Diario de una niñata reprimida (9)

Una paja telefónica. Una mala tarde.

15-02-2006

Eran las ocho de la mañana. Mensajito en mi móvil, de Sonia: "A las 5 en punto en mi casa". Joder, imposible: trabajo hasta las ocho. "A las 5 en mi casa o nunca". Me entristece que pase de mí de esa manera. Pero al mismo tiempo me recalienta que me dé órdenes.

El calor dentro de las sábanas por la mañana es cachondo. Reconcentrado, algo sucio, espeso. Me quito la camiseta y las bragas. Me contoneo y me estiro, remolona, cachondona. Tengo la piel cálida, seca y suave. Me abro de patas, como las ranas, y levanto el culo. Me quiero morbosear hasta sentirme cochina. La nena está guarra. Contesto a Sonia: yo hago lo que tú me digas, soy tu ranita. Espero su respuesta casi sin respirar; no tenía que haber escrito eso, me he pasado. "Tú no eres una rana, eres una perra comecoños". Síiiii... soy una perra comecoños. Releo el mensajito con una mano sobándome el mollete. Una perra. Ya soy una perra. Quiero ladrar; escribo: guau, guau, soy tu perra comecoños. Estoy muy nerviosa y excitada, ansiosa con el móvil empuñado en una mano y el chocho tapado por la otra. "Lo tengo gordo y empapado". Hostia puta, se está pajeando conmigo: el mío es chico y moja menos, ¿quieres que me toque?. Envío el texto y aparto la mano, no pienso sobarme si ella no me da permiso. "No. Aquí sólo se corre el chocho de la Sonia". Está cachonda. Le pone dominarme, prohibirme, castigarme: tú mandas en mí, ¿quieres que me desayune los churretes de tu potorro?. Me he vuelto a pasar, ha sonado vulgar, estoy puerca total. "Sí. Sigue". Joder, joder. ¿Quieres que rebañe con mi lengua de perra tus bragas sucias?. Estoy mojando el colchón, noto los resbalones de flujo caerme por la raja del culo. "Las tengo muy sucias. Sigue". No sé bien qué escribirle, no quiero que se enfríe, pero esto es muy chungo, si sigo así me va a tratar como a basura: Mejor, me pone cerda lamer tus bragas; ¿quieres frotármelas por la cara?. No contesta, coño. Joder, le he dado asco, lo sabía. Mierda, me está llamando... ¿Sí? "Eres muy guarra, lo sabes, ¿no?". Perdona, lo siento. "Me gusta. Sigue". ¿Pero aquí, hablando? "Que sí, coño, habla". Uf, nunca he hecho esto. Miles de veces he hablado a solas diciendo obscenidades, pero segura de que nadie me escuchaba. Estoy bloqueada. Sólo se me ocurre: ¿te estás haciendo un dedo? "Claro, gilipollas, sigue, joder". Y me lanzo: me voy a meter un calcetín tuyo en el higo y te lameré el agujero del culo y el hoyo del chumino y te voy a mamar el clítoris y me voy a revolcar en tu ropa sucia y meteré en mi boca tus tangas usados y se lo voy a contar a todo el mundo y te voy a rapar el coño a diario para que estés guapa y... "Ay, ah, ah, uf, ay, ay"... Y me voy a tragar tus corridas y obedecerte en todo y seguirte a cuatro patas y te haré pajas en donde me digas y... "Joder, joder, ah, ah, más, sigue, pedazo de putona, guarra, comecoños, sigue, ya casi"... y voy a ser tu puta esclava y quiero que me pegues y que me escupas en la cara y que me insultes y... "Ohhhh, síiiii, uf, joder, síiii"... y que me amarres y te mees en mi coño... "Ya, ya, ya... uf, ya". La oigo respirar atropellada, gemir bajito, recuperar el pulso. Yo estoy empapada en sudor y aturrullada, como salida de un sueño. Estoy loca, no sé ni qué le he dicho. "Me he corrido a tope, además de comerme el culo como nadie eres una calientacoños de categoría". Gracias. "¿Te has tocado?" No. "Ni se te ocurra: te voy a quitar el vicio de las pajas; y te quiero aquí a las cinco en punto, no te retrases ni un minuto". Lo que tú digas. No me dio tiempo a darle de nuevo las gracias, había colgado. Yo creo que ésta no se folló anoche a Gisela.

17-02-2006

No he tenido ganas de escribir en dos días. La visita a Sonia fue mal. Muy mal. Para empezar, llegué tarde porque mi padre no me dejaba ir; tuve que insistir media hora. Tres cuartos de hora tarde al final. Qué lucha. Sonia, claro, tenía la misma cara de san valentín: vinagreta de vainilla. Su recibimiento: "Ah, hola, ¿qué quieres?". (Ya ves, que qué quería... ¿Y qué se responde a eso? ¿Comerte el coño?, ¿lavar tus bragas con mi boca? Pues no). Disculparme por llegar tarde. "Ah, muy bien, ahora estoy ocupada, tenemos clase de guitarra con mi padre; pasa si quieres, pero podemos tardar". Vale, te espero.

Me dejó en un dormitorio, el suyo supongo. Dios mío, qué desorden. Parecía un bazar recién robado. Las sábanas y el edredón hechos un ovillo a los pies de la cama. Estanterías con muchas cosas, algunas verdaderas tontadas bajo polvo de meses. La chuchería que se robó Raquel de mi tienda en un cenicero, al lado de una bolita de hachís. Dos libros: una guía de Londres y uno titulado Plexus en inglés. Plexus... ¿Qué coño es eso?. Había un cesto de mimbre en el armario abierto, lleno de tangas y bragas. Qué se yo... cuarenta, cincuenta, sesenta... muchos. Unas fucsia con letras en negro: CÓMEME. Otras amarillas con letras azules: ONLY FOR YOUR EYES. Un tanga blanco con un coño abierto estampado, justo en el sitio donde queda... eso, el coño. Varios microtangas de hilos y un triangulito para proteger su pollita. En el suelo junto al nudo de sábanas, unas bragas celestes, hechas una bola. Las abrí. Ponía LOVE en letras blancas. Qué manía con el inglés. Las calientapollas son unas pijas de cuidado.

Una mesa gigantesca, de madera lacada en negro, como el canapé de la cama. Sobre ella un ordenador, portátil pero enorme, con una pantalla mayor que mi televisor. Al lado, una webcam fabulosa, la más grande que he visto en ninguna tienda. Todos los cajones estaban cerrados con llave. Moví el ratón y se encendió la pantalla. De fondo, una foto de ella con Raquel, en la playa. Sólo se veían sus caras, pero debían estar en pelotas. Estaba descargando varias cosas. Canciones de moda y dos pelis: Hot lesbian asses, o algo así, y Avatar VOS. No me atreví a escudriñar en las carpetas, pero tenía en el escritorio una que se llamaba "SONIA_TOP_SECRET". No me pude contener. Había videos, fotos y un archivo de texto. Lo abrí: estaba lleno de links a páginas porno, creo que de lesbianas, centenares de links. Alguien venía. Cerré todo y me senté en la cama.

Apareció Raquel. "Holaaaaa; nenaaaaa, ¿tú por aquí?". Ya ves. Me quedé muy cortada. No quería que Raquel pensara... Bueno, no quería que supiera de mi extraña relación con Sonia, ni que me llevo bien con ella, y menos aún que dudara de que soy la más encoñada de todas las encoñadas que ella pueda tener en la vida, tíos incluidos. "Me lo ha dicho Sonia, ya están acabando, yo es que me aburro enseguida y me he venido antes". ¿Tú das clases de guitarra? "Bueno, ya sabes... hay que guardar las apariencias, porque más bien la guitarra soy yo; ja, ja, ja". Sí, je je. ¿No te preocupa que se enteren Tonia y Sonia?. "Sonia ya lo sabe", poniendo cara de preocupación. "A Tonia que le den, no conozco a una tía más insulsa que ésa... Bueno, aparte de ti, cariño". Siempre me hace sentir ridícula. "Pero a ti te quiero mucho, ya sabes", e hizo ese gesto pellizcándome la mejilla, que odio. Rebuscó en el cesto de las bragas y sacó unas: de encaje, rosas, con lacitos celestes y muy caladas. "Toma, para ti, un regalo". Sonia se va a mosquear. "Son mías". Sentí: agitación nerviosa por el regalo; celos enormes porque, pensé, si están en su cesto es que se las ha quitado aquí, o comparten bragas; rubor porque nunca me han hecho un regalo tan íntimo; y humillación porque comparadas con todas las que yo tengo ésas eran una joya. Gracias, le dije, y las observé con cuidado entre mis manos.

Apareció Sonia. "Tía, levántate de ahí, que vienes de la tienda y allí hay polvo por todos sitios". Me incorporé como un resorte: perdón. "Y deja eso", quitándome mis bragas nuevas de las manos y encestándolas descuidadamente. Iba a decirle que me las había regalado Raquel cuando ésta se me adelantó: "ahora son suyas, se las he regalado". Sonia me miró altiva: "ah, ¿sí?". "Sí, la nena tiene que renovar su vestuario, es muy sosa comprando bragas". "Eso es verdad, falta le hace".

Apareció Tonia. Qué fea. Debe ponerse kilos de maquillaje cuando sale, porque me costó reconocerla. Y debe usar faja o algo porque me pareció fofa y deforme. Iba despeinada, con una bata horrible, como de madre. "¿Y ésta? ¿Todavía está aquí?". Raquel medió: "Vete, gilipollas, estamos hablando". Increíble: bajó su careto y cerró antes de salir. Yo no era capaz de moverme. Temía que si lo hacía alguien me dijera: no te pongas ahí, ten cuidado con eso, no pises mi suelo, no respires mi aire...

Apareció don Pedro. "Ejem, niñas... pensé que íbamos a merendar...". Sonia se le quedó mirando con cara de decir: ¿desde cuándo merendamos nosotros juntos? Y Raquel: "yo voy ahora, Pedro, la verdad es que tengo mucha hambre; ¿te importa, Sonia?". Pedro salió como temiendo tormenta y Sonia ni le respondió. Se vino hacia mí y me dijo al oído: "me has jodido la tarde, cabrona". Ambas oímos cerrarse la puerta. Raquel había desaparecido.

"Cierra". Fui, giré la llave y se la di. "Habla". ¿Qué? "Que hables; ¿no te ibas a disculpar?". Ah, sí, mira, perdona, es que mi padre no me ha dejado salir antes porque había clientela y... "Vale, tía, no me aburras con detalles". Cuando Raquel me regaló las bragas se me mojó el coño; ahora sentía frío entre las piernas. Joder, tenía miedo. Y, sencillamente, me dio la espalda, se quitó la ropa menos el tanga, y se sentó ante el ordenador. Abrió su carpeta muy secreta y le dio a un video: eran algo así como un abuelito y una colegiala, de 30 años por lo menos, pero colegiala. Apoyó las plantas de los pies en el borde de la mesa y empezó a acariciarse el chocho por encima de la tela, como si yo no existiera. Oye, Sonia, si molesto... En esto se oyó un golpe, como si alguien tropezara con una pared: "Joder, ya están, me dan ganas de matarlos". Pues eso... que si estoy molestándote o algo... "Espera". Indagaba el aire con las orejas abiertas y los ojos cerrados. "No, no molestas; calla". De nuevo buscaba sonidos en la nada. Tal cual estaba salió de la habitación, presurosa. Sus muslos me parecieron de mármol, tensionados en la media carrera que llevaba; las nalgas eran su continuación exacta, más abultadas, musculosas y a la vez mullidas. Sus tetas me parecieron magníficas, pequeñas, respingonas, desafiantes, justas, hechas para dar de mamar a niñatas como yo y no a niños de pecho. Volvió enseguida: "se han ido". ¿Tu padre? "Y Raquel". ¿Y tu hermana? "La gorda también". Qué ocurrencia... la gorda, no me lo esperaba. Me sonreí y mi sonrisa pareció endulzarla un poco.

"Anda, ven aquí". Me acerqué desconfiada. Sonia me abrazó por la cintura y me repegó contra su cuerpo. "Después de lo de esta mañana no esperaba que me dejaras tirada". Yo... te pido perdón, lo siento. "¿Y con tu padre que hacemos? ¿le mandamos a Raquel?". Tía, no digas eso. "¿No? ¿La putita se puede follar al mío pero al tuyo no?". Miré al suelo: no, eso no puede. Me pegó un morreo, un beso mojado, sucio, chocaron nuestros dientes y bombeó saliva en mi boca. Para terminarlo me pasó la lengua plana desde la barbilla a los ojos. Como la otra noche en la calle, me abrió la bragueta y se apoderó de mi coño. Con el otro brazo envolvía mi cuello, evitando que me separara. Hacía fuerza poniéndose de puntillas y se mordía el labio inferior, lujuriosa, rabiosa, poderosa. "¿Eh? ¿Y ahora qué?". Lo que tu digas. Me estaba buscando los dos agujeros con los dedos, y lo consiguió, no sé cómo, pero me los follaba a la vez. "¿Y ahora? ¿Eh? ¿ahora qué pasa?" Yo miraba al techo con la boca abierta, jadeando. Sonia me chupaba el cuello y seguía hurgándome los hoyos: no sé qué pasa, pero me gusta, tía, tú mandas, lo que tú digas, tía. "¿Qué es eso de ‘tía’?" y me mordía una oreja y me pinzaba desde dentro la carne que separa el ano de la vagina y me empujaba haciéndome trastabillar. Tú mandas... jefa. "¿Qué coño jefa?" y volvía a agredirme con dedos y dientes. "¡Cójeme el culo, hostias! ¿No tienes manos o qué?". Había mantenido mis manos separadas de ella, por inexperiencia y cierto temor; ahora las metí por dentro de su tanga y, por primera vez, empecé a amasar un culo de mujer, magreándola, separándole las cachas y buscando su coño. "Así, así, así, ya vas cogiendo la idea". Literalmente babeaba, notaba cómo se me escurría la saliva por la cara, y empecé a besarla: el cuello, el pelo, la cara, un ojo... Tú siempre mandas... cariño. "Ni cariño ni hostias", y me castigó con un pellizco en el perineo que me hizo llorar: perdón, perdón, lloraba, jadeaba, gruñía, babeaba... "Tú y yo somos lo mismo, dos putas perras, que te enteres". Sí. Conseguí encajar el canto de una mano en la raja de Sonia y empecé a frotársela de adelante atrás. "Dos tortilleras comecoños que valen menos que una mierda". Sí, es verdad. Me estaba llenando de saliva la oreja mientras me hablaba, sin dejar de hurgar mis agujeros. "Dos putas". Sí. "Dos guarras pajilleras". Sí, tú más puta, sí, y yo la más pajillera. "¿Y Raquel?". Al pronunciar su nombre las dos estrechamos el nudo donde estábamos refociladas, salivamos doble, jadeamos triple, endurecíamos nuestra paja mutua... Raquel, la más puta de todas, la mejor. Nos corríamos como dos niñatas salidas. "Es la más zorra, una diosa, su boca sabe a fruta, su coño a sangre caliente, su culo a flores... te lo juro, a flores". Empezó a llorar, a llorar mucho, justo cuando me corría.

Yo no sabía si debía seguir serruchándole el coño o parar y abrazarla. Así que intentaba ambas cosas y no hacía bien ninguna, claro. Sonia lloraba a mares. "¿Ahora te vas a parar, hija de puta? ¿Así se porta una perra, ni una amiga, ni una fulana?", y me hizo caer de espaldas sobre la cama, subió a horcajadas sobre mi cuello y empezó a frotar su higo contra mi cara. "Chupa, zorra de mierda". Le aparté el tanga. Dios mío, el coño de Sonia me traspone. Pero no dejó que me portara como una buena comecoños, me hizo daño, empujándose contra mi cara, doblándome la nariz, arañándome las mejillas con los pullones. Joder, sin dejar de llorar ni un momento: no tenía consuelo. Gritó al correrse y me tiró del pelo para hundir aún más mi cara entre sus piernas. Sentí brotar sus líquidos y ahúllar sus penas... Silencio.

Me ahogas, Sonia. Se levantó desganada, como descabalgando una yegua después de un largo viaje. La colegiala del video lamía a cuatro patas el ojete del abuelo, repantingado en un sofá horrible, de flores estridentes: Oh yeah, oh yeah, fucking ass, yes, oh master, oh yeah... Maldito inglés. Me gustaría ver alguna vez estas mismas escenas grabadas en castellano sin doblar. Sonia salió de la habitación sin pudor ninguno de su llanto ni de su vicio. Me arreglé como pude, apagué el ordenador, busqué un baño: ocupado; estaba ella dentro, la oía aún gemir triste. En la cocina me lavé. Vi la guitarra en el salón camino de la puerta. Se me saltaron las lágrimas, dije adiós desde el umbral, sin obtener respuesta, cerré. Me fui a casa. Tenía el tiempo justo de llegar a la hora de la menestra. Oh, yeah.