Diario de una adicta al sexo. Capítulo 10.

Sofia crea una máquina de placer para una transmisión de auto-placer en línea.

SESIÓN DE AUTO-PLACER

Durante días había planeado aquel día.

Primero, monté un pequeño set en mi habitación, con un sofá individual. Lo cubrí con una sábana negra satinada, y lo coloqué frente a una pared desnuda. Tenía que resultar irreconocible. La siguiente fase fue colocar una masa sobre un tripie, la conecté a la laptop y todo lo enlace al celular. De esta forma podía iniciar o terminar cualquier transmisión desde mi celular. Y sobre todo, podía controlar aquello que debía ser visto. Estaba nerviosa. No me importaba que el mundo viera mi cuerpo desnudo. Solo que, por el momento, no deseaba que me reconocieran. Así que busqué el ángulo adecuado para que la cámara encuadrara mi cuerpo, pero dejara fuera mi cabeza. No necesitaba mostrar más.

Finalmente, necesitaba el contenido de la transmisión. Definitivamente tenía que ser algo sola. Aunque podía transmitir una escena de sexo con alguien más, prefería hacer algo yo sola. Por el momento. Tendría que ser una escena de masturbación. Casi todas chicas de la página se enfocaban en eso. Había diferentes estilos: había quien usaba dildos de distintos tamaños y formas (incluyendo algunas formas que semejaban penes de animales o supuestamente alienígenas), ya fuera por vagina, por ano, por boca o una combinación de ellos. Otras modelos usaban frutas. Unas más, solo el poder de sus dedos. Unas pocas, usaban algunos aparatos mecánicos que vibraban o simulaban el entrar y salir de un pene. Con mis recursos, yo no podían tener una maquina de sexo o una silla sybian.

Y eso quería en mi transmisión en vivo.

Pero mis fondos eran insuficientes para conseguir una máquina. Ya bastante había gastado en un par de cámaras y conexiones para la transmisión. Sin embargo, mi ingenio era extenso. Durante algunos días construí un artefacto utilizando un pequeño motor y una serie de palancas. El motor conseguía dar vueltas a un disco, el cual impulsaba un brazo el cual articulé a un tubo metálico largo que al activarse el motor subía y bajaba. Al principio todo era muy inestable, así que le añadí una caja para ocultar el mecanismo con suficiente peso para que no temblara mucho durante la acción. También conecte al motor un pequeño mando con encendido y una perilla para la velocidad, además de conseguir que no fuera muy ruidoso (aunque pensaba utilizarlo cuando mis padres no estuvieran en casa). Sobre el tubo metálico que subía y bajaba monté un dildo de silicona transparente, un enorme pene que me haría el día si el aparato no fallaba. De todos modos, si no lograba hacerlo funcionar adecuadamente, optaría por algún otro juguete del repertorio de mi amiga Julie. Sin embargo, confiaba mucho en este pequeño invento personal, y estaba consciente de que daría un excelente espectáculo en mi primera transmisión en línea.

Finalmente, se dio la oportunidad. Mis padres tenían que viajar nuevamente. Agradecía que sus negocios me dieran esa libertad de estar sola en casa. Varias veces habian favorecido que pudiera actuar con más libertad en algunos servicios de escort. Algún día me emanciparía y en mi propio espacio haría lo que me placiera. ¡Y vaya que si tenía planes! Pero mientras, a aprovechar ese fin de semana sola.

Encendí los aparatos. Verifiqué que todo funcionara. Ingresé a la página en línea y abrí mi cuenta. Ya había calendarizado una sesión y era dentro de 15 minutos. Estaba nerviosa. Mi cuerpo sería visto por un número inimaginable de sujetos. Había colocado la cámara para que mi rostro no pudiera ser apreciado. Solo mostraría del cuello para abajo. Afortunadamente, mi cuerpo no llevaba tatuajes ni tenía cicatrices o marcas que me identificaran. Y con mi escenario montado, tampoco nadie podría identificar mi habitación. Me encantaba el sexo. Me fascinaba probar cosas diferentes. Pero no quería ser señalada en la calle. No por muchas personas, al menos. No por el momento.

Diez minutos.

Comencé a desnudarme. Contemplé mi cuerpo a través de la cámara y la pantalla. El encuadre permitía ver mi cuerpo, pero no mi cara. Enseguida me calcé unas medias blancas las cuales sostuve en su lugar con un liguero. Luego me coloqué una diminuta tanga y un brasier blancos, con encaje, dejando entrever mi raja y mis pezones. Me veía sumamente sensual, lista para la acción…

Cinco minutos.

Contemplé mi inventó. Estaba colocado frente a la cámara, con el pene de silicona transparente apuntando al cielo, retador. Previamente había corroborado su adecuado funcionamiento, pero sin probarlo en mi cuerpo. Quería guardar ese momento para la cámara. No sabía si funcionaría adecuadamente, o se rompería a la primera, o se trabara y terminara todo. Ante un panorama así, decidí seleccionar algunos juguetes sexuales del repertorio de mi amiga Julie. Tome cuatro juguetes: Un pene negro enorme muy rígido, un vibrador con estimulador de clítoris, un consolador de plástico transparente que consistía en una serie de esferas unidas, y mi viejo y confiable vibrador violeta metálico.

Miré el reloj en el celular. Había llegado la hora.

Estaba lista.

Saludé a los espectadores. Eran pocos. No esperaba mucho, siendo nueva. No me afligía. Tampoco deseaba un público muy numeroso. Había tomado las precauciones para que no me reconocieran, pero uno nunca sabe. No tenía problema con que el mundo supiera de mis gustos. Pero aún vivía con mis padres, y todavía les debía respeto a ellos y su hogar.

Bailé frente a la cámara. Contonee mis caderas, suavemente. Dejé que mi público contemplara la redondes de mis nalgas. Me di un par de palmadas, para que vieran como vibraban brevemente, para que vieran su firmeza. Di la vuelta y me recliné frente a la cámara. Ahora los deleitaría con mis pechos, redondos, firmes, jugosos. Los acaricie por encima del sostén y al punto los pezones se pusieron duros. Vi de reojo el numero de espectadores y como iba aumentando poco a poco. Los comentarios se incrementaron por igual. Había muchos halagos y distintos comentarios que rayaban en la vulgaridad. Uno que otro pedía que mostrara mi rostro, pero eran muy escasos. La mayoría aclamaba mis tetas y mis nalgas. Acerqué mi sexo a la cámara y tiré de la tanga hasta que la misma fue tragada por mis húmedos labios vaginales. Aflojé los tirantes de la tanga, disminuyendo la presión de la tela sobre mi sexo. Volví a tirar de ellos haciendo que la tela partiera mi húmedo sexo. Deslicé una mano ahí, y metí un dedo a mi vagina, haciendo a un lado la restirada tela de la tanga. La humedad había comenzado a inundar mi sexo. Me estaba poniendo a punto. El solo pensar en mi maquina hacía que deseara saltarme esa etapa e ir directamente a montarla. Pero era parte del espectáculo. Los comentarios subían de intensidad, mi público aumentaba. Los depósitos a mi cuenta comenzaron a fluir. El dinero era importante para mí, pero lo principal era la experiencia. Podía imaginarme el montón de individuos viendo mi transmisión, jugueteando con mi pene, soñando con meterlo en mi coño o en mi culo. Era una lastima que no pudieran ver mi rostro. Desearían también meterlo en mi boca. Metí dos dedos en mi vagina y comencé a estimularme. Con la otra mano jugueteaba con mis senos, aun cubiertos con la lencería. Tomé el borde del sostén y expuse mi pezón. Mi duro pezón. Lo pellizqué y un torrente de dolor y placer inundó mi cuerpo. Me encantaba esa sensación. Probé con el otro seno pellizcando el pezón más fuertemente. El dolor unido a la excitación sexual hizo que mi cuerpo vibrara. Saqué mis mojados dedos de mi sexo y con ambas manos bajé las copas del sostén exponiendo mis tetas. Jugueteé con ellas y volví a pellizcar mis senos. Mis piernas templaron. Mi sexo expulsó mas jugos.

—¡Oh, Dios! —exclamé excitada— Esto es tan deliciosooo…

No era una actuación. Yo no sabía actuar. Lo que mis espectadores veían era lo que yo sentía. No había nada que fingir. Masajeé mis senos, para que soñaran con una buena rusa con mis encantos. Yo me imagine apretando penes de distinto color y tamaño con ellos, estimulándolos, obligándolos a eyacular sobre mí, sobre ellos. Ya lo había hecho en un servicio de escort y lo hacía de maravilla, según mis amantes. Acomodé la cámara para bajar un poco la vista. Ahí estaba, la máquina que había construido, con el falo transparente al aire. Dirigí mis tetas al falo y lo aprisioné. Si mi público no había imaginado esa escena con ellos, ahora si lo haría. Los comentarios giraron en ese deseo. Ellos deseaban que ese pene de silicona fuera su propio miembro. Debía de haber un montón de masturbaciones que se hacían con mi cuerpo en sus mentes, poseyéndome en su imaginación. Mis tetas no dejaron de recorrer el pene de arriba abajo, completamente aprisionado entre ellos. Yo deseaba que ese pene fuera de carne, caliente, sensible, capaz de responder a mis estímulos. Así que yo seguía imaginando que se trataba de los penes de mis espectadores. Ansiaba que ese dildo de silicona eyaculara sobre mí, sentir ese líquido viscoso y caliente, frotarlo en toda la superficie de mis pechos, llevarme un poco a la boca y saborearlo.

Terminé con esa escena.

Acomodé la cámara, levantando la vista a su forma inicial. Le di la espalda a la cámara, tomé mis nalgas entre mis manos, separándolas, buscando aprisionar entre ellas el falo de silicona. Así, con el falo entre mis nalgas las deslice arriba y abajo, masajeando ese pene sintético, haciendo soñar a mi auditorio. Abrí las piernas e hice que mi sexo tocara la punta del dildo. Los comentarios me instaban a introducirlo ya, pero continue por algunos minutos acariciando la entrada a mi sexo la punta de aquel falo artificial. Había previsto un tubo con lubricante, no fue necesario. Aquella parte de mi cuerpo estaba más que mojada, estaba a punto, ansiosa de probar mi invento.

Abrí más las piernas y mis labios se separaron. Dirigí mi sexo al dildo y penetró sin ninguna resistencia. Me empalé frente a mi público emitiendo unos gemidos. Bajé mi cuerpo lentamente hasta que aquel dildo penetró por completo mi vagina. El dildo era enorme, pero el apetito de mi sexo era mayor. Entonces proseguí con movimientos arriba y abajo, candentes, rítmicos, mientras aquel falo transparente entraba y salía, deslizándose suavemente dentro de mi ser. Al principio me moví con velocidad lenta, haciendo pequeñas pausas mientras mi vagina degustaba aquel objeto en su interior. Me encontraba disfrutando cada centímetro de esa pieza de silicona. A través de la pantalla podía ver como la oquedad de mi vagina se veía a través del pene transparente. Se podía apreciar como mis jugos manaban desde dentro y se escurrían en las caras internas de mis muslos. Juguetee así algunos minutos, acelerando mis movimientos, luego reduciéndolos a ciclos, mientras mi excitación aumentaba. De verdad, aquel dildo era enorme, pero con mi vagina alcanzaba a devorarlo todo.

Tras dar un amplio movimiento, aquel dildo salió de mi vagina. No me importó. Seguí masajeando aquel cilindro con mis nalgas, recorriendo arriba abajo con mi fabuloso trasero, acercándose peligrosamente a mi ano. Mi público pedía que lo introdujera por ahí. Por el momento, esa no era mi intención. Con habilidad, mi vagina alcanzó la punta de aquel pene tras lo cual volvió a penetrarme. Me volví a deslizar en el hasta el fondo. Estaba extasiada. Elevé un poco mi cuerpo y moví mi cadera de un lado a otro, mientras mis nalgas rebotaban de un lado a otro manteniendo aquel objeto dentro de mi sexo. No paraba de gemir. No paraba de moverme. Me sentía sumamente caliente.

Finalmente, activé el mecanismo de aquel aparato creado por mí. Inicié con una velocidad lenta, disfrutando cada entrada y salida, sintiendo las rugosidades de aquel falso pene. Solo me quedé ahí, con las piernas abiertas, mientras aquel aparato me hacía suya. Aumenta la velocidad. A los pocos minutos vino un orgasmo, uno pequeño. Mi gemido fue breve, ahogado. Mi público pedía más.

Aumenté la velocidad. Y después más.

Mi vagina no ofrecía ninguna resistencia al movimiento de aquel cilindro de silicona. Cada embestida era bien recibida.

—¡Dios, mío! —grité al llegar otro orgasmo.

Pero no apagué la máquina. Mi cuerpo tembló, mis piernas querían doblarse, pero me resistí. Seguí de pie, soportando esa sensación vibrante recorriendo mi cuerpo. Eso le encantó a mi público. Y pidieron más. Aumenté la velocidad de mi máquina, y junté mis piernas, manteniendo mi coño empalado con aquel aparato, entrando y saliendo a una velocidad moderada. Mis jugos empaparon el dildo y saltaban hacia mis muslos y piernas, y al suelo. El sonido del dildo castigando a mi húmedo sexo me puso más caliente. Era un chapoteo sucio, caliente, excitante. Casi al llegar otro orgasmo paré la máquina. Me castigué a mí misma, evitándome la corrida. Con el dildo en pausa, mi cadera comenzó a trabajar subiendo y bajando a través de aquel empapado objeto. Mis manos se dirigieron a mis tetas, pellizcando mis pezones, poniéndolos duros, como piedras. Apreté mis senos, dejando las marcas de mis dedos en la piel. Enseguida volví a encender la máquina. A velocidad elevada. El orgasmo que me había negado acudió rápidamente, tan intenso.

—¡Que bieeeen… seeee… siente….! —grité.

Deseaban que mi público pudiera ver mi cara, la contracción de mis músculos por el placer. Todo mi cuerpo templó. El orgasmo recorrió todo mi ser partiendo desde mi sexo violado una y otra vez por aquel dildo. No lo apagué. Mis movimientos se detuvieron ante el espasmo de mi cuerpo, pero continúe con el dildo

—¡Quierooooo… más! —grité, como si hubiera un amante ahí, como si la maquina pudiera escucharme.

Aumenté la velocidad de la máquina y una serie de orgasmos se presentaron, a medida que iba recibiendo las rápidas embestidas de aquel dildo de silicona transparente. Mis jugos habían empapado todo desde la cintura hacia el suelo. El olor de mi sexo impregnó la habitación. Como deseaba que mis espectadores gozaran de esa fragancia.

—¡Estoooo… es taaaaaan… de… licioooo… sooooo! —exclamé al sentir otro par de orgasmos.

Al final, mi máquina se apagó. Intenté echarla a andar de inmediato, pero se negó a continuar. Me sentía orgullosa por haber vencido a la máquina. También me sentía frustrada porque aún no había terminado. Aunque me había corrido varias veces, aún podía dar más de mí.

—¡Necesito más! —grité desesperada.

Tomé el dildo negro de los cuatro juguetes que había seleccionado para una eventualidad así, lamí la base que consistía en una copa de succión y lo planté con fuerza en el suelo. Durante una fracción de segundo recordé que estaba frente a una cámara y no deseaba que mi rostro apareciera en la transmisión. También pensé que todo había sido tan rápido que posiblemente no pudo verse nada. Acomodé la cámara para que captara más a nivel del suelo. En seguida me arrodillé sobre el enorme dildo y lo introduje en mi sexo. Aunque era más grande y grueso que el dildo de silicona transparente de mi máquina, estaba tan caliente y tan húmeda que no tuve ningún problema para introducirlo casi hasta al fondo. Así, nuevamente empalada, comencé a moverme para meter y sacar ese hermoso pedazo de silicona negro.

—¡Esto no acaba hasta que yo digo! —comenté.

Mi público estaba fascinado con mi actuar. Hubo elogios por la intensidad de mi calentura alternados con aclamaciones a mi ardiente coño que no se conformaba con poco. Continué montando el dildo, cada vez con más candencia y velocidad. Logré alcanzar otro par de orgasmos. Mis rodillas estaban lastimadas, así que cambié la posición: Me puse boca arriba, apoyada sobre mis talones y mis manos mientras mantenía el dildo negro en mi sexo. Me moví en círculos, me elevaba y bajaba para que aquel objeto me penetrara y saliera en un ciclo delicioso. Otro orgasmo. En parte era la acción que realizaba, en parte al verme en la pantalla. En esa posición se podían ver mis tetas saltando en cada movimiento. Con una mano para no perder el equilibrio estrujé una de ellas y pellizqué mis pezones. Quería que se mantuvieran firmes, retadores a la cámara. Otro orgasmo que se anunció con un grito. Dejé que mis nalgas cayeran al suelo con lo que logré introducir por completo el dildo. Un calambre pasó por mi espalda, manado de entre mis nalgas. Alcancé mi amado vibrador violeta y tras activarlo, me dispuse a estimular mi clítoris. Como pude, continue con los movimientos de entra y sale del dildo negro. Alcancé un orgasmo pequeño. Mis piernas estaban cansadas, temblorosas. Me desempalé y alcancé el vibrador con estimulador de clítoris, lo activé en vibración y rotación, a máximo nivel. A esas alturas ya no podía iniciar en niveles bajos. Estaba tan caliente, deseando más placer. Sabía que estaba a unos pocos orgasmos de terminar. Y sabía eso, que aún no terminaba. Metí el vibrador hasta el fondo, sintiendo mi vagina revolverse de un lado a otro. Lo empujé con fuerza. No era tan grande como el dildo negro, así que tenía que empujar cada centímetro para ayudarme. Mi clítoris estaba tan hinchado de tanta estimulación. Así me mantuve, con ambas manos presionando aquel objeto de placer hasta el fondo, mientras mi sexo era agitado con cada vibración y rotación.

Finalmente, una cadena de orgasmos.

Mis manos soltaron el vibrador mientras yo me desplomaba en el suelo. El vibrador siguió trabajando, pero ya había alcanzado el clímax. Acaricié lentamente mi cuerpo, mis tetas, mis pezones, mi cintura, mis caderas, mus muslos. Por último, llegué a mi sexo ocluido con el vibrador en funcionamiento. Lo saqué de su lugar de resguardo y lo contemplé. Estaba tan mojado. Me llevé la punta a mi boca y lamí los jugos con los que estaba manchado. Había que dejarlo limpio y mi lengua era el instrumento de limpieza. Posteriormente lo dejé a un lado, con suavidad.

Alcancé el celular y vi los comentarios. Mis espectadores estaban sumamente complacidos. Yo lo estaba aún más. Me despedí de ellos. La transmisión había durado bastante más de lo que esperaba.

Los invité a seguirme, porque definitivamente habría mucho más en el futuro…