Diarios secretos (2)
Seguimos con las relaciones de dominación y azotainas entre madre-hijo,pdrastro-hijo, abuela-nieto...
DIARIO DE SANTIAGO
Solo llevamos una semana saliendo, pero tengo la sensación de haber vivido siempre con Alicia. Nos hemos visto todos los días de esta semana. Sé que son pocos días, pero hemos hablado tanto de todo que tengo la sensación de conocerla mejor que a nadie.
Mañana iré a comer a su casa. Quiere presentarme a su hijo Jaime. Luego iremos al cine y finalmente volveremos a su casa para hacer una merienda-cena informal. Y después . . . no tenemos más planes, aunque, la verdad sea dicho, yo sí tengo un plan: ¡quiero acabar en su cama!
Hay una cosa que me tiene un poco intranquilo. Alicia me ha dicho con mucha claridad que en su casa manda ella. Me ha dicho que manda en todos los sentidos, incluso cuando es necesario disciplinar a alguien. Recuerdo que lo ha remarcado mucho: “Y, cuando digo disciplinar me refiero a castigar físicamente . . . y cuando digo a alguien, me refiero a cualquiera que esté bajo mi techo”.
No me preocupa lo que eso tiene de amenaza para mí. Es más, deseo que me castigue antes de hacer el amor. Siempre he deseado que una mujer como ella me azote el culo con su zapatilla, como si yo fuera un niño malo. ¡Nadie lo ha hecho nunca en la vida!
Lo que me preocupa es que me ha dicho que en alguna ocasión me pedirá ayuda para educar a su hijo. Me ha dejado muy claro que es ella la que se encarga de pegarle una buena zurra en el culo cuando él se lo merece, pero, de tarde en tarde, cuando Jaime hace una trastada muy grande, quiere que, además de sus zapatillazos, el chico aguarde con miedo la llegada de la figura paterna, que se encargará de la segunda parte, más formal, del castigo.
Lo último que me dijo ayer fue: “Mañana ponte un buen cinturón. Quiero que a mi hijo le queden claras las cosas desde el principio. Antes de comer yo le daré una buena tunda en el culo y luego, cuando regresemos por la tarde, tienes que ser tú el que le deje claro que vas a ser severo con él en las pocas ocasiones en que yo te lo pida”.
Yo respondí: “Pero así, sin motivo, va a ser un poco incongruente todo”. Alicia se enfadó al escuchar eso y me respondió: “¡Tú limítate a hacer lo que yo te digo! Además, tiene que quedar todo muy claro desde el primer día. ¡También para ti!”.
Preferí no aclarar a qué se refería con eso.
DIARIO DE ALICIA
-Ve a abrir la puerta, será Santiago.
-Ya voy mamá.
-Hola que tal, tú debes ser Jaime, yo soy Santiago, encantado.
-Hola sí, soy Jaime, encantado de conocerte.
Mientras que se presentaban en el recibidor de casa llegó Alicia, que estaba a medio arreglar, llevaba un vestido gris bastante ceñido al cuerpo que le llegaba justo por encima de las rodillas, unas sugerentes medias negras y calzaba unas zapatillas en chancla, eran granates de invierno, y como digo las llevaba con el talón pisado, eso junto a las medias hacía que a cada paso de Alicia sonara como una cañonazo en aquella casa, su atuendo se completaba con un cepillo del pelo con el que no paraba de cepillárselo, se notaba que estaba a punto de ponerse los zapatos de tacón, para terminar su operación "ponerse guapa", y a fe que esto último lo estaba consiguiendo.
-Bueno ya veo que os conocéis.
Alicia dio un beso en la boca a Santiago como para "oficializar" su relación, y para dejarle claro a su hijo de que sería su nueva pareja.
-No tardo nada, ofrécele algo a nuestro invitado Jaime, termino en nada.
Cuando por fin acabó de peinarse y maquillarse Alicia se fue a su cuarto a cambiarse sus zapatillas por sus elegantes de tacón, pero antes pasó por el salón donde los vio muy animados, Santiago tomando una cerveza mientras atendía las explicaciones que le daba Jaime sobre un partido de futbol que estaban viendo en la tele.
-Vaya, parece que os lleváis muy bien, me alegro mucho.
-Pues sí que nos llevamos bien Alicia, tu hijo es un encanto.
-Bueno bueno, no vayas tan rápido hace menos de media hora, le estaba calentando el culo con esta ( con una patadita se descalzó casi toda la zapatilla quedando los dedos de su pie derecho al borde de la zapatilla que acababa de salir), y mientras le dura el culo caliente es un encanto, pero el problema es que se le olvida pronto, verdad cariño?
-Mamá por favor, ¿lo tienes que contar todo?
-Ya te dije que con Santiago no habrá secretos, él va a vivir con nosotros, y lo tratarás con el mismo respeto que si fuera tu padre, porque precisamente de eso va a hacer, de mi marido y de tu padre, espero no tener que volver a repetirlo.
-Vale mamá.
-Y quiero que sepas que le he pegado porque se ha comportado como un niño contigo durante toda la semana, iba de rabieta en rabieta porque no quería que viveras aquí a vivir, espero que sea la última vez que le tengo que zumbar por esto.
Un silencio tenso, dio paso a un gol en la televisión que sirvió para relajar un poco el ambiente, Santiago se comía con la vista a su amada, tenía ganas de devorarla allí mismo, que porte, que elegancia, y encima esas zapatillas en chancla con las medias negras le estaban provocando una erección bastante difícil de esconder lo que provocó la disimulada risa de Alicia.
Fueron a comer a un sitio bueno, caro y elegante, que no siempre coinciden las tres cosas, y Alicia tenía razón en una cosa, conforme se le enfriaba el trasero a Jaime, era más indolente, mientras paseaban por los jardines del Museo Arqueológico la indolencia se convirtió en insolencia, hasta el punto que Santiago le preguntó a Alicia.
-¿Crees que está provocando?
-Yo ya no sé que pensar, pero es un descarado de mucho cuidado, y te juro que cuando lleguemos a casa, este se va a enterar.
-Desde luego que no parece el mismo que me ha abierto la puerta de tu casa.
-Te está retando desde la comida, y a mí me está midiendo, parece mentira que no sepa cómo me las gasto todavía, te aseguro que esta noche va a dormir bien caliente.
-¿Es posible que le gusten tus azotes, y los esté buscando?
-Bufff yo que sé, lo único que sé es que este sistema de educarlo me ha funcionado siempre, en época de exámenes prueba la zapatilla día sí, día también, y las notas son excelentes... lo que te quiero decir es que a él los azotes le funcionan, reacciona cada vez que le pego, le hace mejorar, pero también he pensado que puede estar buscándolos, y claro ya no sé yo si el resultado será el mismo.
-Mira, como tú dices me está retando, y provocando toda la tarde, así que con tu permiso seré yo el que le dé una buena zurra, y no será con la zapatilla precisamente( Santiago se tocó el cinturón y ambos sonrieron)
De camino a casa, Jaime siguió metiendo el dedo, y cada vez que intuía un punto de débil de Santiago echaba sal en el herida, metiéndose desde su equipo de futbol hasta con su ropa, pasando por su desconocimiento de youtubers. Su madre le advertía, pero él seguía erre que erre, sin duda buscando su buena ración de zapatilla esa noche.
Pero oh sorpresa, Santiago al llegar a casa, tuvo una charla con él, le dijo que como su padre putativo que iba a ser, le debía un respeto, y que los castigos los seguiría llevando su madre en casa, pero que él también le zurraría en ocasiones graves, y cuando se sintiera directamente insultado como era al caso.
-Ya lo has oído Jaime, obedece a Santiago como si fuera tu padre.
-No es mi padre!!!
-Pues como si lo fuera,¿ entiendes?
-Vamos a tu cuarto!!!
Tanto la madre como el hijo se quedaron un poco sorprendidos, no esperaban que el castigo fuera en privado, pero ninguno de los dos dijo nada.
Una vez se hubieron encerrado en la habitación de Jaime, Santiago desabrochándose el cinturón dijo.
-Quítate los pantalones y los calzoncillos, y túmbate sobre la cama,
-¿Los calzoncillos también?
-Ya me has oído.
A Jaime en contadas ocasiones le pegaba su madre a culo desnudo, así que aunque se asustó un poco, obedeció al que iba a ser su padrastro.
Los chasquidos de la correa restallaban sobre las aun levemente marcadas nalgas de Jaime que todavía vislumbraban los zapatillazos que su madre le había dado 8 horas atrás.
Santiago se sintió poderoso y también excitado, más que por azotar esas tiernas nalgas, por realizar los deseos de su amada, que sin embargo estaba justo detrás de la puerta con el oído pegado a ésta y pensando, vaya palizón le está dando a mi hijo, era cierto que lo tenía bien merecido, pero estaba siendo un palizón que no esperaba, y cuando ya tenía la mano en la manivela para abrir la puerta y cortar el castigo, éste paró.
DIARIO DE JAIME
Cuando me pidió que me desnudara para azotarme algo cambió en mi mente.
Mi madre me pegaba con la zapatilla, pero casi nunca me desnudaba del todo y, desde luego, tampoco mi padre me desnudaba del todo cuando era él que me castigaba. Tenía pensado desobedecerle, pero no lo hice. Algo en la voz de Santiago me hacía saber que sería mucho peor oponer resistencia.
Afortunadamente me hizo tumbar boca abajo en la cama, porque mi pene se puso duro al notar el primer azote con el cinturón. Fue algo muy raro. Cuando mi madre me pega sí suelo tener alguna erección, especialmente cuando noto el contacto de su cuerpo con el mío, pero cuando era mi padre el que me azotaba jamás había tenido ese tipo de reacción.
¡No me gustan los hombres! Entonces . . . ¿Por qué me estaba pasando eso?
Pero raídamente olvidé esos pensamientos. Santiago estaba empleándose a fondo, los cinturonazos cada vez eran más rápidos y más fuertes. Al principio los notaba uno a uno. Aunque yo no veía mi propio culo, era capaz de adivinar su estado. Sentía dolores longitudinales, propios de cada cinturonazo. A veces en el medio de mis nalgas, otras veces en la parte superior de los muslos y, los peores, justo cuando me azotaba en la zona donde se juntan las nalgas y los muslos.
Hubo un momento en el que el dolor ya se había extendido tanto que no era capaz de distinguir el dolor individual de cada golpe. Me dolía todo el culo y el dolor era tan intensos que pensé que ya todo daba igual, ¡no podía dolerme más! De repente Santiago dejó de golpearme y me pidió que me levantaba.
Yo no obedecí de inmediato. No lo hice por dos motivos: el dolor era tan grande que me costaba moverme y, además, en ese momento me di cuenta de que continuaba con el pene tieso. Bajo ningún concepto quería que ni él, ni por supuesto mi madre, me viesen así.
- ¿Qué pasa, no te ha parecido suficiente? ¿Quieres que continúe? ¡He dicho que te levantes!
A regañadientes le hice caso e intenté taparme con la mano para que no se me notara la erección. Creo que tenía la cara casi tan roja como el culo.
Obviamente, el se dio cuenta y, para mi sorpresa, en lugar de enfardarse o castigarme más, me dijo que no me preocupara.
- Solo es una reacción física completamente normal. No te sientas avergonzado. Siento haber sido tan severo contigo desde el primer día, pero quiero que sepas que, aunque sea mucho más joven que tu padre, yo soy aquí la autoridad y que cuando yo te castigue serán castigos de verdad. Eso no quiere decir que no vayamos a ser amigos. Quiero que nos llevemos bien y que tengas mucha confianza conmigo. Quítate las manos de ahí y date la vuelta.
Le hice caso de inmediato y me giré lo más rápido que puede para que no me viera por delante.
En la otra pared había un espejo y pude ver el estado en que habían quedado mis nalgas y mis muslos. Nunca los había tenido tan amoratados, hinchados y doloridos. En ese momento se mezclaban en mi un montón de emociones: rabia, miedo, vergüenza, . . . y amistad, . . . sorprendentemente noté una sensación parecida al agradecimiento hacia la persona que me había dado aquella paliza tan extrema. En ese momento me dijo:
- Colócate contra la pared. Qué tu madre pueda ver cómo te he dejado el culo pero que no vea como tienes el pito.
Y eso hice, sintiéndome muy aliviado y esperando que “aquello” se me pasara antes de que tuviera que darme la vuelta delante de mi madre.
Justo en ese momento, cuando ya estaba yo contra la pared, se abrió la puerta y entró mi madre.
-¿Cómo estás hijo?
-Estoy bien mamá, de verdad, he hablado con Santiago y hemos dejado las cosas claras, y creo que nos vamos a llevar muy bien.
-Me alegro mucho cariño, ya he visto que os habéis dejado las cosas bien claras, sobre todo Santiago a ti, madre mía como te ha dejado el culo!!!
En ese momento ninguno de los tres dijo nada, hubo un silencio incómodo que rompió mi madre diciendo con su habitual desparpajo
-Al final vas a echar de menos a mi zapatilla jajaja
-No te creas mamá, tu zapatilla son todavía palabras mayores.
Y todos rieron la ocurrencia.
DIARIO DE PEDRO.
Hoy he visto a Jaime y me ha contado que además de la habitual zurra de su madre con la zapatilla, anoche probó el cinturón del novio de su madre, al que todavía se niega a llamarle padrastro.
Pero yo no puedo dejar de pensar que ayer, después de mucho tiempo me azotó mi abuela.
Me las ingenié para quedarme el fin de semana con ella con el pretexto de que tenía que estudiar mucho, y allí en su casa es donde mejor me concentro para estudiar.
Todo transcurría con relativa tranquilidad, y a mí no se me ocurría nada para provocar la ansiada zurra de mi abuela. Mientras le ayudaba a poner la mesa no paraba de fijarme en sus zapatillas, me enervaba especialmente que llevara una de ella puesta en chancla, concretamente era la derecha. Llevaba unas zapatillas de cuadros que eran azules oscuro y negros, las típicas zapatillas de felpa con suela de goma, en este caso la suela era gris oscuro, ella tenía muchas zapatillas de cuadros, y ese día eligió las de los cuadros pequeños azules y negros.
Mientras cenábamos y sin pensármelo mucho empecé a hablar.
-Abuela estoy preocupado.
-Qué te pasa hijo, es verdad que te noto un poco raro, cuéntame.
-Pues… ha sido en el instituto, he hecho algo mal, muy mal,
-Me estás asustando Pedro, ¿qué ha pasado?
Mi abuela se puso sería cómo ella se pone de vez en cuando y aquel día me di cuenta de que era una mujer muy atractiva. Yo pensaba que me atraía sólo por su severidad y por las pocas azotainas que había tenido la suerte de que me diera, pero ahora que la tenía junto a mí, podía ver a una guapa mujer que no aparentaba los 65 años que tenía, con el pelo corto, morena, muy buen pecho para su edad, y muy buen porte en general, realmente era muy atractiva.
-Pues el otro día… entré a un departamento de un profesor con un amigo, entramos forzando la puerta, y robamos un examen. En realidad no lo robamos, lo copiamos en un folio, hicimos el examen en casa, y al día siguiente, lógicamente lo hicimos perfecto.
-¿Te parece eso bonito Pedro?
-No abuela, lo siento mucho de verdad.
-¿Esa es la educación que te enseñan en casa?
-No abuela.
-Forzar puertas, y robar exámenes, pero qué eres ¿un delincuente?
-Estoy muy arrepentido abuela de verdad que lo siento mucho.
-¿Lo sientes? Ahora sí que lo vas a sentir, de momento vete a tu habitación, y me esperas allí, hoy ya has terminado de cenar, sinvergüenza!!!
Así pues a medio cenar me tuve que levantar de la mesa e irme a mi cuarto, aquello me llenaba de temor y sobre todo de vergüenza, pese a desear que mi abuela me pusiera el culo como un tomate maduro, no soportaba decepcionarla. Ella había sido maestra y digamos que velaba por mi historial académico, le daba mucha importancia a las notas, pero aún más a mi comportamiento, para ella eso era esencial, no soportaba la falta de respeto que hoy en día le tenían muchos alumnos a sus profesores, realmente se la llevaban los demonios al oír aquellas historias que ella no hubiera permitido nunca.
Tras casi media hora angustiosa de espera oí la puerta y vi entrar a mi abuela con una cara que no auguraba nada bueno para mí.
-De quien menos me esperaba esto era de ti Pedro. Me hubiera costado creérmelo de cualquiera de mis nietos, pero de ti no lo hubiera creído jamás, ¿me oyes? Jamás!!!
-De verdad que lo siento muchísimo abuela, te juro que no lo volveré a hacer nunca más.
-Ya hablaremos de eso más adelante. Ahora tienes que aprender que los actos tienen consecuencias. Bájate los pantalones!!!
-Pero abuela… Me quedé sin sangre en el cuerpo, es cierto que era esto lo que estaba buscando mucho tiempo, hacía años que mi abuela no me azotaba, y ahora lo iba a hacer otra vez, había tenido que mentirle para que lo hiciera, jamás entré a ningún departamento de ningún profesor, pero ya era demasiado tarde para echarme atrás, así que lo que hice fue bajarme el pantalón e intentar esconder la erección que tenía.
Pude ver cómo levantaba hacia atrás y hacia el lado y con mucho donaire su pierna derecha, y se sacaba con la mano la zapatilla que llevaba en chancla, entonces me señaló con la punta de la misma que me apoyara sobre la cama.
-Apóyate sobre la cama, y quiero el culo bien alto, te voy a enseñar yo a ti a robar exámenes.
Sin más demora me apoyé sobre el colchón con las manos y formé un ángulo perfecto de 90 grados para poner el culo bien accesible.
Entonces empezó una sinfonía de azotazos sobre mis posaderas apenas protegidas por los finos slips blancos que cubrían mis vergüenzas.
Nunca había recibido una paliza ni siquiera parecida a esa, mi abuela manejaba la zapatilla como si fuera una extensión natural de su mano. Aquella suela rugosa de goma estaba haciéndome añicos.
Cómo sonaban los zapatillazos dentro de aquel cuarto!!!. El dolor empezaba a ser insoportable, pero cuando el azote caía sobre alguno de mis muslos aquello ya no tenía nombre, yo aullaba de puro de dolor, pero eso no amilanó a aquella máquina de azotar que era mi abuela.
No sé en qué momento paró, pero jamás en mi vida he agradecido tanto nada.
-Levántate.
Pese a que había gritado, chillado, dado alaridos, milagrosamente no había llorado aún, y al oír la severa voz de mi abuela decirme que me levantara, estuvo a punto de llorar de puro agradecimiento. Aunque poco duró la alegría en casa del pobre, conforme despegué mis manos del colchón e intentaba recomponerme un poco, oí como me dijo:
-Esto ha sido por robar el examen, ahora te voy a castigar por forzar puertas.
No es que se me cayera el alma a los pies, es que se me cayó al averno, no daba crédito a lo que estaba oyendo, mi abuela mientras, se sentó en la cama donde yo había puesto las manos, y con su zapatilla se tocó el muslo, para que no me cupiera duda donde me quería.
-Pero abuela… dije al borde del llanto más desconsolado mientras me acercaba a ella como un corderito. Pero lo único que hico fue bajarme de un tirón mis slips sin dejar de mírame a la cara, y con una de sus manos, me agarró del brazo y me arrastró sobre su regazo.
Ya estaba al límite, así que con el primer zapatillazo que cayó sobre mí ya maltrecho culo rompí a llorar, el llanto aumentaba a cada azote, lloraba como un niño pequeño, era una llantina que iba a más, pero aquello no le gustó demasiado a mi abuela, por lo que redoblaba sus esfuerzos en aquella paliza.
-¿Ahora lloras verdad? PLASSSSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSS
-Buaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa, buaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa buaaaaaaaaaaaaaaaaa buaaaaaaaaaaaaa.
Yo lloraba sin consuelo, no podía parar, era algo absolutamente inevitable.
Mi abuela me reprendía mientras me azotaba, y me hablaba del respeto, de la decencia, de las trampas, de la honradez…
Cuando se hartó de pegarme y de abroncarme, cesó la azotaina, del golpe, igual que empezó, acabó.
Para que no quedaran dudas, lanzó su zapatilla al suelo y se la calzó a tientas, entonces acariciándome con su mano mi morado y marcado culo me dijo.
-Quiero que sepas, que estoy orgullosa de ti.
Yo lo único que pude hacer es seguir llorando, no me salían las palabras del cuerpo, así que ella prosiguió.
-Estoy muy orgullosa, porque tú sabías que habías hecho algo mal, y aunque sabías que te iba a costar una buena paliza, has sido lo suficientemente valiente para contármelo.
Las caricias de aquella sabia mano, y la visión de las zapatillas de mi abuela, una puesta y otra en chancla, hicieron que empezara a recobrar la excitación perdida por la severa zurra recibida, así que para disimular arrecié en mis llantos y en mis promesas eternas de buen comportamiento.
Mi abuela me conminó a levantarme, me puse de pie entre sus piernas y me dijo:
-¿Has aprendido la lección?
-Si abuela.
-Muy bien, pues el lunes le dices al profesor al que robaste el exámen todo lo que hiciste, y él decidirá lo que hará contigo y con tu amigo, ¿está claro?
Me acababa de meter en otro lío, pero ya se me ocurriría algo para solucionarlo, pero eso es otra historia.