Diciembre caliente
Morbo echando un polvo en los probadores del Corte Ingles.
Navidad... mes de luces, regalos, villancicos y... sexo. Si amiguitos y amiguitas, he dicho sexo. Navidad junto con Julio son los meses en los que mas se folla de todo el año. Al menos para mí. De hecho mi primera experiencia sexual fue en Navidad, pero como solo tenía 14 años me abstendré de contarla... de momento.
Sin embargo hubo otro año, acababa de cumplir los 20 y mis hormonas campaban por sus anchas. Salía en aquel tiempo con una chica un poco mayor que yo, pero que estaba de buena que rompía. Ana se llamaba. Una autentica rata de centro comercial que tenia dos pasiones, calentar las poyas de todo tío que se le cruzase y comprar ropa. Y, cómo no, ambas pasiones se daban la mano en los probadores de El Corte Inglés...
Corría en 15 de Diciembre del año 99, era un típico lunes de diciembre, hacia frio y los vendedores de castañas hacían su tradicional Agosto. El centro relucía con las luces de navidad y los villancicos sonaban por doquier.
Salí del trabajo a las en punto, los lunes nunca son buenos, pero aquel había sido peor y estaba deseando huir de allí, tanto mas cuando sabia que Ana me estaba esperando. Ana... aquella morena de veinte y pocos, pelo corto, culo respingón y tetas potentes me ponía a mil, nublaba mi escaso juicio y me hacia seguirla como un perrillo faldero, un pagafantas cualquiera... pero es que me volvía loco. Aquel día vestía con minifalda, medias gruesas negras contra el frio y jersey ajustado marcando cada una de las líneas de su cuerpo bien torneado. La vi a la puerta del Corte Inglés, esperándome y me fui directo hacia ella, la estreché y la besé. Sus labios siempre eran húmedos y su lengua caliente, ansiosa y exigente. Mientras nos besamos la cogí por el culo y la apreté contra mi, ya tenia la polla dura y quería sentirá contra ella, que supiese como me ponía.
Ana se separó un poco de mi y sonrió, traviesa, sabia perfectamente lo que me hacia, lo que se hacia.
Nos cogimos de la mano y subimos al centro comercial. Había gente, pero tampoco demasiada ya que no era aún muy tarde. En una hora aquello estaría abarrotado de madres con sus hijos, padres con sus mujeres, hombres con la mirada desesperada de aquel que ve como el tiempo se le hecha encima y no encuentra aún el regalo ideal.
Ojeamos durante un rato, ropa, ropa ropa... A mi la verdad es que me aburre muchísimo ir de compras, pero Ana hacia que mereciera la pena. En Caramelo encontró algo que le gustaba y entramos a los probadores. Lo bueno del Corte Inglés es que sus probadores son amplios, las dependientas vana lo suyo, y además, tienen puertas.
Entramos, cerramos y me senté en el pequeño banco de madera a disfrutar del espectáculo.
Ana comenzó a desnudarse como sabia que me gustaba. Primero las medias bajaron lentamente por sus bien torneadas piernas permitiéndome ver por un momento su tanga negro de encaje. Después fue el turno del jersey, menos mal que la calefacción estaba fuerte...Se sacó el jersey por la cabeza, dándome un precioso momento de éxtasis al ver sus tetas en pleno esplendor apenas cubiertas por un bonito sujetador a juego con el tanga. Ana me miró traviesa...
Vaya... ¿te gusta lo que ves?
Digo si me gusta... estas estupenda, como siempre.
Ana se acercó a mi aún semi desnuda, y mis manos respondieron solas. Acaricié su pecho y con maestría fruto de muchos intentos fallidos desabroché su sujetador. Dioses, si sus tetas lucían fabulosas aprisionadas en el sostén, cuando vieron la libertad eran sencillamente espectaculares. Bien puestas, duras y suaves... comencé a tocarlas y me las llevé a la boca. Lamí sus pezones y las chupé con gusto, primero una, después la otra. La atraje más hacia mí, y mientras le seguía lamiendo los pezones metí mis manos por debajo de su falda y me bajé el diminuto tanga hasta el suelo. Toqué su culo, firme y duro y desde allí mismo llegué hasta su coño. Metí un dedos, dos...
Comenzó a gemir.
Le subí la falda a la cintura, dejando al descubierto su coño. Como siempre lucia perfectamente depilado, con una pequeña franja de vello negro... aspiré su aroma como hacia siempre. Adoro el olor del sexo de las mujeres. E introduje mi lengua en el.
Ana suspiró y cerró sus ojos castaños dejándose llevar por el placer. Yo, mientras arrodillado ya ante ella introducía mi lengua, la lamia, chupaba su clítoris y jugueteaba con el en mi boca. Dejándome llevar por su placer que era el mío.
Abrió los ojos mientras le venia el orgasmo en mi bosa y en los probadores de al lado oíamos voces, se nos acababa el tiempo.
Oyes eso, decían unas voces de chicas jóvenes, esos están dándole que te pego.
No creo, decía otra en susurros. Yo me moriría de vergüenza.
Ana sonrió, perversa una vez más y gimió con más fuerza, me agarró la cabeza y me introdujo aún mas entre sus piernas abiertas mientras su coño se convertía en un torrente que yo chupaba con avaricia. Sabía que la ponía mucho más cachonda saber que la estaban oyendo, pero teníamos que ir con cuidado para no montar un escándalo y que nos prohibieran la entrada en aquellos rincones de placer.
Que bien que me comes el coño cariño - susurró una vez que se acabó de correr sobre mi, aunque lo bastante alto como para que las chicas de al lado la oyeran. - Me has dejado las piernas temblando, y voy chorreando cómo autentica guarra - la mire, tenia razón. Sus jugos se mezclaban con mi saliva y se escurrían piernas abajo como un manantial. Se separó de mí y se puso el vestido que habíamos entrado a probarnos. - Me queda bien?
Por supuesto - le contesté y jadeando un poco - estas espectacular -
Entonces nos lo llevamos, - dijo desnudándose de nuevo y volviéndose a vestir con las ropas que traía. Esta vez los movimientos fueron más rápidos y precisos. Abrió la puerta de los probadores y me miró el paquete. Como podréis imaginar estaba a reventar. Llevaba un calentón del mil... - No te preocupes cariño, ya haremos algo con esa polla tan maravillosa que tienes. - Me dijo mientras me daba un rápido sobeteo por encima de los vaqueros.
Al salir se entreabrió la puerta de los probadores de las chicas que habíamos oído... y que nos habían oído todo. Nos miraron, entre la sorpresa y la diversión, una de ellas estaba en bragas y sujetador y la otra salía a cambiarle un vestido. Ninguna hizo ademán de cerrar la puerta o taparse. Jóvenes y bonitas las dos. Ana me cogió una vez mas del paquete y ellas desviaron la vista hasta el. Dios, que dura la tenía. Sonrieron, Ana sonrió y les guiñó un ojo mientras les decía - hasta otra -. Yo ya no podía ni pensar. Tenia toda la sangre acumulada en la entrepierna.
Nos atendió una de las siempre guapas, siempre jóvenes dependientas del Corte Ingles. Reía disimuladamente mientras nos cobraba, y al darme la vuelta me vi en un espejo y comprendí por que.
Mi cara estaba roja como un tomate, mis labios brillaban con los jugos de Ana, olía a sexo, olía a coño. Y mis pantalones marcaban u bulto enorme en mi entrepierna. Tenía un aspecto... bueno, muy divertido la verdad.
- En el próximo te toca a ti - me susurró Ana al oído mientras me metía la lengua por la oreja -
Optimista y adorando los Lunes navideños nos encaminamos hacia la cafetería para calmarnos un poco y tomar algo caliente...