Diario de un Hetero: La cuenta atrás (cap.3)
Luca, un abogado de 29 años comparte piso con Joel, un chulito de 22. Los dos, heteros, ególatras y arrogantes se ven abocados, por una apuesta de gallos, a toda una serie de acontecimientos relacionados con el mundo de la dominación sexual que no esperaban. ¿Serán capaces de controlar la situación?
Domingo, 28 de enero 2018
Me desperté sobre las 2 del mediodía con la sensación de que todo lo que estaba ocurriendo llegaría a destruirnos o reforzarnos, pero que no pasaría como un juego de dos tíos descubriendo situaciones nuevas y con una resaca que diera paso a la rutina. No. Ya era tarde.
Había un tío, amigo de la novia de Joel, que tenía un vídeo y varias fotos suyas comiéndole el rabo y, a saber qué más que no nos había dicho. Además de un juego de apuestas que no acababa más que empezar entre nosotros y, a todo ello, había que sumarle algo en lo que no había caído; Joel se había tragado la lefa de dos tíos que a saber qué podían tener.
Caminé hasta el baño algo sonámbulo aún por las pocas horas que había conseguido dormir. Joel estaba en la sala, con el pantalón de pijama y una camisa de tirantes haciendo abdominales en el suelo, bañado en sudor. La camiseta blanca tenía tres surcos húmedos en axilas y pecho y se le adhería al cuerpo mostrando sus incontables músculos.
- 56, 57, 58, buenos días, bella durmiente - dijo respirando entrecortado- 59 y 60.
- ¿Buenos días? - le lancé una de mis zapatillas de andar por casa a la cara - explícame por qué son buenas, que lo siguiente que te tiro es una que haga daño.
Yo no era el que me había tragado dos lefas de maricas, yo no era el que salía en un video comiendo rabo, yo no era el que tenía una novia con un amigo muy hijo de puta… y a pesar de eso, yo era el único que daba síntomas de preocupación. Porque él, él estaba ahí haciendo sus putos ejercicios y esperando a saber qué.
- Mira mi móvil - dijo levantándose y separando su camiseta húmeda adherida a su cuerpo. Me hizo un gesto para indicarme dónde estaba el aparato.
Lo cogí y leí en la pantalla un mensaje del tío que nos había amenazado con las fotos.
“Tenéis 24 horas para decidir lo siguiente: el jueves de esta semana seréis mis perras durante una hora. Si hacéis todo lo que yo ordene borraré las fotos y el vídeo, y tu novia no sabrá lo que te gusta un rabo.”
- ¿Y eso te parece poca cosa?, ¿que un marica de mierda nos tenga cogidos por los huevos como para ponerte a ejercitar tu puto cuerpo y no tu cerebro para salir de esta? Te veo muy tranquilo.
- Lo hago porque sé que te encanta verme sudar, guapo - me guiñó el ojo con su chulería enfatizando el “guapo”, y se fue a la cocina a desayunar - ¿quieres que te prepare algo? Vas a tener que coger fuerzas esta semana; tienes una cita con una tía mañana.
- Tú deberías también tener una con el médico, la lefa esa tan rica que tanto disfrutaste ayer seguro que ha dejado un buen explosivo de bacterias en tu cuerpo. Sífilis, gonorrea, herpes, VIH… igual no te suenan pero te aclaro que no son proteinas para tus putos batidos de gym.
Lo dije todo con tono de capullo absoluto, ya que me jodía que no tuviera tanta cabeza como para darse cuenta de la mierda donde estábamos metidos.
- Ya la he cogido; mientras tu dormías o te tocabas pensando en cómo me lefaron, yo he puesto en orden lo que he podido. Estaba esperando a que te despertaras para que disfrutemos los dos en decirle a ese marica que el jueves seremos todas suyas - terminó tocándose el rabo.
- ¿Qué dices? ¿Estás loco?…¿Y qué cojones es eso de que tengo una cita mañana con una pava?
Joel no me contestó, se quitó la camiseta, la hizo una bola y la echó dentro de la lavadora, siguió con sus pantalones y se dejó puestos unos gayumbos rojos bastante antiguos que conservaba a saber por qué.
Lunes, 29 de enero del 2018
Llevaba semanas a vueltas con el juicio que tenía hoy. Un directivo de una empresa muy famosa madrileña había estado desviando fondos a un negocio fantasma a nombre de su mujer. Era bastante importante porque, si el despacho de abogados donde trabajaba, ganaba la contienda legal y demostraba todo los trapicheos, el renombre de nuestra agencia quedaría en my buen lugar y, con ello, yo podría ascender de puesto ya que me estaba ocupando de liderar el grupo que habíamos formado para este litigio penal. Y a pesar de lo importante del día, el coñazo de 3 mensajes cada dos horas de la tía con la que Joel me había concertado una cita para que me la tirara esta tarde, no me dejaban concentrarme como debía.
83 kg, midiendo 1, 72, el pelo encrespado y teñido y granos con por toda la cara y unas gafas de hace tres siglos. Era una tía en la que no me fijaría ni aunque me atendiera directamente en una tienda. Joel le había dicho que me presentaría porque yo le gustaba. Me debía de conocer de algo. Miré en mi Instagram en uno de los descansos del juicio y vi que me seguía. El suyo estaba abierto así que pude acceder a las pocas fotos que tenía. No me extrañaba que no fueran más de 20, y que únicamente apareciera en 2. “Hijo de puta” - pensé.
Después de terminar el juicio y el papeleo posterior en la oficina, tenía hora y media para quedar con ella y follármela antes de que llegara Joel. No quería que estuviera en casa en ese momento; bastante tenía que hacer para que, encima, estuviera él riéndose y vacilándome. Aproveche la cita que tenía con el médico para quedar con ella.
A las 17:35 horas,
Había quedado con aquel horco debajo de casa; en un bar que acaban de abrir hace poco y con un fondo suficiente para que no me vieran con un bicho como ese.
- Buenas, guapa- le dije nada más verla caminar hacia donde yo estaba. Le sudaban las manos, aunque olía realmente bien y, a pesar de su peso, la camisa que llevaba le ocultaba su grasa.
- Hola, jo que bien, pensaba que iba a ser una broma de Joel y que no era verdad.
- Pues ya ves que sí, ¿quieres tomar algo? Yo me acabo de tomar una cerveza - necesitaba alcohol, pensé.
- Ah, pues un café, gracias.- Encima pretendía que yo lo fuera a pedir y a pagar, la muy gorda.
- Ahora te lo pido, tu ponte cómoda -“foca” es lo que tenía que decir, pero tuve que cambiarlo por un- guapa.
A las 17.35 horas,
Como me contó Joel, estuvo esperando en la sala de espera a que lo llamaran más tiempo del normal. Al parecer, algún problema en las citas debió retrasar al resto y tenía por delante aún a tres personas. No aguantaba más estar allí y decidió sacar sus “encantos” y sentarse al lado de un tío joven de no más de 22 años. Marica seguro, era una consulta de ITS.
- ¿Hola cómo te llamas?
- Jaime y ¿tú?
- Joel encantado. Una pregunta, ¿eres el siguiente?
- Sí
- Qué bien, mira tengo un poco de prisa, guapo - le puso una mano en su pierna cariñosamente - ¿te importa que cuando digan tu nombre entre yo, y luego ya pasas tú cuando digan el mío? seguro que no te importa. Trabajo en un garito llamado OSADÍA, pásate cuando quieras y te invito a un trago - subió su mano por su pierna hasta casi rozar su rabo.
- oh…eh.. jiji vale.
- Jaime - dijo el médico de ITS
Joel se levantó y entró. Realmente el local en el que curra Joel se llama TUPPER.
A las 18.13 horas,
Habíamos estado hablando de todo un poco mientras se tomaba su café y yo pensaba en lo poco que me interesaba su vida y en cómo íbamos a solucionar todo el marrón y enfrentarnos al jueves maldito. Eran las 18.13 minutos cuando subimos a mi piso los dos con la excusa de haber salido del trabajo y querer pegarme una ducha. La forma sutil de decir que le iba a reventar el coño como a una puta barata, pero claro, tenía que ser educado y romántico con aquella ballena si quería que todo saliera bien.
- No tardo más de 5 minutos, puedes ponerte la tele o pillar algo de la nevera si tienes hambre. Ponte cómoda - dije quitándome la americana y dejándole ver mi camisa ajustada, adherida a mi musculosa espalda mientras me dirigía al baño. Dijo algo pero no la escuché.
Me desnudé completamente y me metí en la ducha, quería aprovechar la soledad y el agua caliente para darle caña a mi rabo y ponerlo un poco a tono. Pensé en la vez que me tiré a dos primas al mismo tiempo; cada una más guarra que la otra. Las dos se peleaban por tener mi rabo más rato dentro de sus coños y eso me ponía mucho. “La que más aguante mis hostias tiene más minutos de rabo”, “la que sea más puta con el coño de la otra se gana que le reviente el culo”, “a la que más dedos le entren sin gritar, más leche se llevará”… esas eran algunas de las frases que les decía y ellas deseaban que cada vez estuviera más agresivo con ellas. Las dos primas terminaron con la carita llena de leche y durmiendo a mi lado para que por la mañana las volviera a usar como me saliera del nabo.
Me apoyé en la pared recordando todo esto mientras el agua me caía por mi pecho y pasaba por mi rabo duro.
Cuando ya estaba listo y casi con ganas de correrme, salí de la ducha, me coloqué una de las toallas más pequeñas alrededor de mi cintura y salí al salón.
- Espero que no te hayas aburrido -Dije saliendo erguido y forzando un poco mis músculos para que se fijara en el cuerpo que tanto deseaba tener en su cama y que nunca había tenido. Esa estaría acostumbrada a follar con gordos y feos. Las gotas de agua aún me recorrían mis músculos descendiendo lentamente desde mis pectorales hasta rodear mi abdomen por los surcos que estos hacían unos con otros, para terminar perdiéndose en el borde de la toalla sin poder acariciar mi rabo. Con la mano derecha me despeiné un poco el pelo para que viera mis bíceps y mi tríceps y me acerqué a ella - A veces me meto en la ducha y pierdo la noción del tiempo- Le besé en la mejilla.
- No tranquilo, estaba entretenida mirando el piso- dijo tras separarme de ella y poniéndose roja mientras intentaba no mirarme. Pero no pudo no fijarse en el bulto que hacía la toalla. Había salido de la ducha con el rabo medio duro y aproveché eso para la situación.
- Bueno, no te preocupes ahora ya te entretengo yo, guapa - lo que dije- “tranquila zorrita ahora con mi rabo te vas a entretener de lujo”- lo que hubiera dicho. Me senté a su lado y sin mediar palabra la cogí del cuello suavemente y le dije que ahora se dejara hacer y se relajara. Empecé besándola hasta tenerla completamente desnuda. La foca aún era más gorda de lo que me imaginaba, aunque tenía las tetas bien grandes. Si me la quería follar tendría que pensar en lo que me gustaba, porque mis ojos no veían nada atractivo en ella.
Me quité la toalla y mi polla se apoyó en una de mis piernas, estaba a mitad de calentón y le pedí que la cogiera suavemente.
- Tranquila amor, tu cógela, te va a gustar, si quieres puedes probarla incluso - pero lo que me salía decirle era: “tienes un puto minuto para meterte mi rabo y ponerla dura, sino te vas a ganar dos buenas hostias en ese coño de vaca, ¿está claro?”. La rodeé con mis brazos y allí se lanzó, tímida pero consciente y excitada.
Me agarró la polla muy cortada y empezó a pajearla como si estuviera agitando un zumo. Puse mi mano sobre la suya y le marqué el ritmo, la velocidad y la fuerza que tenía que hacer, y lo acompañé de un beso en el cuello para que no se sintiera mal. Si pudiera hacer lo que quisiera la hubiera agarrado del cuello, la hubiera tirado al suelo, le hubiera puesto las manos tras la espalda y, forzando su cabeza desde el cuello, hubiera tragado polla hasta el fondo. Hasta que entendiera a la perfección un “lo siento mi amo” con mi polla en su garganta. Pero tenía que ser el príncipe azul que tanto aburre.
Después de un rato le dije si quería probarla y no tardó mucho en tumbarse y metérsela a la boca tímidamente. Solo le cabía la mitad sin crearle arcadas y la forcé solo lo justo como para que no fuera brusco, pero me estaba aguantando las ganas de reventarle la puta boca de guarra hasta que sintiera los golpes de mis huevos en su barbilla…
Me la llevé al cuarto, la tumbé en la cama y empecé a comerle el coño. Cerré los ojos y pensé en otra. Su coño estaba muy húmedo y me estaban dando ganas de escupirle en su cara de zorra con la boca bien abierta, pero tenía que aguantarme una vez más. Fui cariñoso, un amor en toda regla. Solo un golpecito pequeño con los dedos en los labios exteriores mientras le ponía cara de prometerle amor eterno. Pero quería pillar el cinturón que estaba viendo en el suelo y golpearle el coño con él hasta que pidiera disculpas por ser tan fea. Luego me tumbé en la cama y la agarré despacio, le puse varios cojines detrás de su cabeza y me enfundé una goma en el rabo mientras la besaba. Empecé a meterla poco a poco en su coño humedecido hasta que, teniéndola toda dentro, rodeé su cuello con un brazo, me acerqué a su boca, y la volví a besar empezando a empujar mi polla fuera y dentro de su coño más rápidamente. Ahí estuve unos 20 minutos follándomela de varias maneras lo más románticas posibles. Lo que me imaginaba para poder seguir cachondo era en ponerla a cuatro patas, agarrarla fuerte de ese pelo asqueroso tirando para atrás y que viera cómo me dejaba el condón sin sacar del plástico en la boca y le metía el rabo del tirón por el culo y el coño, a ritmos iguales, mientras ella lloriqueaba porque me pudiera correr dentro. Me corrí en el condón, dentro de su coño, aunque quería correrme en su boca de puta, mientras la obligaba a sujetar con sus manos una foto de una tía buena a la que mirar para correrme.
18.13 horas
A Joel ya le habían preguntado de todo aquel médico de unos 55 años que le estaba atendiendo junto a una enfermera bastante cachonda. Según la describió él se debía parecer a Meg Ryan. Le ponía cachondo, sin embargo, el médico no le cayó tan bien. Según él, le hacía demasiadas preguntas orientadas a sus prácticas homosexuales, como si el pobre Joel hubiera estado follando con maricas toda su vida. Pero abierta la veda…
- Te vamos a hacer ahora unos análisis de sangre, pero antes recogeremos un par de cultivos de varios sitios; vamos, un completo ya que estás aquí y así poder descartar cualquier infección.
- ¿Qué muestras y de dónde? - dijo Joel no gustándole nada cómo se estaba dando la cosa.
- Pues haremos un cultivo de garganta, otro del pene y el último, anal.
- ¿Qué dices, tío? ¿anal? ¡A mi no me han follado el culo!
- Bueno, siempre está bien tener todo seguro para que así te quedes tranquilo. Además no solo la penetración anal puede producir alguna bacteria en el ano. Tú tranquilo, no te dolerá.
No debía convencer al médico porque allí le dijo la enfermera que se pusiera en la camilla, se bajara los pantalones y la ropa interior lo suficiente como para que pudiera hacer la toma del pene y estuviera lo más cómodo posible.
- Estas posturas siempre son un poco desafortunadas - dijo la enfermera poniéndose los guantes mientras Joel se bajaba los pantalones y se pensaba más de la cuenta si bajarse los bóxers también. Se los terminó bajando, dejando su gran polla gorda y grande, flácida, cayendo entre sus piernas al tenerlas un poco abiertas.
Mientras la enfermera se preparaba, el médico seguía dándole el coñazo con cosas médicas sobre las infecciones de transmisión sexual y monsergas a las que Joel no estaba muy atento. Prefería mirar las tetas de la enfermera, y su culo cuando se agachaba a coger los botes y los bastoncillos. Se acercó a él con ellos.
- Bien, primero te tomo dos muestras de la garganta, luego del pene y luego pasamos al ano.
- ¿Dos de cada? Una que es, ¿para venderla en el mercado negro? -preguntó Joel haciéndose el gracioso y diciéndolo, lo suficientemente bajito, como para que solo le oyera ella.
- Se rió y empezó a meterle el bastoncillo por la boca mientras con la otra mano le sujetaba el hombro. Joel me dijo que le rozó los pectorales pero no le creo. Lo que sí ocurrió es que el rabo de Joel empezó a cobrar vida y a inflarse, y claro, un rabo así no es fácil de ocultar cuando quiere guerra. Y más cuando la enfermera pasó a él para meter el palito de los cojones por el glande. Sonrió y se puso algo roja. Joel pidió disculpas mientras el médico hacía como que miraba al ordenador. Joel estaba mirando ya al médico para concentrarse en su erección y que no siguiera adelante.
- Tranquilo, no eres al primero al que le ocurre - dijo el médico, aunque según él, su cara decía: “Es la primera polla que veo de ese tamaño”.
Joel no respondió y la enfermera agarró su rabo con tres dedos para hacer las dos muestras. Si estuvieran solos, seguramente que esa pava habría acabado con el rabo dentro de su coño. Su polla no descendía, todo lo contrario, con el contacto de la mano (a través del guante) de la enfermera solo hacía que éste creciera más y se pusiera más gorda. La enfermera no sabía dónde mirar. Según Joel debió alcanzar los 19 centímetros hasta que pudo para su avance.
La postura para el cultivo anal era más difícil, por lo embarazoso de la situación. La enfermera le pidió que se pusiera a cuatro patas encima de la camilla. Y el pobre tuvo que hacerlo. La imagen debía ser graciosa, el mayor chulo a cuatro patas con el rabo duro entre sus piernas apuntando a la camilla y esperando a que le metieran un bastoncillo por el culo.
Pegó un leve respingo cuando le metió el bastoncillo lo junto para rodear la entrada anal. El segundo le molestó menos. Cuando me lo contó solté una broma parecida a “si es que uno se acostumbra pronto a lo bueno, eh” tras un codazo. Me gané un puñetazo en el estómago.
Tras eso el análisis de sangre era sencillo.
Cuando se volvió a vestir, se sentó otra vez donde había empezado y el médico le dijo que le daría cita de nuevo si viera algo extraño en cualquiera de las tomas y, sino había nada, repetirían los análisis en tres meses.
- Te acompaño a la puerta, que la hemos cerrado con llave para que nadie entrara de improvisto - le dijo el médico acompañándolo- En cuanto tengamos los resultados te llamo - abrió la puerta y se puso en el umbral. Era un señor mayor aunque de cuerpo parecía estar muy en forma. - Y si necesitas cualquier cosa tienes el número del hospital, pero si necesitas algo más personal puedes llamarme a mi número de teléfono - dijo metiendo su mano en el bolsillo de Joel y dejando un post it con su número de teléfono personal - Seguro que podré ayudarte- terminó guiñándole un ojo.
Joel le agarró al médico del paquete muy fuerte.
- Te va a llamar para que me ayudes tu puta madre, mariconazo. Limítate a hacer tu trabajo, Doctor - dijo esto último con un claro tono de rintintin.
Le soltó el paquete, le guiñó el ojo en tono de burla y se largó.
Jueves, 1 de febrero
Era casi la hora, las 19.50. Teníamos 10 minutos para prepararnos. El maricón de las fotos llegaba a las 20 y teníamos que ser sus putas. Obedecer en todo y ser lo más sumisos posibles. Lo dejó claro en varios mensajes a lo largo de la semana. Quería que estuviéramos a sus pies, le comiéramos el rabo, sobre todo yo, y follarnos a los dos. Le dijimos que por eso último no pasaríamos, pero no cedió. Teníamos que hacerlo todo bien para que no se la liara a Joel.
Apenas cuando quedaban 3 minutos sonó el timbre de abajo.
- “Soy el amo, putitas” dijo por el interfono riéndose.
Dejamos la puerta entreabierta y como él nos indicó, nos pusimos de rodillas en el salón, dándonos la espalda entre nosotros, manos atrás y con nuestros cinturones en la boca. Joel no parecía nervioso, yo no las tenía todas conmigo.
Se cerró la puerta tras él.
- Miradas al suelo zorras - dijo. Agachamos las cabezas…