Diarios de Zolst 08 - Conversaciones en el coche.
Emily entrevista a su muy misteriosa directora mientras se dirigen a un recinto especial de formación de esclavas.
Como siempre, se recomienda encarecidamente leer los episodios anteriores pues estos relatos se continúan de manera directa y se hacen menciones constantes a personajes y eventos que se presentaron o sucedieron en partes previas. Como siempre, muchísimas gracias por vuestras opiniones y comentarios tanto por acá como por correo. Las sugerencias están siendo interesantísimas para explorar nuevas ramas argumentales.
Querido diario:
En mi última nota de voz te indiqué que estaba a punto de partir en coche rumbo a un destino desconocido junto con mi admirada directora de la escuela. Por eso precisamente estoy tomando notas de voz en vez de escribir debidamente; cuando pueda volver a ponerme delante de un cuaderno retomaré las páginas debidamente escritas.
Recuerdo bien haberlo puesto en la nota de voz anterior, pero haré un pequeño recordatorio. La directora de la escuela Santa Margarita donde recibo clases cinco días a la semana se llama en realidad Kirika Alma, pertenece a la raza elfa supuestamente extinguida hace cuatro siglos y ella misma acumula más de ochocientos años. Todo esto no es inconveniente para que tenga un cuerpazo merecedor de toda lujuria y para que sepa conducir una berlina de gran cilindrada a gran velocidad por la principal autopista de toda la provincia de Kronn. De hecho, conduce a tal velocidad que voy sentada a su lado y porque voy expertamente atada de manos, pies y cuello al asiento del pasajero que si no ya habría abandonado el vehículo. Es terrorífico. También hace escasa una hora que me ha colocado los piercings en pezones y c
lítoris
que normalmente recibiría al final d
el segundo año de educación
. Supongo que como directora tiene libertad para
decidir si soy apta para recibirlos tan pronto pero lo que sí sé es que agradezco inmensamente que me los haya puesto ella. Sobre todo porque normalmente después de ser anillada una esclava pasa entre una y tres semanas sin poder ni tocarse las partes perforadas por el dolor y el peligro de infección pero ella después de poner los aretes ha extendido por mi piel una crema y ha dejado de dolerme de inmediato. No solo eso sino que una hora más tarde ya está totalmente cicatrizado y parece que lleve años con los anillos puestos. Incluso l
os
aretes
están empezando a surtir su tradicional efecto y noto mis pezones más sensibles al estar permanentemente erectos. Remedios caseros de origen élfico, me ha explicado.
Y
aquí estoy, en un coche rumbo a lo desconocido, desnuda, con las piernas entreabiertas y al lado de una criatura supuestamente extinguida. Es gracioso cuando te fijas en los pequeños detalles. Por ejemplo, se nota que este vehículo a pesar de ser evidentemente un coche caro es frecuentemente usado por esclavas ya que todos los asientos tienen una funda de material absorbente para los flujos del coño. La ley dice que una esclava no puede llevar nada cubriendo su sexo y culo cuando se sienta así que nuestros agujeros forzosamente van a tocar la cara tapicería del coche de no ir debidamente protegida. Si añadimos que las esclavas zolstianas estan permanentemente cachondas y lubricadas pues te puedes imaginar el olor que puede llegar a tomar un coche cerrado si no se toman las debidas precauciones
higiénicas
. Mi admirada directora sigue las reglas al pie de la letra y su estampa es impagable. Tiene ese cuerpo de supermodelo embutido en un sobrio traje de negocios de blusa y chaqueta pero de ombligo para abajo lo único que viste son ligueros, medias y zapatos. Tiene unas piernas larguísimas entre las que me encantaría meter la cabeza pero no creo que sea lo más adecuado a estas velocidades.
Al rato, la directora me invita a romper el silencio.
— Vas muy callada. Para ir conducida a ciegas a un sitio desconocido al lado de un miembro de una raza mitológica supuestamente extinta, pensé que tu lengua valdría para algo más que para comer pollas.
— Disculpadme, mi señora. Aún estoy asimilando todo esto. — Y era verdad, aunque debería estar asustada y no lo estaba. Aún.
— Llámame Kirika, nada de formalidades. Después de todo, las dos llevamos collar y tenemos los mismos derechos que son ninguno. Yo a tí te llamaré Emily o cariño, según me apetezca. ¿vale? Pregúntame lo que quieras. A las esclavas se nos permite tener curiosidad siempre y cuando no interfiera en nuestras obligaciones que son muchas.
— Gracias Kirika. No sabría por donde empeza. ¿Qué se siente?
— ¿Ahora mismo? Que tengo unas ganas terribles de que un zolstiano joven y vigoroso me folle seis veces acabando en mi cara y boca. Igual que cualquier otra mujer zolstiana del planeta, supongo. ¿Es una pregunta con trampa?
Me tuve que reír, era evidente que trataba de que me relajase. — No, me refería a… eres una elfa, un ser casi inmortal. Has estado en esta tierra durante ocho siglos al menos. ¿Como se organiza toda esa experiencia? ¿Como se puede compaginar con la vida de una esclava zolstiana?
—
No sabría decirte, la verdad. Mentalmente, divido mi existencia en tres tramos. En el tramo más temprano vivía entre los elfos, era libre y se me conocía como la Cantora de Almas.
Conseguía sintonizar la magia élfica en mi voz y con mis arias creaba un estado de ferocidad entre mis tropas que hacía que luchasen con una valentía y arrojo sin igual. Me dediqué a esa tarea en cuerpo y alma durante tres siglos. Después de ser capturada y esclavizada esa
Kirika
murió y hay un periodo de tiempo de unos veinte años en los que apenas fui consciente. La lujuria lo ocupaba todo en mi mente, no había sitio para nada más. Recuerdo ligeros retazos de aquel periodo casi todos asociados al placer y al dolor. Los cepos de la Ciénaga de Araha y los orgasmos
inacabables
que allí
encadenaba día y noche
. Los soldados apagando las colillas de sus cigarrillos en mi espalda o metiendo los cubitos de hielo de sus bebidas por mi culo mientras me follaban. La cara envidiosa de una jovencita que me limpiaba con la lengua los restos de semen de los veinte últimos soldados que me
habían usado y yo descubriendo que aquella
adolescente
lo único que quería era ocupar mi lugar en el cepo.
Pasadas
dos décadas mi sistema nervioso se reajustó y acostumbró a todo aquel estímulo.
R
ecuperé bastante de mi propia consciencia. Descubrí que podía volver a formar frases más complejas que
m
étamela hasta el fondo o córrase en mi cara. Volví a pensar con autonomía y gracias
a eso empezar a desenvolv
erme
con un poco de cabeza en vez de por puro instinto. Y ya después de eso pues he ido dando tumbos, de polla en polla hasta acá. Ha habido siglos buenos y otros malos. Los dos últimos han sido buenos.
—
¿Y como acaba una esclava elfa como directora de una escuela?
—
¿Te acuerdas de Carolus X, el tatarabuelo del actual Emperador al que apodaban El Sabio? Pues aparte de sabio era un gourmet. Perdió la virginidad conmigo a los 15 años como era tradición en aquella época en la familia imperial.
A
la realeza
las elfas siempre les hemos resultado un bocado de lo más exótico.
Lo malo es que pasó los siguientes 10 años
follándose jovencitas y no encontró ninguna a la altura de una servidora. Me sacó del harén imperial donde ejercía y
me encomendó la tarea de ir mejorando el sistema formativo de las esclavas para que aumentasen en cantidad y sobre todo calidad
de sus servicios
. Pedí ayuda a unas cuantas amigas, se nos concedieron unos privilegios imperiales absurdos para lo que es una esclava y
desde entonces hemos ido progresando. Por ejemplo, si un policía se cruza conmigo de la escuela al coche puede follarme sin mayor problema. Pero si me subo a este coche con matrícula especial del Imperio más te vale tener dos ministros detrás si quiere pararme siquiera. La residencia a la que vamos es un sitio de alta seguridad, pero los guardias que la vigilan no saben lo que hay dentro.
— ¿Y por qué Escuela Santa Margarita? ¿Es por alguna santa olvidada de tu época?
—
¡Ni en broma! Margarita era una de las chicas que tenía cerca en la Ciénaga. Una masoquista como pocas, siempre tenía prisa porque la ataran al cepo y siempre pedía que la maltratasen cuanto más mejor. Le fastidiaba mucho tener que compartir burdel con esclavas famosas como yo o Clala de Asteria porque estábamos mucho más solicitadas. Cuando pensamos en el nombre de la escuela nos acordamos de ella porque
siempre creímos
que había que ser muy masoca para venir voluntariamente a un sitio donde
en un par de meses te van a violar,
sodomizar
, convertir en una adicta al semen y enseñar a poner
te
a cuatro patas delante de cualquiera. Claro que yo vengo de una época donde las aspiraciones vitales de una mujer eran distintas a ser una puta gratuita hasta la vejez.
— ¿Tanto ha variado la sociedad en estos siglos? Siempre he pensando que conservamos los instintos básicos y queremos las mismas metas elementales.
— Te lo diré con un ejemplo. Si ahora mismo te dijese que te quitases el collar y te dieses una vuelta por el centro de Reinford ¿lo harías?
—
¡Caray, no! Menuda impudicia.
Parecería que estoy mal de la cabeza saliendo por ahí sin collar.
Sin collar únicamente salen las niñas y las taradas. Con estas tetas va a ser complicado pasar por una niña.
—
A eso me refiero. Has sido educada desde pequeña con unos valores que fomentan la sumisión y la obediencia al hombre. Para tí, tu posición natural es de rodillas frente a un macho.
En mi época las mujeres eran otras cosas aparte de esclavas. Demonios, en el propio imperio había mujeres que no eran esclavas sino que guardaban celosamente su virginidad hasta el matrimonio y se consolaban mientras tanto con las lenguas de esclavas dedicadas exclusivamente a comerles el coño. Conocí a una de esas “lenguas”, después de cuatro años de abstinencia y lamer almejas todos los días.
Te puedes imaginar
como lloraba de felicidad mientras le cerraban el cepo y quince tipos hacían cola p
ara
follársela.
Hoy, las mujeres son más felices gracias a esta normalización.
—
Y ahora que la has mencionado ¿conociste a Clal
a
de Asteria? Es una figura bastante importante al ser la última líder humana de una revolución contra el Imperio en tres siglos,
pero después de la victoria solo se sabe que fue esclavizada.
— Por supuesto que la conocí, después de todo fuimos a la guerra juntas. La recuerdo como una figura autoritaria y llena de confianza en sí misma y en la justicia de su causa. De cuando estuvimos ambas en la Ciénaga tengo menos memoria, ya sabes que fue una época borrosa. Recuerdo que estaba en el cepo delante mía, por lo que normalmente lo que veía de ella eran sus piernas y agujeros; o bien al tipo que se la estaba follando. Tenía un culo precioso y cuando no nos depilaban el coño lo tenía rubio. Recuerdo también que tenía una voz muy dulce cuando se corría, cosa que pasaba bastante a menudo. Pero poco más puedo recordar sobre ella. Tendrás ocasión de averiguar más cosas, mientras tanto tendrás que ejercer la paciencia.
— Y ya que no me vas a decir porqué me necesitas ¿podrías decirme al menos a donde vamos?
— Yo no te necesito, cariño. Solo soy una ojeadora que cree haber encontrado en tí la respuesta a una necesidad de una amiga muy especial. Y vamos a una residencia especial muy pero que muy vigilada y reservada en la provincia de Avery. Podríamos decir que aquello es mi auténtica casa y la de unas cuantas de las de mi especie. Por cierto, si tienes hambre creo que en el bolso de la guantera hay un par de condones llenos de semen. Cortesía de los tres medallistas del equipo de natación de este año. Nos quedan tres horas de viaje aún e imagino que querrás dormir un poco.
Y no es por ponerme patríotica, pero hice lo que han hecho todas las mujeres zolstianas desde hace tres siglos: obedecer.