Diario De Una Lesbiana 2

2. Yo

Me sentí extraña cuando estreche su mano.

Tenía la rara sensación de conocerla pero no podía recordar de dónde.

Me sonrió enseñando unos dientes blancos y perfectamente alineados, lucía un atuendo impecable, falda gris y blusa blanca, además de que el pelo lo llevaba recogido y sin una sola hebra fuera de su sitio. Andaba por los treinta, era fácil adivinarlo.

Pero todo ese aspecto perdió credibilidad cuando entramos a su oficina. Dios, ese sitio era un desastre, estaba segura de que si escondía un cadáver bajo esas montañas de papeles y libros jamás lo descubrirían.

―Soy Elizabeth Villagómez, la orientadora del instituto―dijo mientras se sentaba detrás de su escritorio.

Eso ya lo sabía. Ella me miro como si esperara que yo le dijera algo, pero sólo asentí. ¿Qué se supone que debía decirle ella era la orientadora?

Así transcurrió un minuto bajo un silencio tan incómodo que se sintió como una hora.

―Señorita Álvarez, ¿su horario?

Maldición. Comencé a hurgar entre mis cosas, el interior de mi mochila era una versión en miniatura de la oficina de la señorita Villagómez.

Bajo su mirada de rayos x no pude evitar que mis manos temblaran y horrorizada contemple con el rabillo del ojo como escribía algo en mi expediente.

"Torpe y tarada" si, seguramente eso acaba de escribir en las líneas reservadas para las primeras observaciones.

Por fin di con el maldito horario y lo puse sobre el escritorio para que ella pudiera verlo. Pero sus malditos ojos se apartaron del expediente solo para escudriñarme.

― ¿No se sabe su horario? ―pregunto recostándose sobre su asiento y levantando una ceja provocadoramente.

¿Provocadoramente?

Sentí el color rojo subir por mis mejillas.

―No tiene mucho sentido memorizarlo ―mi voz sonó distante, no estaba segura de decirle la verdad pero ya lo estaba haciendo, me sentía acechada a pesar de que ella no se había movido ni un centímetro hacia mí― Nunca me quedo tanto tiempo como para que tenga sentido.

Ella continuaba estudiándome con su mirada penetrante detrás de sus anteojos.

―Señorita Álvarez ―dijo despacio― una de las condiciones para admitirla en este colegio fue que no habría más cambios hasta concluir la preparatoria.