Diario de un Hetero: La consulta, parte 2 (cap.6)
Luca, un abogado de 29 años comparte piso con Joel, un chulito de 22. Los dos, heteros, ególatras y arrogantes se ven abocados, por una apuesta de gallos, a toda una serie de acontecimientos relacionados con el mundo de la dominación sexual que no esperaban. ¿Serán capaces de controlar la situación?
Jueves 8 de febrero del 2018
8:35 de la mañana,
Llevábamos horas caminando sin mirarnos ni dirigirnos la palabra. Cada uno en su mundo, como cuando te juntas con tu vecino en el ascensor y tras un “hola” se crea una nube de tensión que no sabes si es mejor callar o romperla con una frase tan estúpida como trillada. Los dos decidimos no hablarnos. Me pasé el viaje cambiando las llaves de un bolsillo al otro, por tener las manos ocupadas, así que cuando llegamos a la puerta tuve que buscar en los dos para encontrarlas. Tampoco era muy difícil localizarlas. No teníamos nada más en ellos. Ninguno de los dos. Las encontré en el izquierdo. Las cogí y abrí el portal, subimos en ascensor y abrí la puerta de casa. Joel se duchó primero y yo esperé a que terminara mientras escuchaba el ruido del agua caer. Cuando salió me metí yo sin poder desvestirme por completo. Me quedaban dos horas para llegar a la oficina y necesitaba tumbarme unos minutos. Supongo que él hizo lo mismo. Tal vez, en esa mañana, los dos habíamos llegado a la misma conclusión: dejar todo esto aquí y, quizá, irnos a vivir por separado. Pero antes de ello debíamos arreglar lo que nos había indicado aquel maldito cabrón con bata de médico. Seguíamos en shock por todo lo ocurrido.
Tumbado ya en la cama y aún con dolor en la muñecas y tobillos me vino como un flash todo lo ocurrido y me puse a hilar lo que no recordaba o no había vivido.
Miércoles 7 de cerebro del 2018
17:28 de la tarde,
Miré al reloj tras escuchar como había quedado la apuesta en boca de Joel mientras los dos estábamos esperando en la sala de espera a que el médico de ITS nos llamara para entrar. Cuando terminó, le hice un gesto de cremallera en la boca.
El médico nos hizo entrar.
17:42 de la tarde,
Había pasado ya una serie de preguntas personales y tras ellas un pinchazo de penicilina que disfruté por lo que ya os conté antes. Joel le pidió disculpas al médico y me tocó ponerme de rodillas.
- 55 de la tarde,
Los dos, Joel y un servidor, en el suelo amarrados con bridas a un radiador en una clínica a oscuras esperando la llegada de ese tío que nos tenía retenidos a saber para qué.
Nos mirábamos con la intención de encontrar una salida pero a medida que lo intentábamos las bridas se ajustaban más y la piel empezó a advertirnos de que, o parábamos o iría a peor. Joel no paraba de moverse intentando llegar con los dedos a tocarse la parte donde le habían pinchado la penicilina, al parecer le dolía mucho e intentaba mover los dos pies atados para que no le doliera tanto sin ningún resultado. No podíamos hablar, los dos estábamos amordazados, pero no nos hacía falta; con mirarnos ya sabíamos que el otro estaba igual de cagado con todo esto. No iba a salir bien y, o pillábamos al medico desprevenido en algún movimiento y lográbamos soltarnos con algún objeto uno al otro, o seríamos presa de nuestro propio juego.
- 31 de la tarde,
En ese momento intenté doblar las piernas sobre mi adoptando una postura fetal. Mi rabo había decidido ponerse cachondo en ese momento. Joder, qué cojones haces. Pensé mientras mi entrepierna no entendía a razones y no paraba de crecer. No estaba pensando en nada y la situación no me ponía especialmente cachondo que digamos. Joel observó mi situación y tornó la cabeza como preguntando qué me pasaba y puse ojos de no entender nada. Entonces caí. La puta pastilla era una viagra, y estaba haciendo efecto ahora. Mi rabo estaba despertando de su letargo y no paraba de crecer. Mi único alivio era pensar que el médico era una puta marica pasiva y nuestros culos podrían quedar a salvo, pero solo de pensar que podía estar obligado a follarme ese culo del médico me provocó un escalofrío intenso.
Estuvimos tumbados unos pocos minutos más. El reloj de pared de la consulta no dejaba de martillearnos la cabeza con un tic tac cada vez más sonoro y la luz de emergencia era cada minuto más brillante. Joel estaba desudo por la parte de arriba. Claro. Yo llevaba su camiseta en la boca y, la cazadora que se había quitado al entrar, seguía colgada de la silla. Por mi parte seguía con el jersey puesto, lo que, por otro lado, me estaba matando de calor. Pero la pastilla también estaría ayudando a eso, por supuesto. Mi rabo no descendía y tenia unas ganas irresistibles de pillarlo y zumbármelo como nunca a dos manos para soltar la leche. Pero dejé de pensar en eso porque bastante era la química de la pastilla como para que mi imaginación echara a volar también.
El tiempo se nos hizo eterno hasta que volvimos a escuchar la llave entrando por la cerradura, lenta pero segura. Giraba la llave despacio, muy despacio, como si se estuviera deteniendo el tiempo, sin embargo aquel reloj mantenía el mismo ritmo que antes. Click. La primera vuelta de llave. Moví mi postura para que no me encontrara débil e intenté erguirme lo más posible para parecer menos presa y más valiente. Doble las piernas todo lo que pude para ocultar mi bulto en el vaquero. Click. Segunda vuelva y la puerta se empezó a abrir, la habitación empezó a llenarse lentamente de luz exterior que rápidamente volvió a desaparecer con la presencia del médico y un golpe sordo de la puerta contra el jamba y el marco.
Miré al reloj, eran las 18. 36 de la tarde.
Se acercó donde Joel y se agachó. Miró sus muñecas y sus tobillos, después los míos.
- Veo que habéis intentado soltaros. Tenéis heridas superficiales. Nada que no se cure con el tiempo y un poco de educación. No os preocupéis. En cambio ¿tú estás más contento eh? - me dijo con media sonrisa apretando fuerte con su mano mi rabo completamente duro.
Intentaba desde hacia casi tres cuartos de hora escupir aquella camiseta pero la tensión con la que estaba atada no me dejaba. Si no, se iba a ganar un lapo y una paliza la zorra marica esa.
Nos cortó la brida que unía nuestros tobillos, se soltó el cinturón del pantalón y lo rodeó por los pies de Joel. Lo arrastró agarrándolo por los pies hasta colocarlo en la otra punta de la habitación. Vi cómo empezó aplastando su abdomen con su zapatilla apretando fuerte, pues oía los gemidos tras el esparadrapo. Siguió subiendo hasta ponerle la suela en la cara y apretaba cortándole la respiración. Los gemidos desesperados de Joel iban en aumento hasta que le piso el cuello y se entrecortaron.
- No quiero hacerte daño, pero debes aprender la lección - le dijo mientras le cortaba la respiración. Lo soltó. La exhalación y la inhalación del aire nasal se escuchaba en toda la habitación - Ven - le dijo poniéndolo a cuatro patas en el suelo. Le separó un poco la parte alta de las piernas, todo lo que la brida de sus tobillos le dejaron y mantuvo un hueco suficiente para lo que quería hacer. Después se colocó detrás de su culo y ajustando su pie en ese agujero que había formado entre sus piernas le lanzó una patada que terminó golpeando el rabo de Joel haciendo que éste volviera a caer al suelo con gemidos aún más fuertes. Lo dejó ahí tumbado en forma fetal mientras se dirigía a mi.
- Tú no tienes la culpa de que tu amigo sea un subnormal al cubo, pero ya que estas aquí, me ayudaras a enseñarle que no debe comportarse así - Dijo agachándose delante de mí, mientras me sobaba el paquete. - Me encantaría tragarme esa polla- dijo mordiéndose los labios - Pero tú estabas aquí para comérmela a mi, ¿no? Para eso te ha traído ese capullo. Eso sí te lo voy a conceder. Suerte para ti que mi polla no sea tan grande como la vuestra - terminó diciendo mientras pasaba dos dedos por mi cara cariñosamente.
Me cogió de uno de mis hombros y sujetándome por la axila me levantó hasta situarme de rodillas frente a él. Me volvió a colocar la cara en su paquete.
- Bien, ahora vamos a hacer un trato. Es sencillo - empezó diciendo mientras buscaba algo en su bolsillo. Esto - dijo poniendo frente a mi cara un frasco pequeño de sangre - es una muestra de sangre de un paciente con VIH. Tu estás a salvo de ella, tranquilo - me dijo al ver que me revolvía- pero tu amigo no lo estará si no te portas bien. Las reglas son sencillas, tú obedeces y salís los dos de aquí sanos. Intenta soltarte, gritar o no obedecer una de mis ordenes y tu amigo recibirá una pequeña dosis de esto. ¿Todo claro?
Este tío estaba loco, pretendía infectar a Joel. “Menudo médico de mierda”. Es lo que retumbaba en la cabeza cada vez que lo pensaba.
Afirmé con la cabeza cuando me lo volvió a preguntar.
- Bien, comencemos entonces. Voy a soltarte. Una sola palabra, un solo grito y tu amigo saldrá perdiendo. - Lo miré y seguía tendido en modo fetal doliéndose del golpe.
Me quitó la camiseta de la boca y pude tragar todas las babas que tenía acumuladas. Tiró la camiseta a un lado y se bajó la cremallera. Después terminó bajando un poco los pantalones y la parte delantera del bóxer para sujetar la goma debajo de sus pelotas. Ahí apareció su polla flácida. Como él había dicho, y yo ya había notado antes, no era nada del otro mundo. Tendría unos 7 cm, y dura llegaría a los 15. La rodeaba una mata de pelo negra considerable que me dio más asco que la propia polla frente a mi cara.
- Empieza a chupar en lo que a tu colega se le pasa el dolor de pelotas. Pónmela dura, vamos. Me sujetó del cuello y me acercó a ella.
- Abre.
Abrí la boca. No quería que esto durara mucho tiempo, y la única manera de salir de ahí lo menos perjudicados posibles era obedeciendo a ese lunático. Que yo tuviera la polla durísima supongo que ayudó a no pensármelo mucho más.
Abrí la boca y me metí aquella cosa dentro. Estaba flácida, y al contacto con mi boca me dio mucho asco. Me dio una arcada y retiré la cabeza.
- Vaya, nunca había provocado una arcada a nadie, ¿eres tan zorra que te ahogas con esto?- dijo cogiendo su rabo y meneándoselo. Iba creciendo lentamente. Me volvió a agarrar la cabeza y la volvió a meter - Va, ponla dura dentro, cachorrillo.
No me soltó la cabeza, mientras, por mi lado, no sabía qué hacer con su rabo dentro. Empecé a chupar tímidamente apretando con los labios, pero cada 10 segundos me volvía otra arcada e intentaba sacármela, aunque él ya no me dejaba. Hacía cada vez más fuerza, lo que resultaba negativo para mi porque la empujaba más adentro. La noté endureciéndose en mi boca y cómo golpeaba su glande contra la parte posterior de mi paladar. No hacía más que ahogarme y él se debía poner más y más cachondo con eso. En una de esas, sacó la polla ya completamente dura. Me dio mucha vergüenza estar ahogándome con algo tan insignificante, pero no estaba acostumbrado a comer pollas y, entre el asco que me daba, y que no sabía como hacerlo… la humillación era abrumadora. Dejó caer un poco de saliva a la punta de su glande y la volvió a meter en mi boca forzando la entrada. Apreté los labios y eso le debió encantar porque aceleró el ritmo. Empezó a gemir más alto mientras no me dejaba respirar al acelerar más y más el ritmo y empezar a forzar más el fondo de mi boca. Notaba cómo sus huevos golpeaban mi barbilla y eso era lo que más me irritaba porque a las tías a las que me follaba siempre las reventaba intentando que mis huevos golpearan sus culos. Era como si me lo estuviera follando él y mi polla, encima, no paraba de provocarme tensión al no bajarse ni un milímetro y hacer de esa situación una necesaria escena de morbo. En parte, claro.
Cuando ya se le notaba más cansado y su ritmo bajó, vació su rabo completamente húmedo de mis babas y su precum, me empujó de los pectorales hacia atrás y caí de espaldas al suelo con las rodillas dobladas hacia arriba. Se bajó un poco los pantalones y apoyó su culo peludo y húmedo a la altura de mi pecho. Di las gracias de estar vestido. Metió la polla otra vez en mi boca empujando mi cabeza hacia arriba desde la nuca, y forzándome a mantener esa postura, dejó que yo llevara ritmo. Era muy incómodo, y a pesar de eso quería terminar cuanto antes, así que seguí la técnica de Joel; esforzarme al máximo para que terminara antes. Recordé lo que me gustaba a mí cuando me la comían y, aparte de seguir apretando con los labios, empecé a utilizar la lengua para rodear el glande en círculos concéntricos. No espera que fuera tan efectivo, apenas estuve en ello medio minuto cuando noté un calor húmedo recorriendo mi lengua y surcando mi boca hacia la garganta. Su corrida me estaba llenando la cavidad bucal y parecía no parar. Aguantó hasta el último lanzamiento de semen mientras yo intentaba apartarme, cosa que no conseguí. Cuando la sacó, tenía la boca llena de su leche. A pesar de su tamaño, la cantidad de leche que soltaba era mayúscula y las ganas de vomitar por mi parte las superaban. Mis ojos debían estar brillantes por algunas gotas que los recorrían al tener aquello tan asqueroso en la boca. Lo peor fue cuando aquel hijo de puta se agachó y me empezó a besar metiendo su lengua y recorriendo toda mi boca mientras recogía su propia leche para después tragársela.
- Haz lo propio - me dijo para que yo también me la tragara cuando separó sus labios y se la tragó
- Suéltame ya, puta vieja - le dije sin pretender ser tan agresivo. Me salió una ira concentrada que tuvo como resultado otro escupitajo por su parte, esta vez con lapo y corrida incluida restallando en mi cara.
- Recuerda el frasco que tengo para tu amigo. Esto no se ha terminado.
Me incorporó con mucho trabajo y me sentó en la silla. Seguidamente se fue donde él e hizo lo mismo. Lo trajo hasta a mí y aún podía ver su cara de dolor después de la patada en sus huevos. Cruzamos nuestras miradas un segundo y me volvió a pedir perdón con ella. Lo colocó delante de la mesa por el lado contrario donde estaba su silla y le dobló la cintura haciendo que su pecho cayera en la mesa y sus piernas rectas frente a ella apoyándose en el suelo.
- ¿Qué tal la pierna? ¿Te sigue doliendo del pinchazo?- le presionó con la mano donde le habían dado el medicamento y Joel se revolvió un poco el la mesa. - Veo que sí. Bueno, tranquilo, ahora tendrás otro punto de dolor del que hacerte cargo.
Le bajó los pantalones y los bóxers hasta los tobillos. Quedó desnudo con el culo justo en el borde de la mesa, el centro de la L. Su culo apuntaba hacia donde estábamos nosotros y nunca me había fijado en él. Así como el rabo era más visible por su tamaño, el culo no era una cosa en la que me hubiera parado, pero debía decir que lo tenía muy bien puesto. Era redondo y sin ningún pelo. Le dio varios golpes con la mano e intenté decirle que lo dejara, que nos dejara ir, que ya habíamos cumplido, se había corrido en mi cara y no había sido para tanto lo que le dijo la anterior vez para todo lo que estaba haciendo. Es desmedido - terminé.
- Desmedido es creerse superior al resto por ser heterosexual, desmedido es creerse superior por estar más bueno, más musculoso o tener el rabo más grande, desmedido es tener menos cerebro que yo y jugar con desconocidos. Medido estoy siendo. Y ahora sois vosotros quienes vais a respetar mis reglas.
Me agarró de nuevo por las axilas y me levantó de la silla, me empezó a besar el cuello pero intenté resistirme y él me mostró otra vez aquel frasco y el cajón donde estaban las jeringuillas.
- No tardó en volverle positivo ni medio minuto- me advirtió.
Me detuve. Me manosea todo el cuerpo por debajo de la ropa y tras soltarme el cinturón me bajó los pantalones y los bóxers hasta los tobillos igual que a Joel. Vio mi rabo enorme salir del bóxer como buscando juerga y fue a él. Se agachó delante y me miró
- En otro contexto te haría tal mamada que te correrías sin quererlo y no la mierda que tú me has hecho - dijo antes de acercarse con la lengua fuera y recogiendo con ella el poco precum que salía de mi glande - Y luego me cabalgaría horas hasta dejarla exhausta - se tragó el precum y se volvió a levantar. Me pasó sus dedos cariñosamente por mis labios y se apartó. Me empujó desde detrás para que me pusiera detrás de Joel. Todos sabíamos claramente lo que iba a pasar. Caminé como un puto pingüino estúpido por las bridas de los pies hasta ponerme en la posición que él quería. Mi polla cerca del culo de Joel, aunque sensiblemente más alta.
El médico se alejó de nosotros para ver la estampa de los dos desnudos de cintura para abajo y se rió. Qué bien lo vais a pasar. Dijo. Sacó de otro cajón un preservativo y se acercó a mi. Lo abrió se agachó de nuevo y agarró mi rabo con la mano empezando a masturbármelo. Cerré los ojos por el placer, llevaba mucho tiempo con el rabo duro sin hacerle el menor caso y esa mano me pareció tan placentera como la boca de cualquier mujer. Mi rabo ya estaba muy necesitado. Solté un suspiro hondo y el medico paró. Me puso el condón en el glande y empezó a deslizarlo hasta recorrerlo casi entero. Abrió otro paquete del mismo estilo que el preservativo y me lubricó la polla con otra breve paja que me hizo sentirme muy excitado, el muy cabrón. Mientras me tocaba lentamente el rabo me ordenó que se la empezara a meter en el culo y que no la sacara hasta que me corriera.
En ese momento le golpeé con la rodilla en la cabeza pero no surtió el efecto que deseaba. Quería noquearlo y claramente no hice una mierda más que cabrearlo. Me pegó una hostia en la cara y se fue al cajón de las jeringuillas, sacó una y la rellenó con parte de la sangre del frasco. Se le notaban las venas de rabia en la cara. Joel intentó moverse pero le apretó con el brazo por la espalda contra la mesa y acercó la jeringuilla a la yugular. Me miró a los ojos.
- Mete el puto rabo sin detenerte o meto yo esto - refiriéndose a la aguja.
No no, por favor, perdona tío, por favor- supliqué al ver su cara de loco, los gemidos de susto de Joel y la aguja mantenida en la yugular.
- Venga! Entero, musculitos.
Doblé un poco mis rodillas para colocar la polla al nivel de su culo y empecé acercando la punta de mi rabo al culo de Joel. Busqué durante varios segundos su agujero pero la posición no era sencilla y si quería que entrara, tendría que hacer fuerza con todo mi cuerpo para colocarla y penetrarlo. Cuando conseguí notar en mi glande su agujero dije un “voy” nervioso y Joel tensó el culo, lo que me llevó a tener que hacer fuerza y romper la primera barrera muscular de su ano. Cuando eso sucedió noté, por un lado, placer en mi polla por lo estrecho de su culo apretando mi rabo y, miedo por el otro, al ver cómo se movía por el dolor de la penetración. Le escuchaba gemir de dolor tras el esparadrapo pero no podía ver su cara y eso me ayudaba a no sufrir más.
Metí mi rabo lentamente como había dicho el hijo de puta. Quería avisarle cuando estuviera completamente dentro, pero al no estar acostumbrado el agujero, la estrechez solo hacia más que empujarme hacia fuera. Él no estaba ayudando. Si no conseguía relajarse, le dolería más y me costaría entrar.
- Joel relájate, por favor - le dije con tono suave para calmarlo - te prometo que vamos a salir de esta y que no te va hacer nada, pero relájate, sino te va a doler más.
No se relajaba, seguía metiendo el rabo, pero apenas llevaba un 10% y no paraba de tensar y tensar más el esfínter haciendo que mi rabo le doliera mucho. El médico le inmovilizaba con el brazo para que no se moviera mientras disfrutaba de verme entrar en él y, con la otra mano, apuntaba a su cuello. Metí un poco más y su culo dio un respingo hacia arriba haciendo que saliera mi rabo. El médico le dio un codazo.
- Te la vas a comer sí o sí.
Me doblé un poco más para que entrara mejor y apoyando mi abdomen en su parte baja de la espalda volví a meterla. La fuerza la estaba haciendo con mi abdomen y mis pies para que el centro de tensión no estuviera solo en mi polla. Eso parecía que funcionaba, al menos el contacto con mi cuerpo en el suyo lo relajó un poco. Era en cierta manera, una forma de decirle que estaba con él. La segunda vez, al meterla, mi excitación fue mayor y, sin pensarlo, metí más de un 20% de mi polla dentro de su culo rápidamente. Eso lo torturó un poco, pero mi placer fue bestial. Nunca había follado un culo tan cerrado, aunque a decir verdad, tan solo dos tías se habían dejado. La presión que ejercía ese ano era bestial y yo luchaba para meterla hasta dentro. Odiaba sentir ganas de follármelo, pero la viagra estaba haciendo de las suyas. Seguí metiendo hasta un 80% y Joel no paraba de moverse, aunque su dolor había quedado en un segundo plano de importancia para mí y solo me dejaba llevar por mi placer por mucho que él sufriera. Cuando el médico vio que era suficiente rabo dentro, se fue a otra parte de la habitación y cogió un tensiómetro electrónico y me lo colocó en el brazo.
- Es hora de reventar ese culito de gallo. Dos reglas básicas: no bajar de 120 pulsaciones por minuto y correrte dentro antes de 10 minutos. Si bajas de 120 pulsaciones desde que llegues por primera vez a esa cifra y no te hayas corrido antes de 10 minutos, tendré que darle un pinchacito a tu colega.
Estaba en 100 pulsaciones y para llegar a 120 empecé a follarme a Joel a buen ritmo. Pensé en que seguramente el querría salir de allí tanto o más que yo y sabía que el aceptaría que lo hiciera así. Además, mi excitación era tan grande que si no era así, en ese momento me importaba poco su opinión.
Así que metí mi rabo al completo y, debido al golpe de mis pelotas con su piel y el gemido de dolor por tanta carne en su culo, no necesité ni pensar en ninguna tía. Ese descontrol en sus gemidos y el efecto de la viagra me hacían aumentar el ritmo hasta que llegó un momento en que no pensé ni dónde estaba ni qué sucedía. Simplemente me puse a follármelo como a una puta. Bombeando y sudando mientras miraba cómo mis pulsaciones oscilaban entre las 127 y las 130. Su culo cada vez más abierto ante las embestidas de mi rabo y yo con el placer por las nubes controlando el tiempo. Estaba seguro de correrme antes de 10 minutos, en parte, follar ese culo estaba siendo una fantasía muy excitante y no pensé en nada más. La sensación de que el culo no tenía escapatoria y que quedara retenido entre la mesa y mi rabo fue una maravillosa imagen que se formó en mi cabeza.
Las últimas reventadas eran las más intensas y estaba a punto de correrme cuando quedaban 2 minutos y medio. El médico había dejado de apuntar con la jeringuilla al culo de Joel y se había puesto a mi lado para verme reventar a quien le había insultado en la consulta anterior. No decía nada, ni su rabo estaba duro de nuevo. Solo observaba con cara de capullo.
- Uff me corro- dije como si estuviera en una situación normal.
Noté la corrida saliendo de mi rabo dentro de la goma que a su vez estaba dentro del culo de mi colega. Ese pensamiento me erizó la piel y me imaginé la misma situación sin la goma. Hasta que el bajón tras la corrida me devolvió a la realidad.
Exhausto, el médico me sentó de nuevo en la silla y me quitó el tensiómetro. A Joel lo sentó en frente y vi cómo le caían unas lagrimas por los ojos. Era la primera vez que le veía llorar. No supe que decirle. Él tampoco a mí, cuando el médico le quitó la mordaza de esparadrapo. Mi polla aún seguía muy dura tras la corrida, pero ya la notaba menos tensa.
No nos dimos cuenta que el médico se había acercado de nuevo, y tapando la nariz de Joel le hizo tragar otra pastilla. Hizo lo propio conmigo tras la última amenaza de la jeringuilla. Tuve que tragármela, no sé que era, pero estaba tan cansado que me dio igual.
- Tranquilos, son solo un par de somníferos bastante fuertes. Solo quiero que en la cabeza os queden otras dos reglas claras que debéis seguir cuando os despertéis. El perdón y la libertad de una ofensa solo se consiguen con castigo. No hemos terminado. Vuestra libertad tiene aún un paso más y a éste ultimo os enfrentareis sin mí. Seguid las indicaciones al pie de la letra o no habrá vuelta atrás - golpeó una última vez la jeringuilla con la uña de su dedo índice.
No entendimos nada. Solo palabras de un puto loco. Caímos dormidos al poco.
Jueves 8 de febrero del 2018
- 14 de la mañana,
Me desperté aturdido, cansado y con un leve dolor de cabeza. Miré alrededor y solo vi cubos de basura. Miré a mi izquierda y Joel estaba tendido junto a un cubo, aún dormido. Lo desperté y nos ayudamos a levantarnos mutuamente. Estábamos terriblemente agotados.
El loco de mierda nos había dejado en un soportal enano donde dejaban los cubos de basura los vecinos. No sabíamos dónde estábamos. Seguimos en madrid, claramente, pero ni idea de dónde. No nos hablamos, solo nos dimos cuenta de varias cosas: no teníamos nada en los bolsillos más que las llaves de nuestro piso. Nos había quitado el móvil y la cartera, y junto a ello, toda forma de pagar para desplazarnos. Decidimos andar hasta casa a pesar de calcular más de tres horas de caminata cuando creímos saber donde estábamos. La otra idea era pillar un taxi y pagar al llegar, pero las únicas palabras provenientes de Joel fueron “mejor andamos”. También nos dimos cuenta de una segunda cosa; Joel llevaba puesto un cinturón de castidad de esos que venden en los sex shops. Uno completamente de hierro con un candado enano en la parte superior. En cambio, la presión que yo sentía en el abdomen era debido a que me habían colocado un corset de reja metálica roja muy apretando a mi abdomen y que estaba atado a mi espalda por otros tres candados pequeños enumerados del 1 al 3, y colocados en la parte alta, media y baja del corset. Que lleváramos nuestra ropa por encima nos ayudaba a disimular aquello, aunque apenas nos encontramos con gente hasta las 7.30 de la mañana.
Por el camino recordé las palabras de aquel tío. Liberarse… pero, ¿cómo?