Diez

Sus dedos separan levemente mis nalgas y yo cierro los ojos queriendo negarme, sé qué viene ahora y sé que me va a doler aún más

DIEZ

Mientras siento el sudor caer por mis sienes, mantengo la cabeza agachada intentando no cometer ningún error, ninguna falta. Tiemblo de excitación y siento como goteo despacio humedeciendo el almohadón con la punta. No lo oigo, ni lo veo, tengo los ojos tapados con un pañuelo negro, pero lo puedo sentir  cerca, sé que su cinturón sigue en la mano mientras las mías se aferran al cabecero.

Sus dedos separan levemente mis nalgas y yo cierro los ojos queriendo negarme, sé qué viene ahora y sé que me va a doler aún más. Pero antes de que pueda acabar de pensarlo un silbido en el aire me avisa de que se estrella en la parte baja de mis nalgas.  Su cinturón golpea con fuerza dejando, estoy seguro, marcas rojas. Me abre un poco más y yo instintivamente opongo, por un segundo, resistencia ante sus manos  pero me doy cuenta y las abro dócilmente apretando el cabecero, callado, queriendo que no se de cuenta de mi falta.

¡DOS! Un segundo correazo contra los muslos abiertos, abajo, entre ellos y su mano izquierda sujetándome  la cintura. Yo me muerdo los labios,  quieto, con la mente perdida en las sensaciones que me suben paralelas al dolor, el calor, el fuego que me invade ¡TRES! Y en este momento la quemazón es tan fuerte que querría gritarle que no son tres, que antes me ha azotado diez veces con la mano y que con cada golpe además de dolor empuja las bolas chinas que me ha metido y estás se mueven insistentes.

Pero sé que no puedo correrme, no tengo permiso.

¡CUATRO! Yo me echo hacia delante y siento su brazo rodearme sacando mi culo. Un fogonazo arde en mis nalgas abrasándome mientras siento que una corriente eléctrica me invade, abre mi culo y  se mueve, cambia de posición levemente para azotarme entre mis glúteos con fuerza ¡CINCO! El canto de la correa sacude con rabia la raja, esa parte de mis glúteos que se junta. Al dolor se une una fuerte sensación de estar llegando, sin querer, al orgasmo y gimo mientras el dolor aún no ha desaparecido ¡SEIS! Vuelve a sacudir la correa contra la base del juguete que ha incrustado en mi culo antes de empezar a azotarme. Mantiene mis nalgas separadas para asegurarse de que cada correazo empuje un poco las bolas chinas. Las ráfagas de placer acompañan la quemazón  y el dolor y antes de que pueda pensar en  nada  abre un poco más mis nalgas y golpea de nuevo algo mas suave bajo ellas, en la zona donde se pliega la piel y casi roza mis pelotas ¡SIETE! Pero la otra mano  ya no esta en mi cadera ha ido paseando a mi erección que está empapada.

-          ¿Quieres correrte? Puedes hablar.-Su voz es firme.

-          Sí. -No me da tiempo de decir nada más.

-          ¡OCHO! -Dice esta vez en alto-, te dije que antes de que acabara querías correrte.

-          Aún te quedan dos. –Dice, pero mi cara está tensa y no puedo sonreír, me tengo que concentrar en las dos que me quedan.  El dolor y la quemazón me impiden moverme pero  mientras me dice que dos son muy poco, él sí retuerce en mi interior las bolas, saca una y dos y yo me voy para detrás  en un gemido, olvidándome del dolor por un instante. Deja una bola fuera.

-          ¡NUEVE¡ -estalla la correa contra la bola empotrándola en el interior de mi culo con toda la fuerza  que le es posible. Yo me arqueo  intentando no moverme  mientras su mano roza mi glande y me masturba ligeramente frotándome envuelto en mi propio líquido. Saca una bola y otra y otra y otra y comienza a follarme con una, luego otra y saca dos. Me masturba y yo me concentro en el dolor mientras siento la corriente que se extiende por todo mi cuerpo precediendo al orgasmo. Se que no voy a lograrlo, sé que al decir diez me correré, no tengo ni puta idea de cómo lo logra pero en ese momento mientras su mano se agita en mi polla   dice aquella palabra.

-          ¡DIEZ!

Estallando un latigazo que empuja las bolas llenando de golpe mi culo,  mientras su mano me masturba y siento que nada puede parar esa corriente, me arqueo de nuevo. Pero esta vez no puedo frenar y en ese instante su mano saca de golpe  las bolas, amplificando mi orgasmo y chillo desesperado cabeceando hasta abandonarme.

Caigo sobre la cama mientras lo escucho  recordarme que me he corrido sin su permiso.

-          Teque te correrías antes de llegar a diez dije  correazos sin mi permiso, -tira de mi pañuelo y libera mis ojos. Me pone boca abajo y sopla en mis nalgas.

-          Lo sé. -Gimo sin fuerzas para nada, agradeciendo el aire que roza mi piel.

-          ¿Recuerdas lo que te dije? -Unta un poco de crema y acaricia cada correazo en un intento por refrescarlo- si eso pasaba. -Yo asiento.

-          ¿Qué? me sonríe malévolo y  lujurioso, él aún esta acariciándose a sí mismo con una mano.

-          Que me castigarías.

-          Bien, vamos a la ducha, luego hablaremos del castigo.

No me dice qué me va a hacer, sólo enjabona mi cuerpo dulcemente   mientras yo  acaricio su polla, la froto recorriéndola, subiendo y bajando por ella cada vez más fuerte hasta que se apoya en mí y me abraza por la cintura arqueándose silencioso. Siento sus gemidos mientras el semen caliente salpica mi abdomen.

Después me envuelve en una toalla con suavidad y me lleva a la cama, tumbado sobre él, boca abajo, entre sus brazos me voy quedando dormido mientras pienso que no sé como demonios es capaz de saber mis reacciones mejor que yo.  Lo escucho susurrar en mi oído algo sobre la próxima vez mientras acaricia mi pelo. Entonces me dedica las dos únicas palabras que  de verdad quiero escuchar antes de quedarme dormido.

-  Te quiero.