Diario íntimo de un joven incestuoso (3)

Después de aquel intenso y confuso trio informal durante la madrugada, exigía una explicación de mamá...

Después de aquello, aún de madrugada

Volví a mi habitación turbado, más turbado que cuando anoche, después de ver "La luna" de Bertolucci, descubrí a mi madrecita soñando eróticamente conmigo mientras mi padre dormía profundamente a su lado. Y estaba más, pero muchísimo más turbado que antes porque lo que sucedió posteriormente durante la madrugada -hace tan solo diez minutos-, fue algo que no imaginé ni en la más tortuosa de mis fantasías eróticas

No todos los días, o mejor dicho no todos los domingos a la madrugada de tus jóvenes 18 años, te encuentras espiando por primera vez a tus propios padres -de jóvenes 46, ella y no tan jóvenes 58 años, él- mientras cojen en su dormitorio y, al ser descubierto in fraganti por tu propia madre, cuando te estás masturbando excitado ante la imagen de aquella cojida, en lugar de escandalizarse eres invitado por ella –de manera sorpresiva- a participar en una especie de trío informal, sin que tu padre se percate de que existe otro participante activo en aquella juerga porque tiene sus ojos vendados con la bombacha negra que su propia esposa, tu propia madre, lascivamente le puso mientras cojían para que no se enterase que hay un convidado sorpresa al que deleita a la vez con una fellatio, pero sobre todo para que no advierta que el merecedor de aquella deliciosa fellatio eras tú, su propio hijo, que te quedas perturbadísimo después de que llegan al orgasmo los tres porque tu propia madre, su esposa, te susurra al oído con esos labios tan rojos "No te enojes, bebé, por favor… mañana te explico todo..." y cuando regresas a tu habitación te quedas barruntando en lo mucho que ella tiene que explicarte a la mañana siguiente para que no te sientas humillado y engañado como te sientes ahora después que viste con tus propios ojos a tu propio padre cojerse a su esposa, tu propia madre, cuando tú tenías entendido que él se había quedado impotente desde hacía un año y medio según te había contado tu propia madre, su propia esposa, hace siete días cuando tuviste tu primera experiencia sexual en la que ella misma, tu propia madre, te desvirgó sin que tu propio padre, su marido, se enterase de nada… ¡Puf!... Imaginen el bolonqui que tenía en mi cabeza que, cuando volví a mi habitación, no pude pegar un ojo hasta las 5 de la mañana. Aquel "No te enojes, Bebé, por favor…mañana te explico todo" susurrado obscenamente a mi oído por mi "santa madrecita" me repiqueteaba una y otra vez, molestándome… "No te enojes, Bebé, por favor…mañana te explico todo", "No te enojes, Bebé, por favor…mañana te explico todo"… hasta que caí en un profundo y reparador sueño. Oscuridad.

A la tarde de ese mismo domingo

No fue a la mañana sino después del mediodía -cuando me desperté a duras penas y tras pegarme una ducha y cepillar mis dientes- que mi madre vino a cumplir lo que me había prometido hoy de madrugada. Lugar: mi habitación. Tiempo… nublado.

-Bebé...-susurró mi madre entreabriendo sorpresivamente la puerta- ¿Puedo pasar?

Mamá se sonrojó al verme, desnudo, mientras me secaba.

-¿Preferís que vuelva en otro momento?-dijo mirando para otro lado, avergonzada.

-No, está bien…-le contesté poniéndome la toalla alrededor de la cintura –Supongo que venís a explicarme todo, ¿no?

Mi madre asintió en silencio, luego me expresó desde el vano de la puerta que quería que aprovechásemos para tener una conversación a solas mientras mi padre dormía su siesta. Aunque, como era lógico, estaba molesto y confundido con ella no pude dejar de reconocer que mi madre lucía espléndida y apetecible. Llevaba un delicado vestido rosa, no muy corto, pero bien ceñido al cuerpo y sostenido por dos finos breteles que enmarcaban un buen escote por el que se vislumbraba un valle pecoso entre sus senos. Usaba el cabello recogido con una bincha floreada, un rimel al tono con el vestido que recorría el contorno de sus bellos ojos marrón caramelo y por supuesto, tenía sus labios eternamente pintados de labial rojo carmesí.

Me senté al borde de la cama y la invité a pasar. Una fragancia intensa y embriagadora invadió mi habitación cuando mamá entró. La muy guacha sabía como seducirme… Cerró la puerta y se dirigió, tímidamente, hacia una banqueta ubicada frente a mi cama. De verla contornearse caminando hacia ahí me provocó una ligerísima erección que tuve que camuflar sutilmente con ambas manos, sin que ella lo notase. Al sentarse, cruzó sus lindas y blanquísimas piernas. Silencio. Inquieta como estaba, jugueteó un rato con la hebilla de una de sus sandalias –a rayas blancas y rosas- que le desnudaban más que le vestían unos pies pequeños y de uñas tan rojas como sus labios. La contemplé unos segundos. Miraba el piso, incómoda. No sabía como empezar.

-¿Y? Te escucho- avancé.

  • No sé cómo mirarte a los ojos... después de lo que pasó entre nosotros, hace siete días en la cocina... y menos ahora, después de lo que ocurrió hoy de madrugada... Me siento tan sucia e indigna... Yo no soy así

-¿Si? No pareció… Tu fellatio fue formidable...-contesté maliciosamente.

  • ¡Bebé! ¡Soy tu madre!.... -un rubor cubrió sus mejillas- No sé que me pasó… estaba como… "drogada".... por suerte, tu padre… no se enteró que estuviste allí

-¡Me humillaste!- gruñí.

-No sabés cuán culpable me siento…-contestó intentando acariciarme el rostro.

-¡Me mentiste!-rumié, alejándola.

-¡No, bebé!… aunque te cueste creerlo... no te mentí… tu padre quedó impotente...

-¡Los vi con mis propios ojos!... ¿Qué bolazo me vas a contar ahora?

Se revolvió en la banqueta, impaciente. Descruzó sus lindas piernas y prosiguió

-Esto probará que no te he mentido...

El papel que mi madre me entregó para que leyese era ni más ni menos que un diagnóstico médico fechado hacia más o menos un año y medio. Lo firmaba el mismo facultativo que lo había operado de la próstata a mi padre. El diagnóstico describía, sintéticamente, que mi padre sufría una extraña disfunción eréctil postoperatoria, sumada a la pérdida de masa de dos de los tres lóbulos prostáticos y aclaraba como conclusión al pié del mismo que, según el parecer de los profesionales reunidos en interconsulta médica, el señor..., (mi padre), se encontraría orgánicamente imposibilitado -a partir de la fecha- para tener algún tipo de erección. No obstante, aclaraba el parte médico, podría producírsele raramente una "epifanía peneana", que no es otra cosa que un episodio eréctil, reflejo e involuntario, seguido de eyaculación no procreativa.

Me quedé petrificado. Mudo. Consternado con el papel en la mano y con mi miembro viril en caída libre, tal vez condolido por la suerte de papá... Mi madre me sacó de aquel ensimismamiento:

-Viste, que no te mentí...

-¿Entonces tuvo…?-dije tratando de comprender aquel diagnóstico que no sabía o no quería comprender.

-Eso. Una epifanía peneana...-aclaró mamá.

-Un acto… reflejo e involuntario… -repetía yo, estupefacto.

Mamá afirmó en silencio.

-Y…  ¿Nunca antes tuvo?...-pregunté curioso. Ella negó con la cabeza. Luego hizo con su índice una cruz sobre sus labios rojos.

-Te lo juro… Nunca… hasta hoy... que me sobrecogió de madrugada... Aún estoy conmovida por lo que pasó... con tu padre.

-Pero... ¿cómo fue?-pregunté curioso.

Mamá se extrañó ante mi pregunta. Inquieta, se cruzó de piernas nuevamente. Sin querer, al hacerlo, me reveló la sutileza del borde de encaje de su bombacha blanca. Lo que, por su puesto, me fue provocando una nueva, lenta pero segura erección que tuve que camuflar inclinándome hacia ella. Mamá, por suerte, no lo notó. Seguía turbada por aquella pregunta para la que no tenía ninguna respuesta, ni siquiera para ella misma... No sabía que contestar.

Nos quedamos unos segundos callados, mirándonos, incómodos. Ya no había nada que decir o que hacer. Hasta que unas lágrimas le comenzaron a brotar recorriendo sus mejillas... coincidentes con unas gotas de lluvia que principiaban repiqueteando, fuera de mi habitación, contra las baldosas del patio.

-¡Estoy tan angustiada!...-dijo tapándose el bello rostro humedecido por lo que ahora era un sollozo hecho y derecho- si no... Si no hubiese estado tan... tan necesitada… sex... sexualmente... y dura… durante… tanto tiempo... no hubie… no hubiese cometido... la locu… locura que cometí... con… contigo, con… con… mi propio hijo... No sé que me pasó... ¡Perdoname!... ¡Perdoname!... ¡Perdoname!...

Mamá saltó de la banqueta con la intención de escapar de mi habitación, pero la frené abrazándola... No se resistió. Le sobé tiernamente el cuello, los hombros y sobre todo, la espalda hasta donde comenzaba su vestido, no más... Se acurrucó en mi pecho desnudo, humedeciéndolo con un llanto intenso y acongojado. Buscaba mimos. Desde ahí me imploraba que la perdonase, que se había comportado como una mala madre, que nunca debió haber tenido sexo conmigo, que era antinatural que una madre y su hijo copulasen, que pobre mi pobre padre...

-Shhh... Está bien... está bien... -dije para aliviarla mientras mi erección seguía en franco ascenso por debajo de la toalla. Las lágrimas de mamá, me podían y ¡cómo!

En silencio, le quité la bincha floreada soltando su cabello para acariciarlo suavemente conteniéndola (¿conteniéndome?) durante un buen rato hasta que su llanto se fue haciendo intermitente… y murmuró un culposo "tengo miedo...", abrazándome muy fuerte por la cintura. Afuera, la lluvia se hacía más intensa.

-Tengo miedo...- repitió.

Seguimos así, muy juntos…mimándonos... como sólo una madre y un hijo lo pueden hacer hasta que la ternura inicial de aquel abrazo fue tornándose lenta pero inexorablemente en otra cosa… El calor de su cuerpo, de sus pechos oprimiéndose contra mi, y su embriagador perfume me estaban provocando una erección -ya incontrolable- que mamá percibió sobre su vestido, a la altura de su monte de Venus… Estaba perturbada, sin embargo no se separó de mí… Solo temblaba. Extrañamente, temblaba... Apoyé su cuerpo estremecido sobre la puerta sin despegarme de ella... Cerré con llave... Viendo mi intención, mamá ronroneó escondida desde mi pecho un apenas audible "soy tu mammmiii…bebéee… nnnooooo"… Con una de mis manos separé su bello y lagrimoso rostro de mi pecho y lo incliné, despacio y hacia arriba, para que me mirase… lamí sus mejillas humedecidas pero sus cercanos labios de rojo carmesí, entreabiertos y deseosos, me incitaban a besarlos de un modo muy dulce. Así lo hice, durante un segundo que pareció eterno. ¡Qué labios! Mamá conmovida, cerró sus ojos suspirando en mi boca un:

-Bebéee…Si tu padre nos descubre....

-¿Vos... le vas a contar?- le pregunté, pícaro, a milímetros de su roja boca.

Negó apenas con la cabeza, sin dejar de mirarme con aquellos ojos anhelantes que expresaban, desde la complicidad de dos amantes, que este sería nuestro secretito (como el de mi primera vez hace siete días en la cocina y el de la fenomenal fellatio hoy de madrugada, en su dormitorio, mientras se lo cojía a papá).

La volví a besar pero esta vez entreabrió sus apetecibles labios rojos permitiendo que mi lengua la invadiese muy, pero muy de a poco… ¡Qué dulce era su boca!!!... ¡Cómo me excitaba!... Nos besamos profunda, apasionada y largamente abrazados, sin soltarnos… Nuestras lenguas se entrelazaron en una erótica danza ritual… Nos separamos apenas de la puerta... Ahora yo, la ceñí de la cintura aunque mis manos pugnaban por su cola. Ella, en cambio, revolvía desordenadamente mi cabello con ambas manos mientras me besaba. Respirábamos agitados, calientes, anudados el uno con el otro… La lluvia, ahora menos copiosa aunque constante, acompañaba lo que parecía ser una tarde de lujuria… Mi bulto se endureció, aún más, presionando su entrepierna... Metí, como pude, una de mis manos en su escote apretando una de sus tibios senos… ¡No llevaba corpiño! Mamá susurró un contradictorio "mmmnoo…bebé...mmnooo…" mientras presionaba mi mano sobre su pecho… No sin cierta resistencia pude desabrochar uno a uno los breteles de su vestido rosa, permitiendo que sus senos aún turgentes aflorasen en toda su dimensión… Bajé mi rostro hacia ellos lamiéndolos desaforadamente… Las areolas, primero. Luego los pezones, duros y calientes… Los lamía con tal fruición que parecía como que me los quería devorar

-Bebéee…tu padre mmnnooo... se mereceeee... - gimió, otra vez, mamá dejándose hacer

Nuestra excitación aumentaba, y ¡cómo!… Seguí con mis besos y mi lengua ascendiendo por el valle entre sus perfumados senos, su delicado cuello, sus enrojecidas mejillas de rimel corrido, sus recónditas y pequeñas orejas… La giré de espaldas a mí y mientras con una mano le trataba de abarcar las tetas, por detrás, con la otra le levantaba el vestido hasta hacerle aflorar su enorme culo -cubierto apenas con la bombacha blanca de encaje que se le metía entre las nalgas-. Como mi madre era algo más baja que yo, debí flexionar mis rodillas hasta apoyarle mi erecto bulto entoallado sobre su, para mi, inexplorado culo… Me froté contra él, mientras mamá gozosa me lo ofrecía, contorneándolo... Ella volteó su rostro hacia mí, brindándome una sonrisa plena de dientes muy blancos y unos labios rojos y sedientos… Nos besamos intensa y golosamente, sin separarnos… Yo estaba alzadísimo y a punto de quitarme la toalla para acometer… Cuando, de repente y a pesar de la lluvia, escuchamos que la puerta del patio se abría, chirriando. Mamá se estremeció, separándose de mí unos centímetros. Luego oímos pasos cansinos que se acercaban chapoteando sobre las baldosas mojadas… Se  detuvieron justo frente a la puerta vidriada de mi habitación... ¡Era mi padre! Mamá giró para mirarme, entre horrorizada y avergonzada. En sus labios rojos, ahora desencajados, leí un temeroso "¡Nos descubrió!". Conciente de que la puerta estaba cerrada con llave y de que a través de las cortinas, mi padre, no vería nada de lo que sucedía en el interior, suspiré aliviado. Le hice señas para que se mantuviese callada. Nos quedamos paralizados y expectantes ante la silueta inmóvil de mi padre. Extrañamente, no atinó a golpear a la puerta. Dio media vuelta y volvió sobre sus pasos tan cansinos como antes, hasta introducirse en el cuerpo principal de la casa, cerrando la puerta chirriante tras de si. Mamá, histérica, repetía "¡Nos descubrió! ¡Nos descubrió!". Intentó prenderse los breteles de su vestido y así cubrir la desnudez de sus pechos, pero no le di tiempo a hacerlo... La agarré de los brazos y la atraje fuertemente hacia mí para besarla… Temblaba, pálida y culpable... Forcejeamos… Agitada suplicaba "no puedo, no puedo"... tratando de separar sus tibios y aún desnudos pechos de mi pecho.

–Lo que no podés es esperar... otro acto reflejo de él- dije maliciosamente mientras metía una mano, por debajo de su vestido rosa.

Para mi sorpresa comprobé que el peligro a ser descubierta por mi padre la había excitado de tal manera a mi madre, que su bombacha de encaje se había transformado en una prolongación de su vagina empapada y caliente... Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando la toqué… Metí dos, tres dedos por el costado de su bombacha, hasta que alcancé los latentes, húmedos y carnosos labios vaginales... "No bebé, noooo..." suplicaba.

-Te excita que papá esté en casa mientras cojemos, ¿no?- le susurré mientras mis dedos la penetraban- A mi, me excita mucho

Mamá pegó un respingo, abriendo desmesuradamente los ojos y la boca… Negaba con la cabeza lo que su cuerpo no podía negar… Hervía de placer... Le fui metiendo despacio todos los dedos a través de su bombacha de encaje hasta que mi madre, sabiéndose vencida, se fue entregando dócilmente a mí... Le temblaban las piernas…Con la otra mano, me quité la toalla dejando mi pene bien erecto y libre para acometer... Al verlo, mamá no se pudo dominar... Lo agarró fuerte del tronco oprimiéndolo con ganas, mientras me estampaba un beso en la boca, penetrándome con su rosada y ardorosa lengua... Yo estallaba de deseo... Ella ni les cuento... Con su otra mano iba arañando lenta y descendentemente mi espalda hasta el culo desnudo a medida que mis dedos acariciaban los labios de su vagina, su vulva y finalmente, su clítoris… Deseosa, acercó su boca a mi oído y me susurró dulcemente:

-La de hoy... fue mi primera fellatio...

La miré sorprendido y hasta incrédulo. Mamá confirmó con sus ojos color caramelo lo que me susurró al oído. Eso me calentó muchísimo… Sonreímos cómplices.... Nos mordisqueamos los labios…gimiendo… De repente, sacó mi mano de su vagina mientras con la otra seguía sosteniendo lo que ya era un mástil caliente entre mis piernas. Bajó surcándome con su lengua el cuello y el pecho, deteniéndose un segundo a juguetear con mis tetillas… Siguió lamiéndome en forma descendente el ombligo y luego, el bajo vientre hasta guiarse a aquel faro enorme, iluminado y ardiente que la llamaba… Arrodillada a mis pies, me miró lascivamente, antes de engullirse de un bocado mi glande y parte del tronco de mí pene con la ayuda de su derecha… Me lo chupaba y masajeaba de un modo tan intenso y frenético que tuve que frenarla, enloquecido de placer, para no acabar en ese momento.

-¿No lo hago bien?- preguntó mamá desde el mohín inocente de una alumna de primer grado.

-Mejor… que hoy de madrugada- contesté temblando.

Sonrió desde ahí abajo y dijo sensual "Entonces, dale la lechita a mamá…" antes de volver a tragarse parte de mi pene a punto de explotar. ¡Qué perra!...

Afuera, un chaparrón arreciaba. Adentro, mi madrecita me propinaba la segunda fellatio de mi vida y, hoy descubrí para mi placer, de su vida también. Yo no podía más de la calentura. Mi madre lo percibía… Seguía metiendo y sacando mi ardiente pene de su roja y golosa boca saboreándolo con su lengua, oprimiéndomelo con su mano de tal forma y a tal velocidad que no pude contenerme un segundo más. Estremecido, eyaculé un primer chorro de leche que, sorprendiéndola, pareció atragantarla. Sin embargo, sonrió, sin sacarse mi pene de su boca, mientras tragaba esa primera escupida y la segunda, más fuerte y la tercera, aún más. Me temblaban las piernas… Tuve que sostenerme de su cabeza mientras mi madrecita succionaba hasta la última gota de semen. Aún así, dejándome caer al borde de la cama, no detuvo su fenomenal segunda fellatio hasta dejar mi pene limpio y exhausto. Degustó con su rosada lengua el resto de leche que quedaba en sus labios rojos e incorporándose sobre mí me estampo un beso en la boca, profundo y pegajoso. Nos quedamos así, besándonos, abrazados, un buen rato escuchando caer la propicia lluvia sobre el patio hasta que logré recobrar algo de mis fuerzas para voltearla a mamá, de espaldas sobre mi cama… Desde ahí, recostada, la muy turra me sugirió que pensásemos una buena excusa para darle a papá

-Fuiste al cementerio a visitar a la abuela…- se me ocurrió decirle mientras la iba desnudando completamente de lo que quedaba de su vestido rosa y de su bombacha de encaje blanco… Ella sonrió, picara...

Me arrodillé frente al desnudo y blanquísimo cuerpo de mamá y abriéndole sus temblorosas piernas las dejé reposar sobre mis hombros, para terminar hundiendo mi boca, mis dientes, mi lengua en su fogosa y peluda concha materna… Mi boca saboreaba los labios empapados de su ardiente vagina al compás de unos primeros gemiditos histéricos…. Le penetraba sus orificios mojados con mi lengua golosa yendo y viniendo desde la punta del clítoris hasta la entrada de su ano y viceversa… Ahora, ella gemía y se contorsionaba anhelante… Con una de sus manos se pellizcaba los pezones y con la otra seguía empujando mi cabeza, mi boca, mi lengua contra su concha… Mamá empezó a temblar, de repente, de forma frenética y sin soltarme, hasta que largó un gemido de aquellos que, por suerte, la lluvia asordinó

-¡Aaahhh!!!… Bebéeee… Másss, mássss, mássss… ¡Aaaaaaaahhh!...

Sus jugos orgásmicos me empaparon la boca, la nariz, el rostro completo…. Eso me excitó muchísimo…Seguía acabándome hasta que su cuerpo se rindió plácido durante unos segundos…Levantó, luego, sus piernas permitiéndome poner en pie… Mi verga flameaba, de nuevo, en todo su esplendor… Leí en los rojísimos labios de mama un "Ahora, haceme tuya". Tomó sus muslos con ambas manos y abriéndolos en V hacia el cielo, me ofreció los labios de su concha enrojecidos y húmedos… Recostándome sobre mamá la fui penetrando despacio…degustando poco a poco del contacto de nuestras pieles. Mi cuerpo se estremeció de pronto al penetrarla hasta el fondo, recordando la calidez de aquella cavidad materna que permitió mi delicioso debut sexual hacía siete días en la cocina… era la segunda sensación más increíble que había sentido en mi vida… mejor y menos apresurada que aquella primera vez… La dulce y roja boca de mamá me alentaba a que la besara mientras la penetraba más y más y más… Nuestras lenguas se fundieron en una sola lengua dulce y desesperada… Metía y sacaba mi verga, chocando mis bolas con su enorme culo cuando la enterraba toda… Su cadera se erguía hacia mí con la intención de que su concha pudiese devorarme la pija entera… Atraía, con sus manos, mi rostro hacia su rostro, mi boca hacia su boca para gemirme dentro "¡Bebé! ¡Bebé!"… Jadeaba, jadeábamos… Nuestros gemidos iban en aumento… La bombeaba cada vez con más fuerza… Empezábamos a temblar sin control…Un espasmo recorrió mi cuerpo…un primer y potente chorro de leche tibia salió expulsado de la cabeza de mi verga en el interior de mi madre, de tal modo que la estremeció poniendo en blanco sus ojos…un segundo chorro, no menos potente que el anterior, acompañó el segundo orgasmo de mamá que se aferraba con sus manos a las sábanas deshechas de mi cama, gimiendo "Soy tuya, soy tuya, soy tuya"… Nuestros cuerpos, muy pegados, no dejaban de sacudirse… Seguí bombeando mientras acabábamos entre espasmos y escalofríos de placer… Nuestras leches se mezclaban incestuosamente en su concha materna… Una última explosión de jugos nos hizo gemir al unísono un ¡aaaaaahhh!!!, largo, postrero y extenuante… Nos quedamos así, pegados -en silencio- durante un buen rato…besándonos y mirándonos aún más tiernamente… Afuera, había cesado de llover.

Media hora después mamá, tras cerciorarse que mi padre continuaba durmiendo su siesta, se pegó una ducha rápida en el baño del lavadero y se cambió de atuendo. Uno más acorde a las circunstancias que le iba a describir a mi pobre padre. Lucía ahora un vestido oscuro y largo -que ocurrentemente salpicó con unas gotas de agua-, unos zapatos también oscuros, había retocado su cabello y sus labios, nuevamente, pintados de rojo carmín. Labios que quedaron marcados como un sello en la frente cornuda de mi padre cuando lo despertó con aquel beso tierno. Aunque tenía una sonrisa de oreja a oreja que le costaba disimular… mamá le explicó convenientemente que, mientras él dormía, le agarró una cierta añoranza… por lo que decidió visitar la tumba de su propia madre, mi abuela, que en paz descanse. Mientras mi padre se levantaba de la cama y se iba vistiendo, mamá proseguía inventándole su raid. Le comentó que a poco de llegar al cementerio se largó una lluvia tremenda y que por suerte, había llevado su paraguas. Que como llovía mucho debió correr hasta guarecerse bajo el techo del edificio principal y que como no amainaba, se tuvo que volver en remise. Papá preguntó por mí. Mamá le dijo que yo estaba merendando en la cocina e insistió para que me acompañasen. Así lo hicieron. Merendamos, como siempre, hablando de alguna que otra noticia, de algún suceso ocurrido en la TV y hasta de lo mucho que yo solía dormir los domingos

-Y la lluvia acompaña…-dije mientras tomaba un tazón de café con leche.

Cada tanto alguna mirada furtiva con mamá, algún roce de manos o de pies por debajo de la mesa, sólo eso… hasta que papá comentó, como al pasar, que mañana lunes debía madrugar, que debía estar a las cinco en la oficina porque tenían unos balances atrasados... de repente, a mí se me iluminaron los ojos… el resto del domingo transcurrió normalmente, como si nada raro hubiese ocurrido. Cenamos a las 21 mirando una película en TV. Mi madre lavó los platos. Papá los secó. Se despidieron de mí con un beso, como siempre… Fui hasta mi habitación, puse la alarma del despertador, para que me despertase a las 4 de la madrugada y me recosté en mi cama, aún perfumada de sexo, hasta que el sueño me fue venciendo de a poco… Es anoche dormí, tan plácida e inocentemente, como un… bebé.