Diario íntimo de un gordo (3)

Me quería morir. Ni siquiera me podía volver a masturbar desde hacía una semana.

DIARIO ÍNTIMO DE UN GORDO (3)

VIERNES, 1º DE JULIO DE 1986.

Todo igual que el resto de la semana.

Estuve como un zombie durante todo el día.

Pasé toda la tarde con una depresión más grande que la habitual y pensé en cosas horribles. No podía seguir viviendo de este modo.

Por qué la gente se burla siempre de mí? Por qué me insultan si yo no les hago nada?

Dios mío, por qué la gente es así conmigo?

Por qué Juan no fue a verme más a la plaza? Posiblemente se haya aburrido de mi. Tal vez ya no se sentía cómodo conmigo, como pensé que lo estaría. Por qué? Si era la única persona con la que me sentía más a gusto?

Me quería morir.

Ni siquiera me podía volver a masturbar desde hacía una semana.

Miré mi reloj y pasaban diez minutos de las 6 de la tarde.

Saqué mi billetera para ver si tenía $100 para ir a alquilarme otra de las películas chanchas como aquella y ver si con ella podía por lo menos llegar a pajearme nuevamente.

Sí, tenía!

Cuando saqué el billete, cayó una tarjeta al piso.

La tomé.

Era de la tienda de gorditos.

Zesna! Pensé.

Miré nuevamente mi mano izquierda que sostenía el dinero y la derecha que tenía la tarjeta.

Estuve hasta último momento sin saber qué decisión tomar.

Opté por levantar el tubo del teléfono y marqué el número.

"Hola, está Zesna?" Pregunté a la muchacha que atendió.

"Zesna, es para ti otra vez." Sentí que le gritó.

"Hola? Habla Zesna." Dijo.

"Hola, Zesna. Soy Gerardo." Dije dudando que me fuera a recordar." Se acuerda de mí? Soy el chico gordito que..."

"Sí, Gerardo, claro que me acuerdo de ti." Dijo para mi sorpresa. "Por casualidad tú acabas de llamar hace un momento?" Preguntó.

"No, señor. Este es mi primer llamado." Dije. "Por qué?"

"No, por nada." Dijo. " En qué te puedo servir?"

"Tengo que cumplir con mi promesa de invitarlo a tomar algo." Dije rogando que pudiera ser hoy mismo. Necesitaba hablar con alguien urgentemente. Me estaba matando la indiferencia de la gente.

"Bueno, como no. Si deseas podríamos ir mañana sábado a la tarde o a la noche, si lo prefieres." Dijo.

"No podría ser hoy mismo?" Rogué desesperado. "Por favor!"

Hubo una pausa.

"Qué te sucede?" Preguntó.

"Necesito que sea hoy mismo. Se lo suplico." Y me puse a llorar.

"Qué es lo que te pasa, Gerardo?" Preguntó.

Este hombre me hacía sentir bien. En realidad era una de las pocas personas que me llamaba por mi nombre. Casi todos mis conocidos y amigos me llamaban ‘gordo’.

"Por favor." Le reiteré sollozando.

"Muy bien. Puedes esperar hasta alrededor de las 8:30 de la noche que es cuando puedo ir después de mi trabajo?" Preguntó.

"Sí!" Dije contento porque finalmente me estaba complaciendo.

"Dónde quieres que nos veamos?" Me preguntó.

"No sé." Contesté.

"Qué te parece en donde nos vimos la otra noche, en la senda peatonal?" Dijo preguntándome si me quedaba cómodo y acepté de inmediato ya que era en la esquina de mi casa.

Estuve ansioso hasta la hora de la cita y lo esperé escondido detrás del árbol.

Cuando lo vi aparecer con el vehículo comencé a sentir mis burbujitas.

Me quedé petrificado, él me tocó la bocina y me llamó. Abrió la puerta del acompañante y me senté. Noté que el asiento estaba lo más atrás posible por lo que pude sentarme sin problemas, por más que mi pancita quedó apoyada sobre la consola del vehículo.

"Cómo estás, Gerardo?" Fue lo primero que dijo y me ofreció la mano que cuando la tomé, me volvió a sacudir muy fuerte.

"Bien. Muchas gracias por venir." Le dije, ya que hasta llegué a pensar que me iba a dejar esperando inútilmente como lo hace casi siempre la mayoría de la gente.

"A dónde quieres ir?" Preguntó.

"No sé. Qué le parece si vamos a McDonald’s?" Tenía hambre y pensé que él también lo tendría después del trabajo.

"Perfecto!" Contestó, y me causó gracia la forma en cómo lo dijo.

Me gustaba este señor. Me hacía sentir muy importante, y además era gracioso escucharlo.

Llegamos a McDonald’s y él pidió todo en el AutoMac, y luego estacionamos cerca para comer sin salir del vehículo.

"Lo tengo que invitar yo. Dígame cuanto fue lo que pagó así le doy el dinero." Le pedí.

"No te preocupes, en esta ocasión te invito yo. La próxima vez te dejo pagar a ti. Está bien? Por qué no me cuentas acerca de ti, por favor?" Me dijo con real preocupación por conocerme.

Me sorprendió gratamente.

"En verdad quiere que le cuente sobre mí?" Dije con recelo.

"Sí. Si vamos a ser amigos, creo que nos tendríamos que conocer un poco, no te parece?"

Amigos?

Habré escuchado bien?

Si los únicos amigos que tenía.... en realidad no lo eran en absoluto.

Sinceramente, ahora que lo pensaba no tenía ningún amigo.

Y esta persona quería ser mi amigo?

Y por qué?

Cuáles eran los motivos que lo llevaban a tratarme tan bien, si no me conocía?

Y si su intención era aprovecharse de mi?

No, no creo.

Sinceramente, no me parecía.

"Dije algo malo?" Preguntó de pronto sorprendiéndome, aunque supongo que lo hizo porque me demoré en contestarle.

"No, en absoluto." Contesté.

"Tienes algún problema?" Me preguntó de repente.

"No, no, no, no." Mentí.

"Eso me alegra por dos razones." Dijo. "Primero porque si no tienes ningún problema quiere decir que ya averiguaste el secreto que existe para resolverlos de la manera más sencilla. Y segundo, porque odio cuando mis amigos tienen problemas."

"No, yo no tengo ningún problema." Insistí con mi mentira.

"Muy bien." Dijo. "Yo sí tengo un problema y como tú eres mi nuevo amigo, quisiera que me ayudaras a solucionarlo. Quieres hacerlo?"

"Si, claro! Por supuesto!" Le dije loco de contento de poder serle útil a mi nuevo amigo. Es que a mi me gusta mucho ayudar a la gente, mientras puedo hacerlo.

"Resulta que tengo un amigo que tiene algunos problemas y como no me dice cuáles son, no lo puedo ayudar." Dijo. "Tú qué harías en mi lugar?"

"Qué estúpido es ese amigo suyo! Si no le cuenta los problemas cómo podría ayudarlo?" Le pregunté sonriendo.

"Bueno, no creo que sea estúpido. Sinceramente creo que aún no confía plenamente en mí." Comentó. "Qué piensas tú acerca de qué debería hacer yo con él?"

"Y supongo que llamarlo, salir a tomar algo e intentar convencerlo de que le cuente sus problemas, no?" Dije titubeando. "En realidad no sé."

Mientras comíamos las hamburguesas que estaban exquisitas, le conté algunas cosas sobre mi ya que él me preguntó acerca de mis estudios y todo eso. Luego me contó algo sobre su trabajo y me enteré que él conocía a Juan, el señor que encontraba a menudo en la plaza, y me informó que se había tenido que ir en forma urgente para España.

Qué casualidad!

Realmente era una coincidencia asombrosa que ambos lo conociéramos.

Conversamos casi hasta medianoche, y de pronto me preguntó si yo estaba tranquilo. Si en verdad me sentía bien, y si quería seguir allí con él o prefería irme a dormir a casa y vernos nuevamente al otro día.

"Por supuesto que sí!!!" Le dije.

Entonces me llevó hasta mi casa y se despidió de mí con un beso en la mejilla.

Cuando bajé de su automóvil, él se mantuvo allí hasta que terminé de entrar a mi casa.

De pronto sentí que sonaba la bocina.

Volví a abrir la puerta.

"Oye, Gerardo." Me gritó desde el vehículo. "Esto es tuyo?"

La mierda, mi diario.

Lo había llevado sobre mi falda todo el tiempo y posiblemente se me habría caído al piso sin darme cuenta.

Ahora que estoy escribiendo lo que me sucedió en este día, me acabo de percatar que cuando me dijo que tenía un amigo que no le quería contar sus problemas, tal vez se estaba refiriendo a mí.

Es que puedo ser tan idiota de no haberme dado cuenta antes?

Además me había dicho anteriormente que "...si no tienes problemas, quiere decir que ya averiguaste el secreto que existe para resolverlos de una manera sencilla."

Me estaría diciendo la verdad con eso de que hay formas sencillas de resolver los problemas de uno?

Estaba siendo honesto conmigo?

Sinceramente no tenía la menor idea de cómo hacer para solucionarlos.

Y si me decidiera a confiar en él?

Seguramente él sí me pudiera ayudar con las cosas que me pasaban.

"...odio cuando mis amigos tienen problemas." Había agregado.

Podía ser posible que yo le interesara? Que en verdad me quisiera ayudar? Que él tuviera el secreto para resolver todos los problemas y que realmente fuera tan sencillo como decía y yo sólo no me daba cuenta de cómo hacer y finalmente me mortificaba de esta manera?

Decidí que lo averiguaría mañana sábado cuando nos volviéramos a encontrar.

SÁBADO, 2 DE JULIO DE 1986.

Luego de que nos citamos en el mismo lugar después de su horario de trabajo, me invitó a almorzar otra vez en McDonald’s. Esta vez me pedí dos BigMacs con doble Bacon cada una. Hmmmmm!

Me estaba haciendo el pícaro ya que me tocaba pagar a mi, pero como él no me dijo nada le permití nuevamente que lo hiciera en mi lugar.

Luego de almorzar fuimos a dar una vuelta en su automóvil y me contó acerca de su día de trabajo y eso me animó a conversar con él.

"Usted se refería a mí cuando ayer me dijo que tenía un amigo que no le contaba lo que le sucedía, verdad?" Pregunté un poco avergonzado.

"Sí!" Contestó.

"Y es verdad que usted sabe los secretos para resolver los problemas que tiene uno de una manera sencilla?" Pregunté animado a contarle finalmente parte de lo que me estaba sucediendo para que me dé las soluciones.

"Por supuesto que sí. A mi no me gusta mentir y menos a mis amigos." Dijo y me terminó de convencer de confiarle algunas de mis penas.

"Y usted me diría cómo hacer?" Pregunté deseando que me haga partícipe de ese secreto.

"Por supuesto, Gerardo. Si deseas solucionar tus problemas, lo primero que tienes que hacer es confiar en alguien, en un amigo, o en un familiar, el que tú elijas y contarle lo que te pasa. Sabes que cuando tienes un problema que únicamente tú conoces, es como tener una carga muy pesada sobre tu espalda? Entonces lo que tienes que hacer es repartir ese gran peso con aquella persona en la que tú confías, para que te ayude y juntos puedan cargar sin tanto esfuerzo con todo eso tan pesado. Verás que así te sentirás mucho más liviano, y esa persona seguramente te ayudará con tu problema. Nunca te olvides que dos cabezas piensan más y mejor que una sola. Si tú quieres, me gustaría ser esa persona. Puedes confiar en mí, Gerardo. Me gustaría mucho ayudarte en todo lo que necesites."

Me pellizqué el brazo para saber si estaba durmiendo y todo esto era producto de un sueño.

No desperté. Seguía allí con Zesna.

"Cuéntame qué te sucede?" Me pidió poniéndome una mano en el hombro.

"No, lo que sucede es estoy triste porque no tengo amigos." Le contesté diciéndole mi preocupación.

"Y eso por qué?" Preguntó, y no supe qué contestar. Entonces prosiguió diciéndome. "Supongo que no tienes amigos porque eres gordito y eso te pone mal. Verdad? Sí, ya lo sé. Estoy seguro que tú quieres tener algunos amigos y ellos no te corresponden, no es cierto?"

Quedé anonadado. Es como si esta persona ya sabía todo lo que me estaba sucediendo.

"Sí, cómo lo sabe?" Dije intrigado. "Quién le dijo? Qué más sabe usted de mi?"

"No, en realidad no lo sabía, sólo lo estaba adivinando." Me dijo. "Quieres compartir conmigo todo lo que te está pasando?"

No podía creer cómo de repente y sin darme cuenta, le estaba contando absolutamente todo lo que me había sucedido con mi novia y mis amigos el día de mi cumpleaños. No podía entender por qué estaba confiando ciegamente en este señor si apenas lo conocía.

Sin percatarme realmente, le relaté también todo lo que sucedió al otro día, con el poema y la vergüenza que me hizo pasar mi ex–novia con mis compañeros.

Por primera vez en mi vida le conté a alguien, algo acerca de mis órganos sexuales. Por todos los cielos!

Qué estaba haciendo?

Este recién llegado me inspiraba confianza y mi boca no paraba de hablar ni siquiera de mis cosas más íntimas.

Noté que él me escuchó con atención y sin interrupciones.

"Es que la tengo muy chiquita." Dije bajando la voz, como temiendo que alguien más pudiera escuchar mi secreto.

"Eso no tiene importancia. Ya verás que algún día encontrarás a alguien que se interese por ti, por el tamaño de tu corazón y no por el de tu miembro. Aunque te aseguro que hay personas a los que les gustan los penes diminutos más que los gigantes."

Estaba muy nervioso y no quería tener una sorpresa.

"Usted no siente ningún rechazo por mi?" Le pregunté casi como por un impulso.

"Por supuesto que no. Por qué habría de sentirlo?" Preguntó a su vez.

"Porque soy muy gordo." Dije para no engañarme. "Es que todos me discriminan. Me rechazan." Y me puse a llorar. "Y tan sólo porque soy muy gordo. Nada más que por eso"

Me puso nuevamente una mano sobre el hombro.

Cada vez que lo hacía, yo sentía calor. "Gerardo, yo más que nadie, con excepción de los mismos gordos, sé por lo que estás pasando. No lo vas a entender, pero créemelo que es así." Me explicó y le creí, porque me pareció muy sincero aunque lamentablemente no entendí el motivo por el que me lo dijo. Sólo agregó que él tiene amigos muy gordos y que los quiere mucho.

"No sabe lo bien que me hacen sus palabras." Confesé. "Yo necesito un amigo."

"Y yo quisiera que tú me permitas ser ese amigo que necesitas." Me dijo y no lo pude creer.

"En serio?" Pregunté incrédulo a punto de comenzar a llorar por la emoción.

"Sí!"

Por primera vez en mi vida alguien me estaba pidiendo a mí que le permita ser su amigo.

Me pellizqué el brazo por segunda vez.

"Otra vez? Por qué haces eso?" Me dijo cuando me vio hacerlo.

"Es que necesito saber si esto es un sueño." Dije. Y como no me volví a despertar caí en la cuenta de que todo era verdad.

"Menos mal, porque pensé que tenías un tic nervioso y que te hacía pellizcar el brazo todo el tiempo." Dijo y ambos reímos a carcajadas.

Zesna era muy divertido.

Seguí hablando sin parar y le dije que estaba casi todo el día sólo, y que mi madre trabajaba mucho.

Luego le pregunté algunas cosas acerca de su trabajo y él me contó todo lo que yo quería saber.

Me dejó en plena libertad para que yo decidiera todo aquello que yo le quisiera contar, y la verdad es que no le hubiera ocultado nada de lo que él quisiera saber sobre mí. Deseaba compartir absolutamente todo con este señor. Sinceramente me sentía muy cómodo haciéndolo.

Qué extraño! Me gustaba hablar con él.

Él me trataba como a un ser humano. Me trataba como a una persona.

No sólo eso. Además me hacían burbujitas en la entrepierna cuando hablaba con él.

Seguimos conversando de mis cosas. Se ve que le gustaba saber de mí porque casi no dejó de preguntarme en todo momento.

Me complacía que yo le pudiera interesar a alguien.

Me dio otra tarjeta y esta vez con el número de teléfono de su casa anotado al dorso y me hizo prometer que lo llamaría si alguna vez necesitaba algo. Lo que sea, me dijo, y a cualquier hora.

"Yo soy amigo de 24 horas al día y los 365 días del año. Salvo que el año fuera bisiesto, ahí debes agregarle un día más." Dijo, y me hizo morir a carcajadas nuevamente.

Zesna era un tipo muy gracioso. Se pasaba diciendo cosas cómicas.

Me puse muy contento de tener finalmente un amigo y que éste fuera así de divertido, y que además me contagiara su alegría.

Me había dado el número de teléfono de su casa y es la primera vez que lo hacen sin que yo lo tenga que pedir. Es muy grato saber que hay alguien que quiere ser tu amigo de verdad.

En el preciso instante en que decidimos que nos íbamos a encontrar nuevamente mañana domingo a la tarde para ir al cine, estábamos pasando justo por el frente del video club y como por un impulso inevitable, le conté todo lo que me había sucedido dentro de ese local con el empleado y su amigo, todo acerca del video chancho que había alquilado allí para masturbarme y que el empleado me había cobrado $100.

Clavó los frenos inmediatamente.

Giró en U en medio de la calle y volvió todo el trayecto hasta detenerse en la acera de enfrente al local.

Me asusté.

Repentinamente se puso como loco.

"Ven conmigo." Dijo, y bajó del vehículo.

"Ay!" Me dije a mí mismo. "Creo que metí la pata. No debí contarle sobre el señor que me hizo el favor de alquilarme ese video."

Entramos al video club, y estaba lleno de gente.

"Ven!" Dijo. "Vayamos a mirar algunos títulos.

Me recomendó algunas películas que luego iría a alquilar. Me dijo que a él le gusta sobre todo las buenas películas sin importar el género y que lo único que odiaba eran los musicales. No podía soportar que en medio de la trama la gente se pusiera a cantar y bailar en forma estúpida. Me dijo que la ciencia ficción estaba dentro de sus preferidas, pero siempre cuando el argumento estaba por encima de los efectos especiales.

Definitivamente prefería Star Wars sobre Star Trek. La trilogía de George Lucas estaba dentro de sus predilectas, y me recomendó las dos películas de Indiana Jones, que yo ya había visto: "Raiders of the Lost Ark" y "The Temple Of Doom", deseando que siguieran filmando más cintas con ese personaje que era un aventurero simpático.

También me recomendó todas las películas de James Bond ya que era el fanático número uno del agente secreto con licencia para matar. Yo sinceramente nunca había visto ninguna.

Me comentó que por lo general seguía a un director y que muy difícilmente salía defraudado.

Confesó tener preferencia por varios de los grandes como Steven Spielberg, Alfred Hitchcock y Stanley Kubrick entre otros. También agregó que otros cineastas nuevos estaban surgiendo y les había abierto una carta de crédito, como por ejemplo a James Cameron. Me dijo que éste en particular lo tenía medio desconcertado, ya que su primera película "Piranha part 2: The Spawning" había sido una de las peores que había visto. Estuvo muy reticente en volver a ingresar al cine para ver otro film suyo, pero sinceramente su siguiente trabajo le sedujo sobre todo por su argumento original. Me confesó que estuvo feliz de haberlo hecho porque cuando salió de la sala del cine después de haber visto "Terminator", estuvo convencido de que Cameron era un genio, pues con 2 pesos había realizado una terrible película con un guión para sacarse el sombrero por lo insólitamente bien hecho y sumamente original. Ahora estaba esperando el estreno de "Aliens", también de Cameron, la continuación de la excelente "Alien" de Ridley Scott, otra de sus preferidas y que prometía estar tan buena como la primera parte.

Siguió nombrándome títulos y nombres, muchos de los cuales no conocía en absoluto y no recuerdo ahora, demostrándome que le gustaba el cine en forma obsesiva además de conocer mucho sobre el tema.

De pronto el empleado del video despidió al último cliente y quedó sólo detrás del mostrador. En ese momento, y sólo en ese, Zesna se acercó a él.

"Hola. Me contó mi amigo que el otro día te prestó dinero." Le dijo ante mi sorpresa.

"A quién? A mi?" Preguntó completamente atónito y sorprendido.

"Sí." Contestó Zesna sin agregar más.

"No, para nada. Te equivocas." Dijo el muchacho con una sonrisa sobradora.

"Gerardo!" Me llamó. "No fue a este señor a quien le diste los $100?" Me preguntó.

"Sí!" Contesté y agaché la cabeza avergonzado.

Zesna miró al empleado como diciéndole, "Ves? Es lo que yo te estaba diciendo."

"No!" Dijo ahora el muchacho cambiando los colores de su rostro y poniéndose un poco nervioso, pero manteniendo esa sonrisa estúpida. "Es que tú no entiendes."

"No?" Dijo mi amigo con una calma pasmosa. "Por qué no me lo explicas entonces, así yo puedo entender?"

Al tipo que no debía tener más de veinte años se le borró la sonrisa de la cara instantáneamente.

"Es que...Mira...Es un poco difícil de explicar." Dijo titubeando.

"Bueno, entonces comienza cuanto antes que no tengo todo el día para escuchar tu explicación." Apuró mi amigo.

"Es que le he alquilado un video, y..." Se interrumpió él mismo.

"Un video?" Preguntó Zesna girando la cabeza en dirección a mí simulando estar sorprendido ya que yo le había contado todo exactamente como había ocurrido. "No sabía que había un video de por medio." Mintió.

"No, no!" Contestó el empleado arrepentido por haberlo mencionado. "Mira, no sé quién eres tú..." Dijo un poco alterado. "Pero él estuvo de acuerdo en el momento de dármelos."

"Pues mira. Yo soy su amigo. Y él no sólo estuvo de acuerdo antes, sino que sigue estándolo ahora. Para él está todo bien." Dijo para mi sorpresa sin saber adonde iba exactamente con su acción. "El tema es que el que no está de acuerdo soy yo." Dijo y le sonrió.

Eso enfureció al tipo.

"Y tú quien te crees que eres?" Le preguntó.

"Ya te lo dije, soy su amigo. Le vas a devolver el dinero o no?" Le preguntó ahora visiblemente molesto y sin quitarle sus ojos fijos sobre los de él.

"Por supuesto que no." Le contestó en forma terminante.

"Pues bien, supongo que volveré más tarde para explicarle al dueño por qué se han perdido un cliente." Dijo y se dio vuelta en dirección a mi. "Gerardo, nos vamos."

"Hey, un momento!" Le gritó de repente el empleado. "Toma y no molestes más." Le dijo poniendo unos billetes sobre el mostrador que sacó de su propio bolsillo.

Zesna contó el dinero con un solo dedo sin tomarlo de allí, y miró nuevamente a los ojos del pobre hombre.

"Aquí veo sólo $90, y creo haber escuchado que eran $100." Le dijo con total seguridad.

"Es que $10 es por el alquiler del video." Contestó el empleado con otra sonrisa estúpida.

"Pero cómo, no era que no había ningún video?" Preguntó en dirección a mi, sabiendo la respuesta. Y ahora volvió a clavar la vista en el tipo. "Qué clase de video es ese que costaba $100?"

Sin contestar, el pobre hombre extrajo $10 más de su bolsillo para no tener que dar explicaciones y los tiró sobre la mesa como para terminar allí la conversación.

"Ahora vete!" Le pidió a mi amigo.

"Es que tú parece que no entiendes." Le dijo Zesna al señor. "Si no hubo ningún video, entonces él finalmente te prestó el dinero. Por lo tanto le tienes que pagar $40 más por los intereses."

"Ah, pero tú estás intentando robarme?" Preguntó. "Cómo $40 por los intereses, eso es un disparate."

"Sí, no te preocupe que lo sé. Es demasiado, verdad? Pues bien, la próxima vez que necesites dinero prestado, vas y se lo pides a un banco, que allí te van a cobrar bastante menos interés. Pero el dinero de mi amigo vale más." Dijo y le siguió sonriendo.

Zesna le estaba tomando el pelo al pobre hombre.

"Mira, por qué no te vas? Este es un video club. Sí quieres alquilar una película está todo bien, sino por favor, tomen el dinero y váyanse de una vez porque no te voy a dar más que eso." Dijo perturbado.

"Escúchame, hubo o no hubo algún video?" Insistió mi amigo. "Porque hasta estoy sospechando que aquí sucedió algo muy extraño y no me voy a conformar sólo con hablar con el dueño de este lugar." Y se dirigió hacia mi nuevamente. "Gerardo, dónde queda la seccional de policía más cercana?"

"Toma, toma, pero vete de aquí, por favor." Dijo sacando de su bolsillo los $40 que le había solicitado mi amigo.

Zesna tomó los billetes, los contó uno por uno y me dio la totalidad del dinero.

"Ahora, si. Nos vamos." Me dijo y salimos del local.

"Zesna, creo que no voy a poder volver a este video club nunca más." Le dije tristemente una vez que estuvimos en la acera en espera de que el tránsito nos permitiera cruzar la calle.

"Y no tienes otro cerca de aquí?" Preguntó.

"No!" Contesté lamentándome. "Para ir al otro más cercano, me tengo que tomar el colectivo."

Volvimos a entrar al video club.

"Qué quieren ahora?" Dijo el hombre visiblemente enojado.

"Escúchame bien, porque te lo voy a decir sólo una vez ya que no me gusta repetir las cosas." Le dijo al pobre empleado.

Hizo una pausa y cuando se aseguró de que tenía toda su atención, prosiguió.

"Mira, mi amigo va a seguir viniendo a este video club porque aún le agradas. Así que si me llego a enterar de que te has hecho el listo nuevamente con él o lo has tratado mal, te aseguro que él no vendrá nunca más por aquí." Le dijo.

El muchacho hizo un gesto como diciendo "y a mí qué mierda me importa que no venga más?"

"Lo sé. A ti puede no importarte. Pero no te pongas tan contento porque el que sí vendrá nuevamente seré yo y esta vez no hablaré contigo sino con tu patrón, que seguramente a él le importará mucho más enterarse de por qué este gran video club que tiene muy buenos títulos y todos los estrenos, se ha perdido un cliente por tu culpa."

La cara del empleado era para tomarle una fotografía para la posteridad.

"Ahora por favor, te suplico que me hagas aunque sea una señal que me diga que me has entendido perfectamente lo que te he dicho, así nos podemos ir tranquilos para casa y te dejamos trabajando ya que lo haces tan bien." Dijo irónicamente.

Ante mi asombro total, el tipo asintió repetidamente con la cabeza.

Estábamos saliendo del video club y Zesna me tomó del brazo, volvimos a entrar una vez más dentro del local y se dirigió otra vez al pobre chico.

"Ah, me olvidaba!" Le dijo. "Espero que sepas elegir muy bien tus amistades de aquí en adelante, porque sino vas a terminar mal."

"A qué te refieres?" Preguntó ya un poco asustado.

"A tu amigo, el pajero." Le dijo de repente. "Tú te salvas porque defendiste a Gerardo y te lo agradezco; es más aún, ya me caes hasta simpático, pero si algún día vuelvo aquí y encuentro a ese amigo tuyo, seguramente volverá a su casa sin algún diente. Además si en alguna otra oportunidad Gerardo viene a este Video Club mientras esté tu amigo dentro del local, no quiero que permanezca aquí dentro, por lo que te voy a pedir que lo hagas esperar afuera hasta que mi amigo se retire. No quiero que Gerardo vuelva a compartir nunca más el aire que respira con tu amigo. Yo soy una persona muy tranquila, pero me enfurece que idiotas como él se quieran pasar de astutos con menores de edad. Sólo dile que si se hace el listo con Gerardo nuevamente, no me voy a conformar sólo con darle trabajo a su dentista sino que de aquí iré directo a la seccional de policía para hacer la denuncia correspondiente. Así que te vuelvo a repetir lo que te dije al principio, fíjate bien con la clase de amistades que te juntas."

Ahora sí, salimos del video club y me hizo prometerle que le

contaría si algún día ese empleado me volvía a tratar mal, o bien si su amigo no salía del local si lo veía por allí, como le había indicado al muchacho.

No sólo que nunca hubo necesidad de contarle nada de eso a Zesna, sino que desde ese día ese empleado no me volvió a cobrar nunca más el alquiler de una película; claro, siempre y cuando no estuviera su patrón, pero de todas formas me indicaba los horarios en que él estaría sólo.

Y a su amigo, aquel que me tocó el culo, no lo vi nunca más en mi vida.

Nos subimos al vehículo y tuvo que dar la vuelta manzana para volver a tomar la dirección hacia mi casa que quedaba en la otra cuadra.

"Zesna, por qué has hecho esto por mi?" Le pregunté contando nuevamente los $140.

"Porque somos amigos, o no somos?" Me dijo y me regaló una bonita sonrisa.

"Síiiiiii!· Le dije emocionado de alegría.

Mientras dábamos la vuelta a la manzana, le comenté que el pantalón que había ido a cambiar a la tienda en aquella oportunidad, había sido el regalo de cumpleaños de mi madre.

"No me digas?" Me dijo con sorpresa. "Y cuándo fue el día de tu cumpleaños?"

"El 17 de junio." Contesté.

"En serio?" Preguntó. "Mira qué casualidad."

"Sí? Por qué?" Ahora el sorprendido era yo.

"Porque el 17 de junio es también mi cumpleaños." Me dijo.

Lo miré y me obsequió otra sonrisa.

Hasta estuve a punto de creerle.

"Está bien, Zesna. Yo sé que usted intenta hacerme sentir bien y se lo agradezco mucho. Pero no se preocupes pues ya es mi amigo, por lo que no tiene la necesidad de hacerme creer que usted cumple años el mismo día que yo. En realidad no me importaría que cumpliera otro día. En serio. Eh?." Dije revelándole que me había percatado de lo que había hecho y agradeciéndole de igual modo por la intención que tuvo de quedar bien conmigo.

"En verdad no te importaría si yo cumpliera años otro día diferente al tuyo?" Me preguntó.

"Por supuesto que no, ya somos amigos no importando cual sea el día de su cumpleaños." Dije feliz por tener una amistad con esta persona.

"Preguntaba porque si yo cumpliera en verdad el mismo día, ahora que somos amigos, podríamos hasta festejarlo juntos." Me dijo sonriendo.

"Sí, estaría bueno. Es una lástima pero no importa. Igual podremos festejar ambos días, no?" Pregunté devolviéndole la sonrisa. "Cuándo cumple usted en realidad?"

Sin detener la marcha, extrajo su billetera y sacó de allí su documento de identidad y me lo dio.

Miré atónito y sin poder evitar que un par de lágrimas se escaparan de mis ojos.

"Fecha de nacimiento: 17 de Junio de 1957." Leí.

"No me gusta mentir, ni mucho menos a mis amigos." Dijo y me regaló otra de esas sonrisas que a mi me hacen sentir tan bien.

Me terminé de convencer que a partir de ese día, además del amigo que ya era, Zesna iba a ser mi mejor amigo.

Quedó en pasarme a buscar mañana domingo por mi casa para ir al cine, dar una vuelta, tomar algo y conversar como lo estábamos haciendo casi a diario y me dio un beso en la mejilla como despedida.

"Gerardo, me alegro mucho de haberte conocido." Me dijo y me emocioné nuevamente, porque sinceramente era yo el que me alegraba por haberlo conocido a él.

Entré a mi casa y antes de cerrar la puerta recordé que me estaba olvidando nuevamente el diario en el auto de mi amigo.

Ya había avanzado unos metros, cuando le grité y detuvo la marcha. Corrí hacia el vehículo, abrí la puerta y lo tomé del asiento trasero donde lo había dejado esta vez para que no se me cayera como ayer y ahora sí, volví a entrar a mi casa.

Mi mamá se estaba vistiendo para volver al trabajo por el tema de las horas extras.

Entré a mi cuarto y me puse a escribir estas vivencias del día, antes de olvidarme de algo ya que hoy habían pasado muchísimas cosas.

Y por suerte, todas lindas!

Puse los $140 sobre la mesa y los miré sonriendo.

"Gracias Dios, por mandarme a este ángel a mi vida!" pensé en ese momento.

Ahora estoy escribiendo el resumen del día sábado como lo hago habitualmente, y en unos minutos más me voy a ir a dormir con la sensación de haber tenido otro de los días más felices de mi vida.

Además ahora que me comenzaron a pasarme cosas bonitas, estoy mucho más ansioso por contar todo lo que me sucede, por lo que no puedo esperar a que ya sea la noche del domingo para relatar lo que me irá a suceder con mi primera salida al cine con mi amigo.

DOMINGO, 3 DE JULIO DE 1986.

EPÍLOGO

4 DE JULIO DE 1986

LUNES

1:55 PM

El aviso de que tenía en espera un llamado telefónico, me hizo distraer la lectura en donde me había sumergido en mi horario de descanso al mediodía.

"Hola, Zesna?" Me preguntó la voz. "Soy Gerardo. No te enojes, pero recuerdas que la noche del sábado casi me olvido mi diario en el asiento trasero de tu automóvil? Bueno, resulta que ayer domingo, luego que salimos del cine y me llevaste a casa, finalmente me lo dejé olvidado en el mismo lugar, con la diferencia de que esta vez me di cuenta recién apenas entré a mi dormitorio y cuando volví a salir a la calle, ya te habías marchado. No quise molestarte llamando a tu casa porque total hoy ya habíamos quedado en volver a vernos nuevamente por la noche. Por favor, me lo podrías guardar así me lo devuelves apenas nos encontremos? Si?"

"No tienes por qué preocuparte, Gerardo. Esta noche te lo llevo."

"Zesna..." Hizo una pausa. "Una cosita más. Pero no te enojes, eh? No leerás mi diario, verdad? Por favor asegúrame que no lo leerás."

No le podía mentir a mi amigo, pero no creía oportuno decirle que ya era tarde para la advertencia. Lo acababa de leer.

Sin embargo, me detuve en la conjugación del verbo.

"No, Gerardo. Quédate tranquilo que no lo leeré." Contesté.

"Por favor, prométeme que no lo harás." Me rogó.

"Sí, Gerardo. Te prometo que no lo leeré." Le aseguré satisfecho de que iba a cumplir con mi promesa a partir de ese momento.

Nunca tuve siquiera el más mínimo remordimiento de no haberle dicho jamás que cuando hizo ese llamado ya había leído su diario íntimo con anterioridad. Muy por el contrario, estuve feliz de haberlo hecho porque me terminó de confirmar, como ya sospechaba, que mi nuevo amigo estaba parado al borde del abismo cuando lo conocí y en espera de que alguien le diera el pequeño empujón final para terminar de caer lisa y llanamente al vacío.

Tuve la certeza que apenas entré a su vida, giró sobre sus talones dejando atrás ese pozo profundo a donde estaba yendo inexorablemente y se volvió directo para su casa con un aliento de esperanza en su interior.

Estoy muy feliz de haber mantenido el secreto ya que de habérselo revelado no le hubiera aportado nada positivo; sinceramente no hubiera hecho más que perjudicarlo. Y teniendo en cuenta que no era mi intención aprovecharme en lo más mínimo de lo leído acerca de su intimidad, sino tan sólo volcarlo a favor de su propio beneficio, decidí guardarme ese secreto para siempre.

Estoy hasta sorprendido de mí mismo porque ésta fue la primera vez en mi vida que cuando vi a un gordo como él, no pensé en el sexo tal y como me ocurría habitualmente. Ni siquiera a partir de nuestro primer apretón de manos, por más que sí sentí al igual que siempre una muy fuerte atracción por él.

La atracción no siempre es sexual y en esta oportunidad pasaba por otro lado. Y supongo que lo tuve bien en claro ya mismo desde el primer momento, tal vez por la necesidad de querer protegerlo y de intuir y luego confirmar que él necesitaba imperiosamente de esa protección en forma desesperada.

Nunca nos metimos juntos en la misma cama. Jamás nos acariciamos ni siquiera nos besamos en la boca. Y para ser honesto, nunca tuve ese pensamiento ni la necesidad de hacerlo con él, por más que cada vez que nos saludábamos tan sólo dándonos la mano al principio y luego con un beso en la mejilla, notaba que esa misma atracción permanecía inalterable. Siempre estuvo antes y aún sigue estando latente hoy.

Pasé a ser el amigo que él necesitaba y él aún sigue siendo el combustible que yo necesito para alegrarme la vida.

Él me aprecia mucho, confía ciegamente en mí y jamás desoyó ningún consejo que le podía aportar, como por ejemplo cuando siguió mi sugerencia y se sometió a un régimen alimenticio y bajó de peso ostensiblemente, por supuesto siempre ayudado por un médico especialista.

Esto me hizo recordar gratamente que ya lo había hecho antes con otra persona muy especial para mí.

Creo que la relación que siempre tuvimos y aún tenemos con Gerardo es de padre/ hijo, sin ningún lugar a dudas.

Venció paulatinamente sus miedos y temores; hoy está felizmente casado y con tres hermosos niños los cuales me tratan como si yo fuera su abuelo. También tengo una muy buena relación con su esposa, ya que ella es la maravilla de persona que mi amigo siempre se mereció encontrar.

De más está decir que a partir del momento en que nos conocimos, nunca más festejó su cumpleaños sólo.

Por supuesto, como ambos cumplimos el mismo día, lo compartimos juntos.

Además debería agradecerle yo mismo a Gerardo ya que gracias a su diario fue la primera vez que se me ocurrió la idea de que yo bien podría hasta escribir un libro con todas las vivencias y anécdotas que me han sucedido con los gordos que conocí a lo largo de mi vida. Por supuesto que jamás escribí ese libro con todo eso, pero creo que ese hecho fue la primera mecha que se encendió ante esa posibilidad y que inevitablemente terminó cierto día con la decisión de enviar mi primer relato a este sitio, lo cual me alegro mucho de haberlo hecho ya que eso me ha llenado de innumerables satisfacciones.

Pero volviendo ahora a ese momento específico, después de leer el diario íntimo, después de recibir el llamado de Gerardo y después de prometerle y cumplir con que no lo "leeré", aún había algo que debía hacer casi por obligación antes de terminar esa jornada y sin dejar pasar ni siquiera otro minuto más, y tan sólo por el respeto que tenía, tengo y siempre tendré hacia todos los gordos.

Por suerte tenía la potestad de tomar esa clase de determinaciones sin tener que dar ninguna explicación a mis patrones, de ningún tipo.

Apenas volví de mi descanso, intenté rememorar textualmente cada palabra de lo que había leído en ese diario en una fecha específica: el jueves 19 de junio de 1986.

Agradecí a Dios de que lo pude recordar sin hacer demasiado esfuerzo, ya que lo tenía casi bien fresco en mi memoria desde el mismo instante en que lo había leído, por lo que me alegré sobremanera de no tener la necesidad de romper con mi promesa y volver a leerlo.

Fui al intercomunicador y apreté un botón.

"Alicia, puedes venir un segundo?"

"Tiene que ser ahora?" Dijo ella del otro lado de la línea. "Estoy muy ocupada en este momento."

"Sí. Debe ser ahora mismo. Deja todo el trabajo que estás realizando y dile a otra persona que lo continúe haciendo en tu lugar, en realidad quiero que vengas inmediatamente. Es una orden!" Le solicité con la autoridad que me correspondía.

Demoró tan sólo un par de minutos en llegar.

"No sé qué haría esta empresa si algún día dejas de trabajar con nosotros." Dije apenas estuvo parada frente a mi. "Pero supongo que a partir de este momento lo averiguaremos. Toma todas tus cosas y vete de aquí. Estás despedida!"

FIN DE ESTE RELATO REAL.

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