Diez horas al Sur.
Novena parte.
Rutina de nuevo. Mañana en la facultad, almuerzo en la confiteria de la esquina y por la tarde si tenía alguna clase, volver. Por la noche ya no hablaba con ella. No quería explicaciones, no estaba enojada. No quería hablar en ese momento.
Me dedique totalmente a la facultad, a leer y de vez en cuando salía con Malena a algún bar a tomar algo y jugar pool. Ninguna de las dos sabía jugar y por eso jugabamos. Dejé de fumar. Diez días después de haber vuelto del cumpleaños de Juanito, volví a hablar con mi hermana. Faltaba un mes para mi cumpleaños, pero ella ya sabía que venía.
Conseguí trabajo en una libreria de medio tiempo. De ocho de la mañana a dos de la tarde. Aunque lo que me pagaban no era demasiado, me ayudaba muchísimo, y me gustaba estar rodeada de libros. Lo mejor de todo es que me hacían descuentos en los libros que compraba, y algúnos los leía ahí.
Tuve que cambiar mis horarios en la facultad y dejamos de vernos en clases con Malena, pero los miércoles y viernes nos veíamos en el bar de siempre. Un viernes antes de mi cumpleaños, habíamos quedado en juntarnos en el bar después de mi última clase a las veintidós treinta. Me dijo que iba con un amigo y una amiga más, y me pareció bien. Supuse que ese tal amigo, era algo más que amigo.
La vi acercarse con un chico pelado, de barba de algunos días, cardigan cerrado azul sobre una remera blanca y pantalón negro, a su lado derecho. En su lado izquierdo Rocio. El espacio se terminó. Nos saludamos y me presentó a esas dos personas como si no las conociera. Decidí no tomar mucho. Buscamos una mesa cerca de alguna mesa de pool, estaba bastante lleno a compración de otros viernes. Encontramos una vacia en el patio. Malena me hizo señas que quería jugar con él, y di por seguro que le gustaba. Yo le hice señas para que fueramos a comprar cerveza, solo las dos.
—¿De dónde conoces a Rocio? — Pregunté una vez que estuvimos pidiendo, alejadas de la mesa. —
— ¿Te gusta? — Rió y yo negué con la cabeza. — Es hermana de una amiga de la secundaria. —
— Barbara. — Me miró. — Era mi pareja. Rocio.—
— Perdón, no sabía. — Agarramos las botellas que habíamos pedido y empezabamos a caminar de vuelta. —
— No importa.— La miré y sonreí. —
Hacerme problema me parecia poco maduro. Llegamos a la pequeña mesa cuadrada de plástico y dejamos las cervezas. Facu, el chico que hacía a Malena babear, ya había preparado todo para jugar. Rocio me miró.
— ¿Uds dos y nosotros dos? — Preguntó Male con cara de "No me pegues". Asentí con la cabeza. —
— Me parece justo, uds no saben jugar. — Dijo Rocio, mirando a Malena que no había vuelto a sonreír. Me volvió a mirar y me paso un taco. Tomé cervaza. — ¿Todo bien? — Asentí con la cabeza.—
— Les toca. — Habló Facundo y vi a la pequeña Malena tentarse por haber tirado el taco. —
— ¿Yo primera? — Volvío a hablarme Rocio y volví a asentir con la cabeza. Deje la cerveza sobre la meza. Metió la primer bola y volvió a tirar.—
— Perdón. — Me susurró Malena. Tomó el primer trago de su cerveza. Cuando volví a mirar la mesa de tela verde, estaba por tirar el hombre.—
— ¿Ansiosa por cumplir años? — Rocio se paro a mi lado, pero al instante se sentó en una de las cuatro sillas de la mesa.—
— Ni un poquito. — Sonreí. Ella inclinó la botella sobre su boca. —
— ¿Te molesta que este acá? — Negué con la cabeza y me paso mi cerveza. Era mi turno, así que no pude tomar. —
— Ahora sí quiero cerveza. — Le pegué a la bola blanca, pero salió disparada para cualquier lado. — Gracias. — Rocio volvió a pasarme la botella y sonrió. Malena logró meter una bola. —
El juego terminó cuando Facundo y Rocio metierón las bolas restantes, y nosotras dejamos de reírnos por no poder encontrar la manera de jugar.
Caminé hasta mostrador para pedir más cervezas y me senté en un banco de ahí a esperar. Cuando me giré después de pedir, vi acercarse a la mujer de los ojos tristes.
— Creo que deberíamos quedarnos acá un rato. — Miré a la mesa por la puerta que nunca se cerraba y se estaban besando. Sonreí. —
— Creo lo mismo. — Dije y le pasé una botella. Se quedó parada a mi lado y miramos la cantidad de botellas de diferentes colores y contenidos alcoholicos. —
Quedamos en silencio un rato largo e incómodo. Volví a mirar a Malena y seguía con lo mismo. Terminé la segunda botella y miré la hora de mi celular; una, cuarenta y dos. Sentí que tenía demasiado liquido en mi cuerpo.
— Tengo que ir al baño. — La volví a mirar y ella sonrió. —
— Te acompaño. —
— Me bajé del banco y caminamos juntas los primeros dos metros, después terminé detrás de ella por la cantidad de gente. Llegamos al baño y había demasiada luz y dos mujeres más. Me metí en un cubilo y ella quedó estancada en la entrada. Salí, me lavé las manos y la busqué con la mirada pero no la vi. De repente salió de uno de los cubiculos, sonreí y ella sonrió. Se lavó las manos y no pudó contener su niño interior, y me tiró agua. Salimos del baño y ella intentó tomar mi mano. La miré y negué con la cabeza.
— Perdón. La costumbre. — Dijo y esbozó una media sonrisa. —
Caminamos en silencio de vuelta a la mesa. Malena y Facundo ya no estaban pegados por suerte. La mujer al lado del hombre me miró y sonrió.
—No. — Dije y ella no borró su sonrisa.— Creo que es momento de irme. —
— ¿Mañana trabajas? — Preguntó Male. Rocio volvió a clavarme la mirada.—
— Sí. — Contesté antes de mirar a Rocio. —
— ¿En dónde estás trabajando? — Preguntó y escuché a Malena susurrar un "Me va a matar". —
— En la librería del alto. — Contesté. —
— Un poco tú sueño. — Dijo y sonreímos. —
Me despedí de todos con un beso en la mejilla. Era raro tocar con mi boca su mejilla. Salí del bar y me pusé la campera, una campera que no era de cuero. Toqué mis bolsillos para saber si tenía todo y sobre todo la tarjeta del colectivo y comecé a caminar.
—¡Ji! — Gritaron desde la puerta y me giré. — Espera. — Dijo antes de acercarsé donde estaba yo parada.
Me abrazó. Solo me abrazó y yo le devolví el abrazo. Estuvimos así unos cuantos minutos y cuando se despegó de mi sonrio y volvió al bar. Ni una sola palabra, ni una sola insinuación. Sentí alivio.
Llegué a casa poco más de las dos treinta. Quisé leer un poco antes de dormirme, pero me sentía cansada. Me saqué la ropa y me acosté con Molly a mis pies.
Me levanté para irme a trabajar. Busqué mi bolso y metí el libro que había sacado con intenciones de leer el día anterior. Metí el celular, el monedero y enredé la bufanda negra en una tira de éste. Me gustaba el frío. Tomé el cole y llegué a la libreria diez minutos antes. Me senté en las escaleras y pensé "Si me llama ahora, la atiendo", pero el celular nunca sonó. Llegó el hombre de anteojos redondos, dueño de la libreria, me saludó con una gran sonrisa y abrió. Comenzó mi media jornada laboral. Después de veinte minutos vi entrar a Rocio, todavía un poco dormida, con dos vasos de cartón llenos de café. La miré sorprendida todo el camino de la puerta a donde yo estaba. Beso mi mejilla izquierda y me entregó uno de los dos vasos y se fue. Vi a Barbara esperandola afuera.
Paso el tiempo y se terminó el trabajo. Caminé dos cuadras y me senté a almorzar en una pequeña confitería. Me encontré con un compañero de la secundaria con el que acordamos volver a juntarnos. Volví a casa cerca de las dieciseis.
Desde esa tarde de sábado, hasta la noche del miércoles fue trabajar por la mañana y estudiar para el parcial que tenía el día siguiente. No dormí mucho esa noche. Pedí la mañana en el trabajo y llegué media hora antes del parcial, me senté en el suelo a seguir estudiando y a esperar que se haga la hora.
Tres horas después volví a casa, mi hermana acaba de llegar y todo era un lio de personas sonrientes. Me abrazaron mis sobrinos. Los tres a la vez y me di cuenta que los había extrañado. Mi hermana se acercó a saludarme.
—¿Cómo te fue? — Preguntó y me encogí de hombros. — Mañana llega tu regalo. —
— ¿Cómo llega? — Ella solo sonrió y se alejó.
Tomamos mate y ella seguía sin decirme qué era lo que iba a regalarme que aún no llegaba. Me preguntó cómo me iba en el trabajo, si estaba leyendo más y si tenía amigas nuevas. Le gustaba hablar mucho. Cocino para todos y cuando llegó mamá del trabajo comimos todos juntos. Papá me hizo la misma pregunta que Rocio relacionada a mi cumpleaños y la respuesta fue la misma también. "Ahora vas a empezar a cumplir años más rápido", dijo y se despidió de todos para volver a irse a trabajar.
Mamá volvió a recordar por vigesimoprimera vez mi infancia y mis cambios tantos fisícos como mentales. Recordé porque no me entusiasmaba cumplir años. Volví a jugar con los chicos en el patio de casa después de mucho. Me sentí vieja al notar lo grande que estaba Gonzalo.
Por la noche hablé con Male, que me seguía pidiendo disculpas por lo de Rocio y que venía a cenar a casa el próximo día. Cuando corté la llamada me recosté en mi cama a ver dibujitos con Matias. No pude evitar pensar el ella. Me dormí con el enano apoyado en mi hombro.
Me desperté porque mis sobrinos, los dos restantes, se tiraron encima de nosotros a cantarme el feliz cumpleaños. Detrás de ellos llegaron mis hermanas, mi mamá y mi papá. Pregunté la hora, pero nadie contestó.
Después de haberme despertado, cantado y un poco golpeado, mis sobrinos salieron, detrás y después de darme mi regalo, mis padres y dos de mis hermanas. La que andaba de visitas, se quedó sentada a mi lado.
— ¿Falta alguien? — Preguntó y yo solo la miré. — Nada. —
— No estas bien. — Sonreí y busqué mi celular para saber la hora. siete y diez.— ¿Preparas mate? — Mi hermana se levantó y salió de mi cuarto. —
Salí unos segundos después de haberme cambiado, pasé por el baño y después llegué a la cocina justo cuando el mate estaba listo. Papá me dijo que él me llevaba hasta la libreria. Desayuné más tranquila.
Ocho en punto estaba bajando de la camioneta de papá y el hombre de pelo blanco y anteojos redondos abría la puerta. Le sonreí y le deseé buen día. Entramos y a los pocos minutos llegaron unas quice cajas de libros que tuve que acomodar. Iba sacando el cuato libro y siento que alguien me abraza por los hombros. Cerré los ojos e inhalé el aire para sentir el olor. Rocio.
— Feliz cumpleaños. — Susurró antes de que me girara. Sonreí. Vi a su hermana detrás de ella. —
— Gracias. — Dije y se acerco Barbara con las mejillas un poco rojas. —
— Feliz cumple. — Beso mi mejilla. Sonreía. —
— Por lo único que me gusta cumplir años es porque es el único día que no me molestas. — Sonreí igual que Rocio al lado de ella.—
— Hace mucho no te molesto. Enana. — Agregó y golpeé su brazo izquierdo. —
Todo se volvió silencio. Barbara salió del local después que Rocio se lo hiciera saber con una mirada. Ella caminó hasta el mostrador y dejó una pequeña bolsa sobre el mostrador, al lado de la computadora. Sonreí y ella volvió a donde yo estaba para besar mi mejilla derecha e irse. Guardé la pequeña bolsa en mi bolso y me dediqué a terminar de acomodar los libros.
Volví a casa apenas salí de mi lugar de trabajo. En el jardín de casa estaban mis tres hermanas sentadas, hablando. Algunas más que otras. Entré directo a bañarme. Cuando estuve lista salí al jardín con mis hermanas y un libro en mi mano derecha.
Cerca de las veinte, papá volvió a casa con cajas de pizzas, de empanadas y algunas cervezas. Sonreí al verlo entrar por la puerta. Detrás de él entró Malena directamente a abrazarme. "No traje a Rocio. Feliz cumpleaños.", dijo sin soltarme. Reí. Me entregó una bolsa con una remera con la cara de El Principito, que se volvió mi prenda favorita. Papá le sirvió un vaso de cerveza y se sentó en el sillón del fondo junto con una de mis hermanas. Guardé la remera en la bolsa y la bolsa en mi cuarto. Cuando volví escuché a mi hermana mayor hablar por teléfono con alguien y "Ahora te voy a buscar", fue lo único que escuche. Me senté al lado de Malena, y en ese mismo momento sonó mi celular. Mi amigo saludandome desde España. Me paré y caminé hasta el jardín para escuchar mejor. Hablamos cerca de quince minutos, donde el "te extraño idiota" se repitió unas diez veces en ambos lados del celular. Cuando volvía a caminar hacía adentro escucho a mi hermana gritar mi nombre desde el otro lado de la puerta. Me giré y las vi. Ellas subieron los dos escalones y quedaron frente a mi cuerpo estático. Mi hermana se acercó un poco más y me susurró un nuevo "Feliz cumpleaños" y entró a casa. La vi sonreír nerviosa y no pude evitar imitarla. Sonrió. Sonreí. Sonreímos.
— Feliz cumpleaños. — Dijo antes de acercarce lo suficiente como para poder acariciar mi mejilla derecha. Yo seguía sin poder moverme. —
— Gracias. — Susurré y ella despegó su mirada para mirar hacía la ventana. —
— Nos están espiando. — Y aunque era de noche y estaba frió sé que su cara estaba roja por timidez. —
Busqué su mano y por fin pude mover mis piernas. Entramos. Mi hermana tenía la sonrisa más grande del mundo. Malena, que ya conocía su existencia, estaba más sorprendida que yo. Los demás no tenían noción de la importancia que tenía esa persona en mi y que yo acababa de darme cuenta. Sentí cómo su mano se despegó de la mía cuando vio a mi papá. Lo saludó a él y luego a mi mamá. Papá, como a Malena, le sirvió un vaso de cerveza. Se sentó a mi lado izquierdo en el sillón.
— Está vez yo no tengo nada que ver. — Malena me habló, la escuché pero no me salía la voz. Sonreí.— ¿Cómo fue el viaje? — Preguntó Malena. —
— Bien. un poco mucho diez horas. — Contestó ella y yo me paré de ahí. Sentí la mirada de las dos en mi espalda.—
Caminé directo a donde estaba mi hermana, que a medida que me acercaba su sonrisa se iba borrando. La miré seria unos diez segundos.
—¿Te vas a enojar? — Negué con la cabeza. — Ya sé que no te gustan las sorpresas, pero... — Miró a la mujer del escote más lindo que vi y me miró de nuevo a mi. — Me pareció lo mejor para que pueda volver a verte. —
— Me tendrías que haber dicho de todos modos, Eli. — No pude evitar clavar mis ojos en su verde mirada. —
— Cuando hables con ella, me vas a entender. — Mordió una porción de pizza que mamá acaba de poner sobre la mesa. — La vas a ojear. — Susurró y no pude evitar sonreír. — Me cae mejor que... —
— Basta. — Dije y volví al sillón. — Vamos a la mesa. — Ellas se pararón y caminaron detrás de mi. Las escuché hablar, pero no de qué. —
Estaba siendo todo raro. Mis otras hermanas me bombardearon con preguntas sobre la recién llegada que apenas pude contestar. Llegaron mis tíos con mis primos, dos amigas de la secundaria y todo se volvió un poco incontrolable.
En un momento me di cuenta que mis padres y mis tíos no estaban. Miré mi celular y tenía un sms de mi hermana; "Nos vamos donde Vero. Nos quedamos acá. Beso.". Eramos nueve personas sentados al rededor de la mesa hablando a la vez. Me paré para salir afuera y poder llamar a mi papá para saber dónde se habían metido. Apenas cerré la puerta, escuché que la abrian de nuevo. Me giré con el celular en el oído y ahí estaba ella. Mi papá contestó el teléfono. No sé que me decía porque mi atención estaba toda en ella que estaba cada vez más cerca de mi. La distancia se terminó y tuvé que cortar la llamada. Su mano derecha busco mi mano izquierda. Hizo un paso más y sus manos pasaron por mi cintura, hasta mi espalda y su cabeza quedó sobre mi hombro izquierdo. Mis manos se posaron en su cadera. Cuando se despego de mi, vi su boca abrirse para hablar, pero apareció Agustina, mi prima.
— Perdón. — Dijo al vernos juntas. Su mirada bajó hasta nuestras manos que estaban juntas. — Jime, se terminó la cerveza. Vamos a Max. — Asentí con la cabeza y sentí su mirada verde en mi cara.—
Entramos de nuevo a casa. Malena estaba anotando algo que le decía uno de mis primos en su celular, y los demás se estaban poniendo abrigo para salir. Seguíamos de la mano. Caminamos hasta mi cuarto. Ella miró todo al rededor y yo busque mi campera. Mi campera de cuero negro y su olor. La volví a mirar y se había puesto mi bufanda negra en su cuello. Buscó mi mano y volvimos al comedor.
Pedimos dos taxis para poder irnos. En uno subimos Malena, Agustina, ella y yo, y en el otro el resto. Llegamos al pub y pedimos cerveza. La mayoria se alejó y quedamo solas una vez más.
— Todavía no te di mi regalo. — Dijo muy cerca de mi oído derecho. — Estamos muy cerca del hotel donde me estoy quedando. —
Buscó mi mano una vez más y me llevó hasta afuera. La miré y ella solo sonrió. Caminamos cinco cuadras y entramos en el hotel. Ella se acercó al mostrador, donde había un chico que le entregó un juego de llaves. Me miró y volvimos a caminar hasta la puerta del ascensor. Recordé cada uno de nuestros viajes en la caja espejada. La puerta se abrió y entramos. Todo se volvió incómodo y como en mi primer viaje en ascensor con ella, mi mirada cayó al piso. Como en nuestro primer viaje en ascensor su mano derecha levantó mi barbilla y me besó. Está vez el viaje no era tan largo y la puera se abrió en menos de dos minutos. Salimos y ella abrió la puerta que tenía el numero siete en ella.
No dejó ni que mirara el cuarto del que solo pude notar que tenía las paredes de color blanco, que tenía su boca sobre la mía y sus manos acariciando mis brazos. Mis manos se posaron en los costados de su cabeza e hicieron que se termine el beso. Me miró e hizo una media sonrisa.
—¿Estás bien? — Solo pude asentir con la cabeza. — Bien. Creo que deberíamos hablar. — Agrego y buscó mi mano para caminar hacia la cama.—
— No quiero. — Dije una vez sentadas al borde izquierdo del mueble. — No quiero explicaciones, solo quiero que no me mientas. — Ella tenía mi mano derecha tomada en su mano izquierda, sobre sus piernas. Su mirada volvió a mi.—
—Desde la última vez que fuiste a casa que estoy intentando ser sincera con vos. — Me soltó y se puso de pie. Caminó un ida y vuelta desde la cama a la puerta, notablemente nerviosa. —
— ¿Vas a sincerarte ahora? — Pregunté y ella dejó de caminar. Sonrió. —
— ¿Queres tomar algo? — Negué con la cabeza. — Yo necesito agua. — Iba a comenzar a caminar hacia la puerta pero alcancé a tomarla del brazo. —Tengo que ir abajo a comprar agua. — Pasé mis brazos por sus hombros y la ella me abrazó por la cintura. La besé. —Te amo. — Susurró y yo la volví a besar.—
La volví a besar como cuando me volvía a casa. La volví a besar como cuando la volví a ver en el estacionamiento de su edificio. La volví a besar con ilusión.
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No es el final de la historia, pero sí de este relato (O lo que sea). Es decir, la historia va a continuar en otro momento y quizás con un nombre diferente. ¿Me explico?.
Ahora, en el tiempo que tengo para escribir, voy a avanzar con la historia que interrumpió ésta y ya veré cuando vuelvo por acá. Por las dudas agradezco mucho, muchísimo, los comentarios y las leídas hasta el final. Gracias.