Diario de vida de Maria Paz
Embarazada mi deseo sexual se fue a la nubes... ¿como aplacarlo? (Agradesco mucho sus comentarios)
DIARIO DE VIDA DE MARIA PAZ
Desde el momento en que quedé embarazada, un gran lazo afectivo se creo con mi hijo. Toda mi vida comenzó a cambiar desde el mismo momento en que supe que el estaba ahí. Antes yo era una mujer muy normal, 32 años, ni delgada ni gorda, buen físico, gozaba mucho del sexo con mi marido, digamos matrimonio ideal, me gustaba tomarme mis buenos tragos de vez en cuando, incluso había veces en que se me pasaba la mano, fumaba, era mi vicio etc. Pero al saber que todo eso repercutiría contra mi hijo, dejé de hacerlo rotundamente.
Lo que mas me costó fue el cigarro, ya que llevaba años fumando, pero por un hijo, una hace cualquier sacrificio.
Mi barriga comenzó a crecer, al igual que mis pechos. El más contento con esto era mi marido, al que siempre le gustó el tamaño de mis pechos, que si antes ya eran grandes, ahora, eran descomunales. Aparte de eso, mi libido sexual se fue a las nubes y pasaba caliente todo el día. No había noche en la que no lo hiciéramos y en la mañana, muchas veces también llegó tarde por satisfacer a su señora.
Nunca había tenido la necesidad de masturbarme, ya que mi marido cumplía a la perfección con su trabajo, pero ya pasados los 6 meses era algo insoportable y no aguantaba hasta que el llegara del trabajo en la tarde, y tenía que aliviarme yo sola.
Una tarde, me toco ir al control médico. Tomé el micro que venía atestado de gente, pero sin embargo, apenas subí, un joven que venía sentado, muy amable se levantó y me cedió el asiento. Le di las gracias, y me senté, quedando el joven parado a mi lado.
Ese día, como hacía calor, estaba usando un vestido muy delgado, que tenía un generoso escote y el, al estar parado en esa posición, tenía una excelente visión de mis descomunales pechos , a si que en cosa de un minuto, vi como su paquete se marcaba en el pantalón..
El paquete del muchacho no quedó a mucha distancia de mi cara y mi libido actuó inmediatamente. Al poco de andar, ya me encontraba en extremo caliente imaginando que a solo centímetros de mí, tenía un pantalón de un desconocido, que ocultaba un buen y duro pedazo de verga, y que esa dureza, era seguro que era por mi causa.
Que ganas de haber tenido un poco mas de personalidad y meterle conversación al joven, para poder saciar mis ganas con el en cualquier lugar, pero nada solo sentía su mirada en mis pechos y su verga dura a centímetros mío, me hacía alucinar.
Pero mi parada ya estaba cerca y me tuve que levantar. El micro comenzó a detenerse y un auto que de improviso se cruzó e hizo que el conductor frenara bruscamente. Sentí que me iba a caer, cuando los brazos del joven, me sostienen fuertemente y me acerca a el. Por unos segundos pude sentir esa erección en mi cola. Le di las gracias, pero ya la puerta se abría y tuve que bajar. Al partir el micro, nuestras miradas se cruzaron y con solo una mirada, nos dijimos todo, pero ya era tarde, el se marchaba y me quedaba yo ahí, con ninguna esperanza de volver a verlo y caliente como una perra en celo.
Entre a la clínica y el médico me atendió inmediatamente. No era un medico joven ni tampoco nada bien parecido, debe haber tenido cerca de 50 años, pero mi libido no daba mas y no aguantaba las ganas de que el me revisara. Luego de hacerme unas preguntas, me hizo sacarme mis calzones y acostarme en la camilla, separando las piernas. El muy tranquilo, se puso unos guantes de látex y comenzó a revisarme. Apenas sentí el contacto de sus dedos contra mi vulva, un escalofrió recorrió todo mi cuerpo. No me importaba su edad o su físico, solo necesitaba sentirme deseada y sentir en mi interior una verga, sea la que sea, cualquiera me serviría para acabar en pocos minutos. Pero el seguramente aburrido de ver conchas, la mía, aunque ardiendo no le llamó para nada la atención, y sacándose los guantes me dijo que me vistiera.
Salí de la clínica y pensé que no aguantaría hasta que llegase mi marido a la noche, para saciar mi sed de sexo. Casi me subo al micro, cuando lo pensé mejor y decidí irme en metro, ya que a si, tendría más oportunidades de recibir aunque sea algún agarrón de un desconocido.
Tomé el metro y aunque me cedieron el asiento, preferí irme de pie, analizando a todos los hombre que en el viajaban.
Pude sentir varias miradas en mi pecho, pero no había la suficiente gente para que alguien actuara. A si que a la siguiente estación me baje y espere siguiente. Vi pasar los carros y elegí el que mas gente traía. Entre en este y me coloqué al medio de este, pero nadie ni siquiera se acercó a mi.
A la siguiente estación, veo que un hombre de unos 40 años, con maletín en mano, entra a mi carro e inmediatamente se fijó en mi barriga y en mí busto. Paso por mi lado y me atrevía a mirarlo directamente a los ojos, mientras el haciendo lo mismo, me dio una tremenda mirada a mis tetas.
En esta estación entró mas gente y ya el espacio se hizo muy reducido, a si que disimuladamente me fui acomodando hasta quedar delante de el, mientras el se apoyaba contra la pared. El metro comenzó a avanzar e inevitablemente todos nos movimos, sin embargo, descaradamente me movía hacia atrás y le roce su bulto con mis nalgas. El al parecer se dio cuenta de mis intenciones y se acercó un poco más a mí. Yo miraba para cualquier lado, pero sentía que su cuerpo estaba muy cerca al mío, pero aun sin tocarme. Nuevamente el metro da un movimiento y buscando su verga, me moví hacia atrás y el hacia delante, juntándonos con las partes mencionadas. Esta vez el no retrocedió y yo tampoco. Sentía como su bulto ya se había formado bajo ese pantalón, a través de la delgada tela de mi vestido, y como si nada pasara, unos pequeños y disimulados movimientos.
Pero esos pequeños movimientos no hicieron más que darme el valor para comenzar yo también a mover mi cola hacia atrás. La sensación era increíble y nuestros movimientos, solo para el resto de los pasajeros eran disimulados, pero para nosotros, ya estaba en evidencia lo que estábamos haciendo.
En un movimiento sorpresivo, siento que su mano, descaradamente me toca una nalga y al no decir nada, le dio el coraje para dejar su maletín en el piso y comenzar a apretármelas fuertemente con ambas manos. Sentir esas manos en mi cola me tenía loca de calentura, con unas ganas irrefrenables de darme vuelta, arrodillarme y darle una chupada profesional a ese desconocido.
El desconocido no se detuvo y al rato sentí como una de sus manos levantaba un poco mi falda, y con la otra ya comenzaba a tocarme directamente el culo. Me dio miedo de que alguien lo sorprendiera, pero solo al sentir la piel de este hombre al contacto de mis nalgas sentí que me quemaba. Su ágil dedo corrió mis mojados calzones a un lado y su dedo intruso comenzó a meterse entre mis nalgas jugando con la entrada de mi ano.
Con mi concha completamente estilando de placer y el dedo de mi desconocido amante, tratando de meterse por mi ano, me tenían hirviendo y sin pensarlo más me llevé la mano atrás y busqué su duro instrumento.
El al parecer el se dio cuenta de mis intenciones, se bajo el cierre de su pantalón y mi mano encontró sola el camino. Una hermosa, caliente y grande verga fue el premio a mi audacia. Enseguida la tome en mis manos y comencé a masturbarlo, apretándosela fuertemente, mientras su dedo, al sentir eso, se metió mas adentro de mi ano, sin ningún problema, ya que todo lo que tenía bajo la falda esta mojado, aparte que ese lugar ya había sido ocupado mas de alguna vez, dándome un placer increíble.
Sentí como su verga se hinchaba a más no poder y luego de unos espasmos, descargaba su leche caliente en mi mano, al mismo tiempo en que yo, lograba el mío. Con mi mano toda mojada, aun aferrada a ese hermoso pedazo de carne seguía masturbándolo y el metiéndome el dedo lo mas adentro que el resto de sus dedos se lo permitiesen.
De repente mi anónimo amante, me saca el dedo y yo sin que me digiera nada, también le saque la mano. Siento como se sube el cierre y toma su maletín del piso. Pasando por mi lado y dándome una picarona sonrisa, me dice "Gracias".
No atiné a hacer nada y solo vi cuando las puertas del metro se cerraban y el aun ahí, de pie en el anden, me miraba directamente a los ojos, llevándose su dedo intruso a la nariz y luego a la boca, como señal de despedida.
El metro continuó su marcha y en la siguiente estación me bajé, ya que la mía había quedado hace rato atrás. En la palma de mis manos aun llevaba restos de su semen caliente, como trofeo de mi aventura, y apenas me bajé, fijándome de que nadie se diera cuenta, lo llevé a mi boca, y lo saboreé, como el más delicioso manjar.