Días de Mili. La Golosa

Un soldado sin dinero y sin pantalones se encuentra con la diosa de la fortuna La Golosa

DIAS DE MILI. LA GOLOSA

En aquellos tiempos en los que algunos no teníamos ni un duro para disfrutar de pases pernoctas o de un pisito nos arreglábamos con ir a un piso de una familia, que nos dejaba por unos cuantos duros, no recuerdo la cantidad, cambiarnos en una habitación, y salir de paseo unas cuantas horas por la ciudad.

Todo un disfrute del que por cierto no siempre mis menguadas economías podían afrontar al menos con la frecuencia que yo quería, y máxime cuando las dos últimas veces pillaba a la señora de la casa, siendo follada por quien creo que era su marido, o amante, en una de aquellas al salir al pasillo para ir al wáter, este la tenía sobre la mesa y le daba candela hasta hacerla retorcerse y gemir de lo lindo. En esa ocasión creo que no me vió ni me escucho, aunque sí el macho que la cabalgaba, el cual me guiñaba el ojo y se chupaba los dedos indicando el buen dulce que se estaba trasegando.

En la otra tarde que la ví , esta estaba echada sobre la cama, entretenida con lo que hoy llamaríamos hacerse unos dedos, o sea haciéndose una señora paja. Ese día sí que me vio, se levantó como un rayo, y cerró la puerta a la vez que mostraba todo el fandango

En una de esas tardes de asueto, cuando llegué a la habitación para cambiarme y entrar en el cuartel, me encontré con la putada de que al ser el último algún hijo de la chingada se había llevado mis pantalones y mi guerrera, o sea que allí estaba a una hora de tocar retreta y yo en la casa en calzoncillos. Eran tiempo donde entrar en ropa de paisano, te podía caer una temporada de calabozo.

Tras dar vueltas y vueltas al tema, al final me acerqué a la cocina de doña Maruja ( La Golosa) la llamaban sus vecinas, y tras abrir la puerta le conté mi problema, me dijo muy sería que eso no podía pasar en su casa, por el descrédito que ello suponía, pero que poco podía hacer ya a estas alturas de la tarde-noche, yo me desesperaba por la situación y paquete que me esperaba sino me presentaba en el cuartel.

Tan apurado me debió La Golosa , que me dijo que no me preocupara que llamaría a un pariente en el cuartel, y que lo arreglaría para que yo no estuviera hasta la retreta del dia siguiente, le dije que eso no podía ser pues  a las 4 de la tarde tenía clase como Maestro que era con los reclutas analfabetos, y si no estaba eso era un complicación, me dijo que no me preocupara que ella lo arreglaba, y así fue tras ir a telefonear a casa de otra amiga, me indicó que el brigada de mi unidad me daba hasta las tres del día siguiente para presentarme  ante él con mi uniforme.

El otro problema que se me presentaba era, donde quedar a dormir, no tenía un duro, y dormir en la calle como que no era plan, estaba resuelto a decirle a La Golosa, si podía dejarme dormir en algún rincón de la casa, debió de verme tan apurado, que me hizo la siguiente proposición, verás como eres maestro, podría dar clase a mi niño, y así te ganas la cena y la cama.

Y así fue llego el interfecto, o sea el ojo derecho de La Golosa , que les gustó la idea de que alguien le hiciera los deberes, pues el renacuajo se las sabía todas, pero hicimos buenas migas, y pronto nos prestamos buena colaboración, y tras ayudarle más de la cuenta, me dijo que era el tercero de tres hijos, que de los otros ni sabía, y que tenía una hermana que era puta en el arrabal, pero que hacía años que no venía por casa, y que el gachó que atendía a La Golosa , era su tío, por parte de su padre, que tenía cárcel  pues era un brigada legionario que se había cargado a un capitán que pretendía hacer de la Golosa su puta preferida, así me lo espetó, y resulta que le descerrajó 5 tiros entre el pecho y la frente.

Vaya historia.

Tras la cena a base de pimientos y tortilla española, ayudé a La Golosa a acostar a Miguel su hijo, buena gente e inteligente, y me brindé a fregarle los platos si me invitaba a un café de esos que daban olor a la casa, pues cuando veníamos a cambiarnos toda la casa olía a café del bueno.

Me dijo que será por café, que se lo mandaban de África los compañeros del Tercio de su marido, y le dije que sentía lo sucedido pues algo me había contado su hijo. Me contestó eso de «ya sabes la jodienda no tiene enmienda» y el cabrón del Capitán Santo quería meterme en su harén de putas cantineras que tenía, hasta que mi buen amigo Bruno, el padre de Miguel se lo llevó al otro mundo.

Esa es la vida de los pobres, Querido Gervasio, ya te ves tú en pelota picada que te han dejado los pelones, pero esto no queda así te lo juro por mi madre.

El café y unos goterones de anís del Mono, le soltaron la lengua, y me dijo que era suspiraba por su Braulio, pero que tenía para rato, y que su hermano el que se aprovechaba de ella y de la situación para tráeme unos duros de parte de Braulio, había puesto pies en polvorosa con la última paga algunas perras más.

Lo cierto que, tras ese abandono barriobajero, La Golosa , presentaba un cuerpo escondido entre las frazadas que ya había intuido que era de esas de guitarra flamenca, y que vibraba solo con tocarla, la boa era de esas para chupar y retorcer sus labios de ñascos y caricias.

Bueno el caso es que me indicó el cuarto de los trastos para dormir, donde había echado una mala colchoneta y unas mantas, y apara allá me fui, mientras ella quedaba a recoger la ultimas cosas de la casa y prepara algo para el día siguiente.

Debía de llevar una hora durmiendo, cuando La Golosa vestida con un camisón me despertó y me invitó a su cama, ya le comenté que pese a lo buen mozo y buena herramienta que decían que me gastaba, poco sabía de señoras, pues hacia un año que había salido del convento, y me habían obligado a hacer la mili.

Me dijo que no me preocupara que a ella le gustaban sin estrenar, y que ya me enseñaría ella la escuela de la jodienda que era toda una ciencia vieja y retorcida.

Acojonado estaba, no diré que era la primera señora que veía en pelota picada con aquellas carnes morenas, pero sí la primera que me dejó amasarla y estrujarla, más allá de dos rápidos polvos en un puticlub de carretera, no había visto nada más, al menos más allá de las insinuaciones de algunas insinuaciones y restregones con aluga que otra beata cercana al cenobio.

Nos echamos en la cama y me dejó manosear y verla por todos los sitios y recovecos, pues tan de cerca yo no había visto tanto trozo de señora. Para ella era como un bebé grande al que provocar, y vaya si lo hizo, ya llevábamos un buen trozo de magreo, pero no me acababa de decidir a montarla, o follarla como ella decía, y tampoco mi juanito, como lo llamaba la beata Mercedes, parecía encantado con ponerse tieso, lo que no fue problema para La Golosa , que ponto lo puso en posición de firmes, como ella decía. «Pero chaval que tenemos aquí. ¡Bendita sea la macarena ¡

Jaló de la polla y tras varios estiramientos, de puso de rodillas delante de mi y empezó a chupar el nabo, como si se tratara de un helado, eso al principio, porque veía salir su larga y fuerte lengua rodeando como el cabezón de la pirula, para luego sorber como si quisiera sacarme las entrañas, entonces si que me puse palo, lo que le gustó una enormidad, estaba entre el alterne de sorber y rozar el chumino,  a partes iguales, me dio sus dedos a chupar y a embadurnas de saliva, y me dijo eso nos te asustes, sentí que me hurgaba el ojete y que se metía la morcilla de un golpe en el chumino, con un ¡redios que pollón¡ y algo debió de tocarme allá dentro porque tras cinco o seis metidas me fui como un berraco encima de sus tetas, pues  ni yo tenía condón ni ella sus pastillas, y me decía ¡córrete mi niño encima de tu mami, que lechería llevas mi niño¡

Nos restregamos la lechada a todo confort y con ella se untó el nalgamen y yo creo que hasta el ojete.

Otra tanda de magreos y besuqueos, con lo que ella llamó la bajada al pilón, que la verdad no fue muy de mi gusto, prefería su boca, cuando ya volvía aponerme tieso el Juanito, se puso con la espalda para arriba y me animó a darle por el culete, ya que hasta que no tuviéramos condones o pastillas, esa era mejor forma de no quedar preñada, y allá me fui como al destajo tal y como la Golosa me explicó.

El Juanito, ya por la pinta era más Juanón que Juanito , tenía problemas de enfilamiento, pues no acababa de entrar, y la verdad es que ya me dolía la punta del nabo de tanto furar, se levantó La Golosa , por aceite, y un par de manguerazos sobre la polla, fue aliciente para que esta alcanzara mayor tamaño. ¡Madre mía, como se pone¡Esto se lo tengo que contar a la Merche, ella que tanto anhela una buena polla.

Se puso de cuatro patas y me envío a su trasera para  que el ojete fuese fruto de mis pesquisas, y entre lo aceitado del aire y los fluidos del brocal, me fui carnes adentro una vez entró el cabezón, el resto de la manguera entró a toda pastilla, y sobre todo me ponía a cien cuando La Golosa, se medió sofocaba y se retorcía, madre de dios que manera de apretarme la polla, no tardé de nuevo en correrme  para delicia de La Golosa , que echaba mano a sus chumino, para sopesar los fluidos que sorbía luego de sus dedos hasta la fruición más intensa, luego tiraba de mi para que pasando a la postura más plana no me saliera, que evidentemente la herramienta siguió en sus estuche hasta que La Golosa , deshizo el nudo para lavarme la polla y enviarme a mi catre, cerrando un trato para que fuera un par de veces a dar clases a Miguel, lo de los permisos ya lo arreglaría ella.

Y así quedamos, para seguir con las clases y conocer a su amiga Merche.

Gervasio de Silos