Diario de una niñata reprimida

Pensamientos, experiencias, temores y dolores de una veinteañera virgen. Dedicado a Celia.

19-01-2006

Soy una reprimida. Ha venido de nuevo Raquel a la tienda y me he sentido inferior. Tiene unas tetas gordas que me dan mucha envidia. Yo no soy tortillera pero me dan ganas de chupárselas y frotar mi cara sobre sus pezones cuando me habla. Me mira fijo y me sonríe contándome cómo ha follado otra vez con el chico que me gusta. Nunca le he hablado de él, pero Raquel lo sabe. Lo presiente. Yo creo que sólo por eso le deja follarla. Para humillarme. Y es verdad que me humilla escuchar el relato de sus folladas. Me avergüenzo, me ruborizo y me pongo muy cachonda imaginándomelos mientras ella me habla. Es entonces cuando siento unas ganas tremendas de lamer sus tetas grandes y calientes, de despeinar mi media melena rubia enredándola en esos pitones duros, de real hembra.

A su lado me siento una niñata inexperta y pajillera. Bueno, la verdad: es lo que soy. Ya he cumplido veinte y nunca me ha follado nadie. Me quebré el virgo una larga tarde de pajas, sin querer. O quizá queriendo, ya no sé, hace mucho tiempo de eso. Primero me asusté y me enfurecí por ser tan idiota. Después me puse toda orgullosa pensando que ya no era una niña, con mi coño abierto para siempre. Pero lo cierto es que sí lo soy, una niñata gilipollas que se mata a pajas escondida en su cuarto mientras Raquel folla en un coche con el tío que más me gusta. O detrás de la tapia del cementerio, con las peras al aire, sin condones. O en el apartamento de su hermana, los dos en pelotas todo el fin de semana. O en la huerta de su abuelo, cuando le estrenó el culo. Cuando Raquel le estrenó el culo a él con el mango de un martillo viejo. Me dijo que se corrió medio llorando de gusto, "el muy maricón". Así me lo dijo.

Raquel debe pensar que llamándole maricón me insulta, y pone esa carita inocente y de falsa sorpresa cada vez que lo recuerda. Luego me guiña y me da un pellizquito en la mejilla haciendo una O con los labios. Es verdad: me ofende que llame maricón a ese chico, porque en mi fantasía lo imaginaba muy machote partiéndome en veinte a pollazos. Igual es mentira y sólo lo dice para joderme. Lo que ella ignora es que cuando dice eso de "qué maricón el Mario..." siento ganas de arrodillarme y lamer su coño y decir que sí, que "mi novio" es un marica y yo una perra bollera. Una guarra soy yo. Aunque virgen todavía soy mucho más guarra que ella, follada y refollada montones de veces. Y quiero que me encule en la huerta con el mango del mismo martillo con el que amariconó a mi amorcito. Eso pienso, y he fantaseado con esa escena unas cuantas veces mientras me hacía un dedo en la cama.

Con las mejillas y las orejas rojas e hirviendo la he mirado. Mis ojos estaban llorosos, en parte por rabia, en parte por celos, en parte por excitación y vergüenza. Entonces me ha dicho: "no seas cría, es normal hablar de estas cosas entre amigas, ¿no?". Y ha entrado a la trastienda dejándome con la palabra en la boca, meneando su culo perfecto, buscando a mi hermana.

Mi hermana Isabel es también una hembra de verdad. Yo no, yo para todos soy "la nena". Ella ha tenido varios novios y yo ninguno. Ella ha terminado una carrera y yo trabajo en la tienda familiar. Ella habla en el salón con mis padres de cosas de mayores y yo me hago pajas en mi cuarto mirando videos porno. Ella asiste a fiestas en la capital luciendo escote y yo voy al pub del pueblo con relleno en el sujetador.

Isabel le puso los cuernos a su primer novio con un macho de Madrid que prácticamente la convirtió en su puta. Lo sé porque ella también escribe un diario, que yo leo a escondidas. En él tiene registrado todo lo que hicieron. Lo tuvo que ir escribiendo sobre la marcha: él se corría en su mano y untaba su leche en la cara de Isabel mientras ella escribía "me está restregando la lefa en la cara y le chupo la mano para limpiársela; me gusta hacerlo". Y así todo, casi 40 páginas. Quiero hacer fotocopias de esas páginas y guardarlas para masturbarme y, memorizándolas si hace falta, aprender a ser una perra. Mi hermana Isabel fue la perra de ese madrileño chulo. Eso me pone tan cachonda...

El domingo me quedé sola en casa. Por la mañana me había afeitado el coño durante la ducha. Cayó un pajote, por supuesto, para celebrar lo suave que se me había quedado. "Qué bien afeito coños" pensé mientras me metía dos dedos. Deseé estar en el apartamento de la hermana de Raquel, con ellas dos, y mi hermana, y Mónica, Eva, Silvia, Susana, Anna, con todas nuestras amigas, y allí afeitar los coños de todas. El higuito delicado de Eva, donde mi hermano metió su tranca 37 veces el pasado verano, según las cuentas de ella; el coño poderoso y peludo de Silvia, parida dos veces, y donde –según dice cuando se emborracha- le caben dos pepinos gordos a la vez; el chochete rubio de Mónica, parecido al mío pero harto de rabos desde que se fue a estudiar a Salamanca y comparte piso con dos chavales negros; el chumino de Susana, con el que tanto he soñado desde que me lo enseñó enteramente abierto para que le dijera si seguía siendo virgen o no después de enrollarse con un desconocido; la flor virginal de Anna, que nunca se había corrido hasta que su jefe le descubrió que necesita tener el culo lleno para conseguirlo... Todas desnudas, todas esas hembras que follan, mientras hablan de hombres, se ríen, beben y fuman, y yo trabajo. Yo, la peluquera de sus coños. Se los dejo por completo rasurados, se los unto de refrescante crema. Y se los chupo, a todas, hasta que ellas digan que pare y me vaya a la cocina o a mi casa.

Después de comer me fui al salón, desnuda, con el diario de Isabel y un martillo de mi padre que tiene el mango de goma. Sentada sobre el brazo del sofá, recostada mirando al techo, me abrí de piernas hasta que me dolieron las ingles. Pensé en las tetas de Raquel con sus pezones gigantes, en la pollita fofa de Mario después de correrse en ellas, en cuando escribí "QUIERO FOLLAR" en una esquinita del libro de cuentas de la tienda, en una escena porno donde una rubia con gafas le comía el higo a una negra con cara de fulana... y empecé a leer.

"Estoy lamiéndole los huevos a Nacho mientras él mira la tele y me acaricia el pelo", "hoy le he pedido diez veces que me folle, siempre por favor", "cuando me ensarta con su nabo duro me mira a los ojos y me dice que soy una vulgar puta; yo le doy las gracias y me meneo rápido para que se corra dentro". Me muero de gusto al leerlo, nunca me canso. Quiero ser ella, quiero pedir polla por favor y dar las gracias después de follada. Quiero adorar una verga, ser su esclava mamona. Mientras leo empujo el mango del martillo contra el agujero de mi culo. No me toco el coño, que chorrea y chorrea y se inflama. Aprieto el mango, que no me entra, pero es cachondísimo sentir cómo me empuja por detrás. Me crece el clítoris. Me crece mucho. Hasta que empecé a ver pornografía me daba vergüenza tenerlo tan grande, creía que era una malformación. Yo lo llamo mi pollita. Una niñata sin tetas y con pollita es como un niñato amariconado. En esos momentos yo soy Mario y me follo a Raquel y Raquel me empuja el mango del martillo por detrás. Uf.

No era la primera vez. En el salón me he hecho monumentales pajas. Pero en esta ocasión me oriné de gusto. El mango del martillo, a fuerza de empujar con rabia, se me metió unos centímetros. Oh, dios, nunca me lo había follado antes, ni con un dedo. Me quedé paralizada un instante, asustada, doliéndome. No quería moverme ni sacarlo, temía rajármelo con las maniobras. Y la verdad es que quería. Quería romperme el culo mientras gritaba obscenidades y reconocía a voces lo muy zorra que soy, yo, la rubita canija sin tetas con su pollita tiesa, virgen a los veinte y encoñada de un mariquita y de la hembra que se lo folla.

Pensando en eso el mango del martillo se salió de mi agujero. Empecé a correrme. Como una adolescente calentorra, el coño empezó a latirme en espasmos largos y chorreosos. Con la punta de dos dedos agarré mi clítoris-pollita y comencé a machacármelo. Caminaba por el salón, dando vueltas, meneándome la pollita, contoneando el culo y repitiendo una y otra vez: puta, puta, puta, puta... fóllame, fóllame, dame rabo, dale rabo a esta niñata salida, por favor, por favor, clávame tu estaca, húndemela hasta los cojones... Me detuve frente al espejo, escupí sobre el reflejo de mi rostro y empecé a lamer mi saliva mientras me orinaba de gusto en el suelo. Aaaahhh...

Relamiéndome los dedos empapados en flujo de zorra y meados hundí mi otra mano entre las piernas y clavé el dedo largo en mi culo, entero. Así me relajé. Ya era una guarra culera. Como Mario. La nena me dicen en casa. Je. La nena tiene tanta gana de polla que no puede ni respirar, papi.

De rodillas, limpié mis meados con papel de cocina. Cuando acabé estaba otra vez caliente. Es que soy tonta. Comportarme como una chacha me excita, yo lo sé de sobra.

Era mi cuarta paja del domingo y tenía ganas de más. Me había despertado a las siete y media. Sólo abrir los ojos ya tenía una mano dentro de las bragas. Me levanté, me saqué las bragas y la camiseta, cerré la puerta con pestillo, me tumbé boca arriba en la cama, sacando las piernas por los lados, muy abierta, descoyuntándome, como a mí me gusta. Con dos dedos de cada mano me abrí bien el coño, todavía peludo, y empecé a culear despacio y fuerte, golpes secos de cadera como si tuviera una polla dentro. A media paja me levanté de nuevo, con prisas, a encender la luz y coger las bragas. Con ellas me rebañé los caldos del coño y me las puse en la boca, mordiéndolas, antes de retomar la postura. Fantaseé con que era la puta de la tienda, que quien quería me llevaba a la trastienda y me follaba mientras mi padre atendía a los demás clientes. Imaginaba los comentarios que hacían al salir después de follarme: "no está mal la guarrilla, pero le faltan tetas", "esa nena no sabe follar, a ver si la enseñáis", "se ha corrido en mi mano y me he quedado a medias", "mañana traigo a unos amigos que la quieren probar", "se ha emocionado tanto mamando que he tenido que darle un par de hostias, qué vicio tiene"... Así me corro, sin sobarme el chocho, sólo abriéndomelo, culeando y pensando estas cosas. Yo sé que estoy salida como una perra y que el tío que me pille me va a tener comiendo en su mano cuando quiera. O Raquel. Si Raquel quisiera la seguiría a cuatro patas por la calle, le buscaría tíos cuando estuviera en celo, le pagaría los condones, esperaría a que se la follaran para acompañarla a su casa, le lavaría los tangas (pero antes los olería y los chuparía), le afeitaría el coño, haría todo lo que ella me pidiera. La odio.

Pienso en Raquel y me late el coño por dentro. Antes no era así. Yo le tenía envidia por su culo redondo y respingón, por sus tetas duras y siempre tiesas, por su carita de ángel, sus ojitos miopes y su boca siempre fresca y ensalivada. La envidiaba pero nada más. La miraba mucho, eso sí. Hará un par de años que debió darse cuenta y empezó a tratarme con cierta prepotencia, como si ella fuera una hembra y yo una niñata. En fin, que me puso en mi sitio, tal cual. Con el paso de los meses se dio cuenta de que yo nunca ligaba y que en cada ocasión que podía la buscaba. Fue entonces cuando empezó a evitarme, para ponerme celosa, a salir con sus amigas las calientapollas y a rodearse de babosos empalmados. Y yo con ellos, más babosa que ellos y más empalmada.

Raquel siempre se despide de mí en el pub diciendo "me voy a follar con este, no se lo digas a nadie" o "adivina quien se va a hinchar de polla y no eres tú; guárdame el secreto, nena" o "ese chaval se va a empachar de teta esta noche, hoy estoy maternal; mañana te cuento"... Y así es, al día siguiente me cuenta con detalles cómo se la follan y las cosas que hace con sus rollos. Yo he aprendido lo que sé mirando porno y escuchando a Raquel.

Me he encoñado con ella. Me siento rara a veces, porque jamás antes había pensado en tías sexualmente y ahora mojo las bragas con solo pensar la palabra "comecoños". Raquel tiene derecho a tratarme como a un ser inferior, como si ella fuera un macho. Si ella tuviera polla tendría derecho a follarme, sin pedir permiso, sin preguntarme, siempre que se le antojara. Como si fuera un macho. Porque yo, en el fondo, reconozco que los machos son superiores, por muy mal que suene. Nunca lo diré en público, pero estoy convencida de que es así. Por lo menos yo soy inferior a ellos, y por eso soy una niñata reprimida, porque no tengo un macho a quien serle útil. Y seguiré siéndolo hasta que un macho me elija y me haga una hembra de verdad.

En público, ya digo, nunca expreso mi convencimiento. Pero a veces necesito explicarme. Entonces entro a un chat y busco a alguien con quien hablar. Así llegué a mi segunda paja del domingo.

Tampoco era la primera vez. Por ejemplo, lo de meterme las bragas mojadas en la boca me lo enseñó un señor que conocí en el chat. En aquella ocasión me corrí cuatro veces. Yo era muy novata y nunca había guarreado en un chat. Las palabras de aquel maduro, educado pero crudo en sus frases, me hicieron sentir por vez primera como una aprendiz de hembra. Y vaya si lo disfruté. A los diez minutos de charla ya me tenía en pelotas y despatarrada. Él no sabía nada, yo apenas era capaz de decir "sí" y "no", pero sentía deseos de arrodillarme ante él y suplicarle que me estrenara, que me enseñara a ser hembra. Por desgracia vivía muy lejos. De haber sido vecinos juro que esa noche habría limpiado sus zapatos con mi lengua. Y el coño de su esposa si ella me lo hubiera permitido.

Desde entonces he tecleado bastante, y tecleando he ido pensando en todas estas cosas, aprendiendo de los machos que valen la pena y desarrollando fantasías que luego uso para masturbarme a solas.

Por los chats he sabido que no todos los tíos son machos serios, que también hay muchos niñatos más útiles para comerles la polla a los de verdad que para tener hembras a su servicio. Igual que yo, que seré una comecoños hasta que encuentre macho. Entonces, cuando lo tenga, haré lo que él disponga, le obedeceré y seré dócil en todo momento. Como tiene que ser.

A lo que iba. Después de mi paja mañanera aún era temprano, como las nueve. Me dio por pensar que Raquel me había observado todo el tiempo, que se reía de mí diciendo que soy una pajillera. Sí que lo soy, muy pajillera. Así que decidí hacerme otra buena paja. Encendí el ordenador y entré a un chat. Suelo usar el nick "lanena" para dar alguna pista de quién soy. Pero por eso también me abren muchos privados diciéndome guarradas. A veces con eso me basta para calentarme y me he hecho más de una paja en pocos minutos sólo leyendo, sin escribir nada, respondiendo sólo de pensamiento, a veces diciendo en voz baja mis respuestas porque me gusta escucharme diciendo obscenidades. Si alguien me saluda con un "hola, putilla" yo me digo "qué más quisiera esta niñata que ser putilla". A veces me río de mí misma por estas idioteces, pero otras me pongo muy cerda, me azoto el coño con la palma de la mano, me retuerzo los pezones, me restriego el culo con el pico de la silla, pongo el portátil en el suelo y leo a cuatro patas... muchas cosas.

Ese domingo estaba muy salida. Entré a una sala titulada "mallas sin bragas". Cuando entré todos me preguntaban si iba así vestida. Elegí a quien me pareció mejor y me puse unas mallas viejas, de cuando yo iba al instituto, que me quedan muy pequeñas. Por supuesto se me metían por la raja del culo y me marcaban el bollo a tope. Yo no uso cam, pero ese día me dieron muchas ganas. Más tarde me arrepentí de no hacerlo.

Me dolían las caderas de lo apretadas que las llevaba, la cinturilla quedaba lejos del ombligo y se me quedaban a medio tobillo las perneras. En pocos minutos tenía una mancha de humedad alrededor del coño tan grande como mis ganas de polla. El tío era un macho viejo, muy guarro, viudo y, por algunas cosas que dijo, un poco bisexual. Al parecer, su esposa le metió los cuernos infinidad de veces y él terminó asumiendo su papel de segundón, hasta el punto que se quedó con las ganas de haber mamado polla alguna vez. Cuando me pidió que le explicara lo que se siente al tener una verga dura y caliente apoyada en la lengua no le mentí. Le dije que no lo sabía, que ojalá lo supiera. Pero después sí le mentí y le dije que yo lo que sé es lo que se siente con la lengua pegada a un coño gordo y mojado. La verdad es que el único sabor de coño que he probado es el mío, y ahí me dieron muchas ganas de probármelo de nuevo. Como no me cabía la mano en las mallas les hice un corte con las tijeras a la altura de mi raja, y por ahí iba empapando los dedos y llevándomelos a la boca mientras seguíamos chateando el viejo y yo. Cuando me escribió "tengo la polla al aire" yo le contesté "pues aquí huele a puta". Yo creo que se corrió porque no dijo nada y al poco salió del chat. Me hubiera gustado que después de correrse apretara su polla fofa por el corte de las mallas hasta encajarla toda blanda en mi raja, sentirla ahí dentro bien apretada, como un gusanote dormido e irle diciendo cochinadas al oido hasta ponérsela dura otra vez: "¿sabes que la nena es una guarra salida?", "¿a que no sabes qué he hecho esta mañana al despertarme?", "si me haces el favor de follarme te presento a una amiga más puta que yo", "¿sabes que la nena es también una cornuda?". Pensando esa última frase empecé a correrme. Porque me di cuenta de que es lo que soy: una grandísima cornuda. Y, joder, me gusta...

La noche anterior, la del sábado, Raquel se había despedido diciéndome que iba a dar un paseo con Mario. "Tranquila, cariño, sólo vamos a hablar". Yo sabía que con Raquel nunca es "sólo hablar" y la miré con cara de pena suplicando con la mirada que le respetara, porque ese chico me gusta mucho desde hace tiempo. Me hizo un pucherito y dijo "bueno, si se pone muy pesado le hago un pajote y mañana te digo cómo anda de polla, seguro que te interesa saberlo". Y se fueron. Antes de salir del pub Mario ya había puesto su mano en el culo de Raquel. Realmente resultó muy obvio que fue ella quien le guió la mano hasta sus nalgas rotundas y él obedeció temeroso. Sentí como una descarga eléctrica por dentro y pensé: "fóllame a mí, por favor". No sé si se lo decía a Mario o a Raquel. Me fui al baño, lloré, meé y me masturbé con rabia. Sin tener novio ni nada acababa de convertirme en cornuda. Sobreexcitada y confusa escribí en la puerta del retrete: "ME LLAMO M. Y LE COMO EL CULO A R.".

Al salir ya estaba sola. Yo había ido sólo por estar cerca de Mario y de Raquel. Sus amigas las calientapollas estaban a lo suyo con dos cuarentones que no hacian más que pagarles copas y meterles mano cuando podían. Pepe, el camarero, me miró cómplice. Él se da cuenta de todo. Creo que me guiñó un ojo. No puedo evitar, cuando estoy mirándole, recordar lo que nos contó Susana. Dice que tiene los huevos enormes, "y yo he visto bastantes, ya sabéis" añade. Mis manos son medianas. Para explicarme la talla de los cojones de Pepe siempre dice: "cierra y junta los puños, nena"; y luego: "así tiene las pelotas el cabronazo". La verdad, me encantaría chupárselos alguna vez, parece un buen macho. Ya en la puerta cerré mis puños, los junté y pasé la lengua por ellos. En ese instante pensé si Raquel no estaría ya haciendo lo mismo en los huevos de Mario...

Tenía en la mano una bola de papel empapada en mis meados y aún seguía desnuda cuando sonó el móvil. Raquel me llamaba. Me puse nerviosa: nunca he estado en pelotas hablando con nadie, ni por teléfono. Pero no me daba tiempo a vestirme: contesté mientras caminaba a mi cuarto, mi pajódromo (como me dijo un amigo del chat una vez, qué razón tenía). La voz de Raquel suena maravillosa siempre: "Jo, tía, lo siento". Vale, no pasa nada. "Por si te sirve de consuelo, tiene una pollita de mierda y se corre muy rápido". No me importa, en serio. "Eso sí, en una hora te echa tres y se queda con ganas de más, ja, está muy salido el Mario". Cuando me habla así nunca sé qué decirle, ni siquiera sé si tres en una hora es mucho o poco: Bueno, ¿vas luego al pub? "Sí, sí, quiero leer una cosa que han escrito en la puerta del baño". Me puse roja al instante. Vale, adiós. Me miré el pecho: tenía los pezones muy tiesos. Estaba claro que necesitaba otra paja.

En pelotas me paseé por toda la casa. Lo hago a veces. Andar desnuda por los mismos sitios donde convivo con mis padres y hermanos me hace sentir pervertida, guarrona, cochina. Me gusta pensar que me pillan así, que entran de repente todos y la nena está abierta de patas frente al espejo grande del dormitorio de mis padres, separándome los labios gordos del coño, abriéndomelo para enseñarlo bien, el agujero por donde quiero que me follen, manoseándome la pollita-clítoris para hacerla crecer. "¿Qué haces, nena?". La nena está caliente y quiere macho, ya no puedo aguantarme las ganas de estar llena de polla. Eso les diría. Y: mira mi coño, ¿no es bonito?. Decídselo a los clientes, a vuestros amigos, a mis primos: "la nena está en celo, vais a tener que follarla antes de que se destroce a pajas".

Con la novedad de tener el culo estrenado y la noticia de la pollita de Mario estaba más cerda que nunca. Que Raquel se lo halla tirado no sé cuántas veces esta noche no me molesta. Al contrario, yo quiero que el tío que me estrene venga ya usado por ella. Que pueda comparar mi pechito plano con sus turgentes tetazas, mi culo aplastado con sus nalgas carnosas y duras, mis caderas rectas con sus curvas de guitarra, mis manos de dependienta con las suyas de institutriz, siempre cuidadas, sus ojitos azules chispeantes con los míos marrones de mirada atontada y huidiza. Y oirle decir: "ahora que Raquel me ha enseñado a follar voy a practicar contigo hasta que ella me llame otra vez". En mi estrecho coño se mantendrán calientes las pollas de sus amantes mientras esperan turno para volver a meterse en su higo experto. Quiero que Raquel me busque novio, emparejarme con quien ella mande, hacer lo que ella diga. Siempre. Bueno, casi siempre.