Diarios de mis Vacaciones
Mis experiencias con mi musculoso y biendotados primo Bruno.
Diario de mis Vacaciones: Uno.
Mi nombre es Paul. Tengo 20 años y estudio derecho (leyes) en una buena universidad Chilena. Aunque ustedes no puedan verme, me gustaría que se imaginaran como soy: mido 1.92, blanco, pelo castaño claro y ojos cafés. Me encanta hablar de mi cuerpo, pues está bien bueno: practico natación dos veces a la semana, por lo que mi espalda es ancha, mis brazos largos y musculosos, al igual que mis piernas. Mi pene no está nada mal tampoco: erecto llegan a ser tres puños de mis manos. En fin...que no he venido a hablarles solamente de mí. Quiero contarles mi historia que me ocurrió hace unas semanas, cuando salí de vacaciones de verano e invite a mi primo Bruno a bañarnos a la piscina donde entreno. La verdad es que de pequeño siempre he llevado una buena relación con Bruno, aunque lejana. El tiene 23 años y es entrenador personal de un buen gimnasio. Como se imaginaran lleva un cuerpo fenomenal....unos pectorales marcados, un abdomen con todos los músculos formados, unas piernas gruesas y unos brazos duros adornados por tatuajes....lo mejor es su cara, con facciones duras, ojos azules y pelo rapado. Un aro en su oreja izquierda le da un toque muy calentón cuando sonríe. Yo no tenía recuerdos de él en ropa interior, así que cuando en el camarín de la piscina lo vi en su sunga que ocupa para nadar me quedé pasmado. Obviamente no hice comentarios, pero su paquete era superior al mío, se notaban unas bolas gordas y una verga cabezona. Hasta aquí entienden que Bruno era un machote, exquisito y además es muy amable, simpático y muy calmado. - Paul, te agradezco que me invitaras a esta piscina, siempre había querido venir -No me agradezcas, espero poder invitarte más seguido, pues entrenar solo es muy aburrido. - Vale, espero así sea. Dentro del agua pude ver que era un Dios nadando. -Nadas muy bien - le dije -Gracias, tú no lo haces nada mal tampoco -Claro, llevo años entrenando -Se nota- me dijo- entregándome una mirada maliciosa que no interprete mal, pero ahora que lo pienso pudo tener una doble intención. Estuvimos en el agua casi una hora y media, conversando de lo bueno que era el deporte y lo mucho que nos había ayudado para formar buenos cuerpos. En los camarines me dijo:
-La natación te ha hecho espectacular en el desarrollo de tus espaldas -Sí, gracias. Por lo que veo a ti no te ha sentado nada mal las pesas, tienes un cuerpo que cualquiera desearía -Jajaja, gracias. La verdad es que me encanta mi cuerpo y me gusta trabajarlo. -Sí, a mi también me gusta cuidar el mío.
Cuando estuvimos a punto de desnudarnos pensé que una buena forma de poder ver ese paquete sería en los saunas. Así que le ofrecí que fuésemos antes de ducharnos. -Me parece una estupenda idea- dijo, arrancando su sunga.
Procuré no parecer asombrado, pero no pude dejar de ver lo que Bruno ofrecía con total naturalidad: una verga gruesa, adornada por pocos vellos, unas bolas gordas que colgaban rosadas, lampiñas. Corrí la mirada, pero noté que Bruno sabía que había quedado impresionado. Cuando reaccioné, no podía quedarme con el bañador, así que también me terminé de desnudar, lentamente, también ofreciéndome.
Con las manos en la cintura, Bruno me miró por completo y al terminar en mi rostro soltó un suspiro, diciendo: -No hay nada que hacer Paul, estamos como queremos. Con una risa nerviosa asentí, señalándole el camino a los saunas. Durante el trayecto no hablamos y frente a las salas vacías tocaba decidir si entrábamos separados o juntos. Yo estaba un poco nervioso, así que decidí entrar sólo. Cuando iba a cerrar la puerta el brazo de Bruno se interpuso. -No cierres, que me dejas afuera - dijo - Pensé que entrarías al lado -Y para qué, mejor juntos, así conversamos Yo comenzaba a ponerme más nervioso, mientras Bruno parecía no importarle que nuestros cuerpos se rozaran en la habitación originalmente pensada para una sola persona.
Sentados juntos sobre la madera nuestras piernas abiertas se rozaban. Era imposible no tocarse. El cerró los ojos y se apoyo en la pared. El sudor de su cuerpo aumentaba al mismo tiempo que el mío. Nuestros paquetes estaban apretadísimos, pues no podíamos acomodarnos más. Sin abrir los ojos Bruno realizó un movimiento que me dejó loco: primero tomó su cara y siguió el camino del sudor, bajando por sus pechos, su abdomen y acaricio un poco su pubis, llegando a sus pelos, pero sin tocar su pene. Luego subió las manos y limpió su cara de sudor, pasando la punta de sus dedos por sus labios. De seguro pensó que yo no me fijaba en aquello, pero era imposible no mirarlo.
Preferí cerrar los ojos también y no seguir espiando; era probable que mi pene comenzara a excitarse y eso no sería nada favorable. Pasado unos minutos fue Bruno quíen quebró el silencio.
-Paul, creo que hace demasiado calor. Cuánto tiempo debemos seguir aquí? - No lo sé, no llevo la cuenta...De todos modos allí hay un pequeño balde con agua para que te refresques. - Es verdad.
Rápidamente se levanto y tomo un poco de agua con las manos. Pensé que bebería de ella, pero la lanzo sobre su rostro y la esparció sobre su pelo y cuello. Volvió a hacer lo mismo, pero esta vez en su abdomen y pecho. Luego refresco sus piernas y cuando pensé que volvería a mi lado tomo un poco de agua y refresco su paquete, moviéndolo mucho, limpiando sus bolas de sudor. Antes de venir a mi lado me dijo: - Tú no quieres? No supe qué decir. - Esta bien - Ven Me pare frente a él y comprendí que esto se ponía muy caliente. Él tomó un poco de agua y limpió mi cara, luego mi espalda. Cuando bajaba sus manos casi llegando a mis nalgas mi cuerpo tiritaba de nervios. Pero no lo toco. Siguió por mis piernas y frente a mi paquete podía sentir su respiración. Allí tomo un poco de agua y refregó mis bolas y mi pene, lentamente, tal como lo hizo con el suyo. Yo cerré los ojos, casi perdiéndome en un placer que aún no obligaba a mi pene a erectarse, pero que si me hacia sentir muy bien. Al abrir los ojos Bruno ya estaba sentado en el mismo lugar que antes, sonriendo. Yo no dije nada y volví a sentarme. Al cabo de un momento sonó la puerta. La alarma anunciaba que ya habían pasado los minutos permitidos por persona en el sauna. - Esto estuvo fenomenal -dijo Bruno -. Así nuestra piel se limpia. -Claro- dije, no me salían más palabras De camino a las duchas no paraba de pensar en como Bruno había respirado ante mi paquete y se había atrevido a acariciarlo sin que yo dijera nada. Obviamente me gustaba lo que estaba pasando, pero no sabía cómo actuar ante la situación. - Vamos -me dijo - ahora la ducha y terminamos el entrenamiento de hoy. En las duchas habían más hombres que al ver llegar a Bruno no pudieron ocultar la impresión ante tan grande pene y bolas. Bruno no se daba cuenta de la admiración que causaba. Yo noté como muchos hombres no despegaban la mirada del paquete de mi primo, algunos sonriendo, otros impactados. -Paul, no te gustaría ir a mi casa ahora. No hay nadie, todos se fueron de vacaciones donde la abuela. -Vaya, en mi casa también. - En serio? entonces quédate unos días conmigo Ante lo que ya habíamos pasado tan solo en una tarde sabía que debía aceptar: -Está bien, ahora cuando nos vayamos pasamos a buscar algunas cosas a mi casa -Ok El agua seguía cayendo, limpiando nuestro sudor, la mía fue una ducha corta, pero Bruno aprovecho de jabonarse y lavarse el pelo. Yo lo admiraba desde la puerta de las duchas, secándome. Era imposible no admirar semejante cuerpazo. El shampoo recorría sus espaldas, llegaba hasta su culo y se perdía, Bruno se jabonaba delicada mente, hasta en su enorme paquete tenia cuidado. Cuando me vio parado en la puerta me sonrió y dijo: -Espera, es sólo un momento.
Yo sonreí, asintiendo. Cuando la ducha había limpiado todo su cuerpo apago la regadera, tomo su toalla y comenzó a secarse de manera muy sexy. Preferí correr la vista, para no parecer obvio, pero a cada momento me quedaba pegado en los brazos, las piernas, el culo y como no en lo bien dotado que estaba mi primo Bruno. Finalmente cuando estuvimos vestidos nos marchamos de la piscina, rumbo a mi casa. Allí recogimos unas cuantas cosas y nos encaminamos a la casa de Bruno.
- Llegamos primo. -La verdad no sé que haremos en esta casa tan grande nosotros solos, espero no aburrirte- le dije.
- Jaajjaja, no te preocupes, siempre habrá qué hacer Cuando deje mi bolso en la entrada de la casa supe que estas vacaciones serían diferentes y que su última frase cobraría mucho sentido con el paso de los horas.