Diario de una provocadora

No lo puedo remediar, me gusta calentar a los hombres hasta llegar a imaginar como se masturban a mi salud.

Desconozco muy bien cual es la diferencia exacta entre provocativa y provocadora, y aunque ambas fueran la misma cosa, creo que yo soy en mayor medida… y a veces hasta extremos inauditos, más bien la segunda.

Me gusta mostrar lo mejor de mí como mujer en todos los sentidos, manifestar mi feminidad, ser refinada en mis movimientos, sensual en mis gestos, sacar la fierecilla que llevo dentro y enseñarla para disfrute de los demás y el mío propio. No siempre hago esto con ánimo de buscar sexo pero al fin y al cabo si que forma parte de un juego morboso. Sí, un juego entre ellos y yo, los hombres con los que me cruzo, algunas veces hasta llegar a desesperarles y otras simplemente para mi propio regocijo en una travesura de la que a veces acabo arrepintiéndome, pero el caso es que me divierte y por supuesto, me excita ferozmente. Mi obsesión es aparentar ser una chica normal, casi una inocente joven que descuidadamente les ofrece sus encantos y el show más erótico posible para dejar a esos chicos con un ardor extremo imaginando que después de eso, acabarán, casi con total seguridad, masturbándose con esa visión y recordándome. Al menos eso es lo que yo deseo, nada más. ¿Hay algo más excitante?

Una semana cualquiera en mi diario:

Lunes – Mi profe.

Hoy he tenido clase a última hora. Mi profesor de Química es una de mis mejores víctimas. Se que le pongo un montón y que cuando me pongo en plan sexy, no puede evitar devorarme con la mirada. Solo pensar que se mata a pajas pensando en mí, como el resto de mis compañeros me excita mogollón. Al final de la clase le dije si podía explicarme algo. Él estaba sentado en su mesa y me ubiqué a su lado. Lo primero ha sido ofrecerle la mejor visión de mis tetas. Se cuanto le atraen. Hoy no llevo sostén e imagino que su propia caída ha provocado algún que otro espasmo a mi querido profe. No sé si llegó a verme el pezón, pero le pillé en varios descuidos de reojo buscando nerviosamente ese canalillo maldito. Doy por hecho que ha tenido que llegarle el aroma de mi perfume y posiblemente también el de mis feromonas más ardientes cuando pongo voz de gatita caliente y le sonrío, coloco un travieso mechón de pelo o cuando me levanto de mi posición y tiro de mi vaquero mostrándole como se mete en mi rajita de la forma más lasciva y traicionera. Me ha estado explicando en la pizarra unas fórmulas y suavemente he puesto mi mano sobre la suya quitándole la tiza para seguir yo. Sé que ese movimiento le ha vuelto loco. Sin mirar he conseguido saber como devoraba mi culo embutido en unos ceñidos jeans. Cuando me he despedido le he dado dos besos, algo que nunca hago pero que hoy no lo he podido evitar, necesitaba calentarle más de la cuenta. En el momento que mis tetas han rozado su pecho y me he movido suavemente, cual zorrita caliente contra él, ha tenido que llevarse una grata sorpresa. Y yo me he puesto encendida, inevitablemente. Me imagino que al cerrar la puerta tras de mi, se habrá quedado a cuadros y confío que hoy acabe cascándosela pensando en mis tetas.

Martes – El vecino

Esta noche ha hecho más calor del habitual y he decidido salir a la terraza a tomar el fresco. Creo que eran como las dos de la mañana. Así que en braguitas y con mi camiseta corta de tirantes salí a refrescarme. Por el rabillo del ojo me di cuenta que enfrente y unos pisos más arriba se encontraba un vecino que tampoco parecía conciliar el sueño. Le conozco, ya le he visto más veces observándome, pero hoy he sido mala de nuevo, más maléfica que nunca. Me asomaba a la terraza apoyada en la barandilla mostrando mis tetas desafiantes al vacío sabiéndome observada. Le veía nervioso tras las cortinas y le di más morbo sentándome en la hamaca que tengo allí, de una forma descarada, con mis piernas abiertas y acariciando mis tetas como si nadie pudiera verme. No contenta con eso, me quité la camiseta, dejando que observara mis pechos al natural. Luego enredé con mis dedos la costura del comienzo de mis braguitas, acariciando posteriormente con mi dedo juguetón el vello de mi pubis, sin dejar de mirar de reojo a mi vecino que por el movimiento de sus cortinas adivinaba pajeándose a mi salud. Como me gustaba esa sensación, de modo que yo tampoco me pude reprimir y cerrando los ojos comencé a hacerme un dedito dedicado a mi vecino mirón. Mi corrida fue memorable, espero que la suya también. Le vuelvo loco y me encanta.

Miércoles – La parada.

Esta mañana, como otras tantas he coincidido en la parada del autobús con un chico que me mira embobado, aunque siempre retira la mirada cuando le observo yo. Eso también me pone un montón. Hoy llevaba mis vaqueros ajustados, esos que me marcan mi culito, sin bolsillos y que provocan más de la cuenta. He notado su erección al instante cuando me agaché a recoger el bono-bus que “accidentalmente” se me había caído al suelo. Claro que además de un culo redondo habrá podido percatarse del tanga rojo que llevo debajo. Me pregunto si se pegará una buena paja a mi salud, con solo imaginarlo me pongo cachonda a más no poder. Me parece algo soberanamente excitante saber que los hombres se masturban pensando en mí y por supuesto eso me lleva a hacerlo a mí pensando en ellos. Hoy le he provocado algo más de la cuenta preguntándole la hora, como una niña traviesa, pero como no atinaba teniéndome más cerca de lo normal, le he agarrado por la muñeca para observar su reloj, no sin antes pegarle mi teta derecha contra su hombro y subiendo y bajando como quién no quiere la cosa. El pobre habrá alucinado en colores. Soy depravada, lo sé, pero es que cuando me caliento pierdo el control, es algo que me sale sin pensar.

Jueves – Los grandes almacenes

Hoy me he ido a comprar una faldita a un centro comercial. Estaba atestado de gente porque comenzaban las rebajas. Fue duro tenerse que pelear con las demás clientas para conseguir la que me gustaba. Bien es cierto que no encontré la minifalda de mi número, pero al fin y al cabo siempre voy con una talla menos, me gusta ir marcando y enseñando. Cuando conseguí finalmente mi prenda, una de color rosa con cuadritos, me puse a la fila de los probadores que estaba a tope. Al llegar mi turno, antes de meterme tras la cortina del probador, me di cuenta que detrás había una chica con su novio y que él me observaba continuamente. Si normalmente disfruto con la mirada disimulada de los chicos, si van acompañados de su novia, eso me excita aun más, le añade un morbo desmedido. He dejado la cortina ligeramente descorrida (a propósito), lo suficiente para que el chico no perdiera ningún detalle y lentamente me he ido desnudando observándole a través del espejo. Su cara era un poema a medida que iba quitándome la ropa hasta quedar en sujetador y con un tanga diminuto. El chaval parecía sudar, pero no retiraba la cara sino que incluso giraba su cabeza para observarme mejor. Eso me calentaba al máximo. Acaricié mi culo como si nadie me pudiera ver, me puse la faldita, la levanté varias veces por delante y por detrás girando frente al espejo y sabedora que el chico no desviaba su mirada ni un momento, creo que ni pestañeaba. Espero que le de un buen homenaje a su chica, pero pensando en mi, por supuesto o que al menos se haga una buena paja imaginando a la brujita del probador. Yo estoy cachonda solo de recordarlo.

Viernes – El taxi.

Hoy ha hecho un calor asfixiante y para colmo me he metido en un taxi en la hora punta con un atasco de los de asustar. Después de estar parada más de diez minutos me di cuenta que el taxista me observaba detenidamente por el espejo. Me dio un subidón de esos de calentamiento incontrolable. Crucé y descrucé las piernas para que el tipo no perdiera detalle de mis braguitas negras en cada movimiento. Se le iban los ojos y la cabeza cada vez que yo intencionadamente hacía el movimiento de forma pausada y sensual. Luego desabroché el botón de mi camisa para que no perdiera detalle de mi canalillo y lo exageré con movimientos lascivos y provocadores ayudada por un sujetador de relleno que provocaba más de un suspiro en aquel tipo. El canalillo brillaba con el calor como igualmente lo hacía la frente del taxista ante tal panorama. Pero como no estaba contenta con eso y debido al ardor, me refrescaba con unas toallitas húmedas por mi cuello, entreabriendo mis labios y sacando mi lengua. Luego pasé por mi escote las toallitas para darle un buen show a aquel hombre que debía tenerla como una piedra. Al final, en la espera y simulando cierto despiste, me saqué las braguitas como si nadie pudiera observarme, aunque me sentía literalmente devorada por él que percibió todos mis movimientos pormenorizadamente cuando levantaba el culo para sacarme el tanga y meterlo lentamente en mi bolso recreando todos los movimientos. Creo que con el calentón me cobró de menos o quizás me dio una propina por el espectáculo que le regalé. Espero que ahora esté pensando en mí mientras se masturba.

Sabado – La discoteca.

Como no podía ser de otra manera, los sábados trabajo de go-gó en una discoteca. Me encanta ese trabajito, porque además de estar muy bien pagado, me proporciona un placer único: Provocar, provocar y provocar. Subida en lo alto de una tarima con unas botas blancas, un mini pantalón que por detrás muestra los cachetes de mi culo y por delante marca mi rajita de modo espectacular y un mini top que más bien es un trozo de tela que cubre apenas mis pezones. Hoy estaba especialmente motivada, pues justo debajo de mi tenía a un grupo de chicos eufóricos que debían estar celebrando una despedida de soltero. A medida que la música iba avanzando, mis movimientos se hacían más sensuales, sacaba mi lengua lascivamente, sobando mis pechos con descaro o acariciando mis piernas desde mis rodillas a las ingles con toda la insinuación del mundo. Ellos han disfrutado, porque les oía decirme todo tipo de cosas y a medida que me iban piropeando yo me ponía más tonta y les provocaba más y más en movimientos que parecían más bien una danza del sexo en plena copulación meneando mis caderas con descaro y mi pelvis en momentos rítmicos y secos. A uno de ellos parecía estar cayéndosele la baba. Espero que les haya hecho pasar un buen rato y me recuerden en sus pajas secretas. Yo me excité provocándoles.

Domingo – La playa

Hoy se estaba de maravilla en la playa. Me gusta tomar el sol en top less y siempre con mi braguita minúscula para que no me quede marca del sol. Al rato llegó un matrimonio y evidentemente el hombre no perdió detalle de mi cuerpo casi desnudo. La mujer parecía darse cuenta y le miraba con cara de pocos amigos, algo que a mi me encendía más y me llevaba a seguir provocándole aun más. He sacado mi bronceador y he aprovechado para untar sobre mi piel la tibia crema pero de forma que aquel hombre disfrutara con mis movimientos, que viviera como mis brazos eran recorridos por mis dedos, como mi mano se deslizaba por mi vientre plano o como mis tetas eran apresadas por el brillo de aquella crema hasta unificar el brillo de mi piel. No he parado de acariciarme entre mis muslos y recreándome con ellos por fuera y por dentro hasta llegar a mis caderas pausadamente. Me he dado la vuelta y boca abajo sintiéndome observada y parapetando mis ojos bajo mis gafas de sol ofreciéndole mis movimientos más sensuales a ese hombre al que la erección se le hacía más y más notable y más aun cuando metía mi braguita entre mis glúteos con la excusa de liberarme de marcas de mi piel morena. Para terminar he vuelto a girarme boca arriba y cuando le veía con sus ojos fijos en mí, he levantado mi braguita ligeramente, como si fuera al descuido y ha podido observar durante unos segundos los pelitos de mi pubis como recuerdo de una buena paja que espero se pegue a mi salud. Yo creo que me la he ganado.

Sylke

(8 de noviembre de 2006)