Diarios de Zolst 01 - La nueva escuela.

Primer episodio donde conocemos a nuestra protagonista, los rudimentos de la sociedad a la que pertenece y la presentación de su nueva vida en la escuela de Santa Margarita.

Querido diario:

Hoy es el primer día de septiembre del vigésimo año de reinado de nuestro amado Emperador Carolus XII, o bien 2025 según el nuevo calendario unificado. Hace un magnífico día de verano tardío y hoy he tenido mi primer día en la

escuela

pública de Santa Margarita.

Ya está, por fin me he atrevido a escribir las primeras líneas. Caray, para una jovencita como yo no resulta sencillo empezar un diario y escribir todos mis pensamientos a pecho desnudo, por más que los pedagogos del imperio recomienden hacerlo como complemento a nuestra educación. No hacen más que bombardearnos por televisión e Internet con indicaciones sobre como debe estudiar y como debe ser una correcta señorita pero nunca te avisan de las cosas interesantes. Hoy de esas he tenido unas cuantas.

Comenzaré por el principio: me llamo Emily Simmons y cumplí dieciocho años el mes pasado. Vivo en la ciudad de Reinford, en la provincia de Kronn, continente central. Mido metro sesenta y cinco y no pienso escribir mis medidas porque aún estoy en edad de crecimiento. Pienso derrotar a la imbécil de mi vecina que va fardando por el barrio con su talla 100 de pecho pero aún me faltan unas cuantas tallas para dejarla por los suelos. Mi orgullo es mi largo pelo rubio; tengo una melena que no me he cortado en más de dos años y que cuando me recojo en una gran trenza me llega casi al trasero. Alguna vez he pensado en teñírmelo pero me gusta el tipico rubio miel de las antiguas casas nobles zolstianas. Mis amigas me dicen que estoy chapada a la antigua pero dicen eso porque me encanta leer y estudiar sobre la historia de nuestra sociedad mientras ellas pierden en tiempo con los cotilleos de la farándula. Tanto me gusta leer que normalmente llevo unas gafas de montura rectangular que hacen que se me canse menos la vista. Cuando salgo de fiesta suelo ponerme lentillas aunque mi padre opina que las gafas me dan un aspecto intelectual mucho más morboso. Mi padre será un pieza, pero para estas cosas suele tener mucha razón.

La verdad es que hoy estoy muy contenta, aunque aún algo dolorida. Será mejor que explique un poco con detenemiento porque si no esto va a ser muy confuso y además aún falta un buen rato para cenar. Como decía, vivo en la ciudad de Reinford, lo que quiere decir que es una población de aproximadamente un cuarto de millón de habitantes y donde en invierno hace un frío que pela. Estamos en el norte de Zolst aunque eso en estos tiempos ya importa poco. Hace quinientos años aún existían naciones aparte del Imperio pero eso ya es agua pasada. En la actualidad, todo el planeta conforma el Imperio Zolstiano y ha aceptado la prosperidad y eficiencia de su modo de vida. Hemos tenido algunos cambios y sin duda el mayor fue hace 300 años cuando se abolieron las distintas clases nobiliarias suprimiendo a los condes, barones y toda la nobleza inútil que no hacía más que chupar impuestos del estado. Ahora mismo, quitando la familia imperial, el resto del pueblo somos hombres o mujeres. No hay más diferencias, ni falta que nos hace. Mi padre va a trabajar todos los días en la oficina porque es administrativo. Mi madre es ama de casa porque en Zolst las mujeres no pueden tener trabajo aunque folla mucho para ayudar en los gastos de la casa. Yo he cumplido ya mis tres años de educación básica y los tres de educación media y esta mañana he comenzado la educación secundaria, que es la más importante para la vida de toda chica zolstiana.

Es probable que alguna cosa de lo que he escrito haya chirriado un poco. Quizás tenga que explicar algo más sobre nuestra sociedad actual. En el Imperio Zolstiano las mujeres poseen algunos derechos de manera formal, pero su vida no se diferencia mucho de las esclavas de alivio sexual que abundaban por burdeles y casas de placer hace cinco siglos. Una mujer no puede poseer nada para ella misma y aunque sea propiedad de un hombre se considera un bien público de uso y disfrute. Hasta los dieciocho años las chicas no llevan nada al cuello y son intocables al ser menores de edad. Cuando cumplen los 18 empiezan a ir a la educación secundaria donde recibirán la formación adecuada para cumplir bien su papel en la sociedad y llevan al cuello un collar rojo para indicar que están en formación y sólo pueden ser usadas en los recintos escolares. Y una vez que aprueban los tres años de escuela cambian el collar rojo por uno negro y ya pueden ser usadas por todo el mundo. Conozco a más de una viciosa que ha tratado de engañar al sistema poniéndose collar negro antes de tiempo y tomando el tren para irse a otro barrio donde no la conozcan para estrenarse antes de tiempo pero normalmente lo más que consiguen es un buen repaso en el culo con el cinturón de su padre o el policía más cercano. Pondré el ejemplo de mi familia:

mamá

y papá se conocieron en la escuela secundaria y rápidamente se gustaron y vieron que eran muy compatibles. Cuando acabaron sus tres años de escuela papá le pidió un préstamo al abuelo para poder comprar a mamá y así pudieron casarse y vivir juntos. Si no, ella habría tenido que residir en alguno de los múltiples recintos de alivio sexual que hay en la ciudad o bien haber tenido que servir como esclava sexual en la taberna de mi tío, su hermano ya que una mujer con collar negro no puede vivir de manera independiente o con un familiar sino dormir donde sirva todos los días. Hoy, mamá suele encargarse de las tareas de la casa hasta media mañana y luego irá al mercado o al burdel para ofrecerse para que la follen hasta media tarde y así ayudar en casa pues cuanto más sirva una mujer a sus vecinos menos impuestos paga su familia. Siempre ha sido muy buena en lo que hace así que entre ella y el trabajo de papá vivimos cómodos.

Esto podría sorprender a alguien de la antiguedad que aún conservase los añejos valores de monogamia o la insensata idea de la libertad de pensamiento femenino pero para nuestra sociedad es lo más común del mundo. Yo misma he crecido viendo a mamá haciendo felaciones a nuestro vecino el señor Stephens, recibiendo las nalgadas de Otto el carnicero en la trastienda del negocio o siendo requerida para un coito rápido por cualquier desconocido. Y resulta evidente que papá está orgullosísimo de tener a la mujer más guapa y que mejor lengua tiene de todo el vecindario. Eso no significa que no use a otras mujeres cuando le apetezca pero seguro que le resulta agradable pensar que tiene lo mejor de lo mejor en su propia casa.

Emily, estás tonta. Hoy he empezado la escuela secundaria y tengo que tomármelo en serio. He de empezar a usar el lenguaje apropiado a mi edad así que me corrijo: crecí viendo como mi madre hacía mamadas al vecino, era enculada por Otto o siendo bien follada por cualquier desconocido. Y papá está orgullosísimo de tener a la puta más salida y más chupona de todo el vecindario. Una de las razones por las que estoy escribiendo este diario es para practicar mi vocabulario.

Me llaman a cenar. ¡Ahora vuelvo!

Ya estoy de vuelta, ha sido una cena ligera porque según ha dicho mamá en la escuela comenzarán muy pronto con el culo y es mejor que me acostumbre a las comidas fáciles de digerir. Ella sabe de estas cosas así que me parece que voy a estar unos años abonada a la ensalada de cena. Pero había dicho que iba a narrar mi primer día de escuela y aún no he empezado. La escuela Santa Margarita se encuentra a unas seis manzanas de distancia, muy cerca del mercado vecinal y la comisaría. Esta mañana era únicamente la presentación del curso y entrega preliminar de materiales así que he ido con una ropa bastante casual. Por el camino me he cruzado con Mari, mi amiga de toda la vida. Tenemos la misma edad y siempre hemos sido uña y carne así que por supuesto que iríamos juntas a la misma escuela. Somos muy parecidas aunque ella es más delgada y con menos pecho que yo. Mari es castaña y también se recoge su pelo largo en vez de llevarlo suelto, pero ella prefiere ponerse dos coletas bajas que le quedan genial. A menudo nos llaman el dúo gafudo porque ella también lleva gafas (modelo ovalado) y somos inseparables. Cuando llegamos al gran edificio que es la escuela vimos a varios grupos de alumnos de amos sexos en la puerta y el patio. Las chicas que ya cursaban segundo o tercero eran perfectamente reconocibles por sus collares rojos y los chicos… bueno, los chicos nos miraban como miraría un perro a un hueso aunque era comprensible. Las alumnas de primero no dejábamos de ser carne nueva y fresquita que estaban impacientes por probar, pero de momento iban a llevarse un chasco. Nos dirigimos al auditorio donde iba a celebrarse la ceremonia de inauguración y en seguida encontramos un par de sillas donde teníamos una vista excelente de todo el escenario. Menos mal que no hicimos caso de los silbidos de aprobación de algunos de los alumnos porque la ceremonia comenzó escasos tres minutos después.

En el escenario aparecieron los que parecían el claustro entero de la escuela, todos con formales trajes de chaqueta y corbata en el caso de ellos o chaqueta, blusa y falda business en el caso de ellas. Los profesores eran un grupo bastante heterogéneo: teníamos desde un señor mayor y bastante calvito que debía de andar cercano a la jubilación y un par de maduros bastante entrados en kilos hasta atractivos señores de treinta años o menos. Mari, con su habitual exceso de drama, se declaró perdidamente enamorada al instante del que parecía un profesor de educación física de unos 25 años, un auténtico gigante de anchas espaldas y ropa deportiva. Tuve que darle un buen pellizco en el costado para que se estuviese quieta porque decía que en cuanto le pusiesen el collar rojo iba a ir a postrarse a sus pies y jurarle devoción y servidumbre eternas. En ocasiones mi amiga puede ser algo exagerada pero no puede evitarlo. Le encanta el drama, sería actriz si no fuese a ser puta.

Pero antes de continuar he de decir una cosa: de normal yo me considero heterosexual. Los hombres me despiertan un deseo sexual que pocas mujeres despiertan. Sé perfectamente que para cuando haya terminado mi formación seré completamente bisexual porque para eso se nos entrena. Más de una vez Mari y yo nos habíamos morreado y masturbado la una a la otra a escondidas, por no hablar de la cantidad de veces que había visto a mamá fornicar con otras mujeres para solaz de los hombres en el burdel. Por eso lo que sucedió a continuación me impactó tanto.

El profesorado masculino se encontraba sentado en sillas plegables mientras el jefe de estudios comenzaba una charla bastante aburrida sobre lo contento que estaba de empezar un nuevo curso y sus buenos deseos para todos los recién llegados. Pude ver como, discretamente, detrás del profesorado masculino se colocaba de rodillas las integrantes femeninas del claustro. ¡Por los dioses, qué hembras! Me quedé boquiabierta. Vaya siluetas de reloj de arena, vaya bustos que amenazaban con romper las blusas, vaya muslos perfectos, vaya nalgas ansiosas de un azote o un mordisco, vaya labios insinuantes. Ignoro si aquellas impresionantes mujeres desprendían algún tipo de feromona pero lo que es a mí me provocaron un inmediato y algo embarazoso manchón de humedad en mis bragas. Desde luego aquellas mujeres poseían un aura de autoridad y sensualidad tal que daban ganas de lanzarse a sus pies y empezar a lamer sus zapatos aunque probablemente esa era la imagen que deseaban proyectar. Me llamó mucho la atención que una de ellas sí ocupaba asiento entre los profesores, en igualdad de posición que los hombres. Era algo completamente insólito puesto que hasta el niño más tonto te sabe decir que las mujeres son inferiores a los hombres y por eso se someten a ellos. Toda nuestra cultura se basa en ese principio desde hace siglos. Pero ahí estaba aquella belleza de una elegancia y sexualidad desconocidas para mí hasta el momento, sentada con una sonrisa y con la frente ceñida con una bandana oriental y una larguísima melena de pelo rubio platino. Mari me dijo que creía que era la directora del centro ya que había estado investigando un poco en Internet y al parecer era una persona bastante influyente en los círculos educativos del Imperio. Con bastante retranca, también me indicó que cerrase la boca porque se me estaba cayendo la baba y que si tantas ganas tenía de comer coño que ella estaba disponible.

Ya ajustaría cuantas con ella.

Después de

tan

plomizo discurso vino algo bastante más interesante.

En el

escenario apareció

una joven guapísima, completamente desnuda y adornada con total ortodoxia zolstiana.

El jefe de estudios la presentó como la alumna con mejores notas del año pasado, graduada con honores y que acababa de comenzar lo que esperaba sería una brillantísima carrera como esclava prostituta en el burdel más elegante de toda la ciudad.

Era una auténtica monada de joven que meneaba las caderas mientras hablaba al micrófono, como si

se estuviese frotando los muslos uno contra otro debido a las ganas que tenía de fornicar.

La muchacha era toda sonrisas y cortesía mientras nos

explicaba lo feliz que había sido en estos años de escuela, las muchas amistades que había hecho y nos animaba a tomar parte de todas las actividades posibles y participar en los clubes extraescolares

.

En el momento en el que terminaba esa frase el jefe de estudios se colocó detrás de ella, se bajó la bragueta y

de un único empujón le metió su polla hasta la base.

Para mi asombro, ella respondió con un suave gemido de placer y continuó con su charla mostrando un ejemplar control sobre sus emociones y su cuerpo porque el tipo de estaba empleando a fondo dando esforzados empujones que tenían que estar volviéndola loca de placer.

En lo que quedaba de charla nos explicó cosas que ya sabía como el que nuestra formación duraría tres años, con exámenes teóricos y prácticos cada cuatro meses. Como era costumbre, si terminábamos cada año con éxito el alumno recibía una marca de honor. En el caso de los chicos se les tatuaba un hermoso patrón que les rodeaba el bíceps derecho y que se ampliaba en grosor cada año. Las chicas el primer año eran anilladas en sus pezones, en el segundo en el clítoris y en el tercero se les imponía el tradicional tatuaje zolstiano en forma de corazón en el pubis.

Escuché a más de un alumno de primero decir que vaya suerte que teníamos las chicas ya que ellos se llevaban una decoración en el brazo mientras que nuestras decoraciones cada vez nos hacían gozar más en el sexo. La verdad es que tenían razón pero también era cierto que nuestro currículum era bastante más largo que el masculino.

La graduada modelo debía estar empezando a sentir aquel pollón en sus entrañas porque cada vez respiraba más entrecortadamente y su rostro empezaba a mostrar una muy evidente cara de éxtasis. Una vez más nos recomendó

aplicarnos al máximo

en los próximos años

por nuestro bien y el de la comunidad y se le escapó un chillido de placer nada disimulado. Sin mediar palabra, dos profesores la tomaron por ambos brazos y se la llevaron entre bambalinas, seguidos por el jefe de estudios y otros tres profesores más. Empollona suertuda, pensé. Ahora se la iban a follar seis tipos con toda calma e intimidad

y ella podría gritar todo lo que quisiese

.

Aquello marcaba el final de la presentación del curso. Aquella mujer misteriosa que me tenía embelesada se levantó y anunció por el micrófono que mañana empezarían las clases formalmente. Los alumnos podrían pasarse por el almacén para recibir su uniforme oficial mientras que las chicas debían pasar antes por la enfermería para ser estrenadas y allí recibirían el uniforme correspondiente.

Tenía una voz tan seductora que si hubiese ordenado que nos tirásemos a una letrina de cabeza lo habría hecho sin preguntar.

Por supuesto Mari y yo nos dirigimos cogidas de la mano hacia la enfermería y tras esperar veinte larguísimos minutos de cola pasamos al interior.

La enfermería era tan típica y aburrida como podría ser cualquier enfermería de escuela zolstiana. Unas estanterías con diverso material farmacológico, un perchero, un par de camas para que descansasen los alumnos, un par de desvencijadas muletas y un armario al fondo

que tenía toda la pinta de ser donde guardaban el cubo y la fregona.

La doctora a cargo era tan impresionante físicamente como las profesoras que habíamos visto en el auditorio y no debía trabajar mucho a diario porque llevaba unos zapatos de tacón impropios de su profesión aunque le hacían unas piernas preciosas. Se notaba que quería acabar cuando antes ya que nos indicó que nos quitásemos

las faldas y las bragas y nos sentásemos en una especie de taburetes con un agujero en medio del asiento, agarrándonos a unos asideros que dichos taburetes tenían en sus lados. Con la presteza que indicaba el haber hecho esa operación cientos de veces

sujetó nuestras muñecas a los asideros con un par de

brazaletes

de cuero, imposibilitando que nos levantásemos hasta que ella no nos liberase antes. Hecha esta operación, la doctora se sentó en su silla y

se puso a revisar

distraídamente su móvil. Yo pregunté que hasta cuándo tendríamos que estar sentadas así y ella nos comentó que nada, apenas un par de minutos.

Apenas había terminado de preguntar cuando empecé a notar como algo se movía debajo del taburete. De improviso, un falo de tamaño medio salió disparado por el agujero del taburete sobre el que estaba sentada y me penetró

límpiamente

, quedándose dentro un par de segundos

propulsado por un mecanismo de muelle

. Por la expresión de Mari, estaba tan incrédula y sorprendida como yo y aunque el dolor que estábamos sintiendo era bastante grande nos encontrábamos completamente ensartadas y no podíamos levantarnos por culpa de nuestras muñecas atadas a

l taburete. Lo compensamos con unos cuantos gritos, más de una lágrima y pataleos tan abundantes como inútiles porque aquel falo que nos acababa de desvirgar se fue retirando poco a poco, dejando detrás únicamente un poco de sangre y un dolor nada agradable.

A los cinco minutos la enfermera ya nos desató, nos examinó con un espéculo vaginal para ver que no había más daños aparte de nuestro destrozado himen y nos roció con spray antiséptico cicatrizante. Mi amiga no hacía más que quejarse porque ella soñaba con entregarle la virginidad a algún apuesto mozo que la tomase como esclava para siempre. Yo decidí preguntar lo evidente: ¿no habría sido más simple perder la virginidad con alguno de los compañeros de clase durante la primera semana?

La doctora nos comentó que era muy importante para nuestra psicología que entendiésemos desde un primer momento que nuestros agujeros no eran

de nuestra propiedad

sino del Estado, por lo que no debíamos asociar el momento en el que nos penetraron por primera vez a nadie en especial. Nosotras éramos un recurso nacional y como tal nos pondrían a punto

de manera eficiente e impersonal. Nos dio a cada una una bolsa con unas cuantas cosas y un vale para que al salir nos entregasen dos uniformes de nuestra talla a la salida.

Sobre lo que había en la bolsa y los uniformes ya escribiré mañana, me voy a acostar porque aún estoy bastante dolorida.

He cenado, me he tomado un calmante y he dejado a papá y a mamá en el piso de abajo. Creo que papá quería probar en mamá un nuevo gel de placer especialmente indicado para la zona anal, pero yo voy a ser una buena chica porque me quiero tomar esto en serio desde el primer día. En vez de quedarme mirando como papá encula a mamá en el salón mientras yo me masturbo me voy a ir a la cama, me voy a esposar las manos al cabecero para resistir la tentación de empezar a jugar con mi clítoris de noche y ya he indicado a mamá que mañana me levante a las siete de la mañana. ¡Hasta mañana!

Continuará.


Pues esta es mi tercera y última versión del Imperio de Zolst, esta vez ambientada en una época contemporánea en vez de las ambientaciones medievales y de ciencia ficción de mis anteriores relatos de la saga. Espero sinceramente que os guste. Este episodio primer episodio, como suele ser mi costumbre, posee poco sexo pero los siguientes vendrán más cargados. Una vez más, agradeceros el feedback que me hacéis llegar tanto por los comentarios como por correo.