Diario de una niñata reprimida (6)

Reflexiones. El cumpleaños de Anna.

05-02--2006

Era todo mentira. Lo de los negros, lo del noviazgo entre Mario y Mónica, lo de la sumisión de Raquel. Bueno, sí es cierto que follaron como leones y que Mario perdió los nervios. Pero todo lo demás es un invento. Se han burlado de mí las dos, Raquel e Isabel. Llevo una semana teniendo sueños húmedos donde se mezclan negros, pollas, Mario, tetas, Raquel, coños afeitados, pajas tremendas...

06-02-2006

Inspiro hasta llenar mis pulmones. Me cierro la nariz pinzándola con dos dedos. Abro grande la boca, dejando fuera la lengua. Deslizo los 20 cm de consolador hasta mi campanilla y lo dejo ahí. Siento fatiga y aguanto. Lo vibro un poco para acostumbrarme. Empujo un poco más. No hay manera: me ahogo. La saliva que me chorrea en hilos al sacarlo es muy espesa, son mis babas. Soy una mamona babosa. Tengo que limpiar esta polla de goma.

Esta semana ha venido tres veces el mismo hombre a la tienda. Las tres le he atendido yo. Me gusta mucho. Creo que me dobla la edad. Aún así se le ve jovial, es simpático. Creo que vive por aquí cerca. Llevo toda la semana haciéndome pajas pensando en él. Qué vergüenza: cada vez que me ha mirado he sentido el impulso de lamerle los pies. Me llama por mi nombre y me trata con confianza, como si me conociera. Yo le sonrío con cara de boba mirándome las manos con las que envuelvo sus compras. Tengo que pintarme las uñas.

12-02-2006

Ha sido el cumpleaños de Anna. Lo hemos celebrado en el apartamento de la hermana de Raquel. Hemos asistido nosotras tres, las calientapollas, Mario, Eva, Silvia, Susana y cuatro chicos que yo sólo conocía de vista. Los cinco han follado alguna vez con Raquel. Dos de ellos repitieron esa misma noche. Mario se fue cuando Raquel se metió en el dormitorio con el primero, sin despedirse. Estuvieron jodiendo poco rato, no más de veinte minutos, y en su ausencia Eva se puso muy borracha y la tomó conmigo. Quería comerme la boca delante de todos y me metió mano varias veces. Las chicas la recriminaron, aunque se reían, pero los chicos, que no saben nada de mí, la animaban entre bromas, creyendo que ambas estábamos de guasa. Fue Anna quien me rescató, puede que en agradecimiento por mi silencio del otro día en el pub.

Cada una de las amigas le regalamos un tanga, todos preciosos, menos, para mi gusto, el de Raquel, que eran braguitas de cuero negro con una cremallera que lo dividía en dos; se lo dio con una nota: "para las emergencias del trabajo". Anna se puso como un tomate. Yo creo que se llevó al primer tío a follar porque se quedó cortada, no hizo apenas gracia a nadie. Raquel todo lo arregla follando. Folla cuando se divierte y cuando se aburre; folla cuando está contenta y cuando tiene algún problema; folla para terminar una fiesta y para empezarla; cuando quiere a alguien se lo folla y se lo vuelve a follar si le coge manía. En este cumpleaños se tiró a dos, pero en el suyo se la follaron seis. Se metió con tres en un coche y se la cogieron por turnos. Bueno, ella se los cogió, pasando de uno a otro sin que ellos tuvieran que cambiar de sitio. Estas cosas me las cuenta ella. Es una furcia. La envidio.

Al final Eva terminó echando la pota en la terraza, como era de esperar. Mitad en el piso y mitad en la hamaca donde pude admirar el cuerpazo de Raquel en pelotas. Yo me hice cargo de la limpieza. Cogí una balleta, un cubo y me arrodillé en el suelo. Mientras fregaba, las calientapollas me decían "hay más por allí", "queda un poco allá"... Raquel entró un instante y sólo dijo: "nena, se te ven las bragas; ah, y las que te dejaste están en el armario del baño". Y fui yo la que se puso como un tomate. Tonia y Sonia cuchichearon entre risas y se largaron exclamando "huy, huy, huy". Me sentía como Cenicienta con las hermanastras, pero con el coño mojado. Al rato les quise explicar por qué había unas bragas mías en el apartamento; me escucharon con caras incrédulas y sin poner interés ninguno: "claro, claro...", "sí, mujer, tranquila, lo que tu digas..." Me mosquearon tanto que les solté: a ver si os creéis que me folló en la terraza. La respuesta de Sonia me impactó: "no serías la primera, guapa". Tonia la miró con odio. Al poco rato se fue sola. De repente todo me olía a vainilla.

Raquel se llevó a Eva al dormitorio para acostarla un rato. Llevaban unos minutos encerradas cuando dos de los chicos, medio aburridos, decidieron visitarlas. No volvimos a ver a ninguno de los cuatro. Esta mañana Raquel me ha puesto al día. Cuando entraron los chicos, ella, que es muy graciosilla, les dijo: "¿no os daría morbo follaros a una borracha?". Entre risas, le sacó las tetas a Eva y ahí empezaron. Eva no estaba dormida ni inconsciente, y además llevaba meses sin echar un casquete. No le importó que se la follaran en el suelo mientras Raquel y el otro fornicaban en la cama. Como le dijo: "tía, es que es de mi hermana; además, en el parquet se folla de lujo". Estuvieron allí encerrados hasta las siete de la mañana. Hoy Eva tiene el coño, las rodillas y los codos irritados.

No me divierto mucho en estas fiestas. En menos de dos horas ya habían desaparecido Raquel, Eva, Mario, la calientapollas menor y dos de los tíos. O sea, que quedábamos en el salón cuatro chicas y dos chicos. Sonia, Silvia y Susana hicieron corrillo entre ellas, así que me vi flanqueada por los tíos, ambos empeñados en que bebiera de sus copas. Las bebidas las habían traido ellos: ron y ginebra. Mario trajo whisky, que es lo que bebe Raquel. Es un maricón baboso sin dignidad. Y Raquel es una grandísima hija de puta. Posiblemente, mientras estos dos querían ligarme ella estaba amasándole con una mano la polla a su pareja de turno; con un dedo de la otra le agujereaba el culo. El chaval se quedó muy cortado, pero ella le insistió, bueno, le chantajeó: "o me dejas que te folle el culo o ya te estás largando". Le convenció finalmente con otra de sus frases definitivas: "es sólo un dedito, tonto, y tú vas a encularme con toda la polla... ¿quién sale ganando?". Definitiva.

Por primera vez en mi vida estaba sola con dos tíos que tal vez quisieran ligarme. A uno le descarté enseguida, cuando medio entendí lo que balbuceaba: "estás riquísima, preciosa, ¿nadie te lo ha dicho todavía?". Le sonreí, dejé de mirarle y no le contesté a ninguna de las baboserías que siguió diciendo. Era el que se folló a Raquel en el primer turno. El otro era alto, muy moreno, de voz profunda, algo simplón pero educado. Me daba charla pero se notaba mucho que estaba vigilando a las otras. Las tetorras de Silvia le tenían hipnotizado. A mí también, lo reconozco, pero sabiendo que se le desparraman cuando se desnuda... bueno, no me ponen. Sonia las tiene pequeñas aunque les saca mucho partido con esos sujetadores; por lo menos tiene, no es plana como yo. Las de Susana aparentan ser exquisitas; las cosas que pasan: recuerdo su coño con detalle pero nada sé de sus tetas. Pepe sí se las habrá magreado y chupado, igual que ella le ha sorbido los huevazos.

Entre que había dos parejas follando, que había estado haciendo de chacha enseñando las bragas, que repasaba las tetas de las chicas, que el baboso decía entre dientes algunas guarradas con la intención de calentarme y que yo empezaba a pensar que esa noche podía llegar a casa follada, la nena se estaba poniendo bastante cachonda. Como soy tan pajillera, cuando se me calienta el coño se me van solas las manos. Ya no sabía donde ponerlas, así que me fui al baño. Estaba a punto de encerrarme cuando se me coló dentro Sonia la calientapollas: "perdona, nena, no aguanto más, me meo a chorros". Empujó la puerta, de un tirón se bajó el pantalón y el tanga y se puso a mear delante de mí. Sonia tiene el pelo negro intenso y muy corto, con cejas pobladas y unas gafitas de cristales rectangulares y estrechos. Tiene cara de mala. Meaba con los ojos cerrados y las manos apoyadas en la taza, apretando para vaciarse y gimiendo de gusto por el alivio: "ufff, no aguantaba ni un minuto más". Yo la miraba en silencio. Nunca he sabido de qué hablar con las calientapollas porque nada de lo que se me ocurre se puede decir. Inesperadamente, se recostó sobre el depósito del váter, resbaló el culo hacia fuera y separó las rodillas. El coño de Sonia es maravilloso: tenía los labios exteriores hinchados y enrojecidos, los interiores muy salidos, una flor de carne viva bañada en almíbar transparente y, lo mejor, e increíble, un clítoris gordo, carnoso y sobresaliente, una pollita más grande que la mía; todo rematado por un triangulito de vello negrísimo muy recortado y, a su lado derecho, un delfín rosa y azul tatuado. Me encendí como una antorcha, toda ojos y boca entreabierta. No aprecié que había recortado un trozo de papel higiénico, que me estaba ofreciendo: "¿quieres limpiarme, nena?".

No pensé ni hablé. Con las manos enlazadas a mi espalda, me acuclillé entre sus rodillas y pegué mis morros en su chocho. Le hervía y resbalaba. Arrastré mi cara por ese pastel de carne y flujos, de lado a lado, hasta las orejas, y de arriba abajo: hincándole la nariz al empezar y empujando la barbilla al terminar. Rechupeteé sus labios gordos, sorbí los interiores, mamé su clítoris, lamí ensanchando la lengua toda su raja cabeceando rápida, ansiosa, el coño entero en cada pasada, rebañándole los jugos. Salivaba como perra y tragaba una y otra vez, con las lágrimas saltadas, latiendo a millón por hora, jadeando, hiperventilando, ahogando gemidos. Alternativamente, empujaba mi hocico contra su crudo filetazo y me separaba a respirar y a mirarlo; después afilaba la lengua y dibujaba con la punta los bordes de su almendra, la besaba, intentaba meter cuanta carne pudiera en mi boca de una vez...

La escuchaba en segundo plano: "lo sabía, nena, lo sabía: limpiaflujos, sorbecoños, mamachochos, cómeme el higo, que me lo comas hostias, chupa cabrona". Sus insultos me animaban aún más, quería su aprobación completa, absoluta, demostrarle mi vicio, recibir su enhorabuena... Intenté bajar hasta su ojete pero la postura lo impedía. Dándose cuenta, Sonia liberó una de sus piernas y se abrió resbalando el culo aún más; antes de que pusiera un pie en el lavabo y el otro contra el marco de la puerta yo ya empujaba mi nariz contra su agujero, olisqueaba, procuraba abrirlo presionando con movimientos nerviosos, eléctricos... Me agarró del pelo y tiró unos centímetros hacia arriba: quería lengua. Me contuve un poco. Más calmada, dejé fluir en su culo el mar de saliva que anegaba mi boca y me concentré en encajar cuanto pudiera de mi lengua en el interior de su cloaca. Haciendo círculos con la punta, forzando con leves empujones y, finalmente, pegando mi boca abierta contra su carne, sentí la mitad de mi lengua invadida por una mezcla de sabores amargos. Me quedé quieta, relajé mi cuello y, sin apartar ni un segundo mis labios de su piel, abrí los ojos.

Sonia me miraba fijamente con los suyos, enormes. Nunca antes me percaté de que los tiene verdes. Aguantó unos segundos en silencio, sintiendo el calor de mi hocico alrededor de su agujero mientras yo olía su coño, que de nuevo filtraba deliciosas babas. "Chupaculos". Como única respuesta, moví levemente mi lengua en su interior. "Comemierdas". Hice por rebañar la carne viva de su agujero. Ella hablaba y yo le comía el culo, los ojos de la una clavados en los de la otra. "Sabía que eres una guarra tortillera, te he visto sobarte las bragas en el pub mirando a Raquel". Yo asentía: uhm. "Yo me la he follado". Aha. "Esa lengua". Y la moví en hélice para darle gusto. "Le huele el coño a vainilla". Casi le destapono el culo al sonreír: ahá. "Mañana escribe en el retrete del pub que le comes el culo a Sonia". Aha. "Come, puta". Sin variar mi postura, sólo con movimientos de lengua, seguí hurgándole la cloaca. Sonia se chupó dos dedos y empezó a pajearse con ganas, sin florituras, directamente un mete-saca con que salpicaba de flujos mi cara. Yo procuraba seguir con la lengua el compás de sus dedos. Por primera vez en ese largo rato desenlacé mis manos, mojé en su chocho dos dedos y los llevé al mío apartando las bragas, que estaban para tirarlas de sucias. A su mismo ritmo, intenté correrme con ella, pero no duré ni medio minuto. Los espasmos de mi orgasmo desataron el suyo. Podía ver tan cerca su enorme clítoris-pollita... Me abalancé para devorarlo: la sorpresa inesperada de sentir libre el agujero del culo aceleró su corrida y cuando me amorré a su pollita con los labios, mamándola, estalló en gemidos contoneándose como una bicha.

Al acabar Sonia volví a mi posición de cuclillas entre sus piernas. Me dolía debajo de las rodillas. Con el trozo de papel, que aún conservaba, se rebañó entre las piernas los restos de flujo y saliva. Lo tiró al suelo. Me dio un empujón con la palma en la frente: "aparta". Me puse de pie y me aparté. La vi alzarse, enfundarse el tanga primero, con parsimonia, y el pantalón después. Se lavó las manos, se enjuagó la cara, se secó, se recolocó las gafitas y me miró: "ni una palabra; tira de la cadena". Salió.

Me estoy cansando de escribir pero no quiero que se me pase nada. Esto es una lista de lo que hice: lamí en el borde de la taza del váter unas gotitas y la huella del sudor de Sonia; encontré mis bragas limpias; me quité el trapo mojado que llevaba puesto y me las cambié, echándolas al cesto de la ropa sucia; en él había un tanga negro con letras rojas: delante decía FUCK ME PLEASE y detrás OH YES; me lavé las manos, la cara y los dientes con el primer cepillo que vi; me senté en el borde de la bañera, vi la bola de papel, la recogí, la olí, la oculté en mi puño cerrado; dudé un instante: me quité las bragas, robé el tanga, me lo puse y, encima, mis bragas de nuevo. Respiré hondo y salí.

No había nadie a la vista. Puse la oreja en el dormitorio y se oían las húmedas voces de Raquel: "más, sí, más, más, ah, sí, joder sí" y Eva: "uf, ah, ah, uf, ah" y gruñidos de macho. Nadie en la cocina ni el salón. Tras las cortinas echadas de la terraza sí había alguien. Me asomé con cuidado a espiar: Susana, levemente reclinada, sopesaba la polla del chico alto en una mano. Se veían los huevos apoyados en sus dedos y el troncho a lo largo de su palma hasta más allá de la muñeca. "Joder, tío, sí que pesa", "ya te lo dije, cuarto de kilo, je je", "¿quieres que te haga una paja?". Me fui.

Era la una de la madrugada. Aún estarían follando seis horas más. Me parece que Susana no ha vuelto a su casa todavía. En la parada del autobús vi al baboso, sentado. Su aspecto era lamentable, con los faldones de la camisa fuera, un zapato desabrochado y un cubata en la mano. Creo que hablaba solo. Preocupada, me acerqué: oye, ¿estás bien?. No se le entendía ni media palabra y apestaba a tabaco. Había un charco de vómito fresco a un metro en el suelo. Dio otro trago y casi pierde el equilibrio. Oye, tú, que si estás bien... Me miró con los ojos perdidos, esbozó una mueca que pretendía ser sonrisa y dijo algo que no pude traducir. Apreté mis puños y sentí el papel con los flujos de Sonia. ¿Quieres que te haga una paja?. No se enteraba de nada. ¿Quieres que te la chupe?. "Bla bla bla bla". ¿Quieres follarme? Intentó levantarse sin conseguirlo. Empezó una especie de discurso de borracho mirando a la luna. ¿Quieres hincarme el cipote por el culo? "Je je je" y se sentó de nuevo, más bien se derrumbó. Bueno, adiós. Volví a casa. Cuando entré al baño antes de acostarme me di cuenta: ¡hostias, no tiré de la cadena, joder!.