Diario de un gigolo (28)
Entre las anécdotas del aristócrata de los caballos y el brutal Pichabrava Lily va entreteniendo a Johnny.
DIARIO DE UN GIGOLÓ XXVIII
El semental la monta como un auténtico loco. He visto algunos que podrían haber matado a coces a la yegua sino estuvieran muy controlados. ¡No me mires así,Johnny!. Es la naturaleza en estado puro. Mi aristócrata utilizaba la inseminación artificial para evitar que sus yeguas de cría resultaran dañadas. Pero para excitarse él tenía caballos y yeguas especiales, no de pura sangre pero bellos ejemplares. En algún caso utilizó un semental, un caballo de carreras a punto de jubilarse, para que montara a una yegua que le había costado poco dinero. Solo a mi me permitía asistir a estos espectáculos, aunque alguna vez recuerdo que montó una orgía en su cuadra, alrededor de esta escena. Se la preparé yo. Ya sabes que entre las prestaciones de mi empresa está la de organizar orgías para gente importante. Algún día te presentaré en alguna, Johnny.
"Aunque te resulte fuerte, te aseguro que presencié escenas que me hicieron desear ser montada por un semental. No me gusta la zoofila, tú lo sabes, aunque entiendo esta perversión como todas las que producen placer y no causan daño a un semejante. El sadismo no es lo mío, aunque tenga que cerrar los ojos, porque el negocio así lo exige. Viendo aquellas vergas enormes me ponía tan excitada que el aristócrata tenía que joderme allí mismo, sobre la paja, y sin miramientos o me hubiera lanzado sobre el semental.
"A él le pasaba lo mismo. Era muy bruto en aquellos momentos, pero a mí me gustaba que lo fuera. Mientras él galopaba sobre mí, yo echaba un vistazo a la montada del semental. Procuraba ponerme siempre en una posición que me permitiera hacerlo sin partirme el cuello. El tomaba muchas medidas de seguridad, temía que algún día un semental saltara la valla o la rompiera. Las vallas eran de un acero especial y electrificadas. El aristócrata se volvía medio loco, yo creo que hasta había momentos en que se sentía realmente un semental. En realidad el pobre estaba un poco majara, pero eso te lo contaré otro día.
"Aquello llegó a gustarme. Durante una larga temporada me moría de impaciencia porque me llamara el amante de los caballos. Como a veces tardaba me procuré yo misma esos placeres. Asistía a montadas de otros animales que me preparaban en un corral que hice edificar en una finca escondida en una zona montañosa. Allí contemplé montadas de toros a vacas, incluso hice traer paquidermos que luego regalaba a zoológicos. Elefantes, rinocerontes, hipopótamos. Me hice una adicta. Incluso cuando no tenía otra cosa me gustaba ver a los perros apareándose. Tengo también cintas grabadas. Ya sé que no te gustan demasiado, pero en el sexo hay que conocerlo todo, Johnny. La cópula animal es salvaje y excitante.
Lily se había excitado mucho al contarlo. Yo me había perdido los mejores momentos de la escena de Marta y Pichabrava. Le pedí a Lily que rebobinara. La escena comenzó desde el principio. Ella jugueteó con el pequeño Johhny. Luego se levantó y sacó tarros y cremas de su caja fuerte. Me pidió que la untara por delante y por detrás, que la untara los pechos, que la masajeara toda la piel. Luego me engrasó a mi con mucho cuidado (sabía de lo ocurrido con Venus de fuego) y sentada sobre mis rodillas, mi polla dentro de ella nos dispusimos a presenciar la escena.
Marta entraba a la habitación seguido de Pichabrava. Los dos se desnudaban rápidamente, con prisas. Marta acariciaba la picha del semental que se ponía a crecer como si Lily hubiera dado a la cámara rápida. Ambos se untaban también con los potingues de Lily y enseguida se ponían a la faena. Marta iba guiando a Pichabrava con breves frases indicadoras. Aquel enorme instrumento podía horadar hasta una pared y por detrás era especialmente peligroso. Lily, cómodamente sentada, siguió contándome nuevos detalles, especialmente morbosos.
"Hasta Marta tuvo su pequeña hemorragia una noche. Ambas habíamos tenido una pequeña entrevista en la que le puso en guardia contra Pichabrava. Ella quería a toda costa conocerle. Había oído hablar mucho de él. No me quedó otro remedio que darle una cita, pero la advertí muy seriamente. Les mandé a la casa número seis y le dije expresamente que estaría toda la noche al teléfono, por si sucedía algo.
"Aquella noche recibí su llamada. La muy loca nada más ver aquel instrumento quiso una penetración anal rápida. Se sentía terriblemente excitada. Por eso se olvidó de utilizar la crema. Pichabrava era un salvaje y Marta le gustaba mucho, pero aún así tuvo la precaución de aconsejarla prudencia. Ella no hizo caso. Métemela, ya, jódeme. No te andes con pijadas". Eso está grabado en la cinta. Algún día te la pondré aunque es un poco desagradable. Pichabrava intentó hacerlo con cuidado pero ella le acuciaba a voces, incluso le insultaba. Entonces la penetró a lo loco. Le desgarró el ano. La sangre caía al suelo como si la hubieran penetrado como un cuchillo. Marta chilló pero estaba tan excitada que no permitió que su semental se retirara. Este vio cómo su bajo vientre había quedado empapado en sangre, se retiró y la llevó en brazos al cuarto de baño. Allí la hizo ver en un espejo el enorme desgarro.
"Marta se asustó y con una toalla en el ano se movió como pudo hasta el teléfono. Tuve que mandar rapidamente a nuestro médico de confianza. Le dio un montón de puntos y la quiso llevar al hospital. Ella se negó. Allí permaneció unos cuantos días. Yo fui a verla y me quedé cuidándola. ¿Cres que esto la escarmentó?. Un mes después volvió a repetir la experiencia, esta vez untándose bien y dirigiendo a Pichabrava. Fue un éxito. Marta se volvió loca. Durante un mes se sirvió de él casi todas las noches. El enorme instrumento la volvía loca. Tuve que aconsejarle que llamara a su casa para decir que había surgido un viaje de negocios. Así pudo ocultar su terrible adicción.
"No me quedó otro remedio que poner orden en su vida. Estaba temblando. Si su marido descubría "el viaje de negocios" acabaría matándola y a mi con ella. No necesité volver a repetírselo. Ella misma se daba cuenta del riesgo que estaba asumiendo. La adición al sexo es la más dura de las adicciones porque su placer no es comparable con ningún otro y no crees estar nunca en peligro, ni físico, ni mucho menos emocional. Terminas por no vivir para otra cosa que para la follada. El resto del tiempo está vacío, es simplemente el intermedio obligado entre un polvo y otro.
-¿Eres tú una adicta Lily?.
Por un momento pensé haber metido la pata. A ella le gusta hablar de sexo por los codos, pero no de su lado oscuro. Me sonrió tristemente.
-A ti puedo decírtelo, Johnny. Hubo un momento en mi vida, tras la muerte de Hector, que pensé en suicidarme. El sexo me libró de ello. Fue entonces cuando pensé en montar el negocio con el dinero que habíamos ahorrado con nuestras sesiones particulares de tango para millonarios pervertidos. Llegamos a alcanzar las más altas cotas en el arte del tango, al tiempo que le dábamos una sensualidad que ningún bailarín ha alcanzado nunca. Algún día te pasaré cintas que se grabaron y que conservo como reliquias. Sabes muy bien que mi amor por Hector sigue siendo una herida sin cerrar. Tú tendrás que ser mi psiquiatra, Johnny, y entonces, cuando lo haya superado, verás esas cintas, te lo prometo.
"Ganamos mucho dinero. Pagaban muy bien. Lo utilicé todo para montar el negocio. Creo que a Hector le hubiera gustado. Recluté lo mejor que encontré a mano y fui una buena maestra de todos ellos. Al tiempo que celestina me convertí en la puta número uno del negocio. Follaba con todos los clientes y aún no tenía bastante. Me iba, como una millonaria excéntrica, por sitios escogidos y elegía a los jóvenes más atractivos. El placer aumentaba cada día y no era capaz de pasarme veinticuatro horas sin echar al menos un par de buenos polvos. Solo eso me hacía olvidar la escena de Hector acuchillado en un hotel de las Vegas, desangrándose ante mis ojos, sin que yo pudiera poner mis manos en sus heridas porque me sujetaban dos matones sin escrúpulos.
"Cuando el negocio se consolidó comprendí que necesitaba una temporada en una clínica para adictos al sexo. Ya sabes que en américa están tan avanzados en estas cosas que cuando nosotros empezamos a darnos cuenta de algo allí llevan años de vuelta. Dejé encargado a Gervasio porque sabía que no me fallaría y mantendría el negocio a flote y me fui a una clínica de California. Fue muy duro pasarme meses sin sexo, intentando llenar mi vida con otras cosas, pero lo conseguí. Yo siempre consigo lo que quiero, Johnny y tú lo sabes bien. Eso me hizo comprender que Marta estaba en la misma situación, era una peligrosa adicta que cualquier día se dejaría llevar por la corriente y ya no habría remedio. Hablé muy seriamente con ella. Tardó en aceptar la situación pero al final comprendió que lo suyo no era normal. Su descontrol era en extremo peligroso. Su marido estaba tras las huellas y tenía a su disposición un grupo de matones contra los que habría que organizar una guerra para poder sobrevivir. Lo que yo más temía era que contratara un asesino a sueldo y la matara en cualquier lugar sin darle ni la posibilidad de enterarse de lo que estaba pasando. Su marido es un hombre frío y vengativo. Puedes esperar de él cualquier cosa.
"Me pidió solo una semana para despedirse a su gusto de Pichabrava. Entretanto yo la asesoré para que arreglara las cosas. Simuló una fuerte depresión y habló con su marido de ir a Estados Unidos para seguir un tratamiento revolucionario. El quiso conocer detalles, pero Marta, bien aleccionada, le dio largas. Se encerró una semana con Pichabrava en mi casa de la montaña y cuando volvió yo había organizado todo. Pasaporte falso, viaje charter que no pasó la aduana gracias a mis contactos y mis amigos en la mafia de las Vegas se encargaron de hacerla llegar a la clínica con mucha discreción. El director estuvo al tanto de todo. Se le amenazó con serias consecuencias si se iba de la lengua. No lo hizo y Marta comenzó su tratamiento nada más llegar.
"Estaba tan desesperada que intentó tirarse a los celadores, a los médicos, incluso a los pacientes, a toda cosa con pantalones que se pusiera a mano. No llevó nada bien la terapia. Me hizo llegar un mensaje de socorro y decidí hacerme su enfermera. La encontré muy desmejorada. Había dejado de comer, enflaqueció, tenía las mejillas hundidas y se movía como una sonámbula. Me instalé en su habitación y me puse a hacer de enfermera con la dedicación de una amiga, aunque en realidad ella y yo nunca tuvimos una relación que se pudiera llamar amistosa. No me interesaba que ella se viniera abajo y todo saliera a la luz.
"¿Sabes cómo logré calmarla?. No te lo vas a creer. Incapaz de controlarse sin un poco de sexo la ofrecí mi cuerpo. Iba a ser lo único que iba a tener. Sabía que corría un gran riesgo. Podía aceptar el sexo lésbico y toda la terapia se vendría a pique. Yo confiaba en que su repugnancia a esta modalidad sexual, que había demostrado conmigo, y sobre todo en que la posibilidad de convertirse en mi esclava sexual la harían reflexionar y sacar la poca voluntad que la quedaba. No consulté con su terapeuta lo que me proponía. Pensé que podía funcionar y lo hice.
"Al principio aceptó mis caricias y mi cuerpo desnudo con el hambre de un náufrago que ha pasado semanas sin comer. Para mi no fue agradable hacerme con aquel hermoso cuerpo. No aceptaba mi cariño en un plano de igualdad y eso me repugnaba.
Continuará.