Diario de una ninfómana: No creo en los cuernos
Mi prima me invita a mi, a una amiga y a su novio a su casa con piscina
Era pleno Agosto en Andalucía. Los días eran largos y calurosos, y por la noche era casi imposible dormir. Gracias a dios vivo a cinco minutos de la playa, donde me pasaba todas las tardes, pero en el fondo lo odiaba. El agua me encanta, pero odio la playa llena de tanta gente, madres chillonas y niños pequeños. Prefiero una piscina antes que eso.
Por suerte, aquel verano, mis tíos decidieron irse de viaje fuera de la ciudad un fin de semana, y con ellos mis padres, por lo que la casa de verano de mi prima se quedaría sola. Mi prima Sara tenía mi edad, 18 años, y sus padres ya la dejaban hacer una vida un poco más adulta. No les gustaba que se juntase tanto conmigo porque creían que la llevaría por el mal camino, pero a la monja de mi prima era imposible convencerla de hacer cosas malas.
Carlos, mi novio, nos llevó el jueves a la casa y prometió unirse a nosotras el sábado. Sara había invitado a su amiga Julia y al novio de esta, Enrique. Julia y yo no nos llevábamos demasiado bien, aunque no sabía el motivo. Simplemente desde pequeñas chocabamos mucho y no éramos amigas. A Enrique no lo conocía, pero sabía que tenía 20 años y que estaba buenísimo.
Mientras esperábamos, Sara comenzó a meter la comida en sus respectivos armarios y cajones en la nevera mientras que yo, que llevaba mi bikini debajo de la ropa, cogí una cerveza y me dirigí a la piscina a empezar a tomar el sol.
Dejé el bolso en una hamaca, junto a mi ropa, que consistia en un pantalón corto y un top blanco ancho. Cuando tomaba el sol siempre hacía topless, por lo que debajo del top no llevaba la parte superior del bikini, pero si llevaba la inferior. Cogí una colchoneta, la puse sobre el agua y, junto a mi cerveza, me tumbé sobre ella. Comencé a broncearme el cuerpo con un aceite específico para eso. Me eché por los brazos y piernas, masajeando suavemente hasta que la piel absorviese hasta la última gota de aquel líquido. Cuando terminé con mis extremidades pasé a las tetas y el estómago. Me eché una buena cantidad en las tetas, ya que me encantaba tenerlas del mismo tono que el resto del cuerpo. Las masajeaba suavemente, notando cómo por el aceite mi mano resvalaba sobre la superficie curva de mis pechos y jugaba un poco con mis pezones, que cada vez se endurecían más.
Le pegué un trago a la cerveza y comencé a bajar mi mano hasta mi ombligo. El aceite de coco hacía que todo estuviese más resbaladizo, y rápidamente mi dedo bajó hasta mi coño. No retiré ni me quité el bikini, simplemente metí la mano por debajo de este y con un solo dedo comencé a jugar. Me pellizcaba suavemente y me frotaba, sin llegar a meter el dedo dentro de mi apretado coño. No estaba segura de que el aceite de coco fuese bueno para las zonas íntimas, pero ese dedo iba a ser la segunda cosa que entrase hoy en mi coño después de la polla de mi novio.
Metí un poco la punta y... escuché la valla de la entrada. Enrique y Julia habían llegado. Saqué rapidamente la mano de mi bikini y actué como si no pasase nada. Noté como Julia me miró de reojo, pero al que si pude apreciar prestándome atención fue a Enrique. Se quedó un largo minuto mirándome mientras mi prima saludaba a su amiga, yo moví la mano en señal de saludo y él sonrió y me devolvió el gesto.
Los tres desaparecieron en el interior de la casa y yo seguí tomando el sol. Al poco tiempo, Enrique apareció en el borde de la piscina observándome.
-¿Te puedo ayudar? -pregunté cubriendome la cara con la mano para que no me molestase el sol.
-No, me voy a dar un baño, ¿te molesto?
-Si me traes otra cerveza dejo que entres en la piscina -sonreí.
-¿Es tuya la casa o qué? -dijo él devolviendome la sonrisa y mojándome un poco con el agua.
-Como si lo fuese, si quiero hago que mi prima eche a tu novia...
-Por favor -se sentó en el bordillo-. Lleva todo el camino dando por culo sobre venir aquí.
-¿Si no quería venir que hace aquí?
-Viene por Sara, que es su mejor amiga, pero no le gustan las piscinas y tampoco le gustas tú demasiado...
-El sentimiento es mutuo... y si no le gusta la piscina que no se meta en ella, no quiero animales bañándose en la piscina de mi tío.
Enrique se rió a carcajadas y se levantó para abrir la nevera portátil y darme otra cerveza.
-Gracias -sonreí.
-No hay de qué...
-¿No te bañas o qué?
Tan pronto como lo dije dio un salto de bomba y me empapó entera. Acabé con el pelo chorreando cuando no tenía intención de mojarmelo, pero ya tendría tiempo de vengarme.
Sacó la cabeza del agua y se acercó nadando hasta la colchoneta, apoyando ambos brazos en ella.
-Ten cuidado, que como salga Julia y te vea tan cerca de mí te ahoga.
-Cuando salte a la piscina sí que me va a ahogar, con todo lo que ha engordado...
Ahora fui yo la que se rió.
-No seas malo...
-No lo soy, pero es que no se cuida... Por ejemplo tú te cuidas, se nota que haces deporte.
-¿Se nota? ¿Tengo que tener cuidado de cómo me visto para que no me mires? -dije sonriendo.
-A ver, no iba con esa intención pero...
El ruido de la puerta de la casa volvió a interrumpir, pero esta vez anunciando la llwgada de Julia y Sara. Sara, siendo la monjita que es, llevaba un bañador que se lo podría haber quitado perfectamente a nuestra abuela, y que enseñaba las piernas de milagro. Por otro lado, Julia llevaba un bikini azul que quedaba fatal con su piel tan blanca. Lo que decía Enrique era cierto, no se cuidaba. Tenía la cara llena de granos hasta el punto de parecer una niña de 13 años y lo que no cubría el bikini lo cubrían los michelines. Normalmente no juzgaba a la gente por su físico, como bien me ha enseñado mi vida de ninfómana, ya que te pueden dar sorpresas, pero entre que Julia me caía mal y que hace un par de años tenía mejor cuerpo que yo solo me salía juzgarla.
Enrique rápidamente se apartó de mi lado. Perro ladrador poco mordedor. Salió de la piscina y se tumbó en la hamaca que estaba pegada a Julia. A penas se miraban ni se tocaban, y yo solo pensaba en todas las cosas que le haría a Carlos en la piscina si eatuviese ahí conmigo.
El día pasó sin mucho interés. Sara y yo jugamos bastante en la piscina. Siempre ha sido mi mejor y única amiga y nos lo pasamos genial juntas. Enrique durante unos minutos también jugó con nosotras, y en la cara de Julia, que no se bañó en todo el día en la piscina, se podía notar que no estaba demasiado contenta con que su novio lanzase por los aires a una tía en tetas, pero era lo que había.
Llegó la noche y decidimos que despuéa de cenar nos quedaríamos en el porche bebiendo alcohol. Los cuatro cenamos y ahí me enteré de que Julia y Enrique iban a quedarse a dormir.
La hora del juego llegó.
Yo me duché para quitarme cualquier resto de aceite de coco del cuerpo y, morena y limpia, me puse una falda corta blanca y un top también muy corto y blanco. Decidí no usar nada de ropa interior ya que, al estar sentada, no se notaría.
Me senté junto a Enrique en la mesa, ya que era el único sitio libre. Esta pareja era muy rara, se sentaban uno frente al otro y no había ningún tipo de mirada ni de complicidad entre ellos, menudos dos años de mierda tirados a la basura.
Empezamos a beber y a hablar sobre muchas cosas, y parecía que Julia, poco a poco, iba soltándose y hablando más. Me seguía cayendo mal pero al menos era graciosa verla borracha.
-Si mi futuro novio me pusiera los cuernos yo creo que no lo perdonaría -dijo mi prima siguiendo el hilo de la conversación.
-Yo tampoco -contestó Julia.
-Pues yo no creo en los cuernos -dije yo, ante la sonrisa de Enrique-. Rollo no hay nada de mal en querer a tu pareja pero buscar placer en otras personas, eso no hace que quieras más o menos a tu pareja, simplemente te gusta follar.
-Que buen pensamiento -dijo Enrique-. Venga, un chupito por Laura.
Los cuatro brindamos con el chupito, aunque creo que mi prima y Julia no sabían ni por qué habíamos brindado.
-¿Jugamos a atrevimiento o prenda? -preguntó Enrique y las tres asentimos.
-Empiezo yo -dije rápidamente-. Sara, dale un beso en las tetas a Julia o quitate una prenda.
Sara dudó un momento, pero sabia que la pulcra de mi prima sería incapaz de acercarse a las zonas sensibles de alguien, así que se quitó una pulsera.
-¿Una pulsera? Menuda mierda -dijo Enrique.
-Oye... -dijo Julia echándole una mirada de mala leche.
-Julia -intervino Sara-. Dale un beso a Enrique o quitate una prenda.
Enrique se levantó de su silla sonriendo pero Julia rápidamente le cortó las esperanzas, quitándose otra pulsera.
-Joder como estamos... -dijo yo, riendome.
-Laura -dijo Enrique-, enseña las tetas o quitate una prenda.
-Primero otro chupito.
Rellené los cuatro vasos y nada más bebernoslos me bajé el top, dejando las tetas al aire y riendo mientras Enrique no apartaba la mirada. Sara y Julia no sabían ya donde estaban pero los cuatro seguimos jugando.
Tras tres o cuatro rondas más, tanto Enrique como yo estábamos completamente desnudos, mientras que Sara y Julia solo se habían quitado estupideces como las gomas del pelo o los zapatos. Enrique posó su mano sobre mi muslo desnudo y yo hice lo mismo. Ambos nos acariciábamos y pude ver como tenía la poola super dura, pero no pasó de eso.
Al poco rato, acosté a Sara en su cama y a Julia en la suya, y fui al baño a lavarme los dientes para irme ya a la cama, aunque todavía estaba desnuda.
Cuando entré al baño Enrique se coló rápidamente y echó el pestillo.
-¿Están dormidas?
-Sí, ¿por qué? -dije haciendome la tonta.
Se echó sobre mi, desnudos los dos, y comenzó a besarme y a comerme la boca. Sus manos recorrían todo mi cuerpo y prestaban más atención a las tetas que a ninguns otra parte del cuerpo.
-Llevo mirándolas desde que he venido -decía entre gemidos mientras me las lamía.
Yo agarraba su pelo pelirrojo y rizado y tiraba de él.
-¿Son mejores que las de tu novia?
-Mucho mejores.
Me levantó de las caderas y me apoyó contra la pared, haciendo que notase la punta de su rabo contra la entrada de mi coño. Mis labios lo rozaban suavemente mientras él y su lengua invadían mi boca y buscaban cada milimetro de mi lengua para jugar con ella.
Lo senté sobre el retrete y, sin previo aviso y sin condón alguno, me senté sobre su polla. Pude notar su cara de placer, llevando los ojos hasta que solo se veía blanco. Su polla estaba caliente y palpitando, seguro que la gorda de Julia no follaba nunca. Suave pero fuerte comencé a mover mis caderas para que aquel rabo grande llegase hasta lo más profundo de mi coño. No era la polla máa grande que habia tenido en mi interior, pero aun así eea bastante buena.
Él decidió cogerme de las caderas y empezar a embestirme. Julia y Sara tenian que estar más que dormidas, porque el sonido de la taza de marmol chocando con cada bote que dábamos podía oírse por toda la casa. Los gemidos iban aumentando y cada vez me follaba más rápido. Agachó la cabeza y comenzó a modermer los pezones de nuevo.
-Todavía puedo saborear el coco -me dijo mientras me clavaba su polla lo más profundo que podía.
Me dio dos palmadas en el culo para que me levantase y me inclinó sobre el lavabo, quedando mi cara pegada contra el espejo.
-Escupe -dijo poniendo su mano delante de mi cara, y obedecí.
Se llevó la mano a la polla y se restregó el escupitajo antes de clavarmela en el culo de un solo golpe. Menos mal que Carlos me había follado esa mañana, porque si no me habría reventadom
Comenzó a meterla y sacarla suavemente, pero duró poco conforme las embestidas y los gemidos comenzaron a acelearar y a ser más ruidosos. Los azotes aparecieron y me estaban dejando el culo rojo. Comencé a tocarme rápidamente con una mano, y entre el orgasmo y el alcohol me mareé un poco y me corrí que dio gusto. Me encontré floja y me dejé caer sobre el lavabo.
Enrique me cogió del pelo y pegó mi cara contra el espejo, mientras se inclinaba y me mordía y besaba el cuello y el hombro. En un gemido sonoro y ahogado noté cómo mi culo se llenaba de semen caliente y chorreante, y al sacar la polla un hilo salió de mi culo y cayó por mi pierna fría y cansada de estar de pie.
-Menudo fin de semana nos espera -dijo Enrique recobrando el aliento.