DIARIO DE UN HETERO: Descubir la verdad (12)

Luca, un abogado de 29 años comparte piso con Joel, un chulito de 22. Los dos, heteros, ególatras y arrogantes se ven abocados, por una apuesta de gallos, a toda una serie de acontecimientos relacionados con el mundo de la dominación sexual que no esperaban. ¿Serán capaces de controlar la situación?

Viernes, 23 de febrero de 2018

Bajé las escaleras al primer piso sin mediar palabra con Aiden. Solo intentando entender qué cojones había pasado allí dentro e intentando convencerme a mí mismo de que Joel no podía haber ido en mi contra. No podía desplazar mi confianza de Joel a Aiden de aquella manera tan pendular. Mientras este último me seguía a pocos centímetros de mí, yo continuaba manipulando el móvil de Joel intentando recordar la contraseña que usaba para desbloquearlo. Pero no lo conseguía.

  • Siéntate. ¿Qué quieres de beber? - me preguntó Aiden según llegamos al comedor.

No me había dado cuenta, hasta casi apoyar mi culo en la silla, de que la mesa estaba perfectamente preparada para dos comensales. Dos copas altas llenas de agua junto a otras dos vacías, y a pocos centímetros, dos platos; uno redondo encima de otro cuadrado y más grande que, junto a la cubertería de plata y unas servilletas blancas colocadas en forma de conos, semejaba más una presentación de nochevieja que una cena normal y corriente un viernes cualquiera. Pero claro, en un viernes cualquiera no dejas a tu compañero de piso atado a una columna en una habitación llena de cacharros de bdsm junto a dos esclavos sueltos, y tú, te largas con un tío que acabas de conocer a cenar en su misma casa. Un tío rico, muy guapo, con el mejor cuerpo que hayas visto nunca y demasiado inteligente y decidido para su edad, sí, pero desconocido al fin y al cabo.

  • Con agua está bien - contesté mientras deduje que ese capullo sabía que iba a conseguir que me fuera a cenar con él desde el principio, desde que me dijo que; o salía con Joel o con él. La mesa estaba puesta y la cena lista, y todo sin poder hablar con su esclavo que había preparado todo a indicaciones suyas mucho antes de que entráramos a su piso. Todo había salido como Aiden había decidido que todo saliera.
  • Y abre un Vega Sicilia - dijo Aiden pronunciando estas dos últimas palabras en un español bastante perfecto.
  • Vaya, al parecer mi amigo no es el único que miente para guardar un secreto - dije cambiando del inglés al español al notar su buena acentuación en el nombre del vino.

Aiden bebió un trago a la copa de agua haciéndose el interesante antes de hablar. Su cara era tan relajada como en cualquier otro momento.

  • En ningún momento he dicho que no sepa hablar español - respondió Aiden con una pronunciación casi perfecta de mi idioma donde las erres vibraban más de lo debido, pero que le conferían un acento mucho más sexy que el de cualquiera - Por tanto, a diferencia de tu amigo, no he mentido en nada, solo he jugado esta carta sabiendo que Joel no tiene ni idea de inglés.
  • Eres un listillo, ¿no? - dije sonriendo. No sé por qué, en el fondo de mi, sospechaba que supiera hablar en español. Su padre embajador en España, pasaba temporadas aquí…
  • Me lo dicen mucho, pero no en la primera cita. También sé un poco de francés- dijo riendo y mostrando una sonrisa blanca perfecta. Al reír se le creaban dos hoyuelos bajo las carrilleras que dulcifican su rostro. Según el esclavo apareció y llenó las dos copas de vino, Aiden levantó la suya para un brindis, aún con la sonrisa en la cara.
  • ¿Primera cita? No pienso brindar por algo que no está sucediendo - dije con cara de sarcasmo- Bueno, dejo que brindemos porque me cuentes el secreto de Joel.

Aiden golpeó su copa de vino contra la mía y bajó el grado de sonrisa “controlo la situación” a una sonrisa dulce de “no me esperaba esa respuesta”

  • No seré yo quien te la cuente. Pero tengo alguna otra carta bajo la manga para ese cometido.

La cena sucedió con tranquilidad. Incluso, en parte, con el morbo de saber que Joel seguía allí atado en la habitación. Tal vez, alguno de los otros dos le habían soltado, ya que Aiden dejó conscientemente la llave de las esposas en el armario. Tal vez estaba reventando a hostias al novio. O tal vez, vagaba por la habitación buscando la forma de salir.

Primero una ensalada fresca de lechuga, brotes de soja, cous y tomates cherries. De segundo, una pechuga de pollo a la plancha a las finas hierbas. Comida típica de entrenamiento físico culturista, pensé. Junto a eso, el esclavo que servía todo, le entregó un batido blanco de yogur y leche descremada a la que añadió un par de píldoras de lo que sería alguna sustancia química que ayudaría a la regeneración muscular.

  • No creo que eso maride bien con el vino - dije yo para que no se me notara tan necesitado de saber qué carta era aquella que aún le quedaba para contar el secreto de Joel - Pero dime, con qué me vas a sorprender para saber eso que Joel no quiere contarme.
  • Te veo ansioso.
  • No es a ti a quien le están ocultando secretos.
  • Tienes razón. Ponte cómodo - dijo sacando del bolsillo su móvil que previamente había recuperado de la caja de plástico al salir de la mazmorra.

Abrió la tapa que lo protegía, trasteó un poco en él y lo colocó de tal manera que el móvil quedó inclinado a unos 50 grados sujetado por su misma tapa frente a nosotros. Aiden se había colocado en lo que debía ser su lugar habitual, presidiendo aquella larga mesa de cristal. Y mi sitio, estaba reservado a su derecha, dejando la esquina de la mesa entre los dos. Mientras intercalaba la ensalada con la pechuga, en la pantalla del móvil apareció una imagen reconocible. En ella se mostraba a Joel de frente, y los dos sumisos, recogiendo lo que habíamos dejado por el medio. Hablaban, pero no se les escuchaba. Miré a Aiden con cara de “eres un cabrón” y él solo se limitó a esa sonrisa que tanto me ponía. Alargó la mano al móvil y subió el volumen.

  • Coge la puta llave gilipollas, o cuando me suelte de aquí te meto una patada en los huevos que te salen por la garganta - decía Joel cabreado al niñato de 22 al que había engañado en la consulta para pasar antes.

Me eché hacia atrás en la silla.

  • Cómo no. Vigilancia 24 horas a tus esclavos…. ¿Lo saben? - pregunté
  • Ninguno -contestó Aiden llevándose un trozo de lechuga a la boca.
  • Eres un cabrón.
  • ¿Lo apagó? - preguntó tras escuchar mi comentario.
  • ¿Desde cuándo cabrón es algo negativo? - dije sonriendo sin dejar de mirar a la pantalla. Aiden rió, me agarró con varios dedos de mi barbilla y me dio un besó en la comisura.
  • Qué pena que no te vayan los tíos. Viviríamos muy bien aquí los dos - terminó diciendo.

No aparté mi cara, pero tampoco contesté al comentario.

Por la posición de la imagen, la cámara debía estar colocada sobre la puerta de aquel lugar. Recordaba que sobre ella había una caja rectangular negra. Un cristal negro que debía estar tintado, como el de las ventanas de los coches. Durante unos minutos Joel soltó todo tipo de insultos y humillaciones a los dos esclavos que ya habían recogido lo poco que quedaba suelto por el lugar y paseaban por la habitación mientras el supuesto novio del médico miraba al reloj de arena sin parar para calcular la hora. Pero ninguno de los dos, tras intentar adivinar la hora que era, probó suerte en el monitor.

  • Hijos de puta, soltarme de aquí, yo os puedo ayudar a salir, pero coger la puta llave y abrirme esta mierda, me duelen los brazos. Capullos…. subnormales… La lista de humillaciones e insultos no surtía efecto, solo le miraban y le decían que no podían liberarlo porque se la podían cargar. Nosotros dos nos reímos y sonreímos cuando Joel se cabreaba y los insultaba, o les lanzaba una patada cuando se acercaban mucho.
  • Es un espectáculo ver al simio de tu amigo intentar convencerlos con insultos hahaha
  • No te pases, estará cansado el pobre jajaja - dije intentando que Aiden no se diera cuenta de que mi polla empezaba a crecer.
  • Vamos a relajarnos - dijo Aiden llamando a su perro al ver que los dos habíamos terminado la cena.
  • ¿Mi amo? - dijo el esclavo ahora en español.
  • Retira los platos y vuelve, luego ya limpiaras todo.
  • Sí mi Amo - dijo el arquitecto inclinándose y recogiendo todo para segundos después volver a la mesa.

En lo que Aiden había puesto el móvil y habíamos cenado pasaron alrededor de unos 25 minutos aproximadamente y ninguno de los dos esclavos se dignó a soltar a Joel, teniendo la llave a mano. Joel intentó por todos los insultos posibles obligar a que le soltaran, se le veía cansado, pero no lo consiguió. Luego paso al modo “agradable” e intentó, calmando los ánimos, convencerles de que él les protegería de su amo si le soltaban, y que planearían algo los tres para cuando volviéramos nosotros. Cosa que tampoco los convenció. Por último, les dijo que le comieran la polla y que les follaría si le soltaban. La compensación sexual tampoco dio resultado. Joel se estaba quedando sin paciencia y sin recursos. Y nosotros no hacíamos más que reírnos de esa situación. Yo estaba bastante cachondo con ver a Joel así, y a los otros dos acojonados porque Aiden tomara represalias. Cuando Joel ya estaba en esta última fase del sexo por libertad, fue cuando el esclavo de Aiden volvió de recoger los platos.

  • Ya sabes qué hacer, perro - le dijo Aiden a su esclavo doméstico sin tan siquiera mirarle. El esclavo asintió con media inclinación y terminó agachándose entero y metiéndose debajo de la mesa.
  • ¿Qué hace?- dije más asustado porque me viera empalmado que porque se estuviera metiendo debajo para claramente comernos el rabo.
  • Tranquilo, hay que esperar seguramente un poco a ver si tu amiguito se va de la lengua. Qué mejor que relajarse mientras te la come una de las mejores bocas de madrid.

Escuché el sonido de la bragueta del pantalón de Aiden bajarse y, enseguida, el ruido de quien se mete una polla hasta dentro provocándose un ahogamiento. Aiden abrió la boca soltando un leve y masculino gemido que hizo que me pusiera completamente dura. Me debí poner algo rojo, y eso que yo nunca me ponía rojo. Pero Aiden no se percató o lo disimulo. Estiró sus brazos sobre la mesa mostrando aquellos músculos tan precisos ceñidos a la camiseta blanca.

  • Prueba, no te agobies. Es mejor boca que cualquier tía que te la haya comido- dijo Aiden haciendo que ese esclavo se moviera debajo de la mesa y apoyara las manos sobre mi paquete. Tenía miedo de que dijera algo pero no lo hizo. Intenté quitarle las manos para apartarlo, pero Aiden me volvió a decir que me tranquilizara, que me iba a molar. Estaba muy cachondo viendo a Joel cómo se dejaba vender sexualmente por la liberación parcial, ya que aún así, si no sabía la hora exacta y no podría salir de la habitación.

Las manos del esclavo rápidamente bajaron mi bragueta, deslizó un poco la parte delantera del bóxer y mi rabo salió seguro, directo a la boca de esa perra que se la metió entera de un golpe hasta rozar sus labios inferiores con mis huevos y los superiores con el pubis, provocándome, al mismo tiempo, una respiración incontrolada y otro gemido como el de Aiden, pero algo más intenso y profundo. Su úvula estaba rozando con mi glande y esto le producía arcadas, pero no se la sacaba, solo las soportaba con ella dentro y seguía metiéndosela hasta que mi rabo pasó a la parte de su faringe. Notaba cómo la saliva iba creándose en la parte delantera de la boca, y cómo la desplazaba hacia los laterales a medida que consideraba que era suficiente cantidad. Tras ellos, y a través de un sonido gutural, y un cerrazón completo y rápido de la glotis, aspiró toda aquella saliva deslizándola entre mi rabo y su lengua. Lentamente. Hacia su garganta. Succionando la saliva acompañada de mi precum de faringe a laringe, y de laringe a su estómago. Repitió esta succión hasta en cuatro ocasiones, lo que hizo que humedeciera toda su cavidad bucal y la lubricara, generando consigo que mi polla terminara de agrandarse en sus últimos centímetros. Esos centímetros traspasaron la cavidad posterior y más cerrada de su laringe, apretando mi glande entre sus músculos laringales y generando un gemido ahogado de presión en su garganta. Cuando controló ese paso estrecho de mi polla más allá de lo que cualquier tía se hubiera ni imaginado llegar, y controló sus arcadas estabilizando su respiración, apretó los labios fuertes sobre el final de mi rabo e hizo que me agarrara a las asas de la silla. Veía cómo Aiden miraba orgulloso mi reacción. Con los labios bien apretados fue deslizándolos poco a poco hacia el glande, sacando esta parte del paso estrecho de su laringe y provocando, de nuevo, varias arcadas controladas al paso que recorría todo el tronco de mi rabo. Todo eso me generaba un placer extremo, sobre todo cuando sus labios, como si fueran un aro que apretaba circularmente el diámetro de mi polla, patinaba rítmico hacia la punta. Al mismo tiempo que apretaba el diámetro de mi rabo, el ápice de la lengua, por detrás del labio inferior, recorría comprimiendo, al milímetro, el rafe pereano, como quien repasa una línea sin salirse del recorrido. Frente a la dureza de sus labios, la humedad de la lengua, recta en su avance me incomodaba por la tensión y me excitaba por la destreza, haciendo que no pudiera parar quieto en la silla. Los ojos de Aiden estaban clavados en mi estado ansioso. Solo quería coger a ese sumiso de los pelos y empotrarlo contra la pared para que volviera al tronco y empezara de nuevo. Pero ya se estaba acercando al glande. Cuando notó el inicio del mismo se detuvo. Soltó un poco de tensión en los labios y el aire corrió el interior de su boca. Salivó un poco, creando una lubricación natural, y con un aspirar intenso con el que se llevó todo un olor a polla bien húmeda, volvió a cerrar los labios apretando fuerte y los paso por la corona del glande repetidas veces, como recorriendo una arruga con sus labios. Subiendo y bajando del glande; subían con tensión y bajaban relajados. Y armados volvían a subir y bajar, arriba y abajo, del glande a tronco, del tronco a glande repetidas veces. Una paja con la boca muy cerrada, apresando mi rabo y gestando una tensión con cosquillas cuando rozaba la parte del glande, y con suavidad excitante cuando rozaba el tronco. Su lengua aparecía solo en los momentos en que la tensión de sus labios disminuía, y húmeda y rápida, giraba alrededor de todo mi glande golpeándolo, a veces con un chasquido en la parte superior y, otras recogiendo todo el precum que salía para redistribuir como lubricante al resto del glande. Entonces volvió a meterse todo mi rabo dentro de la boca pero, esta vez, sin apenas contacto de sus labios en mi tronco. Al llegar al final se folló la garganta él sólo golpeándose el final de la cavidad bucal contra mi glande, creando gemidos de puta, como si le estuviera follando el culo. Sujetó sus manos a las patas de la silla e hizo más fuerza en el golpe de mi polla arrastrando la silla hacia él, y empujándola para retirar mi polla de su boca. El golpeo constante de mi rabo contra sí mismo marcaba un ritmo semejante a un reloj de pie, enhiesto, marcando los segundos que faltaban para mi corrida, creando un ritmo musical que aceleraba y reducía a placer, pero que manejaba a la perfección. El precum me salía cada vez más rápido y me estaban dando ganas de correrme en su boca y llenársela de leche, pero estaba disfrutando tanto que quería aguantar. Notaba su lengua pasar por encima de mis venas muy dilatadas a lo largo de mi rabo. En el último momento, el ápice de su lengua intentaba introducirse por mi uretra produciendo una mezcla explosiva de dolor y muchísima excitación.

Pero quería concentrarme también en lo que estaba pasando en aquella habitación. Habían empezado a hablar del tema.

  • O me soltáis de una puta vez o le digo a vuestro coñazo de Amo que tenéis intención de poneros en contacto con Luca para contarle la verdad. Y que en cuanto salgáis de aquí se lo vais a contar. Os torturará sólo por la duda de si lo hacéis o no.

Los dos esclavos le miraron intentando deducir si se lo diría o si realmente eso tendría alguna repercusión negativa en ellos.

  • No vas a ser capaz, tendrías que contar el secreto, y tu amigo no te volvería a hablar en la vida.
  • A Luca lo tengo comiendo de mi mano, una carita de pena y me perdona. Tu en cambio, terminarías con una buena paliza por parte de la marica de Aiden.

Separé la cabeza del esclavo y saqué mi polla de su boca acercándome más al móvil para escuchar la conversación. Aiden chasqueó y la perra fue a la polla de su Amo.

  • Esto se pone interesante - dijo Aiden.

Tenía la polla a reventar y muy babosa. La toqué con la mano y me dio un poco de asco, así que dejé que se fuera deshinchando mientras esos tres seguían hablando.

  • No te atreverás. Además, para qué quieres que te soltemos, si no te sabes la hora exacta para salir de aquí - dijo Jaime.
  • Pero puedo bloquear a Aiden cuando entre y que salgáis de aquí. Vosotros no tenéis fuerza suficiente - dijo Joel.
  • Ni tú, te saca dos cabezas y tres cuerpos- dijo el supuesto novio del médico.
  • Pero tengo el factor sorpresa- contestó Joel

Al escuchar eso Aiden empezó a reír. Ninguno de los tres sabía que nosotros estábamos escuchando y viendo todo lo que hacían y decían. Estaba a la espera de que alguno se le escapara ese secreto.

  • No confío en ti. Ya me la metiste una vez cuando me diste un nombre falso del lugar donde trabajabas, solo para pasar antes a consulta. Además, mientes a tu mejor amigo. Menuda confianza das - dijo Jaime.
  • Mejor confía en tu amo que te tiene aquí encerrado. Dejarlo… maricones … en cuanto entren les digo que queríais que os diera el número de Luca para contarle el secreto y que no se fiara tampoco de vuestro amo, y ya veréis lo que os espera.
  • Tranquilo tío - empezó diciendo el supuesto novio del médico- Nosotros no somos quien ha llamado a espaldas de su amigo a mi novio tras tu consulta para quedar con él en la siguiente y que se dejara comer el rabo por él para verlo humillado - terminó confesando
  • ¿Qué? - Me levanté de la mesa indignado. Mi rabo golpeó la mesa a la subida y Aiden se fijó en él. Me indicó que me callara. El novio del médico seguía hablando.

No escuché todo por mi indignación, pero Aiden me terminó de contar, al haber salido ya el secreto por la boca de uno de sus esclavos. No solo el sexo oral con el médico ya estaba pactado por Joel de antemano, antes incluso de que me lo propusiera a mi como prueba, sino que había un whastapp de Joel al médico para que ese mismo día me pusiera un corsé mientras se la comía para mayor humillación.

  • Entonces, todo lo demás, lo de la pastilla para que me la pusiera dura, la follada a Joel, y el día siguiente con el corsé y el cinturón de castidad, ¿Todo estaba preparado por Joel? - dije casi chillando
  • Eso deberás preguntárselo a él - sentenció Aiden.
  • ¿Y a qué esperamos?

Aiden sonrió y volvió a chasquear los dedos haciendo que su esclavo parara de comerle el rabo y saliera de la mesa despeinado y con la boca llena de babas. Desapareció hacia la cocina para terminar de limpiar todos los platos y dejarlo todo ordenado mientras Aiden se levantaba y guardaba su rabo duro y húmedo en unos slips blancos muy ajustados. No recordaba su polla, pero al verla me vinieron a la cabeza todo lo que pasó en las duchas y eso me cabreó aún más. Quería reventar a hostias a Joel por todo lo que había hecho.

  • Tranquilo, dijo Aiden mientras íbamos escaleras arriba. Recuerda que nosotros no sabemos nada. Para nadie que no seamos tu, mi esclavo domestico y yo, en esa habitación no hay ni cámaras ni micros. Y debe seguir así.
  • Pero Joel ha…
  • Lo sé - dijo Aiden deteniéndome en mitad de la escalera al abrazarme por detrás y pasar sus brazos musculosos por mi pecho - Y ahora solucionaremos eso.

Volvimos a dejar nuestros dos móviles en la urna a la entrada de la mazmorra después de que Aiden echara un último vistazo a cómo estaban los esclavos en el interior. Joel aún atado, el novio del médico cerca de Joel intentando convencerlo de que era mejor que no le inculpara y el chico joven de la consulta cerca del armario observando todos los artilugios. Podíamos entrar sin problema. Deposité también el móvil de Joel al que no conseguí acceder por no recordar la clave, y Aiden me quitó el reloj que aún llevaba en mi muñeca y se lo puso. Metió la llave en la cerradura y entramos rápido por si alguno de los dos intentaba salir. Ninguno se movió del sitio. Tenían más miedo a Aiden que ganas de huir.

Según entramos no podía mirar a los ojos a Joel, en cambio, yo sí notaba su mirada fijada en mi.

  • Luca, ¿estás bien? Estaba preocupado - dijo Joel con voz de cordero degollado.
  • Perfectamente - dije seco.
  • Perdóname, por favor - empezó diciendo Joel- se me fue de las manos. El puto secreto que este loco quiere que te cuente - dijo dirigiendo la mirada a Aiden que seguía a mi lado - es que yo llamé al médico unos días después de mi primera consulta. Utilicé el número que me metió en el bolsillo. Me sentí humillado, pero también excitado con la idea de seguir en este juego. Eso supongo que ya lo has deducido. Hay algo en todo esto que me pone mucho, te lo he dicho esta tarde en la cafetería. Supongo que soy idiota, pero es así. Y la cagué. Llevado por el rencor y la excitación quedé con ese gilipollas en que volvería a su consulta para terminar de hacerme los análisis que me dijo de hacer, y de paso te llevaría a ti para que le comieras la polla y se corriera en tu boca. Fue una estupidez, pero estaba rabioso de que yo ya me hubiera comido un rabo de varios maricas y encima tragarme la leche, y que tú siguieras impoluto. Estaba pringando en todas, y ese médico era la solución a eso. Pero ya está, eso es todo, luego se fue de madre la cosa. No esperaba que después del teatrito de hacerse el tonto cuando en la consulta contigo le dije que se la ibas a comer, se pusiera a liarla como la lió. Es un puto demente, y si lo hubiera sabido yo...

Aiden le cortó levantando la mano.

  • Luca no necesita disculpas aún, solo la verdad. La disculpas vendrán a continuación. Termina de contarle toda la verdad, ya que has empezado. Y eso pasa por contarle lo del corsé- dijo todo esto en español. Joel se sorprendió de que lo hablara. Pero no le dijo nada, solo le miró con una sonrisa de “si te pillo te reviento, cabrón”.

Miré con más odio si cabía.

  • Luca, escucha, no… -dijo al ver mi cara. Sabía que se me estaba pasando por la cabeza todo lo que pasó en el gimnasio y la búsqueda de llaves - Yo no tuve nada que ver con todo lo de después, de verdad. Yo solo le dije al médico que si tenía la posibilidad de tener un corsé a mano que hubiera sido….. hubiera sido...gracioso… que te obligara a ponerlo mientras se la mamabas….joder Luca, ya sabes lo gilipollas que soy, perdona. Pero tío, de verdad, nada de lo que luego pasó tiene que ver conmigo, todo fue cosa de ese capullo perturbado - dijo esto mirando al novio, allí de rodillas- Y yo caí en la trampa como tú. Créeme por favor - suplicó.

En eso sí lo creía. A pesar de comportarse como un gilipollas, Joel no tenía problemas en pedir disculpas cuando la cagaba, y estaba seguro al 99% de que todo lo que pasó en la consulta no estaba pensado, y menos lo posterior. Pero si había llamado al médico para pactar con él que me follara la boca y se corriera en mi, y lo del corsé, lo aprovechó para humillarnos.

  • Luca, lo siento, de verdad, por favor, sabes que te… que te quiero mucho, tío. Nunca te haría daño, soy gilipollas, ya lo sabías cuando me aceptaste como colega - dijo esto sonriendo y destentando la situación- Además esta zorra- dijo dirigiéndose a Aiden y mencionando al novio, es la que quería contarte todo- volvió a mirarme- Y yo tenía intención de contártelo, pero en privado. No con todos estos mirando. - volvió a mirar a aiden - Así que si no os importa me soltáis y tú ya te vengas de tu esclavo por querer decirle todo a Joel cuando no estuvieras tú presente, señor dominador - terminó diciendo irónico.

Aiden se adelantó. ¿Pretendía soltar a Joel? No. Agarró de los pelos al novio del médico y con una mirada profunda y un tono muy grave le interrogó sobre si iba a contar todo eso a Joel. Aiden y yo sabíamos que no era verdad, que Joel se lo había inventado para convencerlo a que lo soltara, pero en el fondo, el novio del médico fue quien soltó el secreto por su boca, así que le caería una buena.

  • Luego hablaremos tu y yo a solas, perra - dijo Aiden soltándolo y lanzándolo al suelo de una hostia en la cara. El golpe retumbó en la sala. La fuerza y la convicción de ese chico dominante me asombraba cada pocos segundos, aunque cada vez me gustaba más su presencia.

Entonces sí se acercó a Joel y fue a soltarle una mano. Joel le dio las gracias con un “ya era hora” muy irónico cuando de un movimiento seco soltó la otra muñeca pero rápidamente agarró la izquierda de nuevo y la enganchó a la misma columna, dejándolo de nuevo casi indefenso de espaldas a mí. Joel intentó zafarse.

  • ¿Qué cojones haces gilipollas?
  • Tú - dijo Aiden mirando a Jaime - traéme otras esposas ordenó Aiden

El chico corrió a llevárselas, aún seguía cerca del armario. Yo no me moví. Ató la muñeca derecha a la columna derecha del borde de la cama y dejó a Joel de espaldas a nosotros y de cara a la cama, aún de pie, pero atado por las dos muñecas a ambas columnas laterales con los brazos muy estirados. Llegaba justo, teniendo que estirarse demasiado.

  • Ahora sí es el momento de las disculpas - sentenció Aiden

Ordenó a los dos esclavos que cada uno encadenara a Joel por los pies a los barrotes de la jaula que estaba debajo de la cama. Así obedecieron trayendo unos grilletes de hierro firme, estirando sus piernas y formando una cruz con el cuerpo. Joel soltaba todo tipo de improperios a los esclavos y a Aiden e intentaba convencerme de que yo lo ayudara. Cuando terminaron, me acerqué a él por la espalda, pegué mi cuerpo al suyo acercando mi rabo a su culo como Aiden había hecho conmigo antes y acerqué mi boca a su oreja derecha girándole la cara lateralmente para que me viera.

  • Siempre has querido esto. Ahora intenta disfrutarlo - dije con voz muy autoritaria. Mi polla pegó un respingo y noté que su paquete también se movía.

Me volví a alejar. Aiden se acercó a él, le bajó los pantalones hasta donde pudo por la posición de sus piernas y me ofreció su cinturón a mí. Bajó sus gayumbos y pude apreciar, desde un lateral, su polla algo flácida incrementar su tamaño. Subió su camiseta todo lo que los brazos estirados le dejaron y, con la parte trasera de la camiseta, le formó un gorro desde detrás de su cabeza hasta taparle los ojos con ella. Aiden, sin hablar, solo con gestos, indicó a ambos esclavos que se colocaran al lado de cada pie de Joel, de rodillas, con las bocas abiertas y con las manos atrás. Se dirigió entonces a los dos cajones que tenía el armario en la parte baja y cogió un rotulador rojo. Fue donde Joel y cuando se apartó y pude ver el perfecto culo de Joel otra vez, pero ahora con una palabra en cada nalga decorando la estampa. “LO SIENTO”. Aiden se acercó a mí, me agarró de la mano y me atrajo hasta pocos centímetros del culo de Joel.

  • Solo se puede disculpar terminando como empezó su secreto hacia ti, con una follada de tu rabo. Esta vez, a tu ritmo. Tienes a mis dos esclavos para lubricar tu polla con sus bocas. Yo estaré aquí si me necesitas.
  • Pfff, No sé tío, paso, de verdad. Prefiero darle con este cinturón. Se merece más el dolor.
  • ¿Y quién te dice que son incompatibles? - me sonrió y me beso en la boca. No separé mis labios, pero tampoco los aparté - El dolor físico es un castigo a quien lo sufre, tu amigo está menos acostumbrado a la humillación de la penetración por un hombre de verdad. Puedo acompañarte en el camino si quieres.

No entendí eso último hasta después de unos minutos. Pero qué cojones. De perdidos al río. Ya me lo había follado antes su culo. Y ese culo tan apretado me encantaba. Me bajé la bragueta y los gayumbos. Mi rabo aún seguía algo húmedo de la boca del otro esclavo. Y también algo flácido. Me empecé a pajear mirando la escena: Joel de espaldas, atado por pies y manos con brazos y piernas formando una x, con los dos esclavos a los lados con la boca abierta como pequeñas esfinges. Y Aiden, tan guapo, tan perfecto, tan elegante a mi lado. Enseguida se me puso dura. Sujete con una mano la nalga de Joel, empujándola hacia la izquierda y abriendo su ano para mi. Noté como se incomodaba y apretaba el culo esperando el dolor de mi penetración Entonces la metí de golpe, hasta el fondo, sin esperar a que se prepara y Jaime pego un grito ahogado, había metido mi polla en su boca directamente para que me la lubricara. Me gustaba jugar con sus mentes. Se atragantó, y a pesar de no comerla muy bien, - su antecedente había sido magistral- me la lubricó y la babeó muy bien. Suficiente que, para cuando metí el glande húmedo en el culo de Joel, éste saltara de impresión, pero sin impedir que el glande entrara dentro sin mayor problema. Estaba mucho más excitado que la vez anterior y su polla se puso durísima nada más meter el 10% de la mía dentro. Aun así, la presión que hacía su esfínter interno era brutal, lo que concluía en un aumento considerable de la mía apretando y yo forzando más su entrada, sin apenas miramientos. Joel pegó un grito de dolor cuando pasó la zona del esfínter y media polla la succionó a su interior. Me dio tanto placer que noté como bastante precum salió del glande y se perdería por el ano de Joel. Los dedos de su mano se estiraban y encogían cada vez que empujaba mi polla dentro mientras que desplazaba la zona pélvica para delante retardando mi penetración. Pero llegó un momento en el que no podía curvarse más por la tensión ejercida de sus grilletes y esposas. Entonces, como apoyado en una pared imaginaria, se convirtió en mi presa. Su tope corporal lo acorralaba hacia mi polla. Puse una mano en su tríceps izquierdo y deje la polla a medio meter. Cogí el cinturón doblándolo por la mitad con la mano derecha y, sujetando por la parte de los dos extremos, lancé un golpe sordo contra su espalda provocando otro grito de dolor, y una aparición roja en el centro.

  • ¿Te gusta el juego, marica? - pregunté.
  • No cabrón - dijo a través de la camiseta que le tapaba la boca. Su polla dura como una piedra no bajaba.

Metí unos dos centímetros más de mi rabo en su culo mientras el gemía de dolor y los músculos de brazos y espalda se endurecían. Coloqué bien otra vez el cinturón y con un golpe aún más fuerte cruce otra vez su espalda al lado inverso formando una x roja en su espalda. El dolor producido le hizo mover toda su musculatura y hacer que mi polla entrara un poco más en su culo. Ración doble por lo que gritó. Los dos sumisos miraban la escena cuando noté que Aiden les ordenó con un gesto que miraran hacia delante.

  • ¿Te gusta el juego, marica? - volví a preguntar igual de autoritario sabiendo que a Joel le jodía cien veces más que lo tratara así, que lo que le estaba infligiendo físicamente. Pero su rabo no descendía.
  • Joder, para tío, no me gusta...

Entonces lo saqué entera, la conduje a la boca de Jaime y se la metí produciendo un nuevo ahogo que expulsó aún muchas más babas en todos mis centímetros de polla.

  • Gracias- dije cuando la saqué.

Volví a apuntar mi glande a su ano y, colocando bien el cinturón, golpeé alrededor de 20 latigazos a su espalda mientras metía la polla sin parar ni detenerme por presión o por dolor que sufriera, hasta el punto que mi pubis chocó contra la parte baja de su columna vertebral y mi polla quedó completamente encajada en su perfecto ano, que la recibió con mucha presión, mucho dolor, y mucha humedad. El golpe contra la parte última que alcanzó mi rabo le empujó de nuevo hasta ese tope que forzaban las esposas de sus manos empotrándolo contra ese campo de fuerza invisible que lo retenía de frente. Se estremeció como nunca, gritó como nunca, y pude escuchar un sollozo. Jamás había escuchado eso de él.

  • Ahhhhh cabrón - dijo Joel entre estertores de excitación y dolor.

Su polla se bajó un poco, tanto por los latigazos como por la penetración sin aviso y del tirón.

  • ¿Te gusta el juego, MARICA? - Grité esta vez.
  • No, Señor - contestó él respirando tan rápido como su cuerpo le dejaba.
  • Ves, ahora sí te creo jajajajaj

Aiden se acercó a mí, me quitó el cinturón de la mano y lo dejó caer al suelo, me llevó mi mano vacía a su paquete; un bulto increíble que noté desde su pantalón. Con mi mano en su bulto, mientras el mío lo seguía teniendo dentro de Joel, entendí sus palabras: “puedo acompañarte en el camino si quieres”. Entonces supe lo que quería. Acercó sus labios a los míos y empezó a besarme. Al principio no abrí los labios, pero el calentón y sus labios besando los míos, su olor y su físico a pocos milímetros del mío, hicieron que me dejara llevar y deje que su lengua entrara en mi boca. Fue un morreo sin igual; lento y delicado, pero viril y apasionado. Su lengua buscaba la mía mientras que sus labios apretaban los míos. Con mi mano en el paquete empecé a soltarle botones, bajar su bragueta y empujar los pantalones un poco hacia abajo hasta dejar salir su rabo por la bragueta. Luego bajé sus slips y su polla salió recta hacia mi pantalón. Ya fuera, se apartó de mis labios y con un guiño y un “no te muevas” me dio un último pico y metió su rabo en la boca del novio del médico, lo atragantó forzando su garganta tres veces mientras sus manos ahogaban su cuello, y cuando un cúmulo de babas suficientes decoraban su polla lo arrastró de los pelos a mis pies, entre los míos y los de Joel. Lo puso a cuatro patas con la cabeza hacia abajo entre nosotros. Yo separé un poco mis piernas hacia atrás, arqueando mi cuerpo, y dejándole posarse abajo mientras intentaba que ni un centímetro de mi polla saliera fuera del culo de Joel. Solo con la polla fuera, y el resto de su perfecto cuerpo acolchado por la ropa, Aiden se metió en el hueco con su sumiso y apoyando el culo en la espalda del sumiso, con las piernas abiertas y dobladas como cuando te sientas, metió su cabeza y parte de su tronco por entre mis piernas sujetándolas fuerte y ayudándose para salir por entre ellas. Se terminó de colocar con la cabeza en el aire mirando hacia mi culo y espalda. La suya recta también en el aire pero sujetándose de mis piernas y del apoyo de su culo sobre la espalda del sumiso. de esa manera, tumbado, el culo de Joel le quedaba un poco alto, así que ordenó a su esclavo que se irguiera un poco, levantando así la cadera y el abdomen de su amo y su polla tocó las nalgas de Joel. En pista.

  • Hazme un hueco, que voy - dijo Aiden medio serio y medio gracioso.

Con la mano que tenía libre, empujé de la pelvis de Joel hacia mí para arquear su culo y que la polla de Aiden localizara la entrada. La mía seguía dentro y así debía ser. Cuando lo coloqué en posición Joel pidió que no lo hiciéramos, suplicando que ya había aprendido la lección y no sabiendo muy bien qué estábamos haciendo. Yo metí dos dedos por su ano junto a mi polla. No había mucho hueco ahí para meter la polla de un segundo, pero no desistí. Estuve lubricando el culo de Joel con mis dedos, ensanchando la oferta de esa noche y haciendo que, al final, consiguiera meter, junto a mi polla, hasta cuatro de mis dedos. Los gritos de mi amigo pasaron a súplicas ahogadas y jadeos interminables. Saqué los cuatro dedos del tirón, otro grito ahogado y entonces Aiden se inclinó haciendo fuerza con su pubis hasta conseguir meter la punta de su polla en el culo de Joel. Intenté que éste no se moviera mucho agarrando de su abdomen. Después de un par de intentos, media polla de Aiden entró directa junto a la mía. La sensación era brutal, porque si antes esa cavidad me proporcionaba un placer ilimitado por la fuerza de los músculos internos de Joel, ahora con la presión añadida de la polla de Aiden era difícil que aguantara sin correrme. Esperé a que su polla estuviera casi dentro cuando empezó a sacarla y meterla rápidamente, haciéndome una paja interna en mi rabo y, a la vez, una follada dura y dolorosa para Joel, a quien la polla se le había bajado por completo. Un hilo de precum salía de su rabo cayendo en el nórdico.

Qué sensación aquella de la doble penetración anal y qué mal lo estaría pasando Joel, que no dejaban de suplicar, gemir, dolerse y volver a suplicar. Su culo no volvería a ser jamás el mismo. Quería correrme, pero Aiden me dijo que no lo hiciera cuando vio que exhalaba demasiado. Sacó su polla y Joel se dejó caer hasta que las esposas lo detuvieron en su avance. Saqué la mía después de volver a golpear el final de su ano dos veces.

  • Vamos a darle el último estoque - dijo Aiden que se llevó una mano a la polla mientras con la otra me sujetó el cuello y empezamos a besarnos.

Cuando vio que yo me llevé mi mano a mi rabo me la apartó y me la puso detrás.

  • Tú todavía no- me dijo.

Se pajeó mucho más rápido y cuando estaba a punto de correrse ordenó a sus esclavos que cerraran los ojos. Cuando lo hicieron, su leche cayó sobre mi polla goteando al suelo y quedándose una gran parte espesa en mi tronco. Con su leche en mi rabo durísimo me condujo a la cama junto a él y pude ver la parte delantera de Joel. De pie los dos ya sobre la cama. Aiden le quitó la camiseta que ocultaba su cara y nos miró acojonado pero con cara de excitado y dolorido al vernos así.

  • Ahora si puedes correrte - me dijo agarrado del cuello a Joel y obligándolo a abrir la boca.

Yo fui directo. Ni lo pensé, tampoco quería que su leche se desperdiciara por la cama y le metí mi rabo entero a Joel en la boca. Puso cara de asco e intentó sacarla pero Aiden no le dejó y yo la metí hasta casi el fondo.

  • Come, colega - le dije cuando vi que no hacía nada.

Joel me miró a los ojos. No quería hacerlo. Puse cara de muy cabrón.

  • Come, marica, trágate todo, si es lo que llevas buscando estos meses…

Joel empezó a mamar mi rabo con la leche de Aiden y se le volvió a poner dura.

  • Ves. Si en el fondo eres una marica más - le dije. No podía parar de humillarlo, estaba a mil y,

Empecé a jadear, y cuando lo hice Joel empezó a comerla mucho más fuerte y más hambriento. Aiden me abrazó por detrás y empezó a comerme el cuello. Estaba en la puta gloria. Un chorro enorme y muy potente se disparó contra la garganta de Joel que la recibió con los ojos cerrados pero sin dejar de lamer todo mi rabo.

  • Mira - me dijo aiden.

Joel, sin poder tocarse el rabo, se estaba corriendo. Aquel macho que conocía, aquel que se follaba a todas las tías como si fueran juguetes, aquel que faltaba al respeto y odiaba a los maricas, estaba atado, comiendo mi rabo, la leche de otro tío cien veces superior a él y, después de ser follado por dos pollas, la suya estaba soltando una cantidad ingente de leche al nórdico sin tocarla.

Nosotros, compañeros de piso, heteros hasta el momento, estábamos en una habitación de bdsm, sudados, y corriéndonos entre quienes sí eran maricas.