Diario (Parte 6)
La cena era un cachondeo, muchos mimitos entre ellos incluso algún beso furtivo, siempre cuando no estaban ninguno de mis tíos en la mesa por mi parte si que sentí un poco de celos al ver a las chicas tan acarameladas con sus acompañantes.
La cena era un cachondeo, muchos mimitos entre ellos incluso algún beso furtivo, siempre cuando no estaban ninguno de mis tíos en la mesa… por mi parte si que sentí un poco de celos al ver a las chicas tan acarameladas con sus acompañantes. No es que esté enamorado de ninguna de ellas pero si que me gustaría ser el que recibiera los mimitos de las chicas, como cuando estuve malito que no me dejaban ni a sol, ni a sombra, también cabe decir que me reí bastante de ellas con mi primo Fer. El cabronazo le encanta meterse con su hermana así que me cogió de aliado en su guerra psicológica de el y Nerea, no se quien se picaba mas si la propia Nerea o sus amigas menos Patricia que parecía totalmente obnubilada por el maromo de su derecha.
Tras la cena casi me llevaron a rastras a bailar en una discoteca cerca de casa, no me apetecía ir de sujeta velas pero terminé por ceder e ir a acompañar a las chicas, ‘’cuida de ellas’’ fue lo que me soltó Carmen antes de irme, si supiera lo bien cuidadas que van a estar por sus respectivos… Entrando a la discoteca ya me veía yo el panorama que se me presentaba delante, aquello era un nido de modelos, niñatos de papá ricos y por que no decirlo, mas afeminados que una chica. Realmente era vomitivo ver a los imbéciles luciendo su polo de Lacoste delante de toda chica que se le presentaba delante, ella era aún mas tontas de caer en sus redes de príncipe azul a lomos de su caballo blanco, joder tía esto no es el puto cuento de la cenicienta… ni de lejos chica.
Los hombres solo pensamos con la entre pierna pero es que ellas piensan demasiado poco también, solo eres su chica de una noche, luego si te he visto no me acuerdo, tu estarás toda la semana esperando su llamada para luego darte una hostia de no te menees. Mas tarde odiaras a los hombres, les pondrás verde a la vez que comes de una gran tarrina de helado con pepitas de chocolate, para terminar por volver a caer en el próximo príncipe que se te ponga delante y te diga un par de palabras bonitas, así sucesivamente.
Volviendo a la discoteca las chicas bailaban con los chicos pero sin dejarme de observar durante todo momento, yo deseaba que se terminase la jodida noche fiestera, no tenía ninguna gana de ver comerse la boca a todas ella mientras podría estar leyendo algún libro dramático con un puntito de terror. Por suerte para mi entablé conversación con una chica menuda de pelo rojo fuego que me encantó a primera vista, un piercing en la nariz tipo aro, ojos verdes, pecho casi plano pero culito pomposo. Preciosa era quedarse corto para describir a la pelirroja llamada Nadia, las chicas me marcaron rápidamente como para entrever que era de su propiedad sin ningún pudor ni vergüenza.
Nadia se sentó aún mas cerca mía para hacerlas ver que no se iba a echar atrás para nada, quizás fue gracias a la acción de las chicas que me pude enrollar con Nadia, claro que para ese paso quedó un rato mas de pesadez con las chicas e incluso Patricia. Belén fue la que la lió aun mas dándome un morreo de muy señor mío, luego la siguió Merche y salté como el aceite caliente. Tratarlas mal no fue mi intención pero se la buscaron ellas solitas, toda la semana como si no existiera y ahora me vienen con esos besos para simplemente dejarme sin la pelirroja. Les hice saber mi postura al respecto a yodas y cada una de ellas, no me iban a joder la noche por sus tonterías de niñas pequeñas, tampoco iba a dejar pasar la oportunidad de ver hasta donde llega Nadia en su guerra particular con las chicas.
Nadia era lanzadilla antes de la intromisión de las susodichas, ahora era aún mas, me comió la boca a lo bestia sin dejarme casi respirar, lo que hacen las chicas para joder a otras de su mismo sexo, otra cosa que tienen en común con nosotros. Por mi parte me lié la manta y que fuese lo que Dios quisiera, la saqué a bailar a la velocidad del rayo para que las chicas no me molestasen en nuestras intenciones, nos comportamos como dos pulpos, mas salidos que el pico de una mesa. Dándome la espalda empezó a restregar su culo con mi pene que deseaba ese roce, era gloria bendita ese roce que teníamos en medio de la pista. Volvimos a comernos la boca haciéndonos sangre incluso, su mano ya masajeaba mi sexo mas duro que la piedra, yo le alcé la falda pasándole un dedo por su vagina que soltaba bastante humedad.
Cogió mi mano llevándome a los servicios de señoras sin poder ni siquiera rechistar, deseaba meterla con rabia, hacerla gozar, que gritara de gusto, ya me daba igual si nos veían o nos escuchaban follar. Nos encerramos en unas de las puerta besándonos, masajeando nuestros miembros mutuamente, Nadia dio el primer paso bajándome los pantalones para liberar de su encierro a mi pene, se la metió toda en la boca sin pestañear dándole alguna arcada, menuda bestia estaba echa la pelirroja. Lo demás fue visto y no visto, tras devolverle el favor lamiéndole su coñito totalmente rasurado comencé un mete saca, al principio lento, luego mas rápido, mi lengua se perdía en los pezones de Nadia casi los devorándolos, ella gritaba como una posesa. No se cuanto duremos follando, diez minutos, quince, no sé, llegamos los dos casi al unísono bajo sus jadeos y los míos, menuda gozada aquella chica.
Menuda noche movidita pasé, era un poema las caras de las chicas que al salir del baño cuando nos encontramos, eran aún mas graciosas que las nuestras, que estaban rojas como un tomate de la excitación. Casi nos despedimos sin darnos los teléfonos, a mi no me fuera importado lo mas mínimo no llevarme su numero de contacto, ella fue a la que se le ocurrió dármelo antes de irse por su camino y yo por el mío. Mentiría si dijese que no deseaba volver a verla para otra ración de sexo, no quería que se creyera cosas que no son, era sexo, solo sexo sin historias raras.
En la puerta de la discoteca me encontré con las chicas que aún estaban acompañadas de sus chicos, Belén junto con Merche eran las que mas miedo me daban con solo mirarlas a la cara, rabia era poco de lo que sentían. Otra que me mosqueó fue Patricia que hizo como si no existiese monopolizando a su novio entre magreo y magreo, su acción me hizo pensar que yo para ella no era nada, solo una mamada y la noche de sexo aquel día en la discoteca. Que valla tela con las discotecas y el sexo, de los últimos tres polvos dos han sido en una discoteca, en el baño para ser mas exactos. Con Merche fue en la cocina y luego la mamada de Patricia que no sé si fue la fiebre o la pura realidad.
El camino a casa no era tenso, no, era el polo norte del frío que me entró al estar rodeado de las chicas. Algún noviete de ella quería saber como me fue, haciendo que estas los mirasen con odio, solo Patricia no hizo ningún movimiento, nada, su cara no desprendió ninguna expresión de alegría, odio, nada. Nerea también estaba algo mosqueada conmigo después de lo del baño, en ella lo vi mas normal por que tal vez no le sentó bien que me fuese como si nada, sé que Nerea fue la que tuvo la idea de invitarme a salir de fiesta.
Por fin se acabó la noche sin mas discusiones ni malas cara de ninguna de las partes, deseaba irme de allí, en realidad estaba un poco asustado de lo que me pudieran hacer. Sus caras era las que me decían que largarme seria lo mejor para mi, uno de los chicos me echó un cable alguna vez que otra, entonces el se llevó las miradas de odio casi en milésimas de segundo. Una ducha rapidísima y directo a la cama sin rechistar, ni leí el libro de turno.
Me esperó un fin de semana aburrido, casi no salí de la habitación para nada salvo comer, ducha y coger otro libro para leer. No tuve ninguna noticia de las chicas salvo Nerea que es con la que vivía y no había mas remedio que vernos las caras, eso si, ella me trató como siempre en las ultimas semanas, de las otras nada de nada hasta que nos volvimos a ver en el instituto. Patricia por su parte no dio signo de vida alguna, desde que vivo aquí tampoco es que la viese todos los días, mas bien una vez por semana o cada quincena, en cada viaje siempre visitaba a Carmen y Nerea. Que ella viva en el mismo bloque que nosotros no es que fuese como para vernos todos los días o a todas horas, en realidad ni siquiera sé en que piso vive, solo que vive ahí.
El miércoles por la tarde tras la consulta con la psicóloga me encontré con una mujer bastante guapa, ella estaba mirando la parte delantera del motor que se encontraba con el capó abierto, no le encendí el coche. Como buen ciudadano quise ayudar a una vecina, no se me pasó por la cabeza en ningún momento ligar con esa mujer, solo ayudar.
Yo: ¿Necesita ayuda? –dije sobresaltando a la chica.
Chica: Valla… ya decía que tardaba en saltar algún idiota machista que solo piensan con la polla…-contestó.
Yo: No me considero machista, quizás no todos los hombres pensamos con lo mismo –joder empezamos mal.
Chica: Bueno chico no machista… haber lo que puedes hacer con este cacharro –mas tranquila.
Gracias a mi padre controlaba de mecánica, fontanería… siempre le ayudaba con alguna chapuza que le salía los fines de semana, pagado en negro claro. No era un experto pero si que tenía buena mano, no era la primera vez que lo arreglaba un coche por mi cuenta.
La dije que encendiera el motor, con cara de pocos amigos me hizo caso, hacia el típico sonido de haberse gastado la batería, levanté una de las carcasas que había en el motor y ahí encontré el problema, un cable mal conectado era el problema que tenia el coche. Suele pasar que a veces se afloja algún cable, pocas veces, pero pasa. La dije que volviera a arrancar el coche que por arte de magia encendió, ‘’prueba superada’’.
Chica: Me llamo Daniela –alzando su mano para saludar- perdón por haber sido tan borde, no estoy acostumbrada a chicos que no estén salidos.
Yo: Encantado –contesté dándole la mano- No me extraña que se fijen en ti, era muy bella… no lo tome a mal.
Daniela: No me lo tomo a mal –con una sonrisa- Toma esto –sacó de su bolso veinte euros –por las molestias.
Yo: Guarde eso antes de que me cabree, esto que he hecho no vale ni un céntimo de euro… no pienso atracarla de esa manera.
Daniela: Entonces –guardando el billete- ¿me aceptas un café? Eso si ¿no? –preguntó.
Yo: Me encantaría pero tengo que ir a casa, llego tarde. De todos modos si nos volvemos a ver de nuevo te lo aceptaré encantado, ahora me marcho. Encantado de haber sido de ayuda, Daniela.
Como llegué me largué, directo a casa y con la gran satisfacción de haber ayudado a alguien, no me creía un buen samaritano pero por lo menos ayudé a alguien que, por desgracia, estaba en problemas. Me sentí orgulloso de mi en ese momento, todas las veces que ayudé a mi padre han valido la pena, como decía el;
‘’ Prefiero ver la sonrisa de la persona que el dinero que me da ’’.
Yo siempre le soltaba lo mismo;
¿Entonces como sobrevives sin dinero?
El con toda la calma me decía;
El dinero es una mentira, los sentimientos es lo que al final siempre te harán feliz, te harán vivir.
Puede que las palabras que decía mi padre le hiciera parecer un iluso o que tenía mucha fe en las personas, pero el siempre creía en las personas ya fueran malas o buenas, creía en el corazón de todo ser humano. Por eso muchas veces de bueno parecía tonto con sus acciones, confiaba ciegamente en todos y todas sin importar nada, luego veía como se la jugaban haciendo que para el esa persona no entraría mas a su casa. Realmente mi casa era eso, puertas abiertas para todo el mundo sin importar raza, gustos sexuales, todos somos iguales allá donde vallamos. Era todo un filósofo cuando comenzaba a largar por su boca, sin duda fue gracias a su piquito de oro que enamoró a mi madre como si fuera una quinceañera.
Al llegar a casa rápidamente me cambié para salir a correr mi horita de todos los días, la casa estaba desierta sin ningún alma a la vista por suerte para mí. No tenía ganas de ver a las amiguitas de mi prima por nada del mundo, bastante tenía con ver sus caras seis horas al día y por que en el recreo me escapaba de sus garras adolescentes. La alegría se me fue nada mas salir por el portal de casa, miré a la derecha encontrándome con las susodichas que hablaban muy animadas con unos chicos, no sé si eran los de la otra noche por que tampoco es que me fijara mucho en ellos, solo quise salir por patas antes de ser visto. Me vieron y rápidamente gritaron mi nombre todas casi al unísono, me hice el despistado colocándome los cascos en cada oreja y empecé a correr. Lo malo es que cuando vuelva a casa no tendría escapatoria de ninguna de ellas, menudo escalofrío me dio el solo imaginarme volver a estar con ellas sin ninguna escapatoria.