DIARIO DE UN HETERO: saludos y despedidas,II (10)
Luca, un abogado de 29 años comparte piso con Joel, un chulito de 22. Los dos, heteros, ególatras y arrogantes se ven abocados, por una apuesta de gallos, a toda una serie de acontecimientos relacionados con el mundo de la dominación sexual que no esperaban. ¿Serán capaces de controlar la situación?
Viernes, 23 de Febrero del 2018
- ¿Quién es, Joel? ¿A quién has metido ahora en todo esto?- le pregunté cuando tocó el interfono de un piso tercero sin letra y, a los pocos segundos, se abrió la puerta.
- ¿Prometes no cabrearte?
- Empiezas mal así, ya me estoy cabreando - dije, y nada más terminar de decirlo, Joel empezó a reír a carcajadas
- Antes de irme del piso guardé el número de teléfono de tu camisa. El número que te escribió aquel chico que me contaste que te había usado como lubricante en el gym.
- ¿Qué? - dije sorprendido. No me esperaba que fuera a llamarlo. Aunque podía llegar a sospechar debido al interés y afición de Joel por las competiciones de fisicoculturismo que siempre veía por la tele, y por las preguntas que me hizo sobre ese chaval- Ese capullo me humilló para follarse a su colega. Es prepotente, chulo y un capullo integral- dije para convencernos y pirarnos de allí, pero el ascensor ya se había puesto en marcha.
- Pues como nosotros. Por eso creo que puede ser un buen aliado. A ver. He hablado con él un par de veces, bueno, con su colega. Creo que es su esclavo cuando está aquí en España. Ya sabes que mi inglés no es muy bueno y su español tampoco lo es. Es sueco y pasa temporadas en Madrid porque su padre es embajador aquí. Además tiene bastantes empresas y mucha pasta.
Eso último ya lo había deducido yo solo. Estábamos en uno de los mejores barrios de madrid y todo lo que nos rodeaba desprendía dinero y elegancia.
- No había quedado aún con él. Estaba esperando a quedar contigo, contarte todo y entonces quedar. Y hoy tenía un hueco, por eso te he llamado para que vinieras.
- Osea que estamos subiendo a casa de un tío que no conocemos de nada más que de haberme humillado. Todo muy bonito - dije en tono sarcástico.
- Te recuerdo que la descripción que me hiciste de él era exactamente nuestra personalidad. ¿Qué diferencia hay? ¿Que es maricón? pues vaya; tu y yo últimamente no es que llevemos una vida hetero como la de antes.
Las puertas del ascensor se abrieron cuando se detuvo lentamente en el tercero. Y ante nosotros, un portal con dos ficus perfectamente cuidados y una puerta blindada en blanco nos separaba de aquel cabrón físicamente perfecto que me había jodido en los baños y del que me quedó una sensación extraña, entre las ganas de partirle la cara por cómo actuó conmigo y el quitarme el sombrero por la seguridad y el control a pesar de tener 22 años, 2 menos que Joel. De perdidos al río, pensé.
Joel tocó el timbre y la puerta la abrió aquel chico de 32 años que me pidió disculpas por correrse en mis pantalones mientras su amo nos dominaba a los dos a su sonrojo. Tras verme en el umbral de la puerta puse cara de cabreado y eso hizo que agachara aún más la cabeza dejándonos entrar.
- Pasen - dijo con la cabeza aún inclinada y extendiendo el brazo para que continuáramos en la dirección que marcaba.
Entramos y pudimos contemplar una casa completamente abierta sin ninguna pared que formara habitaciones. Un piso más largo que ancho que debía tener unos 110 metros cuadrados de plena luz por los ventanales que recorrían toda la pared exterior que daba a la calle. Era un piso dúplex y la escalera de caracol se situaba en el lado opuesto a la entrada. Lo que más me gustaba de aquello era que el piso de arriba cubría, en paralelo, solo la mitad de la superficie, y desde el primer piso se podía ver el pasillo recto del piso de arriba, a través de una barandilla de cristal. El comedor, que quedaba de frente, así como la cocina al fondo, se situaban debajo del techo del segundo piso, mientras el salón y una sección de aparatos de gimnasio quedaban en la parte del techo del edificio en sí. Los dos niveles se complementaban a la perfección en una distribución elegante, sobria y minimalista que dejaban aquella casa como una opción perfecta para un catálogo de revista. Las habitaciones y el baño deberían estar situadas en la segunda planta. Esta sí, dividiendo sus habitaciones con paredes.
- ¿Quieren tomar algo? - preguntó el tío de 32 que aún recordaba sufrir por las embestidas de su amo en aquellas duchas, mientras nos conducía hacia el salón donde se asomaba una medio melena rizada que reconocí y que nos daba la espalda sin girarse mirando las vistas que ofrecían aquellos ventanales.
- Dos cervezas - dijo Joel elevando la voz en comparación con la voz susurrada de aquel tío.
- Una, yo no quiero nada - dije sin cambiar la mirada de aquellos rizos castaños claros. Empecé a ponerme nervioso.
- Dos - terminó diciendo Joel tras pegarme un codazo en el abdomen- No seas tímido- me dijo con una media sonrisa.
- Claro Señor- dijo aquel chico terminando de acompañarnos hasta rodear el sillón.
- Mi Amo - dijo dirigiéndose a aquel joven que mi cerebro no podía borrar. éste se levantó y se giró hacia nosotros- Aquí están sus invitados.
- Por fin estáis aquí - dijo en su perfecto inglés sin dejar de apartar su mirada hacia mi. Intenté aguantarla hasta el final con cara de pocos amigos. Recordé cómo me colocó casi de rodillas en las duchas para que me tragara su polla después de habérsela metido en el culo al otro - Estaba impaciente- dijo acercándose a nosotros. Joel estaba más cerca de él y aún así el chaval se encaminó hacia nosotros, dejando de largo a Joel sin saludarlo y viniendo directamente hacia mi.
Me puso su mano derecha en mi cadera atrayéndola hacia él y con el otro brazo me rodeó el cuello dándome un abrazo que no esperaba. Yo no moví mis manos y continuaron pegadas a mi cuerpo pero consiguió que cambiara de cara de pocos amigos a una más relajada. Entonces se volvió a apartar y nos pidió que nos sentáramos. Joel y yo nos sentamos en unas sillas modernas completamente blancas de espaldas a la ventana y de frente al sofá, donde él se sentó. Justo en la mitad de un sofá enormemente largo de 5 plazas, completamente gris a excepción de unos cojines azules en los extremos.
Pensaba que mi cerebro había exagerado su belleza, pero no había una gota de exageración. Su cara era de una perfecta simetría que con sus ojos oscuros le confería esa intriga que lo hacía aún más atrayente. La mandíbula era igual de prominente y sexy que la imagen que tenía de ellas. Pero esta vez, la indumentaria le concedía incluso más carácter y presencia. Una camisa blanca y una americana negra con botones de charol, unos pantalones negros vaqueros ajustados a sus musculosas piernas y unos zapatos que parecían sacados directamente de una tienda. Un cinturón de Dolce & Gabbana dividía su tronco superior e inferior mostrando una silueta más prominente. Toda la ropa parecía estar hecha a medida, pues envolvía un cuerpo de revista que tanto trabajaba en el gimnasio. No sé si tenía o no estudiados todos sus movimientos, pero eran pensados milimétricamente para no dejar dudas de quién tenía el poder en aquella casa y hacía que el resto, por muy alto nivel económico, social o político que tuviera pareciera de menos calado que él. Sus manos apoyadas en la parte alta del sofá, estirados paralelamente refutaron esa sensación. Lo que más me llamaba la atención de él era que a pesar de tener cara de niño aún, eso no infundía suavidad, sino que precisamente, ese rasgo de juventud le confería mayor intriga intriga, al menos para mi.
No me di cuenta que Joel había pasado de tener cara de venganza a no entender nada. No le había ni saludado y a mi me había dado un abrazo. Yo tampoco entendía mucho. Ninguno de los tres volvió a hablar hasta que su sumiso volvió con dos cervezas y una copa de vino tinto para su Amo. Cuando nos las entregó, su amo chasqueó los dedos y su esclavo se puso de rodillas frente a él dándole la espalda y mirándonos.
- Creo que aún no te he dicho mi nombre, discúlpame - dijo el chaval sin dejar de mirarme - Mi nombre es Aiden. ¿Tú eres Luca, verdad? Tu amigo me lo ha dicho. Me alegro que al final hayas aceptado venir.
- ¿Al final? - dije mirando a Joel.
- Sí - dijo Aiden sin dejar que Joel contestara - Tu amigo te habrá informado, ¿No?. Mi perra ya le dijo a él - señaló a Joel que no era capaz de seguir la conversación en inglés- que si tú no venías no le iba a ayudar.
Miré a Joel en busca de explicaciones pero no las tuve, solo una cara de “este tío se empeñó en que vinieras tú”, con la que no me conformé pero que deje pasar.
- Me caiste especialmente bien la última vez, y quiero pedirte disculpas por mi comportamiento -se arremangó un poco la americana negra hasta mitad de la muñeca inclinándose en el sillón hacia delante en pose provocativa- No hay excusa pero estaba cachondo por la culpa de esta zorra- lanzó su pie derecho hasta golpear con la suela del zapato al esclavo que seguía de rodillas haciéndole caer de bruces en el parqué con las manos aún en la espalda- Y claro, apareciste tú, hurgando en mi bolsa y no puedo negarlo, me pierden los machitos como tú - sonrió con un 10% por ciento de timidez y un 90% de sensualidad y volvió a apoyar su espalda en el sillón y a estirar su brazo izquierdo en la parte alta del sofá mientras la derecha sostenía la copa.- Pero ya me ha contado tu amigo que no eres uno de estos - dijo golpeando esta vez en las costillas a su perro con el otro pie - Por eso he decidido ayudaros, por una recompensa a mis acciones.
Pensaba que no se dirigía ni le hacía caso a Joel por una cosa del idioma. Aiden hablaba poco español y Joel nada de inglés, lo que la comunicación que había habido entre ellos era a través de su esclavo que sí era español, arquitecto y también de clase alta como pude comprobar después. Pero al parecer, no iban por ahí los tiros, por las razones que fueran, a Aiden, Joel no le interesaba más que por ser mi amigo. Yo era yo el centro de su interés. Lo que quería saber era qué interés podía tener en mi. ¿Verme como un igual? Como decía Joel, los tres teníamos un carácter parecido y nos gustaban cosas parecidas salvando las distancias pues el se movía en el mundo gay y nosotros en el hetero. Pero no podía ser eso, al menos, si fuera así Joel también le atraería. Puede que le hubiera gustado yo simplemente..
- ¿Y cómo se supone que nos vas a ayudar?- dije entendiendo que no podía amilanarme ante él y debía guardar la misma postura dominante que él tenía.
Aiden se sentó en el filo del sofá y abriéndose de piernas agarró por los pelos a su sumiso echándolo hacia atrás y apoyando su cabeza entre sus piernas. Éste gritó un poco por el dolor al estirar de su pelo y arqueó su cuerpo fibrado para colocarse en la posición que su amo quería. De rodillas arqueando la espalda hacia fuera y con la cabeza cerca de rabo mirándole a los ojos.
- Presentate Doggy - dijo Aiden dándole un beso en la mejilla mientras mantenía firme estirando del cabello y luego lo empujaba desde el mismo sitio hasta tirarlo al suelo de bruces.
- Hola Señores - empezó diciendo el esclavo mientras se incorporaba del suelo y volvía a colocarse de rodillas- Mi nombre es Doggy y soy el esclavo del Amo Aiden. Gracias por venir a mi casa, que siempre que el Amo está en España es suya. Él la utiliza como su hogar y yo soy su sirviente las 24 horas. Y me presento como un objeto ante ustedes para que puedan usar la casa y todos mis recursos para lo que el Amo ordene - se acercó gateando hasta mis zapatos y los besó, luego se dirigió a las zapatillas de Joel e hizo lo mismo. Joel le dio una patada en la cara cuando beso la zapatilla derecha.
- Buen chico - dijo Aiden pegando dos palmadas en su propia pierna y haciendo que el perro volviera a él. Lo colocó para situar sus dos piernas encima de su espalda. Vertió un poco de vino de la copa en el parqué y rápidamente fue el esclavo a limpiarlo con la lengua para que no dejara mancha, mientras mantenía la espalda rígida para que su amo no se molestara al tener los zapatos encima de su espalda.
- Podéis pedirle lo que queráis, la casa está a vuestra disposición, así como el dinero de esta rata que os ayudará en vuestra venganza. Y por descontado que sus orificios están a vuestro placer cuando queráis- dijo Aiden mientras se levantaba manteniendo uno de los zapatos en la espalda y el otro bajándolo al suelo. Se incorporó haciendo que éste se tumbara en el suelo y su amo terminara de pie con uno de sus zapatos aplastándole la parte baja de la columna.
Yo traducía a Joel lo que decía, y cuando le traduje esto último, se levantó violentamente y se puso delante de Aiden pisando la nuca del esclavo tendido en el suelo. Al hacerlo, el esclavo gritó de dolor pero Aiden no movió un solo músculo de su expresión. * No somos maricas, capullo, así que mejor dejamos los orificios del resto cerraditos.
Aiden miró a su esclavo esperando una traducción de aquello, aunque en parte lo había entendió. El esclavo hizo el trabajo de traducción en ese momento, separando un poco la boca del suelo que Joel estaba presionando. Cuando lo tradujo, yo esperaba que le diera un puñetazo por esa salida de tono, pero Aiden solo sonrió y nos pidió que le siguiéramos.
- ¿Sabes lo que es la testosterona? - dijo Aiden hablando por primera vez a Joel directamente mientras subía la escalera que conducía a la parte alta de aquel piso de lujo. Sin dejar que le contestara continuó hablando. Yo iba el tercero, mientras su esclavo se había quedado abajo, recogiendo las bebidas, así que tuve que traducir lo que decía - Seguro que sí lo sabes. No seréis maricas. no - dijo aludiendo a aquella salida de tono por la que nos habíamos desplazado hacia el piso de arriba - pero como le has contado a mi esclavo con anterioridad, ya habréis podido comprobar que no hay sensación similar a dominar a un hombre. El aumento de la testosterona con la dominación masculina es mayor que la dominación femenina, y eso es lo que os ha atrapado. No es cuestión de a quien te follas - dijo girándose y mirándonos a los dos cuando había llegado al último escalón- sino por encima de quién estás.
Joel no contestó a nada de lo que le dijo. Se quedó reflexionando como también lo hice yo mientras terminábamos de subir la escalera y pasamos el pasillo observando a la derecha tres habitaciones cerradas y un baño tras las tres puertas blancas. A la izquierda, la visión de la planta baja a través de la barandilla acristalada. Al fondo del pasillo, esta vez frente a nosotros y no a nuestra derecha, había una puerta que no estaba cerrada completamente y a la que Aiden nos invitó a entrar. Era una habitación, probablemente la habitación donde él dormía cuando se quedaba en casa de su esclavo. Era una habitación enorme con varias estanterías llenas de trofeos y libros, una mesa de escritorio y al fondo una cama “kingsize” pegada a una falsa pared que no llegaba a juntarse en las paredes laterales, sino que en ambos lados, había unos 5 metros que daban acceso a una parte trasera de la falsa pared donde tenía un vestidor con mucha ropa, zapatos de marca y diferentes accesorios. Todo de Aiden, al parecer. No entendíamos dónde nos conducía, ni qué quería enseñarnos. Nos hizo pasar a la parte trasera de aquel lugar que separaba por aperturas laterales la habitación del vestidor.
- ¿Qué hacemos aquí? - le dije contemplando la infinidad de ropa que tenía para no vivir en esa casa siempre.
- Ayudaros con vuestra venganza - dijo Aiden con una medio sonrisa. ¿Por qué ibais a estar aquí sino?
Se acercó a una de las estantería del fondo del vestidor donde tenía colgadas unas 30 camisas de diferentes colores. Separó las últimas tres de la esquina de la derecha y pude observar que había una cerradura en la pared de ese armario.
- Debéis dejar aquí vuestros móviles y los relojes- dijo Aiden serio siendo el primero en dejar su móvil en una urna de plástico cera del corbatero.
- No pienso dejar mi móvil aquí - dijo Joel cuando entendió lo que estaba ocurriendo.
- Entonces búscate otro que te ayude. Ya puedes irte de mi casa - le contestó Aiden en un tono aún mucho más autoritario y completamente seco.
Algo me decía que podía confiar en aquel chico. Dejé el móvil en la caja de plástico y eso hizo que Joel también lo hiciera tras mirarme con cara de incertidumbre.
- Tu has decidido que estemos aquí, pues ahora apechuga - le dije bajito y muy rápido para que Aiden no pudiera entender ninguna palabra.
Dejamos los relojes y observé que Aiden no lo depositaba.
- ¿Tú no lo dejas? - pregunté
Con una sonrisa en la cara su respuesta fue clara,
- Por el bien de los tres mejor que entremos con uno - dijo haciéndose el interesante.
Sacó una llave del bolsillo, la metió en la cerradura y la giró lentamente provocando un chasquido. Empujó el armario desde una de sus partes desplazándolo hacia la derecha a través de dos pasadores en los que se apoyaba ese armario y ocultando y encajándolo entre dos paredes. Al parecer era un armario, que hacía a su vez de puerta. Una puerta típica de casas modernas en las que éstas se oculta entre dos paredes. Con los días, me enteré que su esclavo, al ser arquitecto, fue quien había diseñado la casa como Aiden le había pedido. Los dos eran dos capullos con bastantes contactos y mucho dinero. Al empujar aquel armario hacía el hueco que se había dispuesto para que se ocultara, apareció otra puerta, una tradicional aunque bastante gruesa. Con la misma llave y con el mismo giro de muñecas, la abrió y nos condujo dentro.
- Hostia puta - dijo Joel más alto de lo que pretendía.
Yo no podía creer lo que estaba viendo. Era alucinante a la par de provocar un escalofrío en todo el cuerpo. Ante nosotros se nos presentaba una habitación, un poco más pequeña que el dormitorio que habíamos cruzado, pero aún así grande para la función que cometía. Una habitación que me recordó a la mariconada de peli de "50 sombras de Gray", pero mucho más sádica. Una sala en la que había toda una serie de artilugios de bdsm que iban desde una selección de látigos de distintos tamaños a diferentes objetos, tramánculos e instrumentos para el placer de la dominación: una decena de cuerdas de diferentes formas, colores y materiales, elementos para la privación sensorial, varias ruedas de Wartenberg, pinzas, velas, jeringuillas, látigos, floggers, varas, palas, esposas, grilletes, cadenas, tobilleras.
Ese chaval tenía mucho estilo, pensé para mí mientras observaba todo aquello. Según entramos por la puerta y Aiden la cerró, a mi derecha había uno de esos cepos que usaban en el medievo para los esclavos y los que cometen alguna falta en los que se le metía la cabeza y las manos entre dos tablas por tres agujeros. La diferencia es que este estaba bien barnizado y cuidado con un acolchado en una de sus partes. Y debajo dos aros esperaban para sujetar los pies y que el esclavo no se moviera. A mi izquierda, el armario donde todo ese material estaba ordenado milimétricamente. Y en frente, al fondo, una cama enorme con 4 columnas negras en las que descansaban dos argollas por columna. Lo más interesante de la cama era que debajo albergaba una jaula. Jaula del mismo tamaño de la cama que no alcanzaría una altura mayor que 60 cm donde un chico al que no podía ver la cara esperaba encerrado. Los barrotes eran muy estrechos y de color negro. Y al lado de la cama una mítica cruz en forma de X. En aquella cruz otro chico, este de unos 35 estaba atado y amordazado por una de esas bolas rojas que el de debajo de la cama también tenía. No muy lejos de la cruz tenía un potro inmovilizador todo recubierto de acolchado negro.Y desconcertantemente, en el centro de la habitación, una mesita pequeña con un reloj de arena curioso. Y digo curioso porque el reloj de arena estaba dentro de un cilindro de hierro que cada vez que la arena terminaba de caer en la parte inferior se giraba y volvía a comenzar sin tener que girarlo manualmente.
Joel se atrevió a dar algún paso más mientras yo me quedé junto a Aiden en la entrada de aquel lugar. Todo tenía una luz bastante clara, siempre me había imaginado esos sitios con un intenso rojo y negro, pero no, Aiden tenía mejor gusto que esa fantochada y, a pesar de no haber luz natural por no haber ningún ventana, la poca luz que había era blanca y se reflejaba en los espejos que recorrían la habitación. La luz blanca provenía de la parte alta del techo donde varios focos iluminaban, tenue pero claramente el lugar haciendo un efecto de luz natural. Me di cuenta al observar aquellos fotos que del techo colgaban varios agarraderas de metal que seguramente servían para suspender a sus esclavos con cuerdas o similares. En una de las esquinas de la habitación había una puerta que conducía a un baño con un retrete, un grifo y una ducha también con grilletes en su parte alta.
- Eso es lo más interesante de la habitación- empezó explicando Aiden al ver el interés de Joel por aquel reloj de arena que descuadraba por el ambiente del resto del lugar - Se gira cuando se completan dos minutos, y así ininterrumpidamente la arena pasa de un lado a otro para mostrar el tiempo transcurrido a quien se queda encerrado aquí dentro.
- Perturbador - dije.
- Sí, sobre todo porque quien está aquí encerrado tiene la opción de salir en cualquier momento y ser libre. Este reloj de arena es su única constancia temporal. Algunos saben cuando entran pero no cuando salen, y por eso es tan necesario.
- Cómo funciona- pregunté.
- ¿Ves esto? - me dijo mostrándome una caja al lado de la pared que abrió y en la que aparecieron 10 botones con números del 0 al 9 y una pantalla en verde encima de ellos - Ésta es la cerradura para abrir la puerta desde este lado. Y solo se abre metiendo la hora exacta en cada momento. Por ejemplo, si quisiéramos salir ahora - dijo mirando el reloj, ese que no dejó en la caja- deberíamos meter las 19:34 minutos. Con la hora exacta, la puerta se abre. Pero si se mete una hora errónea la puerta se bloquea durante una hora y solo se puede abrir del exterior. Y todo el que entra aquí, entra sin mayor percepción del tiempo que el recuerdo de la hora al haber dejado móvil y reloj fuera. Entonces, solo un reloj de arena que se mueve cada dos minutos es la ayuda necesaria si se quiere salir de aquí y no te encuentras enganchado a alguno de estos chismes, claro - dijo riendo.
- Completamente perturbador - volví a recalar.
- A mi me ha puesto cachondo - dijo Joel cuando le traduje lo que me había contado.
Le golpeé con el codo.
- Cuánto tiempo llevan estos aquí - pregunté mientras rodeaba la mesita del centro y observaba la cantidad de cosas que había en aquella habitación.
Aiden, sin moverse del sitio, con las manos detrás contemplando nuestros movimientos y observaciones por la habitación, contestó que no llevaba el cálculo, pero que llevarían más de 12 horas.
- Son dos perras bastante complacientes aunque muy lloricas dijo riéndose.
El chico de la cruz me seguía con la mirada y observé que tenía una cantidad enorme de marcas y arañazos por toda la piel. Joel también se acercó y no me fijé que en la mano llevaba un flogger de cuero de 5 puntas gruesas que nada más acercarse a él, lanzó contra una de las piernas del chico de la cruz confiriéndole más susto inesperado que dolor. Yo también me asusté al escuchar el chasquido repetido por las 5 puntas contra la piel. Miré a Aiden a través de uno de los espejos pero solo movió una ceja.
- Divertido este juguete - dijo Joel sin especificar si se refería al látigo o al tío.
Me aparté un poco, aunque no me disgustaba ver cómo Joel admiraba aquel instrumento creando una espera psicológicamente angustiosa en la que no se sabía cuándo volvería a golpearlo. Me puse otra vez a la par de Aiden, momento en que noté su perfume. Entonces Joel volvió a levantar la mano golpeando en el abdomen marcado de aquel tío que volvió a gemir tanto como la bola roja le dejaba. Varios hilos de saliva le caían por los laterales. Aquel esclavo completamente desnudo a excepción de un suspensorio negro no paraba de moverse en la cruz por el dolor.
- Yo que tú, le golpearía mejor en el pectoral si no quieres hacerte responsable del alta hospitalaria del esclavo- dijo Aiden serio y observando la mala técnica de Joel.
Cuando le traduje la frase, Joel sacó media sonrisa, levantó mucho más el brazo y esta vez las 5 puntas golpearon la parte del pecho del esclavo que volvió a retorcerse de dolor todo lo que las argollas le permitían. Lo que más se escuchaba en aquella sala era el tintineo constante del metal de la cadena de las argollas que amarraba sus dos manos. Esta cadena chocaba con cada movimiento del esclavo contra la madera de la cruz, provocando mayores heridas en las muñecas. Para el esclavo de la jaula debajo de la cama, el sonido debía ser psicológicamente perturbador. Lo era para mí, que estaba libre. Notaba como Joel apretaba su musculatura para inferir más dolor en aquel chico y empezaba a notar su respiración centrada en insuflar más energía a su cuerpo. Volvió a golpear esta vez en el brazo. No sabía si pretendía golpear en diferentes sitios o sus movimientos eran descontrolados. Con cada golpe, el esclavo inspiraba profundo por la nariz y apoyaba la cabeza entre las dos aspas superiores de la cruz, en señal de dolor, aunque si te fijabas en sus ojos, éstos no mostraban mayor sufrimiento.
- Sigue siendo muy flojo para lo que está acostumbrado esa escoria - volvió a hablar Aiden. Conocía a Joel y sabía que no le estaría sentando nada bien esos comentarios.
Entonces volvió a golpear en el pecho con tres repeticiones más, en los que los movimientos corporales del chico parecían más exagerados que reales. Le estaría doliendo realmente porque la fuerza que Joel estaba provocando era enorme, pero podía asegurar que el dolor provenía mayormente por golpear lo ya golpeado por Aiden previamente que por el golpe en sí.
- Necesita más fuerza. Coge el flogger desde más arriba - dijo Aiden tajante esperando que yo le tradujera.
Joel dijo algo que ninguno de los dos entendimos y volvió a golpear a aquel esclavo unas 7 veces más, donde dejó toda la energía que sus músculos le daban. Y tras esos 7 golpes y una respiración y exhalación profunda, continuó con una serie de golpes cada vez más rápidos y menos controlados por todo el cuerpo que no dejaban respirar al chico, solo aguantar una oleada de descontrolados y dolorosos latigazos por todo el cuerpo sin freno alguno. Junto a la respiración de Joel que era cada vez más jadeante, aprecié cómo cambiaba el peso de los hombros a las piernas, fuertemente arraigadas en el suelo, para que la tensión del cuerpo le diera más fuerza en los brazos y no se balanceara, propinando una caída en cascada de golpes - creo- más sonoros que fuertes. Cuando se cansó y vi cómo las gotas de sudor le resbalaban por la nuca, se dio la vuelta y miró a Aiden.
- No necesito consejo de un maricón para joder a otro - dijo lanzando el flogger al suelo a los pies de Aiden - Sé muy bien cómo tratarlos.
Sin mediar palabra Aiden se agacho a recogerlo y se acercó a Joel, le pasó de largo hacia donde su esclavo y aprecié más nítidamente que mi compañero sudaba a chorros por toda la frente del esfuerzo acometido. Entonces Joel carraspeó un poco para que observamos algo, y sin levantar apenas el brazo, ni hacer fuerza con el cuerpo, sujetó el flogger por la parte más alta del mango, movió el brazo 40 grados hacia su abdomen y vimos cómo la cara de su esclavo cambio de una expresión de agobio a una de terror. Con un simple giro de muñeca, las 5 puntas a una velocidad sorprendente, cruzaron desde un extremo del abdomen hasta el otro, dejando, al mismo instante que esas extremidades lo rozaban, 5 filas paralelas de un rojo más intenso que los provocados por Joel. Los ojos de aquel muchacho se abrieron de par en par según Aiden bajaba la mano estirada paralelamente a sus pies. Y seguido de los ojos inyectados en lágrimas un grito ahogado de dolor y un gemido posterior entrecortado por la respiración nacieron de entre la bola y los labios de aquel pobre chico. Un solo golpe, firme, en el lugar justo, con la tensión muscular y la destreza perfectas provocó cien veces más dolor y sufrimiento que las no sé cuántas de Joel
- La fuerza bruta no es suficiente para proferir mayor dolor. La técnica es fundamental - dijo Aiden sin despeinarse ni cansarse.
Yo estaba alucinando de que con un simple golpe triplicara el dolor causado por Joel y que además, Aiden no necesitara ni esforzarse lo más mínimo para ello. También era verdad que su musculatura triplicaba la nuestra, pero aún así, los dos nos quedamos impresionados. Aiden volvió a Joel, le tendió el flogger y le dio un par de instrucciones para que lo volviera a intentar.
- Métete esa mierda por donde te gusta que te den, capullo - dijo Joel cogiendo el instrumento de tortura y lanzándolo contra una de las paredes - Sácanos de aquí - terminó diciendo cabreado - Ya me ha aburrido este sitio.
Sabía perfectamente que estaba completamente jodido porque un marica le había dejado al nivel de su suela del zapato y no aguantaba esa humillación. Yo intenté guardar mi sonrisa. Entonces Aiden se quitó el reloj digital que tenía en la muñeca y extendió la mano para que Joel lo cogiera y pudiera salir. Joel lo cogió de mala gana y soltando un “gilipollas” se fue hacia la caja para meter los números correctos. Miré a Aiden para pedirle disculpas y él con signo de tranquilidad me respondió que no me preocupara.
Cuando Joel ya estaba metiendo el último número, Aiden se abalanzó sobre su espalda y un sonido extraño salió del sistema de apertura. Aiden empujó a Joel contra la pared y cogiendo unas esposas del armario de al lado le esposó una mano y lo lanzó contra la cama esposándole la otra a una de las cuatro columnas de las esquinas. Joel quedó atado por las dos manos por encima de su cabeza a una de los aros de la columna y, sentado en el suelo, exhausto, me miraba algo asustado. La verdad es que no me dio tiempo a reaccionar; sus movimientos eran justos y rápidos y no supe qué hacer. En la cara de Aiden había tranquilidad y media sonrisa, mientras que la de Joel era sufrimiento y frustración por no poder reaccionar a tiempo.
- Suéltalo Aiden, esto no es un juego- le dije mientras iba hacia ellos con intención de soltarlo.
- Tranquilo -me dijo al ver mi reacción y suavizando la fuerza que estaba haciendo. Me cortó el paso y me agarró suavemente de los hombros. Su cara no proyectaba ni maldad, ni venganza, ni nada, solo tranquilidad. Y eso me descuadraba más aún - Dejémosle que se relaje. No pienso hacerle nada malo. La puerta se ha bloqueado cuando le he golpeado contra la pared porque ha debido dar a otro número, pero en una hora se podrá abrir otra vez. De verdad que no voy a hacerle nada. Solo confía en mí. Cuando salgamos me gustaría invitarte a cenar. Mi esclavo cocina muy bien - terminó diciendo mientras me sonreía y acariciaba uno de mis hombros lentamente- Voy a lavarme las manos- dijo después de darme un beso en la comisura de mis labios.
No me aparté.