Diario de un vampiro

Diario de un vampiro que se dedica a follarse mortales para escoger a las mejores candidatas para la sociedad de vampiros.

DIARIO DE UN VAMPIRO 1.

Mi nombre es Murat. Soy un vampiro nacido 1.264. Como la mayoría de los que quedamos, soy un cruce entre varias razas. Durante el siglo XX participé en la absurda guerra entre puros e híbridos. La guerra cesó cuando sólo quedábamos menos de 3.000. Después de los acuerdos de paz, comenzamos a trabajar en recuperarnos demográficamente. Los más vampiros más puros, tanto hombres como mujeres, están fuertemente protegidos. Su rol en esta nueva sociedad es cruzarse una y otra vez con mortales, hasta lograr especímenes de 80% vampiro-20% humano, el mínimo aceptable para ser considerado vampiro y poder llevar una vida como tal dentro de la sociedad.

Mi padre era un Incubus, vampiros nocturnos que, a través de los sueños, son capaces de seducir a cualquier mujer y así, poseerla, tanto para disfrute sexual, como para drenarles la vida. Mi madre era un Varacolaci, una de las razas más poderosas, capaz de causar eclipses lunares y solares (algo prohibido desde que el humano entendió como tales fenómenos se producían de forma natural), capaces de convertirse en cualquier animal y adoptar cualquier forma humana. Mi trabajo es encontrar de entre las mortales, las mejores candidatas para ser adquiridas por nuestra sociedad. Cada Luna Nueva tengo que entregar una nueva mortal, por lo cual tengo una vida bastante ajetreada, ya que debo encontrar, estudiar y seducir una nueva mujer en menos de un mes, además de probarla sexualmente, antes de ser transferida a nuestro gobierno. Yo pueda morderlas, pero sólo para beber sangrre; no tengo permirso para convertirlas, ya que este privilegio sólo lo tienen los puros.

Normalmente trabajo solo. Mi novia, una híbrido mitad guerrera, mitad Súcubo, trabaja de guardaespaldas de una de las vampiresas más puras de nuestra sociedad. Disfruta de muchas vacaciones de varios días durante el año y entonces siempre me acompaña en mis encuentros sexuales con las candidatas, pues, además de que no deja escapar ninguna oportunidad de tener sexo conmigo, como es bisexual, disfruta gratamente montando tríos con mis víctimas.

Mientras escribo esto en mi portátil, mi última víctima duerme placenteramente a mi lado. Pronto llegarán a recogerla. La ventana está abierta y la hora pactada se acerca. La fría brisa ha endurecido sus pezones y no puedo evitar besarlos de nuevo. Pero ahora volvamos al comienzo de la noche:

Había quedado con ella en una discoteca pues mi víctima apenas tiene 18 años. Hasta esta noche sólo la había masturbado en las escaleras de su casa y le había comido el coño en los baños de su facultad; ambas veces tuve que ahogar sus gemidos con mi mano y rechazar sus ofrecimientos de que la follara allí mismo. Siempre que seduzco a una mortal, ésta siente tal deseo sexual que no se controla. Con ella había acertado de pleno. Era muy joven, por lo tanto estaba muy valorada por mis jefes. Pero no sólo eso: con apenas una charla de camino a su casa, ya estaba dispuesta a dejar que me la follara a pocos metros de la puerta de la casa de sus padres y, durante nuestro encuentro en la universidad, se corrió cuatro veces en apenas quince minutos. Sin lugar al error, esta niña era una candidata perfecta. Sólo había follado dos veces, por lo que que fuera tan deshinbida y estuviera tan deseosa de dejarse hacer lo que yo quisiera, era señal inequívoca de que esa niña era un volcán con la que mis jefes quedarían gratamente complacidos.

Llegué a la discoteca y me dirigí a la barra a pedir un whisky. Llegué bastante cachondo, por lo que no podía evitar que mis habilidades se fueran despertando. Cuando estoy excitado, mi cuerpo emite un olor que sólo huelen las mujeres y que, sin saber lo que perciben, se sienten irremediablemente atraídas por mí. Cuando las mortales ya están excitadas, al mirarles a los ojos fijamente, consigo que se me entreguen en cuerpo y alma. Sin embargo, normalmente trabajo sin utilizar dichas habilidades; prefiero seducirlas poco a poco, con palabras, con gestos, con miradas... Cuando ya están dispuestas y mi ego, satisfecho, utilizo mis armas para que la renidición sea total. Pero si estoy excitado, no puedo evitar producir ese olor y esto, en lugares muy concurridos, a veces supone una complicación en mi trabajo.

Mientras me tomaba el whisky pude comprobar que mi víctima aún no había llegado. Una chica que estuvo un par de minutos a mi lado charlando con uno de los camareros, acabó por invitarme una copa y ofrecerme ir a dar una vuelta, a su coche... Le dije que esperaba a alguien y aunque insistió, me negué a irme con ella, no era para tanto la chiquilla; así que se marchó, no sin antes dejarme su teléfono y besarme en la comisura de los labios.

Entonces oí una voz a mi espalda:

-¿Insistente pero insuficente, no?

Era la camarera, hablándome desde detrás de la barra al oído:

-Te mereces una copa. Pero esta vez un buen Malta. Se ve que eres exigente y no te contentas con poco.

-Gracias. Por la copa. Y por el cumplido.

-De nada, guapo. Si no es mucho preguntar –me dijo mientras me servía el whisky -: ¿a quién estás esperando? Aquí conozco a todo el mundo.

-Sí, es mucho preguntar –le respondí.

Sonrió frunciendo el ceño. Parece que mi atractivo le había afectado mucho y que yo le parecía todo un reto.

-Me gusta la gente como tú. Estoy demasiado acostumbrada a que todos me ofrezcan su atención a poco que me acerque.

Y viendo lo buenísima que estaba, no me parecía una exageración lo que decía. Era una preciosidad de cabellos negros y ondulados, ojos azules y labios gruesos. Llevaba un escote pronunciado, todo un escaparate que anunciaba dos grandes pechos, bien formados y excelentemente levantados. Se alejó un momento de mi sitio para ayudar a su compañero y pude contemplar unas piernas infinitas que no acababan hasta una mini, que apenas se movía dejaba ver unas pequeñas braguitas rojas. Cuando volvió junto a mí, le dije:

-¿Y si puedes tener a cualquiera por qué me has invitado a una copa?

-Porque pronto tengo mi descanso y pensé que con un par de copas estarías a punto para acompañarme un rato.

Yo había ido allí a trabajar, pero la niña no daba llegado y la camarera era toda una tentación. Acabé por decidir que podía darme un gusto con ella, porque llevaba varios días sin correrme y no estaría mal llegar con mi herramienta un poco rodada a la prueba de la candidata.

-¿Y qué sueles hacer en los descansos?

-Pues me voy a la despensa y descanso en un sillón fumándome un porrito de marihuana. Aunque hoy no me apetece fumar sola. ¿Te vienes?

-¿Es buena la marihuana?

-Tanto como yo .

-Pues, venga, vamos.

Me cogió de la mano, avisó a su compañero y me llevó hasta la despensa. Nada más cruzar la puerta se abalanzó sobre mí, comiéndome la boca con desesperación, besándome y mordiéndome el cuello e intentando quitarme la camisa. Estaba muy, muy cachonda. Se ve que al estar hablándonos tan cerca por culpa del volumen de la música, le había hecho aspirar grandes dosis de mi olor. Al coger mi mano y llevármela a su entretepierna, pude sentir por encima de su braguita que estaba tan empapada que le goteaba por las piernas. Estaba totalmente desenfrenada.

-¿No veníamos a fumar un porro?

-Anda, ¡cállate, cabrón! Necesito que me des guerra ya. Lo único que me quiero llevar a la boca es ese pedazo de polla que tienes ahí.

-Pues dame la marihuana y yo me lo curro mientras tú te lo curras conmigo.

Dicho y hecho, sacó de un escondite una bolsita con marihuana y papel de liar y me empujó al sillón. Aún no había acabado de coger la cantidad de marihuana necesaria y la camarera ya me estaba trabajando con su boca. Nada de prolegómenos, ni caricias, ni besitos en el capullo ni lametazos por el tronco. Directamente se la tragó hasta la mitad y en cada envite se esforzaba por tragar algo más, hasta lograr que su nariz chocara con mi pelvis. No se apartó un segundo de su trabajo. Me estaba dando tal mamada, que me costó acabar de hacerme el porro. Pero ella no paró ni un segundo, no dijo ni una palabra. Sólo chupaba con todas sus ganas y me miraba a los ojos con lascivia. Le ofecí el porro para que fumara. Ella cogió mi polla entre sus pechos y empezó a pajearme mientras fumaba de mi mano. Al coger la primera calada, echó el humo sobre mi polla y sus tetas y a la segunda, volvió a chuparme la polla sin haber expulsado el humo.

Un minuto después se levantó y me pidió que me quitara los pantalones.

-Quítamelos tú –le respondí secamente.

Ella acabó de sacarse su falda, sus braguitas y la camisa, quedando sólo con un corpiño de cuero que le ordené que no se quitara. Mientras me arrancaba los pantalones y los calzoncillos, tardando más que si lo hiciera con calma, yo me despojé de mi camisa. Al momento se intentó montar sobre mi polla, pero yo se lo impedí metiéndole bruscamente tres dedos en el coño, haciéndola ponerse de pie otra vez. Ella no sólo no se quejó, sino que emitió un gemido y se dejó hacer mientras se apretaba las tetas y se llevaba uno de sus pezones a la boca. La masturbé con fuerza, provocando que se volviera loca y sus piernas comenzaran a temblar, dificultando su equilibrio. Entonces me incliné hacia ella para comerle el coño. Después de unos pocos lametones, le mordí el clítoris, al tiempo que clavaba mis dedos en su interior tan profundo como podía. En medio de un alarido de dolor, se corrió estrenduosamente, y una buena cantidad de líquidos empezaron a brotar de su coño, empapando mi mano, sus piernas y formando un charco en el suelo que me dejó alucinado. "A ver si me acabo de encontrar por casualidad con una candidata de las buenas", pensé.

Tras su orgasmo se dejó caer de rodillas al suelo, sin dejar de emitir gemidos cada vez que su cuerpo se estremecía en intervalos de diez segundos. Me levanté y sin mediar palabra, le metí la polla en su boca, para conseguir que reaccionara. Al poco tiempo ya estaba llevando ella la iniciativa de la mamada, por lo que vi que ya estaba preparada. Me separé de ella y le mandé que se subiera de rodillas sobre el sillón.

-Sííííí, por favor. Fóllame. Necesito que me folles duro. Estoy más cachonda que nunca.

Y antes de que siguiera hablando, la embestí con todas mis fuerzas, sin apuntar mi polla a su coño siquiera, y ésta entró sin problema, tal era la excitación que tenía y lo chorreante que estaba su coño. Tras media docena de embestidas y mientas gritaba toda una caterva de obscenidades, se metió su dedo corazón en el culo y empezó a bombeárselo. Poco después ya eran dos los dedos con los que se taladraba el culo. La tentación era grande y me dispuse a metérsela en el culo. Al sacársela, ella entendió que yo había aceptado su invitación y me dijo:

-Sí, cariño, fóllame el culo. Nunca había estado tan mojada. Tienes una polla grandísima, pero estoy tan empapada que necesito algo más fuerte.

Entonces, un poco herido en mi orgullo, pensando que mi polla le sabía a poco, se la volví a meter en el coño, esta vez con verdadero ensañamiento, sacándola del todo en cada embestida, para que la nueva entrada fuese lo más brusca posible. Ella se agarró a mi nuca y yo la tenía cogida por los pechos, estrujándole los pezones, arrancándole verdaderos gritos de placer. Se giró un poco y vio que mis colmillos había crecido.

-Tus dientes están... –intentó decir, pero entonces solté sus tetas y le di una traca final agarrándola por los pelos, tirando de ellos como si fueran las riendas de mi montura, hasta que se corrió derepente:

-Sí, sí, cabrón. Me cooooooooooooooorro, Ah, me corro, me corro.

Dejé que descansara un poco con mi polla dentro, pero cual fue mi sorpresa cuando ella comenzó a moverse de nuevo, volviendo a llevar dos de sus dedos a su agujerito posterior. Le quité sus dedos. No quería que se dilatara, prefería metérsela mientas aún lo tuviera bien prietito. No me tomé la molestia de escupirme el miembro para lubricarlo y se la metí en el culo de golpe, hasta el fondo, sin piedad.

Ella comenzó quejándose un poco:

-Joder, me estás rompiendo el culo. Eres un animal. Me lo rompes. Es demasiado grande.

Entonces se la saqué y me decidí a enseñarle uno de mis secretos mejor guardados y más sorprendentes. Le giré la cabeza y le puse mi polla delante de su cara. Ella pensó que quería que me la chupara un poco para empaparme la polla y que entrara con más facilidad. Le dejé que chupara un poco, hasta que le aparté la boca hasta dejarla a cinco centímetros de su cara. Entonces, hice uso de mi habilidad: de pronto, la fogosa camarera, vio como mi polla comenzó a crecer, pasando de sus 23 centímetros originales hasta llegar a los 30, dándole con mi hinchado capullo en uno de sus ojos.

Se quedó boquiabierta:

-Es imposible. ¡Dios mío, es imposible! ¡Te ha crecido la polla! No puede ser verdad.

Aprovechando su sorpresa, la volví a poner de rodillas en el sillón y se la metí directamente en el culo. Esta vez sí que me costó de verdad y sólo pude meterle la mitad. Ella comenzó a gritar y pedir piedad:

-¡No, por favor! Es muy grande, sácamela, por favor. ¡No puedo con eso! ¡Es gigante!

Como dije, sin piedad. De un nuevo y duro golpe, logré metérsela del todo, haciendo chocar mis huevos contra su aún empapadito coño.

-¡Aaaaaaaaaaaaah, me rompes! ¡Ahora sí que no puedo, ahora no! ¡De verdad, no puedo! Me haces mucho daño, me partes el culo. Sácamela por favor. ¡Me estás rompiendo el culo!

Pero no paré. La acometí con embestidas rápidas y profundas y fue llevándolo mejor, ya que era una zorra de las mejores y mi excitación al estarle rompiendo el culo provocó que mi sudor emanara un olor más concentrado que la embriagó. Estaba disfrutando a la camarera con sumo gusto y me alegré de haberme permitido dejar un poco de lado mi profesionalidad. Seguí follándome su culo, agarrándola con mis dos manos por la boca. Ella ya no emitía gritos de queja, sino de placer. Comenzó a chuparme ambas manos y entre cada chupada me animaba a que la siguiera follando:

-¡Sí, fóllame! ¡Fóllame duro! Dame fuerte. Me encanta tu polla creciente, me encanta. Y me encanta que me folles sin piedad. ¡Dios, eres lo mejor! Nunca me habían follado tan duro ni con algo tan grande.

Sus palabras me llevaron al éxtasis. En verdad era una mujer de armas tomar. Decidí darle el gusto de escoger dónde quería que me corriera y, ella, sin dudarlo, contestó:

-Quiero tu leche en mi boca. ¡En mi boca!

Se la saqué y sin decirle nada, se arrodilló en el suelo y me agarró la polla con las dos manos y se metió mi capullo en la boca. La tenía tan grande y gorda gracias a mi habilidad, que apenas podía meterse un tercio en la boca. Hice que mi polla se deshinchara un poco para facilitar su tarea y ella se encontró de pronto con que se la tragó toda y le llegó a la garganta de golpe, lo que le provocó una arcada. Yo ya estaba a punto de correrme, pero ella volvió a sorprenderme:

-¡No, por favor! Vuelve a ponerla como antes, quiero beberme la leche de la polla más grande que he visto nunca.

Cumplí su deseo, pero ella estaba tan excitada, totalmente fuera de sí, que antes de que mi polla vovliera a su formato gigante, se la había vuelto a tragar entera, con lo cual, al volver a agrandar mi polla, casi le desencajo la boca. Ella cerró los ojos ante tal invasión en su garganta, pero no retrocedió ni un milímetro, quizá tampoco podía. Entonces llegaron mis chorros de leche. Al recibir el primero en su garganta abrió los ojos de par en par. Los vampiros nos corremos más abundantemente que los mortales, casi cinco veces más que un humano. Y yo llevaba bastante tiempo sin correrme, así que le envié al menos veinte chorros de espesa leche. Y la zorra de la camarera aguantó tanto como pudo, mucho más que cualquiera chica con la que me había encontrado, hasta que no pudo más y la leche comenzó a brotarle entre la boca, cayendo por sus pechos y sus piernas, llegando al suelo. Cuando me hube corrido, bajé un poco el tamaño de mi polla para que pudiera sacársela de la boca. La camarera, tras comprobar con sus manos su mandíbula, me miró con ojos de fuego y se puso a recoger el semen de sus pechos y a llevárselo golosamente a la boca. Acto seguido, se dispuso a limpiarme la polla, ya en su tamaño original. Me la limpió a la perfección, mientras la sujetaba sobre sus manos con verdadera devoción. La besó una y mil veces, como si acabara de enamorarse de ella.

Me aparté y comencé a vestirme. Ella, mientras tanto, se estuvo mirando el culo, viendo cómo le dolía y comprobando que se podía poner de pie. Le ayudé a limpiarse con una toalla mojada y mientas lo hacía, ella se llevó la mano a mi polla y me dijo, mordiéndose un labio:

-Si quieres ahora mismo le digo a mí compañero que me voy y nos vamos a donde quieras a seguir follando.

-Te dije que esperaba a alguien, bonita –le contesté.

Me mantuve impasible ante su insitencia, que casi rozaba el ruego de que la volviera a follar.

-Bueno, pero entonces prométeme que volverás pronto por aquí. Lo de tu polla no es normal, no lo entiendo. Debo estar colocada. Quiero que me dejes follarte yo a ti, necesito que me dejes volver a sentir tu polla creciente. Toma, este es mi número de teléfono, mi cuenta de correo electrónico y la dirección de mi casa. Cuando quieras, como quieras: soy tuya.

Nos despedimos y salimos de nuevo al local. Mientras volvíamos a la barra, nos cruzamos con mi niña.

-¿No me digas que me has cambiado por esa? –me dijo con infantil desdén.

-Has llegado tarde. Eso se merece, como poco, un castigo. Estoy pensando irme y dejarte a ti.

-No, por favor, por favor. No te vayas. Si quieres vamos al baño y te doy un adelanto. Lo que quieras, pero no me dejes así. Estoy muy cachonda por ti, mira:

E indiscretamente se llevó mi mano a su tanguita, haciéndome comprobar que ya estaba toda mojadita. "Qué zorrita eres. No se puede ser tan zorrita tan joven".

-Llévame de aquí y comprobamos lo zorrita que soy.

Pero esto lo contaré el próximo día. Los transportadores ya están volando alrededor del hotel. Debo entregar a mi presa.