DIARIO DE UN HETERO: saludos y despedidas, I (10)

Luca, un abogado de 29 años comparte piso con Joel, un chulito de 22. Los dos, heteros, ególatras y arrogantes se ven abocados, por una apuesta de gallos, a toda una serie de acontecimientos relacionados con el mundo de la dominación sexual que no esperaban. ¿Serán capaces de controlar la situación?

Domingo, 11 de Febrero del 2018

No había escuchado la puerta. Después de que Julia se fuera, dejándome desnudo en el sillón y a Joel en su cuarto tras la abrupta y atípica ruptura de su relación, no supe qué hacer. Quise tocar la puerta del cuarto de Joel y preguntarle cómo estaba, pero su novia había estado cabalgando sobre mi polla y no era el mejor momento de abordar ninguna conversación. Me fui al gimnasio y por miedo de una bronca con él, no volví a casa hasta las 11 de la noche. Aproveché para llamar a un colega y cenar con él. Al volver a casa, la puerta de la habitación de Joel seguía cerrada y el resto de la casa continuaba como la habíamos dejado después de aquella bronca; desordenada, con olor a sexo y a cerrado.

Me metí en la cama y por la mañana, un 11 de febrero, Joel desapareció.

Lunes, 12 de Febrero del 2018

Era la octava llamada que le hacía desde que desapareció dejando su cuarto tal cual a excepción de la mitad del armario que se llevó consigo. No me había dejado ninguna nota. Con la novena llamada de ese lunes 12, el contestador volvió a sonar. Recogí la casa después de llegar de trabajar y me fui al gimnasio y a tomarme una cerveza. Está preocupado por Joel, pero necesitaba despejarme.

Martes, 13 de febrero del 2018

Decidí acudir a la universidad donde Joel estaba estudiando Administración y Dirección de empresas, pero ninguno de sus compañeros lo había visto desde hacía unas semanas. Por lo que me contó una tía con la que había mantenido relaciones en varias ocasiones, “ese gilipollas de tu amiguito me debe 40 pavos en maría y los apuntes de econo. Si le ves le dices que le pienso cortar la polla”. ¿Semanas? ¿Por qué no me había dicho que no estaba yendo a la universidad? Intenté sacar algo más de información a aquella compañera/follamiga de Joel invitándole a un café rápido. Eran las 11 de la mañana y había pedido la mañana libre con la excusa de trabajar desde casa y, poder así, entender dónde estaba mi compañero de piso. La conversación empezó relajada. Al parecer, Joel suspendió un examen y desde entonces no había vuelto a aparecer por el campus, dejando a un lado los estudios para centrarse en a saber qué zorra. O eso es lo que pensaba esa tía. Pero yo sabía que no era ninguna mujer por la que había dejado de ir a la Uni. Coincidían fechas. Cuando aquella chica no podía darme más información ni sabía cómo localizar a Joel, decidí marcharme, pero se puso pesada con que le devolviera el dinero que le debía mi compañero, como si yo tuviera que pagar sus porros.

  • Vete a la mierda, tía, cuando le veas a él le reclamas lo que sea - dije levantándome de la mesa de la cafetería de la universidad donde estábamos tomando el café.

Salí al pasillo que conducía a las escaleras de salida cuando aquella chica salió detrás y me adelantó a paso rápido. Me agarró de la mano y me hizo girarme hacia ella.

  • Tómatelo como un adelanto. La última vez que follé con tu colega me pegó una mierda de urticaria en el coño - dijo soplando su flequillo azul. Era una de esas típicas perroflauta. Pelo teñido de azul claro, varios piercing en la boca y un jersey de lana 4 tallas más grande que ella. Una falda vaquera y media tupidas negras que terminaban en unos zapatos negros enormes, casi ortopédicos - Así que dame la pasta tú, porque no pienso volver a tocar a tu amiguito, y luego que él te lo devuelva.

Solté mi mano de la suya y le dije que se fuera a la mierda y que se centrara en estudiar, todo ello con un tono lo suficientemente irónico como para que ella se calentara,

  • Vaya, todos sois iguales, ¿tú también tienes esos bichos o qué? seguro que te los ha pegado, a saber cuantas tías te has follado tú que hayan pasado previamente por su rabo - dijo esto algo más alto de lo comedido, como para que varias cabezas se giraran.

Le cogí de la mano cariñosamente como si fuera su pareja y la llevé pasillo arriba. Quería arrastrarla hasta la calle, pero al terminar el pasillo vi un cartel de “biblioteca” y la obligué a entrar. Ella no ponía mucha resistencia. Aseguraría que estaba consiguiendo lo que se proponía con sus provocaciones.

  • Esta es una de las bibliotecas capullo, ¿qué quieres?- dijo entre nerviosa y sonriente.

No conocía esa facultad pero me daba la impresión de estar en una de esas bibliotecas que están diferenciadas por todo el edificio en base a su temática; lo que conllevaba que eran algo más reservadas y menos transitadas. Le conduje hasta el final, entre las últimas dos librerías, y la empujé contra la pared del fondo. Le agarré del cuello y ella sonrió

  • ¡Vaya! Pensaba que me habías traído para informarte sobre microeconomía- dijo esforzándose para hablar claro a pesar de estar cortándole un poco la respiración.
  • Ni es micro ni es economía lo que te vas a tragar - dije desabrochando la bragueta mientras apretaba su cuello y la deslizaba por la pared hasta conseguir que se pusiera de rodillas.

Saqué mi rabo flácido y se lo metí en la boca. La guarra no dudo ni un minuto en empezar a chuparla ansiosa. Era lo que estaba buscando. Me apoyé en una de las baldas; sección de “La teoría microeconómica de los últimos años”, y moví a aquella podemita y panfletaria contra la otra balda mientras aspiraba mi rabo. Rabo que ya estaba completamente duro. Me aseguré de que nadie se acercara y nos pillara vigilando constantemente entre los libros.. La cabrona tragaba con una avideza brutal metiéndosela entera y sin provocarse ninguna arcada

  • No te han dado rabo hace tiempo eh, es lo que os pasa a las raritas de la uni - le dije susurrando. Se sacó la polla de la boca y con su sonrisa irónica me lanzó un lapo que terminó en mi cuello.
  • No te creas. Me han follado hace poco, solo que te la como enterita porque estoy acostumbrada a pollas más grandes como las de tu amiguito- dijo sin dejar de mirarme.

Le agarré del pelo con las dos manos y la forcé a que metiera de nuevo la boca en mi rabo. Esa comparación me había cabreado. Entonces me acordé de aquel sueño que tuve en que Joel me follaba, y le pisé las dos manos con mis zapatillas, forzando a tenerla quieta sin poder moverse. Eso me excitó tanto que intentaba aguantar la leche que quería, inmediatamente, salir de mi rabo. Y, entre esa imagen, la humillación de aquella zorra comiendo rabo, y lo bien que usaba la lengua, hizo que una cantidad enorme de leche bastante espesa e incontrolada saliera del glande, rompiera en su garganta como una ola en un acantilado y empezara a ahogarse por tener que lidiar con la polla e impedir, al mismo tiempo, tragarse la leche que salía de ella. No dejé que se sacara la polla de la boca obligándola a tragarlo todo y a ahogarse por no poder respirar bien. Mis sacudidas constantes contra la balda hizo que se cayeran varios manuales provocando un sonido que se escuchó en toda la sala. Cuando vi que ya lo estaba pasando suficientemente mal, la solté, se sacó el rabo de la boca, cavidad que aún tenía repleta de babas viscosas y lefa entremezclada y se limpió con sus mangas. Me metí el rabo húmedo dentro del boxer y cerré la bragueta. Ella aún en el suelo con 6 libros a su lado me miraba con cara de asco. Me agaché y volvía a cogerla del cuello.

  • Quédate con eso que te has tragado. Es mejor que 30 euros de mierda- dije soltándola y empezando a caminar hacia el pasillo de vuelta a la salida.
  • Eran 40 - dijo ella cuando yo ya estaba algo más lejos.

Sonreí.

Entonces fui al bar donde trabaja algunas tardes y tampoco sabían nada de él. “Luca, es el segundo día que tu amigo no aparece. Ayer domingo tenía que haber hecho el turno de una camarera por la tarde y hoy también se ha fumado el suyo propio” me dijo uno de los jefes del local. “Dile que está despedido si no justifica esto hoy mismo”.. Salí mucho más preocupado. Semanas sin ir a la universidad, dos días desaparecido sin pasar por casa ni por el trabajo...

Miércoles, 14 de febrero del 2018

Llamé a su madre para preguntarle si le había llamado, escusándome en que había quedado con él a una hora y no había aparecido. No quería preocupar a la pobre mujer. No había hablado con su hijo en dos días. “Dile que me llame Luca, por favor, tenemos que concretar la cena para el cumpleaños de su padre”. Fue un error llamar a Julia, que tras doscientos insultos nada más coger el teléfono me colgó el teléfono tras un “vete a la mierda Luca, tú, y tu amigo el comepenes. Olvidaros de mí y si no aparece será que se habrá perdido por las calles de chueca”.

Jueves, 15 de febrero del 2018

Después de 37 llamadas y no sé cuántos mensajes de WhatsApp más, obtuve una contestación por su parte “Estoy bien. Necesito unos días”. Es todo lo que pude obtener de Joel.

Lunes, 19 de Febrero del 2018

Habían pasado ya 9 días sin ver a Joel y, a pesar de saber que podía estar “bien”, seguía preocupado y, en gran parte, se le echaba de menos por casa. Pero, por otro lado, yo continuaba cabreado por su decisión de irse sin avisar y el remordimiento de todo lo ocurrido no me dejaba descansar bien. Decidí tirar cualquier cosa que tuviera que ver con todos los objetos que Joel tenía guardados, y que me hacían recordar lo que habíamos pasado. El corset, la jaula de su polla y la camisa con el número de aquel chaval de la ducha. Entré a su cuarto y el olor a Joel no se perdía, a pesar de abrir las ventanas todas las mañanas. Seguía oliendo a su colonia. Invictus.

Encontré los tres objetos en el último cajón de su armario y los saqué de allí. Iba a salir del cuarto con ellos en la mano cuando observé que junto al bulto de la almohada había una prenda. Una camisa a cuadros, roja y blanca. La camisa a cuadros roja y blanca que Joel tenía puesta el día que le tocó comerse los 5 rabos enormes en aquel antro del Boyberry. No la había echado a lavar, y ya habían pasado 11 días desde aquello y, a diferencia del resto de ropa de aquel día, por alguna razón, esa camiseta aún seguía ahí. No sé qué me llevó a dejar el corset, mi camisa con el número del chaval aquel y el cinturón de castidad encima de la cama y coger la camisa. Cerré la puerta de la habitación y me senté en su cama. Hice una bola con la camisa arrugándola fuertemente en mi mano derecha, hasta tener el bíceps y el tríceps completamente agarrotados y entonces solté el puño y me llevé la prenda a mi nariz. Aspiré profundo. Olía a él. Pero no solo a él. Aún conservaba su olor corporal, mezclado aún con un suave olor a colonia, pero sobre todo, impregnado de su sudor. Joel tenía la costumbre de, al llegar a casa y quitarse la parte de arriba, usarlas como toallas para secarse el sudor de abdomen y axilas. Y esa camisa de ese día había recogido más sudor de lo normal por todo lo nervioso que estaba. Sobre todo la parte trasera de la prenda, que había recogido mayor cantidad de sudor. Cogí la camisa desde las mangas después de aspirar profundo todos aquellos olores, y la extendí. Aún tenía marcas por toda ella, ya casi invisibles, pero aún apreciables. Marcas de las diferentes gotas de corrida de las diversas pollas que ese día se había tragado. Entonces me di cuenta de que mi polla se había puesta dura. Completamente dura. Me sentí estúpido en aquella habitación contemplando esa camisa. Pero había algo en ello que me excitaba. No sé si era el sudor condensado del olor de alguien con el que estaba teniendo una relación extraña de dominación y descontrol, o era, el recordar que esa camisa había estado colocada en su cuerpo, mientras humillado en el suelo, se comía 5 rabos aquel que iba de hetero cabrón y dominante. Tal vez las dos. Sea como fuere mi polla reclamaba humillaciones. Últimamente la tenía mal acostumbrada y, al parecer, quería que le prestara atención. Volví a oler esa prenda y volví a tener una erección brutal. Noté como un poco de precum salía de mi rabo y se colocaba en uno de los lados del bóxer. Abrí la bragueta, bajé la parte delantera del bóxer y allí salió mi rabo como un resorte apuntando a la camisa que aún colgaba en mis manos. ¿Lo iba a hacer?

Vi que aún, en la mesilla de noche, Joel conservaba un marco con una foto que había puesto nada más nos instalamos en aquel piso. Una foto de él con Julia, abrazados, los dos mirando a la cámara, y de fondo un mar con cierta bruma. Esa foto se la hicieron en una escapada a Lisboa. La única diferencia es que ahora, en mitad del cristal que presionaba el papel de la fotografía, una raja de arriba abajo partía la imagen en dos. Joel debía haber estrellado el marco contra algo provocando la rotura. Probablemente después de que yo le reventara el coño a su novia con él delante. Otro golpe de mi polla. Sin apartar la mirada de la fotografía agarré mi rabo con la camisa de Joel y empecé a machacármela. La tela aún fría por la humedad daba un frescor a mi glande que, contrarrestado con el propio calor de la fricción, me estaban produciendo un placer inmenso. Además, mi cerebro ayudaba en ello pues estaba mezclando las imágenes que conservaba de cómo Joel luchaba por comerse 5 pollas más grande que la suya propia, con posibles escenarios de Julia y Joel en Lisboa. Y echó a volar… Agarrados bajo un mismo paraguas por el barrio de Alfama, Joel camina junto a Julia cuando ve pasar a un negro con un bulto enorme y siente la irrefrenable necesidad de pedirle a Julia que fuera a comprar una coca cola y, aprovechando el momento, follarse la boca con el rabo del negro y, por el fervor con el que agarra su bragueta empujando semejante trozo de carne dentro, un botón del pantalón sale volando por el aire. Y por la noche en el hotel debe pagar al botones con su culo porque no tiene suelto para una botella de champán. Y sonriente como en la fotografía, espera a que le llene de leche para luego abrir el corcho a su novia como si nada hubiera pasado. Y mi polla aún más dura restregándose con su camiseta. Y Joel buscando desesperadamente más pollas por Lisboa, en los descuidos de su novia, y su novia follándome en el sofá con él delante, sosteniendo la fotografía rajada en la mano. Y una raja por la que se cuelan 5 rabos en el Boyberry dan paso a una ducha a 5 chorros de meada sobre el cuerpo desnudo de Joel, y su polla enana, oculta en ese minúsculo dispositivo que le tiene preso. Con él también caminando por Alfama y alardeando de su rabo ante su novia. Pero ella ya sabe que lo tiene puesto y se venga con el mismo negro, que le revienta el coño en la cama del hotel de Lisboa mientras Joel suplica que le liberen y… Y mi corrida salió disparada a la camisa. Exactamente a la parte alta del cuello donde se derramó entera. Una corrida de las más líquidas y prolongadas que había tenido nunca. Con el rabo aún fuera, dejé la camiseta con la corrida en el cesto vacío que Joel tenía en la habitación para la ropa sucia y, olvidándome de las otras tres cosas en la cama, puse boca abajo la fotografía y salí del cuarto.

Viernes, 23 de Febrero del 2018

  • Con la venia, Señoría - empecé mi último discurso argumentativo mostrando las pruebas documentales y gráficas que mi bufete de abogados había logrado con la intención de meter en la cárcel a un magnate de las finanzas que había desviado fondos a una sociedad fantasma. Una corruptela mucho mayor que destapamos con posterioridad. Mientras explicaba nuestras pruebas y, reconducía el caso a nuestro favor, el móvil del bolsillo no dejaba de vibrar, y a pesar de tenerlo silenciado, la vibración me distraía de mis propios argumentos. Cuando terminé el juicio, y pude salir fuera de la sala, consulté quién me había hecho hasta 7 llamadas en menos de 3 minutos. Las 7 eran de Joel. Le devolví la llamada asustado.
  • Ven a la Calle Goya número 48 - me dijo nervioso sin darme más explicación ni dándome tiempo a preguntarle cómo estaba. Colgó nada más le dije que tardaría unos 25 minutos en llegar.

No sabía qué podía estar ocurriendo, pero cualquier cosa era posible si tenía que ver con Joel. 13 días habían pasado desde que lo vi por última vez y en todo ese tiempo desaparecido, sin pasar por casa y llevándose lo imprescindible como para 4 días, no había ido a su puesto de trabajo, ni a sus clases de la universidad, ni su familia ni amigos le habían visto. Al menos no la parte de amigos que teníamos en común. Ya enfilaba la calle Goya cuando, cerca del portal que me había indicado, lo vi. Era un día soleado, pero el frío de febrero no dejaba lugar a llevar solo una camiseta, que es con lo que me lo encontré. Una camiseta arrugada y unos pantalones vaqueros negros, una bolsa de deporte en la mano y el móvil en la otra. Llevaba puesta unas gafas de sol que no me sonaban que fueran suyas y una gorra hacia atrás que tampoco reconocí.

  • ¿Cómo estás? - dije nada más acercarme lo suficiente como para abrazarlo- He estado jodidamente preocupado por ti, gilipollas - terminé de reprocharle sin separarme de él. Él tampoco se separó. Apretaba mi espalda con la mano que seguía sosteniendo su móvil, haciendo que me apoyara en su pecho sin dejar correr un centímetro de aire entre nosotros.
  • Tengo algo- me dijo serio cuando pasó un tiempo más que prudencial para un abrazo en mitad de la calle.
  • ¿Tienes algo?, ¿Algo de qué? - dije asustado. Por las pintas que tenía parecía que había robado un banco ocultando su identidad con gafas de sol y gorra, y con una bolsa de deporte llena de billetes.
  • Mira - me dijo dejándome su móvil desbloqueado previamente y mostrándome una galería de 5 fotos en las que 5 personas que no conocía de nada aparecían en diferentes lugares. Dos hombres negros de entre 23 y 28 años, un pelirrojo de unos 32, un rubio que debería rondar la mayoría de edad y un mulato de unos 40.
  • ¿Qué has hecho Joel? - le recriminé serio, en posición de abogado de la defensa, intentando relacionar a aquellos 5 hombres con sus pintas - Dime que no has hecho una tontería... y ¿dónde cojones has estado todo este tiempo?- volví a cambiar el tono a “amigo cabreado”
  • Esos 5 son las cinco personas a las que el médico loco contrató para que yo les tuviera que comer las pollas en el Boyberry de chueca.
  • ¿Qué? ¿Contrató? ¿Y cómo has conseguido…? Y… pero… ¿Qué has estado haciendo todo este tiempo? No entiendo nada…- dije dándome por vencido al no poner en orden mis ideas y no tener claro el orden prioritario de mis preguntas.
  • Ven - me dijo empezando a caminar- Déjame que te lo explique.

Fuimos a una cafetería justo en el edificio de la esquina. Una cafetería muy pija, de esas típicas del barrio Salamanca con viejas con abrigos de visón y empresarios con corbata. Yo daba el pego, aún seguía con mi traje del juicio, pero Joel, Joel con aquellas pintas llamaba más la atención de lo que pretendía. Nos sentamos en una mesa del fondo y se quitó las gafas y la gorra.

  • A ver - me dijo intentando ordenar sus ideas cuando el camarero se fue, dejándonos en la mesa dos cafés con leche - Por donde empiezo…
  • Por el principio- le corté- ¿Por qué te fuiste de casa sin avisar? ¿Y dónde cojones has estado todo este tiempo? Después de lo que pasó con Julia yo…
  • Tranquilo, olvídate de Julia. No me enfadé contigo ni me piré por aquello- dijo recalcando ese “aquello” de una manera en la que parecía concederle un carácter más remoto del esperado. - Necesitaba alejarme de todo un poco y poner mi cabeza en orden. Estas últimas semanas tú has intentado parar todo esto y yo no era capaz de hacerlo. Seguía porque el juego en algo me excitaba. Y te soy sincero, me sigue excitando. Y no sabía muy bien qué era de todo aquello lo que me llevaba a continuarlo.
  • Tu puto ego - dije rotundo.
  • Sí. Pero tú también lo tienes y no parabas de insistirse en detener todo. No, no es cuestión solo de Ego y necesitaba descubrir que era.
  • ¿Y qué es? - pregunté intrigado.
  • Es pronto para saberlo aún - dijo evitando contestar a la pregunta- La cosa es que en este tiempo que he estado poniendo todo en orden, he intentado por todos los medios encontrar la forma de vengarme del puto médico. Lo que nos hizo aún nos tiene psicológicamente rayados y por su culpa estamos así.
  • Espera. ¿Dónde has estado este tiempo? - pregunté cortándole.
  • En casa de un colega de cuando hacía basquet. No lo conoces. No sabía dónde ir y no quería que me encontraras y que todo mi “retiro” se fuera a la mierda.

No entendí eso, pero seguramente estaba ligado con la pregunta que quiso evitar y yo tampoco estaba preparado a las diversas opciones de respuesta que podían pasarme por la cabeza.

  • Total, que él me acogió - continuó Joel.
  • Pero, llevas muchas semanas sin ir a la uni, tío. Y te han echado del curro.
  • Lo sé. Pero, tranqui - me dijo poniendo una mano sobre mi brazo. Él sabía que yo era una de las personas que más le insistía en su futuro profesional. - La uni puedo retomarla sin problemas metiéndome horas a estudiar y el curro… ese bar de mierda me quitaba más horas del dinero que me reportaba, así que, que les folle un pez espada - dijo rotundo - Ya buscaré otra fuente de ingresos. Con esta carita y este cuerpo no me costará.

Miré la bolsa asustado.

  • Son las cosas que me llevé del piso, capullo - me dijo al notar mi idea rondando por la cabeza - ¿Qué te crees, que llevo fajos de dinero ahí? Jajaja

Era la primera vez que nos relajamos y reímos en todo el rato que llevábamos hablando. Joel me había prometido que volvería a casa ese mismo día y que iría solucionando los problemas poco a poco.

  • Lo que aún queda por solucionar- dijo poniéndose serio otra vez - es el tema de nuestro ego.
  • Yo no tengo necesidad de venganza - dije al entender la relación de las fotografía con esa frase.
  • Lo sé, eres buena persona, pero yo no - dijo sonriendo de nuevo- Pero también sé que se te pondrá dura al verlos humillados.
  • No lo creo - dije quitándole importancia al asunto para que él también se quitará la idea de venganza de la cabeza.
  • Es verdad, te pone mucho más cachondo verme humillado a mi - dijo con sonrisa irónica y dándome un puñetazo en el hombro - ¿Verdad?

No tuve una respuesta rápida y antes de que dijera nada él me adelantó,

  • No te agobies jajaja era difícil ocultar las veces que se te ponía dura al verme humillado. Crees que aunque estuviera de espaldas ¿no me di cuenta de tu calentón en el boyberry? ¿O cuando me tocó beberme mi meo en la cerveza? ¿O cómo me mirabas cuando te follabas a mi novia? Bueno…mi ex ya… jajaja
  • Qué dices crees que…
  • Tranqui bro, a mi también me pasa, también se me pone dura con las humillaciones. Es parte de lo que no entendía. Y no creo que sea una cuestión de ser maricas o no, con las tías también te pasa, es el poder y el control lo que nos excita. Y sobre todo, el poder lograr ese poder y ese control a base de esfuerzo.

¿Era esa la motivación por la que Joel no quería detenerse en el juego estúpido de apuestas cada una más arriesgada? ¿Era esa la razón? ¿Que la excitación y el placer provengan de ese esfuerzo de verse en la necesidad de lograr el poder que diferentes aspectos le habían arrebatado? Primero el marica con las amenazas de las fotos, luego el médico y la “libertad” y ahora, ¿ahora el reparar esa humillación de 5 personas a las que tuvo que agacharse para satisfacer?… Su punto de inflexión que le llevaba a continuar con aquello era el placer obtenido por conseguir el poder de situar a quien considera inferior por debajo de él, seres inferiores que le habían colocado a él por debajo y que ahora necesitaba “reparar”, y ¿a mi? Su propia humillación, ¿el verle caer constantemente e intentar demostrar lo hetero y dominante que era en un juego en el que los maricones eran su mayor obstáculo? Todo era absurdo, pero tenía cierta lógica. En lo que ninguno de los dos queríamos pensar era en todo lo que recubria aquello. En que había una relación sexual constante con el mismo género. ¿Y, entre nosotros?

  • Y ¿qué quieres hacer ahora?- pregunté sorprendido de mi propia pregunta. Joel sonrió
  • Vengarnos - dijo tajante.

Me contó que hace un par de días había estado de nuevo en el Boyberry, esta vez, para intentar buscar al camarero que estuvo la noche en que se comió 5 rabos y así amenazar para que contara todo lo que sabía de aquel médico loco, ya que éste le había entregado aquella tarjeta que me dio a mi sin mencionar quién se la había entregado. La cosa es que no tuvo suerte con eso, pero de repente, un pelirrojo se le acercó a hablar y le dijo que había disfrutado mucho la ultima vez. Cuando Joel le preguntó de qué hablaba, el pelirrojo le contó que era uno a los que le comió el rabo.

  • En ese momento, cuando me dijo eso, se me ocurrió todo. No era plan de llevarlo a una zona y darle la paliza de su vida a esa puta pelirroja- continuó explicando-. Pensé que era mejor hacerle creer que estaba interesado en volver a quedar con él. Darle confianza. Entonces me contó que el médico loco, a través de Grinder, escribió a varias personas a las que luego metió en un grupo de WhatsApp, para que otro tío les comiera el rabo en un gloryhole de chueca. Les hizo creer que yo era el esclavo del médico y ellos cinco debían estar a una hora en ese sitio y dejar que yo les comiera el rabo hasta soltar la leche. Luego, uno de ellos sería el encargado de echar la llave. Le dije que quería volver a repetir con todos, pero como una sorpresa, para que entre ellos no lo supieran y me dio el contacto de WhatsApp de todos. Esa pelirroja es estúpida - dijo terminando.
  • ¿Vale y ahora quieres quedar con todos y pretendes que les demos una paliza a 5 pollones y al médico? - dije exagerando mi tono de loco.
  • Eso sería estúpido. Además creo que debemos dejar al médico loco a un lado, no quiero empeorar las cosas tampoco. Pero hay alguien que nos puede ayudar con los otros 5- dijo levantándose y haciéndome una seña para que lo acompañara fuera de la cafetería - Pero no quería quedar con él sin que tú estuvieras presente.
  • ¿Quién? - pregunté levantándome tras él.

Subimos al tercero del edificio número 48. La puerta la abrió él, aquel chico de 32 años que fue follado por el chaval de 20 en las duchas. Me miró y se sonrojó y con la cabeza gacha nos saludo y nos invitó a entrar.