Diez horas al Sur.
Séptima parte.
— ¿A dónde ibas? — Dijo una vez a mi lado, pasando su mano por mi cintura. —
— ¿Ahora? Ahora a comprar agua. — Volví a caminar, pero con ella al lado. — ¿Vos?
— Vengo a entregar un trabajo que hice. — La miré y ella sonreía. En la mano derecha llevaba la campera negra de cuero negro envolviendo algo. Entré sola y compre el agua.— ¿A qué hora sale el micro? —
— En quince minutos. — Nos quedamos paradas ahí, mirandonos. Vi correr a Matias, mi sobrino, hasta nosotras. Lo tome en brazos. — Mi hijo. — Ella sonrió y el enano me dijo que me llamaba mi hermana. La miré. Busqué su mano y caminamos donde me esperaba mi hermana y mis otros tres sobrinos.
— Están llamando para subir al micro. — Dijo mi hermana sorprendida, sin dejar de mirar a Julieta. Sentí su mano apretar la mía y me soltó.
— Ella es Juli. — La miré y tenía la misma cantidad de nervios que yo. La saludo con un beso en la mejilla, al igual que a mis sobrinos.
Me despedí de mis sobrinos primero y después de mi hermana. Estaba acostumbrada a esa situación con ellos, en el año lo hacía cinco veces seguro. Miré a Julieta.
— Yo te ayudo con la valija. — Volvió a hablar. Mi hermana se despidió de ella y se fueron. La miré y sonreí. — Esto es para vos. — Me entregó la campera con algo dentro.
Saqué la campera y vi un álbum, que en la tapa color verde y en letras blancas que decia "Me dabas la mano y no hacía falta más." Una versión más directa que la de Benedetti. Juntaba las páginas una cinta del mismo color de la tapa que terminaba en un prolijo moño. Sonreí y la abracé.
— Podes mirarlo en el viaje.—Dijo, y yo quisé devolverle la campera, pero nego con la cabeza. — Es lo que envolvía el regalo. Es parte del regalo. —
— ¿Y vos? — Comenzabamos a caminar a donde me esperaba el micro. —
— Tengo otras camperas. — Llegamos al lado del micro, me pusé de frente y la miré. Ella terminó con la distacia y me abrazó. — Esperame que tienen que guardar la valija. — Se despegó y la vi llevarla hasta el hombre que la guardo.
— Nos tenemos que ir. — Dijo un hombre gordo y calvo, de camisa blanca, corbata y pantalón azul.
Julieta volví a acercarse y volvió a abrazarme. Besó mi cuello y luego mi boca. Escuché al hombre calvo hacer el típico comentario "Que desperdicio". Pero sentí sonreír a la mujer del escote más lindo en mis labios y no me importó..
— Yo también voy a extrañarte. — Me di vuelta y subí al micro.
Se quedó parada en el mismo lugar hasta que me alejé. Miré la portada del álbum y sonreí otra vez. Me tapé el torso con su campera, que aún tenía su olor, y miré las fotos. Empezaba con la foto que nos tomamos con Martín, luego las de la noche en la rambla. Mi favorita es una que se sacó ella sola, de la nariz para arriba, con los ojos verdes muy brillosos, la playa de fondo y la luna arriba de su cabeza. En las otras 18 fotos, saliamos las dos haciendo morisquetas. El la última carilla del libro fotográfico, con un marcador tenía escrito "Mi estrategia es que un día cualquiera, no sé cómo, ni sé con qué pretexto, por fin me necesites.". Fue entonces que caí que me estaba yendo, y que existía la posibilidad de no volverla a ver. Como sea, la iba a extrañar.
Diez horas de viaje pasaron y yo ya estaba en mi ciudad natal con la maleta andando atrás, la campera negra en la mano izquierda y el albúm en la mochila de mi espalda. Subí a un taxi para llegar a casa. Nada había cambiado, pero yo veía todo diferente.
En casa me recibió primero Molly, mi perra, después mi mamá. Llevé mis cosas a mi cuarto, que era del color de los ojos de Julieta. Volví a la sala para tomar mates con mamá y contarle cómo estuvieron mis vacaciones, sacando a Julieta. Mi mamá no sabía de mi gusto por las mujeres, o al menos yo no se lo había dicho. Solo lo sabian dos de mis tres hermanas. Terminamos los mates y la charla, y necesitaba dormir en una cama. Volví a mi cuarto, me saqué la ropa y me acosté tapandomé con una sábana. Entró mi mamá.
— Jime, hace unos días vino Rocio, dijo que la llames. — La miré sin entender nada. — ¿Se pelearon? Tan amigas que eran — Me reí y ella se puso seria.—
— Después la llamo. Gracias Ma. — Cerró la puerta y busqué mi celular. —
Rocio era la mujer que yo consideraba el amor de mi vida, pero que no era una consideración recíproca. Hace más de cinco meses que habíamos terminado una relación de un año, y nunca supe bien porque. No la había vuelto a ver desde entonces.
Miré mi celular y vi un sms de Julieta, "Espero que se te haya hecho corto el viaje... Y que te haya gustado el regalo.". Sonreí y le contesté "Casi tan lindo como vos. Gracias.". Me quedé dormida a los pocos minutos.
Cuando me desperté me bañé y volví a mirar el celular. "Tipo diez, si podes y queres, agregame a Skype.". Las cinco horas que faltaban para las diez, se me iban a hacer eternas. Busqué algo para comer y preparé todos los papeles para la próxima semana que debía ir a anotarme a la facultad. Mamá volvió a recordarme que Rocio pidió que la llamé, pero no hice caso.
Las diez y yo hacía más de veinte minutos que estaba sentada en frente de la pantalla de mi cumputadora. Me llamó y la ví. Volví a ver su sonrisa y su mano acomodar su pelo.
— Hola Guardavida. — Dijo y yo sonreí. La vi dejar una cerveza al costado izquierdo de su computadora.
— Hola Rubia. — Era raro verla así, pero iba a tener que acostumbrarme. Sonrió. — Estas tomando cerveza sin mi. —
— Vos te fuiste. — Miró hacia abajo un segundo. — ¿Cómo fue la vuelta? —
— Bien, aunque viajar diez horas no debe ser lindo para nadie y ya descansé. — Até mi todo mi pelo en una cola de caballo.— ¿Tú día bien? —
— Todo pasa por el destino del viaje. — Tomó un trago de su cerveza. — Mi día bien. Estuve con Martín, que te manda saludos. Trabajo y más trabajo, por suerte. —
La converzacón duró al rededor de dos horas. Me pidió que le mostrara mi cuarto, que me probara su campera o la mía. En un momento se fue de la computadora para ponerse la enorme remera. Hablamos de viajes, de su cumpleaños y de mi futuro universitario. Teníamos buen sexo y buen dialogo, no estaba nada mal.
Los siguientes cuatro días fueron pasando así, como si fuera rutina. Me levantaba a leer (Terminé con Bajo la Misma Estrella), por la tarde visitaba a mi hermana Veronica y después era esperar que pasé el tiempo para verla a través de una computadora.
Era lunes y tenía que ir hasta la facultad a anotarme definitivamente en "Licenciatura en Lengua y Literatura". Veinte minutos en colectivo y diez caminando. Fui y en menos de quince minutos había terminado con el papeleo en la facltad, y como no tenía mucho que hacer caminé hasta la libreria. Miré algunos libros, leí algunas contratapas, pero compré "El libro de los abrazos" y salí del local.
— ¡Ji! — Escuché que gritaban y solo una persona me decía así. ¡Mierda!. — ¡Ji! — Volvió a gritar y yo me giré. — ¿Cómo estás? — Preguntó Rocio una vez que estuvó frente a mi. Sonrió. Miré al suelo.—
— Bien. ¿Vos? — No me salía ninguna expresión, pero seguía pensando en que era el amor de mi vida. Tenía la sonrisa y la voz perfecta según yo. Los ojos tristes y el pelo más despeinado del mundo, eso la hacia casi irresistible.—
— Bien. — Me miraba como siempre, a la boca. — ¿Te dijo tú mamá que fui? — Asentí con la cabeza y ella borró su sonrisa. — ¿Estas ocupada? ¿Café? O mates en casa... — No estaba ocupada y no sé mentir. —
— Café. — Vivía a tres cuadras de la libreria. No quería volver a su casa. Miró la bolsa que tenía en mi mano derecha. —
— ¿Cuál compraste? — Empezamos a caminar a la confitería que estaba a no más de diez metros. Recordé su amor por los libros y de lo influyente que fue en mi
— El libro de los Abrazos. — La miré antes de sentarme. Estaba muy linda. Ese vestido a rayas rojas y blancas con el pelo suelto, le quedaba muy bien. Recordé la foto que le sacó su hermana con un cartel que decía "Tortas fritas" con ese mismo vestido, en unas vacaciones con su familia. Sonreí. — ¿Por qué fuiste hasta mi casa? —
— Quería hablar con vos. — Levantó la mano para que nos atendieran y me volvió a mirar. — Cambiaste el número el número de celular. — Asentí con la cabeza y se acercó la moza. — Un cortado — Me miró y yo hice una media sonrisa. — y un capuccino. — Volvió a mirarme. — ¿Medialunas? — Negué con la cabeza. Miró a la chica. — Nada más entonces. Gracias. —
— ¿De qué querías hablar conmigo? — Pregunté mientras guardaba el libro en mi bolso. —
— De nada en particular. Solo quería hablar con vos. — La miré resignada y ella solo sonreía. — ¿Empezas Psico este año? .
— No. Este año empiezo Lengua y Literatura. — Se acercó la chica con el pedido y Rocio volvió a agradecer. Le pusé adulcorate a mi posillo. —
— ¿Por qué? Quiero decir, hasta donde yo te conozco, la psicología es lo tuyo. — Me miraba mientras rompía el sobre de edulcorante. — No quiero decir que no te va a ir bien en otra carrera, pero... —
— Rocio, solo elegí empezar con otra carrera. — Tomé el primer sorbó de café. — Quiero estudiar Psicología, pero no ser psicologa. —
— Con Miriam — Su psicologa. — creímos... — Dejó de hablar. —
— ¿Vos, todo bien? — La vi tomar de su capuccino y hacer una sonrisa bastante falsa. —
— Estoy bien, pero no en todo. — Volvió a meter su cuchara en el posillo y miró dentro de su taza. — Te extraño, Ji. — Intentó tomar mi mano izquierda que descansaba sobre la pequeña mesa, pero la corri. —
— Yo también te extraño, pero ya hablamos sobre esto. — Suspiró y yo tomé café. — No me interesa tener, ni intentar tener una amistad con vos. — No dejaba de mirarme y me ponía nerviosa. — Está todo bien, pero no me sale ser tan masoquista. Y ahora estoy muy bien, vos sabes lo que siento por vos, pero estoy bien y no quiero dejar de estarlo. — Terminé mi café.
— ¿Estas en pareja? — Me miró y no supé qué decir. — Estas en pareja. —
— No estoy en pareja, estoy bien. — Terminó su capuccino. Dejó la plata sobre la mesa y nos paramos. — ¿Puedo acompañarte hasta la parada del cole?
— Me encogí de hombros y comenzamos a caminar. — ¿Por Cometas en el Cielo? — La miré sin entender. — El tatuaje de tu mano derecha. —
— Sí. — Dijé y volví a poner mi mirada de frente. — Aunque más que por el libro es por la persona que me lo regalo. Sonrió y avanzamos unos cuantos metros en silencio.—
— No te entiendo. — Dijo sin mirarme. — Me acabas de decir que no queres... —
— Sé lo que te digo y mantego todo lo que te he dicho desde que nos conocimos a ahora. — Busqué la tarjeta del colectivo para tenerla a mano. — Que tenga un tatuaje por vos, no quiere decir que vamos a volver. Ahora, en este momento, no quiero volver. — No puedo creer lo que estoy diciendo. Esperé más de cinco meses que esto pasara y ahora le digo que no. Sonó mi celular. "Hoy vi la sombrilla y estuve tentada en ir a sentarme. Creo que eso es extrañarte" sms de Julieta. Sonreí. — Viene el cole.—
— Perdón. — Dijo con los ojos brillosos. Besó mi mejilla y se fue. —
Subi al cole de vuelta a casas y le contesté el sms a la mujer de pelo corto; "Yo no necesito querer sentarme bajo una sombrilla para extrañarte.". Nos escribimos durante todo el día, hasta que se hicieron las diez de la noche y la vi. Me alegré por mi decisión.
Pasaron los días y ya era diesciocho de febrero, cumpleaños de la rubia del escote más lindo que vi. Me sentí un poco mal por no poder estar fisícamente con ella, aunque Martín me había ofrecido pagar los pasajes para que vaya, pero me parecio un poco mucho. La saludé a las cero horas por un sms, "Feliz cumpleaños a la señorita del escote más lindo del mundo.", y la vi sonreír en mi computadora. Sabía que ese día no ibamos a hablar mucho porque era viernes y seguro salía o algo por el estilo.
Así fue. Volvimos a hablar al día siguiente de su cumpleaños. Me mostró a Emma, una perrita de raza ShitZu color blanca con manchas marrones. Me contó lo bien que lo había pasado la noche anterior. Con comentarios estúpidos como "Salí con Martín" y "Volví a casa sola".
Mantuvimos una rutina durante dos meses bastante linda, al menos para mi. En mi caso, por la mañana facultad, almorzar en el confitería de la esquina al medio día y volver a la facultad la mayoria de los días, y por la noche vernos a través de una computadora. Hablamos desde el clima hasta de los señores que me hacían leer en alguna clase. Podría decir que le contaba la clase entera con detalles. Ella me contaba sobre su trabajo, lo que hacía, lo que le gustaría hacer y de cómo hacerlo. Yo tenía bastante conocimiento de diseño gráfico, pero me gustaba escucharla hablar sobre su trabajo. Lo hacia de la misma manera en la que yo hablaba de libros.
Había agarrado confianza, y supongo que eso es un principio para crear una amistad, con una chica llamada Malena.Tenía dos años menos que yo y había comenzado la carrera junto conmigo. Era muy inteligente y todo el tiempo leía algo, aunque sea la etiqueta de la botella de agua.
En esos dos meses que pasaron, en ese corto tiempo, había aprendido más acerca de las personas, de cómo ser más sociable y de literatura, claro. Me crusaba con Rocio seguido, pero era solo un "Hola, ¿Cómo estás?" y seguiamos caminando. Había agarrado el horrible hábito de fumar. Fumaba no más de tres cigarrillos al día y siempre al aire libre.
Una semana antes del veinte de Abril, que era el cumpleaños de uno de mis sobrinos más chicos, mi mamá me dijo que ibamos a ir. Mi sonrisa fue gigante y automáticamente pensé en la rubia del escote más lindo que vi, aunque no le dije que viajaba. La semana pasaba muy lentamente o yo necesitaba que pasara más rápido. Seguimos hablando por las noches y mi nerviosismo era evidente. Todas esas noches estuve a punto de decirselo, pero me contuve.
_______
Sí, ya sé, es muy corto, pero he comenzado a escribir un relato nuevo y solo he tenido ideas para ese nuevo relato. Recién ahora me pude sentar a escribir algo en éste. Es muy probable que queden como máximo dos publicaciones más y se termine.
Ya que estoy escribiendo cosas nada ver, quiero darle las gracias a quienes comentan y a quienes solo leen también (Yo soy de esas). Los comentarios de la publicación anterior fueron muy gratificantes. Es lindo saber que no esta tan mal la historia. Nuevamente, gracias. Ah, me olvidaba, alguien me preguntó a dónde viaja y la respuesta más fácil de decir es al norte, pero podría decir también que al noroeste.