Diario de una niñata reprimida (10)
La nena se enferma y se estrena, a su manera.
24-02-2006
Echo de menos el diario de Isabel. Echo de menos las humillaciones de Raquel. Echo de menos el coño de Sonia. Echo de menos mi polla de goma. Echo de menos a los agresivos machos del videochat. Llevo una semana enferma en cama. Me gustaría mucho volver a ver a Gisela.
26-02-2006
Echo de menos a mi aviador secreto. He tenido fiebre alta y algunos delirios. Anoche me desperté ahogándome. Había estado soñando con él. En el sueño, mis tetas eran las de Raquel, mi culo el de Sonia y mi polla la del "perro". Sodomizaba a mi aviador con saña, él tumbado boca arriba en la mesa del salón, y le fustigaba con la cuerda del tendedero. Su polla blanda campaneaba al compás de mis embites, liberando babilla por el prepucio. Se protegía la cara con los antebrazos y se le oía: "oh, oh, oh, oh..." en cada culeada que le metía. Papi estaba en su sillón con el periódico, mirando por encima de las gafas. Mami comía bombones y acariciaba el cabello del aviador. Antonio, a mi izquierda, me acariciaba las cachas y observaba atento mi pericia sodomita. En la tele se veía a Isabel dando las noticias; bueno, en realidad leía las páginas guarras de su diario secreto. En el sofá, Raquel y Sonia vestidas de novia se daban a chupar mutuamente un consolador rosa, se hacían mimitos y se morreaban. Alguien dijo: "ya está la cena", y todo saltó en pedazos. Abrí los ojos: mami estaba en la puerta del pajódromo. "Nena, que si quieres cenar algo".
27-02-2006
Isabel ha traido a un colega del hospital a verme. Un macho bien plantado. No muy alto, ni muy guapo, ni muy fuerte, pero sólido, seguro, serio y sonriente. Su voz sonaba categórica al tiempo que amable. Tenía cara de cansado y mirada triste. No llevaba anillo. Debe vivir solo y trabajar mucho. Me ha encantado.
Nos han dejado solos. Ya podían haberme avisado porque hace tres días que no uso bragas, por comodidad. Me ha pedido que me incorpore y que me saque la camiseta. O sea, en pelotas total y a la vista de cintura para arriba. Él sentado de lado en el borde de la cama. Lo peor es que han ido a traer al médico cuando ya casi me siento bien, o sea, que voy recuperando mi estado normal de niñata, reprimida y salida. ¡Y llevo diez días sin pajas! No recuerdo haber dejado pasar tanto tiempo desde que empecé a masturbarme.
Ha puesto una mano en mi espalda y otra en mi pecho. He sentido un escalofrío. "Tranquila". "¿Te duele?". No. "¿Y ahora?". No. Me ha puesto el termómetro, y a esperar. "Puedes tumbarte". Es igual. Silencio, él mirando el reloj. Para quitármelo ha avanzado un brazo y el puño de su camisa se ha enganchado en mi pezón izquierdo. "Perdón". Sí. "¿Qué?". Nada. Nos hemos mirado; en esa mirada no había medicina. Me he vuelto loca: más. "¿Más qué, nena?". Más. He tomado su mano y la he puesto en mis tetillas: más, por favor. "Oye, cálmate". Sí. Me he tumbado aprisionando su mano en mi pecho. He abierto las piernas. Se ha dado cuenta porque ha topado mi muslo en su cadera. "Nena, tranquila, ¿vale?". Sí. He frotado su mano sobre mi pecho: oohh. Inundación en mi coño, inmediata. He avanzado la cabeza para llegar a su bragueta con la boca, torpemente, sin levantarme, y he lamido su pantalón. Jamás había estado tan cerca de un cipote. Se ha retirado, sin levantarse tampoco. "Oye, por favor". Sí, por favor. Mi antebrazo ha envuelto su cintura y he seguido lamiendo la tela. He notado su polla moverse, abriéndose sitio al empalmar. He jadeado artificiosamente para calentarle, echando mi vaho sobre su paquete. Es un macho voluntarioso, me ha empujado atrás de los hombros, hasta acostarme de nuevo. "Basta, te lo ruego". He bajado las sábanas para enseñarle mi coño resplandenciente de mocos: sí, te lo ruego. Le he vencido. Con una palma me ha tapado el culo, dejando el pulgar sobre mi clítoris desproporcionado. Me lo ha estado timbrando mientras dejaba caer su peso en la mano. Presión de macho en mi chocho. Por primera vez. He lamentado tener el vello crecido, me hubiera gustado estar perfecta para él. Para sus ojos. Para su mano. Ha hecho virguerías con un solo dedo, sin apenas moverse. He plantado mi mano en su paquete. Duro y caliente. Lo he amasado. Una polla en mi mano: no he aguantado la excitación al pensarlo. Me he corrido. Mirándole con ojos suplicantes, agradecidos. Me ha tapado hasta el cuello y se ha limpiado los dedos en la colcha. De pie, ha ocultado un instante la cara entre sus manos: "¡Joder, joder!". Antes de salir le he dicho: gracias. En el pasillo le he oído hablar con mi hermana: "Tiene 40 de fiebre, no sé si es mejor que la lleves al hospital un par de días; yo no le noto nada... raro" (ha dudado al usar esa palabra). Me ha parecido oir el ruidito de un beso. Ha entrado mamá: "¿Qué tal con el novio de tu hermana, hija?". La hostia puta.
29-02-2006
No he ido al hospital. En unas horas me ha bajado la fiebre y he recuperado la salud. Las gripes son así. Por algo las llaman "calenturas", digo yo. No he hablado una palabra en dos días. En casa lo han interpretado como secuela de mi mala salud pero lo cierto es que estoy muda desde que forcé al novio de mi hermana a sacarme un orgasmo. Yo no lo sabía. Tampoco sabía que iba a actuar así. Ha sido algo... inesperado, excepcional, único. No sé de dónde me salió tanto descaro. Se comprende que a mi edad llega un momento en que la necesidad es más grande que la prudencia. En cierto modo me alegro, porque podría haberme ocurrido con otro en cualquier lugar: con el baboso en la parada del autobús, con el aviador detrás del mostrador, con Mario en un descampado, con Pedro en el cuarto de Sonia, con Pepe en el almacén del pub... Con cualquiera de ellos, con todos ellos. No sé. Mejor así.
Y ahora la verdad. Me siento más mujer. Me he entregado a un macho que me parece bueno. Además, ese macho ya ha usado antes a Isabel, que es una hembra completa. Deseo íntimamente que la haya usado a su antojo, abusándola, sirviéndose sin pudor ni vergüenza de su cuerpo. Que se la haya follado mucho y bien. Que haya calmado su lujuria agresiva de macho vicioso en ella, sin tonterías ni culpas ni respeto convencional. Que antes de condescender conmigo se haya desfogado en ella es importante. Isabel es una Raquel familiar. La Raquel de mi familia quiero decir. Un mujerón potente que sabe ponerse en su sitio delante de un macho superior. No hay mayor virtud en una hembra. En la hoguera me van a quemar si se sabe lo que pienso. Pero es que las cosas son así. Y punto.
Aparte de eso, estoy avergonzada y arrepentida. Porque si ese hombre no supiera callarse se va a liar la de Troya. Isabel me capa. Quiero decir que me parte el coño a patadas.
01-03-2006
Estoy asqueada. En todos estos días ni Raquel ni Sonia se han interesado por mí. Ignoro si conocen que he estado enferma. Pero es que da igual: les importo un carajo. Estarán devorándose sus coñetes, jodidas furcias. Las odio, a Raquel más que a Sonia y a Sonia más que a Raquel. Me voy a ofrecer a cualquier guarra para que me lleve con una cadena del cuello, me haga mear en la puta calle y comerle el chochazo donde le pete y cuando se le antoje. Y que me vean. No. Lo que me merezco es que me ignoren, que me humillen, que me olviden, que me crucifiquen, que me encierren en una perrera, que me azoten en la iglesia, que me vendan al peso... Y me aburro mucho.