Días de sexo, crueldad y miseria

Un hombre afortunado

UN HOMBRE AFORTUNADO

Año 1960

Mi abuelo José siempre cuenta, a quien aguante escuchar, que es un hombre afortunado, la vida mayormente lo ha tratado bien. Si bien tiene una polla pequeña y de descarga veloz, del resto no se puede quejar. Delgado, fibroso y buen bailarín, desde joven tuvo éxito con las damas. Claro que las de antes, no eran como las de ahora que muestran las rodillas y algo más si se descuidan, antes, ni mostrar los tobillos. Pero en los bailes les pegaba cada achuchones, que las dejaba temblando y las muy putas ponían caras largas y hasta le largaban algún cachetazo para disimular que les gustaba. Como sus nueras ahora, que ponen cara de asco, cuando les daba un pellizco, pero bien que volvían a ver a su suegra enferma.

A los veinte años de edad, los bailes lo llevaron al pueblo de Saladillo, y en el baile del pueblo conoció a Josefa, una morena entradita en carnes, buena bailarina pero muy tímida y callada. Le gustó mucho, al otro día, se presentó en su casa y con la chapa de nuevo conductor de micros de la Corporación Estatal de Transportes Argentinos, con sueldo asegurado y su pinta, lo aceptaron inmediatamente como futuro esposo, no como dicen, que era para sacársela de encima por ser la menor de ocho hermanas. Se casaron ahí nomás en el pueblo, y esa noche la hizo mujer, claro que ella era tan gordita y que ni la hizo sangrar, ella asegura no le llegó al himen, pero poner si que se la puso. Lástima que siendo tan tímida y educada, en ese momento no dijo ni mú.

Cuatro hijos le hizo a Josefa, seguiditos, seguiditos, al mayor le pusieron José, como él, y como era morocho como su madre y no blanco leche como José, lo llamaron El Negro para no confundir. Con cuatro hijos había que dejarse de joder, su salario no daba para mas, así que la empezó a encular, y para su fortuna, caderona como era, podía gozar apretadito entre los cachetes, sin ensuciarse metiendola en el ojete. Era por eso y no porque no llegara.

Hace cinco años se  enfermó Josefa, y del pueblo le mandaron a Aurora, su ahijada para que la cuidara. Esa si que era una hembra, morocha como la madrina parecía una vedette del Cabaret. Al año la Josefa se murió, pero Aurora se quedó en la casa. Cuando cumplió dieciocho años se casó con ella, que en todo ese tiempo nunca se quejó de los achuchones que le daba. Como no quería más hijo, y a él los condones se le salían, la enculaba con la misma técnica que a Josefa. De calladita que era, nunca una queja Aurora.

Ahora José ando sacando pecho, los milicos disolvieron la Corporación y los indemnizaron a todos. Así que, con cincuenta y dos años, tenía un sueldo fijo de jubilación sin trabajar. Con una esposa de veinticinco años y el alquiler que cobraba, en el barrio era un pequeño magnate.

Con los años se había construído la casa, con un departamentito en el fondo que le da buenos ingresos al alquilarlo, aunque ahora está vacío porque la falsa de la esposa del inquilino, simulando que no le gustaba, se le quejó al marido por un pellizco en el culo, seguro que el cornudo vió el moretón y ella algo le tenía que inventar.

Ahora se pasa todo el día sentado en la calle con sandalias, pantalón pijama y camiseta blanca de tirantes, mirando pasar a las putas del barrio que harían cualquier cosa para estar con él. Pero a él con Aurora le alcanza. No les presta atención.

Esta semana, el Negro, su hijo mayor de treinta y dos años, lo vino a ver. Como derogaron la ley de alquileres, el propietario de la casa y local que alquilaba para sus máquinas y además vivía, lo dejó en la calle. Le pidió si le alquilaba el departamento del fondo y le prestaba para poner las máquinas la pieza de adelante, la que da al patio de entrada, que iba a ser garaje y no se usaba,.

El Negro esta casado con Haideé, una rubia espectacular de veinte años, con unas ubres y una boca de chupona que tira para atrás. Santurrona y de misa semanal, disimula con su carácter de mierda, según mi abuelo, la puta que seguro lleva adentro. No por nada trabaja de enfermera en el hospital local

Aceptó, pero le puso tres condiciones para no echarlos a la primera que no cumplieran.

1-Iba a pagar alquiler por las dos locaciones.

2-No podía decirle a nadie que lo hacía, la gente tenía que pensar, que se las prestaba de puro generoso que era.

3- No quería quejas si se ponía cariñoso con Haideé, él siempre trataba bien a las nueras.

El Negro aceptó y a la semana estaban viviendo y trabajando ahí. Las máquinas eran balancines bastante ruidosos

  • Troc, Troc, Troc...

Así que siempre sabía si el negro estaba en el taller. Aprovechando esto, a los pocos días, cuando las máquinas estaban trabajando, fue al fondo y encaró a su nuera.

  • Mira Haideé, a mi las mujeres, nunca me hicieron sexo oral, asi que, si no quieres que los eche a la calle, me las vas a tener que chupar una vez por semana, y acuérdate que no te puedes quejar ni decírselo a tu marido.

Haideé, que sabía por su suegra, que el hombre era de gatillo fácil y herramienta de bajo calibre, decidió aceptar. No era algo tan grave que no pudiera expiar con dos avemarías después de confesarse con el padre Darío.

Así que los viernes, en cuanto se empezaban a oír las máquinas y Aurora iba a hacer las compras al mercadito que le llevaban toda la mañana,  José pasaba al fondo y Haideé con esa boca carnosa, en dos chupadas, le vaciaba los huevos.

Pasó un año, al Negro le iba bien con el taller y Haideé seguía cumpliendo. Una tarde su hijo le pidió que le alquilara la pieza vacía, ubicada en el mismo patio delantero, que estaba pegada fondo con fondo a su dormitorio. Necesitaba agregar otra máquina-

Mi abuelo lo sacó carpiendo, lo único que le faltaba era escuchar el ruido de esa máquina a la tarde, cuando duerme la siesta. A gatas logra hoy tapar el ruido de las otras, con los algodones que se pone en los oídos para poder dormir a la tarde.

Me enteré años después, que una tarde en que Haideé se fué de compras al centro, Aurora al mercado y el Negro a entregarle mercadería a unos clientes. Mi abuelo se acostó pensando que por fin iba a poder dormir sin los tapones. Se fué a mear y se acostó contento. Al rato se despertó por un ruido en la pared que da a la otra pieza

  • Troc, Troc, Troc…...

Se levantó furioso. Al hijo de puta de su hijo le había importado tres mierdas que le había dicho que no y puso la máquina igual. Seguro que Aurora lo dejó y claaro… con el ruido de las otras máquinas, no se dió cuenta. Que negra puta.

Encaró cabrero para el patio de adelante y se asomó a la ventana…

  • Troc, Troc. Troc

Golpeaba el cabecero de la cama contra la pared. Aurora estaba tirada de espalda y el Negro la tenía agarrada por las corvas, con las piernas dobladas a los lados de sus tetas, metiéndole por el culo una polla mucho mas imponente que la suya.

Cuando no pudo mas separó la boca y gritó

  • Aaagggg...Aaagggg... Hijo de putaaa...Tienen razón los puesteros que me follo en el mercado. El Negro de las frutas debe ser tu padre. Ya me decía mi madrina que la hacía ver las estrellas con el pollón que calzaba.

Dicen que José se apartó de la ventana caminando como un sonámbulo, agarró la silla, se fue a sentar a la vereda mirando a la nada y de pronto largó una carcajada.

  • ¡¡¡JA!!!! Si supiera como me la chupa la Haideé, se muere de envidia el estúpido.

FIRPO

Año 1962

Siempre fuí grandote. Carla, mi madre es una mujer bonita y delgada que pesaba cincuenta kilos cuando nací de parto natural, con 4 kg 800 de peso y 70 centímetros de largo.  Dejándola jurando a todos los dioses, que cerraba la factoría, cosa que cumplió a rajatabla y posiblemente, el origen, además de las palizas de su padre durante su juventud,  de su carácter de mierda

Pablo mi padre, en cambio, es un hombre bonachón, sufrido  y menudo, de no más de un metro setenta de altura, totalmente sometido a su mujer.

Mi madre siempre contaba, que cuando nací, las enfermeras del sanatorio del gremio metalúrgico donde tuvo el parto, me paseaban por la sala de obstetricia mostrándome como el nuevo Firpo. Los parientes se burlaban de mi padre diciéndole que parecía más el hijo de un estibador que el suyo, cosa que nunca entendí por qué le caía tan mal. Él siempre les recordaba, que su abuelo medía dos metros, historia que nunca pude corroborar.

La cosa era que, para que no me volviera un mastodonte gordo, desde muy chico mi madre me mandaba todas las tardes al gimnasio de la parroquia o a la piscina del barrio, mientras ella me esperaba en casa charlando con Don Ramón.

Desde que tengo memoria, mi padre tuvo dos trabajos y durante los fines de semana, hacía changas de instalaciones eléctricas. Alguna vez le pregunté por qué estaba tan poco en casa, por qué trabajaba tanto. Que mamá se aburría mucho. Que la pobre, el único entretenimiento que tenía, era quedarse a charlar con un viejo, o salir de compras al mercado con La Chola

Ese comentario le molestó mucho, cosa que no entendí. Don Ramón era un buen hombre, aunque a veces hace gritar a mi madre y las compras hay que hacerlas.

En el año 1962 nos mudamos a la casa de mi abuelo José y su pareja Aurora, a la cual desde chico, yo le decía Auri. Junto con mis tías, Auri conformaba el triángulo de mis diosas y ellas fueron más adelante, las musas de mi onanismo.

Nos instalamos en un departamentito en el fondo de la casa, aprovechando que se había desocupado después de un escándalo familiar, del cual nadie me dio detalles en ese momento.

Mi abuelo, gentilmente lo prestó para ayudar a mis padres, -aunque luego supe que no era tan así-. Ese verano al finalizar la escuela primaria, y ya midiendo un metro setenta y cinco, mi madre me encaró a la vuelta del gimnasio.

  • Angel. te estás poniendo grande, es hora de que empieces a ayudar económicamente a tu padre. Ahora que nos mudamos, yo ya no puedo hacerlo.

Ese último comentario me extrañó, ella nunca trabajó. Sabiendo el carácter que se gastan mis padres, de lo cual las marcas en mi espalda daban fe, acepté resignado

Así que, desde ese verano, como había sucedido durante el invierno, todos los fines de semana, mi padre me llevaba con él como ayudante. Y así, desde temprana edad, fui aprendiendo todos los secretos de su oficio. Cosa que con los años agradecí.

Año 1966

MI REFUGIO

La secundaria la cursé en una escuela técnica, y al finalizar los primeros cuatro años, ya medía casi dos metros. Dado que mi padre estaba siempre ocupado, me encargaba de las reparaciones de la casa de mi abuelo y de la de mis otras dos diosas, Haideé, mi tía política, esposa de José, que vivía justo en la esquina, a medio camino de la casa de Don Ramón y de la de mi tía Noma, esposa de Jorge.

Nunca hubo tantos desperfectos en esas casas como ese verano, pero a pesar de tener que trabajar bajo un calor  intenso, los besos y achuchones de agradecimiento de mis  diosas particulares, vestidas con livianos batones de verano y algún botón travieso abierto, hacían que valiera la pena.

Otro cambio importante de ese verano, fue que mi padre, cansado de que mi madre no quisiera follar para que yo no los escuche, porque, según ella, ya era lo suficientemente grande como para entender lo que pasaba, me construyó en el fondo del terreno, una habitación de madera con techo de chapa.

Aunque tenía el incordio, sobre todo en invierno, de tener que salir al patio para ir al único baño de la casa, esa construcción se convirtió en mi palacio particular.

La revestí por dentro, le instalé luces, armé un equipo de sonido con una bandeja pasadiscos vieja, un amplificador barato que construí yo y un par de bafles de madera que me fabricó don Ramón.

Finalmente organicé un escritorio con una mesa vieja y una biblioteca para mis libros. Ese terminó siendo el refugio que me cobijó hasta que me casé y me fuí de casa.

Para fin del verano mi madre me volvió a encarar.

  • Hijo, ya tienes dieciséis años y es hora de que tu padre pare un poco. Debes comenzar a trabajar durante la semana.

Y así fue que, a punto de cumplir los diecisiete años, entré a trabajar par time, haciendo instalaciones en una fábrica de calderas, yendo al club según el tiempo que me dejaban los servicios y cursando mis dos últimos años de estudio secundario en el turno noche.

El esfuerzo era grande y el trabajo en la fábrica bastante complejo,  pero debido a mis estudios y a mi amplia experiencia, a los dieciocho años ya era el jefe del área con treinta y cinco empleados mucho mayores que yo, a mi cargo.

Año 1968

EL REGALO

Un viernes de Abril, cumplí dieciocho años. Esa tarde, a la hora de la siesta, me hallaba desnudo tirado en la cama, masajeando mi polla tapado solo con una sábana y esperando la fiesta de la noche. Auri golpeó la puerta e ingresó a mi habitación vestida con un suave batón floreado.

Pusiera lo que se pusiera, esa dulce y serena morena de ojos verdes, con cuerpo de diosa, de veintiocho años, era un regalo para el alma.

Se sentó a mi lado sobre el borde de la cama. Sonriendo me acarició el torso con su mano derecha recorriendo mis costillas de arriba abajo, cada vez más abajo, llegando desde mi pecho hasta la cadera…

  • Que grande esta mi niño.

Susurraba orgullosa.

Y tirando su mano hacia atrás, tomó mi erguida polla con la palma de su mano hacia arriba

  • ¡¡ Lo dicho, que grande esta mi niño!!

Se inclinó suavemente sobre mi cuerpo y me dio uno de los  besos más dulces y profundos que recibí en mi vida, cuando se desprendió de mi boca, fue bajando con pequeños besitos y mordiscos por mi panza, hasta llegar a la punta de la polla y engullirla hasta la mitad, iniciando  una mamada que me llevó a las nubes. Cuando sintió que me desbordaba, apretó los labios y comenzó una succión que me vació por completo.

Quedé derrengado panza arriba con las piernas abiertas, ella se tragó todo, se paró pasándose la lengua por sus labios y con una sonrisa se sacó el batón. Desnudando su cuerpo de diosa, se volvió a meter mi morcillona polla en la boca y cuando la puso dura otra vez, se montó a horcajadas y se empaló despacio, disfrutando el momento.

  • ¿Q...que haces Auri ?

Interrogué.

  • D...darte... t...tu regalo... ...de...cumpleaños.

Me contestó agitada

Toda esa tarde esa hermosa mujer me entregó su cuerpo con amor.

Esa noche, lo festejamos en familia, como se estilaba en esa época. Mientras me besaba, después de apagar las velitas, Haideé me susurró al oído que el Domingo a la hora de la siesta, me daría mi regalo sorpresa.

Cuándo esa tarde me dirigía a lo de mi tía, estaba ansioso por ver cuál sería ese regalo. Mamá se había ido a sus acostumbradas charlas a la casa de María, que ese día trabajaba. Mi tío estaba en su infaltable partido de golf y mi abuelo en su acostumbrada siesta.

Haideé me recibió con una sonrisa, me llevó a su dormitorio y me vendó los ojos. Quedé parado en medio de la habitación, a los pies de la cama, expectante.

Una mujer desnuda se acercó por detrás, rodeó mi cuerpo con las manos y rozando sutilmente mi torso con sus largas uñas, comenzó a subirme la remera, dándole mordisquitos a mi espalda y besándola con adoración, como pretendiendo aliviar sufrimientos antiguos rozándome con sus desnudos pezones,  mientras otra por delante en similar acción, rozando mis nalgas iba bajando mis pantalones junto con el slip, frotando mi abdomen con sus tetas. Cuando cayeron al piso, se metió la polla en la boca, mientras la otra hembra me pajeaba, y así entre las dos me llevaron sin remedio a un orgasmo de ensueño.

Mientras todavía temblaba, me tumbaron en la cama y entre besos y caricias me empiné otra vez, momento en que una de ellas trepó por mi cuerpo y encaró su coño en mi boca suavemente, indicando, qué y cómo lo quería con gruñidos. La otra, tomó mi polla y se empaló. Moviéndose acompasadamente, ambas llegaron al orgasmo y se intercambiaron lugares.

Durante dos horas y en silencio me follaron sin detenerse. Cuando por fin pararon descansamos un rato largo, hasta que mi querida tía, me volvió a vestir, me saco la venda y me llevó a la puerta, habiéndome dado el mejor regalo de cumpleaños de mi corta vida, después del de Auri.

Ese año comencé mis estudios en la facultad de ingeniería.  Estudio y trabajo me absorbían prácticamente todo el tiempo libre, no tenía vida privada y la convivencia con mi madre se volvió tortuosa. por suerte ese invierno conocí a Lilian

VERANO DE 1970

LA CARAVANA

La caravana lucía reluciente en frente de la casa de José, dos años le llevó reformar ese viejo micro, pero el resultado estaba a la vista.

Motor a nuevo. Asientos anatómicos para conductor y acompañante preparados para largas travesías. Una pequeño cocinita, calentador, mesada con bacha y despensa.

Tras una primera puerta sobre la derecha, un sillón de dos metros, que también podía ser cama. Y sobre él a un metro de altura otro plegado, con el que se podía armar una cama doble marinera. Frente a estos, un baño con ducha. Finalmente tras una última puerta el dormitorio principal con una cama doble. Una joya.

Claro que su mujer no lo veía así, dos años le llevó el trabajo. Años donde le dedicó todo el tiempo libre, sobre todo los  largos fines de semana, que ella tenía guardia, y, también las horas que le escaqueaba al trabajo, horas que le cubría su inefable asistente. Bueno, en realidad otra cosa no podía hacer, para algo era su jefe.

José era el Gerente de la oficina local del municipio, un puesto importante que le permitía vivir bien en ese barrio de clase media del oeste de la capital. Era un hombre de cuarenta años, grandote sin ser gordo, de palabra elocuente y sonrisa fácil.

Después del escándalo en la casa de su padre debió vender su taller y con el dinero, aprovechando la corrupción del gobierno cívico militar de entonces se compró un puesto en la agencia gubernamental local, una casita vieja en la esquina de la misma calle que su padre y dos departamentos para alquilar. No era cuestión de irse muy lejos de Aurora. Vivía en una casa coqueta sin lujos, pero era suya y eso era lo importante.

Haidé su esposa, era una mujer rubia y potente de treinta años. Lindas piernas un buen culo, cintura estrecha y un par de tetas que lucía con orgullo. De cara era mas llamativa que atractiva, nariz afilada, ojos penetrantes y una personalidad arrolladora, con un carácter muy fuerte que le permitía llevar adelante con eficiencia,  su trabajo de jefa de enfermeras en el hospital barrial.

El ambiente era tenso ese mediodía

  • Tu estas listo si piensas que me voy a subir a ese cacharro. Y menos compartir un viaje con el santurrón de tu sobrino y tu insufrible cuñada, yo no tengo la culpa de que el pobretón de tu hermano se tenga que quedar trabajando.

  • Pero Juana, como me vas a decir que no, no puedes despreciar todo mi esfuerzo. Dos años de trabajo me llevó construirla.

  • Si, y todos nuestros ahorros. Dos años sin vacaciones, sin cine, sin teatro, sin cambiar los muebles…¿ quieres que siga ?

  • Pero bien que lo vamos a disfrutar ahora. Ya verás.

  • Pues va a ser que no. Y menos con esos dos imbéciles.

Oscar es su sobrino predilecto, hijo de su hermana Carla, le arregla y acondiciona los departamentos que él alquila sin cobrarle un peso. Ahora que su hermano no puede acompañarlos, es la ocasión para devolverle los favores y de paso tenerlo a mano si algo se rompe en la caravana.

Pero el motivo principal es lograr que su cuñada los acompañe, ya que su hermano no tiene problemas en quedarse solo con sus hijos y la ayuda de su suegra. Una chica dulce, bonita y esbelta, con un culo paradito y un par de tetas como para darse un festín.

José filipa con ella, cada vez que la ve se le cae la baba. Además siente que no le es indiferente. Quizás en este viaje, ya que no viene su hermano...

Finalmente, Haideé acepta y parten hacia el destino elegido, son ocho horas de viaje rumbo a una localidad famosa por sus sierras, arroyos y paisajes, el viaje es más ameno de lo que Haideé esperaba, Oscar es muy servicial y Norma tiene una conversación fluida y amena.

En el asiento del acompañante se turnan Oscar y Norma , porque a Haideé, los grandes vidrios frontales y la trompa chata, le dan vértigo, siente que los autos de frente, se le vienen encima.

Finalmente a la nochecita, arriban al punto señalado, tienen una cena divertida y se retiran a descansar. Haideé está acostada con un camisón cortito como toda prenda,  Al volver del baño José la ve y se empieza a excitar a pesar del cansancio. Se acerca lentamente y le roza el muslo expuesto con la yema de los dedos. La reacción es inmediata, ella le retira la mano con violencia.

  • Si pensabas follar, no hubieras traído invitados. Yo no voy a dar espectáculo!!  Así que hasta que volvamos, olvídate.

Jose se resigna y se acuesta, una hora mas tarde escucha un sonido rítmico proveniente de la habitación contigua

  • ÑIC, ÑIC, ÑIC….. AH, AH, AH, ……ÑIC, ÑIC,ÑIC...

Se tapa la cabeza con la almohada y trata de dormirse excitado, por imposible que pareciera, lo que le habían contado era cierto.

Al otro día se levantan temprano, José está ojeroso de haber dormido mal, Haideé más seria de lo normal. La otra parejita en cambio, está radiante.

El resto del camino se presenta más complicado, pura curva y contracurva, por el borde del acantilado. El plan es conducir tramos de cuatro horas, luego acampar, recorrer el lugar, descansar a la noche y luego seguir. El único inconveniente es que aquí solo lo acompañará Norma , porque Haideé está cabreada  y se queda en el dormitorio y Oscar no puede ni mirar, porque las curvas lo marean.

Inician el recorrido y José está eufórico por la marcha de las cosas, su esposa no jode y Norma se muestra simpática. Por cualquier tontería se ríe y le acaricia el brazo, usa una minifalda mostrando unas piernas, que si no fuera por lo sinuoso del camino, no se cansaría de mirar.

A pesar del cabreo de Haideé, y el ÑIC, ÑIC de los cojones de todas las noches el viaje estaba resultando maravilloso, paisajes estupendos y Norma cada vez más cercana y sugerente.

Finalmente llegaron a destino una cabaña pequeña con estar, hogar a leña, cocina y dos habitaciones, situada al borde del acantilado con unas vistas preciosas. De allí parten varios senderos para recorrer a pie que suben por distintas laderas de las sierras.

José está emocionado, la elección estuvo perfecta y como todos están vestidos con pantalones cortos, remeras y zapatillas, los conmina a realizar la primera excursión.

Pero cuando no, Haideé pierde los estribos

  • ¿Pero tu estas bien de la cabeza ? Mira como esta esto de sucio por todos lados. ¿Tu te crees que yo voy a estar en un lugar así sin limpiar primero ?¿Y la leña para el hogar quien la corta? Acá de noche seguro refresca.

Con un gesto y mirada seria de José, Oscar entiende y solícito se ofrece. José se decide a hacer la primera excursión solo, no manejó tantas horas para perder el tiempo haciendo de mucama.

De pronto el cielo se abre para él, Su esposa conmina a su cuñada a acompañarlo, no vaya a ser que el inútil se pierda. José sabe que es la oportunidad soñada y encara el camino con Norma por delante.

Entre risas y trepadas, donde muchas veces el culo de Norma le queda en las narices, Josè se va excitando, la provocación de ella le resulta evidente.

De pronto la oportunidad esperada aparece en forma de una cabaña para itinerantes. Su cuñada se acerca, abre la puerta, lo mira con una sonrisa y entra.

ALCOHOL O AGUA OXIGENADA?

Entró a la cabaña y la vió, un baño de luz dibujaba las motitas de polvo en aire, lo que le daba a la escena un aspecto idílico, estaba apoyada con los codos en el alféizar de la ventana observando deleitada el paisaje

Se acercó despacio, se pegó a su cuerpo y deslizando suavemente sus manos por el chato abdomen, fue llegando a esas tetas soñadas, que lo esperaban con los pezones empitonados. La hembra se estremeció y estirando el cuello lo beso profunda y morbosamente mientras restregaba su culo en el vientre de su amante.

Lentamente le sacó la remera, para luego, mientras con una mano le retorcía un pezón, con la otra fue recorriendo el camino hasta su húmeda intimidad que lo recibió con el clítoris erguido, expectante. Apenas lo rozó, la hembra explotó en un orgasmo que la dejó temblando.

Siguió bajando y mientras ella se reponía, le fue sacando pantalón y bragas hasta que con su ayuda, la dejó completamente desnuda. Poco tardó él, en estar igual y tomando la erguida polla con su mano, guiarla en busca de la guarida. Se la fue metiendo despacio, disfrutando cada centímetro que hundía, y cuando llegó al final, la hembra explotó de nuevo. La cópula tornó violenta por lo excitados que estaban y cuando ella volvió acabar, él la acompañó en un griterío ensordecedor.

Una hora más tarde ya echados sobre una colchoneta en el piso, la hembra saltaba enloquecida montando a su macho obnubilada y en éxtasis, hasta la nueva explosión mutua. Desmadejada sobre el cuerpo de su hombre, la hembra temblaba frotándose sobre piel con piel.

  • Mi dios, cuánto necesitaba esto, ya estaba podrida de pegarme la cabeza contra el techo de la caravana y caernos de la cama en cada curva que pegaba ese armatoste de mierda. Encima ustedes dale que dale todas las noches. Espero que Norma lo entretenga como prometió, porque te voy a dejar seco.

Parado en la puerta, con la boca abierta, José había visto y oído todo.

Norma había pisado una tabla rota apenas entró en la casucha, se había cortado un pie y él había bajado presuroso a pedirle consejo a Haidee, a pesar de la insistencia de Norma para que no lo hiciera.

Como en trance se dio la vuelta. Entró a la caravana, cogió el botiquín y retomó el sendero para ir a ayudar a su cuñada, desconcertado y con una gran duda rondándole la cabeza.

  • Si la herida sangra. ¿ qué es mejor ? ¿ el alcohol o el agua oxigenada ?

AÑO 1971

MARTA

Ese año hice las paces con mi madre y volví a casa, el ritmo de trabajo y estudio, sumado a tener que atender a las Lavelli era agotador y no daba a basto con mis huesos.

Marta, era una de las muchachas más lindas de mi curso, alta, esbelta, muy deportista y muy inteligente. Nunca nos llevamos demasiado bien, quizás debido a la poca atención que yo le dispensaba mientras estaba con Lilian, o a que los intereses que nos movían, no coincidían.

Mientras ella hacía todo lo posible por destacar, ser la mejor y que se note, yo procuraba pasar lo más desapercibido posible. Así y todo, nuestros resultados académicos eran parecidos, y eso, junto a que casi no la miraba, la tenía a mal traer.

Recuerdo que nos encargaron realizar un trabajo práctico y aprovechando que sus padres estaban fuera ese fin de semana, optamos por hacerlo su casa. Eran las últimas tareas de ese año  que culminaba y el día se presentaba caluroso.

Marta vestía un vaporoso vestido corto enseñando su escote y luciendo sus largas piernas en forma un poco descarada, pero, como era común en mí, yo no lo apreciaba como ella pretendía. Sexualmente había madurado mucho y mi líbido estaba al día.

Por mi parte vestía un bermudas vaquero y remera de mangas cortas, vestimenta completada con zapatillas deportivas. Ropa fresca y cómoda para trabajar.

Nos reunimos después de mediodía una vez almorzados en nuestras respectivas casas, y en un par de horas terminamos la presentación. Como eran aproximadamente las tres de la tarde y el sol pegaba fuerte, me invitó a pasar al fondo de la casa donde tenían un gran parque con arboleda y una piscina mediana con reposeras.

Marta trajo de la cocina un par de refrescos y  me convidó con uno, se sacó el vestido

por la cabeza, quedándose solo con el biquini y se echó al sol en una de las

reposeras, invitándome a hacer lo mismo.

Noté su mirada de asombro cuando vio mi torso descubierto, no es que sea un musculito de gimnasio, pero el ejercicio y en especial la natación me habían provisto de anchas espaldas y brazos musculados.

  • No imaginaba que estuvieras tan cachas, mencionó, mordiéndose el labio

inferior.

  • Tampoco es que nos hayamos visto tanto,

le contesté con una sonrisa

.

  • Es que siempre andas metido en tu mundo, como si los demás no existiéramos para ti.

  • No es eso, es que tenemos intereses diferentes

  • ¿Cuáles son los tuyos?

preguntó curiosa.

  • Aprender, progresar, vivir sin importar lo que esté de moda o lo que opinen los demás. Trabajar, pensar en el futuro y no dejarme arrastrar por la corriente. No me interesa figurar, si yo sé donde estoy parado.

  • Vaya, cuantos sueños, y lo social? ¿ De qué sirve llegar a tanto, si no tienes con quien compartir ?

  • ¿Y que te aporta lo social a ti? Más allá de alimentar tu ego

  • ¿Guauuu... ? tan hueca me ves ?

  • Todo lo contrario, eres la única que vale algo entre todos los descerebrados con los que te rodeas,  que solo piensan en comerse tus tetas.

Picada, se irguió, se sacó el bra, y prácticamente me puso las tetas encima mirándome a los ojos en forma provocadora, retándome a no bajar la vista,

  • ¿Y a ti te son indiferentes ? ¿Tu no te las comerías ?

Me

sonreí y sin contestarle me saqué pantalón y calzón, sin dejar de mirarla a los ojos. Sin echarle siquiera una mirada a sus tetas, pero la polla dura como un garrote. Ella al darse cuenta que algo había hecho, bajó lentamente la mirada y abrió los ojos como platos

  • Pero se puede saber que hac…...Ohhh

Hipnotizada, tomó mi polla suavemente con la mano, como sopesándola, luego levantó la cabeza y sin soltarla se subió a mis rodillas y me comió la boca. Sin dejar de besarme inició una suave paja, hasta que, ya desquiciada, ladeo su tanga y se empaló.

Fue bajando lentamente, sintiéndola centímetro a centímetro, entre quejidos y suspiros

  • Aggg….hmmmm..hijo de puta….aggg…. que polla.....hmmm.

Cuando llegó al fondo se corrió, violentamente.

Cuando se relajó puso en marcha las caderas y las tuvo en marcha toda la tarde, no se cuantas veces se corrió ella, pero yo le hice en dos oportunidades, sin sacarla de tan placentera ubicación.

Después de mi segundo orgasmo, nos dimos una ducha y desnudos como estábamos, nos metimos en la piscina haciéndonos carantoñas. Cuando llegó la nochecita, pedimos unas pizzas, llamé a casa para avisar que me quedaba a dormir y nos fuimos al dormitorio de sus padres.

Nos volvimos amantes hasta el fin de ese año. Momento en que ella se casó con su novio de toda la vida.

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