Diario de una niñata reprimida (4)

Los días pasan. El diario crece.

27-01-2006

Descubrí en el instituto que me pone cachonda hacer de chacha. Lourdes era una amiga muy alta, me sacaba más de 20 centímetros, y canija, feucha, plana como yo y bocona. Cada vez que íbamos juntas al váter, por una u otra razón, terminaba arrodillada en el suelo: limpiando un charquito de agua, recogiendo una compresa, buscando un pendiente... Tanto repetía lo mismo que ya, por cachondeo, me agachaba con ella y la imitaba. Yo no sé si ella encontraba gusto en esto pero descubrí que para mí suponía un morbo muy placentero: estar arrodillada, limpiando, en el mismo lugar donde mis compañeras iban a fumar sus primeros cigarros o a mamar sus primeras pollas, o a ambas cosas a la vez. Yo jamás he fumado. Pero tampoco he mamado, claro. Lo que sí he hecho es arrodillarme muchas veces, como una chacha, primero sólo con Lourdes, pero poco a poco delante de cualquiera, por cualquier motivo, en el retrete, en las aulas, en el pasillo, en el patio, en la cantina, en la calle, en casa de mis amigas y, claro está, en mi casa.

Hace pocos días se rompió la cortina de la ducha. Cada vez que alguien la usaba quedaba todo encharcado. Por supuesto, mi hermano y mi padre jamás recogían el baño al terminar, así que me tocó hacerlo bastantes veces. Yo aprovechaba cada ocasión para encerrarme y secarlo todo de rodillas, con una toalla sucia. Desnuda. Imaginaba ser la criadita de un hombre viejo, espiada mientras hacía mi trabajo. O la sirvienta en un internado de chicas, afanada en la limpieza mientras ellas se divertían, cuchicheaban o incluso follaban, entre ellas o con los vigilantes del centro, todas en grupo jadeando, gruñendo, chillando de gusto, mientras yo meneaba mi culo a cuatro patas por toda la habitación, cachonda perdida, envidiosa y mirándolas de reojo. O, cómo no, en el apartamento de la hermana de Raquel mientras ella toma el sol en bolas en la terraza, habla por teléfono con sus amantes y me pide cosas: nena, tráeme un refresco; nena, acércame el móvil; nena, cómeme el coño. Y yo, con el refresco en una mano y su móvil en la otra, le chupo el higo de rodillas, respirando con dificultad y llenándome la lengua de su sabor. Más de una vez me ha tocado mi madre en la puerta: "Nena, hija, ¿te has dormido?", mientras yo fantaseaba mis historias de chacha.

Sólo una vez cambié la fantasía del internado por uno de chicos. Mientras me arrastraba por el dormitorio recogiendo las bolas de papel higiénico donde apuraban las corridas de sus pajas, o los condones usados de los maricas, las revistas guarras, los calzoncillos sucios... me follaban por turnos. Eran polvos rápidos de abundantes descargas que me echaban sin dirigirme la palabra, jaleados por sus compañeros: ¡dale fuerte, que le gusta! ¡empújale el requesón a la chacha! ¡mira como abre la boca, ésta quiere mamar! Enseguida tenía una picha en la boca y todos se olvidaban de joderme por detrás: pasaba horas mamando esas pollas juveniles, inquietas y desconsideradas.

Sinceramente, creo que soy una grandísima mamona. Si me dieran a elegir ahora mismo entre encajar rabo por el coño o por la boca, elegiría la boca seguro. Instintivamente, delante de un tío, mi primer impulso es arrodillarme y abrir la boca. Lo he sentido incluso con los hombres de mi familia y, si no llega a ser por mi timidez, a estas alturas creo que se la habría chupado a mi hermano más de una vez. Con mi padre no me he atrevido a pensarlo, porque le respeto mucho, pero si él me lo ordenara algún día lo haría complaciente, porque él es tan macho como cualquiera y tiene ese derecho. Pero, en serio, lo que deseo de verdad es tener un macho mío, para mí, y que él haga conmigo lo que mejor le parezca: su esposa, su puta, su juguete, todo eso a la vez o cualquier otra cosa. Si tengo la suerte de encontrar a uno que merezca la pena le dejaré muy claro que soy de su propiedad, para lo que él disponga. Eso sí, yo sé que con mis atributos, si me elije para él un macho serio, voy a ser muy cornuda. No es lógico que un tío hecho y derecho quiera prescindir de unas buenas tetas o un culo carnoso o, simplemente, que no quiera meterla en un coño distinto de vez en cuando. De veras que lo comprendo. Pero sé que si la primera vez que vuelva a casa con el capullo irritado por follarse a alguna fulana yo se lo lamo con cuidado, le masajeo los huevos, se los perfumo con mi pelo, le bombeo despacio el palote morcillón y le pregunto si lo ha pasado bien, con una sonrisa, él comprenderá. No soy la mejor hembra, seguro, pero a mi macho no le va a faltar de nada, tanto si le basta usarme a mí como si necesita desfogarse con un putón distinto cada día.

Pero las cosas serán distintas. Actualmente lo mejor que me puede pasar es que Raquel se canse de follar con Mario y le diga que me ataque a mí. No sé si le diría que estoy encoñada, enamorada o tan necesitada que si me silba se me caen las bragas. Pero si me ayuda juro que le regalaré un martillo con mango de goma y le diré: puedes usarlo con él, conmigo o con los dos a la vez; puedes considerarnos a ambos tus putas y si te apetece follártelo alguna vez no tienes que pedirle permiso a nadie. Después me arrodillaría ante ella y lamería la suela de sus taconazos.

Ahora bien, si pudiera elegir, lo que quiero es ser la novia de Raquel. Decírselo a ella sería una estupidez de las mías, la más gorda, porque ella es muy hembra y le daría asco escucharme eso. Pero me confunde, por ejemplo, cuando se enfadó al negarle que yo había escrito que le como el culo a R. Es engreída. Primero porque M. podría ser cualquiera, no yo, podría ser incluso Mario. Y sobre todo porque R. puede ser Raquel, o Rocío, o Rafi, o Rosita. Y también es muy lista: mirándome a los ojos me saca lo que quiere. Si tuvo dudas sobre la autoría y la destinataria de la pintada está claro que ya no las tiene. Y entonces ¿por qué le jode que le mintiera si ella va de polla en polla y jamás se ha fijado en una tía si no es para sacarle defectos?.

Además, yo quiero ser su novia solamente, no su amante. Bueno, sí quiero, pero me conformo con estar privilegiada a su lado, aunque esté ligando con los tíos y, si alguno me entra, que ella les diga: "ésta viene conmigo y no está disponible". Que me mande a por tabaco, o me pida el móvil para hacer sus llamadas. Como si yo fuera su secretaria, o su ayudante personal, y que si está a lo suyo yo note que de vez en cuando me echa un ojo para ver que estoy bien y en mi sitio. Nadie como ella me pone en mi sitio. Me gustaría ir de uniforme dos pasos detrás de ella, darle fuego para cada cigarro que fuma, pagar sus gastos. Para no avergonzarla sólo iría a cuatro patas a su lado en la intimidad, en su casa, recogiendo con mi boca lo que ella tirara.

Quiero ser su colchón cuando folla. Tumbarme despatarrada para que ella se recueste sobre mí mientras uno u otro macho se la clava a gusto, o hacer de mamporrera si necesitan ayuda, hablarle al oído mientras la empujan: eres la más guapa, qué tetas tienes, Raquel, soy tu esclava. Y chuparle el culo, pero de verdad. Mientras duerme la siesta o al amanecer cada día, para darle un buen despertar, o cuando mira la tele tranquila, mi lengua saboreando su agujero y acariciando cada pliegue de piel entre sus nalgas. Eso quiero.

Pasa también que Raquel tiene muchos pretendientes, y no todos le gustan o se cansa de alguno. Cualquiera sabe que lo mejor para quitarle el encoñamiento a un tío (todos se encoñan con ella, eso es así) es darle de follar en otro coño distinto. Yo podría servir para quitarle de encima a los pesados que no la dejan, como una puta de consolación. Por ella pondría mucho empeño y les dejaría satisfechos, da igual que fueran caprichosos, guarros o pervertidos, porque a mí me va todo. Si hay que lengüetear un culo después de cagar, yo lo hago, así de claro. Es asqueroso pensarlo, pero tratándose de Raquel no tengo límites, ni más ni menos.

Hoy no me voy a pajear. No volveré a hacerlo hasta que Raquel se calme y me trate con cariño. Estoy castigada, por imbécil, por niñata reprimida y por calentorra. Mañana la llamaré y le haré la pelota, le comeré el culo, le diré que sí, que fui yo y que R. es ella. Ojalá me atreva. Ojalá me castigara ella.

29-01-2006

Lleva dos días sin aparecer. La he llamado: hola, guapa. "¿Qué es eso de hola guapa? ¿Qué quieres?". No quiero nada, es que mi hermana me preguntó por ti. "Dile que estoy bien, estoy de puta madre, hemos venido Mario y yo a visitar a Mónica a Salamanca, qué pasada". ¿Y eso? "Eso qué... ¿No puedo viajar sin pedirte permiso o qué?". Perdona, no, o sea, que sí; ¿y lo pasáis bien? "Tú sabes que Mónica vive con dos negros aquí, ¿no?" Sí. "Pues el único que no lo pasa bien me parece que es Mario, je je". Hostias, ¿te acuestas con los negros? "Mira, no se lo digas a nadie: a los negros les gusta follarnos a Mónica y a mí en la misma cama; se turnan entre ellos y van cambiando de una a otra, así que imagínate: pasan horas jodiéndonos; Mario, que es más tonto que un nabo, el primer día se esperaba en el salón, qué gilipollas, pero los dos días siguientes sale por ahí, qué se yo, de museos o a beber. No he hablado con él desde anteayer. Niña: ¡qué pedazo de pollas!". Joder, tía, ¿en serio? "Tú eres más tonta que él, tal para cual, pero ¿sabes? Te voy a poner las pilas cuando vuelva... eh... ¡si vuelvo! Jajaja". Y colgó.

He llorado al colgarme. He llorado porque me ha tratado con cariño, y su silencio me estaba quemando por dentro. He llorado de envidia porque me muero de ganas de que los negros me follen a mí, por turnos; desde que Mónica nos habló de ellos la primera vez he pensado que yo podría ser la puta de los dos, y de sus amigos, y de sus familiares. Al entrar en el piso les daría mi ropa, mi cartera con el DNI, mis llaves y mi dinero, todo, para no poder salir hasta que ellos lo decidieran o me sustituyeran por otra. Y he llorado porque después de esto Mario ya es inútil incluso para mí: después de estar días enteros esperando mientras dos sementales se follan a Raquel ya ha perdido toda la dignidad, ya no vale para macho, y era mi única opción por ahora. Joder.

Tras dos días sin pajas y con la historia de Salamanca en la cabeza me he puesto muy cerda. Por primera vez en mi vida he salido a buscar macho. Me he arreglado, más o menos, con ropa vieja de mi hermana y me he ido al pub, sola, a tomar un café en la barra. Se me ha acercado un tío cuarentón, a pedirme fuego. Debe ser el único tío del mundo que quería fuego de verdad y no ligar. No tengo, disculpe. "Gracias, chata, no te preocupes", y se ha ido. Me he vuelto y he visto que estaba con Anna en un rincón. ¡Es su puto jefe! El mismo que la encula a diario en la moqueta de su despacho. Nunca le había visto: es medio calvo, regordete, saca los pies al andar y tiene caspa. Anna ha escondido su cara detrás de una mano, ni ha saludado. Está avergonzada, seguro. Es una chiquita preciosa, delicada, bajita pero muy bien formada, elegante y muy culta. Creo que escribe poesías. Su madre es inglesa y no tiene hermanos. Siempre huele a rosas. Y ese tío, el mismo que, en su segundo día de trabajo, le metió un dedo por el culo cuando ella hacía fotocopias, huele a rancio. Dice Raquel, que lo sabe todo, que el tío, con el dedo clavado hasta el nudillo, le preguntó al oido "¿está bien, señorita?", y que ella no dijo palabra, sólo empezó a culear hasta que se meó de gusto: era su primer orgasmo. Yo sé lo que es eso, más o menos. Al sacar el dedo él lo olió, lo chupó y le dijo: "No se vaya al acabar, tiene trabajo extra". Así lleva casi un año.

Pepe me ha dicho, en plan guasa, que le debo una copa. Yo le he sacado la lengua, divertida, y me he ido al retrete, al menos podría leer los insultos de la puerta de nuevo, quizá haya alguno nuevo para mí. Menuda mierda: la han pintado y colgado un cartelito que dice: "prohibido escribir en la puerta". Me he sentado en la taza a pensar un instante y he visto, en el marco, medio escondido, un mensajito: "Raquel es una puta". La ocasión no podía desperdiciarla, y he escrito yo: "soy M. No tienes coño de decírmelo a la cara". Cuando Raquel lo lea seguro que me abraza. Me la imagino sonriéndome y teniéndome entre sus brazos, con esos ojazos brillantes, diciéndome: "gracias, nena". Y yo le respondería: y te como el culo cada vez que quieras, solo tienes que ordenármelo.

He pensado que quizá debería decirle a Pepe que le chupo los huevos, no se me ocurre otra cosa para quitarme la lujuria. Así que he vuelto a la barra, a ver si se me acerca. En diez minutos el pub se ha llenado de gente. Me he quedado casi una hora en la barra delante del café, y nadie se me ha acercado. Yo no le gusto a los tíos. He salido de allí bastante deprimida, me he metido en una cabina cercana que tiene la luz fundida, me he sacado las bragas y las he dejado colgando del micrófono, he escrito mi número de móvil en la pared y me he ido paseando. Me da igual quien llame, al primero que lo haga le pediré que me folle.

Nunca he ido sin bragas por la calle, el fresco en el coño me ha puesto cardiaca y así he estado otra hora paseando. Mi teléfono no ha sonado, pero he recibido un mensajito de Raquel: "al maricón le ha dado un ataque de nervios, volvemos mañana". He preferido no contestar y lo he apagado. Mario en verdad es tonto, yo me habría hecho montones de pajas escuchando a Raquel y Mónica follar con los negros, me habría asomado alguna vez a la puerta preguntando si necesitaban algo, incluso habría chupado algún condon usado o me lo habría chorreado en las tetillas.

He entrado de nuevo en casa pensando que quiero leche. En el baño he rebuscado la ropa sucia por si mi hermano hubiera dejado un chorreón en los calzoncillos, he olisqueado el retrete por si se hubiera cascado un pajote antes de entrar yo. Nada. Los churretes del coño me llegaban a las rodillas, me los he recogido con las palmas de las manos y me las he lamido, chupado, mordido, me he metido cuatro dedos en la boca hasta sentir arcadas. Sí, quiero leche y polla.

Solución alternativa: el chat. Sin cambiarme de ropa he arrancado el PC, como una autómata, he entrado a una sala, "adictas a la lefa", y he preguntado si había algún macho de mi pueblo. Me han abierto mil privados y me he caido del servidor.

Me he ido al salón, sin bragas, me da igual, tengo tanta calentura que ya ni pienso. Fútbol en la tele. Joder. He entrado al cuarto de Isabel a buscar su diario. Rebuscando en su cajón he encontrado... ¡un consolador! Nunca he metido en mi coño otra cosa que mis dedos. Al verlo he destilado flujos como si fuera una polla de verdad. Temiendo que Isabel volviera pronto me lo he encasquetado allí mismo, despacio pero hasta el fondo. Es enorme, hostias. Me ha dolido al entrar y enseguida me he corrido, me he corrido mucho, un orgasmo super intenso, sin moverme, sólo sintiendo esa polla de goma en el chocho. Me ha dado la risa: si follar es así yo voy a follar más que una puta del polígono. ¡¡Dadme polla, cabrones!!

Yo sé que Nacho le regaló un consolador a Isabel, lo pone en su diario. Podría ser éste. "Me ha obligado a mear tumbada en la bañera con el dildo rosa hundido en mi culo; como no me salía el pis ha abierto la ducha y me ha bañado con agua fría, como a una yegua. Así ha conseguido que me mee entera; y él también se ha meado. En mi cara. Después le he sorbido las gotas del prepucio y se ha ido al bar a por tabaco". Joder, Isabel, eres mi diosa.

Pero Isabel folla lo que quiere, no sé para qué necesita esta herramienta. Además, es gigante, mide 20 cm, lo pone en la tuerca. A lo mejor un rabo de 20 cm es normal, aunque mi hermano no lo tiene así de grande. Eva dice que su polla es medianita, pero Raquel cree que es pequeña. Estuvieron media hora discutiendo por eso y a Raquel le faltó un pelo para follarse a Antonio y comprobarlo en persona. Yo no sé, esto es mucho rabo para mí, yo prefiero una paja larga y con esto es que no me aguanto: ha sido instantáneo, aunque también estaba recaliente y es la primera vez que me follo con una cosa así. Lo probaré otra vez y, si me vale, igual me lo llevo a mi cuarto. Total, Isabel pasa muchas noches de guardia y los fines de semana ni se la ve por aquí.

Al devolverlo al cajón he visto otra cosa: un chupete de bebé. "Me ha atado por las muñecas y por las rodillas al cabecero de la cama, me ha puesto un chupete rosa y me ha estado enculando casi una hora; dice que las niñas caprichosas como yo necesitan mucho entrenamiento por el culo, y tiene razón: me he quedado muy calmada y tranquila". Yo soy como ella, cuando me meto el dedo por el culo me relaja, sobre todo después de correrme. ¿Me cabrá la polla esta de goma? Uf. Con el chupete en mi boca he acariciado el consolador: ¿va usted a follarme, señor? Porque la nena está queriendo polla desde hace años, que lo sepa. Lo he guardado todo y he salido a la terraza. Me pregunto cuántas de esas chicas que pasan por ahí abajo están como yo. Creo que ninguna.

30-01-2006

Isabel me ha llamado esta mañana preguntando por Raquel de nuevo. No sé a qué tanto interés. Cuando le dije que volvía hoy mismo suspiró: "menos mal, coño". ¿Menos mal, coño? ¿Eso qué es? ¿Mi hermana echa de menos a esa cabrona folladora? Le he mandado un mensajito a Raquel: mi hermana se alegra mucho de que vuelvas. Respuesta inmediata: "no me toques el coño, niñata". ¿¿Qué??

He resuelto que me llevo el consolador rosa a mi cuarto. Digo yo que si lo uso a menudo al final conseguiré aguantarme las corridas. Además, quiero aprender a mamar. Si consigo tragarme esa cosa seré de las mejores mamonas de España, y en eso sí que quiero destacar, y cuando un tío me diga "mira, niña, tú a mamar" poder decirle: sí señor, a mamar lo que usted mande, segura de que puedo tragarme lo que me echen. Tiene que ser maravilloso sentir un cipote en la garganta.

Vale, decidido. Las prácticas de mamar tienen que ser en ayunas. Me he comido solo medio pollón de goma y he vomitado toda la cena. Después he pensado: joder, mi hermana lo ha tenido clavado en el coño y en el culo y ni siquiera se me ha ocurrido lavarlo. Pero no ha sido por eso, ya había vomitado en el suelo. Lo que he pensado al ver mi vómito no pienso escribirlo. Soy más asquerosa... Y bueno, la verdad es que el coño y el culo de Isabel no me dan nada de asco.

Raquel no ha dado señales de vida. Isabel está de guardia otra vez. Antonio de viaje con amigos. Mis padres... del salón a la cocina y de la cocina al dormitorio. Y yo como un fantasma paseando de aquí para allá. Ya me conozco el contenido de todos los cajones de la casa, incluídos los armarios y las mesitas de noche. No sé qué hostias busco, en ninguno de ellos voy a encontrar un macho que me lleve a su castillo. Los más interesantes son los de Isabel, desde luego, pero ya los he agotado. Mi hermano nada, debe consolarse con internet, ni una foto de tías, ni un libro guarro, nada. Y ellos, mis padres, pañuelos, medicinas y teléfonos viejos.

Me aburro. He cogido una cuerda del tendedero y me he atado un tobillo, después he pasado la punta bajo la cama y me he atado el otro, tirando para separármelas a tope. Estar despatarrada en la cama con el chocho entregado me recalienta. Si me concentro en mis cosas, así, puedo correrme sin tocarme y casi sin moverme. Pero estas cuerdas muerden en los tobillos y no había modo. Después he pensado que quizá el dolor no es tan malo. Isabel escribió en su diario que en medio de un polvo Nacho le arreó dos hostias y se corrió inmediatamente. Al día siguiente le pidió que le pegara mientras se masturbaba para él. Una vez le vi marcas en los muslos, como arañazos, y dijo que no era nada. Ella sabrá, que para eso es médica. La verdad es que cuando me pongo muy cachonda, a veces, me azoto el coño con la palma de la mano y me retuerzo los pezones. Pero eso son cosas que repito porque me las han pedido los tíos del chat, a mí nunca se me habrían ocurrido. Me las piden y no las hago. Pero después, cuando me pajeo en serio, sí.

Yo llamo pajearse en serio a hacerlo como dios manda. Cuando me quedo sola en casa, preparando bien la cosa, calentándome un buen rato antes leyendo el diario de Isabel o mirando porno, paseándome en pelotas por todas las habitaciones para sentirme guarra, diciéndome cochinadas e insultándome frente al espejo... Una paja en serio me lleva por lo menos tres horas. Pero vale la pena, porque en ocasiones me he corrido hasta cinco veces seguidas. La primera corrida no es gran cosa, pero me relaja y es entonces cuando empieza la función. Antes, como estoy tan reprimida, necesitaba calentarme primero y después calmarme para disfrutar los pajotes sin sentirme culpable. Ahora ya lo hago así por norma. Cuando me llega el segundo tengo que poner cuidado: mi coño es un río de flujos. En el primer orgasmo de esos manché el sofá de mi padre, y aún está la mancha ahí. Los posteriores van a menos cada vez, pero me electrizan. Una vez me caí de la cama entre espasmos. Lo malo es que yo no sé si un tío sabría hacerme sentir igual. Quizá me he convertido en una pajillera para toda la vida.

Otra cosa que no sé es si Raquel se masturba. No me la imagino contoneándose en la cama y metiéndose los dedos. A ella le basta una llamada para tener a un tío empalmado esperando sus órdenes. Pero igual le gusta maltratarse el chumino tranquila cuando está sola, sería muy normal. Y si le da pereza, que me llame a mí, podría hacerle pajas de todos los colores, en eso no me gana ninguna. Je.