Diario de una adicta. 2.-Robert y la rara relación

Tras relatar el origen de mi adicción al sexo, mi relación con Roberto ha comenzado. No es mi novio, solo lo quiero para poder tener sexo oral. Le llamé desde mi casa y allí se plantó

Perdón por la tardanza en subir mi segundo relato. Al leer los comentarios que me decían que mi anterior historia era muy corta, me desanimé un poco por equivocarme en donde poner el texto, pero si este sigue gustando, prometo ser más regular y contar mi larga historia por completo, aunque me gusta ir poniéndola de poquito a poquito. Nada de textos largos

En el anterior relato os dejé después de mi primera experiencia de sexo oral en el instituto. El chico era Roberto, un chico repetidor, moreno, alto, marcadito y con una alabarda más que aceptable. Después de la aventura en los baños del instituto, esperé el momento adecuado para llamarle, ya que el no lo hacia y ya había pasado una semana del suceso. Un día, mi madre me dijo que se iba a cenar con mi padre y mi hermano. Le dije que no se preocupara por mí, que ya me hacia yo la cena o que cenaba por ahí con mis amigos. Nada más que cerraron la puerta, me avalancé hacía el teléfono y marqué:

-¿Roberto? Estoy sola en casa.

-¿Y qué quieres?

-Ehm... hijo, que cortito eres... ¿Tu acuerdas lo que hicimos la semana pasada en los baños, ¿no?

-¡Claro! ¡Cómo no me voy a acordar! Pero hija, es que desde que pasó eso, no hemos vuelto a hablar... no sé si es que no te sentías cómoda conmigo.

-Bah, a ver... no es que me caigas especialmente bien, no quiero ser tu amiga. Pasó lo que pasó y pasó contigo... y con la que me quiero llevar bien es con tu polla, que sabe como los ángeles.

-Joder hija, que borde eres... pero estás como un tren, no te puedo decir que no... ¿Entonces tiro para tu casa? ¿Y me llevo un bocadillo para pagarte como la otra vez? Jajajajaja

-Ains... está vez te saldrá más caro... traete diez euros para invitarme a cenar por lo menos, graciosillo...

Roberto no tardó ni veinte minutos en llegar a mi casa. Es curioso porque estaba harta de verle en el instituto y pese a las ganas que tenía de que llegara ese momento, no me sentía nunca muy excitada. Pero justo cuando lo vi en la puerta, mi cuerpo subió por lo menos 6 grados de temperatura. Venía con una camiseta lisa y unos vaqueros, tampoco es que se hubiera esforzado mucho en arreglarse. Yo la verdad que tampoco, llevaba un vestido amarillo muy primaveral. Lo típico para estar por casa y salir por el barrio.

Eché la llave de mi casa y la deje puesta, para que si mis padres regresaban no pudieran entrar y pudiera arreglar la situación. Fuimos a mi cuarto y nos sentamos cada uno en una silla, sin saber bien como actuar. Pese a que ya tuvimos sexo oral en el baño del instituto, fue un arrebato. Ahora estabamos allí, con una situación algo incomoda, ya eramos jóvenes, queríamos un mismo fin, pero no sabíamos como empezarlo. No era algo espontáneo como la otra vez, esto lo habíamos preparado. Entonces, Roberto me miró y sondeó el terreno:

-Bueno... ¿Cómo lo hacemos? ¿Me desnudo? ¿Te desnudas?

-Más quisieras tu verme en pelotas, Roberto... y no, no te desnudes porque si llegan mis padres, tenemos que ser rápidos...

-Pues entonces... tendremos que enrollarnos para caldear esto un poco, ¿no?

-Por lo que veo en tus pantalones no es que te haga falta animarte mucho... jajajajaja

La verdad es que la tienda de campaña de Roberto estaba en todo lo alto. No me quería desnudar, la verdad, porque Roberto no me gustaba. Físicamente sí me ponía, y muchísimo, pero quería que el primero en verme desnuda fuera alguien a quien quisiese. Eso pensaba entonces. Pero bueno, como algo había que hacer para romper el hielo, acepté a enrollarme con él. Roberto estaba sentado en una silla de ordenador, de las que tiene el espaldal alto.

Yo me senté encima de él, pasando mis piernas por su cintura y dejándolas pasar entre el espaldal y la superficie de la silla. Me quedé a centímetros de su cara y le empecé a besar. Primero eran simples besos superficiales, pero mi lengua ese día estaba juguetona y no tardo en explorar su boca. Roberto me abrazaba, y noté que su mano empezaba a bajar con destino a mi culo. Yo le cogí la mano y le paré.

-Roberto... te he dicho que vinieras para lo que te he dicho que vinieras... bastante que me estoy enrollando aquí contigo... así que no pretendas tocarme el culo ni nada de eso.

-Joder Silvia, ¿no te importa chupármela y no me dejas que te toque el culo? ¡Yo te dejo que me hagas todo lo que quieras!

-Ya te hago todo lo que quiero, lo que no quiero es que me lo hagas tu a mí... Ya gozas bastante con lo que te hago, no lo estropees...

-Anda... ¿Por qué no empiezas ya abajo? Que esto ya está listo...

Cómo hablar con Roberto era perder todo el encanto, decidí hacerle caso e ir a por lo que quería. No sabía porque lo deseaba tanto, pero estaba muerta de ganas de repetir. Me levante de la silla y me puse de rodillas. Le desabroché los vaqueros, le bajé un poco el calzoncillo y allí estaba su polla. Con algo de pelito en su zona púbica y con todo el miembro en erección. No recuerdo haber cambiado la expresión de mi cara, pero Roberto me gritó que se me había iluminado y se empezó a reirse a carcajadas.

Yo ya no pude esperar más y me la metí entera en la boca. Ese sabor salado me llevó a la gloria. Empece a menear lentamente la cabeza de arriba hacia abajo, succionando de vez en cuando. No quería que con el calentón que él tenía, eyaculara pronto. Paraba de succionar y jugaba con mi lengua. Me encantaba cuando me ponía a jugar con mi lengua en su capullo, y por la cara que él ponía, también le gustaba. Después de recrearme en su miembro, midiéndolo con mi boca, y juguetear con el con mi lengua, Roberto puso su mano en mi cabeza y me empezó a marcar el ritmo, cada vez más rápido. Hasta que llegó un momento en que me preguntó:

-Silvia, estoy a punto de correrme... ¿qué hago?

-Uhmg, uhgm (No podía parar de chupar y le hice señas con la mano de que siguiera, que no pasaba nada)

-Joder, que no tienes porque dejarme acabar en la boca, y muchos menos tragártelo.

-¡Uhmg! (Le dije mientras le tiraba un pellizco en la pierna)

-¡Ah! ¡Vale vale! Eres la puta ostia...

Roberto me avisó cuando se iba a correr y allí me vino. Y entonces recordé el porqué necesitaba chuparle la polla. Cuando noté su leche en mi lengua, mis papilas gustativas se activaron y me llevaron al séptimo cielo. Su corrida no era muy abundante. No sé si sería por que sus hormonas estaba haciendo de las suyas y se pajeaba como un mono, o que en ese aspecto iba lentito de desarrollo. Pero esa corrida me supo estupenda. La saboreé un instante y me la tragué.

-¿De verdad te gusta que me corra dentro de tu boca, Silvia? Qué no me has dejado ni sacarla... si saliera con algo mas de fuerza te ibas a atragantar...

-Dios, no sabes cuanto... La primera vez que te la chupé, ya me sorprendí que me gustara chupar una polla, siempre lo había visto algo... puaj... pero ya después cuando te corriste en mi boca... es lo que me enganchó a tí.

-Oye... ¿ahora después podremos volver a enrollarnos?

-Uhm... pues tenemos un rato antes de cenar... según...

-Pues por favor... lavate los dientes antes, que me da cosa.

Así lo hice. Era normal, no querría saborar su propio semen. Aunque personalmente, si fuera tío, estaría todo el día abasteciéndome, no he probado nada igual. Pero comprendo que a un tío heterosexual no quiera saborear su semen. Me fui al baño, me lavé los dientes, cogí mi chaqueta y nos fuimos a dar una vuelta antes de ir a cenar. Durante esa vuelta, Roberto me echó la mano por los hombros y se mostró muy curioso por nuestra situación:

-Oye Silvia... después de todo esto... ¿somos pareja?

-No por dios... estás bien para un rato... pero no quiero que seas mi novio.

-Entonces... ¿Qué somos?

-Yo de ti no soy nada... Tú de mí... tu eres mi polla. Jajajajaja

-Anda que... y oye, ¿Por lo menos me dejarás tocarte el culo? Qué lo máximo que me has dejado es la cintura y la cabeza, hija...

-No creo que llegues a tocarme el culo... ya te he dicho que tienes más placer del que te mereces.

-¿Y ni una teta?

-¡Eso menos!

-Ofú... bueno... visto que solo quieres comérmela... ¿me dejarás un día que me corra en tu cara?

-¿En mi cara?

-Sí, lo vi en una película... la verdad que me pone bastante. Es como dejar mi marca. Jajajajajajaja.

-Bueno... ¿ves? Eso está bien... que busques cosas para innovar dentro de tus límites.

Tras escuchar las muchas cosas que había visto en las películas porno, llegamos a la hamburguesería. Los dos pedimos de cenar y nos sentamos en una mesa pegada a la ventana No había mucha animación ya que era un día entre semana y estábamos prácticamente solos. Aprovechamos para empezar a discutir como sería nuestro próximo encuentro.

-Pues ya sabes Roberto... Cuando veamos que podemos estar un buen rato solos en casa... tenemos que llamarnos ¿Está bien?

-Creo que nadie en su sano juicio te diría que no a eso.

-Pero las condiciones han de ser las mismas. Un poco de rollo y solo te la como. ¡Ah! y tengo que ser compensada por ello, aunque sea como hoy, con una cena. Qué yo te tengo que soportar a ti y tu no soportas nadas porque estás encantado... aquí todos tenemos que pagar...

-Pues has subido tu precio de un bocadillo a una hamburguesa... tu precio va subiendo guapa.

-¡Oye! ¡No me llames puta! Yo hago que te lo pases bien mientras que yo me lo pase bien... pues tu me tendrás que dar las gracias de alguna manera, ¿no?

-Está bien, está bien... que es broma preciosa... ahora mismo tengo lo que cualquiera de la clase quisiera tener. A ver cuando podemos repetir.

Roberto no tenía mucha más conversación. Sólo sabía hablar de porno, deportes y videojuegos. Ahora, con el tiempo, me doy cuenta que la verdad es lo típico de lo que a esa edad un chico sabe hablar. Pero yo me empezaba a aburrir en la hamburguesería y otra vez empezaba a entrarme calentura viéndole. Me quite la zapatilla del pie derecho y la lleve hacia la entrepierna de Roberto, que puso una cara de sorpresa espectacular

-¿Qué haces?

-Ahora dime que no te gusta

-Pero... ¿qué pretendes?

-Es que mi hamburguesa no llevaba suficiente mayonesa... ¿Crees que después me podrías dar un poco de tu mayonose en el callejón de detrás? (poniendo cara de pena)

-Joder, estás como una puta cabra

-¿Eso es que sí?

-Me tienes cogido de los huevos... nunca mejor dicho

Estaría como una puta cabra (y eso que Roberto no podría ni imaginar la de cosas que haría después sin él), pero no se resistió. Acabamos en el callejón de detrás de la hamburguesería, un sitio oscuro al que nadie entraba, y que desde el fondo y de noche, no se veía la calle principal. Lo único que había en ese callejón era la puerta trasera del local y que sólo se habría cuando cerraban para tirar la basura. Tras unos pocos besos calientes, le dije a Roberto que estuviera atento a que no viniera nadie. Y así acabamos la noche, aliñándome la hamburguesa a posteriori, con otra corrida que hizo que mi entrepierna se estremeciera. Bueno, la noche acabó ahí para él. A mi no me quedaba mas remedio que tocarme en casa. Y es que no sabía lo cerca que iba a estar de dejarme llevar y perder todo principio que me quedaba.

En el próximo relato, si os gusta y queréis que siga, os contaré como perdí mi virginidad. Y os prometo que no tardaré tanto en escribir! Esta vez no me desmotivaré.

Un besito a todos

Silviafilia