Días grises.

Era un día de esos en los que no apetecía hacer nada más que dormir, ver películas y comer, pero aquel día se iba a convertir en una sesión de sexo intensa.

Era uno de esos días grises y tristes en los que no te apetece hacer nada, en los que solo quieres dormir viendo tu película favorita y cuando te despiertas quieres comer hasta reventar.

Bien, pues yo estaba en esas circunstancias cuando me sonó el móvil, sonreí, era un viejo amigo que conocía de años atrás, con el que siempre me llevé estupendamente, y de vez en cuando nos acostábamos, así que cuando me habló sabía que era lo que quería, y yo también lo quería.

-¿Estás haciendo algo?-

-Qué va, tirada en la cama viendo películas y comiendo, ¿te apetece hacerme compañía?- le respondí

-En quince minutos estoy allí-

A los quince minutos sonó el timbre de mi casa, y fui a abrir, me lo encontré en la puerta de mi casa empapado y sonriendo como un niño ante un dulce.

-Pasa idiota, que te vas a congelar-

Le abrí un hueco para que pasara y se calentara, pero en vez de eso me agarró de la cintura y me plantó un beso con el que ya no sabía quién estaba más empapado de los dos.

Me cogió de la cintura y me levantó como si no pesara nada, y me estampó contra la pared, aunque lejos de dolerme me puso incluso más si eso era posible, notaba su gran pene contra mi vagina, empezó a morderme el cuello, yo no podía más, tenía ganas de que me hiciera gemir, de que se corriese en todos los lugares imaginables, y él lo intuyó, porque me llevó en volandas al salón y me tiró al sofá.

-No hagas mucho ruido que los vecinos están en casa y pueden oírnos- le dije

-Pues que escuchen lo que quieran, así sabrán de quién eres-

De un tirón me quitó las bragas.

-Aunque parece que tu ya sabes a quién perteneces- dijo él, pasando la lengua por mi empapada vagina.

Solté un suspiro, y el lo tomó como una indirecta, y empezó a intensificar los movimientos de su lengua, dios, lo hacía genial, estaba a punto de correrme y no llevaba ni tres minutos, intuyendo en el estado en el que estaba, me dio la vuelta, y apoyó mi cabeza contra el brazo del sofá, y me agarró las muñecas de tal forma en la que yo no podía moverme, estaba a su merced y me encantaba. Lentamente metió un dedo, y lo sacó, me lo acercó a la boca y me dio a probar

-Chupa- me ordenó con ese tono de voz tan autoritario que ponía cuando sabía que estaba completamente a su merced.

Obedientemente pasé la lengua por el dedo que me ofrecía, y luego lo chupé hasta dejarlo limpio.

-Joder, que guarra eres cuando quieres- y me dio un azote que hizo que soltara un gemido que tuvieron que oír mis vecinos de al lado y los de más allá.

De pronto metió tres dedos a la vez y empezó a masturbarme con ferocidad, yo no podía aguantar más, y acabé corriéndome en sus dedos, que posteriormente pasó por toda mi boca, y yo, como una buena chica que soy, lo dejé limpio y reluciente.

Me levantó bruscamente y me puso de rodillas, y quitándose el cinturón me ató las manos con él. Con ferocidad se bajó los pantalones y los calzoncillos y acercó su miembro duro y palpitante a mi boca, me agarró del pelo y pegándome un bofetón me dijo:

-Chupa cerda, que sé que te gusta-

Empecé a chupar concienzudamente, esperando devolverle el placer que me había proporcionado él.

Le miraba desde abajo mientras chupaba, lo sacaba de la boca y volvía a meterlo, pasaba la lengua desde el final del tronco hasta la punta, que ya sabía un poco a líquido preseminal, lo que me dio ánimos para empezar a chupar más rápido y más hasta el fondo de la garganta, que no la tengo pequeña precisamente.

Empezó a jadear y con el pelo cogido alrededor del puño me obligó a metérmela hasta el fondo, cuando empecé a notar que estaba a punto de correrse, me separó y me tiró al suelo de espaldas, se colocó encima de mí y puso su pene en la entrada de mi vagina y paseándolo de arriba abajo volvió a hacer que empezase a gemir, de repente la metió de golpe y solté un grito que mezclaba dolor y placer, que le animó a moverse con un ritmo rápido haciendo que yo me volviera a correr por segunda vez en menos de veinte minutos.

Se separó de mí, y cogiéndome como si fuese un saco de patatas me llevó escaleras arriba mientras no dejaba de darme azotes alternando entre una nalga y otra. Llegamos a mi habitación y me dejo encima de la cama, mirando al techo, para acercarse a mi oreja y decirme

-Hoy te voy a follar como no te han follado nunca, estúpida guarra-

Joder, con oír eso yo ya me iba a volver a correr y él lo sabía, mirándome y sonriendo volvió a introducir tres dedos en mi interior, y moviéndolos de una forma violenta volvió a hacer que me corriera.

Se acercó a mi vagina y empezó a chupar los fluidos que acababan de salir de mi interior provocando que volviera a gemir y que mis vecinos golpearan la pared con furia, lo cuál no hizo más que provocar que gimiera más sabiendo que me estaban escuchando.

Cuando me la dejó limpia, me la volvió a meter y empezó a moverse duramente, cogiéndome del cuello, a los diez minutos yo ya estaba a punto de venirme otra vez, y el se movía más rápido, y más fuerte, me apretaba el cuello más que antes, anunciando que el también estaba a punto de correrse, con un sonoro gemido anuncié que yo me había corrido, y dos minutos más tarde me levantó de la cama y poniéndome de rodillas, con las manos atadas como las tenía me puso el pene en la boca, yo saqué la lengua y empecé a chupar, cuando noté que se iba a correr, aumenté el ritmo y me la intenté meter hasta el final de la garganta, aunque ni por asomo cubría ese enorme miembro que estaba intentando tragar, me agarró del pelo y no dejó que me separase cuando empezó a correrse en mi garganta, salía tanto semen que me costaba tragarlo y estuve a punto de atragantarme.

Cuando acabó, me miró sonriente y me dijo dándome unas palmadas en la cabeza

-Eres una buena chica-

Para a continuación quitarme el cinturón, dejando libres mis manos.

Se tumbó en la cama y le dio al play a la película que estaba viendo y me tumbé a su lado sintiéndome llena y satisfecha.