Diario De Una Lesbiana 3

3. Malas Noticias

Abrí la boca, la volví a cerrar... repetí está acción tantas veces que la señorita Villagómez bien podría ponerle doble subrayado a la palabra "tarada" que seguramente ya tenía escrita en mi expediente.

―El trabajo de mi madre la obliga a viajar mucho ―de nuevo las palabras parecían dichas por alguien más.

Su maldita mirada de rayos x se hizo mucho más potente.

―Estoy consciente de eso ―dijo por fin― y también soy consciente de que necesitas un poco de estabilidad, por eso está aquí señorita Álvarez.

Esas palabras pretendían ocultar algo evidente.

―¿Quiere decir que he entrado aquí con engaños?

Ella se apresura a negar con la cabeza, pero no dice nada, me estudia. Llevo cinco minutos en esa oficina y siento que esa mujer ya se ha leído toda mi vida tan solo mirándome a los ojos. Me hace sentir desnuda, indefensa... yo era Bambi y ella el cazador.

Odiaba ser la víctima.

―Tengo a una alumna a punto de llegar, hay que ponernos de acuerdo con las fechas de las pláticas de manera que no interfieran con el resto de las actividades que se han programado para usted. Pronto se dará cuenta que en el instituto todos tenemos un horario muy apretado.

Por un segundo olvidé sus insinuaciones sobre que mi madre me había lanzado a los lobos y le eché un vistazo a mi horario por primera vez. De las siete de la mañana a las siete de la tarde había muy pocos espacios en blanco.

Abrí los ojos como platos y tomé la hoja para verla más de cerca.

Ella se levantó y se acercó a mí.

―¿Cómo le va los miércoles?

Consulté, el miércoles tenía una sola hora libre después de educación física.

Ella se inclinó hacia mí para mirar también.

―No, veo que el miércoles no le será posible.

―Tengo una hora libre...

―Esa es para descansar, créame que le va a hacer falta después de esa clase.

Palidecí, yo no era buena en los deportes, ni en nada que requiriera esfuerzo físico.

― ¿Qué hay el lunes?

―El lunes tengo libre a las 10... a las 2 y a las 5.

La miro, pero ella vuelve a negar con la cabeza.

―A esas horas estoy ocupada.

Vuelvo a mirar el horario.

―El martes estoy libre de 2 a 5 de la tarde.

―No... puedo ―duda ―déjame ver.

Estira la mano para recibir el horario. Yo me muevo rápido para entregárselo y el cabello que tenía sobre mis hombros se deslizó atrás de mi espalda, entonces ella clavó sus penetrantes ojos en un tatuaje que llevaba del lado derecho de mi cuello.

Ya tenía mi horario en su poder pero no dejaba de mirarme. No parecía muy contenta, hizo un gesto de querer decir algo pero al final decidió quedarse callada y revisar el papel que le había entregado.

Estuvo eternos minutos contemplándolo, finalmente me lo devolvió y sus ojos volvieron a posarse en mi tatuaje una fracción de segundo antes de mirarme a los ojos.

―El viernes a las seis, no hay otra opción. Espero que no le moleste.

Vaya que me molestaba, el viernes podía estar una hora antes en casa y ahora tenía que encontrarme con ella antes de salir.

―Bien ―fue lo único que pude decir― es todo.

―Nos vemos el viernes.

Se mordía el labio pensativa.

―Hasta el viernes.

Me acerqué a la puerta para salir de allí y correr a mi clase o correr a esconderme hasta que empezara la otra y no interrumpir al profesor o mejor, no ser obligada a dar explicaciones de mi retraso frente a todo el grupo.

―Señorita Álvarez ―me llamó.

Voltee y descubrí que seguía en el mismo sitio.

―Dígame.

―Como su orientadora debo decirle que lo más conveniente es que oculte ese tatuaje, está en una escuela católica...

Esta vez no me ruboricé, me enfurecí sobremanera. Justo lo que le había advertido a mi madre, justo los problemas que supuse tendría.

Abrí la boca para decirle a la señorita Villagómez que se fuera al infierno, que no se metiera en mi vida, que yo era quien era y ni ella ni su jodida escuela podían opinar sobre mí... pero entonces la vi directo a los ojos y su mirada me dijo algo que no entendí pero que sepultó tras mis labios todas esas palabras... la rabia se esfumó con más velocidad de la que había llegado y sólo asentí débilmente y me marché.