Diario de un Hetero: Una apuesta perdedora (cap.2)

Luca, un abogado de 29 años comparte piso con Joel, un chulito de 22. Los dos, heteros, ególatras y arrogantes se ven abocados, por una apuesta de gallos, a toda una serie de acontecimientos relacionados con el mundo de la dominación sexual que no esperaban. ¿Serán capaces de controlar la situación?

Sábado, 27 de enero del 2018

A Joel un marica le había comido el rabo varias veces para que la maría le saliera gratis, y yo, me había besado con un tío en mi primer año de instituto. Y ahora estábamos los dos camino de chueca para saldar la apuesta que habíamos tenido entre nosotros…

La semana que había pasado desde la apuesta, hasta este sábado camino a chueca, me había hecho replantearme algo que hasta ahora no me había dado cuenta; el comportamiento de Joel. A pesar de ser un tío muy fijado en sus ideas, chulo y bastante mal hablado, en el fondo, que se la comiera un gay, no era una deshonra para su imagen de hetero. Las bromas que yo le hacía al respecto las contestaba con las suyas, pero no se molestaba, ni me daba la impresión de que eso significara que le molaba que un marica se la comiera. Todo lo contrario, no le daba la importancia suficiente como para replantearse su sexualidad ni daba el menor crédito a que otros lo pensaran. Directamente se la sudaba y seguía con su personalidad de siempre. Eso me interesaba en gran medida porque yo no era igual, a pesar de que no me molestara que pudieran pensar que me iban los tíos, si me afectaba algo más que me vacilaran con eso, dejando muy claro que no me gustaban. Al menos hasta día de hoy.  Con lo que empezaba a entender a esa gente que dice que existen muchas más sexualidades que la homosexual, la heterosexual o la bisexual. Pero no quiero aburrir con esto, así que paso a contar lo que sucedió con la apuesta.

  • ¿Estás preparado para lo que vamos a hacer? - le dije a Joel casi llegando al bar que nos habían recomendado.

Él afirmó con la cabeza, apagó el porro con la bota y entró sin pensárselo dos veces.

Serían las 2.30 de la mañana y, previamente, me había dedicado a ponerme a tono con el alcohol para superar esa noche. Por su lado, mi compi se fumó un par de porros para el mismo fin. Si íbamos a afrontar la apuesta, al menos, que lo hiciéramos más desinhibidos.

Los dos habíamos estado en chueca un par de veces antes, aunque nunca juntos, pero era un lugar al que habíamos acudido tras una conversación con unos colegas que decían que era mucho más fácil ligar allí porque había muchas mujeres y, la mayoría de tíos, jugaban en otra acera. Lo que hacía de aquella probabilidad un espejismo interesante para probar suerte. Y personalmente, las veces que había ido, siempre me había traído una tía a casa. Pero claro, la presencia en chueca aquella noche era muy distinta. Preguntamos a un colega marica por un sitio algo más discreto con un ambiente que no fuera solo gay, para que no lleváramos un cartel en la cabeza diciendo : “hola qué tal, quiero comerme una polla”.

Encontramos el bar que nos habían recomendado cerca del Oscar, mítico hotel, y entramos. Mi pregunta a Joel acerca de si estábamos preparados para hacer lo que íbamos a hacer no recaía solo en lo de esa noche, sino porque los dos sabíamos qué iba a ocurrir después; se tomaría su venganza con otra apuesta aumentando el nivel de la anterior.

Sí; Joel no pudo llevarse las dos tías a casa. Solo consiguió convencer a una, y al ver su propio fracaso, rechazó a su única voluntaria delante de la otra y se piró del bar cabreado dejándome con ellas. Les pedí disculpas alegando que estaba borracho y me piré detrás.

  • Voy a pedirme una copa, necesito estar más “alegre” para esto - me dijo exagerando con los dedos los signos de comillas al pronunciar la palabra “alegre” y dejándome solo en la entrada.

El garito no estaba mal, la música bastante comercial y curiosamente había más mujeres que hombres en el lugar, lo que no ayudaba especialmente. Respiré, no era yo el que se tenía que comer dos pollas y tragarse la leche de dos tíos. Sonreí y me fui hacia la barra.

  • Yo prefiero parar y no beber más, no me gustaría estar lo suficientemente borracho como para perderme tu espectáculo- le dije riendo mientras hacía un gesto al camarero indicándole que no iba a pedir nada.

  • Eres un puto cabrón! Pero te la devolveré- se bebió de trago el chupito que no alcancé a ver de qué era, se dio medía vuelta y miró a la pista - ¿Has elegido ya a las maricas? - me preguntó.

El acuerdo que habíamos formulado durante la semana procedía de la siguiente manera: yo tenía poder para elegir a los tíos que quisiera, ellos tenían que estar vestidos y Joel completamente desnudo y debía comerles la polla hasta que se corrieran en su boca y tragarse toda la leche sin desperdiciar nada. El modo en que consiguiera a los tíos era cosa suya, aunque no lo iba a tener nada difícil; éramos con diferencia los más guapos y con mejor cuerpo de aquel garito, cuestión objetiva. Discutimos bastante para llegar a desglosar los términos de la apuesta y quedamos en esto.

Eché un vistazo por la discoteca, quería elegir a dos tíos que ni fueran muy desagradables fisicamente ni tampoco que fuera sencillo atraerlos, así que decidí escoger uno que tuviera bastante pluma para joder un poco a mi compi y otro más masculino y mejor físicamente. Quería aprovechar para putearle un poco jajaj

  • Ese uno - dije señalando a un chico de medio melena gris plateada que claramente cumplía los “estereotipos” de “gay” para un tío medieval; tenía pluma, era femenino y vestía provocativo. Era muy delgado y no mediría más de 1,75. La edad rondaría los 22 años. Estaba con un grupo de tres amigas y me fijé en que su ropa era toda de marca. Niño bien, pensé - Y el otro…. Déjame pensar - dije antes de que pudiera mosquearse por mi elección- ese - señalé a la distancia.

Con el segundo tío estaba dudando si podía ser gay, estaba junto a dos tíos y una tía, y ninguno daba signo alguno de que pudiera ser gay, al menos, físicamente. Pero claro, eso era una cosa normal, así que jugaba a mi favor que si fuera hetero pasara la vergüenza de entrarle. La chica junto a la que estaba me sonaba de algo pero no caía a quién me recordaba. Seguramente alguna que me había follado. Él era un tío moreno, de mi estatura, y por tanto, más alto que Joel. Estaba fibrado y, a pesar de no ser un tío especialmente guapo, tenía algo fisicamente que podía llamar la atención. Sabía moverse y parecía tener mucha seguridad en si mismo.

  • Te la pienso devolver capullo- me dijo golpeándome los abdominales y caminando hacia el primer tío que había escogido para él. Estaba lanzado, supongo que pensárselo dos veces iba en contra suyo. Y la seguridad y el arrojo eran una de sus principales características. Sabía que con el primero no tendría problemas. El segundo sería más jodido. Me equivoqué.
  • […] ¿Por qué?
  • […] mis amigas […]

Me acerqué más para poder escuchar la conversación. A pensar de que la música estaba alta, el ruido del bar no era el suficiente como para entorpecer una conversación a una distancia prudente que no implicara chillarse al oído. Me apoyé en una de las paredes que hacían esquina para poder escuchar a mi colega como se intentaba ligar a ese tío. Entonces, me vio que me colocaba detrás y cogió al chico de la mano y lo atrajo hacia sí, apoyándose mi colega en la pared y posicionando al otro delante de él. El trato era que yo pudiera enterarme de todo lo que sucedía

  • Mejor así, ¿no crees?, tus amigas no dejaban de cotillearnos- dijo como excusa.
  • Supongo - respondió su presa - pero ya te he dicho que no quiero dejar a mis amigas solas.
  • Puedo ser muy persuasivo cuando un chico me gusta mucho- se acercó a sus labios.

Sabía que le estaba costando horrores hacer eso, lo que producía en mí un mayor placer al verle humillándose. Yo también tenía un carácter dominante y me molaba cuando una mujer se humillaba a hacer lo que yo quería tras tirarle del pelo y soltarle algún “zorrita” al oído. Pero nunca había obtenido un placer similar al ver al otro tío humillado. Y mi colega ahora lo estaba. Él, tan hetero y tan controlador, se las estaba viendo y deseando para que un marica con la cantidad de pluma de un avestruz cediera a irse a casa con él. Y no lo estaba consiguiendo.

  • Va, anímate, lo pasaremos bien y además mira…
  • Joder, y está floja ¿no? - dijo el otro chico. Entendí que Joel le había agarrado la mano del tío y se la había pasado por su paquete. Aunque esa polla no era la que iba a ser comida.
  • Pues eso solo es el principio, no te entrará en la boca más que la mitad si te portas bien. Nunca vas a tener algo igual, chaval.
  • Jajaj ¿te crees que por tener este físico, este rabo y esos ojos de empotrador, me voy a ir a tu casa así como así? Creo que paso, nene - vi que se echó el pelo hacía atrás. Personalmente la pluma le quitaba para mi gusto toda la “autoridad” que su físico le proporcionada, porque en cuestión objetiva el chico tenía una cara perfectamente proporcional y unos ojos curiosos; tendían hacia un color marrón amarillento muy peculiares.

  • ¿Quién te crees que eres tú para rechazarme a mí, capullo? - a mi amigo se le estaba yendo de las manos.

Vi que el chico sonrió y se dio medía vuelta con intención de irse donde sus amigas. Pero nada más girarse y dar un paso, algo le hizo dar la vuelta. Por mi posición de medio lado, apoyado en la pared, solo podía ver al otro chico, pues yo estaba dando la espalda a Joel. Giré un poco la cabeza como si estuviera bailando y entendí el motivo de que no se fuera y se quedara uno segundos más, aceptando irse a casa con él.

  • Cógelo y en media hora te espero en la puerta del bar. Si no estás date por jodido…- terminaría mirándole con una de esas miradas de Joel que convierten en piedra a todo el que se atreviera a mantenerla.

Joel salió hacia el baño y le esperé en la puerta.

  • Eso no vale, capullo -Le dije nada más salir cuando aún no se había terminado de abrochar el pantalón.
  • Dijimos que valía cualquier forma de convencerlos, ¿no? Pues ya tengo al primer marica, el segundo te lo consigo en menos de media hora y nos piramos de aquí, este puto antro huele a lefa por todos sitios, joder.

Dejé que fuera donde el otro mientras yo pedía una última cerveza a un camarero que me invitó. Me había fijado que no me quitaba el ojo. Había que aprovechar el momento.

Pasé de escuchar la segunda conversación; pensándolo bien ya se había humillado más de la cuenta, cuando al agarrar del brazo al primer tío y traerlo para él, le extendió un billete de 100 pavos doblado. El capullo de Joel había pagado a un marica para comerle la polla y tragarse su lefa. Estaba saliendo redonda la noche jajaja

Al segundo, que yo pensaba que iba a ser el complicado, no le debió costar convencerlo ya que al minuto Joel estaba de vuelta para terminarse mi cerveza. En 25 minutos había quedado con los dos en la puerta. Salimos los primeros. Joel necesitaba fumarse otro porro; no lo aparentaba, pero debía estar más nervioso de lo que mostraba. Era su primera vez con un rabo en la boca, bueno, con dos.

El primero en salir fue el de pinta más hetero. Me lo presentó y al segundo olvidé su nombre. Parecía majo y estaba bastante cachondo con la idea. A los minutos salió el otro. No sé si les había dicho que yo iba a mirar y que serían dos pollas para él, pero si no les había comentado nada, no les debió de importar mucho porque no preguntaron nada al encontrarnos los cuatro fuera del garito.

Caminamos hasta casa en silencio. El único que hablaba era el segundo tío al que había convencido para hacerlo. “El plumas” - como lo llamaba Joel- y nosotros dos, apenas abrimos la boca. Menos mal que no vivíamos lejos.

Subimos al ascensor, y en cuanto se puso en marcha, el de pinta de hetero me agarró del paquete y fue a arrimarse a mi boca cuando lo agarré por la camiseta con dos manos y lo empotré contra la pared del ascensor haciendo tambalear la cabina.

  • ¿Qué cojones haces, puto marica? - le solté cogiéndole de la parte alta de la cami y chillándoselo a unos 2 centímetros de su cara mientras obligaba a que se pusiera de puntillas para no romperse la camiseta. - Vuelve a tocarme el rabo y de la hostia que te pego vas a necesitar pasaporte para volver. ¿Me he expresado con claridad? - terminé diciendo mientras lo soltaba al ver su cara de miedo y desconcierto.
  • Vamos, no te pases, no le he dicho nada - me dijo Joel calmando la situación. El único que sonreía ahí era el plumas. - Se me olvidó presentaros; marica, marica - dijo señalándoles a ellos- este es Luca mi compañero de piso y hetero como has podido comprobar - dijo alisando la camiseta del tío con mirada irónica- él no va a participar.

El tío no volvió a hablar después de mi salida de tono, se limitó a obedecer.

Tras unas cervezas para relajar el ambiente - éste se podía cortar con el filo de una navaja- me senté en el butacón de Ikea que teníamos colocado a un lateral del sillón de tres plazas, donde se habían sentado los dos maricas. Joel daba vueltas por el salón, ya se le notaba algo más nervioso al saberse próximo su compromiso, y eso, me daba poder a mí. Era, de los tres, el que menos tenía que perder ahí. Únicamente me tocaba mirar la jugada del pobre Joel comiendo rabos.

  • Bien, esto funciona así, os bajáis las braguetas y sacáis el rabo por ahí - dijo mientras frente a ellos se quitaba la cami dejando a los dos flipados con su increíble cuerpo. A pesar de ser quien se iba a poner a cuatro patas a comer rabos, no dejaba de ser el chulo y el dominante de aquella situación. - No quiero ver vuestros cuerpo escombros.
  • Todo -le dije algo más autoritario de lo que debía al ver que Joel se proponía agacharse dejándose puesto los gayumbos y los pantalones - El trato era que tú estuvieras completamente desnudo colega-. Rebajé el tono de orden tras ver su mirada clavada en la mía.
  • ¿Estás a todo eh, capullo?
  • Solo te ayudo para que no la cagues, compañero - dije irónico con una sonrisa de oreja a oreja.

Joel se bajó los pantalones antes de que terminara la frase y dejo ver la otra parte del tatu que ocultaba el pantalón y que tenía la parte alta del pubis. Después de esperar unos segundos se bajó también los bóxers negros que llevaba. La polla bien grande, aún estando en reposo, volvió a asombrar a los dos chavales.

  • ¡Joder!, es aún más grande de lo que parecía al sobarla -dijo el plumas llevándose la mano al rabo que ya tenía fuera y meneándoselo sin dejar de mirar el enorme rabo que tenía enfrente. Creció de golpe y no tenía nada que envidiar al de Joel. Era de unos 20 centímetros, muy fina, pero que a mi compañero le costaría tragar. Sin embargo, la del otro tío era más pequeña, descapullada por una operación de fimosis, aunque bastante gorda.
  • Limitaros a mantener la boca cerrada, ¿está claro? - se agachó delante de ellos y se puso de rodillas. Era el momento.

Cogió la polla más pequeña y no dudó en masturbarla. Había crecido un poco más y Joel apartó la mirada.

  • Vamos, límpiasela, están deseándolo - dije riéndome.

Esperaba una contestación de chulo pero solo se apresuró a meterse el glande en la boca. Apretó los ojos y empezó a bajar despacio. No tardó en tenerla entera en la boca y cuando llegó al final, el tío dio un gemido y puso su mano en la cabeza de Joel con la intención de que se mantuviera ahí. Al segundo pegó un grito.

  • Vuelve a tocarme con esas manos de marica que tienes y lo del ascensor será un puto juego de niños - dijo después de morderle la polla.
  • Perdón. Perdón.

Los dos colocaron las manos a los lados para no cabrearlo.

Pasó a la segunda. Una polla que por cómo estaba colocado superaba la altura de su cabeza.

  • Mira el marica, joder, debes destrozar los ojetes de las zorras que te follas eh, aunque con esta pinta seguro que eres más pasiva - dijo Joel agarrando el tronco de aquel rabo.
  • Come y déjate de chulerías - le respondió “el plumas”.

Después de una sonrisa por parte de Joel, así lo hizo, me miró de lado y empezó a meterse la polla poco a poco casi hasta el fondo. Una arcada paró el descenso.

  • ¿Qué te pasa? ¿Mucha carne para ti? -Le dije sin parar de sonreir viendo lo que estaba viendo. Era casi imposible que estuviera sucediendo. Solo recordaba esos gritos de tías que en mitad de la follada de Joel, cuando pedían que parara y él solo las llamaba zorras y les seguía rompiendo el coño o el culo. Ese chulo que fardaba de ser de mayor clase por su físico y de entender que era el tío que más coños había roto, ahora estaba ahí, luchando por meterse una polla que pocos centímetros restaban de la suya. E intentando que dos maricas se corrieran en su boca.

Tampoco me respondió, volvió a la carga y esta vez se esmeró más. Se había dado cuenta de que cuanto más tardara en que se corrieran, más rato debía estar en aquella postura humillante. Así que decidió ponerle freno.

Se abrió un poco de piernas mostrando su rabo a los maricas e hizo fuerza tanto en piernas como en brazos para marcar todos sus músculos. Los miró fijamente a los ojos con cara de cabrón y surtió el efecto deseado. Los dos se pusieron 100 veces más cachondos de lo que estaban, y mientras se zampaba la polla del “plumas”, meneaba con su mano derecha el rabo de su compañero. Empezó a hacer ruidos con la boca como si le costara más de lo debido poder tragarse esas pollas, pero eran solo causa de una estrategia para que se corrieran antes. Estaba poniendo en práctica lo que a él le ponía cerdo que le hiciera una tía.

Sacó la polla de su boca y la lamió de arriba a abajo, llevándose con su lengua las babas que resbalaban por el nabo y, las aguantó en su boca para escupirlas en el glande de la otra polla. Tras ello, volvió a meterse la primera polla en la boca con movimientos mucho más raudos. Simulaba perfectamente tener mucha hambre de rabo. Claramente los dos maricas estaban gozándola con aquello. Sus caras de excitación lo decían todo, sin embargo, a mí el juego me empezaba a aburrir, porque al ver que lo llevaba bien, me quitó algo de morbo la situación. Él sabía que si yo veía que no sufría no me iba a gustar tanto. Decidí ir a por otra cerveza y pillar algo de la nevera que llevarme a la boca. Aproveché para acomodarme el rabo. No se me había puesto dura, pero sí había engordado un poco al ver la cara de sufrimiento primera de mi compañero.

Cuando volví, Joel aun seguía comiendo el rabo al de más pinta hetero mientras que con la mano izquierda reventaba la polla del plumas a una velocidad flipante. Éste no paraba de gemir como una tía, con sollozos entrecortados por la respiración. Llegaba el momento justo.

Los dos estaban apunto de correrse y como el primero parecía ser el más precoz Joel paró de pajear al otro para que no se corriera mientras recibía los lechazos de éste. Las dos corridas debían ir a su boca.

  • Me voy tío, me voy - dijo el primero incorporándose un poco para apuntar a la boca de Joel. Éste cerró los ojos y forzó la expresión como quien espera una hostia en la cara. Me senté y justo vi una cantidad de leche no muy espesa surcar la lengua de Joel, probablemente golpeando en la cavidad más profunda de la boca. La expresión de mi colega cambió de sufrimiento a asquerosidad, pero no se movió. Esperó a no notar más fluido entrando por su boca y cuando eso sucedió la cerró.

  • Di Pamplona - dije entre carcajadas como si se hubiera comido un polvorón.

Me levantó el dedo corazón en signo de insulto y se giró hacia el “plumas". Le hizo otro gesto con el corazón y el índice levantados, moviéndolos de fuera a dentro de la palma, en signo de “te toca, ven y hazlo”. “El plumas” se levantó y apuntó su rabo hacia la cara de Joel. Mi compañero estaba aguantando la lefa del otro en la boca porque hasta que no tuviera las dos no se la podía tragar.

“El plumas” terminó de pajearse los pocos segundos que iba a aguantar y sucedió. Un chorro inmenso de leche, tampoco muy espesa, salió de aquel glande ya rojo por la fricción. Según salía la leche el estertor de placer movió todo su cuerpo y con él, el rabo, lo que hizo que parte de esa cantidad de lefa terminara en la cara de Joel, manchando la comisura y gran parte de la mejilla izquierda. Aun así, la cantidad de leche que tenía dentro era mucha, lo que le obligó a inclinar la barbilla hacia arriba para que no cayera mientras tuviera la boca abierta. Esa imagen sí que me la puso un poco dura, debo admitir.

Cuando terminó de expulsar toda la leche, me acerqué a los dos y me agaché, miré a Joel a los ojos y antes de verlo tragar, pasé uno de mis dedos por la leche que aun resbalaba por su mejilla. Recogí lo que pude y le metí el dedo en la boca.

  • No debes desperdiciar comida, hay niños en Africa que se están muriendo de hambre, no seas capullo -terminé de descojonarme mientras me miraba con cara de odio y resentimiento y tragó fuerte para que toda aquella cantidad resbalara por su garganta hasta el estómago. Me limpié el dedo en la cami del plumas.

Ahí estábamos los tres cuando oímos la voz del otro tío desde más lejos. Estaba en la puerta que llevaba al descansillo.

  • Seguro que Julia, tu novia, estará encantada de ver cómo comes rabos a dos….como nos has llamado, ah sí… a dos maricas. Y seguro que también le gustará ver qué bien te lo pasas por chueca - dijo levantando el móvil - un error por tu parte - dijo esta vez dirigiéndose a mi - irte a por cervezas mientras tu amiguito me comía la polla con los ojos cerrados. Dos fotos y un vídeo de unos segundos será suficiente para que entendáis que jugar a estos juegos puede ser muy arriesgado. Sabréis de mí muy pronto.

No nos dio tiempo a reaccionar. Se cerró la puerta y desapareció. Si pudiera presenciar esa escena desde otro lugar, hubiera visto aquella escena humillante: dos heteros; Joel desnudo y con corrida aun por la cara y yo, agachado frente a él. Y; un marica, el plumas, de pie con el rabo aún duro, alucinando con todo.

Ya decía yo que la tía con la que estaba el capullo ese que se fue con las pruebas en su móvil me sonaba de algo…