DIARIO DE UN HETERO: Un respiro incontrolado (9)

Luca, un abogado de 29 años comparte piso con Joel, un chulito de 22. Los dos, heteros, ególatras y arrogantes se ven abocados, por una apuesta de gallos, a toda una serie de acontecimientos relacionados con el mundo de la dominación sexual que no esperaban. ¿Serán capaces de controlar la situación?

Se que he tardado mucho en continuar con esta historia, pero para todos los que me habéis escrito aqui teneis todos los capitulos que continuan y finalizan con el relato. Os dejo con el noveno:

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Sábado, 10 de febrero del 2018

Abrí los ojos de golpe con la sensación de asfixia. Automáticamente mis manos fueron a palpar mi torso por encima de la camiseta de pijama. Apreté fuerte. Volví a respirar tranquilo. No tenía puesto el corsé. Miré extrañado a los lados pues no recordaba haberme quedado dormido en el sofá del salón. El reloj de la pared marcaba las 5:23 de la mañana y aún olía a sudor en toda la casa.

Joel también se había quedado dormido en la otra parte del sillón, sentado. Yo estaba tumbado con mis piernas por encima de las suyas y una de sus manos rozaba mis tobillos. Era una sensación cálida, que se complementaba con la calidez de la manta que nos cubría; a él hasta la cintura y a mí por encima de mi pecho. Su otro brazo se deslizaba desde mi rodilla de forma que su mano rozaba la parte baja de mi abdomen, preocupantemente cerca de mi rabo. Al parecer, nos habíamos quedado los dos dormidos después de cenar un poco de ensalada y frutos secos, y nos habíamos tirado en el sofá después de que le contara por encima lo que había tenido que pasar. Me di cuenta que la tele estaba encendida pero no emitía sonido. Estaban poniendo una película antigua. Cogí el mando que aún estaba encima de la manta y apagué el televisor.

Las primeras horas después de aquella lucha contra mi dignidad las había dedicado a aislarme en mi cuarto. Después de agobiarme recordando lo sucedido, me había dado una ducha antes de salir al salón. Joel y yo nos habíamos sentado a hablar de cosas que nada tenían que ver con lo sucedido esa tarde y fue entonces cuando me di cuenta de por qué Joel me había contado lo del tío rubio al que humilló con su meo… era la única manera de solapar la humillación en su cerebro y poder seguir con la autoestima alta. Sin embargo, yo no había podido sacar mi frustración de ninguna manera, todo lo contrario, y la presión estaba empezando a bloquearme.

Tenía una mezcla explosiva de sentimientos: frustración, miedo, agobio, humillación, ira y desconcierto. Esto último, añadido a lo ocurrido con el chaval de 20 años había causado una sensación extraña en mí, porque si bien al puto mulato de mierda o el canas y su colega, el que propuso la competición de abdominales, les hubiera hecho frente, con aquel chaval era diferente. No tenía sensación de odio o ira hacia él, simplemente de… intenté quitarme esos pensamientos de la cabeza y me ladeé en el sofá para ponerme cómodo. No quería irme a la cama y despertar a Joel. Se le veía muy agusto a pesar de la postura. Me moví poco, pero a pesar de ello, el cuerpo de Joel se desplazó hacia mí quedándose medio tumbado encima, la cabeza apoyada en mi pectoral izquierdo y el resto de su cuerpo aplastando el mío, con sus pies aún tocando el suelo. Intenté que estuviera cómodo a pesar de la posición así que coloqué bien la manta para que no nos diera frío. Él, aún dormido, movió la mano que pasó de estar apoyada en mi abdomen a rozarme la punta del rabo por encima del pantalón de pijama. Intenté desplazar su mano hacia arriba, porque la situación no era muy cómoda para mí. Agarré su muñeca despacio, pues no quería que se despertara y encontrarse su manos rozando mi rabo y la mía en su muñeca. Podría pensar cualquier cosa. Pero empeoré la situación, ya que tras un pequeño ronquido, movió su cuerpo entero unos pocos centímetros y la mano cayó completamente sobre mi rabo. No sé el motivo, pero mi cabeza empezó a recordar a aquel chico fisioculturista de la ducha que me había usado esa misma tarde como lubricante para follarse al otro. Y el contacto de una mano ajena no ayudó a que me centrara y pensara en blanco, así que mi rabo empezó a moverse. Intenté poner la mente en otro lugar, pero entre el contacto, el calor, y que desde la corrida en el culo de Joel en la consulta del médico no había soltado mercancía, mi polla estaba reivindicativa y quería ponerme en un aprieto.

“Vale, Luca, piensa en cosas asquerosas para no ponerte cachondo”, me decía a mí mismo mientras intentaba buscar imágenes desagradables en mi cabeza. Pero claro, cuando te piden que pienses en lo que quieras excepto en un oso blanco, ahí va tu parte irónica del cerebro a fastidiarte la tarea y ponerte a tu amiguito polar cada poco en el centro de tus pensamientos. Gracias Daniel Wegner. De la misma manera mi polla no dejaba de recibir estímulos sexuales de mi cerebro que la hacían moverse y crecer a una velocidad cada vez mayor. Notaba como la polla iba haciéndose hueco debajo de la palma de la mano de Joel que seguía dormido encima de mi. No podía estar más incómodo. Mi polla ya había crecido al 80% y notaba, a pesar de tener el pantalón de pijama por medio, cómo mi polla, por iniciativa propia, disfrutaba del contacto de la mano de mi compañero que de vez en cuando roncaba en mi pecho. No solía dormir con ropa interior y eso hacía que el contacto de su manos en mi polla a través del pantalón fuera más intensa que teniendo los bóxers puestos. Además, como la manta tapaba tanto su mano como toda esa zona, era más difícil moverme o mover su mano para retirarla de allí. En un momento concreto el glande empezó a empujar la goma del pantalón y consiguió salir fuera. Ya estaba completamente dura y su fuerza elevaba la goma del pantalón hacia arriba lo que empujó a la mano de Joel hacia un lado. Conseguí apartarla y decidí deslizarme, haciendo fuerza con mis manos, para incorporarme un poco y conseguir alejarme de su mano. Error. Al hacer fuerza con mis manos para inclinarme y desplazarme hacia el reposabrazos del sillón, donde tenía apoyada la cabeza, la fricción con el sofá, hizo que se me bajara un poco los pantalones dejando medio rabo fuera. Paré en seco porque Joel movió su cabeza un poco y pensaba que se iba a despertar. No lo hizo, pero de repente volvió a mover su mano y esta vez agarró sin fuerza parte de mi rabo, que casi sobresalía completamente del pantalón. Me dejé caer lentamente otra vez, tumbado. Ahora sí que sí estaba jodido. Joel, dormido, seguía agarrando mi polla con la mano, como un bebé agarra uno de los dedos de su padre con toda la mano. Y ese contacto a mi rabo le debió de encantar. Era como si estuviera luchando contra él. Mi polla insistía en seguir abrazado a la mano de Joel, frente a mí que quería salir de esa situación incómoda.

“No, ¿estás loco?”, me dije a mi mismo cuando se me pasó por la cabeza que la única solución era hacer que mi polla se bajara, y viendo que no tenía intención de hacerlo con imágenes desagradables, correrme sería la única solución. Intenté buscar otra solución. Moverme rápido y despertarlo tapándome, pero… no quería arriesgarme, y en parte, esa situación era bastante humillante para él, correrme en su mano dormido. Me salió una sonrisa de cabrón en la cara. Una de mis manos la puse en la parte alta del sofá, donde terminaba el respaldo, y la otra, donde terminaba el primer cojín y empezaba el segundo. Me agarré fuerte de esos dos lugares y empecé a mover la cadera arriba y abajo. Un placer brutal recorrió mi cuerpo cuando moviendo la cadera arriba-abajo la mano de Joel pajeaba suavemente mi rabo. Y al verlo dormido, tenía ganas de ser un poco cabrón. Me movía cada vez más rápido y con movimientos más bruscos, aunque controlados, pues no quería que se despertara. Y notaba, aunque probablemente fuera imaginación mía, como su mano agarraba más fuerte mi rabo.

Comprobé que seguía dormido y retiré un poco la manta. No sé por qué cojones estaba haciendo eso, pero mi rabo estaba a cien. Ahí pude observar su mano agarrándolo y cómo con mis movimientos la piel del grande aparecía y desaparecía mostrándome la uretra un poco húmeda. Incorporé un poco mi espalda en un uno de los movimientos y deje caer despacio una cantidad suficiente de saliva que golpeó contra el glande y se perdió entre su mano y el resto de mi rabo, humedeciendo toda la zona y lubricando el movimiento aún más. Dios, estaba muy, muy cachondo y no iba a aguantar mucho más sin correrme, así que hice fuerza con todo el cuerpo agarrotando mi musculatura para que con la corrida no me diera ningún espasmo que pudiera despertarlo y cerré los ojos. En una de las bajadas de pubis noté como el semen se encaminaba por la uretra y apreté más mi cuerpo, notando a los pocos segundos un calor estallar en la parte baja de mi cara y en mi cuello. Cuando los abrí para ver que me había disparado un chorro enorme de leche que no solo me había manchado a mí, sino que parte del pelo y la frente de Joel también había recibido el disparo. Ese golpe de calor húmedo hizo que se moviera y su mano fue al lugar del impacto por acción refleja. Respiré hondo cuando me cercioré que no se había despertado y que había sido un movimiento reflejo inconsciente. Intenté quitarle lo poco que tenía con mi mano y limpiarme la mía con parte del cuello de mi camiseta.

Ya relajado y con Joel en una postura un poco más cómoda para los dos conseguí volver a dormirme.

Cuando volví a abrir los ojos las agujas del reloj marcaban las 10.58 de la mañana.

  • Te iba a despertar ahora para desayunar -me dijo Joel desde la cocina mientras dejaba las cosas del desayuno encima de la isla viendo que me levantaba del sofá-. Pero estabas tan agusto, que me daba cosa.
  • ¿A qué hora nos quedamos dormidos?… no me acuerdo… -, dije cerciorando de que ninguna mancha en mi camiseta podría llevar a sospecha ninguna.
  • Tú caíste enseguida, ni terminó el partido… serían las 11 o por ahí. Y yo me puse ver una peli pero debí dormirme a la mitad.

Me estiré quitándome la pereza de encima y deje la manta doblada en el sofá tras comprobar que estuviera limpia.

  • Ven anda, desayuna algo -me dijo, sacando el café que tomaba todos los días del microondas y dejándolo en la parte de la isla donde yo desayunaba normalmente-. Te he hecho la tortilla con un poco de avena. Necesitamos recuperar fuerzas.
  • Gracias -dije, encaminando hacia la cocina.

Antes de sentarme Joel salió al paso y, sin esperármelo, más bruto que cariñoso, al menos al comienzo, me abrazó. Colocó uno de sus brazos en mi hombro por detrás de mi cuello y el otro en mi espalda, dejando su mano colocada en mis costillas. Con las dos, apretó fuerte pero sin provocar dolor. Más bien como ahuecando mi piel con sus dedos, pero manteniendo con el resto del cuerpo pegado al mío el contacto férreo de sus músculos. Terminó apoyando su cabeza en la parte izquierda de mi cuello y dejando caer sus labios en la parte inferior. Noté una pequeña sensación fría proveniente de sus labios mientras que el resto del cuerpo proyectaba calor y comodidad.

Nunca me había abrazado así, dos palmadas en la espalda con unos breves segundos de abrazo era su saludo habitual cuando llevábamos más de cinco días sin vernos, pero aquello... aquello era diferente. Había una disculpa sincera en ese gesto y, seguramente, una pequeña dosis de arrepentimiento que había comenzado con el perdón del día anterior. Pero sinceramente, yo no necesitaba perdonarlo. Siempre le había culpado de todo lo que nos estaba pasando, pero era una culpabilidad a nuestro ego no a él.

Yo también acomodé una de mis manos en su espalda y la otra la llevé a su cabeza y, con movimientos repetidos de mi mano en su pelo, le respondí sin palabras que todo se solucionaría, pero que necesitaba tiempo. Y supongo que también alimentar mi ego, eso me ayudaría a sobrellevar lo que estábamos viviendo, aunque ahora mi fuerza y mi soberbia estaban ocultas no sé dónde.

  • Se va a enfriar -me dijo, apartándose después de un largo minuto en el que no hablamos y solo el abrazo constituía una forma de afrontar todo aquello-. Bastante de chacha he hecho ya, si está frío te pones tú a calentártelo -añadió, rompiendo aquella situación que él había creado y que necesitaba hacer para no parecer un blando. Pero él sabía tan bien como yo cómo era conmigo estas ultimas semanas.

Empezamos a desayunar mientras en el Spotify de su móvil sonaba “en mi interior” de Reincidentes. Siempre le gustaba desayunar con música y como era el encargado de la cocina elegía él qué escuchar. A mí siempre me ha dado igual el tema de la música, sinceramente, así que nunca discutíamos por muy extrañas opciones que eligiera.

  • ¿Qué vamos a hacer? -dijo, rompiendo el silencio y reconduciendo mi atención de la letra de la canción hacia él.
  • ¿Qué vamos a hacer, con qué? -respondí después de tragar mi último trozo de tortilla con avena.
  • Con la decoración del salón, ¿cortinas de cachemir o de hilo bordado? -dijo moviendo las manos imitando a un tío con pluma y poniendo un tono cien veces más agudo-. ¿Con qué va a ser, capullo? Pues con todo lo que ha pasado.
  • Vas a aterrizar un avión como sigas así -dije, criticando su exagerada maniobra de manos en su imitación -. Pero te queda bien -concluí, vacilando al ver que no respondía a mi primer ataque. A este segundo me lanzó una sonrisa irónica y su servilleta a la cara. Empecé a reír-. Pues no sé, yo necesito tranquilidad en mi vida, olvidar esta mierda y seguir con nuestra vida anterior a que propusieras este juego autodestructivo.
  • Ya te has cagado, ¿eh, gallina?
  • ¿Cagado? Joel -empecé, muy serio- , te has comido más rabos que la mayoría de maricas feas de chueca, has tenido cinco pollas al mismo tiempo, la tuya ha estado durante más de 24 horas con un puto cepo de metal, un loco nos ha hecho buscar llaves en un puto gym de machitos con esteroides mientras yo tenía colocado un puto corsé de mujer, me han drogado, te he follado el culo, nos han escupido, corrido encima, hemos tragado lefa, nos han hostiado…. No sé dónde ves tú que parar todo esto sea una cuestión de ser un cagado. Sensatez. No sé si conoces esa palabra, ni si sabes deletrearla.
  • M, A, R, I, C, y …. A. Así, ¿no?
  • A que maricas jueguen con nosotros como muñecos de trapo es a lo que quieres exponernos, no sé si te estás dando cuenta -dije, levantándome de la banqueta y pegando un golpe en la mesa-. ¿Eres idiota o qué?
  • Venga, no ha sido para tanto, no lloriquees, tú te has llevado la parte fácil. Y encima has sido el primero en follar mi precioso culazo… eso es un puto premio que nadie ha conseguido nunca, y mira que me lo han propuesto… hasta por pasta. Deberías pedirme matrimonio por eso -dijo riéndose, lo que me cabreaba más.

No era capaz de ver la factura emocional que eso nos estaba pasando, y tampoco entendía sus motivaciones para seguir haciendo esas mierdas.

  • Eres idiota -dije levantándome, dejando los cacharros dentro del lavaplatos y encaminando hacia mi cuarto para después pegarme una ducha-. Paso de ti.
  • Le comiste la polla al médico loco y se te corrió dentro. Esa era la apuesta, ¿te acuerdas? La repasamos antes de entrar en su puta consulta. Y si lo hacías, podrías decidir que yo hiciera lo que quisieras sin negarme ni poner condiciones. ¿Qué tienes que perder? -preguntó, levantando más la voz mientras yo me iba a mi cuarto.

Me detuve en seco y me di la vuelta.

  • No hay manera de hacerte entrar en razón, ¿no? - dije, aún cabreado y ojiplático porque siguiera insistiendo en algo que no nos había ido muy bien, más que con el marica aquel chantajista.
  • Yo no soy cobarde.
  • Bien. Cuéntale a tu novia todo y enséñale el video de lo que le hicimos a su amigo el marica -le reté enfadado y gritando-. Hazlo, cuéntale que le comiste el rabo a él y al otro… al plumas ese… y que luego él nos amenazó y lo que hicimos con él. Dejo que te saltes todas esas veces que le has puesto los cuernos con no sé cuántas mujeres. ¿Jugamos? Ese es tu puto reto, a ver si me dejas en paz de una puta vez, coño.

Me levantó el dedo corazón en signo de insulto.

  • No seas rastrero… eso no entra dentro del juego.
  • Esta mierda de retos a lo que tú llamas juego no tiene reglas, si las tuviera no hubiéramos pasado por donde hemos pasado, hechos que aún no me entran en la cabeza, así que como el juego se reduce en jodernos mutuamente ahí tienes el mío.
  • Sé lo que quieres conseguir.
  • ¿Ah, sí? Sorpréndeme, don intelectual.
  • Si acepto y se lo digo, se acabará esto por las consecuencias que tenga con ella. Si no lo hago, se acaba por no cumplir. En cualquier caso, se acaba.
  • A veces eres listo y todo, Dr. Holmes. Me piro a la ducha -dije pegando un portazo en mi habitación- alguna vez ya me explicaras por qué quieres seguir con esta mierda - dije desde mi cuarto a grito pelado.

La conversación quedó allí. Estaba 100% seguro de que no aceptaría el trato y de que todo se quedaría allí, por fin. Nunca se había atrevido a ser él mismo con su novia. No por ella, sino porque el padre de Julia y la madre de Joel eran íntimos amigos, y la madre de Joel había puesto muchas ilusiones en el futuro de ellos. Y si había una mujer a la que Joel sí respetaba por encima de todas las cosas, esa era su madre. La relación con Julia siempre había sido rara. Él se comportaba como si fuera un niño bueno delante de ella mientras ella le tenía dominado en un sentido no sexual. Y siempre había sido así, desde que yo les presenté a los dos. Julia y yo nos habíamos conocido en primero de carrera y habíamos tenido una relación sexual. Solo una, porque en ese momento yo seguía enamorado de mi ex y no me apetecía tener relaciones con ninguna otra. A los meses, presenté a los dos y no tardaron más de tres semanas en empezar una relación. Y al año siguiente, en segundo de carrera, Joel y yo empezamos a vivir juntos.

Viernes, 16 de febrero del 2018

Desde aquel pasado sábado, en que no solo conseguí librarme del corsé sino también del maldito juego de retos de Joel a raíz de proponerle contarle a su novia lo del marica, mi semana estaba siendo muy tranquila. Centrado de nuevo en el curro y en el gimnasio, volvía a hacer una vida normal. Llevaba cinco días levantándome a mi hora, durmiendo lo necesario, centrándome en los últimos casos y en enseñar “al nuevo” el oficio que tenía que hacer, así como en no proponer ningún tema de conversación que hiciera recordar todo lo ocurrido. Vamos, toda una semana de tranquilidad y de algo de aburrimiento. Porque toda esa sensación de emociones había dejado un hueco en mi vida que ahora necesitaba rellenar con otras cosas. Pero no me preocupaba demasiado, venía el fin de semana y podría salir a cazar alguna tía para follármela. Que ya era hora. Desde el horco aquel que me tiré para salvar a Joel su culo con su novia no había vuelto a follarme un coño, y necesitaba recuperar esa sensación.

Eran las 17:43 de la tarde de un viernes algo lluvioso cuando entré en el portal para subir a casa, cambiarme de ropa, pillar la bolsa del gym e ir a hacer un poco de entrenamiento. No hizo falta subir al ascensor para escuchar dos voces conocidas, gritando a viva voz. Cerré los ojos y deseé con todas las fuerzas que no lo hubiera hecho.

  • Ah, me vienes muy bien, pasa, pasa -dijo Julia con el mismo tono de voz con el que le estaba increpando a Joel-, que quiero hacerte una preguntita
  • Venga, pregúntaselo -dijo Joel levantando una mano y dirigiéndola hacia mí, que apenas cerraba la puerta con cara de sorpresa por el espectáculo que estaban montando y por ver a Joel levantar la voz a su novia.
  • Claro que se lo pregunto -le dijo ella con mirada asesina-. Mírame -me dijo dirigiéndose ahora a mí-. Luca, tu y yo nos conocemos desde hace mucho tiempo, dime la verdad, ¿Joel me ha puesto los cuernos con otra?

Me quedé callado y mirándola a los ojos. Estaba entre enfadada modo “bomba atómica” y asustada modo “no sé con quiénes estoy”. No supe qué responder.

  • Dime la verdad, por favor -me dijo esta vez en un tono más suave y con matices condescendientes para que yo sintiera empatía por ella. Realmente la sentía. No sabía qué decirle. Mientras me miraba directamente vi a Joel que, entre enfadado y acojonado, me hacía gestos con la cara para que lo negara todo.
  • No -dije, contundente como si estuviera frente a un jurado popular en uno de mis casos. Realmente no mentía, y eso me ayudó a poner mi cara de media verdad que también usaba alguna vez en mi trabajo. Y no era mentira del todo porque en su pregunta implicaba si alguna vez Joel había tenido sexo con otra mujer. Y realmente no había tenido rollo con “otra”, sino con “otras”. Mi treta era de defecto profesional. Pero Julia no me creyó. O no quería creerme, porque aún siendo bastante creíble mi forma de negarlo, la respuesta no le interesaba. Ya estaba enfilada a reprocharle sus actos.
  • ¿Qué ha pasado? -me atreví a preguntar, rezando para que no le hubiera contado nada de lo del marica que nos amenazó con fotos, y deseando que fuera otra cosa.
  • ¿Es broma no? -me inquirió ella-. Joel ya me ha contado lo que paso con Santi, lo de las fotos, las amenazas, lo que hicisteis con él y con el otro chico y todo eso…-dijo poniendo cara de asco y elevando las manos en signo de desprecio y asombro-. No me puedo creer que seáis tan capullos los dos.

No sé qué le había contado y qué no y no quería meter la pata, así que me disculpé una sola vez y me callé mientras ellos seguían discutiendo. Joel le explicó que fue una gilipollez, una apuesta chorra que nos salió mal y derivó en eso, pero que solo fue una vez, le comió el pene a uno (que Joel dijera “pene” me hizo gracia e intenté ocultar mi sonrisa) y que eso llevó a que su amigo Santi (por fin sabía el nombre de aquel marica de los mentos y la coca cola en el culo) nos amenazara. Al parecer también le había contado lo que hicimos con él, que es lo que más cabreada le tenía, pero no dijo ni una palabra de todo lo que vino después, para suerte de nuestro ego.

  • No sé ni cómo te sigo mirando a la cara -le dijo Julia a Joel-. Es que estoy flipando -era una frase que estaba repitiendo demasiado, y ya no sonaba igual de contundente que las primeras cuarenta veces.
  • Te digo que fue una chorrada, Julia, por favor, tranquilízate. ¿Qué puedo hacer para que se te pase el cabreo?
  • ¿Para que se me pase? Esto no se me va a pasar nunca -dijo exagerando su expresión-, te has comido dos…. Bueno, eso, has tenido relaciones sexuales sin contarme nada, has amenazado a un amigo, le has grabado en video haciendo no sé que con unos caramelos y…. ¿Te crees que se me va a pasar la sensación de asco que me estás dando? No quiero volverte a ver en mi vida.
  • Para, Julia, por favor -dijo Joel, suplicando al ver que cogía su bolso e iba dirección a la puerta-. Por favor, perdóname.
  • Vete a la mierda, idiota -dijo ella abriendo la puerta de la calle-. Olvídame, vete con alguno de esos tíos.
  • ¡ERES UNA PUTA! gritó Joel nada más ver cómo la puerta se abría del todo y Julia empezaba a salir.

En ese momento el tiempo se detuvo. Yo abrí la boca alucinando de que Joel pudiera decir algo así a su novia, a la que no respetaba, pero por la que hacía siempre lo que ella decía, a la que nunca había gritado antes y a la que siempre le respetaba dijera lo que dijera. Ella debió quedarse tan sorprendida como yo. Miré a Joel ya arrepentido de haberle soltado eso, pero aún con el enfado marcado en su cara. Julia vivió a entrar y cerró la puerta. Se encaminó hacia él y Joel no se movió. Los dos sabíamos lo que venía. Una hostia como la catedral de Burgos. Pla. Pero no. Se acercó hasta la mesa del comedor y cogió el móvil de Joel. Dejó el bolso. Y entonces los dos adivinamos lo que quería hacer. Estrellarle el móvil en el suelo por sus palabras. Pero volvimos a fallar. Se acercó a mí con el móvil en la mano. Nadie abrió la boca ni se movió excepto ella. Me miró otra vez a los ojos y con solo una lagrima en ellos me preguntó si aún estaban esos videos usando a su amigo en aquel móvil. No respondí porque Joel, diez metros detrás nuestro, dijo que sí. Y que lo borraría de inmediato. Ella negó con la cabeza. Se había secado la lágrima y su expresión pasó de enfadada y triste a unas facciones más duras. Frunció el ceño.

  • No, no los vas a borrar. Igual es mejor que vuestras madres vean el video. Igual necesitáis que os vuelvan a educar -dijo, seria y confiada en sus palabras.
  • Amor… -empezó diciendo Joel.
  • ¿Amor? preguntó ella sorprendida sin mirarle a la cara. Solo me miraba a mí. Se metió el móvil de Joel en el bolsillo - ¿No era una puta?... Sí, es lo que voy a ser.

Según se volvió a sacar la mano vacía del bolsillo agarró mis brazos con sus manos, se puso un poco de puntillas y me metió la lengua hasta la campanilla. Yo intenté apartarme, pero ella me empujaba hacia sí y me besaba como cuando te encuentras a una tía que te mola y en mitad de la discoteca le metes un buen morreo. Un morreo que suele conducir a la cama. Nada romántico, sino uno de esos morreos de preliminar. Joel debía estar flipando, pero yo me mantuve con los ojos apartados. Tampoco me aparté físicamente. Sus labios eran húmedos y tenían un sabor a melón. Tal vez por el cacao que se echaba. No recordaba esos besos pero la imagen de nuestra vez juntos en su cama me vino a la cabeza y me puse cachondo.

  • ¿Qué cojones se supone que estas haciendo? -chilló Joel.
  • Pagarte con la misma moneda, a ver cómo te sienta. Tu te comiste una… bueno dos, pues ahora me toca a mi. Y más te vale quedarte ahí quieto hasta que termine o le enviaré todos esos videos a tu madre y le contaré todo lo que me has contado. Además de hablar con Santi personalmente -dijo, apartándose de mis labios y llevándome hacia el sillón. Me empujó en el pecho para que me dejara caer en él -, A la tuya también se lo mandaré -me dijo apoyando las dos rodillas en el sillón, entre mis piernas, y sentándose encima de mi paquete.
  • No pienso aceptar esta mierda y tampoco … -Julia le mandó callar con un dedo y le hizo un gesto de llamada. Joel se calló. Me volvió a besar.

Mientras lo hacía agarró de mis brazos y condujo mis manos a su espalda haciendo que las bajara más hasta llegar a la parte alta de su culo. Mientras con movimientos muy provocativos me restregaba sus pechos en mi pectoral y su pubis jugueteaba con mi bragueta.

  • Vamos a recordar viejos tiempos -dijo, moviendo la cabeza y dejando su pelo en la parte izquierda, mostrando su perfil derecho para que Joel viera como me besaba. Yo estaba súper cortado con aquello, pero aproveché la situación cuando empezó a mover mucho más su cadera y mi rabo empezó a estar cómodo con lo que estaba pasando. Julia siempre me había parecido una chica muy guapa. Morena, pelo largo, ojos marrones claros, una tez muy blanca, grandes tetas, buen culazo… vamos una chica espectacular. Pero nunca pensé que sería capaz de hacer algo así y eso es lo que más cachondo me puso. No pensé en Joel porque la amenaza surtió efecto. O quise también aprovecharme de ella, supongo. Pero cuando veía a Joel ahí de pie sin moverse intentando no mirar aquella escena de su novia encima de mi en el sofá metiéndome la lengua hasta la campanilla… puff… me ponía a mil y oculté las pequeñas veces que quise llevar el mando. Como cuando decidí quitarle el sujetador después de que ella se hubiera quitado la camiseta que llevaba. Bajé las manos según las había puesto en el enganche del sujetador. No quería tampoco que Joel viera que yo me estaba aprovechando de aquello, pero claro, qué hacer si ya todo era tan surrealista en nuestras vidas…

Ella, al ver que iba a desabrocharle el sujetador, volvió a cogerme de las manos y las llevó al lugar donde las había bajado.

  • Hazlo, quítamelo- dijo con una voz un poco más porno.

Así lo hice, mi rabo ya estaba a mil, y eso, que esa mañana de madrugada había descargado utilizando la mano de Joel. Ahora eso me parecía una estupidez. Tenía a su novia… o ex novia, no se que eran en ese momento, encima de mi. Le quité el sujetador y allí aparecieron dos pechos blancos y hermosos frente a mi cara, a los que fui directamente sacando la lengua y repasando primero sus pezones y luego el contorno. Ella levantaba las manos y se tocaba el pelo haciendo que estaba más excitada de lo que realmente estaba. No le notaba todo lo cómoda que estuvo la única vez que lo hicimos, pero en parte sí estaba disfrutando. No quise mirar a Joel mientras le comía las tetas pero no pude evitarlo, mis ojos se fueron a él, allí de pie, quieto, con cara de jodido por todo y sin saber qué hacer. Verle así, con las tetas de su novia en mi boca hizo que mi rabo pegara un golpe queriendo salir. Ella lo notó y allí fue con sus manos arregladas y sus uñas rojas a abrirme la bragueta. No quiso ni bajarme los pantalones. Se los bajó ella un poco levantándose de mis piernas y ayudándose con el apoyo de sus rodillas. Bajó la cremallera y se deslizó los jeans blancos que llevaba hasta una zona donde le permitía seguir encima de mí, pero con el contacto de sus braguitas verdes contra mi bulto. Sacó parte de mi rabo por el bóxer con la bragueta completamente abierta y deslizó de manera suave y nada grotesca un poco de saliva en sus dedos y me acarició el glande. La combinación de sus manos y su saliva hizo que se me erizara todo el cuerpo y ella se estremeció también al tocarlo. Lo buscó hasta el tronco, mirando a Joel por primera vez, quien retiró la mirada hacia otro lado. Me volvió a mirar y sonrió.

  • Se ve que ahora le da vergüenza -me dijo mientras soltaba mi polla y se ponía de pie en el sillón dejando la parte delantera de sus braguitas verdes frente a mi cara. Metió sus dedos por los laterales del pubis y deslizó suavemente su ropa interior hasta abajo, arrastrando consigo un poco más los pantalones mientras metía el pubis y sacaba un poco de culo. Apoyé mis manos en su culo no solo por el placer de tocarlo sino también para asegurarme que no se resbalaba ni se caía para atrás y entonces acompañé el movimiento hacia delante para que viniera hacia mi. Ella no lo frenó y dejó que mis labios tocaran su labios exteriores. Primero repasé su contorno con mi lengua para después meterla lento pero sin detenerme rozando el contorno de sus labios interiores y subiendo la lengua, con mayor acumulación de saliva, hacia la cabeza del clítoris.

En ese momento gimió y vi cómo Joel se llevó un puño a la boca. Se le notaba muy cabreado. Aunque aseguraría que no conmigo.

Entonces, más cachondo aún, baje la lengua desde el clítoris, pasando por la apertura uretral, hasta la apertura vaginal y allí acompañándome de la lengua metí un par de dedos. Volvió a gemir y se llevó las manos al pelo. Jugué con el ritmo de mis dedos hasta que los humedeció y me los metí a la boca. Echaba de menos ese sabor. Volví a metérselos y después de sacarlos otra vez le agarré de la cadera para que se bajara. Mientras buscaba es su bolso un preservativo yo me bajé más los pantalones y dejé mi rabo fuera. Miré a Joel y empecé a pajearme. Él hizo como que no vio que le estaba mirando. Julia se volvió a acercar y me puso el preservativo en el rabo, muy delicadamente. Ayudé a ajustármelo y la subí de nuevo encima. La abrí un poco más de piernas de lo que ella se puso y metí suavemente mi rabo lubricado solo con un poco de saliva. Ella empezó a abrir la boca por el placer pero no emitió sonido ninguna hasta que no le metí la polla entera. Estaba acostumbrada al rabazo de Joel así que después de metérsela hasta el fondo empecé a pillar un ritmo muy rápido desde el principio para verla gozar. Y así fue, en cuanto le di un poco de ritmo a mi cadera ella empezó a gemir tocándose más y más el pelo y alternándolo con sus pechos mientras yo agarraba su cintura y me ayudaba en mi control del movimiento.

De vez en cuando Joel hacía gestos de indignado e intentaba mirar a cualquier otro sitio pero los gemidos exagerados de su novia atraían su mirada. Se estaría preguntando si realmente estaba gozando o no. La misma pregunta que yo me hacía, aunque me daba un poco más igual porque follarme su coñito me estaba encantando. Quería, mientras tenía dentro mi polla, pillarla de pie y hacerle el columpio pero tampoco quería pasarme de la raya e intenté controlar mi excitación.

Llevaríamos más de 20 minutos de follada intensa cuando noté que me iba a correr. Mi cuerpo estaba sudado entero y ella andaba parecido, aunque desprendía un olor a colonia muy rico. Yo olería a macho, seguramente. Los últimos dos minutos la follé mucho más duro y ahí sí vi en sus ojos un placer real que no pudo ocultar, pero entonces mi leche salió desprendida hacia el condón mientras mi polla seguía bombeando su vagina. Ella, al notar que yo me corría, empezó a gemir más fuerte fingiendo claramente el orgasmo y vi cómo Joel se giraba hacia el baño y, tras su último grito de placer, cerraba la puerta del cuarto.

Me quedé exhausto en el sofá sin poder decir ni una palabra mientras ella se ponía bien la ropa y sacaba el móvil de Joel lanzándolo cerca de mi.

  • Ni se os ocurra volver a llamarme, ninguno de los dos -dijo con el mismo tono de cabreo de hacía media hora.

Se fue, dejándome allí semidesnudo. ¿Qué cojones estaba pasando con mi vida tranquila de hace más de un mes? El bajón me vino cuando me di cuenta de lo que realmente había pasado: Joel, el subnormal e inconsciente de Joel, se había jugado su relación por seguir con aquel maldito juego.