Dime que no fue un sueño

Fue el domingo. Tu me habías dicho que tenías el sexo rasurado y ese pensamiento me puso excitada, porque era la primera vez que hablábamos con tanta intimidad.

Hola Yesi. Otra vez estoy ante la compu. Despues de hablar contigo le di de comer a mi gato, comí yo y me senté a ver la Tv, pensando que me quedaría dormida, pero estoy como nerviosa, así que voy a ver si puedo contarte mi sueño. Me parece dificilísimo, porque los sueños son mezclas de fantasía y realidad y las palabras no son suficientes.

Fue el domingo. Tu me habías dicho que tenías el sexo rasurado y ese pensamiento me puso excitada, porque era la primera vez que hablábamos con tanta intimidad. En este tiempo yo uso un pijama corto, de verano, el rosa de la foto que te envié. Pero justo por la mañana lo había echado a lavar. Y el de invierno, con pantalón largo y mangas largas es demasiado cálido y pensé que tendría calor con él. Bueno, no se porqué, pero me acosté desnuda, cosa que jamás hago aún en los días de más calor del verano.

Las sabanas estaban fresquitas y fue agradable sentir el frescor en la piel caliente. Y siempre duermo boca abajo, con las piernas abiertas. Y estaba pensando en tí cuando apagué la luz.

No se que hora sería cuando, de repente, estabamos en la playa esa de la foto, con el Morro al fondo. Pero no veía toda la playa, solamente el sitio donde estabamos tu y yo. El resto no existía. No se que había alrededor, si había acantilados o vegetación, si ni había gente, aunque era como si no existiese nadie en el mundo.

Las dos estabamos desnudas, pero ni nuestra ropa se veía por ningún sitio. Tu estabas boca arriba, con las piernas ligeramente abiertas y con el brazo derecho bajo la cabeza. Yo estaba acostada boca abajo, un poco de lado. Tenía el brazo izquierdo bajo tu pierna, y la cara sobre tu muslo izquierdo, muy cerca, tan cerca de tu sexo que solo estirándome un poco podría besarte ahí.

Tu mano izquierda me acariciaba y tus dedos se enredaban entre mi pelo. Muy despacito, con mucha ternura. Y yo te acariciaba, sintiendo y hasta oyendo el roce de mis dedos sobre el vello de tu pubis. Era como la barba de un hombre de varios días sin afeitar. Rascaba un poquito y era muy agradable.

Lo raro de todo y lo que no entendí era que no había nada de pasión entre nosotras. Nada de excitación. Como si hubiésemos estado así miles de veces antes. Como si nos conociésemos de muchos años antes. El tiempo no existía, no teníamos prisa y hubiéramos estado así durante horas.

Y mirábamos sin ver. Como soñando. Con esa mirada perdida con que se miran las personas enamoradas. Que miran el interior. Yo levantaba un poco la mirada de tu sexo y veía tu pecho que se alzaba muy poquito, con la respiración muy lenta, como a punto de dormirte. A ratitos, tu pecho se hinchaba un poco más, como con un suspiro. Y un poco más allá veía tu cara, con una sonrisa preciosa, con los ojitos que también reían. Y la sensación de paz, de tranquilidad. Y sin palabras, yo notaba que me querías y tú notabas lo mismo.

Yo nunca noté esa sensación más que cuando me acosté con aquella amiga a los 16 años y después de querernos nos quedamos abrazadas, felices, sin palabras, sin pensamientos, solamente con nuestros sentimientos y con nuestro amor satisfecho.

Y así estuvimos mucho tiempo, tu acariciando mi pelo despacito y yo notando cariño en cada una de tus caricias. Y yo pasando lentamente mis dedos entre los pelitos muy cortos de tu coño. Hasta que estirándome despacito y con placer, igualito que cuando mi gato se despierta y se estira, puse mi cara sobre tu montecito y la movía muy despacio frotándome la mejilla contra él y oyendo el roce suave de tu vello.

Después seguí haciendo lo mismo pero con los labios y era súper agradable el tacto que sentía. Y entonces sentí que ya nuestros corazones latían más deprisa. Miré y vi tu pecho que subía y bajaba más rápidamente que antes. Y que tenías los ojos cerrados y la boca más abierta. Y yo notaba tu mano entre mi pelo más brusca que antes, y que presionabas un poco más hacia abajo mi cabeza contra tu cuerpo, y al mismo tiempo abrías un poco más las piernas, como queriendo que mis labios buscasen más abajo.

Y sentí tan fuerte tu deseo y el mío que empecé a besar los labios de tu sexo. Ya entonces yo tenía la respiración agitada y sentía que tú con las dos manos sobre mi cabeza la apretabas con fuerza contra ti. Y la guiabas con movimientos de arriba abajo. Cuando con mis labios separé los labios de tu sexo te sentí estremecer y eso me hizo estremecer a mí. Ya nuestras respiraciones eran entrecortadas, jadeantes y yo me notaba la cara sofocada y sudorosa. Abrí los ojos y vi tu vientre con perlitas de sudor, tu pecho subiendo y bajando rápido y tu cara con los ojos muy cerrados y la boca apretada.

Yo ya metía toda mi lengua entre los labios de tu vagina y te sentía húmeda. Y notaba tu clítoris hinchado y duro. Y con la punta de la lengua empecé a frotarlo con movimientos cortos y rápidos. Y noté que te estremecías aún más. Y soltaste un gemido al tiempo que torcías el cuerpo y soltabas una mano de mi cabeza, mientras con la otra me presionabas aún más fuerte y más profundo hacia dentro de ti. Y con la mano libre te estiraste y me enlazaste la cintura atrayéndome hacia arriba, hacia tu cabeza.

Yo adiviné tu deseo y tú adivinaste el mío, y girando nuestros cuerpos enseguida sentí tu boca besando mi sexo mientras yo seguía besando el tuyo. Las dos teníamos ya las piernas muy abiertas y nuestras cabezas, nuestros labios y nuestras lenguas buscaban un placer más profundo.

Nuestras respiraciones iban al mismo tiempo, y ya nuestros corazones se agitaban locos. Nuestras manos estaban crispadas separando los labios de nuestros sexos, y el ritmo de nuestras bocas, de nuestros labios y de nuestras lenguas ya eran frenéticos. Yo estaba muy mojada y sentía tus boca húmeda y tu lengua muy adentro. Yo ya gemía. Tú ya gemías. Tú estabas mojada y sentías muy dentro de ti mi boca y mi lengua buscando tu placer y el mío. Con hambre. Con desesperación. Y nuestros gemidos se convirtieron en grititos.

Mis manos te apretaban con fuerza contra mi boca y yo sentía las tuyas apretándome también contra la tuya. Yo notaba mi cabeza estallar. Los gritos empezaron a ser más rápidos. Las dos al mismo tiempo, convirtiéndose en jadeos. Te notaba estremecer. Yo me estremecía contigo. Sentí escalofríos cuando noté que tu Togo palpitaba con fuerza. Y al instante me sentí yo palpitante y a punto de estallar. Noté que de repente te contraías, te quedabas quieta, con todo el cuerpo en tensión. Tú notabas lo mismo en mí. Todos los músculos de nuestros cuerpos estaban vibrantes

Y fue como una explosión. De placer, de amor, de alegría. Al mismo tiempo. Con convulsiones. Con un largo gemido final. Y yo sentí calor y frío a la vez. Y creí morir y vivir a la vez. Y después llegó la paz. Nuestros cuerpos se fueron relajando lentamente y nuestros músculos se fueron abandonando. Y en ese momento sentí un amor inmenso. Por ti. Por cada trocito de tu piel. Y sentí que tú también me querías. Sin decirlo con palabras. No hacían falta las palabras. Solo nuestras almas se comunicaban. Y te empecé e besar despacito, con cansancio y con mimo. Y sin prisas. Y tú también me acariciabas y me besabas despacito, con flojera, y sin fuerzas. Pero con un amor infinito. Yo lo noté. Tú lo notaste también. Éramos felices. Nos queríamos.

Si, Yesi, hicimos el amor. Aunque nuestros cuerpos estaban separados por miles de kilómetros de distancia, lo hicimos. Con nuestros espíritus. Con nuestro amor. Con nuestro deseo.

¿Fue solamente un sueño?

Estoy llorando. Te quiero.

Luisy