbumes de los colegios o institutos, para la renovación de los carnets y demás en tono irónico. Luismi para asombro de Nadia, Lorena y Ana lo admitió, con una sonrisa les dio la razón, impidiendo a la vez que ninguna de ellas contestase para poner a esos dos en su sitio.

Nadia se mostró muy enfadada con Luismi, estaba claro desde su forma de verlo, que a esos dos aún les escocía que ella no quisiera nada con ninguno. Pensaba que Luismi se había pasado admitiendo aquello, y luego no permitiendo tampoco que les contestasen: ni ella, ni Lorena, ni Ana, todo por no perjudicarlas, cosa que sinceramente le encantó en su chico, que fuese capaz de eso con tal de que no quedasen mal ante sus jefes con una bronca. Lo cierto es que después, en frío, no se sintió cómoda consigo misma, había aceptado no hacer nada porque no quería discutir con Luismi ni llevarla la contraria, pero en cierto modo no haberle defendido también hacía que sintiese una gran frustración, definitivamente no estaba nada contenta con ello. Pensaba que debía de haber puesto a esos dos de vuelta y media sin importarle las consecuencias, pero cómo fue él quién se lo pidió, no se atrevió a negarse, estaba hecha un pequeño lío con sus sentimientos encontrados al respecto.

Luismi cuando esos saltaron sobre él con tan mala idea cómo lo hicieron, vio al instante la intención de Nadia de ir directa a su yugular, enseguida intervino para que no fuese a por ellos, además le pidió que por favor lo hiciese por él. Ella fue la que se encargó luego de que Lorena y Ana tampoco interviniesen.  Vio perfectamente cómo eso la contrariaba muchísimo, pero pese a todo aceptaba su petición, tragando vinagre con ello. Luismi sabía que Nadia era una mujer orgullosa, le hizo esa petición cómo una especie de prueba, pensó que si era capaz de controlarse porque él se lo pedía, olvidarse en cierta manera de su orgullo por él, entonces sabría que de verdad esta Nadia no se parecía a la antigua. La Nadia de su juventud nunca hubiese aceptado semejante petición, habría atacado sin piedad a esos dos imbéciles, sin embargo ahora, tras esto, tras ceder en su orgullo, quizá pudiese parecer una estupidez, pero realmente sentía que era una Nadia diferente, alguien mucho más de fiar cómo pareja, capaz también de darse un margen para pensar en el otro.

El único motivo por el que Luismi había probado de ese modo a Nadia, permitiéndose sufrir esa pequeña afrenta ante todo el mundo, y los conocidos de ella, fue porque al mirar la lista de invitados al pase privado que le había mostrado cuando se lo pidió, había visto a varios conocidos suyos particulares que sabían perfectamente que era Diomedeidae. No es que le preocupase que saliese a relucir ante todos durante la gala, ya que eran gente muy discreta, pero estaba seguro que si alguno de esos dos imbéciles se metía con él en plan gracioso, cómo en ese instante, haciéndose pesaditos y obligándole a defenderse en serio, podría hacerles callar en el acto sólo con meter a alguna de estas personas en la conversación.

Aunque si había algo que tenía muy claro y por lo que no iba a estar dispuesto a pasar, era que si en algún momento veía que iban a por su chica por su culpa, por no haberla dejado que les contestase en aquel momento, en ese caso, se encargaría personalmente de ellos usando toda su influencia. Sabía que ciertamente ésta era considerable en el mundillo en que esos dos se movían, únicamente tendría que dejar caer dos palabras de incomodidad en los oídos adecuados para que alguno se arrepintiese muy seriamente y durante mucho tiempo de dárselas de gracioso.

Ambos se prepararon para ir a la fiesta en la galería. Nadia vestía un largo vestido negro, abierto por la espalda, con el colgante que él le regalo y la preciosa pulsera de tobillo. Luismi con un elegante pantalón, una camisa y americana a juego. Menos de una hora tras su entrada uno de los dos idiotas ya estaba con las bromas a costa de Luismi y su profesión de fotógrafo de "niños". Estuvo machacando durante casi media hora con ello, en ese período se le unió su amigo del alma. Nadia estaba ocupada, por lo que había dejado sólo a Luismi unos minutos, mientras que Lorena y Ana también estaban ocupadas cómo ella, haciendo también de relaciones públicas para su empresa.

Cuando Nadia regresó con él y se dio cuenta del panorama, puso una cara que asustaría a un muerto, supuso por la situación que, esos dos, debían de haber vuelto con lo del fotógrafo de niños y estaban ridiculizando a su chico. Éste, cuando la vio venir avanzó un paso hacía ella, abrazándola mientras le daba un beso en los labios, evitando de ese modo que pudiese caer sobre los dos idiotas. Al grupo también se unió, sin que se diesen cuenta, la directora de la revista para la que trabajaron Nadia y Luismi cuando se reencontraron. Después de escuchar lo que se hablaba sobre Luismi se echó a reír a carcajadas, incluso no pudo evitar preguntarle tras los besos de saludo de rigor.

  • ¿Qué pasa?, ¿es que ahora te dedicas también a hacer fotos de niños?

  • Jajajajaja, no –Luismi vio la ocasión perfecta para devolverles la broma-, lo cierto es que ahora lo que hago son fotos de cretinos, y cómo soy tan bueno consigo que incluso aparezcan en ellas cómo gente normal -dijo entre risas con un toque de ironía-. Ahora mismo estoy intentando captar clientes y creo que ya tengo a dos casi convencidos para que me dejen hacerles las fotos…

Estallaron una sucesión de carcajadas, ya que todos los que llevaban allí un rato supieron de inmediato por quién iba el puyazo, incluso los dos idiotas poco antes le habían dicho riéndose a Luismi, que contase con ellos dos cómo clientes. Nadia se le quedó mirando sorprendida por su ocurrencia, cuando él le guiño el ojo no pudo evitarlo y se unió a las risas. El dueño de la galería que también se acababa de unir, siguiendo lo que pensaba era una broma sin más, dijo que alguien capaz de hacer eso podía contar con su galería en caso de querer exponer alguno de sus trabajos. La directora de la revista, poniendo la mano encima del hombro del dueño de la galería, le dijo muy seria que si lograba de él algo cómo eso, pondría su galería en boca de medio mundo. El dueño de la galería riendo lo que consideró una broma, le dijo, dando una serie de nombres de famosos fotógrafos, que sin duda si alguno de esos caballeros y damas expusiese en su galería, ésta lograría la fama. La directora les guiñó un ojo a Nadia y Luismi, entonces, riéndose añadió el nombre de Diomedeidae a la lista. El dueño, sin dudarlo ni un sólo instante, también le aceptó cómo uno de esos fotógrafos que de conseguirlos, le traerían el reconocimiento a su galería de forma automática.

Nadia miró a ambos asombrada, sabía que Luismi, o Diomedeidae cómo era conocido en realidad, era un fotógrafo ciertamente bueno y muy conocido en el mundillo, no así tanto en la gente de la calle, pero desde luego esto que ambos comentaron ni se le había pasado por la cabeza. No pudo evitar preguntar a la directora y al dueño de la galería, si de verdad el que Diomedeidae hiciese allí una exposición de su trabajo, sería tan importante para la galería. Luismi riéndose le contestó que no, que eso era una exageración, quizá unos cuantos fotógrafos muy famosos de la lista que se había mencionado anteriormente pudiesen lograrlo, pero que desde luego ése en concreto ni por asomo, su trabajo no era para tanto.

Alguna gente, para cierto disgusto por parte de Luismi, se fue sumando a esa charla. Nadia, Luismi, la directora de la revista, junto con el dueño de la galería y algunos invitados más, estaban hablando sobre Diomedeidae cuando poco a poco nuevas personas se fueron añadiendo a la conversación sobre su trabajo. Luismi se encontraba incómodo con la conversación, estaba cogido de la mano de Nadia e inconscientemente, la entrelazó con la de ella en busca de algún tipo de apoyo. Luismi, desde el inicio de su carrera, siempre se había sentido incómodo, cuando, cómo en ese instante, hablaban de él, quizá por el hecho de que la mayoría de las veces era para ponerle en un pedestal, algo a lo que sinceramente tenía pánico. No se consideraba nadie importante, y le molestaba que le ensalzasen de ese modo, principalmente porque cómo en este caso, quienes hablaban de él, con alguna pequeña excepción, no sabían que estaba a su lado, lo que le daba aún más pánico, porque no tenían porque no ser totalmente sinceros con sus opiniones al no estar el “interesado” delante.

Nadia por su parte había sentido, desde el principio de empezar a hablar de Diomedeidae, la incomodidad de Luismi. Cuando empezaron a alabarlo, notó cómo ésta aumentaba, al punto de que en lugar de simplemente seguir cogidos de la mano, Luismi entrelazó sus dedos con los de ella cómo si buscase apoyo. En esa posición, sintió dos leves espasmos de su mano, coincidentes con sendos halagos de gente importante, que no tenían ni idea de que él era la persona de la que estaban hablando. Nadia en esos instantes, tenía un serio problema con la situación que se había generado, en especial porque había sido ella con su pregunta, quién inició este pequeño debate sobre cómo de buen fotógrafo era Diomedeidae.

Nadia había sido invitada en función de su puesto en la editorial multinacional para la que trabajaba, igual que Lorena o Ana por petición suya. Ahora sin embargo tenía un serio problema, mientras que sus amigas se movían con total libertad hablando con unos y otros, lo que se suponía que también ella debería de estar haciendo, sin embargo, se encontraba allí atrapada con Luismi. Era consciente de que debería de moverse un poco, pero en esos mismos instantes tenía a Luismi buscando, con ese entrelazar sus dedos con los de ella, un apoyo para el mal rato que debía de estar pasando por su forma de ser y todos los halagos que estaba recibiendo sin cesar. Había visto libres a un par de personas con las que necesitaría intercambiar como mínimo un par de cortesías, pero para eso debería de abandonar allí sólo a Luismi, y en su mente enseguida apareció otra ocasión anterior en que también le dejo tirado a los lobos, no se podía comparar una con otra, pero aquí el problema era cómo lo vería él.

Lo último que Nadia quería es que él se tomase cualquier movimiento suyo por el lado negativo, sabía que si fuese capaz de explicárselo lo entendería, pero para eso necesitaba sacarlo de esa conversación, y sinceramente dados los interlocutores que había en ella, no veía cómo poder hacerlo sin hacer unas negativas relaciones públicas con ellos. También estaba muy preocupada por la situación con algunos de los invitados, ya había recibido dos sutiles invitaciones a tener alguna charla privada sobre trabajo. Era el tipo de charla que se tenía en unos minutos y se establecía entre la polla de ellos con el coño de ella. En ambos casos se había pegado más a Luismi, para dejar claro que si quería follar, ya tenía con quién hacerlo, y de ese modo dejar las cosas claras desde el inicio, no quería ninguna mala interpretación por parte de nadie.

En este tipo de reuniones siempre había algunos lugares muy discretos que podían ser usados por los invitados para charlas privadas, tranquilas y ajenas a circunstanciales oídos curiosos. Pero también era cierto que, en esos mismos lugares, algún que otro polvo exprés también se escapaba. En su caso, no podía negar que había sido más de uno antes del regreso de Luismi. Concretamente esos dos que la invitaron, habían sido de los afortunados de haber podido estar con ella en esas circunstancias. Nadia por otro lado, tenía que hablar en privado, en uno de esos lugares preferiblemente, con un par de personas, dos hombres y una mujer más concretamente. Eran negocios, pero el hecho de estar a solas en esos sitios con alguien, no es que le hiciese muy feliz en esos instantes.

Nadia desde luego no pensaba engañar a Luismi, era algo que ni se le pasaba por la cabeza, pero si éste la sorprendía en un sitio así, con alguien, y la situación era digamos que “confusa”, podría incluso perderlo para siempre. En la última reunión había pedido un favor, le habían prometido hacerlo y para despedirse se dieron un abrazo, sólo un simple abrazo. Nadia no podía dejar de pensar en esa situación inocente, siendo sorprendida por Luismi y con los antecedentes que había entre ellos.

La Nadia de su adolescencia no hubiese tenido el menor problema, la viese hacer lo que fuese, salvo que cómo pasó, la pillase directamente con las manos en la masa, Luismi habría creído cualquier cosa que ella le contase, por estúpida que pudiese ser. Desgraciadamente ese mismo día, con esa pillada, tal y cómo él mismo le había dicho anteriormente, agotó toda su credibilidad. Era consciente que ésta seguía casi agotada y que apenas estaba empezando a recuperarla a sus ojos, por lo que la situación era muy peliaguda, tenía que hablar muy seriamente con él e intentar hacerle comprender la situación, pero entendía que bajo ningún concepto podía hacer nada sin que él lo supiese de antemano, para evitar posibles problemas.

Luismi veía a Nadia pérdida en sí misma, sin prestar casi atención a la conversación que ella misma había iniciado, no le hizo falta mucho para saber qué pasaba por la mente de su chica. Ella tenía un trabajo que hacer, por eso su empresa la había enviado a ese pase, no por su cara bonita o espectacular cuerpazo. Estaba atrapada con él, que estaba visiblemente incómodo en esa situación, al estar hablando todos los presentes de su alter ego. Nadia, sin duda, debía de estar pensando cómo alejarse de allí sin dejarlo a los leones por segunda vez en su vida, y él sabía perfectamente cuál era la situación que ella veía cómo primera vez. También se había dado cuenta de dos sutiles invitaciones por parte de sendos hombres a Nadia, para “conversar amigablemente”, y cómo ésta cómo respuesta, se había vuelto hacía él, dejando claro de quién y para quién era ella.

Sonriendo para sí, pensó que Nadia por algún motivo no paraba de subestimarlo, pensaba sin duda que desconocía de qué iban todos estos saraos, cuando realmente había asistido a unos cuantos cómo Diomedeidae. Aunque debía de reconocer que era el primero al que asistía cómo novio oficial de alguien; cómo acompañante de amigas cómo Jakie, e incluso de amigos cómo Frank, lo había hecho alguna que otra vez, pero nunca cómo pareja oficial de nadie. Decidió facilitarle las cosas a su chica, simplemente le indicó de forma, que aunque discreta, la petición fuese obvia para algunos de los presentes, justo los que debían de darse cuenta del detalle, si había visto dónde estaban los lavabos.

Nadia lo miró asombrada por la pregunta, ya que habían estado cerca, y él mismo se lo había comentado. En un segundo lo entendió y una cálida sonrisa asomó a sus labios. Disculpándose ante todos, dijo que debía de acompañar a su chico a un recado, todos se despidieron de ambos con una sonrisa.

Nadia sabía que era la oportunidad perfecta para poder explicarle a Luismi lo que necesitaba hacer, estaba pensando cómo empezar, cuando para su sorpresa él, sonriente, hizo que se detuviese. Le colocó bien un pequeño mechón por detrás de su oreja, la besó dulcemente en los labios, y le dijo que, aunque no se lo creyese, ya le habían colgado muchas de estas fiestecitas, invitándole cómo Diomedeidae.

Nadia no pudo evitar sonreír cuando se dio cuenta de que todo lo que había estado temiendo, y por lo que se había estado preocupando, él ya lo conocía de antemano. Iba a alejarse cuando pensó en los polvos que había echado antes de estar de nuevo con él, pero concretamente en la invitación de aquellos dos, en si se habría dado cuenta, fue a explicárselo cuando nuevamente Luismi la sorprendió. Después de un nuevo beso en los labios, le dijo al oído que se había dado cuenta de las dos calabazas, que entendía cómo funcionaba esto estando sin pareja, y cómo lo hacía estando con pareja. Luego mirándola fijamente le dijo que confiaba en ella, ya que ahora estaba con él. Después sin mediar más palabra vio cómo se dirigía al servicio de caballeros, dejándola terreno libre para poder moverse y empezar a “trabajar”.

Con esta conversación que había tenido con Nadia, Luismi se había dado cuenta de cómo debía de haber estado de preocupada por tener que explicarle todo lo que pasaba en esos saraos. Ni se había enterado, con lo que ella era, de que él también había recibido un par de invitaciones de señoras, para tener alguna que otra charla amistosa en un lugar discreto. Sonrió al pensar en la que se podía haber organizado si su chica, con lo celosa que siempre se mostraba, hubiese  llegado a darse cuenta de ello.

Desde un sitio discreto, estuvo mirando moverse a Nadia entre los distintos invitados, también cómo más de uno intentaba ligar con su chica. Sintió una pequeña punzada de celos  con eso, pero también de orgullo, al ver cómo elegante y contundentemente los rechazaba uno tras otro. Lorena, Ana y sus novios también estuvieron un buen rato hablando con él, aunque no por eso la perdía de vista.

Sobre una hora después de haberse separado, decidió que no estaba siendo justo con ella, debía de darla un margen de confianza de verdad, y no dejarla libre pero bajo su constante vigilancia. Era consciente de que, pese a todo, aún no estaban con una relación lo suficientemente fuerte como para mezclar en ella malentendidos, y sabía que esos saraos, para eso eran muy peligrosos, pero tomó su decisión, se puso en movimiento rumbo al extremo contrario de la sala, lo más lejos posible de Nadia, para darle esa especie de margen de confianza que creía que se merecía. Se alejó tras saludar en la distancia de forma cariñosa a su chica. Estuvo bastante tiempo deambulando por la exposición. Estaba contemplando una obra de arte, cuando dos mujeres se le acercaron, entablando conversación con él. La verdad es que en cierto modo lo agradeció, ya que de esa forma podía dejar de pensar en Nadia, y en cómo le estaría yendo con sus relaciones públicas. Les sonrió a las dos y se puso a hablar animadamente con ellas, en parte para tratar de no pensar en su chica, y en qué estaría haciendo en esos mismos instantes.

Nadia se dio cuenta de que Luismi estaba pendiente de ella en todo momento, ciertamente no es que eso le hiciese muy feliz que dijéramos, denotaba su falta de confianza en ella. Pero debía de aceptar que era algo que se ganó a pulso en su momento, al destruir lo que hubo entre los dos, empezando por esa misma confianza que en esos momentos echaba tanto de menos, y que ahora debía de intentar volver a recuperar. En dos ocasiones, mientras hablaba con unos y con otros, habían intentado llevársela a algún rincón discreto para “conversar”, en ambas los había rechazado. Pero no era tonta, le había visto, sabía que él se había dado cuenta de esos intentos y andaba algo preocupada. Aunque por otra parte, también se había alegrado, cuando detectó en Luismi lo que le pareció una pequeña punzada de celos, rápidamente controlada.

El que no confiase en ella aún cómo para dejarla sin vigilar le dolía, pero esa pequeña punzada de celos, hizo que todo eso desapareciese. Si tenía celos, por leves que fuesen, es que de verdad sentía algo por ella. De lo que Nadia no se daba cuenta, es que paradójicamente, todas estas cosas que estaba pensando y que estaba sintiendo, eran porque ella a su vez, tampoco le quitaba el ojo de encima a Luismi ni por un sólo instante, vigilándole también desde donde estuviese, exactamente igual que él hacía con ella.

Se llevó un alegrón, cuando vio cómo tras saludarla, y lanzarle un beso cómo para darle ánimos, Luismi se dirigía en dirección contraria a donde ella se encontraba. Su gesto, y el invisible beso que le envió, eran cómo un tributo y una petición de perdón por su falta de confianza. Al irse cómo se marchó, dejándola todo el espacio para ella, era cómo un mensaje alto y fuerte de que no se preocupase por él, que confiaba en ella, que trabajase, que hiciese lo que tuviese que hacer y que estaba seguro de que no le traicionaría de ningún modo de nuevo. Estuvo cómo en una nube por esto, aunque pese a todo, siguió sin perderle ni un sólo instante de vista, excepto cuando tuvo que hablar con alguien en privado. Nada más terminar esas conversaciones, regresaba a la fiesta recuperando lo primero de todo, la ubicación de su chico. Todo fue tranquilo para ella hasta el momento en que le vio ante una obra de arte con dos mujeres junto a él, dándole palique, a su juicio ambas guapísimas, los tres conversando animadamente, felices y riéndose.

Esta vez fue Nadia quién sintió el picotazo de los celos, no le hizo la menor gracia ver a esas dos tan cerca de su chico, pero ni la mas mínima. Ahora fue ella quien ocupó el lugar de Luismi con la vigilancia, dejó gran parte de su sutileza de lado, centrándose en controlar lo que hacía su chico con esas dos elementas, cómo las definió en el acto, nada más verlas. Nadia estaba que se subía por las paredes, si esas dos no estaban intentando llevarse a “su” Luismi a su “terreno”, entonces ella no se llamaba Nadia y no había echo esos mismos movimientos en docenas de veces cuando había querido pasar la noche con algún hombre de su elección. Conocía de sobra el truco, halagar, jugar, tontear, manipular al hombre elegido para luego dejar que él sea quién “se la ligue”, posteriormente atacar su ego y después es presa fácil para follàrselo, dejándole creerse además un conquistador nato. Sus uñas parecían querer salirse de sus dedos para irse contra esas dos.

Llegó un momento en que no pudo mas, se acercó a Lorena y a Ana, pidiéndoles que fuesen donde Luismi para quitarle al par de zorras de encima. Para su sorpresa las dos se negaron en redondo. Lorena le preguntó si se había dado cuenta de que Luismi le había dado un voto de confianza cuando se quitó de en medio cómo lo había hecho, para dejarla espacio, pero sobre todo, para darle la tranquilidad necesaria al saber que no la estaba vigilando. Tuvo que admitir para sí misma que las dos tenían razón, él le dio una carta blanca de confianza cuando quién fallo en el pasado fue ella, y no al revés.

Se volvió a preocupar, se mordió el labio inferior de rabia, y quizá incluso de cierta impotencia al pensar que, si ahora hacía algún movimiento cómo ése llevada por los celos, cuando él había confiado en ella, puede que le hiciese mucho daño a la relación. Se alejó de sus amigas, yéndose a un sitio algo apartado para poder pensar un momento con calma, vio que Luismi y las dos mujeres habían desaparecido de donde estaban, sintió que en ese momento, al no verlos, cómo los celos le abrasaban la sangre, pero decidió seguir el implícito consejo de las chicas y también ella concederle una carta blanca de confianza a Luismi, se bebió todo lo que le quedaba en su copa de un sólo trago. Se volvía hacía el centro de la exposición, dispuesta a continuar con su trabajo, pero pasándolo francamente mal, cuando recibió una sorpresa en forma de fuertes brazos masculinos que se la llevaron casi en volandas a uno de esos sitios discretitos que servían para varias cosas, mientras sentía cómo unos labios no dejaban de besarla el cuello.

Luismi estaba hablando con las dos mujeres, cada vez tenía más claro que esas dos estaban intentando llevárselo al huerto. Por un par de deslices que dejó caer se dio cuenta de que sabían más que de sobra con quién había llegado cómo acompañante. También comprendió que ninguna de las dos estaba jugando con él, si hacía el menor movimiento en ese sentido, se podría ir con una, puede que incluso quizá con ambas a la vez a algún sitio para follar durante todo lo que quedaba de noche. La cosa estaba clara, les había visto venir desde el principio, él les había gustado y además había llegado cómo novio de una tía que estaba cañón, qué más morboso que follàrselo delante de las narices de semejante novia. Desgraciadamente para ellas, estaba de vuelta de eso y no tenía la menor intención de engañar a su novia con nadie. Lo que sí vio, para su más profunda alegría fue a Nadia y la expresión de su cara.

Desde que intentó darle un margen de confianza se había dado cuenta de que los papeles se habían invertido, le había sido casi imposible no verla constantemente, ya que Nadia se había ido moviendo por toda la fiesta mientras hablaba con la gente, pero siempre buscando la mejor posición posible para tenerle a la vista, sobre todo desde que se puso a hablar con esas dos. Aunque ciertamente todo esto lo hacía intentando pasar desapercibida, no pudo evitar sonreír irónicamente cuando se dio cuenta.

En lo que desde luego no podía ser más obvia la pobre, para alegría de Luismi, era en sus celos. Cada vez parecía controlar mejor su expresión mientras le veía con esas dos, pero él la conocía bien, y esos ojos, si pudiesen, las habrían descuartizado vivas por estar allí intentado llevárselo a la cama. Vio cómo Nadia, llegado un momento, salió disparada hacía Lorena y Ana, cuando la vio ir en esa dirección, con el plan y la cara que llevaba, supuso que no tardando mucho, alguna de ambas, o incluso las dos, aparecerían por su lado para alejar a las “lagartas” que intentaban abusar de él, le faltó poquísimo para reírse.

Se dio cuenta también, cuando Lorena y Ana se negaron a lo que fuese que Nadia les pidió, algo la debieron de decir, porque mirando disimuladamente hacía él se quedó pensativa y aún con los celos devorándola en los ojos, se retiró a un sitio más tranquilo, donde se detuvo, con la mirada perdida, completamente pensativa. Al verla entendió que estaba a punto de hacer lo que él hizo con ella, otorgarle una especie de carta blanca de confianza. Se despidió de las dos mujeres, y procurando ir rápido por donde a Nadia le costase poder seguirle, se acercó a su posición, buscando su espalda para poder sorprenderla. Llegó justo al mismo tiempo en que ella echaba a andar en dirección al centro de la exposición, sin duda para seguir con su trabajo, y darle así la carta blanca que él suponía que le otorgaría. No se lo pensaba permitir, lo cierto es que no había pensado qué hacer una vez que llegase hasta ella, sólo sabía que la deseaba, el jueguecito de espías le había calentado. Luismi lo decidió en décimas de segundo, la abrazó con fuerza, levantándola en vilo, luego se retiró con ella hacía uno de esos lugares discretos, tranquilos y apropiados para las conversaciones mas “privadas”.

Nadia se estremeció cuando supo que quién le abrazo era él, luego mordisqueándola suavemente el lóbulo de la oreja Luismi le dijo al oído:

  • Me tienes cachondo perdido toda la noche, no puedo esperar a llegar a casa para follarte viva…, te voy a follar aquí mismo… zorrita mia… y fíjate cómo te miran… -dijo Luismi haciéndole girar la cabeza.

Cuando Nadia escuchó eso, un leve gemidito de excitación escapó de su garganta, sintió cómo se mojaba en el acto al sentirle tan pegado a ella. Para aumentar aún más su excitación, la mano de Luismi hizo que girara la cara y mirara en cierta dirección, donde pudo ver a las dos que habían estado con él, mirándola, ¿con odio? ¿Envidia insana? No sabía qué, pero sí sabía que le encantaba que esas dos la mirasen de ese modo mientras sentía cómo su chico se pegaba a ella haciéndola saber, sobre los cachetes de su culito, lo duro que estaba. Había estado preocupadísima por ese par de zorras y el plan en el que estaban con su chico, pero en lugar de lograr llevárselo de allí y follàrselo, él las había dejado allí tiradas para venir a follàrsela a ella delante de sus morros... Estaba a puntito de correrse viva sólo por el mero hecho de pensar en eso.

Era un recodo de un pasillo donde Luismi la llevó, sólo quién entrara en el podría llegar a intuirlos, para poder verlos debía de meterse una decena de metros por cualquiera de sus dos extremos. Una mano de Luismi le tapó la boca en el mismo momento en que la otra se metió cómo una culebra por debajo de su empapada braguita, sujetándola y arrancándosela de un tirón. Después de eso sintió cómo Luismi se despegaba de ella, cómo le obligaba a inclinarse un poquito, cómo subía su vestido para sentir a continuación cómo su pene la invadía. Sintió cómo la polla de Luismi se introducía en ella, en su coño, hasta lo más profundo, cómo de repente y sin dejarla acostumbrarse se retiraba a toda velocidad, para un segundo después volver a entrar de nuevo hasta el fondo con saña. Apenas fueron cuatro o cinco embestidas cómo esa, antes de sentir cómo sus entrañas eran golpeadas por chorros de líquido caliente que la inundaba y llenaba por dentro. Gracias a la mano de Luismi no se escuchó en media galería el desgarrador gemido que soltó al correrse cómo una perra por la excitación y la calentura al sentir los chorros de semen de su chico en su interior.

Luismi sostuvo a Nadia cómo buenamente pudo, ya que también sus piernas se tambaleaban. No había podido evitarlo, cuando la tomó de ese modo y le mordisqueo la oreja, la deseó, sintió por ella todo el deseo que esas dos zorras habían despertado en el. Pero no por ellas, sino por su chica, por Nadia, necesitaba sentirla suya en ese mismo momento. Le susurró al oído: “Me tienes cachondo perdido toda la noche… no puedo esperar a llegar a casa para follarte viva”. Entonces escuchó salir de su garganta un leve gemidito de excitación que casi lo mata allí mismo haciendo que se corriese de lo excitado que estaba. Sólo le faltó el pelo de una pestaña. La sujeto por la mandíbula e hizo que mirara a las dos zorras que tan celosa la habían puesto, para que se diese cuenta, al verlas allí solas, de que era ella y no ninguna otra quién lo ponía así de cachondo. Se la llevó en volandas, directo al recodo de un pasillo que les ofrecería suficiente intimidad para poder follar.

Al llegar la puso contra la pared, con una mano le tapó la boca, con la otra le arrancó las empapadas braguitas y le subió el vestido. Hizo que se inclinase un poquito y sacándose la polla se la clavó sin miramientos. Estaba a punto de correrse vivo sólo de pensar en ella, de pensar en poder follàrsela así allí mismo, cuando entró en ella fue explosivo. Aunque lo intentó, no aguantó mucho dentro de ella, fueron muy pocas embestidas, quizá sólo cinco o seis, pero para alegría suya sintió cómo Nadia lanzaba un estremecedor gemido al correrse viva a la vez que él le llenaba el coño de leche. Tuvo claro que ella estaba igual que él de caliente.

Se arreglaron cómo pudieron, Nadia usó varios pañuelitos de papel para limpiarse la mezcla de flujos y semen que escurría de su coñito. Después de eso salieron los dos del pasillo cogidos de la mano. Nadia ya había hablado con quienes tenía que hablar, además había echado un polvo la mar de morboso con su chico, y desde luego desde ese instante no tenía la menor intención de separarse de él en lo que quedase de sarao, ni loca. No pensaba volver a dejarlo a disposición de ninguna otra zorra cómo esas dos de antes.

Una cosa que había enfadado a Nadia, y obligado a tomar esa drástica decisión de no dejarle sólo, a los cinco minutos de haber salido de allí, es que por primera vez al estar completamente tranquila por todo lo referente a Luismi y a lo que éste podía estar pensando, era cuando se había dado cuenta de un pequeño detalle. Tal y cómo le contó Jakie cuando las sesiones de fotos en Mérida, Luismi cuando trataba de ser cordial y simpático, de forma totalmente inconsciente arrasaba entre el género femenino. Nada más reincorporarse al sarao los interceptó la redactora jefe de una revista perteneciente grupo para el que trabajaba. Nadia se la presentó a Luismi cómo una buena amiga suya. Era una mujer de unos cuarenta y pocos años excelentemente llevados, muy elegante y considerablemente atractiva. Luismi estuvo de lo más simpático con ella, hablando y haciéndoles reír a las dos.

Cuando se separaron, Irma que es cómo se llamaba esta, medio en broma, le dijo a Nadia antes de separarse de ellos, que más le valía ponerle una sombrillita al solete que llevaba cogidito de la mano, o le iban a faltar uñas para defender su virtud, tras lo que les guiñó un ojo a ambos riéndose. Luismi se puso un pelín colorado con ello, se tomo todo a coña, más aún al ver cómo ambas mujeres se empezaban a reír señalándolo por los coloretes. Lo cierto es que él no se solía cortar de ese modo con nada, pero en esta ocasión le habían pillado a contrapié y sólo pudo ruborizarse. Se sintió cómo un crío de quince años pillado infraganti por una chica mientras la estaba mirando fijamente a los pechos.

Nadia sin embargo, pese a sus risas, no se lo tomó a broma. Después de esto, cuando Irma se marchó y Luismi la miró sonriente, disculpándose por haberse puesto colorado cómo un colegial, entendió lo que le quiso decir su amiga, también lo que en su momento le dijo Jakie. Luismi ciertamente no había hecho nada, no había hecho otra cosa que sonreírla y disculparse cariñoso, pero sintió que volvía a mojarse de nuevo sólo con eso, sintió las primeras punzadas de deseo en su sexo. Se dio cuenta por primera vez al mirarlo tranquila y sin temor o preocupación de lo que pudiese pensar de ella, que ciertamente, yendo cómo en ese momento, adecuadamente vestido estaba cómo un quesito tierno de rico, que su sonrisa magnética, que esa mirada entre pilla, risueña e inocente, sumado a su simpatía y clara ausencia de intento de ligar con su interlocutora, todo eso en conjunto, era cómo dinamita para cualquier mujer. Más aún si cabe, si esta ya de por si estuviese predispuesta a tener algún rollete, y a ella desde luego, le habían bastado esos breves instantes para estar otra vez mas que dispuesta a echar otro polvo con él donde fuese, volvía a desearle cómo antes, con casi la misma intensidad.

Desde luego Irma tenía toda la razón, le gustase o no, tenía claro que, o hacía algo para desactivar ese conjunto tan letal, o le iban a faltar uñas para defender su territorio. También entendió la sutil indirecta de Irma con la broma cuando se despidió. Ella era una mujer casada, con un familia a la que quería por encima de todo, por lo que era de las que no se explayaba nunca en estos saraos, pero le había dejado caer que de no haber sido porque Luismi estaba con ella que era una amiga, dudaba seriamente que a la más mínima oportunidad que este le hubiese ofrecido no se hubiese lanzado a por él. Lo que le trató de decir con todo esto, es que Luismi simplemente por cómo era en cuanto mostraba algo de confianza con su interlocutora, suponía una tentación para cualquiera por muy santa que ésta fuese.

Nadia tuvo un clarísimo sentimiento de profundo orgullo, de que alguien cómo Luismi fuese suyo y sólo estuviese pendiente de ella, más aún, completamente entregado a ella. Claro que por otro lado, no pudo evitar un fortísimo ataque de celos sólo de pensar que por ser cómo él era, y cómo a ella la gustaba que fuese, alguna zorra pudiese intentar pisar en terreno vedado, en “su” terreno vedado. Sus sentimientos sobre eso se traducían en que Luismi era “SU” Luismi y a cualquier zorra que intentase pasarse con él en lo mas mínimo, le arrancaba todos los pelos del coño.

CONTINUARA