Dibujo de desnudo masculino

Una clase de dibujo especial en la cual el maestro termina follado por el modelo y el alumno.

Soy un pintor bastante reconocido pero a la vez tengo alma de docente, eso me ha llevado a dictar clases de dibujo de figura humana para quienes tienen interés en dominar esta técnica que es bastante complicada.

Para el desarrollo de esta actividad siempre necesito modelos, tanto femeninos como masculinos que estén dispuestos a posar, desnudas las mujeres y con un mínimo taparrabos los varones.

Siempre los solicito a través de avisos en los diarios y en ese momento estaba trabajando específicamente con dos, una jóven de muy buen cuerpo, estilizada, que estudió baile en una época de su vida cuyo nombre es Anahí y un joven de 23 años llamado Eduardo que es deportista y comenzó esta actividad un poco por curiosidad y otro poco porque es una manera fácil de ganar algo de dinero.

Como se imaginarán el mundo del arte es muy especial por la gente que se dedica a esta actividad, entre quienes prectican Artes Plásticas siempre hay algunos homosexuales, o bisexuales, como es mi caso, en medio de una mayoría eterosexual aunque no sin ciera dosis de locura, algunas veces coinciden los tiempos, los lugares y las personas para lograr obras especiales. Lo que les relato es la ejecución de una espectacular obra, que quedó plasmada en papel, y para siempre será el recuerdo de otra, más vívida, lograda a partir de la primera.

Uno de mis alumnos, Gonzalo de 24 años, homosexual, talentoso y muy bien parecido, comenzó a trabajar eligiendo, todas las veces que le resultó posible, a Eduardo; trabaja con cierta rapidez debido a su gran talento por lo que Eduardo debía cambiar de pose con bastante asiduidad, esto produjo algunos inconvenientes con los demás alumnos razón por la cual Gonzalo, en una charla en el café, me planteó la posibilidad de que le diera clases particulares, con Eduardo como modelo, en vez de concurrir a la clase grupal que se llevaba a cabo con un ritmo más lento.

Seguro de que el pedido de Gonzalo era más que razonable y con el entusiasmo propio del docente que encuentra un discípulo realmente interesado en la tarea, acepté de buen grado, no sin antes consultar con el modelo a ver si estaba de acuerdo en venir un día más de la semana a trabajar.

No dejó de llamarme la atención la sonrisa de Eduardo cuando le realicé la propuesta, ni tampoco el hecho que dejara de precticar sus deportes un día más de la semana para venir a posar, pero sin darle demasiada importancia al tema comenzamos las clases particulares de dibujo.

El primer día que estuvimos los tres solos Eduardo ya no utilizó el biombo para desvestirse, preciso aclarar que, por lo general, los modelos se quitan la ropa detrás de un biombo ya que es algo casi íntimo y que la mayoría de las veces produce cierta vergüenza a quienes modelan.

Comenzamos a trabajar con poses clásicas, Eduardo parado, sentado, de espaldas; en cada una de los trabajos realizados yo sugería a Gonzalo a qué zonas del cuerpo debía poner más énfasis y todas las demás indicaciones que un maestro de dibujo serio hace a sus alumnos.

A la cuarta clase Eduardo vino vestido con unos jeans bien ajustados, algo desteñidos por el uso y con algunas roturas muy sugestivas, una en una rodilla, otra en la pierna opuesta, en el lugar donde se forma el pliegue entre el glúteo y la pierna y una porción de una costura del costado desatada.

Debo reconocer que le quedaba estupendamente ese pantalón, complementaba su atuendo con una camiseta roja, calcetines y zapatillas blancas y un cordón de cuero rodeando su cuello, cun una pequeña piedra oscura pendiente de la correa, éste le daba un aire súmamente sensual, sobre todo por su porte tan viril; ese cordón era uno de esos detalles, que a mi parecer, hacen más sensual a un macho con todas las letras, pero que a un joven afeminado lo deslucen un tanto por aparecer como reiterativo de su femineidad manifiesta.

Se sentó en una silla, abrió ligeramente sus piernas y cruzando los brazos procedió a quiterse la camiseta, dejando ver un abdómen de competencia, muy marcado y tostado por el sol, tiene unos pectorales de ensueño cubiertos por un fino vello oscuro que se perdía un poco por el color de su piel de eterno verano.

Debo decir que Eduardo es muy alto, mide 1,88 mts y tiene un cuerpo trabajado con esmero, que, sin dudas para él, es su mayor tesoro, debo decir que en ese aspecto pienso del mismo modo, ya que solo vive para pasarla bien y cuidar de su cuerpo, no hay que pedirle una opinión ni política, ni filosófica o algo que se le parezca porque todo su encanto puede venirse abajo como calzón de puta, pero la verdad que no estaba ahí para demostrar sus dotes intelectuales.

Cuando se hubo sacado la camiseta se dedicó con parsimonia a desabrocharse las zapatillas y quitárselas, quedando sus pies, que calzan el 44, cubiertos por sus impecables calcetines blancos, los cuales se los quitó también. tomándose más tiempo del necesario.

Gonzalo y yo dejamos de hablar y nos dedicamos a observarle detenidamente mientras seguía con su tarea, debo decir que Eduardo estaba consiguiendo que yo comenzara a sentir una leve excitación, producto un poco de mi caracerística bisexual y otro poco de lo erotizante que era ver un joven desvestirse con ese desparpajo.

Ya había quedado solamente con los pantalones y me pregunté cómo resolvería la situación, pregunta a la que Eduardo se dedicó a responder prontamente, no con palabras sino con acciones, estiró sus largas piernas hacia delante, siempre sentado en la silla, desabotonó la cintura del jeans y lentamente comenzó a bajar la cremallera, aunque en ningún momento miró a ninguno de nosotros.

Una vez con la cremallera baja asomó por la abertura un boxer de un negro profundo, opaco, que interrumpía bruscamente por debajo de su cintura, la fina línea que sus vellos trazaban hacia abajo como mostrando el camino al gran tesoro.

Alzó levemente las nalgas, se bajó los pantalones hasta debajo de la cola, levantó las piernas de a una por vez y tirando de la bocamanga de los pantalones terminó de quitárselos dejando al descubierto unas espectaculares piernas que tan bien Gonzalo y yo conocíamos, él de tanto dibujárselas y yo de tanto observar para realizar las correcciones pertinentes.

Una vez que quedó solamente con los boxer perfectamente calzados, eran de esos de algodón elastizados, que terminan, en la parte superior, con el elástico en el cual una conocida marca francesa bordada. Se paró y yo no pude menos que recordar una gigantografía que había visto alguna vez en Brasil donde la foto adecuada estaba acompañada por el texto "UN BUEN EMBALAJE VALORIZA EL PRODUCTO".

Una vez de pie, me sorprendió una vez más, cuando procedió a quitarse el sugestivo boxer estando de frente a nosotros por lo que, una vez desnudo, pudimos ver su espléndida herramienta que, no era descomunal pero, tenía el tamaño adecuado y la forma perfecta, rodeada de la mata de pelos oscuros que, si bien dejaba en penumbras el entorno de tan espléndido falo, particularmente a mi me levantaba la temperatura, debo aclarar que no me gustan para nada los cuerpos depilados ya que me hacen acordar, sobre todo si son muy blancos, a los pollos en las góndolas de los supermercados.

Eduardo, ya desnudo, se dio vuelta para buscar en un bolso que había traido consigo, el taparrabos que debía colocarse; al hacerlo se agachó un poco y pudimos entrever su ojete también osurecido por los pelos, una vez que los hubo encontrado se lo calzó, acomodó su paquete que entraba apenas en el espacio que le daba la prenda y procedió a posar.

Siempre yo, o en todo caso el alumno, propone la pose, pero en este día tan particular fue Eduardo el que solicitó permiso para elegir él mismo la posición en la que quedaría quieto para que Gonzalo realizara su tarea, los dos ya estábamos medio fascinados por todo lo que habíamos visto, por lo que gustosos y al unísono, como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, accedimos a su solicitud.

Eduardo se desparramó displicentemente en el piso sobre una manta, abrió sus piernas, no en exceso, de modo que su paquete nos quedara exactamente en dirección a la vista, tiró su cabeza para atrás con una sensualidad propia de unos pocos elegidos y se quedó quieto.

Gonzalo comenzó su tarea, notaba un ligero temblor en sus manos, lentamente la figura de Eduardo comenzó, a través del lápiz de Gonzalo, a emerger del papel. Para que el trabajo fuera realmente representativo de lo que teníamos enfrente, nos detuvimos a admirar cada detalle de su anatomía, el arco de sus pies perfectos y meticulosamente limpios, la proporción de los tobillos, sus pantorrillas, los huesos de las rodillas, los músculos de sus muslos, la estrechez de sus caderas de joven que recién habia alcanzado la plenitud de la edad, su torso que parecía el de una escultura renacentista, sus brazos fuertes, sus enormes manos, todo, acentuado por la posición de la cabeza que permitía observar lo hermoso de su cuello.

Comencé a intuir que Eduardo estaba presente solamente con su cuerpo pero que su mente estaba en otro lugar, la pista me la dio su hermosa herramienta que por momentos, palpitante, aumentaba algo su tamaño y se marcaba con más evidencia en el taparrabos y por momento volvía a su estado de reposo, solamente al finalizar la clase pude darme cuenta dónde estaba su mente mientras posaba.

Lo admiré con todo el descaro que me podía permitir el rol que estaba desempeñando en ese momento ya que mi tarea docente me permitía mirarlo con detenimiento todo el tiempo que quería y detenerme en cada detalle de su anatomía como solamente en este trabajo se puede hacer.

Al cabo de un tiempo prudencial Eduardo pidió un descanso que por supuesto se le fue concedido y para hacer un poco más ameno el momento de recreo puse un poco de música y ofrecí un trago fuerte, los dos muy entusiasmados aceptaron, el ambiente se distendió un tanto, pero de cualquier modo se notaba como una energía muy especial que se desplazaba del modelo al alumno, del alumno al maestro y del maestro al modelo.

Comenzamos nuevamente a trabajar y en un determinado momento Gonzalo me ofrece el lápiz y me pide que resuelva uno de los pies que se veía en primer plano y que le costaba un poco lograr con precisión, cuando me dispuse a hacerlo Gonzalo se paró atrás mío, demasiado cerca, tanto que podía sentir su respiración por encima del hombro.

Resolví el dibujo del pie pensando en la cercanía de Gonzalo y al terminar, brucamente me heché hacia atrás para lograr que nuestros cuerpos se juntaran y con sorpresa noté que la prmer parte de su cuerpo que rozó el mío era SU PAQUETE!!!!!!!!!!

Me tomó de atrás, de la cintura, apoyo su pija en mi culo y me dio un lambetazo en la oreja, me dejó a mil, cerré los ojos para disfrutarlo más, cuando los abrí, noté que Eduardo ya no tenía la cabeza echada para atrás sino que nos miraba con fijeza y lujuria.

Ya el juego estaba descubierto, me relajé y dejé a Gonzalo disfrutar de mi anatomía, Eduardo se acercó, su pija pugnaba por liberarse del taparrabos, se me acercó y entre los dos comenzaron un juego dificil de olvidar y aún mucho más dificil de detener.

Gonzalo y yo nos desnudamos, mientras Eduardo liberaba a su garrote de la prisión del taparrabos, los dos se acercaron nuevamente, comenzaron a acariciarme con suma delicadeza, me pasaban las manos por la espalda apenas rozándome, yo sentía cómo mis vellos se erizaban con ese contacto tan sutil, me acostaron sobre la manta que hasta momentos antes sirvió de apoyo a Eduardo mientras posaba, me metían sus respectivas lenguas, duras, afiladas, en las orejas también rozándomelas apenas.

Mi calentura era insuperable, inesperadamente uno de los dos se prendía por un segundo del glande de mi pija con la boca, jugaban con un dedo en mi culo haciendo apenas presión, me acariciaban las piernas, me lambeteaban los pies, me volvían loco.

Quise tomar un rol un poco más activo pero estos dos pendejos parecían anguilas, no se dejaban tocar, solamente me tocaban ellos a mí, me acostaron boca arriba, Gonzalo se montó sobre mi verga inflamada, apoyaba su culo en ella y en el momento que mi verga se introducía en su argolla, al momento se retiraba, Eduardo ponía la suya lo suficientemente cerca de mi boca como para que la tomara y en cuanto lo hacía rápidamente la retiraba, me tuvieron así un tiempo que me pareció infinito.

Luego comenzaron a chuparme todo, cuando me di cuenta estaba prácticamente mojado por entero en saliva, me tiraban un poco de whisky en el ombligo y se apresuraban a beber de él, Eduardo sacó de su bolso un racimo de uvas, arrancó una y me la metió hasta la mitad en el ojete, Eduardo se apresuró a sacarla con la boca, el juego se fue haciendo cada vez más osado

Recordé que en la cocina de mi estudio tenía una penca de bananas, fui a buscarla, también arranqué una, la pelé, la unté con dulce de leche y se la ensarté a Gonzalo, Eduardo rápidamente con la boca se la sacó y lamió todo el excedente de dulce que había quedado alrededor de su argolla.

Comenzamos un juego infernal en el cual cada uno se la enterraba al otro en medio de gemidos, pedidos de clemencia y torturas varias como ser nalgadas o pellizcones, por momentos nos deteníamos a medias para beber un poco más y perder un poco más tambien las pocas inhibiciones que a cada uno le podían quedar.

Cuando estábamos llegando al climax entre los dos me agarraron, Eduardo me tomó de las piernas, me las abrió todo lo que podía, primeramente me apoyó el glande en la puerta del culo, me la fue metiendo despacio, yo desesperado la quería toda adentro pero él no, me ponía un trozo y me lo sacaba, el juego de Gonzalo fue comenzar a follarme, también con lentitud, pero por la boca, era la gloria.

Empezaron a apresurar el ritmo, yo quería pedir más pero tenía la boca ocupada, solo podía tomar a Eduardo de sus peludas nalgas y presionar para que me la enterrara hasta el fondo, Gonzalo en cuatro patas encima mío, me la metía hasta casi perforarme la garganta mientras Eduardo se inclinaba hacia delante y en tanto con las manos sujetaba mis piernas, con la boca le comía el culo a Gonzalo.

De pronto sentí palpitar ambas vergas a la vez y crecer aún más si eso era posible, mi excitación llegó al límite y al unísono nos corrimos los tres, me quedaron, la boca llena con el semen de Gonzalo, el culo con el de Eduardo y el abdomen con el mío, nos revolcamos hasta quedar los tres pegoteados y nos besamos con pasión.

Fuimos relajándonos lentamente y me contaron que ese era el regalo que ambos me hacián porque era 21 de septiembre, día del artista plástico en mi país, me alegré profundamente porque se habían acordado de un día que por lo general nadie recuerda y el agasajo había resultado apoteótico.

Nos bañamos, los jóvenes tomaron sus cosas y luego de un espectacular beso en la boca de despedida, se marcharon. Yo me quedé solo en el atelier, fui a mirar nuevamente el dibujo y me di cuenta que todo el erotismo del cual habíamos disfrutado estaba plasmado con maestría en ese espectacular dibujo de Eduardo realizado por Gonzalo.