Días de sexo, crueldad y miseria 6

Secretos dolorosos

COMPARACIONES DOLOROSAS

Cristina

El brillo en los párpados me sacó del sueño. Pesadamente fui recuperando los sentidos y alcancé a percibir el frío del cristal sobre mi mejilla adormecida. En algún momento del viaje había quedado traspuesta.

Enderecé mi cuello lentamente para evitar contracturas, abrí parcialmente los ojos para que el reflejo del sol no me golpeara y contemplé extasiada la bola de fuego emergiendo de las profundidades. Ya estábamos en la autopista que bordea el mar, en una hora llegaría a mi destino. Tiempo insuficiente para decidir, tiempo de sobra para arrepentirme.

Tiempo para recapitular y comprender. ¿Se puede envidiar el dolor?¿Es posible admirar el sufrimiento? Nunca lo hubiera creído posible y sin embargo es lo que siento, más aún ahora, que conozco todos los detalles y los puedo comparar con mi vida. El acceso accidental al diario personal de mi padre, me abrió los ojos a los secretos dolorosos de mi familia, secretos que en lo más profundo de mi consciencia intuía y me había negado a internalizar.


1975

FALSA ILUSIÓN

Aprovechando mi nueva estabilidad personal, retomé mis estudios y después del casamiento nos instalamos en mi nuevo departamento. A pesar de la insistencia de mi suegro para que me incorpore a la suya, continué con mi empresa, no quería volver a depender de terceros.

Menos aún, en los tiempos convulsos que nos tocaban vivir, el General había muerto poco después de expulsar de su movimiento a las fracciones revolucionarias que lo llevaron a la presidencia, estas habían pasado a la clandestinidad y lo sucedió su esposa, asesorada por un personaje nefasto que inició una caza de brujas sin precedentes.

Tiempos difíciles para las mentes libres de ideas progresistas con aspiraciones de reivindicación social. El ambiente universitario estaba revuelto, la caza de brujas espantó a los profesores mas identificados con los movimientos populares y la purga encabezada por el nuevo ministro de educación de extrema derecha se hizo sentir.

Era imposible que ese ambiente tan convulso no se filtrara en la vida diaria e influyera en la gente joven como nosotros. En contra de mi posición conservadora de mantenernos alejados de los violentos conflictos, dado que por un lado estábamos en un gobierno democrático y los métodos a utilizar debían ser otros y por el otro, estaba profundamente comprometido con terminar la carrera y no era mucho el tiempo del que disponía para distraerme en otras actividades. Lilian, inquieta como siempre se sumergió de pleno en los movimientos contestatarios, cambiando su nombre por el de Leila como bandera de militancia.

Para colmo de males, sobre mitad de año, un violento plan de ajuste ideado por el ministro de turno dejó con el culo al aire a todos los que. como mi suegro. habían tomado créditos externos para la renovación de maquinarias o habían vendido sus casas para la compra de una nueva y no las habían cobrado.

La quiebra fue masiva y Hans junto a su nueva esposa levantaron campamento y se fueron a Alemania junto a su otra hija. El golpe para Leila fue brutal y su rebeldía la llevó a redoblar su actitud contestataria. Poco tardó en volver a sus actitudes de desaparecer sin dar explicaciones, ahora basadas en no comprometerme con sus actividades.

1976

El gran cambio

Finalmente, lo que estaba tan anunciado sucedió, un golpe militar derrocó al gobierno bajo el amparo de grupos empresariales de derecha y el apoyo de gran parte de la población que pronto se arrepentiría de su actitud.

Volvieron a cambiar las autoridades educativas, la represión se recrudeció y se inició una caza de brujas a mansalva, que con la excusa de derrotar a los movimientos subversivos, arrasó con todas las libertades individuales.

Se liberalizó la economía, se abrieron las importaciones y lo poco que quedaba de la industria nacional se hundió sin remedio, para financiar el fácil acceso a divisas extranjeras se empezó a pedir préstamos al exterior y en un abrir y cerrar de ojos la deuda externa se multiplicó por ocho.

Lo cierto es que, entre los cambios en los planes de estudio y  lo complicado de la economía para llevar la empresa adelante, todo el tiempo libre del que disponía lo utilizaba para estudiar, incluyendo sábados, domingos y feriados.

Lo que trajo aparejado un agravamiento en la actitud de mi esposa. Sobre todo en periodos de exámenes donde me encerraba a estudiar semanas enteras. No era raro que en su condición de profesora de educación física, organizara campamentos y desapareciera sin decir adónde iba, con la excusa de no molestarme  en los estudios, cuando yo sospechaba, que en realidad, estaba demasiado involucrada en la actividad de grupos insurgentes, con el peligro que eso conllevaba para todos nosotros. Muchos amigos habían desaparecido por mucho menos.

Nuestra actividad sexual que anteriormente era intensa, quedó relegada a un par de polvos por semana. Sorpresivamente, un par de años después de nuestro matrimonio y mientras cursaba el último año de carrera, me anunció su embarazo.

Sorpresivo porque Leila proclamaba a los cuatro vientos que no quería embarazos que arruinaran su silueta y supuestamente se cuidaba muchísimo. Nunca supe si se descuidó o lo hizo adrede. Mis dudas se disiparon cuando con los años, mi esposa se convirtió en una buena madre, afectuosa y dedicada, pero sin relegar su independencia. Aunque su forma de vida, niñera mediante, no cambió, la mìa sì, la llegada de la dulce Cristina, una rubia preciosa de ojos verdes llenó mis vacíos.

Cuando a los veintiocho años me recibí de Ingeniero ya tenía montada la empresa con Juanca y Jordi y me iba muy bien. No así en la vida familiar.  A pesar de tener tiempo de sobra para convivir por haber terminado mis estudios, Leila seguía con sus desapariciones sin dar explicaciones, lo que empezó a minar mi confianza en ella. Solo jugar y mimar a mi niña me reconfortaba.

Hasta que llegó Elías, en este caso no tan de sorpresa, desde el nacimiento de Cristina follábamos en dias seguros, practicábamos sexo anal o recurríamos al viejo recule y acabar afuera.

Leila se había negado terminantemente a tener otro hijo y sin pensar en las consecuencias, un fin de semana en que estaba en sus días fértiles, disparé la primera andanada adentro antes de recular, con tanta puntería que acerté en el blanco.

Para mi sorpresa ella lo tomó muy bien y cuatro años y medio después de la niña, llegó el varón, un pícaro y rebelde niño con el que choqué mucho durante su adolescencia, pero que con los años se volvería un gran compañero.

Llegó la guerra, la derrota y el régimen cayó. Por fin después de tanto horror volvíamos a la democracia.

1984

Cris

Estábamos en democracia, los militares en el banquillo de los acusados y la fábrica iba viento en popa, el crecimiento era exponencial y pronto empecé a necesitar quien me lleve la agenda. Así fue como entró Cris a trabajar en la empresa como mi asistente personal. Una morocha voluptuosa y descontracturada de veintiún años, novia de siempre de un muchacho del barrio y vecina de la empresa. Dentro del entorno de mujeres rígidas en el que me había desarrollado, Cris fue una brisa de aire fresco, muy parecida a mis queridas tías.

Sin padre desde pequeña, Cris no se privaba de decirme, que sentía que para ella, yo era todo lo que soñaba como mujer. Buen mozo, educado, compañero más que jefe y fuente de sabiduría que solía tener respuesta a todas sus preguntas.

Para mí en cambio, Cris era el desenfado, una mujer sin secretos, entregada y disponible en su desempeño y dispuesta a hablar de cualquier tema. Bastó un chispazo un día que salimos todos a tomar algo, para que nos convirtiéramos en amantes.

Esa noche volvíamos de brindar juntos, festejando la llegada de la primavera junto al resto de los empleados del sector, mis hijos estaban al cuidado de mi madre que había quedado viuda un par de años atrás y Leila estaba en uno de sus campamentos.

Al pasar frente a la puerta de un hotel por horas ubicado en una avenida en el camino a su casa, bastó un cruce de miradas para que diéramos el paso y entráramos con el auto. Nervioso, me dejé guiar por ella, que con su novio eran usuarios habituales. A los treinta y ocho años era la primera vez que concurría a uno.

Nada más cerrar la puerta de la habitación nos entregamos a la pasión, largas dosis de deseo acumulado nos llevaron a una entrega absoluta, sin límites. Esa dulce, voluptuosa y tierna muchacha, me hizo sentir en una noche, todo lo que una mujer enamorada es capaz de dar.

Nos desvestimos mirándonos a los ojos, sin vergûenzas, expectantes. Su deliciosa belleza llenó mis ojos, mi enardecida virilidad clamó por su atención y mi entregada amante no tardó en complacerla. Sentir el calor de su boca recorriendo mi falo me transportó a dimensiones de placer que no conocía, solo comparable al infierno que aguardaba entre sus piernas.

Desde ese día no pudimos parar, cada hueco en nuestras actividades lo pasábamos juntos, sin importarnos el qué dirán, pero al contrario de Cris, que abandonó a su novio después del primer polvo, tardé dos años en decidirme a dejar a mi mujer. Mis hijos me pesaban en la conciencia.

1985

Viaje y sorpresa

Buen año para la producción local, pero al no haber importaciones, la necesidad de innovaciones se hizo imperiosa. Para actualizarnos, empezamos a viajar a los principales centros de moda del mundo con la intención de traer ideas para desarrollar en nuestra fábrica, un socio por vez, comenzando por los que hablábamos inglés. Me tocó el segundo turno y no me alegró.

Despedirme de Cris fue muy duro y la nostalgia de la distancia muy dolorosa, le escribía prácticamente todos los días. En esos tiempos, una llamada telefónica interoceánica era solo para gente con mucho dinero.

Era mi primera visita a Europa y no lograba disfrutarla, no ver a mis hijos y extrañar a Cris me pasaba factura. Eso me hizo tomar la decisión.

Habíamos quedado con Lilian -a quien ya no le molestaba usar su nombre verdadero- en encontrarnos en Nueva York y realizar el último tramo del viaje juntos. Era el momento ideal para sincerarme y terminar con todo. La fui a esperar al aeropuerto y nada mas verme, vino corriendo a mi encuentro y saltando sobre mí, me notificó de un nuevo embarazo.

¿Cómo describirlo?¿Alegría y dolor?¿Ilusión y desencanto?¿Duda y certeza? Porque la alegría e ilusión de un nuevo hijo se contraponía con el dolor y desencanto de tener que aparcar mis sueños con Cris.

Y la duda. Porque los días de viaje no me cuadraban con la noticia del embarazo ¿Desde cuándo lo sabía? Finalmente, la certeza de que se me había adelantado una vez más.

El viaje fue un martirio, el infierno que me consumía, se contraponía con una alegría que sentía insultante de parte de ella. Volver y hablar con Cris, fué otra tortura. Su reacción al  enterarse fue volver con su novio de toda la vida, que nunca la dejó de rondar. Poco tiempo después de nacer mi hijo volvimos a ser amantes, pero de otra forma, menos romántica, más sucia. Pura pasión desatada.

De la misma forma que en los anteriores embarazos, Lilian volvió a ser una madre dedicada, sin dejar de lado sus escapadas sin explicaciones. Largos fines de semana, donde se iba de campamento deportivo con sus alumnos con la excusa de la responsabilidad compartida en la crianza y su derecho a la independencia y desarrollo personal, dejando a los niños a mi cargo, ahora con la inestimable ayuda de mi amorosa hija mayor.

1988

La mala noticia

Con el país hundido en la hiperinflación, mi relación clandestina y las decepciones por el comportamiento de mi esposa, decidí cortar por lo sano. Me estaba volviendo loco y mis hijos se merecían una mejor familia.

El día que finalmente tuve valor para hacerlo, estuve esperando a Leila hasta la madrugada a la vuelta de una de sus escapadas habituales. Mi esposa, que me conocía mucho más de lo que yo me imaginaba, supo que algo grave estaba por pasar, apenas me vió esperarla levantado.

Tomó una silla, se sentó frente a mí, me miró a los ojos y sin dejarme hablar disparó..

  • Tengo cáncer.

Me quedé helado, cualquier discurso que tuviera preparado se borró de mi mente.

  • ¿Como? ¿Desde cuándo lo sabes?

  • Dos años, desde el nacimiento del niño.

  • ¿Dos años?¿Y recién ahora me lo cuentas?

  • Te lo cuento porque aparecieron metástasis y la mano viene mal. Necesitas prepararte para lo peor.

  • ¿Cómo lo sabes?¿De dónde vienes ahora?

Eso no te interesa. Estamos hablando de otra cosa, me han revisado los mejores especialistas, he hecho todos los intentos posibles, pero la enfermedad ha vuelto. Diciendo esto me mostró una pequeña cicatriz bajo el seno derecho y me hizo palpar un pequeño bulto sobre el izquierdo.

  • ¿Te has operado?¿Cuándo?

Anonadado no alcanzaba a entender, todo había sucedido bajo mis narices y no me había dado cuenta.

  • Hace dos veranos, el mes que estuve sola en la costa con los niños. También me han aplicado rayos y una quimioterapia moderada durante varios meses. Antes que lo preguntes ha sido durante los fines de semana y si quieres saber porqué no te lo dije, es porque no quería que me vieras como me estás viendo ahora.

  • Pero pasar por todo ese sufrimiento sola fue la mejor idea?

Pregunté sin pensar.

  • Si estás preocupado por eso, no lo hagas. No he estado sola.

Y no volvió a hablar del tema.

1992

El desenlace

Lo que pintaba malo resultó peor. Lidiar con la enfermedad, la nueva quimio, y la crianza de los niños me hizo abandonar todo. Cris inclusive. Situación que aprovechó uno de mis socios para vaciar la fábrica y llevarla a la bancarrota.

Finalmente el tumor tomó sus huesos, luego los pulmones y Lilian falleció en mis brazos asfixiada en medio de atroces dolores. Luchó hasta el final y mientras su físico lo permitió, mantuvo su secreto modo de vida.

El ver tan de cerca su sufrimiento y  la culpa de haberle sido infiel, hizo que no hubiera vuelto a ver a Cris. Y fue la razón principal de no querer volver a pisar la fábrica. Sin la ayuda de mi adolescente hija y la colaboración incondicional de mis adoradas tías me hubiera vuelto loco.


Enterarme de toda la verdad fue un golpe duro, pero más lo fue comparar esa dramática historia de amor, con lo que me tocaba vivir. Sequé mis lágrimas con el antebrazo y suspirando, me dispuse a enfrentar mi destino.

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