Diario de una niñata reprimida (7)

Confirmación de una comecoños.

13-02-2006

Yo no le he comido el coño y el culo a Sonia. Lo que he hecho es revolcarme como una cerda en su carne de guarra. Si rezumara fango en vez de flujos lo habría hecho igual, porque soy una verdadera cerda. Qué loca. Lo que le hice anoche a esa calientapollas no se lo habrán hecho en la vida muchos tíos enamorados a sus mujeres. No pienso salir de casa nunca más. Qué horror. Todavía pienso que podría haber sido peor, si me hubiera enseñado el chocho antes de mear. Sí, hubiera sido peor. E igualmente lo habría disfrutado, porque soy una cerda de campeonato. Y esto ha sido "mi primera vez". ¡¡Joder!!. Pero me ha gustado. Me ha gustado muchísimo.

15-02-2006

Han pasado tres días. Salvo el informe telefónico de Raquel no he hablado ni visto a nadie más. Está claro que Sonia no le ha contado nada, porque ésa no sabe callarse: me lo habría restregado por la cara.

La última vez que vino una amiga a casa a buscarme yo tenía 15 años. Hoy ha venido Sonia. Hemos tenido que tomar el café con mis padres, no ha habido forma humana de evitarlo, es como si la visita de Sonia les confirmara que sí soy "normal". Al menos así he podido enterarme de que son huérfanas de madre y que su padre le daba clases a Raquel en el conservatorio. Es músico. Debían ser clases de flauta. Je.

Cuando por fin nos han liberado y me preparaba para salir, Sonia me dice: "¿No me enseñas tu cuarto?". Nadie que no sea de mi familia ha entrado al pajódromo. Antes de decirle que sí, que claro, he tenido que pensar rápido por si tenía a la vista algo que ella no debiera ver. Vamos a mi habitación, mami. "Bien hija, ¿hiciste la cama?". Sí, sí. Y Sonia, a mi oído: "¿hiciste la cama, hijita?", con sorna.

En cuanto he cerrado la puerta tras nosotras me ha puesto una mano en el hombro: "¿sabes por qué he venido?". No. "¿Ah, no? ¿no lo sabes?". Que no. Se ha girado y ha empezado a escudriñarlo todo con la mirada. "Eso es de Raquel". ¿El qué? Ha reconocido el tanga negro entre la ropa limpia que aún no he ordenado, a pesar de que sólo se veía de refilón. "Este tanga es de Raquel", cogiéndolo y doblándolo con cuidado. No, es mío. "¿Ah, sí? ¿De tu último viaje a Londres? ¿Cuándo fuiste? ¿En tus sueños tortilleros?". Vale, es de Raquel. También es casualidad que entre todas ellas sólo se regalen tangas y que haya robado justo uno que le trajo de Londres. Nunca se me habría ocurrido: yo nunca he salido de la provincia. Me hice tres pajas con ese tanga puesto, anteayer. Busqué lo que significan las palabras de su estampado en internet y las he memorizado. Cuando me corría decía: fuck me, please, fuck me, oh yes, oh yes, oh yes.

"¿Lo has usado?". No. "Ahora nos lo llevamos y se lo devuelves, es un recuerdo entre Raquel y yo". ¿Y qué os recuerda?. "No te importa". Vale. "Entonces, ¿no sabes por qué he venido?". Me moría de ganas de responderle: sí, a que te chupe el culo, pero sólo pensarlo me temblaba la voz. "Pues si quieres me voy". No, no quiero, me ha gustado tu visita, gracias, de verdad. Sonia se ha sentado en el centro de mi cama y ha plantado las suelas de sus zapatos sobre la colcha, enseñando las bragas. Miento. No llevaba bragas. "¿Mejor así?". Uf, tía. He mirado al pestillo de la puerta y a ella alternativamente. "¿Qué pasa?". Espera. He cerrado el pestillo, he corrido las cortinas y he puesto música, agitada. Después he vuelto a donde estaba, con el corazón dando saltos y la mente en blanco. Sonia se ha soltado los zapatos y los ha dejado caer; con los pies se ha bajado los calcetines a los tobillos. Me ha mirado con la cabeza ladeada. "¿Tú a qué dirías que he venido?", separando las rodillas de modo que la minifalda le quedó más arriba de los muslos. No, tía, Sonia, por favor. Mi chocho era un mar de calenturas. "¿Que no qué? ¿Que no lo sabes? ¿Que no lo quieres saber? ¿O que eres tonta del culo?". Vale, soy tonta del culo, es verdad. "Pues empieza". Escurrió el trasero hasta el borde de la cama, recogió su mini en la cintura y alzó las piernas doblándolas al tiempo por las rodillas y abriéndolas de par en par. Apoyada en los codos aparecía medio incorporada. Se la veía muy forzada en esa postura. Pero a mí me daba igual, yo estaba cachonda como nunca: a que te chupe el culo. "Vaya, la tonta ha hablado". Sí, has venido a que te chupe el culo. "Sí, es verdad, y a que me comas el coño". Vale, has venido para que yo te coma el coño y te chupe el culo. "¿Y qué vas a hacer, nena?". Lo que tú digas. "Quítame los calcetines, anda", y se ha dejado caer de espaldas levantado las piernas rectas. Le he sacado los calcetines con cuidado, los he doblado juntos y los he dejado sobre mi mesilla de noche. Sonia ha vuelto a incorporarse sobre los codos y ha dejado caer las piernas dobladas a ambos lados, como una rana. Podía notar cómo le brillaba la raja. "Desnúdate". No, por favor, eso no. "Raquel te ha visto en pelotas, yo quiero también". ¿Te lo ha dicho ella? "Por supuesto, me lo cuenta todo". Sí, claro, he pensado, a ti y a todas. ¿Es tu novia? "Yo no tengo novia, cuando me apetezca me echaré un novio; desnúdate ya, joder".

Cuando me desabrochaba el cinturón mi madre ha tocado a la puerta: "nena, está sonando tu móvil". Sonia ha dado un salto y se ha sentado en una silla de espaldas a la puerta. He abierto lo justo para coger el teléfono y cerrado de nuevo. Era Raquel, preguntando por Sonia. Yo no sé mentir, no me sale, pero le he dicho que no tenía idea de dónde podía estar y ha colgado. Era mi hermana. Ha girado la silla y se ha repantingado en ella; con un dedo ha sacado un brilloso hilo de flujos de su coño: "¿Te apetece?" Me empezaba a abalanzar sobre ese pastel de hembra cuando me ha frenado en seco: "Pues desnúdate". Con prisas por el hambre que le tenía me he sacado la ropa desordenadamente y sin darle tiempo a mirarme me he hincado entre sus piernas. Con mis manos en el interior de sus muslos he aplastado mi jeta contra su chocho. Oh, sí, por fin. Ella ha apretado con las manos mi cabeza, ahogándome de coño, y se ha frotado rápida contra mi cara. Enseguida me ha empujado atrás: "Levántate y da una vuelta". Qué vergüenza, dios. La he obedecido, girando sobre mí misma un par de veces. "Me gustas mucho, niñata". Venga ya, no jodas. "¿No te lo crees? Pues es verdad, me gustas, y me gustan las ganas con que me comes el coño: ya estás tardando". Me sentí feliz, importante, útil. Con menos prisas que antes volví a mi sitio, entre sus piernas, a hacer mi trabajo. Procuraba repetir los gestos del otro día, pero estando en mi casa no era lo mismo, tenía una oreja pendiente de lo que ocurriera fuera del pajódromo. Me atreví a meterle un dedo en la vagina. "Por el culo, dedéame el culo". Sí, tía, joder, a mí me encanta. "Calla". Se estaba corriendo, en cuanto empecé a follarle el culo le llegó un orgasmo fluido, lluvioso. Y la nena abrió su boca para comerse esos líquidos calientes, como la cerda que es: joder, Sonia, sí, dámelo, hostia puta, qué bueno. Se puso de pie abierta de patas y yo entre ellas mirando arriba, boquiabierta y lengüeteando. "Pedazo de guarra, cómete mis chorros, chupona, mama ahí", y se meneaba culeando sobre mi cara, "bollera de mierda, ¿no querías bollo? Come, come, come", y así se fue relajando. Cuando la sentí saciada le saqué el dedo del culo y, como recordaba de la historia del jefe de Anna, lo olí y lo chupé. Como no decía nada empecé a lamerle los muslos, intentando lavarla de los flujos que había chorreado.

No me dejó seguir, con mi camiseta terminó de asearse, se enfundó el tanga londinense, chasqueó la lengua guiñándome y cogió sus calcetines. "Pobre, te has quedado a medias". Ya, bueno. "Pero eso lo arreglas tú con una pajilla, ¿a que sí?" Sí, claro. "Cuántas te has hecho hoy?". Ninguna. ¿Y ayer?. Tres. "Ja, ja, ja... ¿tres?". ¿Son muchas? "¿A ti te parecieron muchas?". Me hubiera hecho otra más. "Joder, nena, qué pajillera eres..." Sí, lo soy. "Vale, pues demuéstralo, hazte un pajote ahora mismo". Saqué el dildo rosa de debajo del colchón, me tumbé en la cama despatarrada, cerré los ojos y me lo metí por el coño. Cuando estaba empezando sentí una mano de Sonia envolviéndome el chumino y presionándolo, alrededor de la polla de goma. Me vine enseguida. Ella ayudó apretando con la mano a que me corriera antes. Entre jadeos le di las gracias. Gracias, tía. "¿Gracias por qué?". Eres la primera que me soba el coño, de verdad, gracias. "Tonta del culo", y me sacó el consolador de un tirón, se lo metió entero en la garganta y lo sacó limpio de mis babas. Igual que antes, chasqueó la lengua y me guiñó uno de sus ojos verdes. Alucinante. "Vístete; el tanga ya se lo devuelvo yo a Raquel; nos vemos". Salió de mi cuarto a pasitos ligeros, trotando como una potrita.