Diario de un Puberto.

Un chico tímido e introvertido profesa una enfermiza admiración por su hermana universitaria, misma que le despierta las más candentes y pecaminosas fantasías, las cuales suele plasmar en un diario muy especial.

"DIARIO DE UN PUBERTO"

RR69

—¡Buenos días, familia! —Denise saludaba alegremente mientras descendía las escaleras. Era hora de desayunar y se le notaba radiante mientras caminaba a la cocina donde ya la esperaban su madre y su hermano menor.

—Buenos días, hija —su madre correspondía al beso que la muchacha le daba en la mejilla como refuerzo del saludo matinal.

—¿Qué haces? —la chica abrazaba cariñosamente a la autora de sus días mientras preparaba el desayuno.

—Huevos rancheros.

—¡Hummm, que rico!

—¿Y tú, por qué no saludas?, ¿acaso “dormimos juntos”?

—Buenos días... —Saludó el muchacho a regañadientes. El énfasis que su hermana le había dado a su reclamo por la falta de saludo pareció causarle cierta incomodidad al adolescente.

La veinteañera se acomidió a terminar los platos de ella y su madre, pues su hermano ya disfrutaba del suyo. Mientras lo hacía, por el rabillo del ojo, Denise notaba que su hermano no perdía detalle de sus movimientos, aunque pretendía disimularlo. Para nada era la primera vez que la veía vestida con esos diminutos pantaloncillos deportivos verde pistache con franjas verde canario por los costados, ni con esa holgada camiseta blanca con esas flores enormes estampadas en verde y amarillo, era lo que solía usar de pijama y para andar por la casa simplemente solía rematar ese conjunto con unas chanclas. Gustaba de llevar sus rotundas piernas siempre al aire libre.

—Mujer, deberías ponerte algo más de ropa. Esa costumbre tuya de andar todo el día en “pijama”.

—Ay, mamá; ni que fuera para tanto...

Los tres ya disfrutaban del desayuno sentados a la mesa.

—Por cierto. Hace mucho que no te ponías esa playera, yo hasta creí que ya la habías tirado.

—¡Tirarla?, ¿pero cómo vas a creer eso, madre?, si es una de mis camisetas preferidas. Lo que pasa es que no la encontraba... Estaba perdida en un cajón en el que nunca se me hubiera ocurrido buscar... No sé cómo habrá llegado ahí, pero de pura casualidad se me ocurrió buscarla ahí, y... ¡Oh, sorpresa! ¡Ahí estaba! Por eso estoy tan contenta el día de hoy. Hace mucho que esta preciosura no dormía enfundada en esta otra preciosura.

Al chico se le notaba visiblemente nervioso, y la alegría que proyectaba su hermana parecía exasperarlo.

—Pero si ya está súper gastada, hasta se te trasparenta el... ¡Denise! ¿Qué desfiguros son esos, no traes..?

—No, mamá; no me puse... No lo necesito, mis amiguitas siempre han sido muy firmes, como un par de soldaditos... Además es nada más para andar en la casa y así me siento muy cómoda. El calorón que hace por las noches hace insoportable ponerse sostén.

—Por favor, no seas descarada, hazlo por respeto a tu hermano que está aquí a la mesa con nosotras.

—¿Qué tiene, mamá? Él está todavía muy chiquito como para ver a una mujer con malicia... Además, soy su hermana: “la machorrona”... —con toda intención recalcó la palabra, porque así comenzó a llamarla él para molestarla desde que comenzó a llevar el cabello tan cortito— Yo creo que verme así, para él debe ser como ver a cualquiera de sus amigos sin camisa.

—Pero míralo, el pobrecillo está todo apenado y hasta está sudando por el bochorno que le produce ver a su hermana casi con las chiches de fuera. No seas desvergonzada y cúbrete.

En efecto, el muchacho estaba completamente rojo, se le veía notablemente incómodo, su vista permanecía fija en el plato y no se atrevía a levantar la mirada. De vez en vez, Denise notaba en su hermano ese extraño ademán de intentar mover las orejas que se le adivinaban ardiendo por ese extremo color rojo que se les notaba. Lejos de mostrar algo de consideración para con su hermano, ella parecía disfrutarlo y daba rienda suelta a su desfachatez poniéndose a propósito en posturas en las que se hacían bastante notorios sus atributos físicos con esas redondeces que se mostraban en total libertad apenas disimuladas por la delgada tela.

El muchacho, bastante turbado apresuró lo que le restaba del desayuno y se puso de pie para retirarse.

—Óigame, muchachito, ¿a dónde cree que va con tanta prisa?

Él se quedó helado, como si su madre lo hubiera sorprendido in fraganti a media travesura.

—Recoja su plato y su vaso y lávelos, no se quiera hacer el gracioso.

El chico se apresuró a hacer lo que su madre le ordenaba. Habiendo terminado se retiró a su habitación a toda prisa.

—Ya en serio, hija; no te andes exhibiendo así delante de tu hermano, el pobre está en la edad en la que ese tipo de cosas deben ser bastante incómodas.

—Disculpa, mamá. Es que lo sigo viendo como a un chiquillo y a veces se me olvida que está creciendo.

—Y a todo esto, ¿dónde dices que habías guardado tu camiseta?

Denise no pudo evitar la risita nuevamente:

—Es que él la había escondido.

—¿En serio?

—Sí. Es que una vez que nos peleamos yo le escondí uno de sus juguetes favoritos y después de mucho tiempo se lo regresé. Supongo que como venganza escondió mi camiseta.

—¡Ah...! Por eso se puso así. Se enojó porque descubriste su escondite. Ya vayan dejando sus peleas infantiles. Tú lo tomas a juego, pero él se enoja de verdad. No seas tan mala con él, te encanta hacerlo desatinar.

—¡Ay, no es para tanto! Son tonterías sin importancia, no es que lo vaya a dejar traumado para toda la vida.

Siguieron charlando hasta terminar el desayuno. La madre se despidió ya que tendría que hacer algunas compras mientras que la hija decidió quedarse en casa para asear su habitación. Ella caminaba escaleras arriba, todavía disfrutaba la forma en que había hecho “desatinar” a su hermano pequeño. El día anterior, por orden de su madre y aprovechando que no estaría en gran parte del día, se había dedicado a asear el cuarto de su hermano y se le ocurrió mover la cama, de debajo de la misma, en un rincón junto a la pared se encontró con una serie de secretitos que él guardaba celosamente. Entre ellos se encontraban varias prendas de ella, que el calenturiento adolescente evidentemente usaba para masturbarse, pues mostraban los residuos de las múltiples eyaculaciones para las que habían servido como receptáculo. Algunas de las prendas eran ya inutilizables, pero otras las había logrado rescatar, como la playera que en esos momentos llevaba puesta. Aparentemente, su hermano no había notado tal cosa, hasta ahora que su hermana se había paseado frente a sus narices llevando una de las camisetas que le servían como aditamento masturbatorio. Tan ensimismada estaba en sus recuerdos que cuando entró a su cuarto se sorprendió encontrarse ahí con el muchacho que la increpaba:

—¿Dónde está?

—¿Qué cosa? —respondió frivolizando el asunto.

—Sabes muy bien de qué estoy hablando —el muchacho estaba notoriamente molesto.

—No, no sé de qué me hablas, ¿puedes ser más específico?

—No estoy jugando, si no me lo regresas soy capaz de... —el puberto empuñó amenazante su mano derecha y lanzaba chispas con la mirada.

—Mira, pedazo de animal; tal vez dentro de algunos años serás más grande y fuerte que yo, pero mientras tanto me haces los mandados, así que no me vengas con tus estupideces.

—Es que no es tuyo... ¡Devuélvemelo!

—No, no es mío; así como no son tuyas ni mis playeras, ni mis pantaletas, pero bien que las agarras para hacer tus cochinadas con ellas.

—E-eso no es cierto...

—¡Ah, no!, ¿y entonces de qué las embarras, del engrudo que te sobra cuando haces piñatas? —Dicho esto la cara de indignación de ella cambió drásticamente y comenzó a reír a carcajadas— Ja, ja, ja, ja...

—No te rías que eso hace que me dé más coraje.

—Ja, ja, ja... —Ella hacía intentos por no seguir riendo, pero no lo lograba del todo— Si no me río de tí, bueno, sí; pero me río más bien de la estupidez que dije.

—... —la cara del puberto era una gran interrogante.

—Ja, ja, ja... —Ella nuevamente intentaba controlar la risa—. No, no entendiste... Ja, ja, ja... Te explico: Es que no las embarras del engrudo que te “sobra” cuando haces “piñatas”, pero sí las embarras del engrudo que te “sale” cuando te haces “puñetas”.... Ja, ja, ja...

El pobrecillo tenía una expresión intermedia entre la indignación y la vergüenza total, sabía que era en vano cualquier pretexto que intentara sacarse de la manga, su afición había quedado al descubierto y nada podía hacer para negarlo.

—Tú tenías en tu poder algo mío y ahora yo tengo algo que es tuyo, estamos parejos...

—Es que no es lo mismo.

—No, no es lo mismo; pero tienes que hacer lo que yo, lo vas a recuperar hasta que lo encuentres, porque por mi voluntad yo no te lo voy a regresar. ¡Ahora lárgate de mi cuarto! —dicho esto, lo sujetó de un brazo y a pesar de que él intentaba oponer resistencia, con relativa facilidad lo arrastró hacia afuera de su cuarto, a punto estaba de lograr su objetivo cuando el chico logró sujetarse del marco de la puerta.

—Si no me lo regresas les voy a decir lo de mi tío Demetrio...

Ahora la que se quedó helada fue ella y de repente cesó en sus intentos por sacarlo. Se quedó mirándolo fijamente, con una mezcla de rabia y vulnerabilidad.

—Bueno, supongo que tienes fotos.

—¿Eh, n-no..!

—¿Un video?

— ... —El chico negó con la cabeza.

—¿Grabaste nuestras voces mientras lo hacíamos?

—... —Una nueva negativa con la cabeza.

—Solamente tenía esa duda... Entonces no tengo nada de qué preocuparme, ¡fuera de aquí, inútil! —un empellón con el pie lo sorprendió y lo hizo caer  totalmente fuera de la habitación de su hermana.

El chico, encorajinado y con ganas de revancha se puso de pie.

—Estoy hablando en serio... Se lo digo a mi mamá si no me lo regresas.

El muchacho sonrió cuando vio entreabrirse la puerta y asomar por la rendija el rostro de su hermana.

—Idiota, si no tienes pruebas será solamente tu palabra contra la mía, ¿y a quién crees tú que le van a creer si les muestro un poquito de lo que escribes en ese cochino diario?

—¿Ya lo estuviste leyendo? —su rostro se puso pálido.

—¿Tú qué crees?... Hasta eso, no escribes tan mal... Pero ni sueñes con que algún día vaya a hacer contigo alguna de esas cochinadas que escribes.

El muchacho se puso rojo como colorín frotado en el pavimento. Estaba plenamente conciente de que su diario estaba plagado de alusiones sexuales a su hermana, además describía con lujo de detalle sus sueños húmedos, todos ellos inspirados por la misma fraternal musa; y no sólo eso, en él había plasmado las fantasías que ella le despertaba y que resultaban mucho más húmedas y calientes que sus propios sueños. De modo que se sintió desarmado, sabía que por mucho que fuera verdad lo de su hermana y su tío Demetrio, nadie le creería, ese hecho tan aberrante lo tomarían también como fruto de su cochina y calenturienta imaginación.

—Bueno, gracias por participar; hasta la vista, nene...

Él se quedó solo en el pasillo al tiempo que su hermana cerraba la puerta. Se sintió tan mal que no pudo evitar el llanto, rápidamente se encerró en su habitación para intentar desahogar su frustración. Nunca jamás se había sentido tan terriblemente, su mundo se derrumbaba. Se maldijo a sí mismo por ser tan descuidado, pero sobre todo por ser tan imbécil. Hubiera sido sencillo haber dejado sus fantasías así simplemente flotando en su imaginación, pero no, tenía que dárselas de escritor y escribirlas, y además, escribirlas con pelos y señales. En un principio había intentado rebautizarse y hacer lo propio con su hermana, pero no le resultaba tan excitante como usar sus nombres reales, eso le imprimía a sus fantasías un morbo que lo excitaba sobremanera. También había diseñado un código para cifrar sus escritos, pero le resultaba tan tardado usarlo que acabó por hacerlo a un lado, además, siempre que escribía, se masturbaba, así que le resultaba demasiado engorrosa la operación.

En la otra habitación, Denise festejaba su triunfo al tiempo que repasaba las líneas escritas por su hermano. Sabía que estaba en la edad de la cosquilla, pero nunca hubiera imaginado que fuera precisamente ella el centro de las fantasías de su propio hermano, su hermanito menor. Había un momento en especial que le había llamado la atención y el cual solía releer continuamente; era el momento en el que su hermano había descubierto su secreta pasión por ella...

Continuará...

(Sólo si ustedes lo piden)