Diarios de Zolst 06 - la Jornada Cultural

La clase de Emily se enfrenta al complicado desafío de crear una nueva actividad de alto voltaje para la Jornada Cultural de la Escuela Santa Margarita.

Como siempre, se recomienda encarecidamente leer los episodios anteriores pues estos relatos se continúan de manera directa y se hacen menciones constantes a personajes y eventos que se presentaron o sucedieron en partes previas. Como siempre, muchísimas gracias por vuestras opiniones y comentarios tanto por acá como por correo. Me son de gran ayuda para progresar la historia sin volverme loco del todo.


Querido diario:

Antes que nada, he de aclarar que estoy tomando notas de voz con el móvil así que tendrás que disculpar si no soy tan precisa como cuando escribo en tus páginas. Han pasado un montón de cosas y ahora mismo no tengo acceso al cuaderno así que iré narrando por aquí cuando pueda para que no se me olvide ningún detalle.

Recapitulemos un poco: mi última entrada fue a finales de año te conté como toda la clase habíamos hecho una visita escolar al burdel más prestigioso del barrio. Poco después teníamos que reunirnos todos porque llegaba el festival cultural escolar de principios de año y nuestra clase tenía que decidir qué iba a hacer para la ocasión. Los festivales escolares tienen una larga tradición en la provincia de Kronn y consisten en una serie de actividades culturales o deportivas que cada clase organiza y ofrece a sus compañeros, padres y profesores. Pueden ser obras de teatro, proyecciones de cine o cortometrajes, conciertos, concursos, competiciones deportivas… Se podía colaborar con los distintos clubes escolares con el objetivo de fomentar las relaciones entre el alumnado de distintas edades. La verdad es que era todo un acontecimiento que se celebraba una vez al año y aquellos que lograsen la actividad más exitosa gozarían del favor de la escuela entera. Por todo esto lo normal habría sido que se hubiese planeado con tiempo para poder tener todos los detalles controlados.

El gran problema era que mis compañeros de primero estaban más interesados en otros temas que en el festival escolar. En concreto, en dos temas: aprobar los exámenes de fin de año y follarnos a cuantas más compañeras, mejor. Así que cuando por fin nos juntamos todos para decidir la temática la mayoría de las opciones sencillas estaban ya cogidas. Los alumnos de tercero iban a colaborar con el club de cine para realizar una serie documental sobre las actividades sexuales de la clase y las aspiraciones de cada una de sus compañeras esclavas una vez se graduasen por lo que probablemente las proyecciones fuesen más cercanas al porno gonzo que al documental. Los clubes de natación y atletismo iban a realizar competiciones bastante humorísticas en las que practicarían el deporte del rival y se apostarían a sus compañeras para que los ganadores pudieran usarlas. La clase de segundo iba a montar un café de criadas que serviría platos sencillos y caseros y los clientes podrían disfrutar de las amables atenciones de las alumnas vestidas en fetichistas trajes con cofia y microfalda. Amables atenciones que por supuesto incluirían una buena mamada o abrirse de piernas sin mayores complicaciones ante el cliente.

Y nosotros estábamos en blanco. Ni una sola idea en treinta cabezas. Uno de mis compañeros sugirió montar una biblioteca usando los libros que teníamos en nuestras casas, pero no parecía algo muy estimulante precisamente. Un bar de streaptease o una barra americana quedaban descartados porque eran muy parecidos al proyecto de segundo. Rodar una película porno tenía el mismo inconveniente: demasiado parecido a lo de otros. A partir de ahí empezamos a dar vueltas en círculo entre sugerencias estúpidas y reproches hasta que a mí se me ocurrió una idea quizás muy loca pero que podía funcionar: ¿y si hacíamos una recreación histórica de una antigua Casa de Placer? Tuve que sufrir cierto grado de cachondeo porque es bien conocida mi afición por la historia de nuestra nación pero mi sugerencia parecía haber captado la atención de la clase. Les hablé de una antigua y famosa Casa de Placer de hace 500 años llamada La Ciénaga de Araha que se había instalado en unos sótanos, donde los soldados iban a aliviarse sexualmente con las muchachas esclavizadas de pasadas guerras. Podríamos tapar las ventanas de la clase y cubrir las paredes con papel pintado de quita y pon para ambientarlo como una mazmorra. Se podría servir cerveza a los visitantes ya que era lo que tradicionalmente tomaban los soldados pero nada más y así no hacer la competencia al café de segundo curso. Mis compañeros podrían disfrazarse de soldados y mis compañeras y yo podríamos incluso personalizar un poco nuestra apariencia disfrazándonos de exóticas esclavas de antiguas naciones, princesas o putas. Podríamos colaborar con el club de S&M para que nos prestasen collares, yugos y demás parafernalia de sumisión ya que recordemos que por aquella época aquellas esclavas no eran vocacionales como nosotras. Tendríamos plus por interés cultural, plus por invitar a una consumición, plus por colaboración con otros compañeros y, por supuesto, plus de sexo porque nosotras estaríamos a la completa disposición de cualquiera que pasase por allí tal y como había sido en su momento. Quizás este punto era el que más inquietaba al sector femenino menos curtido pero mi amiga Mari, que ya estaba más que experimentada a la hora de ser follada por dos y tres amos a la vez, consiguió convencer a las más reticentes.

Y estará mal que lo diga, pero la verdad es que nos quedó una clase la mar de bien ambientada. Kurz, quien es el hijo de un fabricante de barbacoas local, nos proporcionó un par de estufas de leña con salida de humos al exterior para que simulásemos las rugientes hogueras que tenía aquel local. Trajimos colchones, grandes almohadones y mobiliario desvencijado para fornicar sobre él de la manera más sórdida posible. Mis compañeras se lo pasaron genial disfrazándose de la manera más exótica y sensual posible: desde danzarinas del velo sureñas a nuestras vecinas albinas del norte de pálida piel y sangre ardiente. Mari, quien no desperdiciaba ocasión para añadir drama a cualquier situación, insistió en que ya que en esos locales podías encontrar tanto putas como princesas entonces nosotras dos seríamos las princesas esclavizadas y se presentó con dos juegos de hermosísima lencería de encaje blanco, guantes de encaje hasta el codo, ligueros a juego e impolutos zapatos de charol blancos con un altísimo tacón. Hasta trajo diademas en forma de corona para las dos. Menos mal que Mari nunca ha sentido mucho interés por la historia más allá de las turras que le doy de vez en cuando porque se habría sorprendido de la fidelidad que habíamos alcanzado sin desearlo con las inquilinas originales de la Ciénaga de Araha.

Pero lo que de verdad me sorprendió fue cuando la víspera del evento apareció en el patio de la Escuela Santa Margarita una furgoneta y un par de peones a las órdenes de Peter Von Leinz (mi Amo en el club de S&M) quienes empezaron a descargar y subir tablones y cajas. Según Peter, era un regalo para su sumisa preferida aprovechando que había escogido una temática tan interesante. No me dejó pasar a mirar hasta que los peones hubieron acabado de montar, pero cuando pude verlo se e escapó un grito de emoción. ¡Era un cepo medieval, semejante a los que se habían instalado en la Ciénaga de Araha y que se habían convertido en la enseña de aquella casa de placer! Para los no muy puestos en mobiliario esclavista de hace cinco siglos, aclaro que un cepo es una estructura en madera consistente en dos gruesos listones macizos con tres semicírculos serrados en uno de sus lados, de tal manera que cuando se ponen uno encima de otro forman tres círculos en su interior; los laterales más amplios que el central. Estos listones suelen unirse con una bisagra en un lado y un candado en el otro y están pensados para inmovilizar la cabeza y muñecas de la esclava cerrándose sobre ella como una pesada trampa, de ahí su nombre de cepo. En la versión de la ciénaga, estos cepos estaban instalados sobre soportes de tal manera que la esclava se situaba con su tronco paralelo al suelo, con su cintura doblada 90º hacia delante y el culo en pompa. Obviamente, tal posición fija facilitaba sobremanera que cualquiera pudiese follarse o dar por el culo a la cautiva así como dejaba su cabeza a la altura ideal para usar su boca. Un par de anillas en el suelo mantenían las piernas de la esclava constantemente abiertas y un banco en la parte inferior permitía que un soldado se tumbase sobre él para follarse su coño mientras otro de pie usaba su culo. Era simple, efectivo y tosco; y me encantaba. Había perdido la cuenta de la cantidad de veces que me había masturbado imaginándome presa en uno de esos aparatos y mañana iba a cumplir ese sueño al fin. Reconozco que perdí toda mi compostura, me tiré al cuello del Amo Peter y le cubrí a besos provocando las risas de toda mi clase. Peter parecía algo avergonzado por esa súbita rebeldía por parte de su sumisa y me dijo que no hacía falta que le diese las gracias de manera tan efusiva pero que solicitaba su derecho a ser quien me estrenase mañana durante la inauguración. Le prometí que si venía a clase a las 11 menos cinco minutos sería él mismo quien me cerrase el cepo en torno al cuello. Reconozco que esa noche apenas pude dormir entre el nerviosismo y la calentura.

A la mañana siguiente allí estaba yo bien temprano, con mi precioso conjunto de lencería blanco virginal, mi collar de esclava y mi coronita de plástico dorado revisando que todo el mundo estuviese en su puesto asignado para que todo funcionase a las mil maravillas. Una vez que me cerrasen el cepo no podría ayudar más así que tendrían que ir improvisando sobre la marcha. El Amo Peter me ayudó a inclinarme sobre el cepo, lo cerró y verificó varias veces que todo estaba correcto, yo estaba cómoda y nada me hacía daño. Después de todo, iba a pasar allí bastantes horas inmovilizada. Mis compañeras, que a veces pueden ser auténticas marujas, empezaron a animar y a dar palmas al Amo Peter, pues querían que me follase ya para estrenarme y ver como respondía todo. Para mi alegría el Amo no se sintió nada intimidado ante todo aquel público expectante y procedió a sacarse su polla de la bragueta e introducirla sin contemplaciones en mi boca para que le fuese calentando. Las medidas eran perfectas pues su cintura alcanzaba justo la altura de mi cabeza y estaba en la posición idónea para tragármela entera. De lo que rápidamente me di cuenta es que aquel sistema no se había ideado para placeres refinados sino para satisfacciones rápidas y brutales. Por mucha habilidad que tuviese en la lengua apenas podía moverme para poder abarcarle bien así que el mejor método para disfrutarme en esa posición era simplemente follarme la boca… y vaya si lo hizo. Con todas las ganas y la energía del mundo, en menos de cinco minutos ya tenía la garganta llena del típico semen espeso de la primera corrida del día. El Amo Peter comentó a uno de los chicos que de momento era muy agradable mi uso, pero que puede que con el paso de las horas no tuviese tanto aguante y llegados a ese punto lo ideal sería colocarme una mordaza abrebocas para poder seguir siendo usada de manera oral. A continuación, el Amo procedió a follarme el coño que ya tenía sobradamente mojado gracias a la excitación del momento, el público y la mamada anterior. No se entretuvo demasiado pero noté que le habría gustado tomarse las cosas más con calma a la hora de disfrutarme. Especialmente por la manera en la que iba metiendo y sacando su dedo índice en mi culo mientras me follaba el coño. Estoy segura de que, después de ver mi conjunto de medias y ligueros blancos, habría disfrutando azotando con su fusta la cara interior del muslo no cubierta por la media y no habría fallado ni un solo golpe. La verdad es que a mí me dio un poco igual porque en ese ratito que me estuvo usando me corrí dos veces. Recuerdo haber pensado que si ya estaba jadeando como una perra y aún no se habían abierto las puertas no quería ni pensar como iba a estar dentro de seis horas que es lo que se suponía que iba a durar la jornada.

Creo que a las dos horas de que sonase la sirena que marcaba el inicio de la jornada cultural ya lucía una pinta bastante fiel históricamente. Eso quiere decir que ya tenía más de dos y tres lechadas secándose en los carrillos del culo y probablemente más de diez en el interior del coño. Yo trataba de tragarme todas las corridas que soltaban en mi boca pero más de un grumo ya me colgaba por la barbilla por pura acumulación. Menos mal que me había quitado las gafas porque si no estarían ya pringadas. El resto de mis compañeras parecían estar pasándoselo en grande, al menos por los gemidos y gritos de placer que llegaban a mis oídos. En teoría habían situado el cepo en medio de toda la clase y debería haber podido verlo todo con comodidad pero a nadie se le ocurrió que el 99% de mi tiempo lo que iba a tener delante de los ojos era el vientre de quien se estuviese follando mi boca. Sumado a eso tenía la sensación de cautiverio y desamparo al estar tan atada que el cepo potenciaba de manera inmisericorde. Al mediodía, cuando ya llevaba cuatro horas siendo usada de manera tan eficiente, teníamos que hacer una pausa de una hora para comer. Mis compañeras sí pararon un rato y pudieron cerrar las piernas pero los graciosos de mis compañeros opinaron que como el público no hacía más que correrse en mi boca pues mucha hambre no debía tener y optaron por no liberarme. En vez de eso llamaron a Mari para que me limpiase un poco el coño y la cara con la lengua. Mi amiga se puso a ello con gran alegría y después de provocarme otro estupendo orgasmo a base de meterme la lengua casi hasta el útero se puso a extender loción lubricante de alta viscosidad por toda mi entrepierna haciendo especial hincapié en mi agujero del culo. Creo que era una manera nada sutil de indicarme que para las últimas horas se habían acabado los romanticismos y me iban a follar bien fuerte por todos mis agujeros. Mientras untaba mi piel con sus manos me comentó que varios profesores habían pasado por clase para evaluar nuestra exposición y habían quedado muy impresionados, especialmente nuestro anciano profesor de historia al que han tenido que sujetar porque estaba decidido a sacar al sol su inútil pene y follarse a alguna de nosotras. También me dijo que habían visto a mis padres visitando la clase y que parecían genuinamente orgullosos de mí, claro que yo no me había dado cuenta porque en ese momento probablemente estaba haciendo gorgoritos con la corrida de algún alumno de segundo. Yo me sentía bastante cansada y estaba por decir que me daba igual, que necesitaba que me soltasen un rato así que lo que sucedió a continuación me sorprendió completamente. Mari me tapó primero los ojos con un tapaojos directamente prestado del club de S&M. Los había llevado bastante en mis sesiones de entrenamento con el Amo Peter por lo que lo reconocí al instante y sabía que no iban a caerse a no ser que alguien aflojase intencionadamente el cierre que me mantenía completamente ciega. Después me puso un tradicional gagball en mi boca, lo bastante grande como para que no me dejase articular palabra inteligible pero lo bastante agujereado para que respirase sin problemas y llenase todo de babas. Y finalmente la gran cabrona me susurró al oído que me había preparado un regalito de cumpleaños adelantado porque iba a pasarse por allí a disfrutar de mis agujeros tanto el equipo de fútbol del que ella era animadora como los adonis del equipo de natación.

Ya no podía ver nada ni hablar así que mi percepción se limitaba a lo poco que oía y lo que notaba a mi alrededor. Percibí movimiento debajo y detrás mía y deduje que alguien se había situado en posición para hacerme una doble penetración. Mis sospechas se confirmaron cuando dos gruesas pollas se alojaron sin miramientos en mis agujeros del coño y del culo, comenzando un brutal mete y saca llenándome por completo sin preocuparse de preliminares gracias a la loción lubricante. Yo no podía hablar, no podía ver, no podía moverme; era una estatua de carne cuya única función era tener un par de agujeros calientes y húmedos donde los amos pudiesen correrse sin pensar demasiado. En ese momento entendí como debían sentirse las esclavas capturadas en las guerras hacía cinco siglos y porqué les ponían inmediatamente los tatuajes de esclavitud para que lo único que quisiesen fuese follar y después follar más. Apenas llevaban dos minutos martilleándome y ya me había corrido y estaba en éxtasis. No sé cuanto rato estuvieron disfrutando de mis agujeros pero se corrieron, salieron de mi interior y casi inmediatamente otros dos amos los sustituyeron en su puesto y el metesaca continuó. Una y otra vez.

Dos horas más tarde, eran amos distintos pero seguían follándome sin pausa.

Tres horas más tarde oí la sirena de fin de la jornada pero no se detuvieron, siguieron follándome sin pausa pareja tras pareja.

Cuatro horas más tarde seguían follándome sin pausa cuando me desmayé.