Días de sexo, crueldad y miseria 2

Lujuria desatada

ENERO DE 1970

ENVIDIA

Mirta cerró tarde la peluquería, la odiosa hija del verdulero insistió en hacerse la permanente esa mañana, solo para asistir a la reunión del AMPA de esa tarde y se lo tuvo que conceder. Seguro que le había echado el ojo a algún padre buenorro la muy puta

No eran tiempos para perder una clienta, menos a esa que no dejaba semana sin hacerse algo, al igual que su madre y hermanas. Mientras sus esposos se desloman hora tras hora descargando cajones en el mercado o atendiendo el negocio, las muy golfas zorrean todo lo que pueden, por lo menos así lo cuentan sus envidiosas vecinas.

En realidad no sabía si lo que sentía era enojo o envidia, porque si comparaba a sus esposos con su marido, no había color. Lograr que él trabaje más de ocho horas y deje de ir al café con sus amigos, o que trabaje los domingos y se pierda un partido de su equipo de fútbol preferido, era tarea imposible.

Y ni que hablar cuando jugaban de visitante, esos días se iba el sábado a la tarde y no volvía hasta la noche del domingo. Si no fuera porque el departamento lo había heredado de una tía y ella trabajaba diez horas en la peluquería, se los comerían los piojos.

Si hasta para follar era vago. Un misionero cada día, eso sí, pero cinco minutos, palo y a la bolsa. Para colmo  las historias que contaban sus clientas en la peluquería la dejaban con el coño chorreando, aunque debía reconocer que  las aventuras más morbosas, rara vez sucedían con sus maridos.

Mirta era una mujer rotunda de un metro setenta con las medidas perfectas, las tetas más duras y grandes de la familia, la cintura más angosta y el culo mas parado. Sabía el efecto que causaba en los hombres y al contrario que su hermana -aunque ahora había cambiado mucho- le gustaba ir arreglada y provocativa. Al que no le guste que no mire solía decirle a su esposo cuando se quejaba, el problema era que todos miraban y a ella le gustaba.

Caminaba pensando en todo eso, cuando al pasar frente a la casa de sus padres vió salir a Jorge con una sonrisa en el rostro hablando solo. Extrañada decidió ir a preguntarle a su hermana el motivo, ver sonreír a su cuñado que siempre andaba meditabundo y con cara de culo, era una cosa rara, algo jugoso había pasado.

Entró en la casa pero no encontró a nadie, entonces decidió subir a la planta superior por si estaba durmiendo la siesta en la fresca habitación de la terraza, al llegar a mitad de la azotea empezó a escuchar los gritos.

  • SI...si...si...más...más...más.

Intrigada, se acercó silenciosa a la ventana y lo que vió le voló la cabeza, un hombre se hallaba cruzado sobre la cama con los pies apoyados en el piso y sobre él, de espaldas a ella que miraba absorta, se hallaba su hermana completamente desnuda, saltando enloquecida sobre una polla descomunal enterrada en el coño,

La pasividad del macho le dió a entender que su hermana, con el carácter de mierda que se gastaba, lo tenía dominado y lo usaba como una polla con patas. Ahora entendía los cambios producidos en Norma y el por qué de las historias que escuchaba en la peluquería, una follada así debería ser la hostia.

Para su asombro llevaban más de diez minutos en la jodienda y vaya a saber cuando habían empezado. Cuando su hermana explotó derrumbándose sobre su amante y le vió la cara entendió todo... Hasta la sonrisa de Jorge.

Se retiró envidiosa y excitada, con el coño empapado y las tetas a punto de explotar, lo que vió era injusto, algo tenía que hacer para igualar los tantos y sabía perfectamente qué.

MARZO DE 1970

LA CRUDA VERDAD

Una vez más volvía frustrado de la casa de mi novia, solía estudiar allí los viernes a la  noche y los sábados completos. Esos días en casa de Norma, los niños corrían por todos lados disfrutando el fin de semana cercano y era imposible concentrarse.

Si de por sí ya era extraño que el viernes Lilian no apareciera en toda la noche hasta la hora de mi partida, cuando volví el sábado por la tarde, y por segunda vez no pude entrar, ni acudió a mi llamada a los golpes contra la puerta, fue el acabose.

Para colmo de males, esa puerta la había instalado yo cuando empezaron a arreciar los robos a departamentos y las violaciones a las mujeres que vivían solas. Era una puerta blindada de acero, con pernos templados que se anclan al marco al cerrar con la llave.

Y de remate, para evitar que alguien pudiera entrar con una copia de la llave al estar durmiendo, había fijado al marco un robusto pasador de acero que impedía abrir desde afuera.

Si algo le pasaba dentro, como no fuera por la ventana del tercer piso que da a la calle, no hay Dios que la pudiera sacar sin tirar la puerta abajo. Por eso no era bueno que estuviera con auriculares o el pasador echado durante el día, no había forma de saber si estaba bien. y eso era lo que me preocupaba...O lo que quería creer.

El próximo día de estudio que tuviera allí pondría remedio a la situación, para bien o para mal, ya estaba cansado de los desplantes. No me quedaba más remedio que aguantar a mi madre o salir a dar un paseo, por suerte tenía bastante al día los estudios.

Al llegar a casa me encontré con la novedad, Mirta había llamado pidiendo mis servicios, se había quedado sin energía eléctrica en su departamento, se acercaba la noche, Pedro estaba de gira con sus amigos para ver a su equipo de fútbol que jugaba de visitante lejos de la ciudad y no tenía quien la ayude.

Esos pedidos para mi madre eran sagrados, todo lo que tuviera que ver con su querido hermano Jorge, era de prioridad absoluta. Aliviado por tener algo que hacer, tomé mi caja de herramientas y marché a ver a la muchacha.

Ellos viven en un edificio cercano, en un sexto piso a la calle. Me anuncié por el telefonillo, pero al no tener energía eléctrica no me escuchó, llamé al portero y él me acompañó hasta el departamento para verificar la autenticidad de mi aseveración.

Mirta me atendió vestida con un top abotonado por delante, que dificultosamente contenía su voluminosas y duras tetas sin necesidad de corpiño, un pequeño short elástico que dibujaba su hermoso y tonificado culo y peinada con el pelo estirado en una hermosa y larga trenza...Estaba hermosa como pocas.

Ella tiene mi edad y al igual que su hermana, se casó con su novio de la adolescencia a los diecinueve años. Nos conocíamos desde niños y durante toda mi vida sufrí su belleza. Altiva y provocadora como pocas, desde pequeña hasta en nuestros juegos marcaba, el como, el cuando y el porqué. Desde que a los once años empezó a desarrollar, nos llevó a todos babeando de las narices.

Nos saludamos con un beso y me puse a la tarea. Revisé la fusilera, por si tenía que meter mano con la corriente conectada antes de que se fuera la luz del sol y al estar todo bien, retiré los fusibles quemados y comencé a revisar la instalación, empezando por desconectar  los artefactos enchufados y arrancando mi inspección por la cocina comedor.

Uno por uno, los fui desenchufando y revisando con el tester, al llegar al dormitorio secundario que contaba con dos camas individuales y mientras revisaba unas de las lámparas de mesa, Mirta se arrojó cruzada sobre una de ellas para iluminarme con una linterna porque ya se había hecho de noche.

Al desconectar la segunda lámpara, encontré un chispazo entre dos cables misteriosamente pelados justo en la unión con la ficha. Levanté la vista para comentárselo a Mirta y me encontré con  dos gloriosos globos que asomaban sobre un par de botones desabrochados de la blusa.

Mi amiga se percató de la  mirada y apoyando la linterna sobre mi cara con una sonrisa, la guió hacia el lugar de la reparación. Desenchufé la lámpara y cambié el tomacorriente que se había metalizado, reemplacé los fusibles y volví a dar energía en medio de los aplausos de alegría de la espectacular muchacha. Aprovechando la luz reconectada,  arreglé la lámpara y la volví a enchufar en su lugar.

En agradecimiento, Mirta me invitó a cenar y como no tenía mejor plan, acepté sin dudar. Comimos alegremente recordando aventuras de nuestra niñez y el como han cambiado las cosas con los años, al llegar a las copas de sobremesa, se empezó a reír a carcajadas.

  • Hay cosas que nunca cambian.

  • ¿Como cuales?

  • En la habitación, no me sacabas los ojos de las tetas.

  • ¿Y qué pretendes? Siempre fueron maravillosas y bien que te gustaba mostrarlas, para colmo ahora estás mejor que nunca.

  • Bueno, tú tampoco estás nada mal, todo lo contrario, según mi hermana tienes un cuerpo casi perfecto.

  • Epa, epa, que andan hablando de mí con tu hermana. Ja ja ja

  • Con mi hermana lo hablamos TODO, y me da mucha envidia.

Sonriendo por el órdago que se echaba tratando de averiguar cosas, seguí con la chanza.

  • ¿Como te puede dar envidia mi cuerpo, con el que tú te gastas?

  • La envidia es porque ella lo ha visto y yo no.

  • ¿Y qué es lo que pretendes?

Pregunté imaginándome por donde venía la mano.

  • Que me lo muestres, por supuesto.

Contestó provocadora.

  • Si tanto hablas con tu hermana, sabrás que no muestro si no me muestran.

Mirta me miró mordiéndose los labios y separándose un paso se llevó una mano al botón de su top.

  • Dos por uno, tienes el doble de botones que yo, los he contado.

FIN DE LAS DUDAS

Ha transcurrido una semana, y ha llegado el nuevo viernes, con sus vivencias de las últimas semanas el muchacho se siente querido y respetado por primera vez en su vida.

Decidido a todo, va a casa de su novia y se pone a estudiar. Tal como suponía, son las diez de la noche y ella no regresa ni llama para avisar donde está, a pesar de que él se ha preocupado en notificarle que esa tarde estudiaría en su departamento.

Antes de partir, abre su bolso, saca un destornillador y el torno de mano, desatornilla el pasador del marco, agranda el agujero de los tarugos, vuelve a poner los tornillos, guarda todo y se va. Avergonzado, pero consciente de lo que debe hacer.

Al día siguiente a las cinco de la tarde, al igual que el sábado anterior, se presenta en lo de su novia y la puerta está con el pasador puesto. Esta vez no golpea, ni llama, solo ejerce una leve presión y los tornillos se deslizan de los agrandados agujeros del tarugo, sueltan el pasador del marco y le dan paso.

Apenas entra escucha lo que temía, avanza por el pasillo en silencio rumbo al dormitorio guiado por los gemidos de su novia y contempla desde la puerta, como Beto, el monitor de baile, empotra a su novia que se halla a cuatro patas sobre la cama.

Beto y Luisa son los dueños del gimnasio para mujeres donde trabaja Lilian y viven dos pisos más arriba. Mientras Beto se encarga de las rutinas de danza gym, Luisa, una morena espectacular de treinta años, es la instructora de musculación femenina.

Saca la cámara fotográfica, toma un par de instantáneas color y vuelve sobre sus pasos sin molestar a la pareja. Deja los libros que le había prestado su novia sobre la mesa junto a todas las cartas que recibió de ella. Abre la puerta y al cerrarla, embadurna la llave con adhesivo instantáneo, da media vuelta menos para que no salga por la bocallave y la rompe dentro de la cerradura, finalmente sube a la terraza del edificio, desconecta la línea telefónica y se va, no sin antes cortar la luz y el agua del departamento desde el subsuelo.

Satisfecho por haber terminado con esa relación tóxica, se retira con lágrimas en los ojos por imágenes del pasado, sabe que esa noche no va a poder dormir. Lo que ha visto en el dormitorio despertará sus peores pesadillas, esas que ya había olvidado

MAYO DE 1958

LUJURIA DESATADA

Han pasado dos semanas, las heridas del niño han cicatrizado bien y Carla no aguanta más. Al llegar el Domingo, después de la partida de María, pone una sillita en el baño, sienta al niño con una revista en la mano, cierra la puerta con llave y va en busca de Ramón.

Lo encuentra sentado, dormitando en su sillón de la siesta en la carpintería, se acerca, se arrodilla frente a él, libera la tranca y se la come enterita. Ramón recupera la conciencia, le toma la cabeza con las manos y literalmente le folla boca llenándosela de lefa, después de dos semanas está tan cargado que apenas amengua su erección.

La obliga a levantarse, le arranca las bragas y la sienta sobre su polla sin contemplación alguna, la lubricada hembra pega un alarido, mezcla de dolor y satisfacción y pocos segundos más tarde empieza a saltar sobre su macho poseída.

La jodienda dura más de tres horas hasta quedar los dos abrazados sonrientes y satisfechos. A partir de ese día la rutina se repite todos los Domingos sin excepción, hasta el día que el niño cumple diez años.

El domingo siguiente al cumpleaños, María no se siente bien y sale para el mercado dos horas más tarde, sin darse cuenta de la ansiedad de la pareja. Cuando al fin se va, Ramón toma al niño de un brazo y lo mete a las corridas en el baño sin trabar la puerta con llave, para ir corriendo luego en busca de su amante.

La lleva de un brazo a la rastra hacia su dormitorio en medio de las carcajadas de la infiel, la pone a cuatro patas sobre su cama, le levanta el vestido desesperado, le arranca las bragas, escupe en el ojete y le entierra su tremenda polla en el culo sin preparación alguna.

El grito se escucha en toda la manzana, seguido de agudos quejidos por la irracional follada del macho enloquecido, hasta que se oye una voz y el tiempo se congela.

  • ¿Mami, por qué lloras? ¿Qué te hizo el señor?

MARZO DE 1970

SECRETOS INCONFESABLES

Oscar despierta sobresaltado. Como temía, después de lo que vió la noche anterior, la pesadilla ha vuelto. Siente una súbita arcada que le revuelve el estómago y sale corriendo al baño a vomitar, llega con lo justo, se abraza al inodoro y expulsa compulsivamente bilis y saliva, hoy no ha comido nada en todo el día.

Se lava los dientes, se enjuaga la boca y vuelve a la cama arrastrando los pies. No se ha percatado que desde la oscuridad de la cocina, con una taza de té humeante en las manos dos ojos llameantes, lo observan con preocupación.

El muchacho ha vuelto muy raro de ver a su novia, por primera vez se ha ido a su cama sin saludarla y sin cenar y ahora ha vuelto a gritar de noche como hace años que no hacía. Está preocupada, hay cosas que deben permanecer donde están y nunca ver la luz.

Oscar vuelve a acostarse y buscando el sueño reparador lleva su mente una semana para atrás, poco a poco los recuerdos van llegando y se duerme con una sonrisa.

PASIONES DESATADAS

Dos botones, un botón. Dos botones, un botón …….

Cuando ambas prendas dejan a la vista la tira de piel tan deseada, se miran ansiosos y Oscar levanta los brazos en cruz ofreciéndose a su amante. Mirta da un paso adelante, mete su manos por la abertura de la camisa, apoya las palmas en los marcados abdominales y comienza un lento recorrido hacia los hombros, más excitada de lo que nunca estuvo en su vida.

Cuando Oscar baja los brazos haciendo que la prenda caiga al piso, acerca su cara y pasa la lengua por los marcados pectorales, hasta hacer diana en las delicadas tetillas y atraparlas entre los dientes.

Mientras tanto, su amante ha llevado las manos a su cuerpo e introduciéndose por su cintura ha tomado posesión de sus nalgas, deslizando el elástico pantaloncillo con sus bragas hasta dejarlas desnudas.

Se miran a los ojos durante un par de segundos y se funden en un beso sentido. Mirta se sienta en la cama y vestida solamente con la suelta blusa, desliza el pantalón del muchacho para tomar posesión de su maravilloso falo que no duda en llevarse a la boca.

Es la primera vez que lo hace, jamás se le ocurriría pedírselo a su machista esposo, pero ha escuchado tantas historias en la peluquería que es como si tuviera una experiencia de años. Oscar se da cuenta cuanta de su inexperiencia, Norma le lleva años luz de ventaja en la jodienda. La deja jugar un rato y luego la separa de su manjar para voltearla en la cama y arrodillarse entre sus piernas.

Mirta cree morir, había oído hablar de lo que era un orgasmo y creía haberlo vivido, pero cuando el muchacho se apoderó de su clítoris y empezó a jugar con su lengua sobre él, explotó de tal manera que la cabeza se le fué por un rato.

Con santa paciencia, Oscar la dejó calmarse mientras con pequeños besitos fue subiendo por su pancita, y al llegar al motivo de miles de sus pajas juveniles, separó la tela de la blusa y se prendió a los erectos pezones con desesperación.

Sentir la devoción con que su querido amante se prendía de sus tetas, mientras ella le acariciaba dulcemente la cabeza, la llenó de un fuego de pasión tan extraño que por un segundo lo confundió con un amor profundo.

Mientras  sacudía la cabeza buscando alejar esa idea tan absurda, sintió que el macho ya intentaba el acople que iba a sellar definitivamente su infidelidad, abrió las piernas en ofrenda y la recibió sin dudar. Sus carnes se expandieron como nunca lo hicieron y se sintió tan llena que comenzó a delirar.

Enroscó las piernas con las de su pareja y comenzó a copular de una forma tan violenta, que alcanzaron el orgasmo casi juntos pocos minutos después de comenzar. Se mantuvieron juntos con la respiración agitada, disfrutando el comento y poco después volvieron a comenzar.

Durmieron juntos abrazados y a la mañana al despertar, Mirta pudo contemplar a su amante dormido boca abajo iluminado levemente por la luz de la ventana. Descubrió asombrada las cicatrices de su espalda, tratando de no despertarlo, las fué recorriendo con las yemas de sus dedos y al llegar a su cintura pudo comprobar que el horror no terminaba allí, otras más delgadas, marcaban sus nalgas en forma cruel.

ABRIL DE 1960

LOCURA ENDEMONIADA

Desnuda como está y chorreando lefa por el culo, la furiosa mujer lleva al niño arrastrándolo de los pelos hacia el baño otra vez, le hace posar las manos sobre la pileta, le baja los pantalones y el calzoncillo y lo azota violentamente con el cable del lavarropas hasta que se le cansa el brazo.

Lo deja tirado semidesvanecido en el piso, cierra la puerta con llave y vuelve enardecida a la cama con su amante, que excitado ante semejante explosión de violencia, la espera boca arriba con la polla a reventar. Se monta sobre él, se ensarta en la brutal erección y lo cabalga hasta perder el sentido.

Pablo vuelve tarde ese domingo, el trabajo se complicó y le llevó más tiempo del esperado. La casa está en silencio, su esposa está durmiendo y el niño no está en la cama, con un terrible presentimiento lo busca por toda la casa y lo encuentra semidesnudo encerrado en el baño, tirado en el piso dormido en posición fetal.

Tiene las nalgas cruzadas a latigazos y pringadas de lamparones de sangre reseca, cruel testimonio de lo que allí había pasado, lo levanta, lo acuna en sus brazos y recordando su propia crueldad, estalla en un llanto desconsolado. El demonio ha tomado posesión de sus almas y ya no tienen salvación. Desde ese día, todos los fines de semana se lo lleva a trabajar con él.

MARZO DE 1970

RESURRECCIÓN

Recordar a Mirta le hizo bien, se estiró en la cama, reposó unos minutos más hasta relajarse y se dirigió al baño a pegarse una ducha. Volvió a su habitación, se cambió de ropa y pasó a la cocina a desayunar.

Su madre estaba tomando su té de costumbre y estiró la cara para el beso de todas las mañanas, gesto que Oscar dejó pasar. Preparó su café, un jugo de naranjas, cortó un trozo de queso, montó todo sobre una bandeja y pasó a su cuarto a estudiar.

Por primera vez en su corta vida, su madre no abrió la boca y lo dejó hacer, como presintiendo que las compuertas se habían abierto para Oscar y el torrente de los recuerdos habían ocupado su lugar en el valle de su vida. En pocas horas, por motivos que desconocía, todo su poder sobre él, se le había escurrido como agua entre los dedos.

También por primera vez, el muchacho pudo estudiar todo el día sin ser molestado. Se preparó un sándwich al mediodía despreciando los fideos de su madre, por la noche salió a estirar las piernas para despejarse y comió unas porciones de fugazzeta en la pizzería del barrio.

Al regresar, saludó a su recién llegado padre y se fue a dormir, cosa que hizo de un tirón por primera vez en mucho tiempo. Al levantarse, antes de partir hacia un nuevo trabajo, llamó a Lucía.

  • Hola Lu... ¿Está Beto?
  • No, hace dos noches que no vuelve a casa y no se que pensar. Otras veces ya lo ha hecho, pero esta vez no me ha avisado, estaba pensando en llamar a la policía. ¿Para qué lo llamas?
  • Porque me pasa lo mismo con Lilian... y como la última vez que lo ví estaba entrando en su departamento, quería preguntarle si sabía algo.

  • ¿Y cuándo fue eso?

Preguntó ansiosa

  • El sábado a la tarde, como todos los sábados, según mi novia, es cuando programan la actividad de los lunes.

  • ¡QUE HIJOS DE PUTA!

El golpe del auricular contra el teléfono, casi le vuela el oído. Una pequeña victoria dentro de tanta traición, solo comparada con las tristes  carcajadas que le produjeron las indignadas palabras de Lucía dos días después, cuando le contaba como los bomberos habían bajado a la pareja casi deshidratada por la ventana de la calle y el estado deplorable en que encontraron el departamento después de tener que derribar la puerta, producto de dos días sin agua en los baños.

No volvió a hablar con Lilian por un largo tiempo, ni lo intentó. Tampoco la juzgaba, él no había sido mejor.

Sin descuidar sus trabajos, siguió preparando finales en su casa para el próximo periodo lectivo y dos semanas después, recibió el llamado de Mirta pidiendo hablar con él. Como era su nueva costumbre, no le avisó a su madre y el sábado a la tarde, tomó su valija de herramientas y se dirigió a la casa de la muchacha.

Sabía que ese domingo Pedro iba a la cancha de visitante, por lo que llevó un par de botellas de vino y una caja de bombones. A diferencia de su anterior visita, la muchacha lo recibió con un coqueto y discreto vestido, su cara sin maquillar y la mirada triste.

Lo invitó a sentarse en las banquetas de la mesada alta y se quedó mirándolo fijamente a los ojos, sin saber por donde empezar.

  • Lo que hicimos estuvo mal.

  • Siento mucho que te sientas así, creí que lo habías pasado bien.

  • No dije eso, lo que digo es que el hecho en sí, estuvo mal, Pedro no lo merece.

  • Mira, no me atrevo a opinar de tu pareja, porque la mía fué un desastre, pero como yo lo veo, él no tiene nada que ver con lo que pasó. Fue algo enteramente nuestro.

  • Pero sabes lo que pasaría si se entera? ¿Como quedaría yo?

  • ¿Y como lo sabría? ¿Se lo vas a decir? Porque lo que es yo…

  • No sé... no sé. Estoy muy confundida y asustada.

  • Mira...hagamos de cuenta que nunca pasó. Lamento que te haya hecho sentir mal

Oscar se levantó desilusionado para irse y ella se lo impidió tomándolo de un brazo.

  • No te vayas, no me dejes asi…¿tu que piensas? Dímelo sin cortarte

La miró a los ojos, tomó su cara por el mentón y le dió un pequeño beso en la boca.

  • Pienso que tu matrimonio es una farsa, como lo era mi pareja. Que pones a tu marido por delante como excusa, no te creo nada que lo sientas por él, sabes tan bien como yo que es un putero.  Estás escapando de lo que sientes tú . Para mí fue la mejor noche de mi vida. Tu y tu hermana lograron que me sienta querido por primera vez, sin condiciones, sin mentiras entre nosotros. No se si alguien lo podría entender, pero yo lo siento así.

Le tomó la mano y la miró a los ojos

  • Nos conocemos desde niños, no nos podemos mentir, sabemos quienes somos y lo que sentimos. Yo resolví mi ecuación ¿y tú?

Mirta no contestó, se levantó de su asiento, se acercó al muchacho y lo besó suavemente mientras se abrazaba a su cuello. Oscar la tomó de sus nalgas y la sentó sobre su regazo..

El beso subió en intensidad, el roce de sus vientres se acrecentó, sus manos tomaron protagonismo y sus prendas comenzaron a sobrar, voló la camisa de él, cayó la pechera de ella  y los torsos se frotaron con pasión.

Ella buscó su polla, él ladeó sus bragas y la entrega mutua se concretó. Copularon con violencia, mordieron su cuerpo y alcanzaron su orgasmo unidos en su pasión. Cuando sus espíritus se calmaron, él la tomó en brazos y ella se dejó llevar.

El amanecer los encontró desnudos, ahítos de pasión, se miraban a los ojos hablándose sin voz, sabían que el camino sería duro y lleno de obstáculos, pero estaban dispuestos a luchar.

La colocó boca abajo, mordió su nuca, acarició sus nalgas y la muchacha suspiró, recogió sus mieles, dibujó el esfínter, introdujo un dedo y su amante se estremeció, movió su dedo agregó otro y la hembra colaboró, subió a su grupa introdujo el glande y Mirta se entregó.

El coito fue feroz, la pasión arrolladora y la entrega total, dos cuerpos fundidos en la fragua de su pasión. Cuando el huracán pasó y los vientos amainaron, ya nada era igual, ambos sabían lo que tenían que hacer..

DESCUBRIMIENTO

La semana siguiente, Oscar habló con la Negra y le ofreció alquilarle en forma provisoria, la habitación libre de la terraza, no soportaba estar al lado de su madre, lo había intentado pero lo que había redescubierto de su pasado se lo impedía, tenía que aclarar su cabeza, antes de dar el paso definitivo.

La mujer encantada por el ingreso extra y la presencia en casa de tan inteligente muchacho, aceptó feliz. Cuando al mes siguiente su hija Mirta le pidió volver a casa porque se separaba de su marido, empezó a sospechar.

Un mes más tarde, se levantó bien entrada la noche para atender a su esposo que no se encontraba bien y al escuchar ruidos en la terraza subió a comprobar si estaba todo en orden. Se asomó al cuarto de Mirta y sus sospechas se hicieron realidad.

Oscar estaba tirado boca arriba en la cama, comiéndose desesperadamente el coño de su hija, que invertida sobre él, se tragaba el increíble falo casi por completo. La escena era tan brutal que se tuvo que agarrar de la pared.

Cuando por sus gestos llegaron al orgasmo, su hija se tragó toda la lefada sin desperdiciar una gota. Ver con qué devoción limpiaba el pene de su amante, le habló de la gran complementación de la pareja, esto venía de largo.

Tanto cariño, tanta limpieza, logró que el macho estuviera listo de nuevo. Con una sonrisa y sin inmutarse, Mirta avanzó sus caderas y tomándose de los tobillos del muchacho, levantó la grupa, tomó la tranca, la apuntó y se clavó en la estaca de una, con un grito que le puso la carne de gallina.

Lo que siguió fue demencial, la forma en que su hija agitaba poseída las caderas no era humana, ni lo era el que recibía la follada. Ningún ser normal aguantaría ese ritmo durante tanto tiempo sin reventar.

Cuando el éxtasis los alcanzó, la Negra los siguió, sin darse cuenta, estuvo masturbándose furiosamente durante casi toda la jodienda. Cuando la pareja empezaba la tercera ronda, la Negra se retiró, ya no daba más.

El tema era que estaba segura de que el cambio producido en su otra hija, también se debía al muchacho y decidió comprobar sus sospechas. El miércoles siguiente, según sus cálculos el único día probable, porque Mirta la acompañaba a llevar a José al hospital, dejó sola a su hija menor con su marido con la excusa de unos trámites y volvió a la casa a comprobar si sus temores tenían visos de realidad.

Ni siquiera se molestó en buscarla en la planta baja, subió en silencio a la terraza y mientras cruzaba el patio ya sabía lo que iba a encontrar. Se asomó a la ventana de su inquilino y la escena le aflojó las piernas, todo lo que sabía, toda su experiencia, hasta todo lo que en su vida hubiera imaginado disfrutar con un hombre, era insignificante ante lo que estaba observando.

Su hija mayor estaba tirada en la cama boca arriba, con las piernas recogidas a sus costados, besando al muchacho poseída tratando de amortiguar sus gritos y teniéndolo tomado por sus orejas. Sobre ella, se hallaba Oscar con el cuerpo tensado, apoyado sobre la punta de los pies y sosteniendo con las manos los tobillos de su Norma a los costados de su cabeza. El macho, en un alarde de fortaleza,  desplegando toda su flagelada musculatura, oscilaba su cadera enterrando su gran polla en el culo de su hija.

Arriba abajo, arriba abajo, la tranca entraba y salía mientras el esfínter, adherido a la piel del intrusor, subía y bajaba deslizándose como una boca golosa saboreando un chupachup. Tal era el delirio de su hija, que bajo su culo, se veía claramente que se había meado.

Bajó a su cocina conmovida, se preparó una tila tratando de calmarse y volvió tranquila al hospital a buscar a su marido, algún mensaje había en todo esto y no lograba descifrarlo, desde que Oscar había aparecido en sus vidas, salvo la enfermedad de José todo había ido para mejor.

Mirta era feliz, hasta atendía a las verduleras con una sonrisa, Norma cantaba todo el día, no volvió a gritarle a sus hijos y hasta su apático yerno estaba cambiado, desde que Oscar había comprado otro televisor y lo había instalado en su cuarto, veían juntos a los gritos los partidos del domingo como si fueran hermanos y por fin las dejaba ver tranquilas y sin quejarse la novela del domingo.

La salida del bueno para nada de Pedro de sus vidas, había sido una bendición, siempre se había sentido culpable de que su hijita se haya casado con semejante machista putero. Ahora entendía que en los últimos años su casa había sido un infierno.

Lamentablemente no todo puede ser felicidad en la vida, los dolores de José se habían vuelto insoportables y solo remitían con altas dosis de morfina que solo le podían aplicar en el hospital.

Llevaba ya un mes de internado y ella no daba mas, ir y volver todos los días y compartir ese ambiente de dolor eran una tortura para su alma. Para colmo José estaba imposible, no aceptaba su enfermedad y en los pocos momentos que estaba lúcido, culpaba a todo el mundo de sus desgracias. En especial a ella.

Toda la vida la torturó con sus celos y cuando se enfermó fue peor. Las peleas constantes, las acusaciones sin razón y los controles de vestimenta, destrozaron su matrimonio y lo convirtieron en un calvario y hoy había sido un día fatal, todo porque un enfermero le miró el culo.

TRES EN LÍNEA

  • ¿Qué culpa tengo yo, de tener un culo bonito y que los hombres sean unos salidos? Pero quién se lo hace entender a este hijo de puta, toda la vida jodiendo con lo mismo y ahora que está internado, directamente está sacado.

Vestida solo con una bata ligera después de tomar una ducha, aprovechando que sus hijas la habían relevado en el hospital, reflexionaba sobre su situación, echada en una tumbona de la terraza y aprovechando el fresco de la tarde. Algunas lágrimas de angustia recorrían su aún bello rostro, sin percatarse que la estaban observando de cerca.

Llegado un momento, no aguantó más y se echó a llorar convulsivamente. De pronto sintió que alguien se echó a su lado y la abrazó, giró su cabeza sorprendida y se encontró con la dulce sonrisa de su inquilino, que la reconfortaba buscando que se calmara.

Una extraña calma la invadió y relajando su cuerpo dejó caer su cabeza sobre el poderoso pecho del muchacho, que aprovechó el momento para besarle la frente y apoyar una mano en su pierna para acariciarla suavemente.

Hacía tanto tiempo que no escuchaba una palabra de aliento, ni sentía una caricia, que ronroneó frotando su cara sobre el desnudo torso del muchacho, que ya se atrevía a avanzar por el interior de sus mulos, rumbo a su desatendida intimidad.

Totalmente ida en un mar de sensaciones olvidadas, se dejó besar en la boca, correspondiendo con su lengua juguetona al juvenil envite, mientras su cuerpo se convulsionaba producto de los atrevidos dedos que ya jugaban con su enervado clítoris.

Nunca supo como se encontró acostada boca arriba, con la bata abierta y el adorable muchacho con la cabeza metida entre sus piernas, haciéndola delirar como nunca lo hizo nadie. Ni como ella se comió ese cacharro que se erguía entre las piernas sin remilgo alguno, a pesar de habérselo negado a su esposo en todos esos años.

Cuando se subió a su cuerpo y la penetró, descubrió el maravilloso dolor de ser reventada como una puta y cuando la jodienda no paró a pesar de todos sus orgasmos, sintió que podía morir sin culpas ese mismo día.

Tirada boca abajo en la cama de su adorable inquilino, con su maravilloso culo levantado y mordiendo la almohada, recibió con delirio al monstruo en sus entrañas, pero cuando los azotes pusieron sus nalgas a reventar y explotó en un orgasmo sideral, entendió el mensaje, y supo que ya nada sería igual.

Oscar había llegado flagelado a sus vidas y como un mesías salvador, las devolvió a la vida.

Tres meses después José falleció, la quimio de los miércoles no dió resultado y el cáncer de páncreas se lo llevó. Tardó un año Oscar en volver con sus padres y durante todo ese tiempo habitó el cuarto libre de la terraza, al lado del que ya vivía Mirta, recién divorciada.

VIVIR EN PAZ

Nunca más se oyeron peleas en esa casa, Jorge ve los partidos en paz con su sobrino, Mirta es feliz en su peluquería y Norma cada día se cuida más. Dicen las malas lenguas, que liberada de la carga de su marido enfermo, la Negra ha vuelto a sonreir, que solo los miércoles por la tarde la han vuelto a escuchar gritar, los días en que, mientras Mirta atiende a las fastidiosas verduleras, Norma acompaña a Jorge al hospital, para tratarse de una lesión en la espalda que lo tiene mal. A veces queda tan dolorido que no puede manejar.

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